LIBRO VIRTUAL JÓVENES CREADORES

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NIVEL: BACHILLERATO

ILUSTRACIONES: ALUMNOS DE 1ยบ a 4ยบ de ESO


GANADOR Último minuto para soñar Vida rápida, esas son las dos palabras con las que me describen y me describirán hasta mi muerte. Nunca he sido de esos dados a las ñoñerías, ni a los grandes momentos; mi lema: “vivir lento es morir rápido, mi bandera el día a día”. Señoras, señores, mejor presentarse… soy Merik. Tan simple como tener sueño cuando son las dos de la mañana, o ver una de esas gigantescas tartas de chocolate y tener ganas de comértela, así era mi vida. Desde pequeño ya me dijeron que nunca pasaría de los 20 y nunca me rebelé a ello. ¿De qué narices servirá llorar como histéricos cuando las cosas se tuercen? No, mis queridas señoras y señores, yo no iba a llorar, yo iba a cambiarlo todo desde el principio hasta que no quedase nada, daría golpes a todo lo que se me pusiese por delante, acabaría con todos si para ello era necesario vivir. He aparentado ser como un mortal cualquiera en mis 20 años de vida, y mañana, me iría. Dejadme que os haga una anotación aquí, ya que quizás esté adelantándolo todo un poco…. No me voy a morir, pero lo mejor para explicarlo será hacer las cosas bien y empezar por el principio, o el final, como vosotros queráis. 20 de noviembre de 2025 Dolor, rencor, angustia, miedo, depresión, rabia, impotencia, humillación y un pozo allí a lo lejos donde yo me caería en menos de cinco segundos, ¡qué cojones! Mis padres delante diciéndome en lo que me convertiría y unas 8 criaturas mágicas exigiéndome ir con ellas… Pero, ¡qué narices! ¿A dónde? ¿Al país de “nunca jamás”? Imposible, ese territorio era de Peter Pan y yo no convivo con niñatos inmaduros. Miro a mi madre preguntándole con la mirada, una explicación, es lo único que necesito, dime que son un par de criaturas de circo que se han escapado. Necesitaba una silla donde sentarme, y también algo de tequila mezclado con whisky y un poco de ginebra, esta broma no ha tenido gracia. Pero mi madre asiente y mira con aprecio a aquellos bichos, para luego dirigirse a mí y, viendo mi cara de pánico, soltarme su charla materna: -Merik, tienes que irte, sé que es difícil de aceptar pero el uno de enero tú ya no pertenecerás a este mundo y…. - ¿¡Por qué!? ¿Cómo me dices esto? ¿Insinúas que tengo que coger mi mochila, abrazarte e irme al campo a bailar la danza prima con un señor de gorra que dice


controlar el tiempo, una tía buena con su serpiente con alas al cuello y un bicho con un agujero en la mano? que sinceramente…. -¡MERIK!, llevamos años diciéndotelo….cuando llegue el día, te tendrás que ir, el mundo ya no está preparado para estas criaturas y solo los mas ancianos todavía sienten un poco de respeto. Tú eres el único que puede ayudar, sin ti todos desaparecerán. ¡Eres el elegido! quien les dará las cualidades adecuadas, por favor Merik, hazlo por nosotros, por tu padre y por mí. -¡Eres una egoísta mamá! Porque tú hayas sido una xana ¿pretendes que dé lo que me queda de vida por ellos? -¿¡Y tú pretendes que todos ellos mueran por tu culpa!? -¡Agggggg! Y echó a correr. Sí, sé que no es lo más maduro del mundo, pero algo tenía que hacer, ¿vale? Resulta que desde que nací soy El Elegido. Debo irme a vivir en lo más profundo de Asturias, mi patria querida, con unas cuantas leyendas. ¿Sabéis? yo nunca creí en este tipo de cosas, son como la tele plana o el ipod en 1930 ¿quien lo iba a hacer? Aunque no sé para que me molesto, voy a cambiar quiera o no y me tendré que ir de aquí para siempre, estaré muerto para mí y para el resto del mundo. Vuelvo a entrar en la casa y todos me están esperando, la xana con su cuélebre, el trasgu el nubero, el mouro el busgosu, el sumiciu y el diañu burlón. ¡Pf!- pienso para mí-¡vaya nombres! , ¿Yo quién seré?, ¿El osu polosu? ¡Ja! Mal van si pretenden que me cambie el nombre, antes compro una botella de buen whisky y la tiro al mar; bueno mejor no, contaminaría a los peces, ya me entendéis… La xana se levanta del sofá y me mira: -Yo creo que saldrá como su madre, xana también. -¡Qué dirás! Tiene toda la pinta de trasgu! mírale a la cara por favor; comenta el del agujero en la mano. -¡Yo soy el que más lo necesita en las nubes! El clima ya no es lo que era –refunfuña el del gorrito. -¡Las casas ya no son tan fáciles tampoco! -¡Y los niños se burlan de nosotros!


Os ahorraré lo que continúa, unas dos horas de quejas contra el sistema, el tiempo, la gente, la tecnología, las drogas, los perros, los pájaros, el color del salón, el mundo en general vamos. Y yo, ¿qué? Pues allí sentado, mandándoles a un lugar “maravilloso” mentalmente, y mandándome a mí también por ser quien era. ¿Dónde se han quedado las grandes películas americanas en las que viene un ser el triple de inteligente, súper majo y te dice que vas a salvar el mundo, o la galaxia luke skywalker? ¡Rediós!, si yo con salvar que no se me cállese al suelo la parte de mantequilla de la tostada ya me conformaba…

19 de diciembre de 2025 12 días. El calendario pasaba por mi mente, uno tras otro, asquerosamente insufrible, las cosas que antes me hacían vivir rápido ahora me sabían a poco, ¿Creo que nunca os he contado mi rutina verdad? Pues ahí va… 07:09; el despertador, con una de mis canciones favoritas de los artic monkeys. Me levanto preparado para ducharme, vestirme, hacer un desayuno

típico de las

películas e irme. Siempre rápido, en movimiento, listo, nunca parado. 14:10; salir de clase. Esta parte me la he saltado, no era realmente importante, tan solo simple rutina y por decirlo de una manera algo ligera… las clases y mi personalidad no caminan de la mano. 15:00; Apuntes, ejercicios, deberes, más apuntes y así día tras día. 16:00; Merik sale al mundo, y soy increíble, legendario, de verdad, sin exagerar. “Amigo” es dentro de mi diccionario la palabra que mas uso, todo el que se precie me saluda, siempre estoy en alguna fiesta, siempre estoy de aquí para allí, continuamente relacionándome, riendo, fluyo dentro de ese ambiente como fluiría la mejor patinadora del mundo sobre el hielo. Voy de lugar en lugar, fumo, bebo y conozco gente que me gusta, que no, y la mejor gente de todas….aquella que me sorprende. Risas, gritos, chillidos y mis venas a punto de explotar. Euforia como nunca puedes llegar a sentir, las manos levantadas, un montón de gente pasándolo bien, indescriptible. 24:00; sigo de fiesta, es día entre semana diréis sorprendidos…. Señoras, señores, os volveré a repetir mi ley de vida: vivir lento es morir rápido. 03:00; me echo a dormir; fascinante. Me encanta esta vida, por mi cabeza, todo tipo de cosas pasan. ¿Quién se atrevería a quitármela después de esto? Quedan 11 días.


31 de diciembre de 2025 Risas; es lo que oigo vaya a donde vaya y felicidad lo que veo… ¿y yo? Mañana me iré señores, ¿cuidaré de todas estas criaturas aunque sea lo último que quiero en la vida? He estado pensando. ¡Rediós!, nunca había pensado tanto la verdad, ¿a vosotros también os duele la cabeza así cuando lo hacéis? Me encuentro en la playa, esto es precioso. Acantilados con una espesa vegetación verde que llega hasta el pie de la misma, con las olas rugiendo y llamándome, ¿De verdad lo voy a hacer? No sé si quiero, estoy temblando, son las 23:45, quince minutos… Esto duele, tengo ganas de llorar. De repente todo se me agolpa en la garganta y lucha por salir; el miedo, mi vida, mis sentimientos, todos mis años, la ira, el dolor, el rencor y la sumisión obligada. ¿Merece la pena? De verdad debe merecerlo, quiero irme, salir; quiero no volver ni mirar atrás, recuerdos. ¡No aguanto más! Me acerco hasta el mar, por favor, si hay algún Dios allí arriba sácame de aquí, no me dejes seguir, detén el tiempo y déjame salir, que la función continúe sin su protagonista acojonado, que no quiero enfrentarme a la vida señores, que no quiero hacer nada de esto. Las lágrimas surgen de mis ojos y mis rodillas ceden al peso que llevo encima, y una hilera de sombras se proyectan sobre el suelo enfrente de mí…. Una xana, un cuélebre, un burgosu, un trasgu. Mi último minuto para soñar… 23:59.

LAURA GARCÍA (2ºBTA)



FINALISTA Entre miles de carrascos Si la luz y las sombras; los pensamientos y los sentimientos; la belleza de la perfección del lugar y su exactitud arbitraria; la quinta esencia de la condición robusta de la natura y la grandiosidad de aquello que es incontrolable; si se pudiera capturar por tan solo un momento, ya no necesitaría nada más en esta vida. Y todo comenzó con una frase: -Ya lo tengo todo, ya puedo irme. Y cerré la puerta de mi casa con el menor de los estruendos y el mayor de los susurros. Salí a la calle con la habitual parsimonia. Los coches circulaban, las personas hablaban y los pájaros aleteaban tratando de llegar no se sabe dónde, buscando no se sabe qué. La atmósfera de la situación estaba demasiado recargada, necesitaba evadirme, volver a sentir el aire fresco acariciando mi barbilla. Emprendí camino hacia donde mis pies me llevaran. No quería hacer lo que todos esperaran que hiciera. Se me tentó en varias ocasiones, pero yo buscaba diferentes emociones. Cuando me quise dar cuenta, ya había abandonado la urbe. Ahora, los sonidos se habían apaciguado. Seguía un camino que nada tenía que ver con las asfaltadas calzadas. Por fin era posible caminar sobre tierra peinada con finas hierbas, flanqueada por guijarros, donde las gotas del rocío nocturno, atrapadas, esperan el alba. Paso tras paso, mi sed iba en aumento. No creí necesario llevar una botella de agua. Mi salvación llegó cuando encontré una cabaña, construida en piedra en la cual, había una fuente. Bebí hasta saciarme. Esa agua sabía a naturaleza y libertad, aunque no tuviera sabor alguno.


El sendero continuaba unos metros más, donde se bifurcaba. Ya ni me acuerdo de cual tome. Cada vez costaba más subir aquella encaramada rampa, si bien alguna fuerza indescriptible del cosmos me obligaba a continuar, en contra de mi voluntad. Una tímida cúspide asomaba en la lejanía. De pronto descubrí que, si de súbito un tempestad me cubriera de lluvia y me zarandeara de un lado a otro, seguiría queriendo llegar a aquel lugar. Ya ni el reloj sabía qué hora marcar. Parecía como si la atemporalidad se hubiera apoderado del momento, como si la fugacidad se hubiera hecho inamovible.

Y la cima llegó a mí. Me arropó y me permitió sentarme en su regazo. Comencé, como aventurero intrépido a contemplar el esplendor de cuanto me rodeaba. En el fondo del valle, la ciudad encendía las luciérnagas y las hormigas se dirigían a sus casas. A mi izquierda, al fondo, un tranquilo mar mecía a la playa manteniendo su profundo sueño. Enfrente de mí, una montaña se alzaba elegantemente, vestida con las mejores praderas y peinada con frondosos bosques. A la derecha, en la infinidad, una cordillera formada por risueñas montañas, agrestes en todo su ser, acariciaban a las nubes que por allí pasaran.

Las observé y entre la infinidad del silencio, escuche caer a las gotas de agua del deshielo de primavera, de las que nacería un río. Los manzanos en flor iluminaban la ocasión con su pureza inigualable.

Fue en ese instante cuando miré con los oídos y escuché con los ojos. Las montañas, colocadas en armonía; los colores, elegidos a placer por un pintor


primoroso; la flora, cómplices vivos de una obra de teatro soberbia. La naturaleza era perfecta. Nunca pude inmortalizar la obra de arte que ante mí se hallaba, pero se, que cada vez que vuelva a Asturias, estará esperándome.

(Aire Libre)

Javier Pérez Paniagua, 1ºBTB



ACCÉSIT

Por WARWOLF ONE


Estamos en un periodo de Guerra civil. La Alianza Mierense (a pesar de su nombre sus integrantes venían sobre todo de otras partes de España) se ha levantado contra el malvado Imperio Fatendons, y organiza ataques de guerrilla contra este. Pero el imperio ha creado su arma definitiva, el Cañón Tendons, capaz de convertir a un concejo entero y todos sus habitantes en comida. El joven jornalero Fuckencio Pérez estaba trabajando en su huerta cerca de las ruinas de la ciudad de Mieres, cuando se acercó a él a toda velocidad un todoterreno, y se paró a su lado. Dentro había un solo hombre, vestido en ropa militar, con acento de fuera: -¡Rápido, sube! ¡No hay tiempo! – Gritaron desde dentro del coche -¿Conózcote de algo? ¿Necesites ayuda, ho? –Respondió Fuckencio -Soy Guachupino Gutiérrez, de la Rebelión. ¡Sube ya! -¿Rebelión? ¿Los que se cargan a los cabrones del Imperio? ¡Siempre quise matalos yo también! ¿Pero por qué yo? -Escucha niño, esto no es un vídeojuego, si te matan no vuelves a aparecer, así que hazme caso. Entonces apareció un helicóptero imperial y una ráfaga de disparos cayó cerca, por lo que instintivamente el joven subió al coche, que arrancó de inmediato. -¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué ye eso?! –Dijo Fuckencio asustado -Los imperiales vienen a por ti. -¿Qué fice yo? -Encontramos esta caja en tu jardín. La buscan. -¡Pero si ye donde guardo las ferramientas! -Ya te lo explicaré... Se pararon cerca de una cueva a pocos kilómetros de allí, una vez que los habían despistado. En un doble fondo de la caja, había unos papeles extraños. Eran, ni más ni menos, los planos del superacorazado de casi un kilómetro de eslora AIA (Armada Imperial Asturiana) Mafestud, el cual montaba el temido cañón Tendons. Su misión ahora era entregarlos a un agente rebelde en Candás para que los estudiara y buscara algún punto débil. Pero como estaban siendo buscados no podían ir en coche. Dada la situación se dirigieron a la ahora próspera ciudad de Ujo, a buscar a alguien que les llevara. Allí encontraron al piloto de avión y contrabandista) Juan Testud, y su copiloto Ginesta, los cuales disponían de una rápida aeronave. -Necesitamos que nos lleves a Candás. Y que sea discreto. Nos están buscando. -¿Candás? De acuerdo. Pero costarate lo suyo, ¿eh? Cinco mil pavos por adelantado. -Te daremos mil quinientos ahora y siete mil al llegar. -Valme. ¿Cuándo queréis salir? -Ya. -Ok. En dos horas en el aeródromo de Santullano.


Los rebeldes marcharon inmediatamente al ver a dos soldados imperiales entrar en el bar en el que se encontraban. -¡Vaya retrasaos! –Exclamó Juan Testud riéndose- ¡Deben de estar muy “desesperaos” para pagar tanto! ¡Ocho mil quinientos créditos! Seguidamente, los contrabandistas partieron para preparar su avión. A la hora acordada, mientras se acercaban a Santullano, un agente imperial descubrió a los dos rebeldes. Estos lo mataron al instante, pero así alertaron al resto de soldados. Salieron corriendo disparados hacia el avión, bajo el fuego de los imperiales. Cuando se acercaron, afortunadamente, estaba casi todo listo. Despegaron casi al instante. -¡Cuidado, misil enemigo! –gritó Ginesta. -¡Ya está, bengalas fuera! Se dio un silencio sepulcral en la cabina. Dos minutos después se dieron cuenta de que habían perdido a los imperiales. El experimentado Juan Testud, a pesar de haber hecho eso mismo cientos de veces, no pudo evitar expulsar un suspiro de alivio –esta vez había estado muy cerca. Mientras tanto, Candás, el alto mando imperial Melash, al mando del AIA Mafestud, fue a Candás a comprar unas marañuelas para desayunar. -Son nueve con cincuenta, señor. -¡Nueve cincuenta! ¿Por unas marañuelas? ¡Me vengaré! Inmediatamente, cogió un helicóptero a su buque y disparó el cañón como venganza, convirtiéndolo todo en marañuelas. Luego las cargó en el poderoso acorazado y se fue. Al llegar la nave de Testud a la zona, no había nada. -¡Meca! ¿Qué ye esto? ¡Todo el conceyu desapareció! –dijo Fuckencio, extrañado. -¡Pero eso ye imposible! Ni todos los subnormales del Imperio juntos podrían facerlo –le respondió Juan. -Pues pon rumbo a Llanes. Allí está nuestra base principal desde que destruyeron Mieres. -Como digas Guachupino, tú vas pagar. Sin embargo, no se enteraron de que una pequeña nave imperial les estaba siguiendo. Al llegar a su base, los mejores ingenieros rebeldes se estrujaron el cerebro para descubrir algún punto débil en el Mafestud. Finalmente, descubrieron que un torpedo que le de justo en una zona de dos metros cuadrados en la popa, aunque no atravesara el blindaje, provocaría la destrucción del generador de energía del cañón Tendons, lo cual aniquilaría el acorazado entero. Pocos días después, en una mañana fría y tranquila, llegó el aviso de que el AIA Mafestud estaba a punto de llegar a las costas de Llanes para eliminar de una


vez la rebelión. Así, se prepararon rápidamente para el ataque todos los barcos y aviones disponibles. -Y ahora ye el momento pa dirse –Dijo Juan Testud. -¿Ahora? ¿En el momento decisivo? –respondió Fuckencio -Sí niño. Ya que ganéme la recompensa, gustaríame disfrutala. -Está bien, si ye el dinero lo único que te importa, lárgate. Toda la sala se quedó mirando hacia Juan con cara de desprecio mientras se iba. El Mafestud venía con escolta de varios destructores y un portaaviones. Los pocos acorazados y cruceros rebeldes que salieron al ataque fueron destruidos enseguida por los cañones de gran calibre del superacorazado, junto con ataques aéreos desde el portaaviones. El fuego antiaéreo era bastante impreciso y apenas consiguió dar a los aviones. Por tanto, el almirante Melash mandó despegar a los cazas para eliminarlos uno a uno. Los ataques con bombas, cohetes y torpedos no conseguían dañar al blanco. El acorazado preparó su cañón principal para arrasar la base rebelde. A falta de pocos segundos para el disparo, apenas quedaban unos pocos aviones de ataque, ya que el almirante Melash los había derribado. Finalmente, al estar llegando al punto de soltar el torpedo, Melash se situó detrás de Fuckencio para derribarlo. Justo cuando iba a acabar con él, Juan Testud apareció y derribó al imperial, que saltó en paracaídas. -¡Ya debesme una, niño!- exclamó Juan. -Juan, sabía que vendríes. Libre para el ataque, Fuckencio armó el torpedo que impactó en el punto débil, originando una reacción en cadena que destruyó la nave con una virulenta explosión. -¡¡Yuhu!! ¡Esto a celebrarlo con un buen plato fabes! Así los héroes de la Alianza Mierense fueron condecorados, y se hicieron famosos en toda Asturias. Pero el imperio no había sido derrotado aún... ALEJANDRO OCHAGAVÍA (2ºBTCH)


ACCÉSIT EL AMAGÜESTU Mi

padre

me

zarandeaba,

despertándome,

intentando

hacerme

madrugar,

descosiéndome de mi almohada, como el quiquiriquí del gallo. El vapor de agua condensado en los cristales ponía de manifiesto que fuera hacía frío. La abrí y me asomé. Era un sábado otoñal, un sábado deseado durante todo el año. Había estado esperando ansiosamente a que llegara ese momento en que mi padre me hacía madrugar -y eso que a mí siempre se me pegaban las sábanas- para irnos al monte cargados de bolsas a recoger castañas. El olor a lluvia reciente y la densa niebla se palpaban en el ambiente y en aquella mañana en que, aunque soleada, una fría brisa helaba las manos y la punta de la nariz, pero no la ilusión contenida durante meses esperando llevar a cabo tan agradable faena. Al llegar, nosotros, hombres de ciudad, nos bajamos del coche y contemplamos ensimismados durante varios segundos aquel sobrio color pardo, aquel paraíso natural, comenzando a respirar profundamente para inhalar el olor a pino, a otoño y al sol quemando el musgo de las piedras que se acurrucaban en los extremos del camino. Nos sorprendía aquel silencio atronador de la mañana sólo interrumpido por los pajarillos que se alborotaban en los árboles y que no sabíamos identificar. Entonces mi padre comenzaba a organizar la operación y nos distribuíamos las tareas: “Tú te encargas de recoger las castañas que se hayan caído de los árboles y de guardarlas en la bolsa, ten cuidado no se te cuele algún bichito”. Yo me dedicaba en cuerpo y alma a la labor, recogiendo con sumo cuidado aquello que la naturaleza nos estaba regalando, y


que a mi familia y a mi nos hacía disfrutar como muy otras pocas cosas lo hacían. Entonces, mi padre, fiel a su riguroso orden, me hacía colocar todo en el maletero del vehículo “con mucho cuidado y sin ensuciarme el coche que lo tengo impecable”. Al llegar a casa, con las manos sucias y llenas de tierra, y deseoso de empezar a asar tan preciado botín, mi madre nos recibía con un plato de fabada bien caliente, acompañada de su “compango”: chorizo, morcilla y tocino, y hecha con infinito cariño y mimo en la cocina de carbón. Por supuesto, no faltó un “culín” de sidra recién escanciado. “Lavaros muy bien las manos y sentaros en la mesa para comer y entrar en calor”, nos aconsejaba. Y aquel calor proveniente del intenso ardor de la chimenea era la medalla más reconfortante al arduo quehacer mañanero. Tras la copiosa comida nos dirigimos hacia “La Pumará”, y nos dispusimos a preparar las castañas. En un instante estuvieron asadas y listas para la inminente fiesta. Todas las personas de las casas cercanas, los vecinos, no tardaron en llegar. Incluso algunos venían vestidos con el típico traje de nuestra tierra: ellos con el calzón, el chaleco, la chamarra, la faja y la montera; ellas con la saya, la cotilla, el mandil, el dengue, el pañuelo y la chamarra. En pocas horas comenzó una romería en la que no faltaron ni las castañas, ni la sidra, pero tampoco las risas, el jolgorio y el entusiasmo, e incluso algunos se atrevieron con la tonada y con el “Asturias, patria querida”. Tampoco escasearon los pericotes, saltones y “xiringüelos”. Los más haraganes disfrutaban en la pradera de la comida típica:


las empanadas, tortillas..., y los más pequeños se entretenían jugando al “cascayu”, la rana, la llave o el pañuelo. La fiesta se prolongó durante toda la tarde y parte de la noche. Finalmente, los asistentes se fueron trasladando poco a poco a sus casas, y mi familia y yo decidimos irnos. En nuestro camino a casa, pasamos junto a un hórreo, un edificio de planta cuadrada constituido por una cámara de madera, con un corredor, que se sostenía sobre cuatro pegollos, destinado a guardar y conservar los alimentos alejados de la humedad y de los animales para mantenerlos en buen estado para su consumo. De la parte alta, sobre el corredor, colgaban las “panoyas” de maíz. Una vez acostado en mi cama, exhausto, tras un día agotador pensé en todo lo fantástico, lo maravilloso y lo extraordinario que había sucedido en este día, y me di cuenta de que la espera hasta él durante todo el año había merecido más que la pena.

Gonzalo Álvarez Pérez – 2º BCTH



NIVEL: 3ยบ/4ยบ de ESO


PRIMER PREMIO MÓNICA SUÁREZ PIZARRO


Los maquis de “Xuan Cabritu”


Para aquellas personas que a pesar de no haberlas conocido he aprendido a querer.


Introducción: Corría el año 1939 y los últimos valientes que luchaban por la república estaban escapados en las montañas, para no someterse al yugo de la dictadura que se avecinaba. Pero no podían vivir en las montañas toda su vida, por lo que algunos de los habitantes de los pueblos cercanos a los escarpados montes donde los fugados se hallaban, los ayudaban, quizá como una forma de rebeldía hacia Franco o simplemente por humanidad, solidaridad y compasión. Está última razón fue por la que Pacita acogía en su casa de “Xuan Cabritu”, en Asturias, a los últimos guerrilleros rojos de la guerra civil española, que ya tocaba su fin. Y, por ello, es por lo que hoy podemos contar esta historia, parte inventada y parte basada en una historia real.


Los maquis de “Xuan Cabritu” Los relojes de los mineros ya marcaban la hora del fin de una dura jornada de trabajo; cogieron sus picos y, tras despedirse del patrón, se dirigieron, como todos los días, al bar de Maruxa, el viejo chigre del pueblo. Florentino no se fue de allí sin haber tomado unos cuantos vasos de vino y, de vuelta a casa, los efectos del alcohol ya empezaban a hacer mella en su sentido del equilibrio. Pacita, conociendo a su marido, lo esperaba impaciente a la puerta de casa, pues temía que su habitual estado de embriaguez le provocara una caída por las empinadas cuestas del pueblo. Flor venía tambaleándose y cantando tonadas asturianas pero, cuando lo vio doblar la esquina, respiró tranquila. Cuando el hombre llegó a casa, se dirigió hacia su viejo camastro a tumbarse y, antes de que Pacita le sirviera el pote, ya se había quedado dormido. La mujer, resignada, suspiró y repartió entre los demás la ración de su marido. Una vez que acabaron, se dispuso a acompañar a su hijo mayor, de tan solo 13 años, a la panadería en la que trabajaba. Caminaron bajo el orbayu por los senderos que, ya en aquella época, estaban cubiertos por las hojas secas de los árboles y pudieron ver los primeros oricios abriéndose. Se alegraron, pues aquellas castañas serían un delicioso postre para los días de frío que se avecinaban. Al pasar por el viejo hórreo, se les acercó un hombre con su uniforme verde y su tricornio impolutos, Pacita lo conocía, era el teniente, la mayor autoridad de la guardia civil en el pueblo. -¿Yes Pacita, verdá? - Ella asintió. -¿A quién tienes en casa? -Eh... Al mi home y a les mis fies.


-Vuelve y sácalos que tenemos rodeá la casa, sabemos que el Rubio y Roque tan allí. La mujer sin una palabra más cogió a Julio, que temblaba de miedo tras la advertencia del guardia, y se encaminó rápidamente hacia su casa donde ya se encontraban varias patrullas de la guardia civil con sus fusiles a punto. Nerviosa, dejó al chaval con una de sus vecinas y entró en casa. Cuando abrió la puerta, se encontró al Rubio sentado en el banquito de madera que había en el rincón, con su boina, su camisa de franerla remendada y sus desgastados pantalones de mahón. El hombre, tranquilo, tenía al lado su librito y el tabaco, que dejaba adivinar su intención de preparar un cigarrillo. -Rubio, fuera está lleno de guardias. Saben que estaís aquí. Mientras hablaba, Roque se aproximó desde la cocina. El Rubio asintió. -Sabíamos que podía pasar, por eso quiero que saques a les guajes y a Flor y que os vayáis de aquí. Anda muyer, marcha y vete tranquila, tú ya ficiste bastante por nosotros. Pacita no pudo retener las lágrimas y se abrazó al chaval, admirada por su coraje. Llevaba varios meses acogiéndolo y había llegado a apreciarle. La sorprendió cuando, del bolsillo sacó su reloj y un anillo de oro y se los entregó, pues sabía que eran muy importantes para él. -Ye un recuerdo de mis padres, pero ahora quiero que sean pal to fíu cuando sea mayor, pa que se acuerde del coraxe de so madre al acoger a un fugau en casa. Gracies por to. La mujer creyó ver en sus ojos un leve destello de tristeza cuando levantó a su marido del camastro, cogió a su hija de 8 años de la mano y se llevó a la otra de 2 en cuello. Salieron de la casa aterrados, Flor con las manos en alto y Pacita aferrada a sus hijas. Unos minutos más tarde, salió Roque de la casa con las manos en alto pero, cuando abrió la boca para rendirse, fue recibido por una lluvia de balazos. Malherido en el suelo, sollozaba. Aún quedaba el Rubio y no tardó en comenzar el tiroteo de nuevo, esta vez los guadias disparaban a la casa, acribillándola a balazos; era imposible que quedara alguien vivo dentro.


Cuando las armas callaron, algunos guardias interrogaron a Roque, que aún vivía, y que insistía en que la familia no los había acogido voluntariamente. Murió afirmándolo. Encontraron al Rubio aún en el banco y, aunque su cuerpo estaba acribillado a balazos, la pistola que estaba cerca de su mano, hacía sospechar que la herida de la sien se la había provocado el mismo: sabía que rendirse no serviría en aquella ocasión. Cuando sacaron el cuerpo del fugado de la casa el silencio era desgarrador. La gente no podía evitar, tras mirar al cadáver, fijar sus ojos llorosos en los montes en los que días atrás habían vivido estos hombres, montes verdes asturianos sinónimo de rebelión y, así, fueron conscientes de hasta donde llegaba la guerra. El último en salir de la casa, que acababa de ser destrozada completamente, fue el teniente. Este apartó a Pacita hacia un lado y la citó al día siguiente en el puente que cruzaba el río del pueblo. La mujer no se arredró y se presentó a la hora prevista. A cambio de no implicar a su familia, el teniente le exigió los objetos de valor del hombre muerto el día anterior. Pacita no dudó un segundo y, aunque le dolía, sabía que entregarle los recuerdos del Rubio le evitaría muchos problemas. -Gracies, Pacita. Veo que sabes lo que ye bueno pa vosotros. Y con esas últimas palabras, el hombre, se fue de allí. Los días siguientes fueron muy confusos, todos hablaban sin saber quién había sido el traidor que había dado el chivatazo a los guardias, pero nunca se encontró al culpable. Aquellos montes asturianos fueron testigos de esta historia pero, aun se guardan para sí quien delató a dos chavales que un día de otoño murieron a balazos luchando por lo que creían. Lo que sé, por fuentes muy cercanas a mi, es que varios años más tarde los familiares del Rubio agradecieron personalmente a mi bisabuela la ayuda que durante esos difíciles días le había ofrecido a su hijo.


2º PREMIO FANTASÍA COSTUMBRISTA

Jaime subía la colina aquella tarde con más pesadez de la habitual. Las últimas casas del pueblo ya se perdían entre los árboles a su espalda, y el gélido viento del nordeste agitaba con furia su cabello castaño. En la falda de la montaña se escondía su casa. Era un lugar frío, pero acogedor. Los llantos de su hermano podían escucharse incluso a esa distancia, en medio de aquella calma que a cualquier otro le hubiera resultado inquietante. Y, por algún motivo, aquel día a él también le pareció que tras aquel llanto había algo extraño. Tal vez por eso realizó el resto del recorrido a la carrera, atravesando los prados repletos de vacas que rodeaban la casa. Estas pastaban intranquilas, como si fueran víctimas de ese mismo presentimiento. Jaime atravesó el umbral, lanzó su mochila de la escuela junto a la puerta y se precipitó hacia el salón, donde su abuela estaba sentada en la enorme butaca, canturreando alguna antigua canción asturiana de esas que solía cantar para tranquilizarse. El silencio que se había apoderado de la casa resultaba estremecedor. - ¿Qué pasa, güelita?- preguntó el chico acercándose a ella. En la cuna, su hermano seguía llorando desconsoladamente.- ¿Está bien? La mujer le miró, y luego dirigió una mirada hacia la cuna. - Tu hermano no está, Jaime. - ¿Cómo que no está?- inquirió el muchacho, extrañado. – Está ahí, llorando. - Ese no es tu hermano. Eso ye un xanín. A Jaime le costó un poco asimilar la información. Su abuela miraba la cuna ensimismada, y el joven tardó unos instantes en acercarse, vacilante. Observó


el rostro que se escondía bajo las mantas, y unos profundos ojos se clavaron en él, produciéndole escalofríos. Tragó saliva y volvió de nuevo la vista hacia su abuela. - ¿Papá y mamá?- preguntó respirando hondo, tratando de mantener la calma. - En la ciudad. Llamaron a la policía. Jaime asintió y se dirigió de nuevo hacia la puerta, pero la voz de su abuela le detuvo de nuevo. - Si quieres encontrar a tu hermano, mejor buscabas en el bosque. En la ciudad no van a encontrar nada. Ni siquiera cuando horas después volvía a dar la vuelta al mismo árbol que había pasado hacía tiempo estaba demasiado seguro de lo que hacía allí. Por encima de las copas de los árboles se adivinaba un cielo plomizo que poco a poco se iba oscureciendo. Llevaba toda la tarde buscando, pero todo lo que había encontrado habían sido unas huellas de jabalí sobre la tierra húmeda, y las primeras castañas alfombrando el suelo. De pronto, un melodioso canto acudió a sus oídos como el de una sirena. Jaime se sobresaltó y se volvió hacia todas partes, buscando.la procedencia de aquella voz, pero no encontró más que la respuesta de los árboles, agitados por el persistente viento. Sus pasos le llevaron a lo alto de un saliente rocoso, desde donde podía ver perfectamente un lugar en el que no había estado antes, ni siquiera cuando jugaba con Fátima allí todos los días. Se aferró a un árbol para no resbalar por la húmeda piedra, y observó a la criatura que se peinaba junto a un arroyo de aguas cristalinas. Se trataba de la mujer que, según le había contado su abuela, era madre de aquella criatura que había sustituido a su hermano. Con el sol de la tarde relucía su cepillo de oro, casi tanto como su rubia cabellera y los hilos


dorados de su túnica blanca. Una parte de él quiso llamar su atención y exigirle que le devolviera a su hermano, pero otra, más vulnerable, quería seguir contemplando hechizado los gráciles movimientos de aquella hermosa joven. Entonces ella alzó los ojos hacia él, unos ojos que eran como el oro líquido, y le dedicó una sonrisa que sólo se encuentra en los cuentos. - ¿Dónde está mi hermano?- logró preguntar, sacudiendo la cabeza. - Tu hermano está en tu casa, Jaime.- respondió ella sonriente. Había algo hipnótico en su tono de voz, algo que te invitaba a beber de sus palabras y creer cualquier cosa que ella dijera, por descabellada que resultase. - No… tu hijo está en mi casa.- acertó a decir, sobreponiéndose. Yo quiero a mi hermano. Devuélvemelo. Ella ladeó la cabeza, y sus ojos parecieron hacerse aún más profundos. - Tu hermano está en tu casa, Jaime.- repitió, y en el fondo de su voz se agazapaba un tono peligroso.- Vuelve con él. - Pero él… yo…- agitó la cabeza, tratando de no perderse en los ojos de aquella mujer.- Tiene que volver a casa. La xana rió, y en su risa había algo sobrenatural, algo que le puso los pelos de punta. Y al instante su expresión se tornó seria, tan seria que daba escalofríos. - Él es mío.- dijo, y su voz se había vuelto grave, profunda y poderosa. Un estremecimiento recorrió la espalda de Jaime, que retrocedió. Entonces la mujer empuñó su peine dorado y lo disparó en su dirección, acertándole en la pierna con unos dientes afilados como cuchillas. Jaime resbaló hacia atrás sobre la húmeda roca, pudiendo observar durante la caída aquel cielo gris asomándose entre las copas de los castaños, al tiempo que todo a su alrededor se difuminaba. ANDREA ABELLO, 3ºB



FINALISTA Hola me llamo Miranda , bueno en realidad mi nombre es Pelayo pero aquí todos me llaman por mi apellido, como a mi padre y a mi abuelo. Tengo quince años y vivo en un pequeño pueblo de Tineo llamado Villaluz. En mi casa somos ocho, casi todos varones, excepto mi madre y mi hermana Jimena, que aunque solo tenga once años, cuida de todos, incluso de mi madre, que se pone enferma muy a menudo. Padre dice que es vértigo, pero mis hermanos y yo no sabemos si en realidad es eso, pues el doctor solo habla con él y nos dice lo que cree más conveniente… Padre trabaja de sol a sol en la mina y el poco tiempo que tiene libre lo dedica a la huerta o a cuidar de los animales. Yo no tengo un trabajo fijo, dejé los estudios a los

ocho años

y

desde entonces, he

estado trabajando en diferentes

sitios....Arreglando cosas por alguna que otra casa de los ricos del pueblo o ayudando a señores mayores con su ganado…Pero siempre me ha gustado escribir, soy el único de la casa que sabe y quizás es por eso por lo que le cogí tanta afición. El poco dinero que sacamos solemos gastarlo en alguna que otra medicina para madre, pero son muy caras y tan solo podemos comprarle una o dos cada mes. Soy el último de mis hermanos, aunque después de mi está Jimena. Mis cuatro hermanos, están en Melilla, pero en casa siempre decimos que se han ido en busca


de algún trabajo, pues padre prefiere que Jimena y madre no se enteren, Jimena es muy pequeña y a madre no le gustaría saber que sus hijos están en la guerra… Jimena cuida mucho de la casa y de nosotros, sobre todo , este último mes que madre ha estado en cama. Fue ella quien nos hizo la comida y las labores de la casa, pero por la mañana ella siempre va a al colegio, no quiere perderse ni un día de clase. Ella dice que cuando está allí no piensa tanto en madre y así no está triste. Es muy lista, es la primera de clase o por lo menos eso le ha dicho la madre superiora a padre. Él está muy contento con eso, pero lo lamenta por Jimena, pues ella dice que quiere estudiar y trabajar, pero eso conlleva muchos gastos, y padre no los puede afrontar. Son las diez de la noche y en casa ya están todos durmiendo, pero yo no tengo sueño. Mañana me espera un día bastante duro, tendré que levantarme muy pronto, a eso de las seis, e ir a despachar al ganado, en pocos días parirá una vaca. Más tarde iré a la ciudad para llevarle dos lecheras llenas al quesero. Y por ultimo volveré a casa y arreglaré el establo. Hace unos días que no salgo con mis amigos, solemos jugar a la rana, tiru al palu, a los bolos celtas… Todos los días me pregunto qué pasará mañana, ¿cambiará nuestro estilo de vida? O lo que es peor, ¿seguirá madre con nosotros?


Me da mucha pena de ella, siempre estaba con su sonrisa, sus grandes ojos… cuidando de nosotros y de padre. Muchas noches

escucho cómo Jimena llora

mientras reza para que madre se cure. Jimena la quiere mucho, es la única niña de la casa, y

madre se siente muy identificada con ella, iban juntas a lavar, de

paseo…Pero ella confía en que se va a recuperar, y así espero que sea. Como dije antes siempre me ha gustado escribir, por lo que intentaré contarle a algún lector ficticio cómo es mi vida, día a día, y por el día de hoy creo que ha estado bien. Mañana de noche seguiré escribiendo, contando cómo salimos adelante mi familia y yo, o mejor dicho óomo lo vamos intentado…

Helena Iglesias Días 4B


FINALISTA Como leí una vez, “este adiós no maquilla un hasta luego” Me siento tan estúpida contándolo … Está lloviendo. No me asombro, suele pasar. El humo se desvanece hasta desaparecer. La última calada es la que me ayuda a seguir con esto. Lastres está vacío. Las calles no tienen ruido, se inundan de silencio .El silencio de las absurdas tardes de domingo, el silencio de los besos de las parejas. Aquel era nuestro silencio. Pero, como decía esa canción que siempre repetías, no tengo la culpa de que esto se esfume cada mes, de que tenga que sentir gritos, y luego mis llantos. Un portazo, y vuelves a desaparecer. Otro, y me cambias la vida. Parece la historia de una pareja de quince, y tenemos veintitrés años. La mojada ventana solo me recuerda que hago mal, que no debo estar aquí. Tengo que escapar, ver mundo, irme de esto. De este olor a salitre, que te enfría el cuerpo. De estas empedradas calles, que no permiten a nadie huir. De los pocos rayos de sol que llegan, y traen nostalgia con ellos. Tengo que escapar de ti. Y ahora me dispongo a despegar, a cambiarlo todo. Marcharme lejos, eso quiero. No ver tus claros ojos azules y grises. Negros de rabia. No quiero ver más marcas en mi piel. No quiero más lámparas rotas, vasos reventados, maletas medio hechas, coches que se van para volver y dañar más. Todos lo decían, déjale ir, si te quiere volverá. Y eso haces, todo el rato. Vuelves, insistes, yo caigo. Y volvemos a empezar. ¿Para qué nos sirve esto? Echo de menos tantas cosas. Nuestras salidas sin fecha de regreso, escapadas a montes perdidos, entre verdes prados, pájaros, pastos de vacas, algún caballo, y el brillo de tus ojos. Y la fina línea que hacen tus labios cuando sonríes.


Pero ha llegado ese día que todos esperaban. El día que no pueda más. Ese día es hoy. Me despido, como siempre quise, sin hablar. Sin tener que decir palabras duras, sin que la pena me mate. Y ahora toca dejar algún trozo de mí por aquí tirado. Dejar esa fina neblina que inunda el pueblo atrás. ¿Recuerdas cómo había comenzado todo? Era primavera, llevaba aquí dos meses de prácticas y ya odiaba el maldito tiempo. Aunque me gustaba la gente, su forma de reír, hablar, su bondad, humildad. Tenía ganas de triunfar, de acabar el proyecto, irme a Manhattan. Entonces, decidí soltar el pelo, pintar los ojos, y bajar a la capital, a ver su luz, su color, sus vicios caros, su gente. Entonces apareciste. Nadie dijo bienvenido a mis días- tú mismo te incluiste-y no pude evitarlo, ni quise. La maleta ya está hecha, las practicas acabadas, los billetes en mi bolso, y tú, no sé. Siempre que te vas, esto se convierte en un naufragio, el tiempo pasa deprisa fuera, pero aquí no. Cuando vuelves, han pasado meses. Parezco haber olvidado cómo eras. Pero mencionas dos palabras, que hacen que al instante me acuerde de todo. Eres mi salvavidas. Pero, esta vez, no quiero que seas tú quien me levante, yo iré elevándome, atando cabos, bebiendo largos tragos para borrar tu imagen, que lo inunda todo. El alcohol no es una gran solución, pero ayuda un rato. Amanecerá, y no te tendré a mi lado, respiraré, me levantaré, y tampoco estará Lastres. Pero sí estaré yo. Ahora solo pido no volverte a ver. Me destrozaría por dentro. Perdóname, por todo y por nada. Yo solo busco, que alguien me despierte con cosquillas en el oído. Siento que tú no hayas sido ese. Eres jodidamente grande, y eso no voy a poder cambiarlo. Gracias, y hasta siempre.

LIDIA ÁLVAREZ, 4ºB



ACCÉSIT EL MINERO La historia que os voy a contar narra la historia de una típica familia asturiana del año 1952. Comenzaré por la presentación de cada uno de los miembros de la familia: En primer lugar está Félix, el padre, que es picador en la mina y lucha diariamente bajo la tierra para poder mantener a su familia. Félix ya ha visto a un gran número de amigos morir en este duro trabajo por desprendimientos de carbón, por lo que no es el trabajo más tranquilo que podamos pensar. Ahora os hablaré de María, la madre. Como la gran parte de mujeres de esta época, María se dedicaba al cuidado de los hijos y del hogar, y solo trabajaba fuera de casa ocasionalmente limpiando para otra familia que tenía más recursos, ya que muchas veces el sueldo de Félix no alcanzaba a pagar todos los gastos de la renta o la ropa. En último lugar, Félix y María tenían cuatro hijos a los que tenían que mantener y alimentar todos los meses. Carlos, Manuel, Carlota y Ana, de catorce, nueve, siete y cuatro años respectivamente. Carlos estaba ya finalizando los estudios necesarios para ponerse a trabajar como minero a los quince, aunque esa idea no es que le gustase mucho a su madre, ya que sabía que la mina no era un sitio seguro. En cambio Félix estaba orgulloso de trabajar en la mina, aunque fuese un trabajo duro sabía que si no trabajara en él no podría sacar a su familia adelante. Todo comenzó una fría mañana como otra cualquiera, los niños en clase, la madre en casa, y Félix preparándose para entrar en la mina. Eran días de conmoción para todos los asturianos, sobre todo para los mineros. Los desprendimientos de carbón se hacían cada vez más frecuentes e inoportunos…Los niños llegaban muchos días a casa contando que hoy Fulanita se había ido de clase porque su padre había sufrido algún accidente en la mina. Ana la pequeña de los cuatro hermanos tenía miedo de que le pasase algo a su padre, pero no quería mostrar su preocupación ya que a pesar de su corta edad entendía que sus padres ya tenían bastante trabajo como para estar consolándola.


Nadie lo esperaba, siempre pensamos que a nosotros o a alguien de nuestra familia no le va a pasar nada, no vamos a tener esa mala suerte…Pero sin embargo un día pasa, y todo se viene abajo. Este fue el caso de esta familia. María recibió una llamada de teléfono y en ese momento supo que ya nada volvería a ser como antes. Los niños fueron llamados para salir de clase… Un desprendimiento en el pozo en el que Félix trabajaba hizo que la vida de esta humilde y sencilla familia cambiara por completo. María tuvo que ir con su familia a vivir con sus padres, ya que tuvieron que vender la casa para sacar dinero para comer, y tuvo que ponerse a trabajar como cocinera en el bar del pueblo. Aunque suene triste esta historia, desgraciadamente fue mucho más común de lo que pueda imaginar la persona que la lea. En vez de Félix, podemos estar hablando de Manuel, Carlos... Las minas asturianas guardan mucho recuerdos, algunos tristes y otros, muy pocos, alegres. Hoy en día uno se siente orgulloso de decir que un familiar fue minero. Pero eso no tapa una realidad en la que muchos hijos se quedaron sin padre y muchas madres sin hijos por los accidente mineros.

BETARIZ GONZÁLEZ RICO, 3ºB



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