Tingaleza - Katherine Ponce Vargas

Page 1




Tingaleza. Poesía. Perú Katherine Ponce Vargas 38 Pág. 14 x 14 cm © Katherine Ponce Vargas - Todos los derechos Reservados al autor. Itzcuintle Ediciones 2016. Diseño: Federico Engels Diagramación y armado: Qellqaq Waman Foto de la autora: Jaime Donato

Todos los derechos reservados, esta obra no puede ser reproducida, en todo ni en parte, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, por fotocopia, o por cualquier otro, sin el permiso previo escrito del autor.


Tingaleza



Tingaleza

DE REGRESO A LOS 90S Puedo pasarme la vida entre casquillos e historias de miedo, pasarme una tarde luchando contra la humareda amnésica de la prensa hacia el pueblo. Escribir siempre sobre lo malo, lo feo y lo ridículo de haber vivido y sufrido la fumigación humana, la misma que nos puso en una balanza junto a las ratas. ¿Qué somos? ¿Qué fuimos? ¿Qué es la patria? Sino un festín de cuervos viejos. Puedo pasarme la vida haciendo esto, porque no se hacer otra cosa, soy parte del puñado de idiotas que solo se queja con poesía inservible.

7



“Un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla...” (Nicolás Avellaneda)



Tingaleza

1. El viento golpeaba la delgada silueta de nuestra planta de coca tanto tiempo que nos tomó verla crecer. Serian ya casi las seis, con el canto de una robusta lechuza llegó la lluvia y trajo a esos hombres trajo un arma sobre nuestras cabezas la postura humillada de mi padre quien intentó levantarse pero el rifle lo detuvo. Las muñecas amarradas de mi madre impidieron el abrazo de consuelo ella cerraba sus ojos mientras yo los abría más ¡El soplón se va joder! ¡Dispara carajo! Sobre el campo, un intercambio de balas resguardando el festín de polvo blanco almacenado en nuestra casa. ¡Cerré los ojos, fingí estar dormida! ¡Dispara carajo! ¿o quieres terminar en el río Huallaga? Abrí los ojos, ellos corrían. Y la lluvia nunca se detuvo.

11


Katherine Ponce Vargas

2. La cura se esparcía aún más dolorosa que la enfermedad por esta ciudad de selva y piedra aniquilaba todo a su paso. ¡Yo no soy cholo de nadie! Gritaste tantas veces, hasta hundir tu cabeza en la almohada para dormir interminables siestas. La cura nos limpió la casa y la hierba verde la cura, nos dejaba cuerpos en las veredas se llevó a mi madre y dejó a tu hermano entre las rejas pero tú, te mantuviste dormido mientras creías que te curabas, ibas muriendo porque la cura ¡cholo inepto¡ tú la escogiste sin saber que eras la propia enfermedad.

12


Tingaleza

3. Tingo MarĂ­a para mi es solo el recuerdo confuso del inicio de una historia, la casualidad perfecta que dio a luz mi cuerpo entre melaza y hierba fresca con la promesa de un futuro de coca y medicina barata libros con sello naranja entre sacos de lentejas. Tingo no fue mĂĄs que una broma del destino como una bienvenida a la vida. MarĂ­a es solo la mujer hermosa que duerme ajena a todo lo que acontece.

13


Katherine Ponce Vargas

4. Aquella tarde, fui usada como carnada me sembraron veneno en las agallas me vistieron de valor. (Tuve miedo) Miedo de ser la misma noche las horas de un reloj moribundo. Gritaron tres veces su nombre y sus pasos se iban armando en direcciรณn a la puerta donde yo daba coletazos en el anzuelo lista para ser mordida por ella.

14


Tingaleza

5. Nunca hubo caídos en casa, sin embargo nos visitaban por las noches los oía tiritar entre las sombras se escuchaban sus voces sus tropiezos y los veía tristes. Con ojos que no parpadean, ni lloran respirando a bocanadas el hálito de mis padres dormidos. Recorrían la casa robándose los recuerdos aturdidos buscaban entre mis cosas se deshacían de mis juguetes de la alegría que quedaba.

15


Katherine Ponce Vargas

Ellos dejaban en cada cuerpo una avidez sombría yo los seguía silenciosa volviéndome una observadora inerte respirando su mixtura. Nunca hubo caídos en casa fuimos devorados por desconocidos.

16


Tingaleza

6. Me abrazo como quien acepta su destino y lo acoge desde la Av.J.P en una silenciosa tarde de Mayo. Tenía la figura la sonrisa, los ojos y la vida de otra parte pero tomo mi mano directo al precipicio en el que se hundía la ciudad entera. Nadie pudo salvarla yo era la niña asustada el gato que maúlla en los barrancos y la desaparece.

17


Katherine Ponce Vargas

7. Los niños también caben en este mundo en el silencio de una habitación donde todo pasa las horas, las noches y esas asquerosas mañanas cuando el sueño es pesado mientras el mal los acompaña Aquí cabe la inocencia magullada sus manos, sus repulsivas manos las muñecas desmembradas el oso de felpa que sonríe. Los niños también caben en este mundo de sabanas azules y dolores en la cama en el silencio, el miedo. Los niños que están en este mundo ya no son niños solo trozos de carne sazonados para el mañana.

18


Tingaleza

8. Mamá no vendrá. Trato de mantenerme tibia mientras la lluvia cae y el viento golpea los cuerpos de esta noche. (No hay más niños como yo a esta hora) Ella, quizá se perdió en el camino de regreso y confió en mi instinto de supervivencia. No vendrá. Intente decírselo a mi padre tantas veces pero él, a los niños no los escucha. ¡El cielo me está aplastando! muero lentamente en un espacio desconocido. ¿Ellos me olvidaron?

19


Katherine Ponce Vargas

No tengo miedo no le temo mĂĄs a los vagabundos arrimados a un pedazo de sombra ya nada mĂĄs podrĂ­a pasarle a este puĂąado de huesos sin alma.

20


Tingaleza

9. Mi infancia me recuerda: al verde prado con sus gallinas el aguacero envainado por el sol tibio y dulce sobre mi cara, me veo corriendo con el corazón agitado entre faroles artificiales hacia una ciudad llena de gente. (ahí es donde mi infancia termina) Llevo desde entonces el corazón oprimido sin escarcha, sin libélulas coloridas sin su mirada, ni su acento serrano como un lúgubre órgano que solo sirve para mantener con vida mi desprolijo cuerpo. Mi madurez inicio a los siete años con una mochila rosada llena de libros estériles en dirección a la escuela.

21


Katherine Ponce Vargas

10. He aprendido a ver la sangre olerla y sentirla como parte cotidiana de los cuerpos mientras emana su olor a vida repleta de óxido allí desperdigada por el suelo la sangre blanca de los leucémicos la infecciosa de los diabéticos la sangre clara de un pueblo anémico la sangre derramada he aprendido a oler la sangre en cada esquina donde habita una historia de casquillos y fusiles pero hoy no es más que meadero de perros y puercos/humanos he aprendido a degustar del dolor ajeno sin lamentaciones y palpar la tibia sangre hasta encontrar su coagulada muerte.

22


Tingaleza

11. El problema no es la muerte con sus cadรกveres a montones el problema es el pueblo que no lucha. Los que no entienden los que nada tienen que ver aquellos que no pretenden ganar guerras. El problema siempre es de aquellos que estรกn en el medio y estรกn completamente vivos.

23


Katherine Ponce Vargas

12. Pude haber sido feliz en un instante, que no recuerdo siguiendo los pasos de la blanquita quejosa por tantos baldes de agua que no pudo cargar o ensuciándome las uñas, matando las polillas con el mojón colgado en los calzones quizá bañándome y riendo con mi padre, cuya imagen me es distante pude haber sido feliz en un pequeño tramo de la carretera donde no se distingue ni el principio ni el final. Mi madre pudo haber sido otra y el mundo pudo haber sido nada, sin sus luces.

24


Tingaleza

13. De niña nunca le temí a los fantasmas mi madre culpaba a los cerdos cuando se balanceaba la casa ¡los cerdos se rascan en la cerca¡ ¡los cerdos relinchan a veces como caballos! Y por mi madre nunca le temí a los fantasmas aún cuando sentía los pesados cuerpos al costado mío y tocaba sus pieles frías o cuando su aliento putrefacto me soplaba la cara.

25


Katherine Ponce Vargas

¡Los fantasmas no existen¡ la gente muere y desaparece se desintegra y abona la tierra es todo, no hay nada más. Y si en el bosque lloraban niños ella decía que son los gatos salvajes es la chicua que merodea ¡los fantasmas no existen¡ Entonces aprendí a temerle a los vivos…

26


Tingaleza

14. El problema nunca serรก la muerte y sus cadรกveres de vereda el problema es el pueblo que no lucha pero esta en medio y estรก completamente vivo. La muerte es un acto natural al fin y al cabo los muertos no sufren, no lloran lloramos, los que estamos vivos los que vemos todo los que vemos a esos hombres cavar sus propias tumbas.

27


Katherine Ponce Vargas

15. Golpean la puerta, se rompe el vidrio y los azulejos ella está de regreso cuanto amor debió perder en el camino nunca lo vi, ella llevaba agujereada el alma aún así yo la quise tanto su vocecita temerosa vuelve a repetir mi nombre ¡mi niña, debo abrazarte¡ pero me invade el miedo tu traes tanta furia hasta mi casa tengo más miedo de ti, que de tu noche tengo miedo de no poder verte más y que solo tú seas la culpable. Se cae la puerta a pedazos está mi verdugo arañándome el vestido y ella huye entregándome a la noche.

28


Tingaleza

16. El viento nos recorre el cuerpo me susurra al oído historias de miedo corre de un lugar a otro. (Escapa) Pero no puede dejar de ver a los hombres desgarrase a sí mismos no puede hurgarle la inocencia a sus niños se esconde entre las faldas de María en lo más alto de la selva como un Dios que no opina, ni se entromete solo observa con gran morbo entre tanta hoja y tanto polvo. El viento sigue su sendero repleto de humo trae gritos adheridos a su cuerpo y yo me hundo en el bosque y sus escombros.

29


Katherine Ponce Vargas

17. Un ángel más muere esta noche sobre el pasto, el cuerpo aun fresco con sus alas de fina pluma, nadie llora, ni calcula el tiempo el reloj no parpadea un ángel más muere respiro la paz de su ausencia camino como un ser inerte repleta de realidad y fango y voy cayendo a la acera fría donde dormiré esta noche.

30


Tingaleza

18. El corazón explota a veces y suele regenerarse cuando sonríes. Ya no recuerdo cuanto dolor hay en las tragedias y cuanta paz encuentras en el silencio pero en todos los sucesos estas tu. Vida y su efímera esperanza.

31



Katherine Lady Ponce Vargas, nació en Perú,el 14 de Agosto de 1990, en Tingo María, provincia de Rupa Rupa. Del lugar donde nació, tomó la inspiración de su primera y única novela titulada “La niña de la coca”. Actualmente vive en la ciudad de Tarapoto, donde viene participando en actividades culturales locales. Su obra literaria se caracteriza por la crudeza de las situaciones descriptas en la década de los 90s, bajo circunstancias socio/ políticas duras. Impregna en sus escritos, la soledad en la calle, la noche en la inmensa ciudad y los peligros siempre latentes en cada rincón transitado desde su niñez. Participó en el VI Festival de la poesía en Lima.



Tingaleza

Ă?ndice De Regreso a los 90s

07

1.

11

2.

12

3.

13

4.

14

5.

14

6.

17

7.

18

8.

19

9.

21

35


Katherine Ponce Vargas

10.

22

11.

23

12.

24

13.

25

14.

27

15.

28

16.

29

17.

30

18.

31

BiografĂ­a

33

Ă?ndice

35

36



Itzcuintle Ediciones 2016 Contactos: Itzcuintle.Ediciones@outlook.com.ar San Salvador de Jujuy- Argentina




Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.