Revista Corazón de Madre No. 35 Mayo 2015

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Año IV Número 35 Mayo de 2015


Editorial

Dios te Salve María! Queridos hermanos: es quiero recordar que es obligación moral de todos los cristianos, pero sobre todo los hermanos y hermanas de la Legión, trazar un programa con iniciativas, esfuerzos y sacrificio de forma tal, que logre atraer para la Iglesia aquellos dos conceptos que hablamos en el número pasado: idealismo y dinamismo, haciéndolos servidores de la verdad católica. Es necesario regirnos por un

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ideal cristiano básico, el ideal superior, que levante a toda la humanidad; un ideal práctico y evidente como para que pueda servir de estandarte y motivación para la humanidad. Además, aun concediendo que de entre las filas legionarias saldrán -para gozo y honor de la Legión- numerosas vocaciones religiosas, éstas vocaciones son diferentes a un ideal cristiano universal y para todas las vocaciones, a fin de cuentas, TODOS SOMOS LLAMADOS AL SERVICIO. Debemos decir que aquellos muchos que se ofrezcan para un servicio fácil, no tardarán en desertar de la Legión, sin dejar huella de su


presencia; increíble que en cambio, si una grande empresa los llama, éstos perseveran. Les invito a emular este entusiasmo para el proyecto de Jesús y de María. Les recuerdo que un praesidium de la Legión viene a ser en manos del sacerdote -o del religioso- como una máquina potente en manos del mecánico: así como éste, tocando registros y moviendo palancas, consigue una multiplicación de fuerzas que antes parecía inconcebible, de igual manera la hora y media empleada en la junta semanal, dirigiendo, animando y sobrenaturalizando a los socios, multiplicará al sacerdote -o al religioso-, haciéndole estar presente en todas partes, oyéndolo todo, influyendo en todos; en fin, rebasando los estrechos límites de su personalidad física en el ejercicio de su ministerio pastoral. DIRECTORIO

Corazón de Madre

Ciertamente no parece posible explotar mejor el celo que empleándolo en la dirección de uno o varios praesidia. Los legionarios podrán ser de suyo humildes -como el cayado, el zurrón y los guijarros del pastor-, pero con ellos, transformados por María en instrumentos del cielo, saldrá el sacerdote como otro David, con certeza de victoria, al encuentro del más temible Goliath: la incredulidad y el pecado.

Pbro. Marcelino León T rejo Director General

Marcelino León Trejo Director General

José Juan Paz Herrera Coordinador Editorial

Jaime Alberto Osorio Villafuerte Diseño Editorial


La Voz del Magisterio Encíclica Lumen

Fidei

continuación...

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Otros dos elementos son esenciales en la transmisión fiel de la memoria de la Iglesia. En primer lugar, la oración del Señor, el Padrenuestro. En ella, el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo. A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a él. Además, es también importante la conexión entre

la fe y el decálogo. La fe, como hemos dicho, se presenta como un camino, una vía a recorrer, que se abre en el encuentro con el Dios vivo. Por eso, a la luz de la fe, de la confianza total en el Dios Salvador, el decálogo adquiere su verdad más profunda, contenida en las palabras que introducen los diez mandamientos: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto” (Ex 20,2). El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del yo autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así,

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la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios. El decálogo es el camino de la gratitud, de la respuesta de amor, que es posible porque, en la fe, nos hemos abierto a la experiencia del amor transformante de Dios por nosotros. Y este camino recibe una nueva luz en la enseñanza de Jesús, en el Discurso de la Montaña (cf. Mt 5-7). He tocado así los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento fundamental para aquel acto unitario con el que

la Iglesia comunica el contenido completo de la fe, “todo lo que ella es, todo lo que cree”. UNIDAD E INTEGRIDAD DE LA FE La unidad de la Iglesia, en el tiempo y en el espacio, está ligada a la unidad de la fe: “Un solo cuerpo y un solo espíritu […] una sola fe” (Ef 4,4-5). Hoy puede parecer posible una unión entre los hombres en una tarea común, en el compartir los mismos sentimientos o la misma suerte, en una meta común. Pero resulta muy difícil concebir una unidad en la misma verdad. Nos da la impresión de que una unión de este tipo se opone a la libertad de pensamiento y a la autonomía del sujeto. En cambio, la experiencia del amor nos dice que precisamente en el amor es posible tener una visión común, que amando

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aprendemos a ver la realidad con los ojos del otro, y que eso no nos empobrece, sino que enriquece nuestra mirada. El amor verdadero, a medida del amor divino, exige la verdad y, en la mirada común de la verdad, que es Jesucristo, adquiere firmeza y profundidad. En esto consiste también el gozo de creer, en la unidad de visión en un solo cuerpo y en un solo espíritu. En este sentido san León Magno decía: “Si la fe no es una, no es fe”. ¿Cuál es el secreto de esta unidad? La fe es una, en primer lugar, por la unidad del Dios conocido y confesado. Todos los artículos de la fe se refieren a él, son vías para conocer su ser y su actuar, y por eso forman una unidad superior a cualquier otra que podamos construir con nuestro pensamiento, la unidad que nos enriquece, porque se nos comunica y nos hace uno. MATERIAL ELÉCTRICO

La fe es una, además, porque se dirige al único Señor, a la vida de Jesús, a su historia concreta que comparte con nosotros. San Ireneo de Lyon ha clarificado este punto contra los herejes gnósticos. Éstos distinguían dos tipos de fe, una fe ruda, la fe de los simples, imperfecta, que no iba más allá de la carne de Cristo y de la contemplación de sus misterios; y otro tipo de fe, más profundo y perfecto, la fe verdadera, reservada a un pequeño círculo de iniciados, que se eleva con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida, más allá de la carne de Cristo. Ante este planteamiento, que sigue teniendo su atractivo y sus defensores también en nuestros días, san Ireneo defiende que la fe es una sola, porque pasa siempre por el punto concreto de la encarnación, sin superar nunca la carne y la historia

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de Cristo, ya que Dios se ha querido revelar plenamente en ella. Y, por eso, no hay diferencia entre la fe de “aquel que destaca por su elocuencia” y de “quien es más débil en la palabra”, entre quien es superior y quien tiene menos capacidad: Ni el primero puede ampliar la fe, ni el segundo reducirla. Por último, la fe es una porque es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo espíritu. En la comunión del único sujeto que es la Iglesia, recibimos una mirada común. Confesando la misma fe, nos apoyamos sobre la misma roca, somos transformados por el mismo Espíritu de amor, irradiamos una única luz y tenemos una única mirada para penetrar la realidad. 48.- Dado que la fe es una sola, debe ser confesada en toda su pureza e integridad. Precisamente porque todos los

artículos de la fe forman una unidad, negar uno de ellos, aunque sea de los que parecen menos importantes, produce un daño a la totalidad. Cada época puede encontrar algunos puntos de la fe más fáciles o difíciles de aceptar, por eso es importante vigilar para que se transmita todo el depósito de la fe (cf. 1 Tm 6,20), para que se insista oportunamente en todos los aspectos de la confesión de fe. En efecto, puesto que la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia, quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de la comunión. Los Padres han descrito la fe como un cuerpo, el cuerpo de la verdad, que tiene diversos miembros, en analogía con el Cuerpo de Cristo y con su prolongación en la Iglesia. La integridad de la fe también se ha relacionado con la imagen de la Iglesia virgen, con su fidelidad al amor


esponsal a Cristo: menoscabar la fe significa menoscabar la comunión con el Señor. La unidad de la fe es, por tanto, la de un organismo vivo, como bien ha explicado el beato John Henry Newman, que ponía entre las notas características para asegurar la continuidad de la doctrina en el tiempo, su capacidad de asimilar todo lo que encuentra, purificándolo y llevándolo a su mejor expresión. La fe se muestra así universal, católica, porque su luz crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia. 49.- Como servicio a la unidad de la fe y a su transmisión íntegra, el Señor ha dado a la Iglesia el don de la sucesión apostólica. Por medio de ella, la continuidad de la memoria de la Iglesia está garantizada y es posible beber con seguridad en la fuente pura de la que mana la fe. Como la Iglesia transmite una

fe viva, han de ser personas vivas las que garanticen la conexión con el origen. La fe se basa en la fidelidad de los testigos que han sido elegidos por el Señor para esa misión. Por eso, el Magisterio habla siempre en obediencia a la Palabra originaria sobre la que se basa la fe, y es fiable porque se fía de la Palabra que escucha, custodia y expone. En el discurso de despedida a los ancianos de Éfeso en Mileto, recogido por san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, san Pablo afirma haber cumplido el encargo que el Señor le confió de anunciar “enteramente el plan de Dios” (Hch20,27). Gracias al Magisterio de la Iglesia nos puede llegar íntegro este plan y, con él, la alegría de poder cumplirlo plenamente. Continuará...


La Voz del Buen Pastor Mensaje de Nuestro Señor Obispo Don Gerardo de Jesús Rojas López

Catequesis sobre la Interpretación de la Sagrada Escritura continuación...

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Tener en cuenta los textos paralelos. La Biblia maneja de manera enciclopédica diversos temas de otras partes y textos contenidos en sí misma, para entender la Escritura, hay que examinar todos los textos que se refieren al mismo tema. No se tendrá una verdadera visión global y un entendimiento profundo si se examina un solo texto. Por ejemplo, si queremos entender lo que enseña la Biblia sobre el bautismo, no basta examinar uno que otro texto aislado. Hay que leer todo lo que dice sobre el bautismo. Si uno lee solamente Hech 2,38, puede pensar que el bautismo sirve

exclusivamente para perdonar los pecados actuales. Por eso habría que bautizar solamente a los adultos y no a los niños. Lo mismo si lee sólo Mc 16,16. Puede pensar que para el bautismo es indispensable una fe personal y por lo tanto no vale el bautismo de los niños. Si esto fuera cierto, entonces sería inútil el bautismo que recibió Jesús, puesto que no tenía pecados (Heb 4,15) o el bautismo que recibió Cornelio con su familia (Hech 10,47), puesto que ya había recibido el Espíritu Santo y por lo tanto ya sus pecados estaban perdonados. Por lo que se


refiere a los niños, en Hech 16,33 vemos como Pablo bautizó al carcelero con toda su familia, sin ninguna distinción. Para poder entender la enseñanza bíblica sobre el bautismo, hay que ver todo lo que la Biblia dice sobre el bautismo y no escoger solamente uno que otro texto más conforme con la propia opinión. Es pues una especie de rompecabezas. Es necesario reunir todas las piezas para que se vea bien la figura,

que se quiere presentar. Si se reúnen sólo algunas piezas, no se tiene una idea clara y uno puede fácilmente equivocarse. En realidad, Dios es el autor principal de toda la Escritura. Por lo tanto, Dios, al inspirar a tal o cual autor, tenía presente el plan completo, que poco a poco iba manifestando. Así que, si nosotros queremos conocer la enseñanza completa sobre un cierto tema, tenemos que reunir todos los pasajes que se refieren a él. Hay que tener muy en cuenta que en diversas ocasiones, el mismo hecho o la misma enseñanza puede estar presente en diversas partes de la Escritura.

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Por lo que es necesario estudiar, analizar y examinar todo los textos que se refieran al mismo hecho o a la misma enseñanza. TENER EN CUENTA LA ANALOGÍA DE LA FE Se trata de considerar de manera especial aquello que reflexionamos o logramos entender de la Sagrada Escritura desde una consonancia entre el conjunto de las verdades que presenta la Biblia, la Tradición y todo aquello enseñado por la Iglesia Católica. Siendo Dios el autor de toda la Biblia, no puede haber contradicción (desacuerdo) entre una verdad y otra. Una vez que la Iglesia descubre una verdad en la Biblia, todo lo demás tiene que estar de acuerdo con esta verdad. Por ejemplo, una vez que la Iglesia, interpretando la Biblia, afirma la perpetua virginidad de María, es imposible que la

expresión hermanos de Jesús se pueda entender como hermanos carnales de Jesús. Necesariamente hay que buscar otra explicación. Lo mismo pasa con relación al tema de la Trinidad. Aclarado que hay un solo Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no pueden ser tres dioses distintos, sino tres personas en un solo Dios. EXAMINAR LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA En realidad, la palabra Tradición quiere decir lo que se entrega de palabra y no por escrito. Pues bien, hasta el año 50 de nuestra era, la Tradición fue la única base de la predicación de los apóstoles y sus discípulos. La Biblia no contiene todo lo que está en la tradición. Esta es más amplia. Lo afirma el propio San Juan: “Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribiera una por

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una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros” (Jn 21,25). Enseñanzas apostólicas como la Trinidad, el Bautismo de los niños, la inerrancia de la Biblia, el Purgatorio y la perpetua virginidad de María, han sido enseñadas más claramente a través de la Tradición, aunque se hallan implícitamente presentes, y no en contra de la Biblia. La Biblia misma nos dice que nos aferremos fuertemente a la Tradición ya sea que nos llegue en forma escrita u oral (2 Tes. 2,15; 1 Cor. 11,2). A la Santa Tradición de la Iglesia se le llama también Tradición viva porque como hemos visto esta Tradición, desde el punto de vista teológico se compone de elementos que no pueden cambiar nunca jamás y siempre permanecen idénticos, el dogma y la moral, pero igualmente de elementos

que si cambian o se adaptan con los tiempos y las circunstancias. Debido precisamente a estos elementos que si cambian o se adaptan, óseas la liturgia, la acción pastoral y la disciplina, y que son parte integra de la Tradición, es que también se le llama “tradición viva” a la Tradición. Este nombre de Tradición viva se utiliza para denotar que existen elementos que cambian y son modificables en la Tradición (acción pastoral, liturgia, disciplina) junto a los elementos que nunca jamás cambian y son inmutables por todos los tiempos (dogma y moral). Para sintetizar todo esto, basta citar lo que a este respecto afirmó Orígenes (185-254 d. C.): Lo único verdaderamente cierto (en la Biblia) es que en nada se aparta de la Tradición eclesiástica y apostólica. Finalizará en el próximo número...


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La Virgen del Mes

Nuestra Señora de Oviedo, España (2 de mayo)

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a imagen de la Virgen de Covadonga nos recuerda y hace vivir lo que ella fue en la historia de salvación para Jesús y para sus discípulos de ayer y de hoy. La Santina es una imagen de María entrañada e inculturada

en el pueblo asturiano por historia, por antigua tradición, por transmisión familiar, por experiencia religiosa personal. Arraigada profundamente en las gentes de esta tierra y constituye uno de los signos con más fuerza y poder de


convocatoria de los que Asturias tiene. EL CULTO La historia primitiva nada nos ha dejado escrito acerca de los comienzos del culto a la Virgen María en la Cueva de Covadonga, y las noticias que de aquella época tenemos, es necesario buscarlas en la tradición. Refiere ésta que la Cueva de Covadonga servía de retiro a un ermitaño que la tenía dedicado al culto de la Virgen, cuya imagen allí se veneraba. En cierta ocasión Pelayo, refugiado con otros cristianos en aquellas montañas, entró en la Cueva persiguiendo a un malhechor. El ermitaño rogó a Pelayo que lo perdonara, puesto que se había acogido a la protección de la Virgen, y que llegaría también el día en que él tendría necesidad de buscar en la Cueva el amparo y ayuda de Nuestra Señora. Algunos historiadores dicenque lo más verosímil es que

Pelayo y los cristianos, en la huida por aquellas montañas, llevarían consigo alguna imagen de la Virgen, que colocaron en la Cueva para implorar su protección, o mejor que la pondrían allí después de la victoria obtenida, a fin de dar culto a María Santísima en memoria’ y gratitud por el triunfo obtenido por su mediación y, más tarde, Pelayo, deseando tributar a María un homenaje perenne, edificó en la misma Cueva un altar a la Virgen María. Las Crónicas árabes, cuando hablan de Covadonga afirman que en esta Cueva las mermadas fuerzas de Pelayo encontraron refugio, alimentándose de la miel que las abejas habían producido en las colmenas construidas en las hendiduras de las rocas. Ante ella se libró lo que se vino a llamar la “Batalla de Covadonga” y que vendría a ser una de “las primeras piedras de


la Europa cristiana”. Las viejas crónicas ponen en boca de Pelayo esta afirmación: “Nuestra esperanza está en Cristo y de este pequeño monte saldrá la salvación de España”. El rey Alfonso I y su esposa Doña Hermesinda, construyeron una iglesia y en ella fueron erigidos tres altares, dedicados uno a la Santísima Virgen, en el misterio de su Natividad; otro a San Juan Bautista y el tercero a San Andrés. Además, con el fin de que se tributara un culto continuo a la Madre de Dios, fundaron dichos monarcas un monasterio. La escritura de fundación que se atribuye a Alfonso I dice que hace entrega de la iglesia a los monjes Benedictinos; trae la lista de donaciones de objetos para el culto y privilegios y firman el Rey y la Reina, tres Obispos, dos Abades y algunos caballeros y manda trasladar desde el Monsacro una imagen de Nuestra Señora. A este templo construido en la hendidura de la peña se le llamó “del milagro” dado que al ser construido con madera y ésta volar tanto sobre el abismo era un auténtico milagro que se mantuviese en pie.

SU SIGNIFICADO Su presencia destella en una imagen. Desde su venida a la Cueva, hace más de mil trescientos años, las presiones agresivas del duro clima, quizá hayan obligado a cambiar las imágenes concretas en numerosas ocasiones. Su figura ha sido tallada, encarnada, dorada y policromada sobre madera de roble. El tiempo de su confección es el siglo XVI. Sus medidas son 71, 4 cm de altura, incluyendo la peana. El Niño actual ha sido colocado en el año 1704, sobre la mano izquierda de la Madre. En su vestidura merece destacarse el manto que luce Nuestra Señora desde los hombros hasta los pies y cae en su parte posterior en ángulo hasta la base de la peana. Sus colores cambian según los tiempos litúrgicos. El manto normal es de color rojo púrpura, con una cenefa dorada. Se completa con el jubón, camisa de manga larga ceñida al talle, y la basquiña o falda con sencillas estampaciones de motivos florales.


A lo largo del tiempo ha recibido siempre esmerada atención y cuidados constantes. Así el conjunto fue retocado en 1820. Se reajustó en 1874. Finalmente ha sido restaurada por el Instituto Nacional de Conservación y Restauración de la Dirección General de Bellas Artes en 1971 y 1986. La actual imagen de Covadonga estuvo en la capilla de la Colegiata de San Fernando desde 1778 hasta 1820 en que fue llevada a la Cueva, donde se había habilitado una pequeña capilla para su custodia. La antigua talla del siglo XVI fue en 1874 transformada en la Santina que hoy conocemos por el imaginero y dorador valenciano Antonio Gasch, responsable también de la brillante decoración del camarín de la Cueva, diseñado por Roberto Fransinelli. Igualmente a Gasch se debe la hechura de la artística peana con tres cabezas de querubines sobre la que descansa la venerada figura. La imagen de la Virgen de Covadonga nos recuerda y hace

Basílica de Santa María la Real de Covadonga (Asturias, España)

vivir lo que ella representa en la historia de salvación para Jesús y para sus discípulos de ayer y de hoy. La Santina es una imagen universalmente conocida. Preside calles, fachadas y el interior de los hogares. Tras una cierta decadencia a finales del siglo XVIII y parte del siglo XIX, su devoción ha crecido y se extiende sin cesar. Esta cordialmente arraigada en el pueblo asturiano. Sobre todo, en los emigrantes que, alejados un tiempo de su tierrina natal, al retornar, sienten como un deber cordial acudir a Covadonga, como se acude al hogar de la Madre. Es un signo que, por encima de cualquier división, une a todos los hijos de esa comunidad histórica que llamamos Asturias.

Fuente: http://www. santuariodecovadonga.com/ nuestrasenora.html


Sembrando Valores

MBE y LCB. José Juan Paz Herrera

La Modestia

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roveniente del latín: modestia, que significa moderación. Se entiende por modestia a aquella actitud que las personas pueden desarrollar a lo largo de su vida y que supone una actitud equilibrada y humilde frente a diferentes situaciones o circunstancias. La modestia puede ser entendida desde un punto de vista general como también desde un punto de vista religioso, en el cual es comprendida meramente como una virtud que todos los seres humanos deben poder desarrollar. Podemos decir que, si bien la religión estimula al ser humano a ser más modesto y solidario, la sociedad actual en la que vivimos contribuye a que la modestia sea cada vez más un valor en desaparición debido a la importancia de actitudes tales como el individualismo, el

egocentrismo, la búsqueda del placer inmediato, etc. La persona modesta no demanda atención extra para sí misma. No le interesan los halagos y le gusta permanecer en un segundo plano. Refleja paz en su interior y no necesita exponer todo sobre su persona. Disfruta los éxitos de los demás y promueve la participación y el liderazgo de los demás. No hace ningún esfuerzo por figurear, dirigir o recibir aplausos. Todo lo hace porque está convencido que es lo que más conviene a los demás y por lo tanto nunca piensa en su persona o en retribución personal. La modestia es la actitud tendente a moderar y templar las acciones externas. Es la cualidad de humilde, de falta de vanidad o de engreimiento. La persona modesta tiene la facilidad de encajar bien con las demás personas. A la gente le molesta la vanidad y la pedantería. Actuar con modestia no significa dejarse humillar,


maltratar o dejar de luchar por sus derechos. Ser modesto es ser humilde y las personas más grandes del mundo son aquellas que actúan con mayor humildad. El mejor ejemplo de humildad lo encontramos en la vida de Jesús. Una vida de modestia es vivida para Dios y entre nosotros. Para Dios, lo reconocemos a Él como la fuente de todos nuestros dones, habilidades, y fuerzas. Sabemos que no podemos hacer nada sin Él, que dependemos completamente de Él para todo lo que necesitamos. Como resultado, lo reconocemos a Él en todas las cosas que hacemos, confiando completamente en Su Sabiduría, que Él siempre hará lo que es mejor para nosotros. Entre nosotros, mostramos nuestra modestia al honrar a otros antes que a nosotros mismos. Una de nuestras más importantes responsabilidades

como miembros de la Iglesia es dar un ejemplo apropiado de modestia y virtud. No sólo debemos conservar nuestra mente y cuerpo limpios y puros, sino que debemos demostrar que consideramos sagrados nuestros cuerpos por el modo en que hablamos, por la clase de humor del que disfrutamos y por la literatura que leemos, lo cual es especialmente importante para los padres y para los hijos mayores. Cuando damos un ejemplo adecuado, nuestros hijos o nuestros hermanos y hermanas pueden desarrollar los mismos valores que tenemos y se comportarán tal como nosotros lo hacemos. Un individuo modesto puede ser visto como una persona poseedora de características positivas. La humildad no necesita ser un déficit; alguien que reconozca sus propias fortalezas y debilidades, que


haya llegado a sentirse cómodo consigo mismo, no sentirá ninguna competencia de otros. Estará contento de interactuar con otros, totalmente consciente de quién es, funcionando dentro de los límites de sus propias habilidades o limitaciones con confianza. Alguien que vive y se comporta con sencillez ejecuta calladamente las tareas y rutinas diarias sin tocar trompeta. No hay necesidad de llamar la atención. La modestia actúa con gentileza, pero con la misma perfección y cuidado de alguien que tal vez está anunciando sus logros constantemente. Otra cosa es la modestia, es una característica humana que puede ser vista alternativamente como una virtud o una debilidad. Cómo sea vista depende, en última instancia, de su perspectiva. En la mayoría de los diccionarios existen varias definiciones de modestia; muy a menudo es presentada como humildad, timidez, o sencillez. En la sociedad de hoy cualquiera de estas definiciones de modestia pueden ser vistas como negativas, ya que a

menudo nos enfocamos en el yo; la autoestima, el autorespeto, y la expresión propia. Los principios generales de la modestia promueven evitar la excesiva atención hacia uno mismo, evitando actuar con mayor egoísmo. Pero también la persona modesta sabe que cuando actúa con mayor modestia, tiene mayores oportunidades de ser admitido por el grupo social. Cuando la gente percibe tu humildad, tu poco interés en tomar partida, te abre las puertas, te sugiere y te apoya. El arma más efectiva para caerle bien a los demás es practicando el valor de la modestia. Actuar con modestia en la mejor forma de ser atractivos a los demás. El prójimo se siente apoyado, te brinda confianza, comparte en camaradería con una persona modesta, más se siente presionado y molesto con las personas egoístas, prepotentes y pedantes. Los modestos no hacen bultos. No le gusta cogerse el escenario para ellos. Les dan paso a los demás. Favorecen que otros se destaquen. No buscan triunfos


pomposos. Prefieren el anonimato, el segundo plano para que otros sobresalgan y triunfen, se sientan bien, pues ellos tienen todo lo que desean, no necesitan nada de otros. Se puede exhibir modestia en el vivir. La tranquilidad, la humildad, y la sencillez son valores que deben ser captados y buscados. La virtud que modera todos los movimientos internos y externos y la apariencia de la persona según sus dones y estado de vida. Para el cristiano esto se logra a la luz de su relación con Dios. La modestia incluye: humildad, estudiosidad y dos tipos de modestia externa: modestia en el vestir, modestia en el comportamiento.

La humildad regula el deseo de excelencia personal para que se dirija hacia amar a Dios y no a la satisfacción del ego. El humilde descubre su propio valor ante Dios y no a la luz de apariencias humanas. La estudiosidad modera el deseo y la búsqueda de la verdad según la fe y la razón. Evita dos peligros contrarios: La curiosidad (el deseo de conocer lo que no debe) y a la negligencia (descuido en la adquisición del conocimiento que se debe tener para mejor servir a Dios en la vocación o estado de vida). Generalmente existen dos tipos de modestia externa: Modestia en el vestir y en los adornos del cuerpo inclina a la persona a evitar no solo lo que es ofensivo a otros sino también lo que no es necesario. Modestia en los movimientos del cuerpo dirige a la persona a observar el decoro según la guía de San Agustín. “En todos tus movimientos que nada sea evidente que ofendiere los ojos de otro”.


Conoce tu Fe

LA SANTA CRUZ: MISTERIO DE INIQUIDAD Y DE MISERICORDIA

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Por: Pbro. Lic. Hernán del C. Quintero Castillo

in duda uno de los símbolos más conocidos y venerados por los cristianos es la cruz. Aunque en realidad su uso en el culto cristiano no empezó sino hasta el siglo III , actualmente el símbolo de la cruz es muy amado y venerado, porque nos recuerda a aquel santo “árbol de la cruz, donde estuvo clavado Cristo, el salvador del mundo” . Tan amada es la Santa Cruz por la Iglesia, que tiene su propia fiesta litúrgica (14 de septiembre para la Iglesia Universal, y 3 de mayo para la Iglesia mexicana); pero, ¿qué significado tiene la cruz? ¿Cuál es el misterio que esconde? En la Santa Cruz de Jesucristo podemos encontrar un doble misterio: iniquidad y misericordia. La Cruz de Cristo es misterio de iniquidad, porque no

olvidemos que es un arma homicida. En la antigüedad, era considerada un instrumento de maldición; la misma Escritura lo decía: “Maldito el que cuelga del madero” (Deuteronomio 21, 23; Gálatas 3, 13). Efectivamente, la cruz encierra en sí el misterio del rechazo del hombre a Dios. No sólo el rechazo de las autoridades y el pueblo de aquel tiempo, sino todos los “rechazos” de todos los tiempos. Cuando el hombre ha rechazado a Dios, cuando deja de tener esperanza y no pone al bien y al amor como punto de referencia, puede volverse “un lobo para el mismo hombre” (T. Hobbes). Por eso, en la Cruz de Cristo también está contenida la violencia que sufrimos; el grito de dolor de los padres y familiares de los 26,000 desaparecidos en


México; el dolor que provoca el terrorismo y el narcotráfico; la lucha de poderes, la corrupción y la falsedad; las violaciones a los derechos humanos; la manipulación de conciencias a través de los medios masivos; el grito de los cristianos ejecutados en Oriente; el hambre y la marginación de los que viven en pobreza extrema; la angustia de los migrantes; el racismo, la homofobia y todo tipo de discriminación; la marginación de nuestros indígenas; la soledad de los discapacitados, enfermos y ancianos; la sociedad del dinero y el poder por encima del bien y la dignidad de las personas; el gran pecado de la pederastia y el encubrimiento; el “show” emotivo de música y “milagros” usado como mercadotecnia para incrementar las ganancias en las iglesias; los pastores (de la Iglesia que sea) que maltratamos a las ovejas, que nos creemos sus dueños y no su servidores; que buscamos una posición social o darnos la gran vida a costa del humilde; la religiosidad que se queda indiferente ante el sufrimiento

de los hermanos; la falta de acogida al que piensa distinto que nosotros o que no es “moralmente aceptable”…Toda esta realidad de iniquidad, y mucha más, encierra la cruz que los seres humanos preparamos para destruir a Dios. Sin embargo, el Señor hace que el desierto florezca y que las armas de muerte se transformen instrumentos de vida (Cfr. Isaías 2, 4); por eso, Dios transforma la Cruz en instrumento de Salvación. He aquí la otra cara de la moneda; el otro gran Misterio que encierra la Santa Cruz de Cristo y que da respuesta a la iniquidad del ser humano: El Misterio de la Caridad, de la Misericordia. En la cruz, Dios mismo mendiga el amor de sus criaturas . En la Cruz de Cristo, iluminada por la luz de la Resurrección, está todo el amor de Dios, su inmensa misericordia. Es un amor del que podemos confiarnos, en el que podemos creer; porque es un amor que libera, amor que sana, amor que promueve, amor que no disminuye en nada la libertad del hombre sino que lo hace más libre.


Corazón de Madre

es una revista de publicación mensual, editada en:

Rosa Mística

Capellanía calle Jaime Reynés S/N, esq. Addy Yolanda, Fracc. Marcos Buendía Pérez. C.P. 86190 Villahermosa, Tabasco, México. Teléfonos: (993) 2-69-40-81 / 99-33-99-98-87 Correo electrónico: corazon.de.madre@hotmail.com Sitio web: www.corazondemadre.com.mx

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