el niño que odiaba bañarse

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El niño que odiaba bañarse Ilustraciones de Julia Jiménez Texto de Lola López-Cózar


Érase una vez un niño que odiaba bañarse. -Estar limpio es algo muy importante, porque la higiene es el idioma del cuerpo. Lo mismo que para saludar se da un beso o el estar contento se muestra con una sonrisa, oler bien y no llevar manchas es un detalle de consideración hacia los que nos rodean.- le explicaba su madre-. El niño la escuchaba con atención, pero cuando oía el grifo y veía el vapor, salía corriendo escaleras abajo y se escondía detrás del sillón.


Su abuelo despertaba sobresaltado, pero no decía nada, no era partidario de delatar ni de dar largas explicaciones. Cuando la madre bajaba enfadada y le preguntaba por el niño, él simulaba que acababa de ser despertado por ella y que apenas sabía de qué niño estaban hablando. El niño salía de detrás del sillón de su abuelo, le daba un beso en señal de agradecimiento y corría a meterse debajo de la cama.


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Un día, estaba la madre justo en el momento de dar otra explicación al niño, justo antes de volver a enfadarse, cuando apareció el abuelo con un pequeño bulto envuelto en su bufanda. Le pidió al niño que lo acompañara al baño, porque tenía que confiarle un secreto. La madre intentó regañar al abuelo por haberla interrumpido (y es que cuando uno está inspirado explicando, sienta mal que te corten). El abuelo se limitó a guiñarle el ojo izquierdo y a coger al nieto de la mano. Subieron las escaleras con el bulto envuelto en la bufanda. El niño estaba intrigado -¿Sabes lo que me ha pasado? –preguntó el abuelo-. El niño contestó que no moviendo la cabeza hacia los lados y manteniendo la boca abierta.


-Estaba sentado en el banco del parque cuando de repente he oído que alguien me hablaba. -dijo destapando el bulto que llevaba enrollado en la bufanda. -Era este perro. –contestó el abuelo mostrándole un pequeño perro inmóvil-. -¡Pero si es de corcho! –exclamó el niño-. -Ya, eso me ha dicho. Se ha puesto a llorar precisamente por eso. -explicó el abuelo-. -¿Por qué? –preguntó el niño-. -Por lo que acabas de decir. Porque es de corcho. Verás, me ha contado que siempre ha querido ser buceador, pero buceador profesional. Lo terrible es que por más que lo intenta no logra sumergirse. Ahora está feliz porque le he dicho que tú puedes ayudarle a conseguir alcanzar su sueño. ¿Manos a la obra? –le animó el abuelo, tocando el agua caliente de la bañera. -¡Manos a la obra! –contestó el niño entusiasmado.


Fin


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