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Kepler Std by Adobe

Tipografía Serif de Robert Slimbach

Tradicionalmente, las tipografías modernas son conocidos por su calidad intelectual fresco, pero Robert Slimbach capta el estilo moderno de una manera humanista.

Es elegante y refinada con un toque de estilo antiguo y proporción caligráfica que detalla que le confiere calidez y energía. https://typekit.com/fonts/kepler-std

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Kepler Std by Adobe Semicondensed Regular

abcdefghijklmnñopqrstuvwxyz ABCDEFGHIJKLMNÑOPQRSTUVWXYZ 0123456789 Semicondensed Bold

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Pantone 7547

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Pantone: 200 CMYK: 16,100,77,6 RGB: 195,0,47 HTML: #c2002f

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“ Entretanto la sólida nave en su curso ligero se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelíamas de pronto cesó aquella brisa, una calma profundase sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.

Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.

Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: “Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises, de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto, porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin

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Entretanto la sólida nave en su curso ligero se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelíamas de pronto cesó aquella brisa, una calma profundase sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.

Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas. Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas

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Entretanto la sólida nave en su curso ligero se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelíamas de pronto cesó aquella brisa, una calma profundase sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.

Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.

Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: “Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises, de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto, porque nadie en Lanómada Art Leasing Gallery

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“ Entretanto la sólida nave en su curso ligero se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelíamas de pronto cesó aquella brisa, una calma profundase sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.

Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas. Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: “Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises, de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto, porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye.

Quien la escucha contento se va conociendo mil cosas:

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Entretanto la sólida nave en su curso ligero se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelíamas de pronto cesó aquella brisa, una calma profundase sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.

Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas. Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: “Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo

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Entretanto la sólida nave en su curso ligero se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelíamas de pronto cesó aquella brisa, una calma profundase sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.

Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas. Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: “Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises, de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto, porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye.

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Ò Entretanto la s—lida nave en su curso ligero se enfrent— a las Sirenas: un soplo feliz la impel’amas de pronto ces— aquella brisa, una calma profundase sinti— alrededor: algœn dios alisaba las olas.

Levant‡ronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sent‡ndose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.

Yo entretanto cog’ el bronce agudo, cortŽ un pan de cera y, partiŽndolo en trozos peque–os, los fui pellizcando con mi mano robusta: abland‡ronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapŽ los o’dos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el m‡stil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no m‡s que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: ÒLlega ac‡, de los d‡naos honor, glorios’simo Ulises, de tu marcha refrena el ardo Ò Entretanto la s—lida nave en su curso ligero se enfrent— a las Sirenas: un soplo feliz la impel’amas de pronto ces— aquella brisa, una calma profundase sinti— alrededor: algœn dios alisaba las olas.

Levant‡ronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sent‡ndose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.

Yo entretanto cog’ el bronce agudo, cortŽ un pan de cera y, partiŽndolo en trozos peque–os, los fui pellizcando con mi mano robusta: abland‡ronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapŽ los o’dos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el m‡stil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no m‡s que el alcance de un grito y la nave crucera volaba, mas bien percibieron las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro: ÒLlega ac‡, de los d‡naos honor, glorios’simo Ulises, de tu marcha refrena el ardor Ò Entretanto la s—lida nave en su curso ligero se enfrent— a las Sirenas: un soplo feliz la impel’amas de pronto ces— aquella brisa, una calma profundase sinti— alrededor: algœn dios alisaba las olas.

Levant‡ronse entonces mis hombres, plegaron la vela, la dejaron caer al fondo del barco y, sent‡ndose al remo, blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.

Yo entretanto cog’ el bronce agudo, cortŽ un pan de cera y, partiŽndolo en trozos peque–os, los fui pellizcando con mi mano robusta: abland‡ronse pronto, que eranpoderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

Uno a uno a mis hombres con ellos tapŽ los o’dos y, a su vez, me ataron de piernas y manos en el m‡stil, derecho, con fuertes maromas y, luego, a azotar con los remos volvieron al mar espumante.

Ya distaba la costa no m‡s que el alcance de un grito y la nave crucera volaba,

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