Ficha 07

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Barcelona a través de Luciérnagas de Ana María Matute

FICHA 7: CLOTI EN EL HOTEL COLÓN (PÁG.61) TEXTOS COMPLEMENTARIOS

Autogiro La Cierva, delante del Hotel Colón (1934)

1. GEORGE ORWELL: HOMENAJE A CATALUÑA (1938) He tratado de dar una idea aproximada de lo que se sentía estando en medio de las luchas de Barcelona; pero no creo haber logrado transmitir el carácter extraño de aquel período. Cuando miro hacia atrás, una de las cosas que permanecen nítidas en mi memoria son los contactos casuales que uno hacía por aquel entonces, las visiones repentinas de los no combatientes, para quienes todo aquello tan sólo era un alboroto carente de sentido. Recuerdo a una mujer elegantemente vestida que paseaba por las Ramblas, con una canasta de la compra bajo el brazo y un lanudo perrito blanco, mientras los disparos se sucedían a una o dos calles de distancia. Quizá fuera sorda. Y el hombre que agitando un pañuelo blanco en cada mano atravesó corriendo la Plaza de Cataluña, totalmente vacía. Y el grupo de personas, todas vestidas de negro, que durante una hora trataron una y otra vez de cruzar la misma plaza, sin poder lograrlo. Cada vez que emergían de la calle central, las ametralladoras del PSUC apostadas en el hotel Colón abrían fuego y las obligaban a retroceder, aunque era evidente que iban desarmadas. Siempre he pensado que formaban parte de un cortejo fúnebre. Y el hombrecito que hacía las veces de encargado del museo situado sobre el Poliorama, y parecía considerar los sucesos como un acontecimiento social. Estaba encantado de que los ingleses lo visitaran; decía que el inglés era tan simpático. Deseaba que todos volviéramos cuando la lucha hubiera terminado; y yo, de hecho, volví a visitarlo. Y aquel otro, refugiado en un portal, que movía complacido la cabeza hacia el infierno de la Plaza de Cataluña y decía (como quien comenta que la mañana está hermosa): « ¡Así que tenemos otro 19 de julio!». Y los dependientes de la zapatería donde me estaban haciendo unas botas. Fui allí antes de la lucha, cuando todo acabó y, por breves minutos, durante la tregua del 5 de mayo. Pertenecían a la UGT o quizá eran miembros del PSUC; de cualquier modo, políticamente estaban en el otro bando y sabían que yo servía en una milicia del POUM. No obstante, su actitud fue del todo indiferente, y se expresaban con palabras como éstas: «Es una pena todo esto, ¿no es cierto? Y tan malo para los negocios. ¡Qué lástima que no termine! ¡Como si no hubiera bastante lucha en el frente!, etcétera, etcétera». Supongo que hubo gran cantidad de personas, tal vez la mayor parte de los habitantes de Barcelona, para las que lo ocurrido no tenía interés alguno o, por lo menos, no más interés que un ataque aéreo.

Isabel Castro, Beatriz Comella y Laura Rodríguez

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