libros
39 José Antonio Illanes Fernández
Los placeres melancólicos
La trastienda de la memoria
Juan Peña (2006)
José Antonio Illanes (2008)
Por Pedro Bohórquez (extracto)
Contraportada y Ana Zafra
Los placeres melancólicos es uno de esos títulos rotundos, pese a la sencillez de su formulación y a la ligereza de su cadencia. Su contundencia se debe a que en esa expresión se guarda toda una concepción del arte y de la vida: una plenitud que no deja de ser, a un tiempo, la celebración de su derrota. Estos placeres melancólicos nos recuerdan que la felicidad, cuando es, está dejando de ser. La vida como un prodigio esencialmente paradójico.
Un viaje a los pueblos del entorno de la Vía Verde de la Sierra. Existen lugares especiales, lugares con encanto, donde la naturaleza sorprende al visitante con su esplendorosa generosidad. Rincones de una geografía donde nadie quedará indiferente a su medio y que a golpes de generaciones han esculpido la cultura, la seña de identidad y la tradición. Y así emergen la Serranía de Sevilla y Cádiz, como un espacio único donde la naturaleza y la tradición invitan a iniciar un viaje.
El libro está dividido en tres partes: Celebraciones, Moralidades y Brumas y sombras. Los poemas de Celebraciones encarecen el valor de la sensualidad, de la sexualidad y de los tibios goces domésticos. En Moralidades se encuentran los versos más reflexivos, versos en los que se diseccionan ideas y costumbres que conforman la moralidad de nuestro tiempo. Brumas y sombras, la última sección, está habitada por seres desvanecidos e impalpables, diluidos en el humo del tiempo.
En el prólogo escribe Ana Zafra sobre José A. Illanes (Montellano, 1962): “No han podido los organizadores de este proyecto encontrar una pluma mejor para conjugar descripción y lirismo, didáctica y belleza, realidad y sueño para un género tan apasionante como es el de los libros de viajes [...] He sido testigo directo de horas y horas de recopilación de información, de muchos folios desechados, de muchas charlas disfrutadas en tabernas locales, de miradas ausentes buscando la palabra adecuada o el concepto justo.
Es curioso: esta poesía es de una cadencia dulcísima, de una corrección impecable. Nada hay en ella que disuene, nada de melodramático o de grandilocuente, y sin embargo, bajo la contención de las formas, bullen las emociones más descarnadas y un pensamiento impúdico y restallante. Por ello, pese al evidente aire de escuela de su poesía, una lectura atenta de su obra nos revela a Juan Peña (Paradas, 1961) como un poeta singular y necesario.
Gocen ya del paisaje, sus gentes, su gastronomía; deléitense con sus historias y leyendas, que nos transportan a tiempos remotos de altos ideales aunque escasas posibilidades […]. Bienvenidos a la Vía Verde de la Sierra. El tren está a punto de partir”.
Fuente: Revista Clarín nº 65.
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