Contenido de la Unidad 1

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1.- TEOLOGIA ESPIRITUAL (1ª hora) Un abrirse campo de la teología espiritual en el siglo XX. Nombres. Objeto es la vida espiritual y por ello teología de la vida espiritual o teología espiritual. Vida en el Espíritu, es decir la vida en relación con Dios. Vida espiritual es la vida cristiana plenamente vivida. Es llevar al desarrollo todo ese organismo que recibimos en nuestro nuevo nacimiento como por ejemplo las “virtudes teologales”. Ciencia que estudia la vida espiritual cristiana en toda su amplitud, progreso y desarrollo. La vida cristiana en concreto. Es experiencial. Sus temas de estudio son: Trinidad, Padre, Cristo, Espíritu Santo, Iglesia, el hombre, la oración, virtudes, vocación y misión, etapas de la vida espiritual, plenitud de la vida cristiana: santidad y apostolado, la experiencia teologal, desarrollo de la vida espiritual, etc. Fuentes: Revelación (Escritura y Tradición), experiencia cristiana concreta: teología vivida de los santos, Magisterio, otras ciencias humanas que pueden ayudar: Psicología. 2. LA REVELACIÓN (2ª hora) Punto de partida es la Revelación de Dios cuyo culmen es la Persona de Cristo. En Cristo Dios se da al hombre y éste constituye su núcleo central. Esto genera unas características de la vida espiritual: teologal (diálogo, comunicación, relación), filial, cristocéntrica, pneumatológica, eclesial, histórica, escatológica (hacia la plenitud), en dinamismo vital. La revelación cristiana es una realidad fundamental para comprender toda la teología. El mismo sacerdocio se fundamenta en ello. Diferencia entre las religiones (el hombre busca a Dios) y el cristianismo (Dios busca al hombre y le sale al encuentro en Cristo). Punto de partida es la iniciativa divina: su amor para con el hombre (desde el eros hasta el agape). El hombre necesita una certeza absoluta y no una certeza frágil y esto en el campo del amor es fundamental. El amor humano es frágil. El amor divino es absoluto y crea certeza. El ser y dinamismo cristiano va por este sendero y con


mayor razón el sacerdotal. Hombre de Dios quiere decir un hombre que ha experimentado el amor de Dios. Dios hace una progresiva donación de sí mismo al hombre hasta hacerle partícipe de su misma naturaleza divina (admirable intercambio) tan querido a los Padres de la Iglesia. Unión y fecundidad. Cantar de los cantares hasta el matrimonio espiritual de los místicos. El amor extremo de Cristo: Encarnación, Pascua, Sacramentos permiten captar la dinámica de entrega de Dios con respecto al hombre. Donación, entrega, éxodo de Dios al hombre, son conceptos claves para comprender los puntos más elevados del amor de Dios para con el hombre. El sacerdocio se inserta en este contexto. 3. SER SACERDOTE ES SER CONFIGURADO CON CRISTO (3ª hora) Gaudium et Spes, 22: “Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación… las verdades ya indicadas encuentran en Él su fuente y alcanzan su culmen” El concepto clave para comprender el sacerdocio cristiano es el concepto filosófico de participación: ser, naturaleza divina, sacerdocio, etc. El orden sacerdotal es una participación del único sacerdocio de Cristo. Cristo es el Sacerdote, Sumo, Eterno, Único. Nosotros nos hacemos partícipes por el bautismo (sacerdocio común) y el orden (sacerdocio ministerial). Doble motivo sacramental para la santidad. Los dos momentos centrales del Sacerdocio de Cristo: Encarnación: “aquí vengo para hacer tu voluntad” y además el Misterio Pascual: “hágase tu voluntad y no la mía”. Tiene dimensión de anonadamiento, despojo, lo que la teología llama “kénosis”. La realidad sacerdotal de Cristo se encuentra en el centro de la obra salvífica del Verbo. Con el sacerdocio ministerial somos insertados en tal realidad. Es participación del Sacerdocio de Cristo: Cabeza, Pastor, Siervo, Esposo. Es para el servicio de Cristo Maestro, Sacerdote y Rey. Esta es una realidad ontológica que tiene una repercusión operativa.


“La identidad del sacerdote deriva de la participación específica en el Sacerdocio de Cristo, por lo cual el ordenado se transforma en la Iglesia y para la Iglesia en imagen real, viva y transparente de Cristo Sacerdote” “Una representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor”. Alter Christus. Ipse Christus. “Cristo en medio de la comunidad”. Dimensiones: trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, escatológica de la vida y ministerio del ministro. 4. CONSECUENCIAS PARA NUESTRO SER SACERDOTAL (4ª hora) 1. El clima para captar y asimilar estas realidades es la vida interior: silencio exterior e interior, reflexión, meditación, oración, estudio orante, lectio divina. Juan XXIII: “de la doctrina a la vida solo se pasa a través de un prolongado esfuerzo personal de reflexión y oración”. El principio tomista: “contemplata aliis tradere”. 2. Sumergidos en el amor de Dios. Especialistas y expertos en su amor (universal y personal). Principio paulino: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mi”. La fe como experiencia y relación. Pasar del nivel del conocimiento al nivel del convencimiento. 3. Programa de la Iglesia del Novo Milenio Ineunte: “conocer, amar e imitar a Cristo para vivir en él al vida trinitaria y transformar desde dentro la historia hasta la Jerusalén celestial. 4. Cristocentrismo de la vida sacerdotal. Teocentrismo como centro de gravedad, es decir la relación con el Padre (baricentro: Benedicto XVI).


1. LA MISIÓN SACERDOTAL (1ª hora) Todo fiel cristiano debería sentirse interpelado por esta responsabilidad, pero de modo particular los sacerdotes: elegidos, consagrados y enviados para hacer presente a Cristo como auténticos representantes y mensajeros suyos. Programa de la Iglesia: “conocer, amar e imitar a Cristo” (NMI, 29) “Evangelizar es la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa” (EN, 14) “Evangelizar significa llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad… Pero la verdad es que no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos, con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir1 al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos” (EN, 18) La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿Cómo se lleva a cabo el proyecto de realización del hombre?¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad? Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir… Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero este arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona. (Joseph Ratzinger, NE, Introd.)

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Conversión en NE (J. Ratzinger): metanoia = cambio de mentalidad y de vida que brota de la intimidad con Cristo.


Programa de la ES de Pablo VI: conciencia de sí (identidad), renovación (conversión), diálogo (apostolado).

2. MUNUS DOCENDI (ENSEÑAR) (2ª hora) El ministro ordenado goza de una fecunda configuración con Cristo Cabeza y esto se lo palpa en el ejercicio de los tria munera, es decir, los tres oficios de enseñar, santificar y gobernar (distinción y unidad). Son una especificación de la representación eficaz. Son tres acciones de Cristo resucitado. El sacerdote actúa in persona Christi Capitis (en la persona de Cristo Cabeza). El sacerdote representa a Cristo. El sacerdote actúa in persona Christi Capitis y en representación del Señor, no actúa en nombre de un ausente, sino en la Persona misma de Cristo resucitado, que se hace presente con su acción realmente eficaz. Actúa realmente y realiza lo que el sacerdote no podría hacer. El Señor hace presente su propia acción en la persona que realiza estos gestos Vivimos en una época de gran confusión y desorientación. Allí el sacerdote debe hacer presente la luz de la Palabra de Dios, la luz de Cristo. El sacerdote no enseña ideas propias, una filosofía que él mismo se ha inventado, encontrado o le gusta. No habla por sí mismo. No habla para sí mismo. No dice cosas o invenciones propias sino que enseña en nombre de Cristo presente, propone la verdad que es Cristo mismo, su palabra y su modo de vivir. El sacerdote es la boca y corazón de Cristo. Transmite la doctrina única y común de la Iglesia que crea vida eterna. No significa neutralidad sino que debe llegar a decir: yo no vivo de mí y para mí, sino que vivo con Cristo y de Cristo, y por ello lo que Cristo nos ha dicho se convierte en mi palabra aunque no es mía. La vida del sacerdote debe identificarse con Cristo para que su palabra se convierta en palabra profundamente personal. La enseñanza que el sacerdote ofrece deben ser interiorizadas y vividas en un intenso camino espiritual personal, en profunda comunión interior con Cristo. Debe entrar en un itinerario de identificación con el propio ministerio. De allí la importancia de una preparación esmerada de la predicación. El sacerdote es siempre docente, enseña; con la humilde y alegre


certeza de quien ha encontrado la Verdad, ha sido tocado y transformado por ella, y por eso no puede menos de anunciarla. La Sagrada Escritura, los escritos de los Padres y de los Doctores de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia constituyen puntos de referencia imprescindibles en el ejercicio del munus docendi, tan esencial para la conversión, el camino de la fe y la salvación de los hombres. A través de ello se anuncia la Verdad que es Cristo en Persona. Verdad destinada a toda criatura. Se tiene la gran tarea de ser anunciadores de su Palabra, de la Verdad que salva, ser su voz en el mundo para llevar aquello que contribuye al verdadero bien de las almas y al auténtico camino de la fe. Ser maestros auténticos para que reconozcan la luz de la Verdad. Reconozcan en el sacerdote la voz del Buen Pastor.

3. MUNUS SANCTIFICANDI (SANTIFICAR) (3ª hora) El sacerdote tiene la tarea de santificar a los hombre, sobre todo mediante los sacramentos. ¿santo? Santo es la cualidad específica del ser de Dios, absoluta verdad, bondad, amor, belleza: luz pura. Santificar a una persona significa ponerla en contacto con Dios, son su ser luz, verdad, amor puro. Sin el contacto con Dios el hombre no puede vivir. Dios crea este contacto que transforma al hombre en verdadera imagen de Dios. El don, la tarea de crear este contacto, es parte esencial de la gracia del sacerdocio. Esto se realiza de modo particularmente denso en los sacramentos. Bautismo como inmersión en el misterio pascual de Cristo, se refuerza en la confirmación y en la reconciliación, se alimenta en la Eucaristía. El sacramento del Orden hace partícipes de su mismo sacerdocio, ministros de esta santificación, dispensadores de sus misterios, puentes del encuentro con él, de su mediación entre Dios y los hombres, y entre los hombres y Dios. Tendencia equivocada de separar la dimensión del anuncio de la santificación. Jesús anunció el Reino de Dios, este anuncio lo hizo con palabra y acción, signos. Él es el Reino que viene en Persona a nosotros con el don de sí mismo. El sacerdote representa a Cristo y continúa su misión mediante la “palabra” y el “sacramento”, en esta totalidad de cuerpo y alma, de signo y palabra. ¿Quién salva al mundo? Cristo y su misterio pascual se actualiza en la Eucaristía.


Volver al confesionario, “habitar” más a menudo en él para que cada fiel pueda encontrar misericordia, consuelo, consejo y además sentirse amado y comprendido por Dios y así experimentar la presencia de la Misericordia divina. Disponibilidad, generosidad y atentos para comunicar a los hermanos los tesoros de la gracia que Dios ha puesto en nuestras manos, y de los cuales no somos dueños, sino custodios y administradores. Palabra y sacramento no van separados. El sacramento es el centro del culto de la Iglesia. Sacramento significa que Dios es el que se anticipa y viene a nuestro encuentro con su actuar, nos mira y nos conduce hacia él. Dios nos toca por medio de realidades materiales que él toma a su servicio, convirtiéndolas en instrumentos del encuentro entre nosotros y él mismo. Conciencia sacerdotal de saber que ser es un instrumento necesario para la acción salvífica de Dios, pero siempre instrumento. Esto debe llevar a ser humildes y generosos en la administración de los sacramentos. Necesidad de tensión hacia la perfección moral que debe existir en todo corazón auténticamente sacerdotal. El pueblo cristiano espera de sus pastores ejemplo de fe y testimonio de santidad. En la celebración de los santos misterios es donde el sacerdote encuentra la raíz de su santificación. 1. MUNUS REGENDI (GOBERNAR) (4ª hora) Es misión esencial del sacerdote gobernar, guiar con la autoridad de Cristo a la porción del pueblo de Dios que se le ha encomendado. Está fundamentado en el mandato mismo del Señor de “apacentar el rebaño”. La autoridad que se tiene sin la referencia a lo trascendente, sin la referencia a Dios se vuelve contra el hombre. Hay que ejercerla delante de Dios. Autoridad entendida como un servicio al verdadero bien de las personas y ser transparencia del único Sumo bien que es Dios. La Iglesia está llamada y comprometida a ejercer este tipo de autoridad, que es servicio, y no la ejerce a título personal, sino en el nombre de Cristo. A través de los pastores de la Iglesia, Cristo apacienta a su rebaño: es él quien lo guía, lo protege y lo corrige porque lo ama profundamente. El sacerdote participa de esta misión suya de hacerse cargo del pueblo


de Dios, de ser educadores en la fe, orientando, animando y sosteniendo la comunidad. Todo pastor es el medio a través del cual Cristo mismo ama a los hombres: mediante el ministerio, a través del ministro, el Señor llega a las almas, las instruye, las custodia. Es un compromiso de amor. El ministro debe reflejar ese amor incondicional del buen Pastor: lleno de alegría, abierto a todos, atento a los cercanos y solícito a los lejanos, dedicado a los pequeños y sencillos, los pecadores. Tarea está fundada en el Sacramento pero es necesario un profundo arraigo en la viva amistad con Cristo: inteligencia, voluntad, conciencia. Debe llevar al rebaño a lugar donde el Señor quiere y no en la dirección que aparentemente parece más conveniente o más fácil. Esto exige disponibilidad a dejar que Cristo gobierne la existencia sacerdotal. Sólo Cristo es capaz de apacentar el rebaño y por ello es necesaria una obediencia profunda y real a Cristo y a la Iglesia. Si el sacerdote es dócil a Cristo entonces los fieles serán dóciles a él, por esto la base del ministerio pastoral es el encuentro personal y constante con el Señor, conocerlo y conformar la propia voluntad a la de él. Jerarquía es la designación tradicional de la estructura de autoridad sacramental en la Iglesia, ordenada según los tres niveles del sacramento del Orden: episcopado, presbiterado y diaconado. Se ha entendido más la jerarquía debido a los abusos de autoridad en la historia y al afán de hacer carrera. El significado de jerarquía es “origen sagrado” y no “dominio sagrado”. Autoridad tiene su origen en lo sagrado, en el sacramento; por tanto somete la persona a la vocación al misterio de Cristo. Convierte al individuo en un servidor de Cristo y sólo en cuanto servidor de Cristo puede gobernar y guiar por Cristo y con Cristo. Vinculado a Cristo y a los demás presbíteros. Jerarquía implica por ende un triple vínculo: Cristo, otros pastores, fieles encomendados. Comunión y jerarquía no son contrarios sino se condicionan mutuamente. El mayor debe hacerse el menor y servidor. Fidelidad a Cristo y a la Iglesia con total dedicación a la grey. Servicio humilde y amoroso de Cristo. La cruz de Cristo es el punto de referencia obligado para el ejercicio de la autoridad que debe ser expresión verdadera de caridad pastoral.


El anuncio del Evangelio es el mayor servicio que se puede hacer al hombre. El mayor bien es llevar a los hombres a Dios, despertar la fe, sacar al hombre de la inercia y de la desesperación, dar la esperanza de que Dios está cerca y guía la historia personal y del mundo: en definitiva, este es el sentido profundo y último de a tarea de gobernar que el Señor nos ha encomendado.

LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL A. La teología espiritual en los estudios teológicos a) La institución de la cátedra de ascética y mística A fines del siglo XIX, los estudios de t.e. ya estaban incluidos en la Ratio studiorum de algunos seminarios. San Pío X en 1910, bajo el fondo de la preocupación modernista pide la enseñanza de ascética, denominándola ciencia de la piedad . Benedicto XV, en una carta dirigida a la Universidad Gregoriana en 1919, anima la iniciativa de crear la cátedra de Teología ascética y mística. Pío XI en 1931, habla de la enseñanza de esta disciplina en las facultades de teología. Ese mismo año, la Congregación de Seminarios y Facultades de Teología, dice que en el plan de estudios deben figurar dos materias: ascética inserta en las materias auxiliares, y mística entre las disciplinas especiales. Así se crean dos cátedras diversas. La Ratio Fundamentalis de 1970, no habla de ascética y mística sino de t.e. como complemento de la t. moral. En el documento de la Sagrada Congregación para la Educación Católica La formación teológica de los futuros sacerdotes, de 1976, aparece ya entre las disciplinas principales. Finalmente en la Constitución apostólica Sapientia Cristiana de 1979, se habla de la t.e., como disciplina obligatoria para el ciclo teológico y aparece combinada con la teología moral.


b) De la teología ascética y mística a la teología espiritual La mayoría de los autores han optado por el nombre de t.e. Esto se debe a tres razones principales: a) La superación de la división entre ascética y mística. Son vistas ya como dos aspectos de la misma vida espiritual. b) Por mencionar su objeto propio: la vida espiritual vivida, vida según el espíritu. La expresión t.e. sería abreviación de teología de la vida espiritual. c) Para subrayar el nivel teológico de esta disciplina: se trata en efecto de hacer teología, de reflexionar teológicamente sobre la vida espiritual y no de hacer sicología o fenomenología religiosa.

B. El objeto de la teología espiritual El nombre mismo de esta disciplina, t.e., nos habla de su objeto. Se ocupa pues de la vida espiritual, o como se dice también vida sobrenatural, vida interior, espiritualidad, etc. a) Concepto de vida espiritual Podemos decir que vida espiritual es aquella vida propia del espíritu. Para entender qué cosa es espíritu podemos hacer tres aproximaciones: a) La palabra espíritu nos habla del ser humano, en cuanto ser que trasciende la materia, que posee interioridad, que es sujeto capaz de conocer y de amar. Así expresa su riqueza interior que lo hace crecer y madurar. Vida espiritual significa, por tanto, vida humana; vida humana integral. Vida del hombre que desarrolla aquella capacidad de conocer y amar de la cual está dotado y que está en la base de su perfección. b) La descripción anterior es genérica, porque define la vida espiritual pero sin hacer referencia a sus contenidos. Es válida pero insuficiente. En efecto, hay vida espiritual en cada hombre que piensa, pero el mero hecho de pensar no constituye, propiamente hablando, vida espiritual. Aquí hablamos de vida espiritual en cuanto


el hombre se conoce en relación con los otros, en fin de cuantas, con Dios; es solo así como el llega a una verdadera comprensión de sí mismo y de su destino y puede, en consecuencia, desarrollar adecuadamente sus capacidades espirituales. Vida espiritual significa, por tanto, la vida que el hombre desarrolla cuando advierte que esa posee un sentido trascendente, la vida que se despliega como fruto del reconocimiento de Dios y de la relación que, como fruto de tal reconocimiento, se establece con Dios mismo, con los demás y con el mundo. c) Debemos todavía dar un paso más adelante, porque el término espíritu no nos habla solo del espíritu humano, sino también de Dios, que es Espíritu y Vida. Dios que ha querido comunicar esta vida a los hombres. Por eso San Pablo puede decir que el hombre está compuesto de carne, alma y espíritu, donde el término carne hace referencia a nuestra condición corpórea y terrena, alma significa nuestra capacidad de sentir y de conocer, y espíritu nos lleva a la vida del hombre en cuanto unido a Dios y vivificado, guiado y conducido por Él. Surge así un sentido nuevo y más profundo de la expresión vida espiritual, que ahora significa, en este contexto cristiano, la vida que se desarrolla cuando el hombre se sabe interpelado por Dios, habitado por el Espíritu de Dios. Como es obvio, estos tres sentidos de la expresión vida espiritual no son heterogéneos sino que se articulan entre ellos en orden ascendente, de modo que el último asume e integra los primeros. Entonces podemos concluir diciendo que vida espiritual no es otra que la vida cristiana plenamente vivida; es una vida en la cual las virtudes cristianas por excelencia – fe, esperanza y caridaddespliegan, bajo la acción de la gracia, todas sus potencialidades, dando origen a todo un conjunto de convicciones y de actitudes del corazón que, nacidas del encuentro con Cristo y suscitados por el Espíritu, se concretan en decisiones y modos de obrar que configuran la existencia que cada uno está llamado a vivir. La t.e. tiene por objeto esta vida según el espíritu. Es necesario subrayar, ante todo, que la existencia cristiana se funda en la iniciativa de Dios. La vida espiritual del cristiano no se estructura en referencia a un conocimiento de Dios obtenido más o menos trabajosamente por la inteligencia humana, sino gracias a una intervención histórica, libre y gratuita de Dios. La revelación de Dios ha llegado a su culmen en Jesucristo; en Cristo Dios se da a conocer como un Dios que ama al hombre y lo trata en modo personal y


directo. Toda la vida espiritual cristiana presupone este núcleo central del cual dependen sus características, entre las cuales señalamos:

a) Es una vida teologal. El cristiano sabe que está delante de Dios que le habla: es un tú delante del Tú de Dios; su vida debe ser una actitud de respuesta a Dios que lo llama, un diálogo de comunicación con Él. b) Es una vida cristocéntrica. Porque Dios se ha manifestado en Cristo y por Cristo nos atrae hacia Él. La relación del cristiano con Dios se articula en Cristo, a través de la meditación de su vida y de la identificación con su persona. c) Es una vida pneumatológica. Porque Cristo obra enviando al Espíritu Santo y es el Espíritu que, obrando en el corazón del hombre, lo conduce hacia la identificación con Cristo y a una relación íntima y filial con Dios Padre. d) Es una vida eclesial. Dado que la Iglesia es la madre, en ella la vida cristiana nace y se desarrolla. Es la comunidad en la cual el cristiano experimenta y vive el amor que viene de Cristo. e) Es una vida histórica. La llamada que Dios hace al hombre no lo aleja de este mundo y de la historia, lo hace descubrir la dimensión profunda de los acontecimientos cotidianos y lo invita a vivirlos en actitud de respuesta a Dios y en comunión con Él. Es una actitud de donación y servicio a los otros hombres. f) Es una vida escatológica o en tensión. Porque la comunión con Dios iniciada ya ahora, está destinada a llegar a una plenitud que se alcanzará más allá de la vida presente, cuando la historia llegue a su término. Esta realidad provoca en el hombre un deseo de unión siempre más plena. Toda vida, también la vida cristiana, implica no solo actividad, sino también desarrollo, crecimiento, aspiración a realizarse de modo siempre más pleno. Es este desarrollo, este dinamismo vital que caracteriza la vida en el espíritu, es precisamente lo que la t.e. estudia.

b) Expresiones equivalentes a vida espiritual


Vida interior, vida de oración, vida cristiana, vida sobrenatural, vida de la gracia, espiritualidad. C. Definición espiritual

y

contenido

de

la

teología

La t.e. es una ciencia, un saber. Su finalidad directa es comprender la vida; es un saber en profunda continuidad entre los aspectos especulativo y práctico. El objeto que estudia es la vida espiritual cristiana vista en toda su amplitud, su progreso y desarrollo. La vida espiritual no es considerada en abstracto, sino en concreto, como efectivamente se desenvuelve; la t.e. es por tanto un saber experiencial en dos sentidos: en cuanto aspira a dar razón de la experiencia cristiana y en cuanto toma en consideración aquello que es realmente experimentado y vivido. Ahora convine interrogarse por el contenido de la t.e., cuáles son los temas que estudia: Si la t.e. se ocupa de la existencia cristiana desde el punto de vista de la comunión del hombre con Dios, es obvio que debe preocuparse ante todo de Dios mismo, del Dios en cuanto entra en contacto con el hombre y le comunica su vida. Hablar de Dios y de su comunicación en modo concreto quiere decir hablar de Cristo, en el cual y por el cual Dios entra en relación con el hombre; del Espíritu Santo, que en su acción conduce al cristiano hacia la progresiva identificación con Cristo y, en Cristo, a la unión con Dios Padre; de la Iglesia, en la cual perdura la memoria de Cristo y por cuyos sacramentos nos incorporamos a Cristo y participamos de su vida. La t.e. deberá ocuparse también del hombre, de su estructura ontológica y más concretamente de su capacidad de comunicarse y de los actos en los cuales la vida divina llega a ser vida humana. Deberá analizar qué favorece a esta vida y qué la obstaculiza; de la oración, como momento decisivo del encuentro entre el hombre y Dios, y del crecimiento de la vida teologal. Deberá también ocuparse del mundo, de la realidad en la que el hombre vive y, a partir de ésta, entrar en relación con Dios. Hablar de t.e. es también hablar de la historia del encuentro del hombre con Dios, de la vocación, llamada que Dios dirige al hombre


invitándolo a la comunión con Él. También estudia la t.e. las etapas o fases que esta vida de oración pueda atravesar, determinando si existe un itinerario modelo, normas o leyes del progreso espiritual. La vida espiritual no es otra cosa que la vida cristiana vivida en plenitud, es decir la vida cristiana en cuanto que, siendo real y verdaderamente informada por la fe y la caridad, conlleva una auténtica experiencia de fe, que es precisamente la realidad estudiada por la teología espiritual. Esta disciplina teológica aspira a describir, analizar y valorar teológicamente esta experiencia de fe, y, en consecuencia, se estructura describiendo primero la vida espiritual cristiana y considerando después los elementos que la integran, los actos mediante los cuales se expresa y las fases que atraviesa en su desarrollo.

D. El problema gnoseológico práctico a) Las fuentes Esquemáticamente podemos decir que las fuentes de la t.e. son las siguientes: -

Ante todo, la Sagrada Escritura y la Tradición que, trasmitiendo la revelación divina, testimonian la verdad sobre Dios y sobre el hombre y ofrecen, en consecuencia, la luz o el criterio supremo para todo juicio o valoración;

-

En segundo lugar, la experiencia cristiana concreta y, de modo especial, la de aquellos en los cuales tal experiencia a llegado a una particular profundidad, es decir la experiencia de los santos tal como consta en su vida y en sus escritos;

-

Junto a lo señalado está también la experiencia de la Iglesia, es decir, todo lo que el Magisterio ha valorado y conocido a lo largo de siglos de experiencia, recomendando algunos caminos y desaconsejando otros, y, ofreciendo, en cada caso, un testimonio de verdadera vida espiritual.

-

En fin, la común experiencia humana y las ciencias que la estudian y analizan (filosofía, antropología, psicología, etc) aportando así reflexiones y datos que deberán ser valorados a la luz de las fuentes anteriores (la experiencia cristiana no se reduce a la experiencia humana, dado que procede de un don libre o comunicación divina) pero que, una vez valorados e interpretados, contribuyen potentemente al desarrollo y configuración científica de la disciplina.


b) El método de la t.e. La espiritualidad es una ciencia compleja, en cuanto que de su naturaleza forman parte principalmente la teología, la historia y la psicología, y todas tres con instancias prácticas: por eso su método es complejo, en cuanto que es en parte teológico, en parte histórico y en parte experimental-práctico; todo esto corresponde a la multiplicidad de sus fuentes. Ahora, el problema metodológico de la espiritualidad consiste prácticamente en saber conocer estos varios métodos para llegar, a través de ellos, a un conocimiento seguro y posiblemente mejor de la espiritualidad misma. Pongamos un ejemplo concreto: La mortificación es un tema que no falta en la tradición de la espiritualidad. Se puede tratar el problema desde el punto de vista teológico, exponiendo la teoría teológica con la ayuda de las fuentes de la revelación; desde el punto de vista histórico, es decir, presentando la práctica en un determinado período histórico en el seno del ascetismo cristiano o, en fin, desde el punto de vista psicológico, es decir sirviéndose de los datos de la Psicología experimental. Todos estos tres procedimientos deben darnos la conclusión que, a su vez, llega a ser un gran principio de la espiritualidad: no hay santidad cristiana sin la mortificación.


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