Colaboraciones del proyecto "Tabacalera"

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TABACALERA

Colaboraciones

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Beats of Oblivion is an artistic project, aiming at the creative use of abandoned places. It involves the collaboration of artists and thinkers, who contribute with their work, thoughts and ideas, and try to recover past and present realities. It implies all types of ephemeral interventions, whose ultimate premise is total and absolute respect for the spaces and environments where they are made. On-site creations made ​​in one place, with that place and for that place.

Latidos del olvido es un proyecto artístico, encaminado a “reutilizar” lugares abandonados o deteriororados, a causa del paso del tiempo y el olvido. Cuenta con la colaboración de artistas y pensadores que aportan sus intervenciones y reflexiones intentando rescatar realidades del pasado y del presente. Se trata de intervenciones efímeras de todo tipo (fotografía, pintura mural, escultura, proyecciones…) cuya máxima premisa es el respeto total y absoluto de los espacios y entornos donde son realizadas. Creaciones in situ, realizadas en un lugar, con ese lugar y para ese lugar. 3


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Deserted places are visited quietly, the same as you visit a cemetery; imagining everything they could have been and they were not. Regreting inexorable. Wondering why. In a world overwhelmed with the idea of efficiency, productivity, profit, utility and the benefit, these spaces were meaningless. A kick in your liver. Straight, accurate. A kick that bucks you up. A kick that mobilizes. Waste products that wake us up into an alternative reality which always goes along with us even if we want to hide it. They are living spaces with a very special freedom. Beyond any control, beyond the laws; they seem to want to resist any attempt of human subjugation. Spaces of anarchy that only the imagination of those who wander around or take part in them move away from the chaos. Only that way, the atmospheres reach their original sense and function from the times when they were inhabited and the tidy life cleared the inherent hazards attributed to “waste products”.

Los lugares abandonados se recorren en silencio, como se recorre un cementerio; imaginando todo aquello que pudo haber sido y no fue. Lamentando lo inexorable. Preguntándonos “por qué”. En un mundo agobiado por la idea de la eficiencia, la productividad, la ganancia, la utilidad y el beneficio, estos espacios son un sinsentido. Una patada al hígado. Directa, certera. Despabilante. Movilizadora. Desechos que nos despiertan a una realidad alternativa que, aunque queramos esconderla, nos acompaña siempre. Son habitáculos de una libertad muy particular. Ajenos a todo control, y al margen de las leyes, parecen querer resistir todo intento de sometimiento humano. Espacios de anarquía que sólo se apartan del caos por intervención de la imaginación de quienes deambulan o intervienen en ellos. Únicamente de ese modo, los ambientes adquieren el sentido y la función original que tuvieron cuando estaban poblados y la vida ordenada despejaba los peligros inherentes que le atribuimos a los “desperdicios”. 5


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olaboraciones

Iván del Arco Santiago Ulises Faragüit V. H. Gª. Brea Eva Lavilla Rey Cris Martín “La Princesa Inca”

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Nítida balancea tus dientes en el precipicio, todo mutó hacia una forma que desconoces y ahí sigues, desequilibrista muda, extraña de ti misma.

Cris Martín “La Princesa Inca”

“Hasta encontramos difícil ser seres humanos, hombres auténticos, de nuestra propia carne y hueso; nos avergonzamos de ello, creemos que es ignominioso, e intentamos convertirnos en una especie nunca vista de hombres generalizados. Hemos nacido muertos y, durante largo tiempo, no hemos sido engendrados por padres vivos, cosa que nos agrada cada vez más. Le estamos tomando el gusto. Pronto inventaremos la manera de nacer de una idea. Pero con eso basta; no quiero escribir más desde el subsuelo”. F.M.Dostoyevski “Memorias del subsuelo”

El hombre del subsuelo Os habla el hombre sin poderes, el hombre del subsuelo. La vida más vulgar adquiere en la penumbra algo de sugerente misterio pero no os dejéis engañar porque aquí no hay ningún secreto que desentrañar, los velos de Isis han caído hace tiempo. Aquí, en el subsuelo, los hombres sin poderes nos movemos torpemente en la oscuridad, tropezamos a menudo y nos palpamos con ansiedad para certificar que no nos ha sido arrebatada una porción de carne cenicienta. Somos hombres vulgares 8


porque hace tiempo apostamos nuestros poderes y perdimos. Seres hechos de susceptibilidades, carentes de la fe creadora y de amor. Algunas veces los estrangulados rayos de luz que entran por el tragaluz atraviesan nuestros cuerpos agujereados; sentimos, entonces, un dolor impropio porque no nos toca, tan solo roza nuestro vacío. Ya no podemos sentirlo del todo, nos quedan jirones alrededor de esos huecos que parecen agujeros microcósmicos. Nos duele la conciencia como duele un miembro amputado, entonces nos ovillamos y nos sorprende recordar brevemente que fuimos otros: seres plenos, a los que los rayos de luz no podían atravesar como espadas inclementes. Éramos otros, seres reflectantes, formas superiores de vida no avergonzada. Esta constatación nos aturde un breve lapso de tiempo hasta que nos olvidamos de nuevo, nuestra memoria es como la de los peces, corta y acuática. Después de un episodio de este tipo en la boca sentimos el sabor de la ceniza y del esparto que finalmente termina por desaparecer.

El hombre del subsuelo teme la luz como el leproso apartado largos años del resto de los vivos y no perdona a quién enfoca con su luminaria su maltrecho cuerpo: es la vergüenza por la fealdad pero también una coartada para negar su imagen ignominiosa, para obviar su responsabilidad en esa degradación consentida. Por eso ansiamos el olvido, habitamos un espacio que es tránsito hacia la muerte como la cripta de una iglesia. Pero éste no es un lugar santo, en nuestra gruta no nacen ideas eternas y bellas porque somos radicalmente (hasta la misma raíz) feos. “…Pero con eso basta; no quiero escribir más desde el subsuelo”. Eva Lavilla Rey

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La palabra incandescente

La luz derramada sobre nuestra frente nos quemó para siempre dejándonos una marca indeleble, fue entonces cuando un ángel compasivo nos trajo la palabra para evitar que el destello nos dejara ciegos. Y con ella construimos un fuerte donde resguardarnos y un puente para alcanzar a los demás. Y si antes nos abrasó la piel la luz inclemente, ahora es el fulgor de la palabra el que abre un tajo en nuestras entrañas como una navaja afilada. La palabra incandescente fue abandonada como un artefacto peligroso en medio de las tinieblas y no tuvimos más opción que abrazarla. Y al abrir el ingenio su contenido rebotó en las paredes como un eco. Las palabras nos persiguieron como estorninos inquietos, afiladas como fotones en guerra, las letras se acabalgaron en partículas fluorescentes y reverberaciones de prosodias abrasadoras quedaron suspendidas del techo como banderines de cumpleaños. Así permanecimos, subyugados por la palabra 10

primigenia dispuesta en el suelo como un tesoro peligroso y mortífero, como una nueva caja de Pandora… Después, el verdadero hallazgo fue la escritura menor. Los signos, como si de catacumbas profanas se tratara, aparecieron en las paredes para hablarnos de vidas menores como la nuestra, con desprecio y olvido de faraones. En los muros se revelaron interrogaciones procedentes del pasado, preguntas que nos interpelaban con insistencia. Empezamos a leer con los dedos en los muros como cuando éramos niños y recorríamos las paredes con un dedo rezagado y moroso, como ciegos que sienten en el relieve de la palabra un relato nuevo y emocionante. Entonces pudimos oír la voz de aquellas mujeres que habían liado cigarros como las diosas menores lían las hebras de la vida para ajustarlas a discursos blancos y uniformes, que se consumen en el mismo momento de ser leídos. Mujeres que construían frágiles arquitecturas de papel, juegos de la imaginación que trazan itinerarios y vidas paralelas.


Todas aparentemente iguales, todas idénticas como cigarros. Las vidas de “la multitud en la historia”, todas aparentemente monótonas. Y, sin embargo, la incandescente luz que irradia cada una de ellas semeja a la de un cigarro encendido en la oscuridad. Todas únicas. Lo sabemos con certeza porque nosotros somos masa, muchedumbre, turba, plebe, chusma… somos legión. Y cada uno de nosotros conocemos, aunque a veces lo olvidemos, que somos un milagro del azar y la biología; y, en fin, que somos parte del misterio.

Glosario improvisado

• Ritual de exorcismo: Acto formalizado en el que se produce la expulsión (véase la voz “expulsión”) por el imperio de la fe, de la fuerza maligna que se ha apoderado de un cuerpo. Existe un conocimiento específico para lograr el objetivo de sacar el ente demoniaco del cuerpo. Uno o varios miembros de la comunidad son portadores de ese conocimiento lo que les autoriza a usarlo de forma exclusiva.

Eva Lavilla Rey

• Ritual del desalojo: Acto formalizado por el que se produce la expulsión de los elementos o individuos que se consideran nocivos para el cuerpo social, sea porque han ocupado un edificio sin consentimiento, porque no son capaces de pagar las letras de la hipoteca bancaria o porque intervienen artísticamente de forma clandestina. Las fuerzas de orden público tienen el monopolio 11


de la violencia y son los únicos autorizados por las leyes de la comunidad para proceder a la expulsión.

La Abeja Reina

A mi abuela Paz

• Expulsión: Situación que todos los seres humanos hemos sufrido alguna vez, desde el momento en que dejamos de ser seres celestiales a la derecha de Dios y nos convertimos en carne que ocupa un espacio. Expulsados del paraíso por pecadores, de sus países por conflictos bélicos, expulsados de clase por hablar con el compañero, del país por inmigrantes, expulsados de la comunidad religiosa por la orientación sexual, desalojados de los subsuelos por antipatías insolidarias. Sacados a la fuerza del lugar de creación, lastimados por la muerte de la confianza y la fe en el hombre. Eva Lavilla Rey

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Olor a muerte, olor a vida. Vida que no es vida, vida, que es intriga. La abeja Reina se muere sobre césped de lana fina. Y en un aliento de vida, mi abeja reina respira.

Iván del Arco Santiago


Esencia

A mi padre

Un momento, aliento, una vida, sosiego, un instante, tormento, un hecho, eternidad, un juicio, fuego, de Helios, gloria, de hoguera, Hades, un momento para siempre, una vida, de repente.

Iván del Arco Santiago

La ironía del espacio

Es irónico como aquel espacio que sirvió para la confección de cigarrillos, cuyo fin es ser quemados, destruidos, ahora es soporte de una obra efímera, evanescente, como el humo de aquellos pitillos en la comisura de los labios de Humphry Bogart. Es curioso como se llegan a asociar las ideas y nos transportan a recuerdos de otro tiempo. Y es ahí, en el recuerdo evocador que produce la vieja fábrica transformada en centro de encuentro y actividad artística, lo que la convierte en lugar de excepción para el trabajo de este póker de artistas que en cada intervención nos regalan un poco más de ellos, de sus apreciaciones, de sus sentimientos, miedos e inquietudes. Cuando uno entra en tabacalera una miscelánea de imágenes se nos presentan, pero si se prosigue, y se tiene la posibilidad de descender al sótano, inaccesible al público, simula ser un descenso órfico a un mundo de silencio y soledad. La nada emerge según avanzamos por sus pasillos 13


y galerías abovedadas con los muros pardos que invitan a la meditación sobre su pasado, un canto a la melancolía que se refuerza aún más en las nuevas sombras de Javier cuya plástica se esconde en los colores terrosos de la pared que parece metamorfosearse en expresivos hombres, como su deconstrucción humana que se yergue en medio de la nada y de la luz que la matiza. Y es que la luz es personaje de excepción en este coctel de formas que conjugan nuestros alquimistas de la ocupación. Luz que recrea teatrales contraluces que enfatizan la fuerza de este lugar que ofrece una unidad escenográfica, acogedor leit motive de este proyecto de Latidos del olvido. Luz que con sus cambios hace palpitar al propio espacio y al paseante que siente el eco de sus pasos al tiempo que intuye sonidos del pasado. La luz limita sin límites, recorta los espacios con sus contrastes, de la misma forma que Diego en sus imágenes busca las fronteras del espacio en las matemáticas y la función, la geometría y la producción,

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donde el concepto metafórico se muestra para recrear juegos irónicos. El gran espacio otochentesco mantiene una estructura fabril ordenada que en su múltiple fragmentación se convierte en laberíntica. Una gran paradoja, como la que nos presenta Kike en su tiralíneas donde el papel de fumar rodea los robustos pilares que sostienen las estancias en las que otrora esos blancos rollos se almacenaban. De nuevo la ironía se nos hace presente. La ductilidad del papel contrasta con los recios pilares que separan los vacuos espacios de la basta construcción, a la vez que el blanco en perfectas líneas rectas, que se entrecruzan ordenadamente, parecen separar la luz de las tinieblas. Dos laberintos se nos presentan: el del propio espacio mediante esos juegos provocados por la luz que penetra por las ventanas altas que comunican con la calle, y el que Kike nos ha dibujado con los rollos del albo papel de fumar. Y para terminar, de repente, entre la oscuridad que tenuemente se disipa con los esporádicos rayos que iluminan los


sótanos, una luz autónoma proyecta las ideas que Paye nos acostumbra a regalar y que nos invitan a pensar en sus sentimientos e inquietudes. Palabras que se funden al abrigo de la luz, como aquella luz de los iluminados, de los consecuentes, que emerge de un cubo solitario en medio de la yerma sala, es metáfora de la soledad del pensamiento. El espacio muta hacia lo trascendental, en un trayecto entre la melancolía del pasado y del presente, materializada en la evanescencia de la obra. Ecos del ayer conviven con palabras del presente, proyecciones de un futuro. De nuevo la luz, la nada y los recios muros aparecen en la praxis creativa, improvisando una esfera metafísica en la que convergen diversas concepciones existenciales, que a su vez conforman la unidad entre estas cuatro manifestaciones artísticas, a las que el resto de colaboradores tan solo queremos poner un acento testamentario. Iván del Arco Santiago

Sucesión

No puedo dejar de mirar esas paredes, esa sucesión de ladrillos, ese mar de arcilla cocida, de polvo, de pintura y suciedad. No consigo apartar los ojos el océano congelado de sus muros. Ese mar de vida. Sí, de vida, porque en definitiva no es más que eso. Vivir es caos, desorden, es encontrar cosas fuera de lugar, desear que todo fuera de otra manera, es lucha y tensión. Las casas llenas de vida son hogares, y los hogares viven con el desorden. Mi propia vida es desorden; no respiro como debo, no ingiero como debo, no amo como debo, no deseo como debo. Se me escapan los deseos por entre los dientes, y la vida es encajar esa miríada de piezas. Vivir es la tensión que me empuja a encontrar el sistema del desorden, la búsqueda de esa homeostasis. Es intentar algo, un no sé qué, tal vez crear aventuras en ese caos…pero la vida es también vaciedad. Es triste, y cuesta trabajo vivir. Triste en sí misma, es una pared que se ha de escalar, agarrándote a cualquier saliente, buscando 15


pretextos para seguir escalando, y, sin embargo, puede ser también bella, si la lleno de belleza. Llenar mi existencia de belleza, de experiencias sobrecogedoras, de sensaciones y momentos que alumbran experiencias. Llenar el espacio de mi existencia, el intervalo entre cada uno de mis latidos. No puedo dejar de observar cómo la luz se derrama por los muros, esa luz creadora, que hace aparecer las cosas en el espacio. La luz que no existe si no existen las cosas, las cosas existen porque yo existo. Esto me lleva a encontrarme con más mundos, con todos los universos posibles, porque quiero existir, quiero existir mucho, hacerme presente es todas las dimensiones posibles, ser pleno. Pasear por las playas de los trópicos, sentir el zumbido del viento en mis oídos. Las playas tropicales acariciando las plantas de mis pies. Esas playas comienzan a existir en el momento que las considero. Cada paso, por lento y silencioso que pretende que sea, es un crepitar continuo,una hoguera de frío,de separación, de desamparo. No, no tengo miedo, no 16

huyo de ese espacio de abandono. Al contrario, me llama, y yo voy hacia él. Me maravillo al considerar que un espacio como este, que era manantial de riqueza para algunos, fuente de lujo para pocos y medio de vida para muchos, es ahora el santuario de la pobreza. Un santuario en el que solo se puede venerar la desesperación. Los pobres escalan sus muros, penetran por sus vanos. Los pobres ante el poderío del abandono, en una corte de milagros miserables. Ulises Faragüit


Las ruinas de lo que nunca fue

Mientras fuera la verdad del calendario se imponía y afirmaba que habían transcurrido años, yo supe el tiempo detenido; mientras la verdad del suelo que pisaba anunciaba un espacio posible, yo supe de su engaño...Todo comenzó el día en que el lugar en el que quise levantarme y levantarle, como quien vislumbró el águila y el nopal, me susurró desde la lejanía "no estoy" y advertí que no estaba sino sobre las ruinas de lo que nunca fue; que no estaba sino donde una vez noté sucederse días de estreno; días siempre nuevos, únicos, sustentados en la esperanza; días en los que, ilusionada como estaba, el tiempo discurría amablemente sobre mí y yo lo estiraba, antojándoseme eternas sus posibilidades, y las de él, y las mías, y aun las de un nosotros y fui dulcemente inconsciente de toda finitud, de toda derrota... Pero desde la epifanía de la certeza de la extinción de aquel lugar, me sé, sin haberme mudado, nuevamente en otro mundo; me sé, pese a la apariencia, en un tiempo

agotado. Así, el espacio en que una vez renací, y asimismo el otro y el mundo renacieron, me anunció todas las muertes. Otra vez habría de reinventarme. Ahora de nuevo soy Mercurio: proyecto, posibilidad, potencia... Y mientras fuera la verdad del calendario se sigue imponiendo, me digo: "se me agota el tiempo; se consume el tiempo; el tiempo del ser que tengo detenido". V. H. Gª. Brea

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