El Venerable (Historia de Pedro Ortiz de Zárate)

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Ortiz de Zรกrate El Venerable

Por Fernando Zurueta


Pedro Ortiz de Zárate – El Venerable Historia Argentina Autor: Fernando Zurueta © Corrección: Alejandro Martínez- Natalia Cañares Diagrama y Diseño: Alejandro Martínez Itzcuintle Ediciones 2016


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ORTIZ DE ZÁRATE – EL VENERABLE Con cargos acumulados en tan corta edad, Don Pedro Ortiz de Zarate se desempeñaba en sus inicios como Alcalde Ordinario del Ayuntamiento, en la Ciudad de San Salvador de Jujuy, allá por el año 1643. Siendo mozo aún y con escasos veinte años, sus padres lo formaron en los principios religiosos

que brindaban los jesuitas, quienes

fueron los encargados de su educación cristiana. Fueron épocas difíciles donde los sacerdotes imponían con fuerza su fe, merced a enseñanzas que debían ser aprendidas y obedecidas tal como se las trasmitía, sin ser desvirtuadas, el mismo rigor se le aplicó en el estudio de las armas y de las leyes, que fueron importantes en la formación implementada. Ortiz de Zárate nació en una familia donde debía demostrar carácter y férrea voluntad, haciendo honor a su situación de encomendero. Ante el dilema tan dispar de ser

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guerrero o sacerdote, inclinó su interés por las armas durante algún tiempo. La lucha de ese entonces y el anhelo de extender territorios

conquistados,

hizo

que

el

enfrentamiento con los indios obligue a Don Pedro Ortiz de Zárate a asistir, dirigir y compartir las peleas cotidianas, marcando conquistas, conservando

y

acrecentando

las

grandes

extensiones de tierras inexplotadas. Los derechos de los indios no existían y en cuanto eran dominados debían cumplir tareas bajo la autoridad del español en un estado de esclavitud y servilismo denigrante. Los guerreros con sus armas se imponían ante la diferencia de condiciones sociales, culturales, económicas. El salvajismo y la furia acumulada de los nativos al tener que ceder sus lugares trajeron irritación y resentimiento hacia los conquistadores. El deseo de venganza estuvo latente y cuando surgía la

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oportunidad, hacían valer sus lanzas y macanas1 demostrando a los españoles su destreza, sufriendo pérdidas considerables a pesar de su condición

de

inferioridad

numérica,

envalentonados dejaban a más de un guerrero español tendido y sangrando, situación que servía como escarmiento para luchas futuras.

En la

decisión de terminar con los indios de cualquier manera, y sobre todo con el uso de las armas, se cometían atropellos que Ortiz de Zarate no comprendía ante su profunda educación religiosa. La dicotomía de la guerra sangrienta que no escatimaba medios para avanzar en contra de los indios y los principios cristianos producía, en los sentimientos del guerrero serios conflictos: se luchaba con el fin de exterminar a los indios y en paralelo se pensaba que con la conversación, la plegaria y el rezo se lograría la pacificación que no era tal. Pero la vida le imponía estas reglas y así siguió adelante con su trabajo arrastrando a las 1

Mazas de madera que utilizaban los guerreros precolombinos,

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condiciones de pobreza y esclavitud a los que ocupaban

estas

tierras.

Ser

encomendero,

guerrero y católico eran títulos que brindaban poderío y orgullo, los debía mantener de alguna manera, por lo que la pesada carga familiar obligaba a continuar con las luchas. Junto a todo ello, el linaje familiar tenía una gran importancia, y entre sus postulados centrales estaba la familia y los afectos, fue así que Pedro Ortiz de Zarate con 22 años, contrajo matrimonio con Petronila de Ibarra y Argañaraz, quien fuera biznieta del fundador de Jujuy Argañaraz y Murguía. La novia integraba una de las familias mas prestigiosas y de mayor rango de la sociedad en ese entonces, y con sus escasos 17 años conforme al contrato que le muestra, firman su casamiento por escritura, jurando “no ir contra de ella en manera alguna, ni pedir restitución, ni entrega de todo lo allí pactado en ese acto, lo que

también se denomina así a los garrotes pesados.

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tienen tratado y concertado”. Los intereses económicos eran muchos y debían establecer pautas de convivencia.- Quedaron atrás las rencillas que se daban en estas familias. Los permanentes

conflictos

acompañados

de

interminables litigios entre los Ortiz de Zarate y Argañaraz

y

Murguía

finalizaron

con

el

casamiento quedando el escandalo concluido y dejando atrás enfrentamientos de mas de cincuenta años. Se trasladaron y vivieron mucho tiempo en la casa de campo de “San Lorenzo del Molino”2. Petronila de Ibarra, educada en la religión católica, le pide a su marido que construyera en la Sala de campo de Los

Molinos,

un

Oratorio

para

hacer

su

recogimiento diario, donde una vez terminado levantaría día a día sus oraciones para alegría de toda la familia. Pero no duró mucho la felicidad 2

Lugar este al que hice referencia en otras notas y que hoy es propiedad de la Asociación Pan de los Pobres”, que está en pleno periodo de recuperación, siendo ese solar tan caro a los sentimientos de los jujeños.

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del matrimonio, el 31 de mayo del año 1653, Petronila muere aplastada al desprenderse una de las torrecillas del Oratorio ubicado en la casa de campo, produciendo en Pedro Ortiz de Zárate, su esposo, un depresión y tristeza que le costaría superar.

La

desesperación

de

Pedro

fue

incontenible, la impotencia y la incredulidad se apoderaron sin saber cuál sería su destino futuro. Así nuevamente, Ortiz de Zárate regresa a sus crisis espirituales de las que ya había sufrido, cuando a temprana edad tomó como elección las armas en vez del sacerdocio, y cargando el dolor en sus espaldas y todo el peso familiar de la educación de sus hijos, resuelve dejar a sus herederos en manos de la abuela materna, María de Argañaraz y Murguía. Se incorpora en la Compañía de Jesús, y una vez ordenado sacerdote en el año 1657, lo destinan a cumplir su tarea a la Parroquia del Pueblo de Humahuaca. Se destaca por los sabios consejos y oraciones, lo que le fue

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reconocido por su Obispo que lo consideraba un gran párroco, celosísimo de la honra de Dios y queredor de los indios, designándolo Capellán Mayor del Ejército y con los años, Patrón y Prelado del Curato de San Salvador de Jujuy, desempeñando y manteniendo su vocación en las tareas evangelizadoras y también en mejorar la Iglesia Matriz con su propio peculio. Continuando con sus tareas evangelizadoras y con la idea de seguir con su trabajo de pastor, pide autorización para penetrar en el Chaco Gualamba evangelizando a los naturales de la zona. Hubo oposición a su idea e imperó el “no vayas” dada la peligrosidad de los indios de ese lugar, primó la voluntad y el empeño del sacerdote, que ante la insistencia de la negativa, parte junto a otros sacerdotes destacados como su compañero y amigo

el

Padre

Juan

Antonio

acompañándolo en su misión pastoral.

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Solinas,


Más de veinte personas lo acompañaron y partieron convencidos de que lograrían la tan ansiada pacificación y transformación de los indios al catolicismo. De pronto en su caminar encontraron más de quinientos indios, que se acercaron y los rodearon amenazantes. Pedro Ortiz de Zárate con sus compañeros, pretendieron conquistarlos y les regalaron alimentos, vestidos y cuanto objeto llevaban consigo a lo que los indios agradecían bailando a su alrededor. Ante el convencimiento de que los Tobas los trataban con simpatía, dispuso el Padre que alguno de sus acompañantes

continúen

con

su

tarea

estableciéndose en el lugar para descansar, hasta el regreso de sus compañeros. Pero fue grande la sorpresa al observar que nada de lo que pensaron se llevaría a cabo, y allí vino la traición de una forma cruel y salvaje. Encontrando indefensos a los sacerdotes, los Tobas no tuvieron otra idea que dar por terminada la misión evangelizadora de la manera más desastrosa. Rodearon a los

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sacerdotes y compañeros, y a golpes de macanas (garrotes de madera dura) y dardos los mataron para luego cortarles las cabezas y traspasando sus cuerpos con dardos. La fiesta de los indios alrededor de sus muertos conquistados continuó hasta que la borrachera los dejó tumbados en el suelo.Así quedó el sueño de Ortiz de Zárate y José Antonio Solinas en esta acción misionera en el Chaco, sus cuerpos recuperados con el tiempo, fueron traídos y enterrados. Pedro Ortiz de Zarate en Iglesia Catedral de Jujuy y Juan Antonio Solinas en la Iglesia Matriz de Salta. Pedro Ortiz de Zarate, fue llamado el Venerable por el heroísmo demostrado ante un respetuoso culto, a la fecha lleva un largo proceso de beatificación que soñando puede que llegue el día en que se concrete la misma.-Cabe recordar los dichos del arzobispo de Salta, Monseñor Roberto Tavella, que en la obra de Vergara sostiene la 12


conveniencia de que haya un significativo reconocimiento en el proceso de canonización de los mártires del Zenta, de los padres Ortiz de Zárate-Juan Antonio Solinas, asesinados junto a veinte compañeros, ofreciendo su sangre al Redentor, crucificados en su inmolación por la salvación de las almas.

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Itzcuintle Ediciones Itzcuintle.Ediciones@outlook.com.ar San Salvador de Jujuy – 2016 -

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