silencio en blanco y negro lola l贸pez-c贸zar
Silencio en blanco y negro
Tú eres los paisajes, los matices de la luz, los kilómetros, las curvas, el sonido de la hierba bajo los pies desnudos. Eres el malestar del silencio hecho grito en el más tajante contraste del blanco y negro, la noche y las estrellas, el tacto de la arena, o el paisaje lunar de la distancia. La piel que me respira, el tiempo dedicado, la metamorfosis de un sentimiento en verbo, de un verbo en un adverbio, de un adverbio en silencio, silencio de lugar en blanco y negro, conjugado en presente, declinado en la noche, la primera y la última noche con opción a escribirse, con opción a borrar la luz del día, a crecer sobre el negro tiempo oscuro, sobre la redundancia de vivir y morir eternamente.
Submundo
La puerta del submundo es un puente sin paso en los extremos, la entrada no te acerca salvando las distancias, te adentra en los rincones que conocen la hondura, la soledad de todo lo que eres, la verdad sin disfraces donde no cabe el miedo, donde todo es posible si tĂş lo haces posible, donde todo es real aunque no ocurra nunca. La puerta del submundo, llave que en tus manos se enfrenta de cara al blanco y negro que construye el silencio. El silencio de frente como un cuerpo desnudo, silueta de luz en gris marengo, de recuerdos mudos que se escapan del mundo donde tocar no sirve, donde mirar es malo, donde saber te duele y te confunde. La puerta del submundo donde nadie te encuentra si te busca, donde tĂş sĂ te entiendes si te encuentras, donde puedes perderte desnudo con tu cuerpo, silueta de luz en blanco y negro.
Memoria de los siglos
Recuerdo ser un pez y que te amaba sin preguntar quién eras, pasaba junto a ti llenando tu horizonte de burbujas para que imaginaras las estrellas fugaces de la noche, te iba dejando un rastro de estelas diminutas y cambiantes, queriendo sin saber dejar mi huella en la memoria del mar y de los siglos. Rozaba el silencio en blanco y negro de mi cuerpo y pensaba en crecer envuelta en música. No sabía que el tiempo y el espacio juegan fuerte, que los peces olvidan y comienzan, que no existe un final que los convenza del cansancio que arrastra todo empeño. Recuerdo que volabas en un globo bajando el aire frío de mi miedo. Entonces yo buscaba por el cielo el tacto de las nubes, su certeza. Buscaba planear con las corrientes, deshacer la sed de todas las preguntas y perderme en un cuerpo sin palabras que ahuyentara las sombras. Recuerdo que un día serás danza y yo el sonido que desprendan tus gestos por la tierra, serás la huella y la memoria de los siglos, las estrellas fugaces de la noche, la sed del mar y mi silencio.
Ausencia de color
Silencio en blanco y negro de los sueños, del café en espera de las salas. Silencio como tacto de tu boca. Palabra en blanco y negro, acto en color que el presente tapó con nunca más haciéndolo silencio, ausencia en blanco y negro.
Querer no basta
Quise preguntar por qué sin delatarte. Dejar señales como migas de pan para tu hambre, como piedras preciosas para tu soledad. Quise leer los subtítulos de un film imaginario y perseguir caballos tras las huellas de un lobo en estampida. Quise cambiar los filtros y dotar de estrellas luminosas al blanco y negro de todos tus silencios. Quise sacar de ti un tú más llevadero que confiara en los cambios adelante, que dejara los ciclos repetidos que se muerden la cola sin moverse del sitio. Quise decir te quiero y traspasar las sílabas y quedarme en los actos y mirarte a la cara y no esconder mentiras. Quise pensarte de todas las maneras y no perderte nunca en ningún universo paralelo productor de distancias insalvables. Quise darle un margen de error a la evidencia y esperar que sintieras parecido, y significar algo más que un rescate en las tardes de lluvia, algo más que un poema en una noche helada. Después, no quise nada.
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