BÁRBARA Parte 2 - La Resaca

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Parte 2ª – La Resaca

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Bárbara

BÁRBARA Parte 2ª La Resaca Diego de la Fuente Quintana 3


Parte 2ª – La Resaca

UNO

No sé cuánto tiempo permanecí en coma profundo, pero por los datos que fui hilvanando a posteriori, no fue mucho.

El sol se colaba por las rendijas de la persiana cada vez más débil, se iba con disimulo, volvería al día siguiente, como siempre, no quería ser testigo de lo que acontecía dentro de casa, demasiadas cosas veía 4


Bárbara

en tantos lugares y casi al mismo tiempo, al fin y al cabo la tierra gira a su alrededor. La ingente cantidad de alcohol, consumida el día de “autos”, que en su metabolismo se comporta entre otras cosas, como un diurético, más el agua diluyente ingerida,

también

mucha

en

un

intento

de

compensar la deshidratación subsiguiente, me provocó tal distensión y dolor en el hipogastrio: encima del pubis, que cambió mi nivel de conciencia. Del coma “cuasi” profundo, pasé a un estado estuporoso, que se alternaba con una inquieta somnolencia de la que no podía salir, pero resultó imposible hacerse el distraído por la necesidad imperiosa de orinar. A duras penas, poco a poco, logré ponerme boca abajo y doblado tal cual mahometano, sujetándome a la cama conseguí poner los pies en el suelo y al poco levantarme. No iba a ser nada sencillo caminar, el desequilibrio era inmenso, creía estar en un barco a la deriva en

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Parte 2ª – La Resaca

alta mar, ante una tempestad que me lanzaba sin misericordia de un lado al otro, en contra de mi voluntad, impidiéndome ir a mi primordial objetivo. La Resaca como siempre llegó de golpe, nada más despertar, de improviso, aunque en algún momento del día anterior la podíamos presagiar, con sonrisa bobalicona, con esa risa inconsciente que te da el alcohol y la fatua sensación de que a ti no te ocurrirá. —¡¡Uf!!… Verás mañana— me acordé de lo que dijo Bárbara. —Eso pasa a los otros— respondería yo. Aunque se veía venir, la Resaca como esperada no resultó menos dura. El vértigo me imposibilitaba cualquier movimiento por liviano que fuera, pero era ineludible hacerlo. Menos mal que mi Madre se había ido a comer a casa de mi hermana Mari Carmen, no tenía testigos a los que preocupar.

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Bárbara

Como si fuera a cámara lenta, apoyándome donde podía, en algún mueble, en la pared… inicié mi camino bien despacito, como no podía, al poco, proseguí de rodillas y como apenas avanzaba: a gatas, así llegué al cuarto de baño. A trancas y barrancas: a manotazos, localicé el retrete, dicho de mejor forma, la poltrona de “Ven y Mean”, que diría mi amigo Abdalah, donde no sé cómo, me senté y eliminé a empellones el líquido acumulado, imposible hacerlo de una vez. El alivio resultó casi imperceptible, pues el vértigo se hizo más manifiesto. Al mismo tiempo en mis oídos se había instalado una orquesta desafinada, como si un enjambre de mosquitos anunciara un batallón de moscardones, cuyos tonos oscilantes y progresivos, llevaron a una infernal

apoteosis:

los

acufenos

eran

insoportables. ¡Menudos pitidos!

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Urgente volver a la cama, tenía que abandonar mi precario asiento ante el peligro de caerme y complicar las cosas. Lo primero era afianzar la posición, lo ideal: apuntalarme, no veía como. Con dificultad me senté en el suelo, apoyé la espalda en el inodoro y coloqué las palmas de mis manos a ambos lados, “agarrándome” al suelo para no desnivelarme, controlar la Respiración, cual yogui, e intentar tolerar el vértigo en la máxima quietud. Con progresivo horror, ante la exacerbación de los síntomas implantados, intolerante a la luz por mínima que fuera di con el interruptor y de un manotazo, casi me lo cargo, me sumergí en la oscuridad del cuarto de baño, simultáneamente se abría paso como si nada, un creciente dolor, que se instauró en mi cabeza: una brutal cefalea. Se inició encima de los ojos, a golpetazos, como si un enano diabólico con un taladro recorriera y perforara, casi al mismo tiempo varios puntos de mi

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Bárbara

frente, irradiando el dolor, sin clemencia, como si tratara de colocar cualquier señuelo conmemorativo, a las efemérides concurrentes. Lo peor de todo es que no había tocado fondo todavía, un indescriptible y en el sentido más peyorativo: mal cuerpo generalizado, donde el estómago, a grandes zancadas, conseguía hacerse el protagonista. Una tremenda presión, que te corta la respiración por encima del ombligo: nauseas, que progresan hacia arcadas en forma de olas imparables que suben por el centro del abdomen hacia el pecho y parece que te van a reventar. Y en su ascenso, te queman la garganta y de forma violenta: vómitos, como tiros emergen por la boca, como el surtidor de una fuente, que de repente inicia su funcionamiento. Menos mal que al estar sentado, solo con mover la cabeza, cayó en el plato de la ducha salpicando poco por fuera, como pude comprobar un rato después.

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Parte 2ª – La Resaca

La resaca se movía desde la soledad del cuarto de baño hacia la atmosfera y sus diferentes capas, transportándome a su antojo. Y yo, sin poder hacer nada, si abría los ojos mal, si los cerraba peor. ¡Y eso que estaba a oscuras! Imposible saber qué hacer. La resaca era Estratosférica. Lo peor de todo, lo que me dejaba gravemente hendido, era la percepción de mi incapacidad para recordar todos los hechos ocurridos el día anterior. —Quédate Diego— oí decir a Bárbara, estoy seguro… Nada peor que no recordar, aunque solo sean fragmentos del día anterior. La sensación de que algo se había roto en mi interior, resquebrajado en mi cerebro, de forma irreparable quizá, que me dejaría secuelas, como los agujeritos de una esponja: lagunas amnésicas que provocarían un lago en mi mente. 10


Bárbara

Tenía mucho miedo, la angustia era extrema, nunca tomaría un hipnótico tras haber tomado alcohol. Tras varios accesos a cada cual peor en los que sin ninguna exageración me creía morir, en sucesivos estados de vigilia—sueño, exhausto, tirado en mi realidad del cuarto de baño, angustiado ante la inminente llegada de mi Madre y que me viera en tal estado, limpié de forma somera el desaguisado y con mucha dificultad conseguí llegar de nuevo a la cama. Había anochecido ya. El domingo casi se había consumido y no volvería, me hizo gracia la profunda reflexión de ese instante, me indicaba que estaba algo mejor pero, la buena sensación duró muy poco, me acuciaron las sombras. ¿Y Bárbara? ¿Cómo estaría? Pensé en llamarla. Las dudas metódicas, propias de cierta mala conciencia aparecieron y tuve que parar mientras pensaba ¡Bebimos demasiado! Ella no tiene mucha capacidad de aguante, si yo recién me estoy recuperando. 11


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¿Qué hago? Cogí el teléfono y lo colgué de nuevo y deprisa con cuidado de no tropezar volví a mi cuarto. Creí oír el regreso de mi Madre y así fue, sin hacer ningún ruido, abrió la puerta de mi cuarto, me hice el dormido. —Es de noche, tienes preparada manzanilla en la cocina—. Dijo con voz tranquila. Una ola de ternura nubló mis ojos y casi me hizo hipar, sería mejor permanecer callado, en el estado que estaba solo hubiera podido balbucear con aprieto. Al rato, con la manzanilla que bebí con avidez, vehiculé

a

mis

adentros

un

analgésico,

un

antiemético y un potente protector de la mucosa gástrica, una botella de agua en la mesilla me haría compañía. Puse el despertador con apuro y comprobé la hora, faltaban seis horas para que sonara, y en posición fetal, somnoliento, pasó el tiempo.

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Bárbara

Y sonó, y mi Madre me esperaba en la cocina con más manzanilla, pan tostado, zumo de naranja y me reprendía con dulzura y energía. Yo asentía. ¿Qué otra cosa podía hacer? Al día siguiente de la gran resaca.

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DOS

¡Pensar en Bárbara! ¿Por qué me importaba de forma distinta, a tan sólo dos días después de su llamada por teléfono? ¿Por las expectativas de ambos?

¿Cómo

estaría?

¿Recordaría

nuestros

Besos…? ¿O tendría amnesia anterógrada*?: *incapacidad para recordar hechos ocurridos recientemente, que sucede a veces cuando te pasas de alcohol. ¡Oh Dios Mío! ¿Y mi rechazo a dormir con ella, como se lo tomaría…? No era el momento apropiado para atiborrarme de dudas metódicas como buen Neurótico… Lo cierto era que se había desvanecido mi sensación con Dunia a la que imaginaba en el tren al encuentro de los suyos y no me importaba. Era muy pronto para llamarla, recapacité y no lo hice. 14


Bárbara

Tras una ducha decidida que contribuyó a limpiar del todo las secuelas vertidas horas antes, que no mi interior y preparar el maletín, dije a mi Madre: —Tengo Guardia, te veo mañana—, la di un Beso y un largo abrazo, mientras pensaba que el mejor momento para hablar con Bárbara sería tras la guardia. La libraría Sí o Sí, me decía, y un pinchazo de añoranza me dio en el estómago al venirme a la cabeza una frase de Maite cuando se empeñaba en algo irrenunciable y que con el tiempo la hice mía: “¡Tiene que crujir el mundo para que no lo haga, o que lo haga!” En algo menos de una hora darían las ocho. Decidí ir al Trabajo en Metro, evitaría el atasco sempiterno en la Plaza de Castilla, así como el consiguiente mal humor y la eventualidad de un percance, aunque fuera menor a LucasDos:

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Cápsula de cuatro ruedas, negro Antracita tres puertas 1.800cc.i, A/A, 115C.V., cuatro altavoces que nunca puse a tope, no quería parecer una feria andante de 0 a 100Km/h en menos de cinco segundos… que me llevaba adonde yo quería: Recopón de la baraja. A Héctor, con su Kawasaki SJR 1.3 le costaba pasarme, lo hacía porque yo levantaba un poco el pie del acelerador ante el rugido tan molesto de su moto, tan cerca de mi oído izquierdo, le veía venir con el rabillo del ojo, cuando al fin, se ponía a nuestra altura y él, tan ufano pensaba que ganaba: nunca lo sabrá, pero Bárbara más de una vez ha sido testigo y al mismo tiempo gritaba cerca de mi oído derecho: -¡¡¡Nos vamos a Mataaar!!! Tragaba saliva ¡¡¡De éstaa no Salimos!!!La velocidad a la que íbamos no la puedo decir ni siquiera hoy, pues las multas aún no han prescrito y siempre hay un celoso funcionario dispuesto a sancionar infracciones con agravante de chulería. Locuras impensables ahora. 16


Bárbara

lo

único

que

diré

es

que

la

aguja

del

cuentakilómetros no podía avanzar y se lo mostraba a Bárbara, que decía con indisimulado enfado. ¡A ver si revienta! ¡Joder! ¡Que te Jodan! Si todavía vamos en festivo a La Paz.

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TRES La Guardia

Ya en el Hospital, en el pasillo de la Planta, oí a mi espalda la inconfundible voz de Yaiza que me decía: —Diego. Buenos días, pasaremos las veinticuatro horas que vienen juntos. Estoy de Guardia contigo. ¿No me escuchas? —

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Bárbara

Me di la vuelta y su sonrisa casi perenne dio paso a la preocupación; se acercó al llegar a donde estaba me dio dos besos y continuó. —Diego, ¿Qué te ha pasado? ¿Qué te han hecho? ¡Cuéntame! —. Dijo moviendo su cabeza de un lado a otro. Yaiza, era Médico Residente del último año. Era una Suerte tenerla como Compañera de Guardia en ese aciago día, entre otras cosas, porque me quitaría mucho trabajo. Hacía mucho tiempo que no coincidíamos, mucho…, por lo menos dos años. —El fin de semana me sentó fatal, que diría aquella canción de Mecano—. Contesté forzando una sonrisa. —¡Ah! Vienes de Resaca. ¡Todavía estás con las secuelas! ¡Cómo te conozco! ¡Dios mío! El Cubasillo y tus amigos no te hacen ningún bien, tendrías que pensarlo…

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¿Y Bárbara, sigue “deshojando la margarita con Héctor”? ¿Qué tal Sara? ¿Y Jorge?

¿Siguen

juntos? —Me han dicho que sales con una Enfermera de la planta, con Dunia ¿Es verdad? — —¡Caray Yaiza! Vaya recibimiento, estoy aturdido, no sé por dónde empezar, no me acuerdo de todo lo que me has preguntado, en plan telegráfico te diré: Bárbara al fin, por fin… ha dejado a Héctor— puso cara de incredulidad y soltó con retintín. —¡Ya, y tú te lo crees! ¡Perdón! — Se tapó la boca con la mano, hizo un gesto para que continuara. —Héctor, se esnafró con su Kawasaki, iba solo, incomprensiblemente tuvo daños menores, a la semana se compró otra más potente— movió su cabeza de un lado al otro, continué. —Sara cada día más guapa, nos iremos a Cuba en el verano…— Me cortó.

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Bárbara

—Tenía la intuición que terminarías con ella— y callé durante un momento y antes de que se impacientara, proseguí.

—Con Jorge que no la suelta, lo tuyo no es adivinar, nunca irrumpiría en una relación para desbancar a nadie y menos a Jorge— —Era una broma, desde luego te conozco, bueno te conocí un pocoIntenté hablar no me dejó.

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-¿Crees que soy la única que no se ha enterado que sales con una Enfermera de la Planta que se llama Dunia? Creo que te lo he preguntado — —Caray, han sido dos o tres veces, pero se ha terminado,

se

traslada

a

Burgos,

asuntos

familiares…— Puse la cara que pude, no insistió y continuó: —Estoy rotando en Pruebas Funcionales y hoy se han suspendido, no tengo función concreta, venía a pasar visita contigo, a recordar viejos tiempos de la Planta, pero mejor lo hago yo sola…— Con la voz algo quebrada, prosiguió. —Quería hacer una de mis últimas guardias contigo… ha pasado tanto tiempo… mi contrato termina en menos de dos meses, vete a descansar y en un rato largo te aviso o si hay cualquier problema que necesite tu presencia… antes… … ¡Vamos! Hablaremos en un rato—.

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Bárbara

Asentí con la cabeza, no supe decir nada, no valían pegas que no puse. Nunca hasta ese entonces, había empezado una Guardia en el cuarto del posible descanso nocturno, sin haber iniciado la jornada de trabajo y es que siempre hay una primera vez. Tampoco me había sucedido que una Resaca me durara más de veinte cuatro horas, también era la primera vez. Y me recluí en mi despacho, con llave, cambié la sábana y me derrumbé en la camilla. Mientras, esperaba el sueño que no llegó: Ruidos varios por el pasillo, provocados en su desplazamiento por el carro de bandejas del desayuno y de la medicación de los Pacientes, la voz de la Supervisora, que viene y que va con sus tacones sonoros, decididos, que se alejan y al poco cada vez más cerca, que parecen golpear la puerta tras la que me escondo, con el permiso de Yaiza, que se alejan con prisa y de nuevo otra vez. 23


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La imagen de Yaiza caía una y otra vez sobre mi entrecejo, sobre mi interior: evocando el pasado, despertando mi Recuerdo…, alejando el sueño definitivamente, entré en una dulce placidez. Yaiza: Mujer del rayo de luz Así te llamarían tus ancestros Guanches, dije para mis adentros. ¡Cuánto tiempo ha pasado! Me sorprendo al revivir aquellos recuerdos con total nitidez, como si estuvieran pasando ahora mismo y siento, aun hoy en mayor o menor medida cierta culpabilidad.

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Bárbara

CUATRO Cuatro años largos para atrás

Como

responsable

Residentes

de

de

mi

los

nuevos

Especialidad,

Médicos acudí

a

recibirlos al Salón de Actos del Hospital. Para mí era uno de los días más importantes del año. A un lado, a la izquierda de la puerta de entrada, una larga mesa con los responsables de las distintas Especialidades, varios Jefes de Servicio, el Dr. Del Nido (the fucking boss of the universe), me dijo, que excusara su ausencia al Jefe de Departamento de Medicina

Interna

y

Director

Médico

que

simultaneaba el cargo, me gustó no hacerlo. Enfrente,

el

Anfiteatro

con

los

Médicos

seleccionados, familiares de los mismos, amigos… ¿Quiénes serían de entre todos ellos los que compartirían trabajo, sus ilusiones y las nuestras, su Formación, durante cinco años en Nuestro Servicio? 25


Parte 2ª – La Resaca

Trataba de adivinarlo sin ningún fundamento, por simple imaginación. Antes que el barullo de los presentes, fuese a más, después de varios intentos, logré el suficiente silencio para empezar. Tras dar la Bienvenida y ánimos en la Nueva Etapa que iniciábamos todos, el Jefe de Departamento me pasó un sobre en el que ponía Residentes de Aparato Digestivo, lo abrí y los nombré. Los Nuevos Ese año eran cuatro, tres chicas y un chico: cada vez había más Médicas, constaté, una de ellas tenía nombre de un pueblo de la Isla de Lanzarote de tantísimo significado para mí. ¡Qué curioso! La cara de otra me resultaba conocida y las tres me parecieron muy guapas: Guapísimas. No sólo a mí, a muchos de los allí presentes también…

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Bárbara

…por un momento me pareció estar en el comedor de la Facultad… …cuando pasaba una chica y más si era guapa, se producía entre risas y algún comentario soez, un golpeteo de cualquier cubierto contra el vaso provocando un campanilleo, a veces molesto a la “homenajeada” … …mientras bajaban del Anfiteatro, entre el rumor general no acallado en ningún momento, saltó la nítida voz de un espontáneo: —¡Bravo Digestivo! — al que siguieron silbidos admirativos y tímidos aplausos que cortó de raíz la Jefa de Servicio de Alergia: —¡Vamos a ver! ¿Este alboroto? ¿Por las chicas? ¡El chico está como un queso! — La carcajada fue general. Incluso el Jefe de Departamento de por sí bastante seco, uno de los mejores Médicos que he conocido en mi vida, sonrió entre dientes, y comentó algo

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Parte 2ª – La Resaca

ininteligible a la Doctora, que dejó de reír en el acto, a muchos nos hubiera gustado saber que la dijo. Pasé el micrófono a otro responsable para que hiciera lo propio con los suyos, y yo con los míos, ya estábamos en el mismo Servicio, iniciamos el camino, yo de vuelta, ellos de llegada. Una muralla humana se concentraba frente a los ascensores, menos mal que llegó el de Solo Personal con Mariano el Celador encargado del mismo, que impidió el paso a quienes querían entrar a toda costa, solo con la mirada, sin decir nada y eso que no aparentaba mucho, mientras señalaba el cartel prohibitivo y una vez dentro, satisfecho, pulsó el botón número once. —¡Como mejora el personal! ¿Verdad Doctor? — Y sonrió, sin entender mi falta de entusiasmo ante lo que decía y eso que en lo sustancial estaba de acuerdo y señaló sonriendo, una zona arañada cerca de los números indicativos de las Plantas.

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Bárbara

Días antes alguien había colocado una pegatina en el ascensor, que consideraba suyo de ocho hasta las tres, y se afanaba en quitarla con las uñas, sin casi éxito, se dirigió al Dr. Del Nido (el de la Marejada…) que me acompañaba y dijo: —¿Sabe que significan estas letras? — —¡Mariano! ¿C.N.T.?: Confederación Nacional del Trabajo— —No— dijo con media sonrisa: —Casi Nunca Trabajan— —Carcas No Temáis— comenté con sorna y me miró con cara de desaprobación, pero sonrió. —Me temo que no te dejará subir en su ascensor— apuntó el Dr. Del Nido, sin tapujo cuando salimos. Mariano me conocía de mi época de estudiante y ahí estaba ahora, mirando sin recato a las chicas, señalándome victorioso la retirada de la pegatina que trataba de quitar días atrás y no me dejó otra opción para decir: 29


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—Veremos cuando tardan en poner una más grande— Ya les comentaría el asunto en otro momento, llegamos y salimos del ascensor los cinco. Varios familiares deambulaban en lo que hacía de sala de espera, una pared de cristal permitía ver las escaleras, a la izquierda la puerta de entrada, puse mi tarjeta identificativa sobre una placa y se abrió a un largo pasillo, a los lados las habitaciones de los enfermos. —Vamos al final del todo— y me puse el último. El chico, tomó la iniciativa y mentalmente se lo agradecí, detrás ellas, abarcando la mitad del pasillo. Yo el último, a pocos pasos con perspectiva inmejorable, recorriendo con mi mirada sus cuerpos armoniosos, distintos, de tobillos hasta sus cabezas, desde sus cabellos hasta sus pies, el cuello de la chica de pelo corto me encantó.

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Bárbara

Las tres con sus finas canillas, me acordé de aquel Cirujano de mi época de estudiante que decía: —Diego, canilla fina cuerpo diez— y reía mientras dibujaba en el aire las curvas de su mujer ideal. Piernas esbeltas, gemelos que se notan sin exagerar, tenues arrugas en el inicio de las corvas que desaparecían en su caminar, de ahí a los muslos mitad al descubierto y la otra mitad que trataba de imaginar, hasta llegar al hipnótico vaivén de sus caderas. Por arriba sus cinturas armoniosas, con diferentes tipos de faldas entalladas elegantes y personalidad propia, me dieron ganas de poner mis manos en cada una de ellas y pasear, bailar… ¡Yo que sé! Por abajo sus glúteos, firmes, macizos que intuía, sabiendo que no me equivocaba, y suspiré y luego resoplé. Pensé en adelantarlas y con cualquier pretexto darme la vuelta para verlas de frente, pero no lo hice, ya tendría tiempo en adelante. 31


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Y en aquel momento sentí de repente de forma nítida pero muy débil, que me alejaba y podía salvarme del Naufragio. Percibí de nuevo algo que no me sucedía desde hacía mucho tiempo, una sensación que creí que no me volvería a ocurrir, se despertaba en mi interior por primera vez desde el Naufragio la atracción física que de golpe me provoca alguna chica que me gusta. ¿Cuál de las tres…? Me preguntaba ¿Con quién de ellas me gustaría estar en una paradisiaca isla con palmeras y cuevas de entradas irregulares? Lo más importante era que no tenía por qué ser ninguna de ellas, o sí, yo que sé… El deseo naciente me llevó a una frase que quizá dijo el Dr. Marañón “La función sexual es un lujo” y nadie necesita lujos en épocas de graves dificultades: veía luz a lo lejos y me alegré. Se detuvieron en la puerta abriéndome paso y sin anunciar que alguien llegaba, la abrí de golpe.

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Bárbara

—Los Nuevos Residentes ¡Adelante! — les indiqué. Entramos, se levantaron todos, busqué un sitio y sin hacerlo adrede, me senté al lado de Lola, Médico Residente de tercer año que miraba atenta a los recién llegados, me dio la impresión que estaba algo contrariada. Quizá pensara que ella, hasta entonces la más interesante, había sido desbancada de golpe por sus nuevas Compañeras, no solo por una, ni por dos, sino por tres. Posiblemente fuera que mi imaginación estaba algo distorsionada, pero sentía que podía poner la mano en el fuego y no me quemaría. Tenía la suficiente confianza para preguntarla más adelante por esta cuestión. No me pasó desapercibido el rostro libidinoso de alguno de los presentes y estuve a punto de mencionarlo, menos mal que no lo hice, hubiera sido delito por mi parte.

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Parte 2ª – La Resaca

Entre tanto, quienes estaban y los que llegaron se repartían besos a diestro y siniestro y mientras miraba la escena, me sentía excluido y todo por los aplausos de los “memos” cuando bajaban la escalera del Salón de Actos: el único que no recibió besos fui yo. Sonaron golpes secos en la puerta, me sobresalté, no sabía dónde estaba, traté de recomponerme y rebobiné mi mente como a ritmo de flash discotequero:

Bárbara Mi Madre Hospital Yaiza La Guardia Despacho La Cama

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Bárbara

Todo en orden, me dije, la confirmación fue inmediata Diego, Diego oí la voz de Yaiza. -Un momentoDirecto al lavabo, agua fría a la cara, manos que tratan de ordenar el pelo, retirada de pestillo y puerta abierta. Allí estaba Yaiza. -Diego tenemos una Urgencia, en Admisión hay un hombre con sospecha de Cuerpo extraño, posible hueso de conejo…-

.../... CONTINUARÁ .../... CONTINUARÁ .../...

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Bรกrbara

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