Año IV Número 36 Junio de 2015
Editorial
Dios te Salve María! Queridos hermanos:
A
nte todo y sobre todo, los cristianos dentro de la iglesia se valen -como medio esencial para sus fines- del servicio personal activado por el influjo del Espíritu Santo; es decir, teniendo por primer móvil y apoyo la divina gracia, y por último fin la gloria de Dios y la salvación de los hombres; al cual todos aspiramos alcanzar un día. De lo cual se deducirá que la santificación personal no es sólo el fin que pretende alcanzar todo cristiano, sino también su principal medio de acción. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mino podéis hacer nada (Jn. 15, 5). La Iglesia, cuyo misterio está exponiendo el sagrado Concilio, creemos que es indefectiblemente santa. Pues Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado “el único Santo”, amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificaría (cf. Ef. 5, 25-26), la unió a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de
Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Tes. 4, 3; cf. Ef. 1, 4). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles. Se expresa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida; de manera singular aparece en la práctica de los comúnmente llamados consejos evangélicos. Esta práctica de los consejos, que, por impulso del Espíritu Santo, muchos cristianos han abrazado tanto en privado como en una condición o estado aceptado por la Iglesia, proporciona al mundo y debe proporcionarle un espléndido testimonio y ejemplo de esa santidad (LG, 39).
Pbro. Marcelino León T rejo Director General
La Voz del Magisterio Encíclica Lumen
Fidei
continuación...
Fe y bien común
50.-
Al presentar la historia de los patriarcas y de los justos del Antiguo Testamento, la Carta a los Hebreos pone de relieve un aspecto esencial de su fe. La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás. El primer constructor es Noé que, en el Arca, logra salvar a su familia (cf. Hb 11,7). Después Abrahán, del que se dice que, DIRECTORIO
Corazón de Madre
movido por la fe, habitaba en tiendas, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos (cf. Hb 11,9-10). Nace así, en relación con la fe, una nueva fiabilidad, una nueva solidez, que sólo puede venir de Dios. Si el hombre de fe se apoya en el Dios del Amén, en el Dios fiel (cf. Is 65,16), y así adquiere solidez, podemos añadir que la solidez de la fe se atribuye también a la ciudad que Dios está preparando para el hombre. La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos. No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del Marcelino León Trejo Director General
José Juan Paz Herrera Coordinador Editorial
Jaime Alberto Osorio Villafuerte Diseño Editorial
creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable. 51.- Precisamente por su conexión con el amor (cf. Ga 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. La fe nace del encuentro con el amor originario de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la bondad de nuestra vida, que es iluminada en la medida en que entra en el dinamismo desplegado por este amor, en cuanto que se hace camino y ejercicio hacia la plenitud del amor. La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de
nuestro tiempo. Sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar. La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común. Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza. La Carta a los Hebreos pone
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un ejemplo de esto cuando nombra, junto a otros hombres de fe, a Samuel y David, a los cuales su fe les permitió “administrar justicia”(Hb 11,33). Esta expresión se refiere aquí a su justicia para gobernar, a esa sabiduría que lleva paz al pueblo (cf. 1 S 12,3-5; 2 S 8,15). Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios. FE Y FAMILIA 52.- En el camino de Abrahán hacia la ciudad futura, la Carta a los Hebreos se refiere a una bendición que se transmite de padres a hijos (cf. Hb 11,20-21). El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor,
signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf.Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada. La fe, además, ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos da y
nos confía el misterio de una nueva persona. En este sentido, Sara llegó a ser madre por la fe, contando con la fidelidad de Dios a sus promesas (cf. Hb 11,11). 53.- En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe. Todos hemos visto cómo, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, los jóvenes manifiestan la alegría de la fe, MATERIAL ELÉCTRICO
el compromiso de vivir una fe cada vez más sólida y generosa. Los jóvenes aspiran a una vida grande. El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades. LUZ PARA LA VIDA EN SOCIEDAD 54.- Asimilada y profundizada en la familia, la fe ilumina todas las relaciones sociales. Como experiencia de la paternidad y de la misericordia de Dios, se expande en un camino
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gran nación, un gran pueblo, sobre el que desciende la bendición de Dios (cf.Gn 12,1-3). A lo largo de la historia de la salvación, el hombre descubre que Dios quiere hacer partícipes a todos, como hermanos, de la única bendición, fraterno. En la “modernidad” que encuentra su plenitud en se ha intentado construir la Jesús, para que todos sean uno. fraternidad universal entre los El amor inagotable del Padre se hombres fundándose sobre nos comunica en Jesús, también la igualdad. Poco a poco, sin mediante la presencia del embargo, hemos comprendido hermano. La fe nos enseña que que esta fraternidad, sin cada hombre es una bendición referencia a un Padre común para mí, que la luz del rostro como fundamento último, no de Dios me ilumina a través del logra subsistir. Es necesario rostro del hermano. volver a la verdadera raíz de la ¡Cuántos beneficios ha fraternidad. Desde su mismo aportado la mirada de la fe origen, la historia de la fe es una a la ciudad de los hombres historia de fraternidad, si bien no para contribuir a su vida exenta de conflictos. Dios llama común! Gracias a la fe, hemos a Abrahán a salir de su tierra y descubierto la dignidad única le promete hacer de él una sola de cada persona, que no era tan
evidente en el mundo antiguo. En el siglo II, el pagano Celso reprochaba a los cristianos lo que le parecía una ilusión y un engaño: pensar que Dios hubiera creado el mundo para el hombre, poniéndolo en la cima de todo el cosmos. Se preguntaba:“¿Por qué pretender que (la hierba) crezca para los hombres, y no mejor para los animales salvajes e irracionales? Si miramos la tierra desde el cielo, ¿qué diferencia hay entre nuestras ocupaciones y lo que hacen las hormigas y las abejas?”. En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación que abraza a la humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscurece esta realidad, falta el criterio para distinguir lo que hace
preciosa y única la vida del hombre. Éste pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atribuyéndose un poder de manipulación sin límites. 55.La fe, además, revelándonos el amor de Dios, nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace reconocer en ella una gramática escrita por él y una morada que nos ha confiado para cultivarla y salvaguardarla; nos invita a buscar modelos de desarrollo que no se basen sólo en la utilidad y el provecho, sino que consideren la creación como un don del que todos somos deudores; nos enseña a identificar formas de gobierno justas, reconociendo que la autoridad viene de Dios para estar al servicio del bien común. Continuará...
La Voz del Buen Pastor Mensaje de Nuestro Señor Obispo Don Gerardo de Jesús Rojas López
Catequesis sobre la Interpretación de la Sagrada Escritura
C
(Continuación y final del tema)
omo colofón a esta catequesis, quiero proponer la explicación de una Ciencia que en las últimas décadas ha demostrado su importancia en la vida de la Iglesia, no sólo como una fuente para la interpretación, sino para dar el rigor científico que el texto bíblico requiere para interpretar aquello que realmente quiso decir el hagiógrafo o autor sagrado, y obtener el mensaje de salvación que quiso decir Dios. En otras palabras, explicaremos rápidamente lo que es la exégesis. Es una palabra de origen
griego (exègésis) que significa relato, exposición, explicación, comentario, interpretación. Hacer exégesis significa interpretar el texto sacando fuera (es lo que significa el verbo griego exègéomai) su significado literal como primera intención. El esfuerzo de interpretar la Biblia con su complicación cultural y milenaria, ha provocado que los dedicados a esto, crean que la exégesis responde a dos los elementos en juego: uno teológico y el otro cultural. Podemos considerar el elemento teológico como una constante, a pesar de que es fácil
descubrir que también aquí hay un coeficiente de variabilidad no indiferente: el modo de concebir la inspiración y la verdad de la Escritura, la relación Escritura tradición, son susceptibles de clarificación y de profundización, y todo esto no deja de influir en la elaboración del método exegético. El horizonte cultural no ofrece solamente nuevos instrumentos de investigación, sino también intereses, provocaciones, mentalidades, cuestiones nuevas. El horizonte cultural dentro del cual se realiza desde hace un siglo la lectura de la Biblia está caracterizado por un sentido vivo de la historia y por el despertar del espíritu crítico y científico. Esto explica la aparición y la imposición del llamado método históricocrítico, un conjunto de métodos de análisis literario e histórico que se caracterizan por su
exigencia de rigor científico. El método histórico-crítico pretende corresponder tanto a la estructura histórica de la Biblia como a la comprensión moderna del hombre. Pero no puede pretender ser el único método. Precisamente por estar ligada a la variable cultural, la exégesisnoesnuncaunitinerario ya concluido, y ningún método puede juzgarse definitivo; y esto bien porque la “palabra” es inagotable, bien porque los
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instrumentos de investigación se están continuamente perfeccionando y pueden aparecer siempre nuevos datos y nuevas aportaciones. De hecho, en estos últimos años se están asomando a la escena nuevos métodos, todavía en parte experimentales. No hay ninguna objeción apriorista sobre ellos. La única atención que se precisa (para el creyente) es verificar que no partan de presupuestos contrarios a la naturaleza de la Biblia, tal como la concibe la fe cristiana. La Biblia es un texto literario al mismo tiempo parecido y distinto de cualquier otro texto literario. Parecido, en cuanto que está escrito por manos de hombres, que han utilizado métodos, instrumentos y categorías propias del tiempo en que vivían. Distinto, en cuanto que, según la fe de la Iglesia, transmite una palabra
de Dios. La Biblia es palabra de Dios y palabra del hombre. Esto permite comprender que su interpretación ha de seguir caminos en parte comunes y en parte singulares respecto a la interpretación de cualquier otro texto literario de la antigüedad. Ante esta complejidad nace la búsqueda de métodos casi protocolarios, que afrontan el reto de la interpretación mediante la obtención de datos ciertos y objetivos. Cabe señalar que no sólo existe en la exégesis el famoso método histórico-crítico; hay muchas otras formas de aproximación que no obstante no son perfectas, sí arrojan datos literarios, científicos y bíblicos muy interesantes para la búsqueda de una interpretación muy aproximada a la voluntad de Dios y del hombre quien escribe.
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El Mundo Sacramental
Por: P. Carlos Miguel Buela, I.V.E.
T ema especial
Las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas
L
a técnica... así los autos, aviones, barcos, submarinos, naves espaciales... los medios de comunicación... las industrias de todo tipo... Y el hombre puede hacerlo porque Dios le dio el poder, la capacidad... ¡Es la belleza del mundo visible! ¡El cielo canta la gloria de Dios! (Sl 18,2). EL MUNDO INVISIBLE, NO–SENSIBLE Pero hay otro mundo, que ya no es visible. Es el mundo invisible. No sé si recordarán aquello del Principito: “Lo
(Continuación y final del tema. Viene de Corazón de Madre Abril 2015)
esencial es invisible a los ojos”, que de alguna manera ya lo había dicho san Pablo cuando dice: No ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas (2 Cor 4,18). El mundo invisible es bello, y podemos decir ¡infinitamente bello!, porque a él pertenece Dios que es infinito y es espíritu infinito. Es el mundo de Dios increado, el mundo de las tres divinas personas. Pero también hay criaturas creadas espirituales: los ángeles y las almas humanas
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con su inteligencia y voluntad racionales. Y lo que nuestra alma produce, y que no siempre sale al exterior: sus pensamientos, su querer, cosas realmente extraordinarias. EL MUNDO VISIBLE– INVISIBLE Y ese mundo sacramental del todo especial, que es creado por Dios, y que toma algo del mundo visible, pero que también tiene mucho del mundo invisible. Toma algo del mundo visible, como nuestro Señor, que quiso ser bautizado con las aguas del río Jordán. ¿Qué es lo visible? El agua, que es un signo sensible. El mundo sacramental tiene leyes propias, consistencia propia, un obrar propio y sentido propio. Ese signo sensible cuando se une a la palabra que determina el porqué de esa agua, hace
el sacramento. Como dicen hermosamente San Agustín y Santo Tomás: “La palabra se une al elemento (la materia) y se hace el sacramento”. La materia indeterminada, por ejemplo, agua. ¡Cuánta agua hay!, pero por ella sola no hay bautismo, porque si no hay palabra, no hay determinación, y por eso no hay bautismo. Pero si hay agua y hay determinación, o sea, la palabra “yo te bautizo”, ahí si hay sacramento. “Se une la palabra al elemento y se hace el sacramento”. Ese signo sensible produce lo que significa, que es la característica propia del sacramento cristiano. No es un mero signo, como cuando uno va por la ruta y una flecha hacia la izquierda indica que hay una curva hacia la izquierda. No es eficaz, porque si uno no mueve el volante sigue de largo. El mundo sobrenatural es un mundo del
todo particular, porque lo que significa, eso produce. Y por eso el agua significa limpieza, en el bautismo lava el alma de los
pecados. Y significa fecundidad. Fíjense, donde hay algo verde, es porque hay agua o porque hay una acequia. Si no hay acequia, el árbol muere, como sucedió con este árbol seco del patio: No le llegaba el agua, y se secó. Produce lo que significa. Tenemos la Eucaristía. Pan y vino: materia del sacrificio. La palabra se une al elemento: “Esto es mi cuerpo... Ésta es mi sangre”. Ese pan y ese vino se transforman en
el Cuerpo y la Sangre del Señor. Porque pertenecen al mundo sacramental, que produce eficazmente lo que significa. Por un lado tenemos la Sangre, por otro el Cuerpo. Sangre por un lado, Cuerpo por otro: Sacrificio. Produce lo que significa: perpetúa el sacrificio de Cristo en la Cruz. En el cual la Sangre se separó del Cuerpo. Y así con todos los demás sacramentos. Por eso es que debemos nosotros valorar lo que es el mundo sacramental, superior a este mundo físico. Parecido, porque tiene elementos en común, elementos sensibles, pero que lo supera infinitamente porque produce lo que significa y obra efectos invisibles.
Y no caigamos nosotros en esa falsa dialéctica que ya viene de la época del pontificado de Pablo VI, y que él refuta en la “Evangelii nuntiandi”, porque hay algunos ahora que, siguiendo la tendencia protestante dicen: “lo que importa es la palabra, no los sacramentos”. Sí, importa la Palabra, que también es un sacramento en sentido amplio, porque uno escucha una cosa y enlamenteseformaunconcepto que es invisible. Pero es que la palabra tiene que llevar de suyo al sacramento, como dice el Papa en la Evangelii nuntiandi: “Sin embargo, nunca se insistirá bastante en el hecho de que la evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina. Porque aquella debe conducir a la vida: a la vida natural a la que da un sentido nuevo gracias a las perspectivas evangélicas que le abre; a la vida sobrenatural, que no es una negación sino purificación y elevación de la vida natural. Esta vida sobrenatural encuentra su expresión viva en los siete sacramentos y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que contienen.
La evangelización despliega de este modo toda su riqueza cuando realiza la unión más íntima, o mejor, una intercomunicación jamás interrumpida, entre la Palabra y los sacramentos. En un cierto sentido es un equívoco oponer, como se hace a veces, la evangelización a la sacramentalización. Porque es seguro que si los sacramentos se administraran sin darles un sólido apoyo de catequesis sacramental y de catequesis global, se acabaría por quitarles gran parte de su eficacia. La finalidad de la evangelización es precisamente la de educar en la fe de tal manera que conduzca a cada cristiano a vivir –y no a recibir de modo pasivo o apático– los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe”. Toda la actividad de la Iglesia tiende como hacia una cumbre hacia la Eucaristía, y brota de la Eucaristía como de una fuente, como dice el Concilio Vaticano II, en varios lugares. Fuente: www.es.catholic.net/op/ articulos/20519/cat/130/el-mundosacramental.html
La Virgen del Mes
Nuestra Señora de La Consolación
(Luxemburgo; 2 de mayo)
S
egún una leyenda, en 1624, un estudiante del Colegio de los Jesuitas, establecida en Luxemburgo desde 1607, fue a dar un paseo por las orillas del río Alzette que se encontraba fuera de las murallas de la ciudad. Al llegar a un lugar llamado Peñas de Crispino, vio en el hueco de un roble, una estatua de la Virgen y el Niño. Le dijo a algunos de los otros estudiantes, y juntos regresaron a la ubicación. ElPadreBrocquart,profesoren
el nuevo colegio de los Jesuitas, encabezó una procesión para que los estudiantes tomar1n la estatua y la colocar1n en el altar de su iglesia. A la mañana siguiente había desaparecido. Se encontró después en el hueco del mismo roble. Una vez más, la llevaron a la iglesia, pero desapareció de nuevo. A continuación, los jesuitas decidieron que la Virgen deseaba ser honrada en ese punto particular del árbol de roble, por lo que comenzaron a construir una capilla. La construcción se detuvo en 1626 cuando una epidemia de peste estalló, golpeando incluso al Padre Brocquart. Cerca de la muerte, el Padre Broquart prometió que si él recuperaba su salud iba a terminar la construcción de la capilla. La salud del padre jesuita volvió, y la capilla fue terminada en el año 1628. La estatua fue consagrada
allí, y le dio el nombre de Nuestra Señora del Consuelo de los Afligidos. HISTORIA La devoción a Nuestra Señora de la Consolata se inicia en Turín, Italia, en los primeros siglos del cristianismo. Cuenta la tradición que fue san Eusebio desterrado a Palestina por el emperador Constancio, quien a su regreso a Turín en el año 354, le obsequió a su amigo san Máximo, una imagen de la Virgen María que, también cuenta la historia, fue pintada por san Lucas. San Máximo ubicó el cuadro en una capilla, lindera de la Iglesia dedicada a San Andrés. Desde ese instante el pueblo de Turín comenzó a venerar a la Virgen María bajo el título de Consoladora que, traducido en dialecto local y popular devino en Consolata. Los obispos de Turín confiaron la imagen de la Consolata a los Padres Benedictinos en el año 840, dos acontecimientos contribuyeron a su desaparición. Primero, hubo que esconderla, debido
a la persecución y destrucción de imágenes por parte de los iconoclastas. Y luego, una guerra, que destruyó el templo de San Andrés y la capilla donde estaba, sepultándola bajo los escombros y en el olvido. Pero permaneció viva en la memoria de sus fieles. Y muchos años más tarde, Arduino, por un tiempo rey de Italia, erigió una capilla para la Virgen Consolota, en agradecimiento a una curación milagrosa y respondiendo al pedido que la misma Señora le había expresado en una visión. Pero también esta capilla fue destruida y la imagen desapareció por segunda vez. En el año 1104, la Virgen se le apareció a un ciego de nacimiento en Briançon, Francia. Era Jean Ravais (o Ravache), a quien le prometió devolverle la vista cuando llegara al lugar que Ella le indicaría, y donde encontraría la imagen perdida. Jean Ravais así lo hizo y luego de un largo viaje llegó a Turín. El lugar indicado por la Virgen era la torre de una Iglesia destruida. El 20 de junio, Jean Ravais acompañado por la expectativa
y devoción del pueblo de Turín, con la presencia del Obispo y Sacerdotes, se comenzó las excavaciones, realizada por voluntarios ansiosos de encontrar a la Madre. La imagen perdida de la Virgen de la Consolata apareció debajo de las ruinas en perfecto estado. Como bien explicitan las crónicas de la época, fue el mismo Obispo quien la sacó de entre los escombros y la expuso a la vista de todo el pueblo allí congregado, exclamado: “¡Ruega por nosotros, Virgen Consoladora!”. A lo que la gente respondió: “Intercede por tu pueblo”. En ese instante al atardecer del 20 de Junio de 1104, en presencia de autoridades y del pueblo, el ciego Jean Ravais recobró la vista. RECONOCIMIENTOS La basílica se convirtió en la pieza central de la fe y la religión en Turín durante los duros días del asedio franco-español. La ciudad se encomendó a la Virgen de la Consolación para su propia salvación y se realizaron ofrendas votivas. Su posición geográfica, tan cerca
de los muros de la ciudad, hizo al santuario vulnerable a los fuertes bombardeos del Asedio de Turín de 1706, pero, a pesar de esto, el templo se salvó de la destrucción. Tras este evento, la Virgen de la Consolata fue proclamada “Patrona de Turín” conjuntamente con San Juan Bautista (el histórico patrono de la ciudad). Tras una epidemia de cólera en 1835, la Administración Comunal hizo votos al Santuario della Consolata para obtener de la Divina Misericordia la liberación de la enfermedad del cólera, o la disminución del mal en sus efectos, o el alivio que Dios quisiera conceder a esta Ciudad. Los grandes beatos y santos turineses han estado a lo largo de los siglos muy vinculados al Santuario de la Consolata. Entre ellos, San José Cafasso, que está enterrado en el interior del santuario, San Juan Bosco y San Leonardo Murialdo que acudían al templo con frecuencia, además, del beato José Allamano, fundador de la Misión de la Consolata, que fue rector de la basílica desde 1880
Santuario de Nuestra Señora del Consuelo (Turín, Italia)
hasta 1926. También es patrona de toda la archidiócesis de Turín y del Piamonte. Ella es también la Madre inspiradora de los Misioneros de la Consolata que, en su nombre, se empeñan en llevar el Evangelio por todo el mundo.
que representa los valores espirituales más que la belleza física exterior. Arte simbólico más que realista. Es de autor desconocido, pero rico en enseñanzas de devoción a la Virgen. Contemplando la imagen impresionan los dos rostros. El de María refleja una leve tristeza templada de suave DESCRIPCIÓN DEL CUADRO esperanza. Tiene la mirada El cuadro de la Virgen dirigida a quienes la miran, como Consolata es un lienzo infundiéndoles sus mismos pintado con estilo de “ícono” pensamientos, y la cabeza oriental-bizantino. Arte sacro, inclinada levemente hacia
Jesús, fuente y causa de todas sus grandezas, consuelo de la Humanidad. La mano derecha contra el pecho pareciera indicar que asume como propias todas las penas de sus hijos, tarea maternal como consoladora de los afligidos. María Consolata nos presenta a Jesús, sentado sobre el brazo izquierdo de su Madre, lado del corazón. María sostiene a su Hijo, lo cuida como Madre, lo custodia, pero no lo retiene para sí. El vínculo de unión entre ellos son las dos manos izquierdas, levemente unidas, que expresan la unidad llena de cariño y de respeto, símbolo del amor más bello que une el corazón de Dios al corazón de una criatura. El Niño con su mano bendice al mundo a la manera oriental: dos dedos alzados (que significan las dos naturalezas de Cristo, humana y divina), y los otros tres doblados (que indican la Trinidad). Fiel al arte iconográfico, la imagen tiene en cuenta los colores: el manto de la Virgen es de un azul intenso que indica su gloria en el cielo; el borde dorado simboliza su participación en la gloria de Dios;
el rojo, expresa la El día 20 de junio realeza: la de se celebra la fiesta María, Reina de la Santísima Virgen del de todo lo Consuelo, patrona Creado y la especial de Turín y del Piamonte. de Jesús. Las tres estrellas sobre el manto de la Virgen (una de ellas oculta por la figura del Niño), son signo de la virginidad de María antes, durante y después de la concepción de Jesús. El anillo en su dedo es expresión de autoridad y poder: Ella es la Madre del Salvador, vencedora de todo mal. Por último, las dos aureolas que manifiestan la santidad y la gloria de Cristo y de María, obtenida por medio de la cruz. En definitiva, el cuadro presenta a María y su Hijo estrechamente unidos: quien encuentra a María, encuentra a Jesús, y quien encuentra al Hijo encuentra a la Madre. La actual imagen que se venera en el templo, no es la original, el cuadro que hoy se venera es una obra de finales del siglo XV que se atribuye a Antoniazzo Romano y está inspirada en la Madonna del Popolo de Roma.
Conoce tu Fe
N
ombre plural masculino en hebreo que designa a una clase especial de seres celestiales sirvientes en la corte de Yahveh. En las Sagradas Escrituras se mencionan claramente estos seres angelicales en la descripción que hace Isaías de su llamada al oficio profético (Is. 6,2 ss.). En una visión de profundo contenido espiritual, que se le concedió en el Templo, Isaías contempló las realidades invisibles simbolizadas por las formas exteriores de la morada de Yahveh, su altar, sus ministros, etc. Mientras observaba ante el patio del sacerdote, se levantó delante de él una augusta visión de Yahveh sentado en su trono de gloria. A cada lado del trono se ubicaban misteriosos guardianes, cada uno con seis alas: con un par aleteaban, con otro par se cubrían la faz
y con el otro par se cubrían los pies, ahora desnudos, como conviene para el servicio sacerdotal en la presencia del Todopoderoso. Sus más altos servidores, estaban allí a su servicio y para proclamar su gloria, y se gritaban uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor, Yahveh Sebaot; llena está toda la tierra de su gloria”. Estos eran los serafines, uno de los cuales voló hacia Isaías, con una brasa que tomó del altar, y con la que tocó y purificó los labios del profeta que desde entonces estarían consagrados a las declaraciones de la inspiración. Esta es, en substancia, la visión simbólica de Isaías, a partir de la cual se puede inferir todo lo que las Sagradas Escrituras revelan sobre los serafines. Aunque se les describe bajo forma humana con caras, manos y pies (Is. 6,2.6), sin duda son seres espirituales
existentes que corresponden a su nombre, y no simplemente representaciones simbólicas como afirman a menudo los eruditos protestantes. Su número es considerable, ya que aparecen alrededor del trono celestial en un doble coro y el volumen de sus voces es tal que los sonidos hacen temblar los cimientos del palacio. Son diferentes de los querubines que cargan u ocultan a Dios y muestran la presencia de su gloria en el santuario terrestre, mientras que los serafines están ante Dios como sus servidores que ofician en la corte celestial. Su nombre también, seraphim, los distingue de los querubines, aunque es declaradamente difícil encontrar un pasaje en las Escrituras donde se mencione una clara concepción de su significado preciso. El nombre se deriva a menudo del verbo hebreo saraph (“consumirse con fuego”) y esta etimología es muy probable, ya que está de acuerdo con Is. 6,6, donde uno de los serafines es representado llevando fuego celestial del altar para purificar
los labios del profeta. Muchos académicos prefieren derivar el nombre del nombre hebreo saraph “una serpiente ígnea y voladora”, mencionada en Núm. 21,6; Is. 14,29, y la imagen de bronce que estaba en el Templo en tiempos de Isaías (2 Rey. 18,4); pero es evidente que en la descripción de los serafines que da Isaías no hay rastros de tal serpentina. Aún menos probables son las opiniones propuestas por ciertos críticos que relacionan los serafines bíblicos con el Sharrapu babilónico, un nombre para Nergal, el dios-fuego, o con el grifo egipcio (séref) que BeniHassan coloca como guardianes de tumbas. Los serafines son mencionados al menos en dos ocasiones en el Libro de Henoc (LXI, 10; LXXI, 7) junto con, y de manera distintiva, al querubín. En la teología cristiana, el serafín junto al querubín, ocupan el más alto rango en la jerarquía celestial, mientras que en la liturgia se representan repitiendo el Trisagion exactamente como en Isaías 6. FUENTE: http://ec.aciprensa.com/
Basílica de San Pedro (Roma)
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Rosa Mística
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