13 poemas - Tito Manfred

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13 POEMAS - Tito Manfred, 2016. JÁMPSTER EBOOKS http://jampster.cl Diseño: Constanza Fuenzalida Edición y Diagramación: Matías Fuentes Aguirre e-ISBN: 978-956-6005-00-1 OBRA GANADORA Premio “Publicaciones digitales 2017” por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile 13 POEMAS de Tito Manfred editado por Jámpster Ebooks está bajo una licencia de Creative Commons 4.0 Internacional Reconocimiento - No Comercial - Sin Obra Derivada.


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Se hace de mañana, escucho pájaros y una construcción enfrente de mi casa hay una construcción también en mí ¿qué pasa a la mañana en mi cabeza? Diosque



1. El libro inicia con la imagen de una gota de sudor sobre una pierna. Luego, el ojo del poema toma distancia: ahora es un hombre tendido sobre una cama y la escena es más o menos así: el individuo duerme en pelotas, se rasca el culo, suda como un cerdo insertado desde los manglares. Suponemos es verano. Calzoncillos como lámparas chinas, sábanas mugrosas, calcetines huachos, rollos de papel confort, una bacinica con orines, colillas de cigarro en vasos con huellas dactilares, huesos de pollo en un plato, latas de cerveza, muebles cubiertos por densas capas de polvo, el ruido blanco de un televisor, una máscara de pájaro sobre el escritorio y un extraño con libreta de apuntes acuclillado entre las sombras. Despreocupémonos de él 9


hasta nuevo aviso y centremos nuestra atención en una mosca que sobrevuela el lugar con la arbitrariedad de un signo puesto allí para significar lo siguiente: no hay ciudad más allá de estas paredes. De fondo, un tocadiscos reproduce nada semejante a la música jazz. Sin embargo, no hay ruido, nada hiede, y lo que creemos ver, en realidad, no está allí. El personaje en cuestión no existe, es una ficción: me lo inventé. Antes de que apareciera, esta página estaba impoluta y había que llenarla con lo que hubiera a mano: ripio, escombros, memorabilia, basura simbólica. No obstante, para continuar es necesario que creamos en su existencia como en un dios carnaza 10


o el mismísimo Ganesh. Rezamos uno, dos, tres padre nuestro, por la vida de aquel hombre hecho de nada. Le asignamos un nombre: Judex —esto, de por sí, es arbitrario—, y nos hacemos a la idea de que su transpiración de cerdo, tarde o temprano, olerá mal.

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2. Al individuo este se le ha metido la voz de una mujer en el sueño. Un trinar de cuervos se presenta. Dice: Hola, mi nombre es..., y luego pronuncia un nombre de pila que correspondería a ella y que permanece desconocido para nosotros. Jamás había escuchado de ti, le responde Judex mientras tantea en la oscuridad en busca de un torso o una Venus de Milo con brazos ortopédicos. La falta de iluminación deja ver bajo su cabeza [una típica cabeza femenina] lo que parece ser el cuerpo de un insecto con un número indeterminado de extremidades en los bordes. Aquí, al lector automáticamente le ha surgido desde la memoria la figura de Gregorio Samsa. Rogamos formatear esa clase de imágenes [no se ponga cómodo, Sr. Lector; preste ese cojín, siéntese 12


sobre este montón de clavos]. Entonces, Judex enciende la luz y la extraña criatura se le introduce en la boca adhiriéndose a la glotis. Hace gárgaras, las llama poemas. No son poemas, que quede claro. Empieza a articular palabras de otra lengua que transcribe en un cuaderno de caligrafía. No se entiende una mierda. Tripulación: a partir de aquí, improvisamos.

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3. Una muchacha se introduce en el poema, o probablemente sería más preciso enunciar: una muchacha es introducida en el poema por fuerzas desconocidas. Ignoramos su nombre, rut y domicilio, y si creció en un hogar cristiano donde le infundieran un miedo razonable a Las Palabras. Sin embargo, para nadie es un enigma su paradero: estos eriazos que aquí ves. Y en efecto, allí la vemos: con ataque de histeria, presa de un terror innominado, como intuyendo un destino de muerte; y mientras antes sepa que está en lo cierto, que de aquí nadie sale sin oler a gladiolos, mejor para todos. Una muchacha se introduce en el poema como se introduce en la noche: para no volver.

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4. Figurémonos a una mujer: 22 años, estudiante de nutrición o letras, sexualmente activa, bonita, nada del otro mundo, hueona pero feliz. Luego, a un hombre loco de amor por esa mujer [aquí no necesitamos descripción. No, eso no es aureola sino abundante caspa]. Ahora, figurémonos que la joven [la llamaremos Xaviera] sabe que Judex [nombre de fantasía] muere por ella, o más bien ha desarrollado una malformación de la mera calentura. No hay necesidad de declaraciones en Youtube, serenatas con narcomariachis o whatsappeos a la manera del Werther: cada vez que la mira, sus ojos miopes son dos bocas desafinando canciones de Leonardo Favio, ponte tú. Xaviera no es particularmente cruel, 15


sólo una chica linda en conocimiento de que un pobre infeliz daría su vida por ella. Quizás le dé una oportunidad y vayan un día al Normandie o a los juegos Diana. ¿Habrá besos? En una de ésas. ¿Sexo? Quiénes somos nosotros para descartarlo. ¿¡Y el cepillo de dientes, dejará alguna vez el cepillo de dientes en lo de Judex!? Ya te pusiste hueón. Toma nota: este compadre lo va a pasar como el hoyo. Pero ella lo pasará peor [entiéndase esto como una invitación a imaginar, por ejemplo, a un hombre a las afueras de la ciudad aplicándose al serrucho con un cuerpo que no opone resistencia. El amor, oh là là].

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5. El héroe de la saga continúa en su siesta nortina non-stop; ignora que será el protagonista de las especulaciones de un episodio anterior. De saberlo, de siquiera sospecharlo, con seguridad se haría el dormido como cuando deja pagando a las viejas de mierda en el metro y no estaría próximo a abrir las pepas. Sueña que una chica se le metió en el sueño y que de allí no salió nunca más a tomar el aire. Claramente todo es obra de su subconsciente: las muchachas entrarán y saldrán de la vida de Judex como si su corazón fuera una puerta giratoria o un crematorio. Ahora lo vemos en un estado lamentable: hediondo, con las carnes flácidas, hirviendo en destilados de baja pureza; pero alguna vez este loser tuvo potencial para el baile y el discurso amoroso. Pero tranquiléin john wayne: 17


una ducha al día y ejercicios tres veces por semana, y este cabro tendrá todo lo necesario para que le vuelvan a romper el corazón, le dejen el culo hecho una petunia o tome por asalto la ciudad con un rifle cargado con todo el odio del mundo. Acá en la oficina nos gusta imaginarnos que abre de una patada voladora la facultad de letras, descubre su torcido pene y grita a los cuatro vientos: ¡¡¡Beban, beban la lechita, oh bebedores!!!

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6. Hete aquí un buey reflexionando sobre la escritura [insertar aquí las onomatopeyas de este animal haciendo metapoesía] y luego embistiendo en una lengua extraña a estas criaturas, y cuyos guturales podríamos traducir de la siguiente manera: “A ver, tonto hueón, muéstrate el paisaje prometido en la tapa del libro. Acuérdate que el título de la obra que mi socio sostiene en sus manos dice en letras mayúsculas: Fría ciudad en llamas. Así que, ¿dónde están el frío, la ciudad, el fuego? Uno esperaría que lo nombrado en el título apareciera de alguna u otra manera en los poemas. Yo ni sé el absurdo papel que juego acá, engordado a puras lecturas para el sacrificio, pero me pongo en el lugar del lector que pagó por este libro, me cruzo de piernas y espero con no mucha 19


paciencia que una voz dislocada de la escena haga alquimia y convierta en oro estas cosas sin brillo: y se haga la ciudad, y se haga el frío, y se haga el fuego. En estos sueños pena la realidad, en verdad te digo: nadamos contra la corriente en un río cuyas aguas siquiera imaginamos, simulamos la partición del yo con la emulación de voces generadas por computadora. Y sin embargo yo, rotundamente yo, soy el bufido que resuena en tu cabeza, oh lectorete, mientras lees estas líneas, y aquí me tienes: entero y legible, predispuesto para la violencia, predispuesto para patrocinar una querella contra el autor, la editorial, el distribuidor y el babas que te vendió este libro sin advertirte que aquí no hallarías una fría ciudad en llamas, sino conjuntos de palabras como: a) una pieza y un hombre dentro de ella; 20


b) una ventana con persianas por las que la luz del sol no pasa; c) la imagen sorda de una urbe, y d) un río de grafemas que ni humedecen lo que nombran�. Por vuestra reputísima madre, esto ya se ha dicho demasiado. Nadie lo ha dicho.

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7. Oh Judex, no me hagas rabiar; oh Judex, piensa en las posibilidades; piensa en alfeñiques con traje de superhéroe y, sobre todo, oh Judex, piensa en el Doctor Simi de Gran Avenida. Pudiendo ser tantos otros, pudiendo vestirte con la carne de los mejores hombres o las mejores mujeres, venir a elegir ese disfraz de payaso con cáncer testicular, dientes cariados, manchas de sudor en las axilas... De qué ropa americana has sacado ese cuerpo maltrecho, esa personalidad de segunda mano. Hazme caso, Judex, cámbiate al amarillo amanecer de una vida a la altura de estas ficciones. Ponte pilas, hueón, esta hoja está en blanco y la estás llenando tú; yo sólo transcribo. Usa la imaginación, conchetumadre. No hagas tal de quedarte en esa piel tan mediocre y responder al nombre de Judex, cuando podrías llamarte 22


Judit y tener una concha sólo para ti todas las noches, y hacer como que tocas una cítara. Nadie te está pidiendo que prestes el culo a las pichulas más venéreas del barrio; hay otros escribiendo desde ese lugar y nos aburren con su escritura del ano. Por el amor de Dios, yo sólo quiero pensarte con vagina y un hambre terrible. Filo, con tu permiso o sin él, para mí serás durante este recodo del sueño Judit y te imaginaré viuda hebrea, hija de Merari, superheroína de las sagas bíblicas; esposa de Ludovico Pío o Edgar el Pacífico, noble funda de picos reales; hija del almacenero, la colegiala de la mirada golden age, la de tus sueños más húmedos y salados que el mar Muerto. Imagina que tu nombre es Judit y tienes al alcance de tu mano todas esas hembras que responden al nombre de Judit. Avíspate, rehueón, y métete mano; 23


luego despertarás del sueño de la escritura y no volverás a ver mina alguna en trescientos kilómetros a la redonda, porque estas líneas probablemente las escribes en un lugar llamado Siberia o en el descampado de tu mente.

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8. Es inminente que Judex se dejará de huevadas oníricas, nadie puede ser tan pajero, así que más vale situar a nuestro protagonista en una ciudad antes de que la ciudad emerja por sí sola, y sabemos que no lo hará; y si lo hiciera, crecería llena de tumores, y Dios nos libre del cuerpo malformado del niño Urbe. Entendamos, entonces, esta situación como una emergencia: este hueón empezará a deambular por estos poemas como quien da tumbos por baldíos creyendo andar en un bosque de araucarias con gorilas culiando con manatíes colgados de las ramas. Urge que este orden de cosas persista; nadie quiere ver a Judex con la cara deformada de puro perplejo al descubrir que el balcón de su departamento limita con un frontón para grafitear, jugar paleta o romperse la cabeza. Hagámosla corta: 25


la sede de las aventuras de Judex será Santiago de Chile, pero añadiremos arbitrariamente una serie de guiños a la ciudad de origen para jugar con su percepción de la realidad, sólo por diversión. Por ejemplo, fuera del encuadre hemos ubicado un piño de patos yecos revoloteando en círculos el lugar donde algún día caerá el cuerpo sin vida del prócer ariqueño. Judex no logra avistarlos, pero escucha a lo lejos su graznido de cerdo y suda frío como si avanzara por las calles meadas de su memoria.

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9. Soñar a Xaviera como quien asesina a Xaviera; soñar a Xaviera y saber que capacito se muera; soñarla en conocimiento de esta información, de que se va a morir de puro que la sueñas, de puro que sabes que soñar a Xaviera es la misma cosa que asfixiarla con una almohada de plumas de ganso y no sentir el estremecimiento, las piernas sacudiéndose, los dedos de los pies abiertos como los de un chimpancé, el cuerpo convulso pleno de vida, el signo de la muerte obliterado por ese montón de plumas. Yo te digo, bróder, nada de esto es literatura, una porción del objeto del sueño se muere al atravesar la fase REM o la vigilia de mono aturdido. Es cuestión de abrir los ojos, o escuchar el timbre de la 210, para que algo que nada tiene que ver con la nostalgia, la melancolía, los paseos en bote en el Parque Quinta Normal, 27


nos golpee maleteramente en la guata; y no es un resonar de tripas, sino la señal de que la mujer o el hombre que soñaste ya no existe más. O al menos así lo cree Judex. Según él, que nunca se ha considerado a sí mismo un supersticioso, el sueño funciona como ciertas tribus aborígenes entienden la fotografía: dibuja a alguien en tu cabeza mientras duermes [y mejor si hay cuentas pendientes, deudas impagas, cuchilladas a traición], y ya verás cómo empieza a desmoronarse y echar de menos un alma. No te imaginas la pila de muertas que guarda Judex en su memoria: un patio trasero con cuerpos desmembrados a medio enterrar, cuerpos a los que vuelve cada tanto para culiárselos como no supo en la vida de a de veras, hechos de sangre sobre los que finge ignorancia y responde: Me gusta recordar las cosas a mí manera, 28


no necesariamente como sucedieron. Ya viene siendo hora de que alguien sueĂąe a este cabrĂłn.

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10. A veces me temo que Judex es un VHS en blanco reproduciéndose en un salón de exhibiciones, que mi trabajo es producto de un programa del gobierno, que me tienen aquí construyendo una muralla china sólo para mantenerme ocupado. Como yo, hay muchos allá afuera que sólo pueden jactarse de ser porque hay un país en recesión. ¿Pero quién era yo antes de que me redujeran a esto, la voz de un hombre cuya inexistencia reluce como una estrella muerta? Y si alguna vez fui ese hombre, ¿quién habló por mí?

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11. Yo te las voy a cantar claritas: cuando despiertes y haya una ciudad allí donde no hay ciudad, no olvides el paraguas; los huevones llueven y no llueven de cualquier manera: llueven sin aspiración, con uve de huevones. Asoma tu cabeza por la ventana y no temas dirigir la mirada hacia el sol y quemarte los ojos: allí donde el sentido común ha figurado un testículo de fuego, un tigre de Bengala se rasca las bolas con suficiente energía para hacer la luz. Debajo, pues ya ves: los huevones llueven como meados por Dios. Y cuando se nubla no es porque los huevones vuelen, sino porque se empozan en los balcones de los rascacielos y no se deciden nunca a llover. Este fenómeno no tiene gracia alguna y no debe remitirnos a la imagen de Charly volando por los aires. Lo que sucede es que estos huevones 31


se juran que las ciudades son como fuentes de los deseos, así que emigran desde sus provincias, llegan a la metrópolis, suben a edificios de altura y se lanzan en picada al vacío cual monedas arrojadas a la Fontana de Trevi. ¿Cómo lo harán los huevones italianos que viajan desde el Lacio a Roma y se tiran clavados en el meadero ése? Ni modo, no hay manera de saberlo, nunca he salido de mi comuna, pero si me preguntas a mí, se me ocurre que esos huevones vuelan. Así que, si algún día viajas a Roma, podrás caminar tranquilo por sus calles. Mientras tanto, insisto: NO OLVIDES EL PARAGUAS.

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12. Un rayo de luz se filtra a través de las persianas: semen escurriendo entre las piernas blancas de una niña. Luego otro. Y otro más. Numerosos los filamentos perforando la oscuridad de una habitación donde hasta hace unos segundos lo único que brillaba era la idea de un sol erecto sobre un baldío sodomita: boca sedienta presta a mamar de la leche de un sol caballo. Picor de ojos en el muchacho que rumia un sueño de meses sumido en la profunda inconciencia [una ampolleta de 20 watts] de haber caminado entre longis despiertos y haber sido derrotado. Puro hablamiento, gastadero de lengua, saliva chorreando 33


por las puras, para decir que los rayos solares se cuelan por la ventana de una pieza a oscuras y que el hueas que yace en la cama comienza a despertar.

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13. Judex amanece en sincronía con la muerte que se esparce en las playas de este lado del mundo, aguas como cementerio de mascotas para el dios Ra. El último fulgor de un sol listo para la foto que se reencarnará mañana en uno distinto y peor, le da de lleno en el entrecejo y no tiene más remedio que despertar. Abre los ojos y no entiende nada. Ponemos palabras en su boca: ¿Dónde estoy? ¿Adónde se fueron todos? ¿Y mi baile de máscaras y el pájaro que anidaba en mi mano? Mira a su alrededor y ensaya un gesto como si comprendiera, como si supiera que a un metro de distancia un extraño registra sus procedimientos. Luego insiste: ¿Pero qué día es? Lo dice siempre en voz alta, como esos personajes de teleserie mexicana que exhiben cierta incapacidad 35


para retener sus pensamientos en la cabeza, o simplemente creen que sin alocución nada es real. Nosotros también lo creemos: si no hacemos hablar a este sacoehueas, ya sea con discurso directo/indirecto o con sus acciones, se nos muere aquí la idea de libro que soñamos y hacemos como que escribimos. Judex se yergue, se aproxima a la ventana, abre las persianas, la ciudad nueva se despliega, mira la noche caer y piensa —porque esto no lo ha dicho, sino que ha sido extraído de su mente con una técnica que reiteraremos en aquí en más—: Ya incendié todos mis sueños; es hora de hacer lo mismo con la ciudad. Chillarán los culiaos como chillan las hormigas bajo una lupa. He aquí mi corazón, instrumento óptico para quemar hombres, mujeres y niños. El extraño deja de videograbar y abandona el poema. 36




INSERTAR AQUÍ LA IDEA DE LOS POEMAS RESTANTES QUE NO ESCRIBÍ POR ESTAR EN OTRA O CON UNA PAJA TREMENDA



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