Arquitectura Palacio de las Luces.
El Palacio de Luces es el secreto mejor guardado de Asturias. Un palacio rehabilitado del siglo XVI inmerso en 13.000m2 de jardines a solo dos kilómetros del pueblo de Lastres, uno de los más bellos de España, con su laberinto de calles escalonadas y su incomparable estampa portuaria. Allí, entre el mar y la montaña y rodeado de zonas boscosas de hayedos, tejos, cerezos, pinos y acebos, se encuentra este hotel con encanto del grupo Globhi y la marca CoolRooms, único Relais & Châteaux del Principado y todo un ejemplo de hospitalidad a ritmo lento. Un lugar ideal para alejarse del mundanal ruido y descubrir espacios sin ruidos ni contaminación, con 44 habitaciones y suites de estilo clásico, un refinado restaurante de gastronomía asturiana con influencia de las Américas y un área de Wellness que incluye sala de masajes, saunas y piscina climatizada. Y todo ello con espectaculares vistas a la Sierra del Sueve, los Picos de Europa y el mar Cantábrico.
Historia: un palacio del siglo XVI El Palacio de Luces fue fundado en 1580 por Juan Victorero “El Viejo”, un hidalgo español que se fue a hacer las Américas y regresó a su Asturias natal trayendo consigo influencias arquitectónicas, culturales y gastronómicas. Su edificio coincide con el tipo de construcciones de la época, cuando las casas solariegas sustituyeron a los torreones medievales, y en su fachada se distinguen las tres etapas en las que se amplió el edificio (la última en el siglo XX), con símbolos muy reveladores, como el escudo de armas de los Victorero, la Cruz de Malta y el cordón franciscano.
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En la entrada principal del palacio se encuentra el recibidor y, a mano derecha, destaca una sala con una réplica exacta de un árbol genealógico de la familia Victorero. Resulta muy llamativa la enorme piedra adintelada con un grabado que se usa como remate de la chimenea y que indica la existencia de un antiguo lagar (lugar donde se hacía sidra) en el interior del palacio. Atravesando el hall nos encontramos un espacio distribuidor que conserva parte de la cerca, musealizada como elemento decorativo y memoria histórica. Y eso sin olvidar su capilla: un ejemplo de pequeña iglesia rural con su antepórtico y su campana para llamar al culto, donde, dado el reducido tamaño del templo, destaca la existencia de un púlpito en el exterior.