4 SOTILEZA
ANIVERSARIO
Viernes 09.03.18 EL DIARIO MONTAÑES
EL ETERNO RETORNO DE PROMETEO JESÚS ÁNGEL GONZÁLEZ LÓPEZ
esde su origen en el remoto pasado de la Antigua Grecia, el mito de Prometeo no ha cesado de inspirar a los creadores de todas las épocas. Escritores clásicos como Hesiodo, Platón, Esquilo y Ovidio presentaron versiones diferentes del mito del titán que se rebela ante Zeus y proporciona el fuego a los hombres. Algunos autores pusieron el foco en su rebeldía ante la divinidad, mientras otros destacaron su papel como benefactor de la humanidad y otros, finalmente, se centraron en la variación del mito que presenta a Prometeo como creador del ser humano a partir de barro y agua. Esta última es la versión que rescatará Mary Shelley en ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ en 1818 (cuyo bicentenario conmemoramos este año), en la que el personaje de Victor Frankenstein desafía también a la divinidad y es capaz de crear vida humana a partir de la unión de fragmentos de cadáveres. Hay que señalar cómo en esta versión romántica del mito se empieza a producir un desplazamiento de las características prometeicas desde el creador hasta la criatura, puesto que el monstruo resulta ser, como Prometeo, una figura trágica y una especie de titán, diferente de Dios y de los seres humanos. Este desplazamiento es aún mayor en lo que algunos críticos han denominado el ‘postmoderno Prometeo’: la genial película de Ridley Scott ‘Blade Runner’ (1982), basada en la novela de Philip K. Dick ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’. En esta película, el ente creador es en realidad una empresa (Tyrell Corporation), pero el foco principal del filme no está en los científicos o empresarios capaces de crear vida humana, sino en los propios repli-
La serie de televisión ‘Westworld’ o la secuela de ‘Blade Runer’ ponen de manifiesto que el mito del titán que se rebela ante Zeus se mantiene poderosamente vivo cantes. Roy Batty, en particular (un Rutger Hauer que jamás llegaría a brillar de nuevo a tanta altura), adquiere una dimensión titánica y trágica que le acerca a Prometeo mucho más de lo que se había visto hasta entonces. Pese a su enfrentamiento con la raza humana, en sus últimos momentos salva la vida al ‘blade runner’ Deckard (Harrison Ford) y enfatiza su profunda intensidad trágica y humana con su inolvidable parlamento final («He visto cosas que vosotros no creeríais…»). El siglo XXI, y en particular estos dos últimos años, nos demuestra cómo el mito de Prometeo se mantiene poderosamente vivo. En primer lugar, hemos podido ver la secuela de la película de Scott, ‘Blade Runner 2049’(2017). Esta secuela, que ha desper-
tado críticas contrapuestas, continúa el ‘postmoderno’ énfasis de la película original en aspectos visuales y filosóficos (lo que de alguna manera lastra su potencial narrativo) y mantiene el doble énfasis prometeico en el personaje del creador (Jared Leto) y los replicantes. En su afán por mantener el respeto al mito (no ya el de Prometeo, sino el de la propia película ‘Blade Runner’, convertida sin duda en obra de culto postmoderno), el director franco-canadiense Denis Villeneuve llega a sustituir imágenes como la del icónico unicornio de papel del film raíz por un caballito de juguete y a reproducir las ráfagas auditivas de Vangelis a través de la banda sonora de Hans Zimmer. La última adición a este extraordinario elenco es ya no
James Marsden (i) y Evan Rachel Wood (d) en una escena de la serie ‘Westworld’. :: DM
una tragedia (como la de Esquilo), una novela epistolar (como la de Mary Shelley), un drama lírico (como el Prometeo liberado de su marido Percy), o una película, sino, quizá como signo de los nuevos tiempos, una serie de televisión. ‘Westworld’ en su hasta ahora única temporada (la próxima se estrena en abril) ha unido el mito de Prometeo a uno de los arquetipos más representativos del siglo XX, el mito del Oeste americano. Basada en la película de 1974 Michael Crichton con el mismo título, pero mucho más sofisticada, ‘Westworld’ (HBO, 2016) nos presenta un parque temático basado en el imaginario de las películas del Oeste (rodado en el parque natural de Castle Valley, en Utah), en el que los visitantes pueden dar rienda suelta a todos sus
impulsos, desde el sexo hasta el asesinato más sanguinario. En una evidente analogía con los procesos de consumo de la narrativa popular (novela, televisión, cine, videojuegos), el lector-espectador-jugador se introduce ahora en vivo dentro de un parque temático en el que puede desarrollar sus fantasías más inconfesables gracias a la presencia de 2.000 androides-replicantes ahora denominados ‘anfitriones’. De nuevo, nos vamos a encontrar con un doble foco prometeico en el creador (Robert Ford) y en sus criaturas. Asistiremos a un intento de rebelión trágica por parte de estos últimos, liderados, quizá también como signo de los tiempos, por personajes femeninos; por algún error de programación, algunos ‘anfitriones’ se hacen repentinamente cons-
cientes de su condición nohumana y de su cruel utilización como meros objetos desechables, en un proceso de muerte y reconstrucción que se repite constante y diariamente. La serie plantea, como sus antecesoras, cuestiones filosóficas y psicológicas, en este caso relacionadas con los procesos de cognición, con la relación entre memoria, conciencia e identidad y, fundamentalmente, con la gran pregunta, qué es lo que nos hace esencialmente humanos y diferentes de nuestras creaciones. El apellido del creador del parque y sus criaturas, así como las propias características del parque (temático) y las localizaciones, nos remiten a ese gran mito americano, el Oeste creado por cineastas como John Ford en parques (naturales) como el que nos presenta la serie. De hecho, ‘Westword’ se puede considerar un post-Western con referencias bastante evidentes tanto al cine de John Ford en general como específicamente a su película de 1956 ‘Centauros del Desierto’ Por ejemplo, la historia de cautividad de un personaje femenino (Dolores) y los encuadres en que este personaje aparece filmado en el episodio piloto, que remiten directamente a los encuadres característicos de Ford en su obra maestra. Al plantear la crueldad que supone la utilización de los androides para el desarrollo de las fantasías de los participantes, la serie establece una analogía con las propias películas del Oeste en las que los nativos americanos han cumplido una idéntica función para los espectadores, que desarrollaban su propia fantasía inconsciente identificándose con el héroe blanco que los masacraba sin compasión. Puesto que la serie es aún un producto incompleto, cabe esperar un mayor desarrollo del personaje de Robert Ford, que hereda directamente de Prometeo el carácter benefactor y creador, pero también su temperamento rebelde como se pudo ver al final de la primera temporada. ‘Westworld’ recupera así el carácter trágico del prometeico creador d’e vida e introduce savia nueva al mito de Prometeo al fusionarlo con el mito del Oeste. Jesús Ángel González López es Profesor Titular de Filología Inglesa, Universidad de Cantabria)