¿Sabremos aprender las lecciones del Coronavirus? Pilar Núñez. Intress. Abril de 2020.
Estamos viviendo días intensos y extraños. Tenemos el pensamiento a pleno rendimiento y las emociones en una maraña. Es un tiempo para mostrar lo mejor y lo peor de nosotras mismas. Estas semanas hemos visto muestras de solidaridad, de generosidad, de valentía y también hemos visto como el miedo nos hace ocultar, proteger, desconectarnos. Todas las actitudes son legítimas, y todas las emociones las debemos poder aceptar. Y nuestra experiencia como entidad social del tercer sector también ha sido representativa de toda esta realidad. A Intress, y todas las entidades, nos hemos reorganizado. Hemos cambiado nuestros modelos relacionales. Ahora nos encontramos a través de video-llamadas, videoconferencias, grupos de whatsapp. Echamos de menos las miradas de complicidad, el golpe de mano literal, el gesto de aprobación, de ternura y de apoyo. Pero una vez más las entidades hemos hecho servicio público, hemos desarrollado la capacidad, la plasticidad para encontrar otras formas de relacionarnos, de trabajar, de hacer equipo y responder a la exigencia de nuestra tarea: apoyar los servicios de atención directa a las personas, facilitarles y posibilitar la gestión de cada proyecto. Nuestros servicios se han confinado. Servicios llamados esenciales que necesitan los y las profesionales de atención directa acompañando las personas. Lo están haciendo profesionales valientes, comprometidos, que eligen su profesión, la atención y acompañamiento a las personas por encima de su miedo, la necesidad de protegerse, de salvaguardar sus familias. Se han comprometido con la infancia, los jóvenes, las mujeres que han vivido violencia y sus hijos e hijas, las personas con enfermedad mental que viven en residencias por su situación de vulnerabilidad, las personas mayores con dependencia, hasta las personas sin hogar, que viven en albergues para poder recuperar la mínima autonomía para poder vivir y circular socialmente. Cada uno de estos colectivos ha hecho un esfuerzo enorme. Han adaptado su cotidianidad, sus actividades, sus salidas. Y de toda esta situación, de nuevo la resiliencia, la capacidad de hacer frente a la adversidad, ser solidario y solidaria para favorecer la salud pública. Personas que ya han vivido situaciones de dolor, de carencias graves, y que encuentran formas para responder en generosidad por el bien común, para que la comunidad sea más protegida. Nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento a los profesionales que lideran cada día esta cotidianidad con una sonrisa, con un gesto, este sí, de proximidad. Y una mirada especial a la infancia. Los niños y niñas que han desaparecido de las escuelas, las calles, los establecimientos, y los parques. La ciudad y los pueblos son más tristes sin ellos y ellas en la calle. Y tenemos una exigencia para con ellos: como les explicamos que hay un virus que nos duele, un virus que no nos deja acercarnos a las personas mayores con
naturalidad, sin barreras de protección. A las personas que han asumido su cuidado y les han explicado cuentos e historias con el tiempo y la paciencia que requiere un niño. Y les explicaremos que este esfuerzo tiene recompensa? Están viviendo muchas horas con madres y padres. Muchos de ellos y ellas compartiendo el cuidado de los niños con el teletrabajo. Todo un reto y también una experiencia de tolerancia, de amorosidad, de confianza, de exigencia para poder responder a necesidades individuales y familiares. Pero pensamos también en los niños de nuestro sistema de atención a la infancia con medidas de protección. Niños y jóvenes valientes que han añadido a su mochila de daño, la extraordinaria adaptación que representa el confinamiento y la limitación de sus actividades diarias, como las visitas con sus referentes familiares. A todas ellas y ellos, tenemos que decirles que son personas con mucha fuerza, con muchos recursos para entender que la vida individual tiene mucho valor pero que la comunitaria la tenemos que cuidar para poder vivir la individual con más plenitud. Y por ellos, para ellas, para todos y todas, por nosotros mismos tenemos un deber. El deber de la reflexión: ¿qué nos ha enseñado este paro, que queremos cambiar, que queremos incorporar. Yo quiero aportar algunos titulares para repensar. El primero, agradecer nuestras estructuras de servicios de atención a las personas. Nuestro servicio público. Un servicio público construido desde la administración y de la mano del tercer sector. Como he dicho, un servicio público con profesionales que están sosteniendo la vida de muchas personas. En segundo lugar, el valor, la importancia de la inversión en el ámbito de la salud y en el ámbito social. Están sosteniendo la vida. Y son promotores de la vida. Justamente por ello, son nuestros servicios esenciales. Servicios para las personas. Los profesionales que más merecen reconocimiento social y de retribución salarial. Podemos incorporar en nuestras formas laborales el teletrabajo como herramienta para facilitar la conciliación de la vida, claro que podemos. Y justamente en medio de estas reflexiones, nosotros nos ponemos la tarea de revisar y aportar todo lo que podamos al respecto, con una herramienta participativa que desplegaremos en breve a Intress: tenemos que hablar y debemos obtener un aprendizaje, unas lecciones de vida que nos hagan socialmente más fuertes, más justas. Como decía al principio, tenemos el pensamiento a pleno rendimiento y las emociones en maraña continua. Pero necesitaremos una descompresión, y que nos lleve al equilibrio entre qué hay que hacer y lo que necesitamos, el cuidado de la comunidad y el cuidado de la actividad económica, y trabajar para lograr una mayor igualdad de oportunidades. Dejemos ahora espacio a la reflexión que necesitamos para las próximas semanas y meses.