SEGUNDO MUNDO
Un día escuché decir a un niño de doce años: “ojalá existiera un segundo mundo donde viviésemos todos”. Conmovedor e insuficiente. Vivía en el primer mundo, de lo contrario no sería un niño sino un hombre. Una ventaja más: el tiempo. ¿De cuántos conceptos estaríamos dispuestos a prescindir en el reparto? Un solo billete de avión trasladaría a una familia entera, sin necesidad de viajar, de un mundo a otro, de la miseria absoluta a ese término medio del que hablaba el chico, porque aquí no sería hombre o niño.
Pero esto no dejarĂan de ser datos que se van sumando a los datos que tenemos, que a un golpe de ratĂłn saltan a la pantalla limpios, inodoros, incoloros e insĂpidos, como el agua cuando no se padece sed.
fotograf铆a y texto lola l贸pez-c贸zar