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Editorial

La tradición como resistencia

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Esta edición digital de Revista Análisis de la Realidad Nacional se publica cuando ya en todos los ámbitos de la Universidad de San Carlos de Guatemala se respira el ambiente de la tradicional Huelga de Dolores.

En cada lugar donde late un corazón sancarlista, en las aulas y en los laboratorios, en los salones de usos múltiples, en las sedes de las facultades, escuelas, centros y extensiones universitarias, a lo largo y ancho del país, se multiplica el ingenio y la creatividad, sale a relucir la chispa, el comentario agudo y oportuno, para dar vida a una tradición que ya es un patrimonio intangible, no solamente de la USAC o sus estudiantes, docentes, investigadores, trabajadores y autoridades, sino de la nación entera. La Sociología y la Psicología Social, como la Ciencia Política, la Historia y el Folklore, tienen en esta tradición universitaria guatemalteca un campo fértil de estudio, que les desafía a centrar luces sobre sus diversas manifestaciones (lingüísticas, estéticas, humorísticas), su perdurabilidad y su arraigo social, entre muchos campos en los que podría ser analizada. Pretender que el análisis de la Huelga de Dolores pueda constreñirse al limitado campo de una sola disciplina social-humanística, sería tan vano como querer convertirla en objeto de culto sacralizado (por muy jocoso que fuera ese culto), ajeno a su historicidad social.

Porque, en efecto, la Huelga de Dolores nace y pervive de y en la realidad socio-histórica de Guatemala. Por su contenido y sus múltiples formas de expresión, la Huelga de Dolores nunca

fue igual a sí misma, porque en cada momento histórico del país hubo condiciones distintas que exigían del holgorio estudiantil y universitario acomodarse a aquellas condiciones. Y sin embargo, pese a lo dicho, cabe preguntarse sobre si hay alguna esencialidad que haga de la Huelga de Dolores algo distinto a cualquier bufonada, de las muchas que hay Guatemala.

El debate seguramente quedará abierto pero nos parece que, si ha de buscarse esa esencialidad, las pistas habría que rastrearlas en la sana rebeldía juvenil frente la injusticia y el latrocinio que a la sociedad hacen “malos bichos sin conciencia / que la apresan en sus dientes / y la chupan inclementes / la fuerza de su existencia”, según cantan los versos finales de la segunda estrofa de La Chalana.

La misma energía juvenil que inspiró a Violeta Parra para decir: “Que vivan los estudiantes / jardín de nuestra alegría / son aves que no se asustan / de animal ni policía”, y más adelante: “Me gustan los estudiantes / porque son la levadura / del pan que saldrá del horno / con toda su sabrosura / Para la boca del pobre / que come con amargura…” Con una larga historia republicana lastrada por la simulación democrática, bajo la cual aún ahora se sigue protegiendo el sistema explotador de los seres humanos y depredador de la naturaleza, es comprensible que a lo largo de esa misma historia los elementos más sensibles del estudiantado universitario, hayan encontrado en la Huelga de Dolores un canal para expresar su rechazo a la falsedad institucionalizada.

La misma pantomima denunciada en 1920, pero tan actual en 2018 que, otra vez con las palabras de La Chalana, señala “Contemplad los militares / que en la paz carrera hicieron; / vuestros jueces a millares / que la justicia vendieron; / vuestros curas monigotes / que comercian con el credo / y patrioteros con brotes / de farsa, interés y miedo”.

Vista de ese modo, la Huelga de Dolores es una tradición como territorio de la resistencia, de la lucha por una realidad distinta, largamente postergada y por la cual ofrendaron su vida centenares de huelgueros de pura cepa.

A la memoria de ellas y ellos se dedican estas líneas, pero también a las y los sancarlistas de hoy, desafiados a rescatar las mejores tradiciones y los impulsos más nobles de la holganza universitaria.

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