NOVELA DE POSGUERRA

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1 TEMA 6 LITERATURA: NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1974. Segundo de Bachillerato

Novela española de 1939 a 1974 Tras la Guerra Civil en España, y la victoria del bando sublevado, muchos intelectuales partidarios de la República tuvieron que marchar al exilio para no ser detenidos. A pesar de ellos, desde fuera, continuaron su producción literaria. Los que se quedaron sufrieron la censura del Régimen, su creatividad estaba limitada por los intereses del Estado. A finales de los años 30, la novela había tendido hacia la rehumanización y el compromiso social, en esta línea se encontraban muchos autores que tuvieron que exiliarse. Su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia el tema de la guerra. Algunos de estos autores son Max Aub con El laberinto mágico, Francisco Ayala con Muertes de perro, donde trata el tema de la dictadura en una república hispanoamericana. Destacan también Réquiem por un campesino español y Crónica del Alba de Ramón J. Sender; esta última es una serie compuesta por nueve novelas de carácter autobiográfico. También destaca Arturo Barea con La forja de un rebelde. En la inmediata posguerra, se hace evidente la ruptura de la natural evolución literaria. Así, la novela no puede enlazarse con la narrativa social de los años 30, prohibida por el Franquismo. En este panorama abundan cuatro tipos de novelas: ideológica, realista, humorística y heroica. En la década de 1940 solo hay casos excepcionales y aislados, como Camilo José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes. El primero publica en 1942 La familia de Pascual Duarte, provoca polémica en torno al tremendismo, en la línea del esperpento. Se le acusaba de deformar la realidad al subrayar lo más desagradable de esta. Miguel Delibes y Carmen Laforet destacan por su realismo existencial, el primero publica La sombra del ciprés es alargada y Laforet, Nada. También escriben Foxá con Madrid y Zunzunegui con La úlcera. En la década de 1950, los cambios políticos y sociales se traspasan a la literatura y aparecen dos corrientes literarias: el Neorrealismo y la novela social. El Neorrealismo se centra en los problemas del hombre como ser individual, destaca El fulgor y la sangre de Ignacio Aldecoa o El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. La novela social se centra en los problemas y conflictos sociales y tiene una fuerte carga ideológica. El movimiento se inicia con la publicación de La colmena, de Camilo José Cela, esta obra refleja la vida del Madrid de posguerra durante tres días de 1942. También están otras obras como Los bravos, Central eléctrica o La mina. En los años sesenta, se produjo en España un desarrollo económico acompañado de cierta liberalización social, lo que repercute en una llegada de cine e influencia de los medios de comunicación extranjeros. Literariamente, durante estos años no se pierde la novela comprometida socialmente, aunque ya desde los últimos años de la década de los cincuenta se detecta un cierto agotamiento de esta tendencia y una clara evolución hacia la experimentación y la renovación. Los escritores españoles se dejan influir por extranjeros, de manera que las novelas pasan a ser más complejas y experimentales. Las novedades no afectan solo al argumento o a la estructura, también a la ortografía, ya que algunos autores suprimen los signos de puntuación, o los párrafos y es frecuente que se mezclen los géneros. Ya no se pretende solo denunciar la situación social, sino que también se persigue la belleza formal, es decir, que la novela constituya un producto bello en sí mismo. Dos novelas son consideradas los modelos de las nuevas tendencias: Tiempo de silencio de Luis Martín Santos y Señas de identidad de Juan Goytisolo. La tendencia más experimental tiene su máximo representante en Juan Benet con Volverás a Región, en esta obra, recrea un espacio mítico Región, en la que realidad y fantasía se mezclan para revelar la decadencia del ser humano y la sociedad española. Otros narradores que participan en esta tendencia son Juan Marsé con Últimas tardes con Teresa; Cela con Oficio de tinieblas, 5; Torrente Ballester con La saga/fuga de J.B. De esta década es también Cinco horas con Mario de Delibes. A partir de 1975, la narrativa se aleja del experimentalismo y del mero juego literario. Hay una vuelta al interés por la historia, por el argumento, por la intriga, es lo que se conoce como “regreso a la narratividad”. El inicio del nuevo giro lo marca La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza.


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