ESTO ES TEATRO ESTO ES TEATRO
Equipo de Biblioteca. IES José Planes
EL TEATRO Y SUS ACTORES
Nuria Espert en Medea
EL TEATRO Y SUS ACTORES
Lola Herrera en Cinco horas con Mario
Ana BelĂŠn en Electra
EL TEATRO Y SUS ACTORES
Blanca Portillo en La vida es sueño
José Sacristán en Yo soy Don Quijote
EL TEATRO Y SUS ACTORES
Josep MarĂa Pau en Llama un Inspector
El Brujo en Las mujeres de Shakespeare
EL TEATRO Y SUS TEXTOS
“Él había llegado a lo más alto; se había adueñado de una fortuna y dicha completas. Había destruido, ¡oh Zeus!, a la doncella cantora de oráculos, de curvadas garras. Él se había erigido ante nuestra ciudad como fuerte torre contra la muerte. Y así fue como tú, Edipo, fuiste proclamado nuestro rey, recibiste los más altos honores y reinaste sobre la poderosa Tebas.” Sófocles, Edipo Rey, 1195-1203
MERCURIO: ¡Qué bien me ha salido la cosa! He conseguido largar de la puerta al mayor impedimento para que mi padre pudiera continuar en los brazos de Alcmena sin riesgo alguno. Cuando el otro encuentre a su amo Anfitrión, le contará que el esclavo Sosia le ha impedido entrar en casa; Anfitrión pensará naturalmente que le está contando mentiras y no creerá que ha venido aquí como él le había ordenado, ¡buenos los voy a poner a fuerza de equívocos y de locura a los dos y a toda la casa de Anfitrión, hasta que mi padre se sacie de la mujer que ama! Al final, todos se enterarán de lo que ha pasado; luego, ya se encargará Júpiter de restablecer la armonía entre Alcmena y su marido, porque Anfitrión al principio le armará un escándalo a su mujer y la acusará de adulterio; entonces mi padre apaciguará la tempestad, por mor de ella. Pero ahora, que antes aso no lo dije, de Alcmena, que va a dar a luz hoy dos gemelos: uno nacerá a los nueve meses, el otro a los siete; uno de ellos es de Anfitrión, el otro de Júpiter: pero el niño menor es hijo del padre mayor, el mayor, del menor. Plauto, Anfitrión, I, 2, vv 455-480
Piensa qué crimen va a ser el golpe dado a tus hijos. ¡Por tus rodillas con toda el alma te imploramos que no les mates! ¿De dónde el valor para esa espantosa audacia sacarán tu mente, brazo y alma criminales? ¿Y cómo les mirarás sin llanto al ir a matarles? Cuando a tus pies te supliquen, no podrás manchar tus manos de sangre sin que el ánimo te desfallezca. Eurípides, Medea vv.851-865
Hamlet Guillermo Shakespeare Escena IV HAMLET, OFELIA HAMLET.- Existir o no existir, ésta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal.
El Avaro Moliére ACTO PRIMERO ESCENA PRIMERA VALERIO y ELISA
VALERIO. ¡Cómo, encantadora Elisa, os sentís melancólica después de las amables seguridades que habéis tenido la bondad de darme sobre vuestra felicidad! Os veo suspirar, ¡ay!, en medio de mi alegría. ¿Es que acaso lamentáis, decidme, haberme hecho dichoso? ¿Y os arrepentís de esta promesa, a la que mi pasión ha podido obligaros? ELISA. No, Valerio; no puedo arrepentirme de todo cuanto hago por vos. Me siento movida a ello por un poder demasiado dulce, y no tengo siquiera fuerza para desear que las cosas no sucedieran así. Mas, a deciros verdad, el buen fin me causa inquietud, y temo grandemente amaros algo más de lo que debiera. VALERIO. ¡Eh! ¿Qué podéis temer, Elisa, de las bondades que habéis tenido conmigo? ELISA. ¡Ah! Cien cosas a la vez; el arrebato de un padre, los reproches de una familia, las censuras del mundo; pero más que nada, Valerio, la mudanza de vuestro corazón y esa frialdad criminal con la que los de vuestro sexo pagan las más de las veces los testimonios demasiado ardientes de un amor inocente. VALERIO. ¡Ah, no me hagáis el agravio de juzgarme por los demás! Creedme capaz de todo, Elisa, menos de faltar a lo que os debo. Os amo en demasía para eso, y mi amor por vos durará tanto como mi vida.
Fuente Ovejuna Lope de Vega COMENDADOR: Villa, yo os agradezco justamente el amor que me habéis aquí mostrado. ALONSO: Aun no muestra una parte del que siente. Pero ¿qué mucho que seáis amado, mereciéndolo vos? ESTEBAN: Fuenteovejuna y el regimiento que hoy habéis honrado, que recibáis os ruega e importuna un pequeño presente, que esos carros traen, señor, no sin vergüenza alguna, de voluntades y árboles bizarros, más que de ricos dones. Lo primero traen dos cestas de polidos barros; de gansos viene un ganadillo entero, que sacan por las redes las cabezas, para cantar vueso valor guerrero. Diez cebones en sal, valientes piezas, sin otras menudencias y cecinas, y más que guantes de ámbar, sus cortezas. Cien pares de capones y gallinas, que han dejado viudos a sus gallos en las aldeas que miráis vecinas. Acá no tienen armas ni caballos, no jaeces bordados de oro puro, si no es oro el amor de los vasallos.
El Jardín de los Cerezos Antón Chejov ESCENA III
Entra Varia. De su cinturón cuelga un manojo de llaves. Varia: Duniascha, trae pronto el café. Mamaíta está pidiéndolo. Duniascha: Ahora mismito. (Sale) Varia: ¡Bueno..., pues, gracias a Dios, ya habéis llegado! (Cariñosamente). ¡Mi almita ha llegado!... ¡Mi preciosa ha llegado!... Ania: ¡No sabes lo que he pasado! Varia: Me lo imagino. Ania: Salí de aquí en Semana Santa..., en pleno frío. Scharlotta se pasó todo el viaje charlando..., haciendo juegos de manos...¡No sé por qué me obligaste a ir acompañada de Scharlotta!
Varia: ¿Cómo vas a viajar sola, almita mía?... ¡A los diecisiete años! Ania: Pues verás... Llegamos a París... Allí, frío...,nieve... ¡Yo hablo horriblemente el francés!... Mamá vive en un quinto piso... Voy y me encuentro con que tiene visitas; unas francesas y un sacerdote viejo, con un libro... Todo está lleno de homo de tabaco... Y, de repente..., ¡me da tal lástima de mamá..., tal lástima!..., que cojo su cabeza entre mis manos, la estrecho contra mí y no puedo soltarla...Después, mamá estuvo muy cariñosa..., llorando...
Varia: (Entre lágrimas) No me lo cuentes... No me lo cuentes.... Ania: Había vendido ya su casa de campo junto a Menton y no le quedaba nada. ¡Nada!... A mi tampoco me quedaba ni una “kopeika”...
Los justos Albert Camus ACTO SEGUNDOAl día siguiente, por la noche. En el mismo lugar. (ANNENKOV mira por la ventana. DORA está junto a la mesa.) ANNENKOV: Están en sus puestos. Stepan ha encendido su cigarrillo. DORA: ¿A qué hora debe pasar el gran duque? ANNENKOV: De un momento a otro. Escucha. ¿No es una calesa? No. DORA: Siéntate. Ten paciencia. ANNENKOV: ¿Y las bombas? DORA: Siéntate. No podemos hacer nada más. ANNENKOV: Sí. Envidiarles. DORA: Tu puesto está aquí. Eres el jefe. ANNENKOV: Soy el jefe. Pero Yanek vale más que yo, y es él quien tal vez... DORA: El riesgo es el mismo para todos. Para el que arroja y para el que no arroja. ANNENKOV: El riesgo es al fin el mismo. Pero por el momento Yanek y Alexis están en la línea de fuego. Sé que no debo estar con ellos. Sin embargo,a veces tengo miedo de aceptar con demasiada facilidad mi papel. Es cómodo, después de todo, verse obligado a no arrojar la bomba. DORA: ¿Y aunque así fuera? Lo esencial es que hagas lo que debes, y hasta el fin. ANNENKOV: ¡Qué tranquila estás! DORA: No estoy tranquila: tengo miedo. Hace tres años que estoy con vosotros, dos años que fabrico bombas. He ejecutado todo y creo que no he olvidado nada. ANNENKOV: Por supuesto, Dora. DORA: Bueno, pues hace tres años que tengo miedo, ese miedo que apenas la abandona a una en el sueño y que se recupera fresco por la mañana. De modo que he tenido que acostumbrarme. He aprendido a estar tranquila en el momento en que tengo más miedo. No hay de qué enorgullecerse. ANNENKOV: Al contrario, enorgullécete. Yo no he dominado nada. Sabes que echo de menos los tiempos de antes, la vida brillante, las mujeres... Sí, me gustaban las mujeres, el vino, aquellas noches interminables.
Casa de Muñecas Henrik Ibsen ESCENA 1.1 Nora; Helmer; Sra. Linde Se abre el telón. Suena el timbre en el vestíbulo; poco después se oye abrir la puerta. Nora entra en la sala canturreando alegremente; viste de calle y lleva varios paquetes, que deposita en la mesa del sofá. Se quita el abrigo.
Helmer: (Desde su cuarto) ¿Es la alondra la que canturrea, ahí fuera? Nora: (Abriendo algunos paquetes) Sí, es ella. Helmer: ¿Es la ardilla, la que enreda por ahí? Nora: ¡Sí! Helmer: ¿Cuándo ha vuelto la ardilla? Nora: Ahora mismo. Ven aquí, Torvald, y verás lo que he comprado. (Aparece Helmer en el salón)
Helmer: ¿Comprado, dices? ¿Todo esto? ¿Ha vuelto a salir la manirrota a tirar el dinero? Nora: ¡Oh, Torvald!, este año podemos permitirnos algunos caprichos. Es la primera navidad que no tenemos que andar con apuros. Helmer: Ya, pero ¿sabes?, tampoco tirar el dinero. Nora: Bueno, Torvald, un poco sí podemos. ¿No es verdad? Sólo un poquito. Ahora ganarás un buen sueldo y tendremos mucho, mucho dinero. Helmer: Sí, a partir del año nuevo; pero falta aún un trimestre para que lo cobre.
Yerma Federico García Lorca YERMA. Buenos días. VIEJA. Buenos los tenga la hermosa muchacha. ¿Dónde vas? YERMA. Vengo de llevar la comida a mi esposo, que trabaja en los olivos. VIEJA. ¿Llevas mucho tiempo de casada? YERMA. Tres años. VIEJA. ¿Tienes hijos? YERMA. No. VIEJA. ¡Bah! ¡Ya tendrás! YERMA. (Con ansia.) ¿Usted lo cree? VIEJA. ¿Por qué no? (Se sienta.) También yo vengo de traer la comida a mi esposo. Es viejo. Todavía trabaja. Tengo nueve hijos como nueve soles, pero, como ninguno es hembra, aquí me tienes a mí de un lado para otro. YERMA. Usted vive al otro lado del río. VIEJA. Sí. En los molinos. ¿De qué familia eres tú? YERMA. Yo soy hija de Enrique el pastor. VIEJA. ¡Ah! Enrique el pastor. Lo conocí. Buena gente. Levantarse, sudar, comer unos panes y morirse. Ni mas juego, ni más nada. Las ferias para otros. Criaturas de silencio. Pude haberme casado con un tío tuyo. Pero ¡ca! Yo he sido una mujer de faldas en el aire, he ido flechada a la tajada de melón, a la fiesta, a la torta de azúcar. Muchas veces me he asomado de madrugada a la puerta creyendo oír música de bandurria que iba, que venía, pero era el aire. (Ríe.) Te vas a reír de mí. He tenido dos maridos, catorce hijos, seis murieron, y sin embargo no estoy triste y quisiera vivir mucho mas. Es lo que digo yo: las higueras, ¡cuánto duran!; las casas, ¡cuánto duran!; y sólo nosotras, las endemoniadas mujeres, nos hacemos polvo por cualquier cosa. YERMA. Yo quisiera hacerle una pregunta. VIEJA. ¿A ver? (La mira.) Ya sé lo que me vas a decir. De estas cosas no se puede decir palabra. (Se levanta.) YERMA. (Deteniéndola.) ¿Por qué no? Me ha dado confianza el oírla hablar. Hace tiempo estoy deseando tener conversación con mujer Vieja. Porque yo quiero enterarme. Sí. Usted me dirá... VIEJA. ¿Qué? YERMA. (Bajando la voz.) Lo que usted sabe. ¿Por qué estoy yo seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner cortinitas planchadas en mi ventanillo? No. Usted me ha de decir lo que tengo que hacer, que yo haré lo que sea; aunque me mande clavarme agujas en el sitio más débil de mis ojos. VIEJA. ¿Yo? Yo no sé nada. Yo me he puesto boca arriba y he comenzado a cantar. Los hijos llegan como el agua. ¡Ay! ¿Quién puede decir que este cuerpo que tienes no es hermoso? Pisas, y al fondo de la calle relincha el caballo. ¡Ay! Déjame, muchacha, no me hagas hablar. Pienso muchas ideas que no quiero decir. YERMA. ¿Por qué? Con mi marido no hablo de otra cosa. VIEJA. Oye. ¿A ti te gusta tu marido? YERMA. ¿Cómo? VIEJA. ¿Qué si lo quieres? ¿Si deseas estar con él?... YERMA. No sé. VIEJA. ¿No tiemblas cuando se acerca a ti? ¿No te da así como un sueño cuando acerca sus labios? Dime.
Esperando a Godot Samuel Beckett ACTO PRIMERO (Camino en el campo, con árbol) (Anochecer) . (Estragón, sentado en el suelo, intenta descalzarse. Se esfuerza haciéndolo con ambas manos, fatigosamente. Se detiene, agotado, descansa, jadea, vuelve a empezar). (Repite los mismo gestos). (Entra Vladimir) ESTRAGON (renunciando de nuevo): No hay nada que hacer. VLADIMIR (se acerca a pasitos rígidos, las piernas separadas): Empiezo a creerlo. (Se queda inmóvil). Durante mucho tiempo me he resistido a pensarlo, diciéndome, Vladimir, sé razonable, aún no lo has intentado todo. Y volvía a la lucha. (Se concentra, pensando en la lucha. A Estragón) Vaya, ya estás ahí otra vez. ESTRAGON: ¿Tú crees? VLADIMIR: Me alegra volver a verte. Creí que te habías ido para siempre. ESTRAGON: Yo también. VLADIMIR: ¿Qué podemos hacer para celebrar este encuentro? (Reflexiona) Levántate, deja que te abrace. (Tiende la mano a Estragón) ESTRAGON (irritado): Enseguida, enseguida. (Silencio) VLADIMIR (ofendido, con frialdad): ¿Se puede saber dónde ha pasado la noche señor? ESTRAGON: En un foso. VLADIMIR (estupefacto): ¡Un foso! ¿Dónde? ESTRAGON (sin gesticular): Por ahí. VLADIMIR: ¿Y no te han pegado? ESTRAGON: Sí... No demasiado. VLADIMIR: ¿Los de siempre? ESTRAGON: ¿Los de siempre? No sé. (Silencio) VLADIMIR: Cuando lo pienso... desde entonces... Me pregunto... qué hubiera sido de ti... sin mí (Decidido) Sin duda, a estas horas, serías un montoncito de huesos.
MUJERES DRAMATURGAS Feliciana Enríquez de Guzmán María de Zayas y Sotomayor Ángela de Acevedo Sor Marcela de San Félix Ana Caro de Mallén Carmen Resino María Manuela Reina Dora Sedano Mercedes Ballesteros Isabel Suárez de Deza Luisa María Linares Ana Diosdado Diana de Paco Paloma Pedrero Angélica Lidell Zoo Soledad Iranzo Elena Cánovas
La violación de Lucrecia – William Shakespeare
CARTELES PARA EL TEATRO
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TEATRO ROMEA DE MURCIA
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