Selene

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JesĂşs Lameda

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Ilustración de la cubierta: Jesús Lameda Copyright C Jesús Lameda. 2014 Copyright de esta edición C Editorial Salamandra. 2014 El copyright y la marca registrada del nombre y del personaje Selene. de todos los demás nombres y personajes así de todos los símbolos y elementos relacionados son propiedad de LAMEDA. 2013 Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A. www.salamandra.info Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluídos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. ISBN: 978-84-9838-114-2 Depósito legal: NA-3.233.2007 Las páginas de este libro se han imprimido en papel glasé 1ª edición: julio de 2014 Impreso en Venezuela Impreso en FullCopy- Av. Lara, Rio Lama C.C- Edo. Lara Encuadernado en: Empastadora del Edo. Lara


JESÚS LAMEDA

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edico mi libro a Dios principalmente, por bendecirme, cuidarme y darme salud y bienestar, a mis padres por apoyarme y soportarme en muchas ocasiones, a Katherine, por ser una de las inspiraciones para este libro, por ser una muy gran amiga y que mi vida no estar铆a completa sin ella, a Selene, (Pitufina) otra gran persona que de verdad, me siento al igual de afortunado de conocerla y me sirvi贸 de muy grande inspiraci贸n para esta novela.Y tambi茅n a mis otros tantos amigos, les deseo lo mejor.



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Prólogo:

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ufro de esquizofrenia desde que tengo memoria, pero nunca le vi alguna importancia en absoluto. Cuando conocí a mi esposo, deje de preocuparme por ello. Simplemente deje que mis pensamientos negativos se desvanecieran completamente. Nada iba a arruinar por completo el disfrute de los días de oro que conformaran mi vida entera. Naci de familia francesa, pero me crie en Estados Unidos, pase mi vida entera viviendo en este sencillo y nada especial vecindario a las afueras de Nueva York. Recuerdo que la esquizofrenia era lo único que conformaba la mayor parte de mis días. Recuerdo que mi padre se enojaba completamente cuando mis quejas inundaban por completo su mente, solo me tomaba fuertemente entre brazos y me estremecía a los lados con intensión de marearme. Al momento que mi cabeza diera vueltas, me recitaba las palabras mas hermosas que pude escuchar, con su voz galardonada por mis oídos y los de mi madre me decía: Selene, le vent su leve', il faut tenter de vivre!! Esa simple y llana frase francesa de Paul Valery simbolizo gran parte de mi niñez, y mi adultez también. ¡Hay que intentar vivir! Me repetía una y otra vez, esa frasecita giraba y giraba por mi cabeza, arremolinándome de un millar de pensamientos. Simplemente esa enfermedad no tenia que significar nada en la pintura que conforma mi vida, no ahora ni nunca. Conocer al amor de mi vida fueron cortos y pequeños momentos que solo eran piezas pequeñas de un rompecabezas. Recuerdo mi boda, me veía tan hermosa en ese largo vestido blancuzco, lleno de encajes, de seda nacarada y velo transparente. Casi me tropecé en más de una ocasión mientras caminaba al altar. El padre menciono tantas palabras que ninguna significo nada para mí. Para mi era solo ese momento, solo éramos el y yo. Nadie más.

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Nuestro amor era tan grande que pensé que incluso nada ni nadie podrían separarnos. Solo girábamos juntos en torno a un remolino de fantasías, sueños, pensamientos y palabras. Ese remolino se convirtió en el día a día de toda mi vida. Luego, a pocos meses de mi matrimonio, mi padre muere, encontrado por mi madre en su habitación a causa de una neumonía crónica a la edad de 76 años. Sentí que una gran parte de mi se desvanecía completamente, mi vida se había corrompido, se había agrietado tanto que la sombra de mi mente, mi esquizofrenia rápidamente se apodero de mis pensamientos. Seguí repitiéndome la misma frase que el me decía, intentando colmar mi mente y callar mis pensamientos. Entre un mar de lágrimas que inundaba mi rostro, deslizándose por mis mejillas, descubrí: Que una vida tan hermosa se desvanecería con el delicado y simple soplido del viento. Como polvo. Recuerdo que al llegar ese día, el 5 de noviembre de 1998, las palabras cantoras del doctor llegaron a colmar mi depresión al abrirme los ojos, como un nuevo amanecer: Estas embarazada. Mi esposo me tomo en brazos y me juro entre lágrimas de alegría que jamás me soltaría. Sabiendo que tendría que soltarme en algún momento del día, logre escapar de sus abrazos, acaricie su rostro carrasposo y áspero y dije: Nada puede ser tan malo para arruinar este momento. A los pocos días, mi madre murió. Sufrió de una fuerte depresión a causa de la muerte de mi padre a no menos de 2 años, que simplemente decidió que ya no quería seguir viviendo. Recuerdo el sobre amarillento y algo polvoriento que llego a dos días después de la noticia de mi embarazo, cruzando la pequeña rendija de mi puerta y cayendo estrepitosamente sobre la alfombra verdosa que recorría el s

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pasillo de entrada de nuestra casa. Las palabras temblorosas y algo ininteligibles me contaban que su cuerpo se sentía abatido, sus arrugas se tornaron mas pronunciadas, la comisura de sus labios se evaporaban, su cuerpo se encontraba adolorido en todo momento, sus pies no tenían la mínima voluntad de caminar. Su cuerpo y su alma habían perdido las ganas de vivir, sin mi padre, estarían incompletos por sus días restantes. Tenía 79 años. Sentía que la depresión que cruzaba frecuentemente los cimientos de mi mente se hacía más duradera. Al saber las noticias de la muerte de mi madre, caí de rodillas al suelo, mi mano casi no logro amortiguar la caída, mi rostro corrompió en lagrimas que parecían que no tenían final. Mi esposo era como una silueta ante mis ojos, sus dulces palabras no lograban calmar mi tristeza, sentía que me encontraba sola ante todos los demás familiares que me rodeaban en el día de su funeral. Me sentía invisible, solo éramos yo y mi dolor. Las alucinaciones empeoraron, sentía frecuentes voces bulliciosas en mi cabeza, aplastándome y lanzándome contra el suelo, pude jurar que en una ocasión la dulce voz de mi madre se deslizaba por mis tímpanos. Intente suicidarme en mas de una ocasión, la mayoría de las veces fueron por simples peticiones u ordenes de las lúgubres y sombrías voces que recorrían mi mente. Tuve suerte en todas las ocasiones de que mi esposo se encontrara allí para evitarlo. La depresión me había hecho olvidarme del regalo de Dios que crecía dentro de mi vientre, ya llevando 6 meses. La esquizofrenia me llevo a hacer cosas horribles, cosas que me hacían olvidarme de las personas que me extrañarían si llegaba a morir. Comencé a gritar, a gritar tan fuerte que lamentaba que los

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oídos de mi esposo fueran a sangrar. Respiraba rápidamente sin pausa, el sudor escurría a través de mi frente, mi cabello se encontraba despeinado y enmarañado, con un pequeño sujetador que ahogaba sus intentos de mantenerlo arreglado. El doctor me tomaba del vientre y me gritaba: ¡Puja! ¡Puja! Se que puedes hacerlo, ya esta cerca. Mi esposo me tomaba de la mano e intentaba no separarse de mi lado sin importar lo que sucediera. Una sonrisa no dejaba de estar pintado sobre su rostro e iluminando la sala. Sus ojos azulejos estaban inmóviles, paralizados con la esperanza de no parpadear ni por un solo segundo para ver a su hijo florecer. El escuchar el tierno sollozo de un bebe me hizo olvidarme de todo. El dolor se desvaneció casi por completo, mis manos despertaron y acunaron al hermoso bebe que en ellas caían. Sus pequeños ojitos se conectaron con los míos, me sentí hipnotizada, encantada. Nada mas al verlo, mis ojos se ahogaron en lágrimas y una gran sonrisa perfilada se desdibujo en mi rostro. Las horas cruzaron frente a mi, mi mano aun sujetada por mi esposo, dormido sobre mi regazo. Mi pequeño bebe, aun se encontraba dormido en mis brazos. Ver a mis dos bebes dormidos me hacían sentirme tan llena de orgullo, que nada de verdad podía empeorarlo. Pero al parecer, estuve equivocada todo el tiempo, como ya era algo de costumbre. El rostro arrugado y canoso del doctor se aproximo deslizándose a través del mármol que cubría el suelo de la sala de emergencias del hospital Lake Palmer. Su semblante mostraba disgusto y preocupación. Sus manos se encontraban reposando dentro de los bolsillos de su bata, caminaba lentamente, con un fuerte movimiento hacia los lados y dando suaves zancadas sobre el suelo.

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Mi sonrisa desapareció de mi rostro, mis ojos se desplegaron sin rumbo, incrédula, pensativa y sin saber que hacer o que decir. No podía creer que este hermoso hijo mío sufriría el mismo destino que su madre. Su padre se encontraba a mi lado, adormilado, con un par de gruesas ojeras de color grisáceo, reaccionando a las palabras que salían de la delgada comisura de los labios del doctor. Pasaron los años, viéndolo crecer, y yo no pasaba ni un momento que no dejara de pensar en lo que crecía dentro de mi hijo. Recuerdo que jugábamos todos los días, corríamos a través de los pasillos de la casa, nos perseguíamos uno al otro y las carcajadas callaban el fuerte silencio que recorría los pasillos de la casa. Lo tomaba en brazos y lo alzaba sobre mí con una sonrisa pintada en el bello lienzo que era su rostro. Lo miraba al igual con una sonrisa, que se desvanecía lentamente a causa de los mismos pensamientos que llevo conmigo desde que era niña. Las voces en mi mente hacían lamentarme el hecho de hacer sufrir a mi hijo con esta enfermedad; recuerdo que mis manos se paralizaron y me quede inerte sobre su cama al escuchar las delicadas y susurrantes palabras que pronuncio al momento de decirme: ¡Mamá, he visto al abuelo! Pero a duras penas, eso nunca hizo que me arrepintiera de haberlo tenido. Lo ultimo que recuerdo fue ver su rostro sonriente desvanecerse por completo, con el soplido del viento que fue mi soledad. Me sentía tan sola, tan deprimida por lo que había hecho, que lo mas hermoso que tuve en la vida tuviera que sufrir por mi culpa. Mi cabello marron claro perdió su brillo, su color se desvaneció rápidamente, mis mejillas cayeron y perdieron su color rojizo natural, mis labios se secaron, mis ojos se inundaban en lagrimas entre cada palabra que escribia

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sobre el papel arrugado y amarillento, en el que contaba como es perder la simple voluntad de seguir viviendo. Me lamentaba una y otra vez no poder continuar y terminar de vivir junto a mi familia, y me disculpaba una y otra vez el no poder ver a mi hermoso hijo ser alguien en su vida. 多Asi es que se siente morir? Desaparecer como polvo en el viento, desvanecerse. Mori con la esperanza de que no cometa los mismos errores que yo cometi. Conclui con la misma frase que mi padre no dejaba de mencionarme: Le vent su leve', il faut tenter de vivre!! Y asi mi vida simplemente se desvanecio.

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MIÉRCOLES, 14 de Mayo del 2014

Querida madre:

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o he podido dormir, no he podido pensar, no he podido sonreír ni hablar desde hace ya mas de 4 semanas… mi mente esta simplemente difusa, lo único que recuerdo claramente son los delgados colmillos de grama verdosa agitándose de izquierda a derecha por los frecuentes soplidos del viento…una pradera… sombras apoteósicas cubriéndome con gemidos, lagrimas y lamentos, todas erguidas, mirando fijamente el gran agujero rectangular tragándose un escultural ataúd de madera de roble solido… Tú nunca hubieses querido que me sintiera de esta manera, me habría dicho: La vida es hermosa… tan hermosa y tan corta, que nada debe de hacerte sufrir. Es irónico que piense esto… ya que ya han pasado más de 4 semanas desde tu muerte y siento que han pasado cientos de eternidades. Veo el reloj, y son las 2:45 a.m., e inconscientemente pienso en mi padre el día de ayer… Hijo mío, mañana comienzas la secundaria!!… No dejes que los demás te hagan sentirte mal….Lo que hubiese dado tu madre por verte. Bla, bla, bla, bla… Tan tonto es el mundo… ¿Algo tan tétrico, tan inmundo y tan perturbador puede alegrarte tanto? De verdad no lo entiendo… no me alegraba la simple idea de comenzar la secundaria… me mataran… o algo peor. Me levante sobresaltado, con mi frente brillando y escurriendo de sudor, camine unos largos trazos al baño, al otro lado del corredor y me lave el rostro con agua helada. Caminaba de aquí a allá, pensando: Que sucederá, que va a pasar… Que fastidio!!! Ver a todas esas personas al entrar al salón, contemplándome con sus ojos redondos y paralizados, como estúpidos binoculares y simplemente quedarme parado al frente de la clase….el profesor mencionando de una forma ralentizada y quejica mi nombre… Y simplemente sentarme en

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algún asiento que me asigne, y quedarme por 10 horas sentado, escuchando, sollozando por dentro, deseando por el más mínimo momento no encontrarme allí. Espere mas de 3 horas caminando de aquí a allá sin pensar mas en la simple idea de….. Que estúpido, estúpido, estúpido!!! Hasta que… la voz de mi padre de la nada apareció como un punzón clavándose encima de mí, llamándome para desayunar y significando una cosa…. Ya es hora, hora de mi muerte!! Pensaran que estoy algo trastornado, tan solo por mi algo compleja perspectiva de lo que la secundaria significa, y aun más por el simple hecho de que…. Ya no tengo madre… No te tengo junto a mi…. Ahora debo soportar a la estúpida novia de mi padre, Clarice (tanta coincidencia me tomo la molestia de decir a la traumada y nerviosa protagonista de “El silencio de los Inocentes”). Desearía ser Hannibal Lecter y acabar con ella de una vez por todas!! Aunque no viva… aun… con nosotros, es como si lo hiciera. Esta día y noche junto a mi padre, parece una especie de obsesión o acoso, no tengo ni idea de cual de las dos, y mi padre… al parecer te ha olvidado completamente… Me repugna el pensar de que se conocieron en tu funeral… ¿Tal vez… Los unió tu muerte? Verla a ella… Con su ajustado vestido rojizo, su cabello marrón, exuberante, largo y mal peinado, sus ojos cafés, su gigante lunar en medio de su mejilla izquierda y sus labios rojizos y tan pequeños que no cubren por completo sus dientes amarillentos… No se que vio mi padre en ella, no puedo explicármelo!!! Y no me esperaba nada más…. Los ojos de mi padre y de su carroña humana se posaron sobre mi cuando cruce la entrada a la cocina, simplemente me sentí y sin ninguna palabra que cruzara mi boca, comencé a comer los huevos revueltos que mi padre me había preparado. Tomaba una bocanada de huevo y

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tomaba un pequeño tajo de pan que se encontraba en una pequeña cesta adornada con un moño sobre la mesa. Mi padre me miraba fijamente, esperando a que respondiera la pregunta que me había hecho, la cual simplemente no había escuchado: Hola campeón..¿Estas listo para la secundaria? No escuchaba sus preguntas porque de verdad no me interesaba responderlas. Clarice me miraba también, aunque su miraba no era expectativa, sino enojada, esperando que respondiera la maldita pregunta. Yo solo, para complacer la simple estupefacción y para callar el silencio en la cocina, respondí: Si, lo estoy -Genial- dijo mi padre – espero que no te sientas intimidado por los demás estudiantes, comenzar a mediados del semestre es algo normal, recuerda lo que te dijo tu madre: Que nada te haga sufrir Clarice aún me miraba con rostro crispado por el enojo… ¿Mi respuesta no fue lo bastante clara? Tan solo disimuló el enojo y con una sonrisa, enseñando sus dientes, derechos pero amarillentos, y con un largo suspiro, dijo: Me alegro por ti…Espero te vaya muy bien. Tu madre debe de estar orgullosa Al terminar de desayunar, rápidamente, evitando los focos gigantes que me contemplaban, salí de la cocina, subí las escaleras y me adentre en mi habitación. Mi habitación, desordenada y algo oscura… tal como la recuerdas. Con carteles de bandas como The GazettE, LM.C, SHINee, UVERworld, entre otras adornadas sus blancuzcas paredes, aunque algo grisáceas por el polvo dispersado, una gran cama matrimonial adornado su centro, con sus sabanas desarregladas y a punto de caerse al suelo de madera, sus almohadas desubicadas y muertas yacen sobre su copa y su colchón, al igual de desarreglado. Y junto a ella, una menuda pero fuerte computadora polvorienta, y funciona. Para calmar mis pensamientos, abrí las cortinas, dejando que el sol

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recubriera mi propio edén… decidí arreglarla un poco antes de irme. Al terminar, me vestí rápidamente con un conjunto casual y nada espectacular: camiseta blancuzca, cubierta con una chaqueta negruzca de bolsillos anchos y capucha grisácea (para recubrirme la cara e intentar desaparecer la mayor parte del día), pantalones negros de tubo y zapatos deportivos, algo derruidos y descosidos. Al vestirme, me mire en el espejo, esperando poder en algún momento de que ese día haya sido o nunca fuese. Me decía a mi mismo: Estúpido, tan estúpido, tonto e irreal!!. Tome mi mochila y la llene rápidamente con tus libros educativos de segunda mano (hermosos para mi), una libreta algo acabada y una edición de Also Sprach Zarathustra de Friedrich Nietzsche para poder distraer mi mente en algún momento del día… Si era posible todo. Baje rápidamente las escaleras al momento en que el autobús llegaba a la puerta de mi casa… Mi padre ya se había ido al trabajo Al parecer trabajar de contador debe ser tan divertido… No me sorprendía que Clarice también lo hubiera hecho. Abrí la puerta, la cerré con llave, me coloque mi capucha y rápidamente subí las escaleras que se encontraban a los pies de la puerta del autobús que se abría muy lentamente, enseñando a un conductor gordo y desgarbado que me miraba con un rostro….Me recordaba al de Clarice. Viaje por el pasillo lleno de miradas, susurros y risitas molestas buscando donde sentarme… Encontré uno al final, en el rincón… mientras mas lejos me encontrara de los demás, mucho mejor para mi. Al sentarme, aun sentía la apoteosis que todos esos ojos redondos causaban sobre mí…. Sentía que me ahogaba y quería simplemente salir volando de ese pequeño cubículo… Maldita sea, no puedo evitar sentirme inferior a los demás… me cierro, me cierro aun mas y..... De repente…. Apareció ella.

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El gran océano de ojos que me contemplaban, no se como, pero se desvanecieron de mi mente al verla…Desaparecí de ese autobús y simplemente llegue….a un gran desierto, seco y vacio, inundado por voces cuchicheando sobre cosas inexpresivas y sin sentido…Pero para mi solo fuimos ella y yo, solo nosotros nos encontrábamos allí en ese mismo momento…Pelo blancuzco, como una perla, iluminaba el blanco y negro que formaba mi ilusión, sus cabellos ondeaban lentamente como brazos a la deriva; su piel era pálida, su rostro era delgado y escultural, aunque no podía verlo con claridad por la fuerte luz que su cabello emitía, solo podía ver retazos de sus mejillas alzadas, parecía invisible, su nariz perfilada y puntiaguda, las comisuras de sus labios mostraban una bella sonrisa que, simplemente me cuesta describir, su vestido era negruzco y largo y sus zapatillas eran redondeadas y blancuzcas…. Simplemente no podría creer que una chica como esa existiera sobre la faz de la tierra… Era perfecta….

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Me quede embobado contemplándola hasta que… El conductor del autobús lanza un grito ensordecedor y algo desproporcional para la distancia a la que me encontraba de el: Ya llegamos!!! Despierta!!! Baje rápidamente del autobús, el cual ya estaba completamente vacio y muerto sobre el estacionamiento frente a la escuela Saint Michael, y comencé a recorrer con mis ojos todo el campus, buscando a esa chica, deseando que no fuera mas que un simple…. Pero hermoso sueño. Creerás que es amor, pero de verdad, aun no se lo que es… Apenas tengo 15 años… y nunca había sentido esto... Jamás… en la vida…. Si estuvieses viva, me dirías rápidamente que es lo que sentí hace unos instantes. Me desilusione al no poder encontrar ninguna señal de ella; hasta que volví a la realidad y mis pensamientos se cerraron de nuevo, diciéndome a mi mismo que nada de eso pudo haber sido real. Fui caminando a un rápido paso hacia el edificio principal, resistiendo aun más la ansiedad que todos los rostros a mí alrededor causaban. Llegue a la puerta principal, la abrí y ante mi se alzaron cientos de siluetas que cuchicheaban, sonreían y reía… mi ansiedad empeoraba aun mas…. Pensé que en algún momento caería sobre el suelo y me desmayaría completamente.... Cubrí mis oídos, me sentía como un bebe recién nacido, sin poder soportar la presión a mi alrededor. Solamente quería salir de allí lo más rápido posible. Llegue a la puerta del salón y todos los rostros que allí se encontraban cayeron sobre mi, como si fuese un nuevo espécimen recientemente descubierto. Mi mente estaba tan presionada que ni siquiera me di cuenta de cuando el profesor Roberts, que se encontraba sobre el escritorio junto al pizarrón, me tomo del hombro y comenzó a decirles mi nombre a todos los demás estudiantes. Mis mejillas se sonrojaron y comencé a

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casi hiperventilar, sudar hasta que el lanzo un pequeño empujón sobre mi diciéndome que me sentara en el asiento vacio que se encontraba junto a la ventana, al final. Espere y espere alguna señal de que esa chica apareciera… Pero fue muy decepcionante la idea de que volví a casa después de cientos de eternidades con los tobillos golpeados por los frecuentes tropiezos que sufrí por los idiotas de mi salón, con la autoestima frecuentemente alterada por los insultos que en cada momento escuchaba revoloteando sobre mi como moscas: Emo, marica, raro, etc, etc… Pero nada de ella. Al entrar lo primero que escuche fue a mi padre frecuentemente preguntándome, incluso durante la cena: Como te fue? Hiciste nuevos amigos? De verdad, no tenía el humor necesario para contestar esas preguntas tan estúpidas e irrelevantes. Subí a mi habitación rápidamente, me desvestí, me coloque una franelilla y me lance sobre mi cama a leer un poco de Nietzsche. Leyendo acerca del Übersmensch o Superhombre…. Acerca de si Dios estaba vivo o muerto; comencé a pensar en esa chica misteriosa, no pude dejar de pensar en ella en ningún momento de este patético día, quien era, era real o era un sueño. Pensar, pensar, pensar… Quien eres? Que es esto lo que siento? Te extraño tanto y de verdad quiero que me ayudes a saber que es lo que siento, que es lo que vi y… que hare el día de mañana… y el siguiente… y el siguiente…. Maldita vida.

Con amor

Tu hijo


JUEVES, 15 de Mayo de 2014

Querida madre:

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o recuerdo realmente en que momento me dormí, solamente recuerdo el haberme sumergido completamente en un mar de pensamientos: Dios esta muerto? Estas muerta de verdad? Quien es esa chica? Cuando la veré otra vez? Este día comenzó de la peor manera que puedo creer… Desperté con el rostro de Clarice mirándome fijamente a un lado de la cama, llamando a mi nombre y diciendo de forma hipócrita: Despiertaaaa dormilon!! Tienes que ir a la escuela y tu padre tuvo que salir temprano a una conferencia. Me levante sobresaltado de mi cama y me adentre casi corriendo en el baño, intentando evitar lo más posible su mirada acechadora y esos ojos color excremento o algo parecido. Lave mi rostro, cepille mis dientes de una forma tan lenta, haciendo tiempo para que Clarice tuviera que irse de mi cuarto, no soportaba tenerla allí junto a mi cama. Al terminar mi larga labor, abrí una rendija en la puerta, vigilante mire hacia mi cuarto, que estaba al final del pasillo, encargándome de que no hubiera ninguna señal de esa mujer. Al ver que todo se encontraba libre, me desplace rápidamente a mi habitación, me vestí y comencé a caminar de un lado a otro del cuarto, esperando y esperando a que el estúpido autobús apareciera… En realidad no me importaba el autobús… Solamente me importaba verla a ella, solo a ella y nadie más que a ella. Al llegar el autobús, di un respingo de mi edén, baje las escaleras rápidamente, evitando la mirada de Clarice desde la cocina, la cual buscaba su bolso para irse al trabajo, corrí a través del pequeño jardín que adornaba mi casa…. Recuerdo cuando te posabas a un lado de el y comenzaba a regar cada uno de los dátiles y cada una de las rosas que allí se

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encuentran…. Ahora ese jardín no significa nada, las flores comienzan a marchitarse… Al igual que tu recuerdo. Entre al autobús y con mirada periférica comencé a visualizar a todos los rostros que allí se encontraban… y no había señal de ella. Me sentí desilusionado…. Será que no la veré de nuevo? Busque un asiento donde centrarme en mis pensamientos, hasta que un ademan comenzó a revolotear sobre uno de los asientos: Era una chica llamándome que me sentara junto a ella. Su cabello era negruzco y largo, sus cabellos eran ondulados y revoloteaban sobre sus hombros, su rostro era delgado y triangular, sus mejillas resaltaban y formaban un lindo soporte para los redondos anteojos que se encontraban sobre ellos. Sus ojos eran negros, redondos y grandes, y sus pestañas eran pronunciadas y grandes. Vestía un pequeño suéter negruzco que recubría una blusa color cobre, entre ellos caía un collar dorado y bien adornado con pequeñas joyas rojizas. Usaba pantalones grisáceos que adornaban la linda figura que ella disfrutaba y sus pies estaban recubiertos con sandalias con tacón alto. Yo tome una gran bocanada de aire, y me sentí algo nervioso… Mi ansiedad se desvaneció casi por completo y mis mejillas se pintaron de rojo agudo. Camine lentamente por el pasillo y me pose de forma pausada a su lado. Ella me miraba, sonriendo, tal vez esperando que yo hiciera lo mismo. -¿Te gusta LM.C?- me pregunto de manera rápida, pero segura y calmada. -¿LM.C? Es mi banda favorita!! – respondí, tragando saliva y algo estupefacto de que pude decir algo sin darme cuenta. Miro mi camiseta y veo al conejo estilizado con las iniciales de la banda en su centro.

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-La mía también, me encanta su nuevo sencillo!! Has escuchado “My Favorite Monster”?-Si!! Es mi canción preferida hasta ahora-Genial!! La mía también… Oh!!- trago saliva- Lo siento… Soy Katherine Aunque me sentía nervioso… Conocer a Katherine fue liberador para mí… Recuerdo que ella fue una de las chicas que me contemplaba desde su asiento en el salón de clases, y me alegre haberla conocido, ya que fue una de las pocas personas que no me insulto en todo el día. Estuvo junto a mí todo el día, incluso se sentó a mi lado y hablábamos de música japonesa, coreana y americana… Recuerdo un episodio en el que durante el almuerzo, uno de los frecuentes idiotas que veo me hizo tropezar de nuevo, tirando toda mi comida de forma estrepitosa sobre el suelo…ella llego y me ayudo a levantarme de nuevo, y comenzó a lanzar insultos en japonés Pero… no vi en ninguna parte a esa chica. Katherine se dio cuenta de ello, cuando nos encontrábamos sentados bajo el gran árbol que recubría el edificio contiguo al edificio principal: -Esperas a alguien?- me pregunto, dudosa y algo extrañada -Oh! Lo siento, soy tan evidente, no?- respondí con mis mejillas algo sonrojada, baje la mirada -Si… Algo- dijo completando su expresión con una risita como la de una muñeca - Oye, Katherine-Dime Kathy-Kathy- trague saliva… Me sentí de repente como si no pudiera sacar las palabras que estaban atoradas en mi boca... hasta que.. -SAM!!!Kathy dio un respingo y se levanto rápidamente, salió corriendo hacia un chico, alto y bien vestido, pelo corto negro y

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bien afeitado, vestido casualmente con una franelilla azuleja y blue jeans. Kathy salto hacia el, lo envolvió entre brazos y comenzó a besarlo una y otra vez. Sam la levanto y sonriendo la poso de nuevo sobre el suelo. -Hola, preciosa, que haces? -Nada, solamente hablo con un amigo Ella lo tomo del brazo y lo dirigió hacia mi dando saltitos como un pequeño conejo, el me miraba con cara pensativa y algo enojada. No le vi importancia solo hice un ademan con la mano diciéndole mi nombre y aparte mi mirada rápidamente. Realmente no quería ningún problema en absoluto ni quería crear sospechas. Kathy se me quedo mirando como algo extrañada. El le dijo algunas palabras al oído, palabras que no pude oír ni aunque lo intentara. Ella me sonrió y se despidió agitando su mano y diciendo: Espero verte mañana!! Me sentí… Extraño, será esto tener un amigo… por fin tengo una amiga. Simplemente, lo único que hice, estando solo bajo el gran árbol, fue levantarme y…. sonreír. Que extraño se siente sonreír, después de tanto tiempo. Desde tu muerte, ninguna sonrisa había aparecido sobre mi rostro. Ninguna. Solamente me encerré en mi mismo… Como si ese día, algo dentro de mí hubiese muerto. Tome mis cosas, y comencé a caminar a través del campus hacia el autobús, que se estaba llenando hasta el tope de otros estudiantes, aunque hubiera colmado mi expectativas de este día, aun tenia las esperanzas que vería por fin a esa chica tan misteriosa… No importa si fuese en sueño, deseo verla de nuevo… Hubo algo en ella que me hipnotizo… Algo que me hizo sentir extraño, aun no se de verdad que es. Me volví a sentar en el fondo… intentando alejarme de todo de nuevo. Debí de haberme quedado dormido, ya que no

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recuerdo nada de lo que ocurrió después. Al llegar a casa, me levante rápidamente del asiento y volé a través de la puerta. Me pare en frente de la entrada de mi casa, di un leve respiro y entre. Lo primero que vi fue a mi padre, sentado como una masa en una de las sillas del comedor, inclinado sobre la mesa…. Veía que estaba aspirando alguna especie de polvo blancuzco de granos gruesos por su nariz, ni siquiera se había dado cuenta de que había llegado a casa. Cerré la puerta de un golpe para llamar su atención. Dio un sobresalto y se volteo para verme. No estaba seguro de lo que el estaba haciendo, solo que de repente y con un grito chillón me mando a mi habitación rápidamente. Estaba nervioso, pero de verdad no entendía que estaba haciendo ni porque se transformo de esa manera. Entre en mi habitación y me lance sobre mi cama, coloque los brazos detrás de mi cabeza, y como un psicólogo, comencé a analizar mi subconsciente durante el día de hoy. El día fue menos horrible que el de ayer. Sonreí levemente y cerré los ojos para reposar un poco, dejando atrás todo el mundo. Hasta que de repente… El techo se abrió encima de mi, y una fuerte luz blancuzca y brillante comenzó a surgir de el. Estaba cegado no podía ver absolutamente nada, lo único que pude ver fue la silueta de una chica de pelo plateado saludándome y diciendo con voz dulce y cantora: Tú sabes realmente quien soy… Lo sabes, verdad? Y de desvaneció completamente. Desperté de sobresalto, asustado, pero a la vez extrañado. Se quien eres ¿De verdad lo se? Intente calmarme un poco de esa visión y lo mejor que pude hacer fue colocarme sobre mi cama de nuevo, tomar mis audífonos junto un reproductor que se encontraban sobre la pequeña mesita de noche junto a ella, me los coloque en los

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oídos y comencé a hipnotizarme por el pegadizo ritmo de “My Favorite Monster” de LM.C. Cantaba cada una de sus líneas a un ritmo frenético. Recordaba a Kathy con cada uno de los versos… Es mi canción favorita… Espero este bien- pensaba. Pero a la vez no dejaba de pensar –Sabes realmente quien soy- Lo se realmente, de verdad. Intente dejar de pensar en ello por u simple momento, hasta que… Mi padre entro de repente a mi habitación, disculpándose frecuentemente por no haberme recibido de buena manera. -Lo siento, hijo….ehhh, estaba algo ocupado- dijo -Tranquilo, papá- dije -Oye… y como te fue hoy?- pregunto sacudiendo su nariz como si sufriera de comezón -Bien, nada especial- le respondí de forma dudosa, contemplando a un hombre, sudado y corpulento, su piel blancuzca estaba pintada de rojo y su ropa desgarbada y arrugada- ¿Cómo te fue en el trabajo? Se me quedo mirando un tiempo, como si se hubiera ido del mundo por cuestión de segundos, no respondió, se levanto sobresaltado y cerró la puerta de golpe, dando por finalizado el episodio padre e hijo del día. Yo me quede extrañado, pero mis pensamientos colmaron mis dudas, y continúe sumergido en ellos…. Escuchando “Gekidou” de UVERworld. Comencé aun más en pensar en Kathy, en ti y en esa chica. Si se quien es… porque simplemente no puedo recordarlo. Mamá siempre pediré tu ayuda todas las noches… De verdad, dame una señal. Ayúdame, ayúdame, ayúdame.

Con amor Tu hijo



VIERNES, 16 de Mayo del 2014

Querida madre:

D

esperté de soslayo, inexpresivo, con saliva seca recubriendo la comisura de mis labios. Me desperté a las 7 de la mañana, y rápidamente corrí al baño; y tras pocos minutos, el fuerte dolor que recubría mi vientre se había desvanecido al momento. Lentamente, prepare mis cosas, metiéndolas a golpes dentro de mi mochila, acomode mi cama y rebusque en mi closet la camiseta y los pantalones derruidos y desaliñados que iba a usar en mi tercer día de clases. Baje rápida pero sigilosamente las escaleras de madera que no podía evitar que resonaran por cada escalón que pisaba, intentando evitar la mirada periférica de mi padre, que se encontraba en la cocina, preparando el desayuno. Ni siquiera los estrepitosos sonidos que provenían del sartén relleno con unos huevos amarillentos regurgitando pudieron callar el sonido de mis pasos, ya que mi padre de repente con un movimiento fugaz se dio la vuelta y poso los huevos en un plato que se encontraba sobre la mesa. No menciono ninguna palabra de aliento, lo cual fue algo raro de parte de el, ya que parecía que el era el único emocionado por las clases. Solo se sentó y cubrió rápidamente su rostro crispado y serio con las grandes hojas impresas del periódico de hoy. Yo rápidamente trague los huevos y tome un sorbo del vaso de agua a mi lado, me levante, y evitando la mirada irónica y algo quejosa de mi padre, sentado al otro lado, salí por la puerta de al frente, y me quede, con las manos metidas en mis bolsillos, esperando que el autobús apareciera. Comencé a intentar resolver las múltiples preguntas que recorrían mi mente: ¿Quien era esa chica? ¿La recuerdo? ¿La habré visto en algún momento de mi vida? Me ahogo con las únicas palabras que logre escuchar de sus labios: Tú sabes realmente quien soy ¿Lo se?... mi padre, sucede algo con el,

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pero no lo se, no es el mismo; Katherine…. Sabrá acerca de ella, ¿La habrá visto? ¿Deberé preguntarle?.... No lo se, simplemente no lo se. Mis pensamientos se callaron de golpe al escuchar el chirriar de los neumáticos del autobús al frenar justo al frente del sendero de concreto que conducía a la puerta de mi casa. La puerta automáticamente se abrió, dejando ver la gran masa sentada de conductor, mirando con ojos circunspectos y serios, como si de un delincuente se tratara. Subí lentamente dando zancadas al suelo, pareciendo como si quisiera romper el suelo y comencé a explorar mi alrededor. Mire el océano de manos, gritos, insultos y risas a mi alrededor, y al darme cuenta, no escuchaba nada mas, no veía ninguna de las siluetas que revoloteaban alrededor de mi…. Solo denote una mano, delgada, delicada y blancuzca, con un anillo plateado adornando su dedo índice, haciendo un ademan para que me acercara a ella. Apareció la chica de lentes de pasta gruesa negruzcos, pelo largo del mismo color, algo despeinado y alborotado, con camiseta gótica, pantalones grisáceos, algo desgarbados y un par de zapatillas deportivas blancas con el rostro de Hello Kitty a uno de sus costados. Parecía que me había estado guardando el asiento durante todo el trayecto desde su casa, ya que se alegro mucho de verme, me recibió con un beso en la mejilla, paralizándome por unos segundos, hasta que recobre el sentido y las palabras de Katherine por fin lograron entrar a mis oídos. -…. Gracioso, te sonrojaste!!?? - ¿Si? ¿Lo hice?- pregunte asombrado Hacia algo de tiempo que nadie me había besado con tal ternura… desde ti, nadie lo había hecho. Tanto tiempo, que incluso me sentía como un recién nacido, había olvidado lo que Miraba a mi alrededor, los demás estudiantes cuchicheaban

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y decían sinsentidos a sus oídos unos a los otros. Todos nos miraban, con ojos gigantes, y reían. Parecíamos como nuevos especímenes o algo así. Al finalizar el día, fuimos al mismo árbol, a sentarnos y simplemente dejar que nuestros pensamientos y nuestras preocupaciones se fueran, según Katherine. Eso no correspondía conmigo. Katherine reía y me inundaba de palabras, que aunque intentara, no podía callar. Hasta que sin razón… el silencio corrompió completamente nuestro momento. Los ojos de ella se posaron sobre mi y denotaron por completo… De que no me sentía con ánimos de hablar. -¿Sucede algo?- me pregunto, algo extrañada, pero segura -Nada, es solo que… -Se que no quieres hablar, lo he notado durante todo el día, pero he intentado alegrarte un poco. De verdad, lo siento-No te disculpes, es solo que ella… -¿Ella? Los sonidos a nuestro alrededor se inmutaron tras la pronunciación de aquella simple palabra. Parecía como si se ralentizara por completo todo aquello y solo nosotros siguiéramos a nuestro curso. Mire a Katherine, y me sentí torpe, me sentí horrible por haberla metido en medio de todas mis dudas… Simplemente ella no se merecía eso. No se lo merecía. -Hace poco…- Mis palabras salieron suavemente a través de mis labios, como un suspiro. – Vi a una chica -¿Es especial para ti? - No lo se- respondí – Solamente la vi… Pelo blancuzco, brillante, casi no la veía bien, solo denote su vestido.. Negruzco, largo, con zapatillas negras. Parecía un espectro o tal vez una diosa. La he buscado aquí en la escuela estos días, la vi en el autobús y supuse que estudiaba aquí-

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Katherine se quedo circunspecta y pensativa, pero a la vez nerviosa y algo extrañada de mi descripción. Me miro fijamente, como si estuviera me estuviera haciendo un análisis. Luego se alejo un poco de mi, recobrando un poco el aliento. -¿Tiene nombre esta chica?- pregunto tras unos segundos de duda y silencio Yo simplemente hice un movimiento de negación con mi rostro, con los ojos entrecerrados por el cansancio que tenia tras una larga noche de pensar y pensar el porque de todas las cosas. Tal vez Nietzsche me ha afectado un poco. Katherine me seguía mirando de forma extraña y curiosa, pero a la vez nerviosa y dudosa. Luego, de un movimiento se irguió, me tomo de la mano y me levanto. Me sonrió y con la misma sonrisa que tuvo durante la mayor parte del día, me tomo del hombro, y comenzamos a caminar a través del campus sin ningún propósito. Yo lo pensaría como un modo mas apropiado de alejarme de todas las preocupaciones que rondaron por todos los cimientos de mi mente. Y creo que resulto, tal vez un poco. -Si esa chica es tan especial para ti, ella vendrá. Algún día sabrás de verdad quien es ella. No te olvides de mí cuando lo descubrasEsas palabras significaron mucho para mí, hacia tiempo que no había sentido algo parecido como lo que es el cariño, o apoyo, o amistad. Tal vez eso es. Tal vez es amistad. Pero nadie te sustituirá, madre. Simplemente nadie en la vida será como tu. Otro día termina, Katherine me acompaño al autobús y juntos nos sumergimos de nuevo a través del océano de gritos y risas, aunque algo más calmado a causa del largo día que sufrieron la mayoría. Nos sentamos en los mismos asientos

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polvorientos y acolchados, cercanos a la parte trasera del autobús. Comenzamos a hablar más y aun más de música, de estudios y… de ella. Llego incluso a admitir que no era nada complicado lo que sentía en ese momento, que era nada mas ni nada menos que amor. Eso es lo que es estar enamorado. Me hablo de que cuando conoció a Sam, sintió algo muy parecido, algo que ni ella podía describir. Ese era el problema… No era amor lo que yo sentía, no se lo que siento, no se si es real ese sentimiento, no se si tendrá nombre. Solo lo sentía. Nada más. El autobús se detuvo estrepitosamente y Katherine se levanto de su asiento, con un beso en la mejilla, rápidamente se despidió y salió por la puerta automática. Camino hacia la casa que se encontraba junto al autobús, una casa grande, de dos pisos, blancuzca, con techo negruzco, ventanas anchas, algo polvorientas, un pequeño jardín que adornada los costados de la misma, llenos de rosas y claveles, y unas pequeñas escaleras que complementaban la fachada que conducían hacia la puerta principal. Katherine se dio la vuelta, y mirando hacia la ventana junto a la que me encontraba, comenzó a agitar su mano en señal de despedida, y con una sonrisa, se dio vuelta y se adentro en la casa. El autobús no duro mucho en vaciarse, por lo que llego prácticamente sin señal de vida a posarse junto al frente de mi casa. Me baje rápidamente, sintiendo la mirada del conductor detrás de mi, la cual ignore por una segunda vez. Comencé a caminar por el largo sendero de concreto que conducía a la puerta cuando de repente mire a un lado. Vi un gran resplandor que recubría la zona, no veía que había al otro lado, me sorprendía que no estuviera ciego a causa de la luz. Sentía una voz que siseaba a mi oído, palabras

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dulces y cantoras que se deslizaban hasta mi tímpano, como si fuera para mi nariz el aroma mas delicioso que pueda oler. Mis piernas comenzaron a temblar y no resistía la tentación de caminar hacia lo que me esta iluminando. Camine y camine hasta que… Apareció ella. Ella me miraba fijamente con una sonrisa esculpida entre la comisura de sus pequeños labios, sus ojos eran los reflectores que emitían esa fuerte luz, su rostro, aun no podía ver la belleza que tenia ante mi, solo sus labios rojo cereza eran distinguibles entre la luz que la adornada. Su cabello se apago un poco, estremeciéndose fuertemente de lado a lado, dejando ver un color marrón claro adornar su rostro El vestido negruzco se agitaba de manera de que un ventarrón surcara el umbral. Finalmente solo dijo dos palabras que tal vez me marcaron como una cicatriz en el cuerpo: Ven conmigo! Me encontraba al frente de ella, y aun no podía explicar porque no podía distinguirla bien, que era ella, quien era ella. Mis piernas temblaban tanto que me era difícil mantener el equilibrio. Intentaba seguirme acercando pero sentía como si un campo de fuerza la rodeara, ya que no podía acercarme a más de un metro de ella. Intente preguntarle, hablarle, pero sentía que mis labios estuvieran entumecidos, como si me hubieran cosido la boca con un alambre. Intente decir algo con todas las fuerzas que daba mi cuerpo, hasta que lo único que pude emitir fueron unos griticos, muy silenciosos y roncos. Hasta que…Sentí que mi cabeza se golpeara fuertemente con una superficie solida, mis ojos se cerraron de golpe, caí de bruces tras dar una vuelta en el aire. Sentí a mi lado algo viscoso y espeso, la sangre cubría gran parte de mi cuerpo, llenando mi ropa y ahogándome en ella, lo único que logre escuchar antes de desmayarme fue un grito ensordecedor: DIOS MIO!!

Con amor Tu hijo






LUNES, 19 de Mayo del 2014

Querida madre:

N

o recuerdo nada de lo ocurrido, solamente desperté de repente tres días después recostado en una cama en el hospital Lake Palmer. La cabeza me da vueltas y vueltas, me duele, siento como sin un punzón se clavara una y otra vez en mi cerebro. Una venda recubre por completo mi cabeza, sin dejar rastro alguno de mi cabello, algo coloreado a causa de la cicatriz algo sangrante. Mi padre se encontraba sentado a un lado de la cama, con las manos cubriendo su rostro, dando ronquidos de león. Mientras que Clarice, a su lado, acariciaba su espalda mientras lee una pequeña revista extraída del montón que se encuentra al otro lado de la sala, en el rincón. Comencé a mirar a los lados en señal de la chica, pero solamente vi el montón de aparatos y cables que revoloteaban a través de toda la sala. La sala, blancuzca y lúgubre a causa de la bombilla de luz fluorescente defectuosa, la cual parpadeaba levemente. Intentaba buscar entre todos mis recuerdos alguna señal de lo que paso el viernes, pero no llegaba nada a mi. No lograba crear una imagen de lo que vi antes de que el auto del Sr. Wilkins me atropellara, pero mi cabeza me dolía mucho, no podía pensar claramente, con tan solo intentarlo el punzón volvía a clavarse. Intente dar una media vuelta leve sobre la cama, tratando de hacer el mínimo ruido, no quería atraer la atención de Clarice hacia mi. Cuando me erguí de nuevo, note una pequeña cesta, sobre la mesita de noche a mi lado. Una cesta adornada con moños rosados, rosas, claveles y calcomanías de bandas musicales. Una pequeña carta se encontraba desplegada dentro de ella, al parecer mi padre no resistió la curiosidad de leerla. Supe de inmediato de quien era, no pude evitar sonreír sin necesidad de esforzarme. Estire un poco mi mano hacia la

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cesta, sacando lentamente el sobre desplegado que allí se encontraba. La caligrafía que la conformaba era hermosa, escultural, parecía que Katherine se tomaba el tiempo suficiente para escribir cada palabra. Me adentre entre cada centímetro, letra por letra, palabra por palabra, amor por amor. Al final, solo denote una silueta conformando la comisura de sus labios sobre el grueso papel, formando un gracioso, pero lindo beso. Al terminar de leer la carta, la deje sobre la cesta, y comencé a intentar aun mas en recordar algo, cuando de repente, una silueta que no distinguía bien cruzo dando zancadas a través de la puerta a un lado de la habitación, usaba una bata blanca, pelo grisáceo y su rostro recubierto de arrugas, adornado con unos lentes de media luna algo empañados. Mi padre se despertó de repente, sus ojos soñolientos estaban venosos y rojizos, rodeados por una aureola grisácea, al parecer no había dormido nada desde el accidente. Se froto las lagrimas y se seco la boca ensalivada, se irguió y se levanto rápidamente al ver al doctor dirigirse hacia el. -Doctor, ¿Cómo esta? ¿Estará bien?El doctor se quito los lentes, los froto con la bata y se los volvió a colocar, parecía que quería dar algo de suspenso antes de responder. Arrugo aun más sus labios y emitió algunas palabras secas y roncas: -Tranquilo, señor. Estará bien, solo sufrió un fuerte golpe, tenemos suerte de que no sufriera una contusión. O peor, que… ya sabe. Pero señor… - ¿Qué sucede, doctor? - Es sobre su enfermedad… - No me interesa escuchar de eso ahora, doctor- dijo

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sobresaltado y conteniendo la ira que llevaban esas palabras. –Solo digame si estará bien-Lo estará, señor, lo estará. Mi padre tomo una gran bocanada de aire, aliviado de las palabras que escuchaba. Miro a Clarice, que aun leía la revista, lo miro fugazmente y echo una risotada algo engreída y siguió leyendo. El solo me miro, yo daba la espalda a los dos, con una mano sobre mi cabeza, acariciándola suavemente para apaciguar un poco el dolor que sentía. - Señor, lo tendremos en observación un día más, reglas médicas. Para asegurarnos de que no haya sido algo serio – Mi padre se dio la vuelta, y desanimadamente asintió con la cabeza y se sentó de nuevo sobre la pequeña silla junto a la cama. Clarice lo miro, e intento calmarlo con unas leves caricias en sus mejillas, el sonrió entre dientes, y luego bajo la cabeza. El tiempo pasó rápidamente, y el silencio en la sala no callo por ningún momento, se sentía la preocupación y los nervios en el aire, mis parpados pudieron cerrarse por un par de horas, dejando de preocuparme por lo ocurrido. Sentí unos leves pasos a través de la sala, y una vocecilla diciendo con una melodía: Ya es hora, las visitas son hasta las nueve de la noche. Mi padre y Clarice se levantaron, y dando suaves pasos se dirigieron afuera de la sala, la cual cerró rápidamente y sus luces se apagaron. Mis adoloridos ojos intentaban forzosamente ver lo que me rodeaba, pero la oscuridad me tragaba vivo. Sentía una claustrofobia inimaginable, un sentimiento de ansiedad cruzaba todo mi cuerpo y el sudor corría suavemente. Me voltee lentamente, intentando no lastimarme aun mas, y mi mirada quedo dirigida hacia el techo, el cual sentía que se

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alejaba cada vez mas. Mi mente, como un frustrante intento, trataba de recordar lo ocurrido una y otra vez. No podía dejar de pensar en ello. Estuve a punto de lograr verla, saber quien ha estado mostrándose en todos los cimientos de mi cerebro, quien esa la chica resplandeciente. Pasaron horas y horas justo al frente de mi sin ni siquiera darme cuenta, la lluvia caía estrepitosamente sobre la ventana de la sala, mi mente parecía adormilada en sus pensamientos pero no sentía sueño, cuando de repente comencé a escuchar suaves golpeteos sobre el vidrio que cubría la puerta de la sala. Sobresaltado, gire suavemente la cabeza para poder ver lo que hacia ese ruido. Veía una palma, mediana, delgada y blancuzca golpeando una y otra vez el vidrio, deslizándose suavemente y dejando una marca alargada sobre el vidrio empañado a causa de la humedad. Intente poder levantarme y averiguar que hacia ese peculiar pero algo ruidoso golpeteo. Me sorprendía que ninguna enfermera o ningún vigilante lo escuchara, ni siquiera por el eco que yacía en el pasillo. Me balancee de lado a lado, liberándome de la cobija blancuzca de doble superficie que me atrapaba las piernas. Cuando finalmente las logre sacar, lentamente baje mis pies hacia el suelo, y de golpe me lancé hacia el vacio, no sabia donde caería, no podía ver muy bien mi alrededor, hasta que mis pies se quemaron un poco a causa del fuerte frio que recorría el suelo de mármol, y, a causa del dolor que me recorrían las piernas, como un bebe, comencé a dar paso tras paso lo mas lento que podía, sosteniéndome con lo que podía para mantenerme de pie. Cuando finalmente llegue hacia la puerta, de repente el golpeteo se detuvo sin ton ni son. Me quede inmóvil, como si me hubiera congelado de repente, con las pocas fuerzas que

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tenia mire a través del vidrio que cubría la puerta y…. No había nada. Estuve viendo a través del vidrio durante unos segundos, intentando ver alguna señal o algún rastro de lo que sea que fuese, incluso me estaba dando conclusiones y razones para simplemente darme la vuelta y volver a la cama. Pero no lo hice. Me quede ahí, boquiabierto, y con mis ojos casi pegados contra el vidrio. Hasta que ¡PAF! La palma cayó hacia mi rostro, golpeando aun más fuerte el vidrio, pero este no se rompió. Pero esta vez, la palma no estaba limpia ni blancuzca… Estaba manchada de sangre. Un escalofrió recorrió toda mi espalda, los vellos de mi nuca se erizaron de tal forma de que lastimaban de lo afilados que se encontraban, parecían congelados. Un punzón atravesó mi pierna, perdí el equilibrio y caí estrepitosamente, aunque estaba tan asustado que no pude apartar la vista ni parpadear al golpear el suelo. La palma sangrante yacía paralizada por unos segundos sobre el vidrio, hasta que con un fuerte movimiento arrastro la sangre hacia abajo, despegándose de la superficie. La sangre comenzó a escurrirse lentamente, parecía que brillara en el umbral, deseaba ser lo único en esa habitación que no pudiera ver. Lentamente, me erguí y comienzo a gatear sobre mis rodillas, algo adoloridas, acerque mi oreja sobre la helada superficie de la puerta, tratando de escuchar que se encontraba al otro lado, intentando resistir la tentación de volver a ver a través de ese vidrio. Me quede por unos minutos arrodillado, con mi rostro aun sobre la puerta, intentando contener las lágrimas, pensando las posibilidades, pensando si era real o era un sueño. Me pellizque cada parte de mi brazo izquierdo, intentando despertar de una vez por todas, simplemente no podía creerlo.

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Finalmente después de tener mi brazo lleno de moretones, me despegue de la puerta, y caí de espaldas sobre el suelo helado, me arrastre hacia atrás, sin quitar la mirada de la mancha sangrante, la cual brillaba como un reflector. Poco a poco, comencé a levantarme, estremeciéndome fuertemente a los lados, y lentamente me acerque a la puerta. Miraba con detenimiento la mancha, y coloque mi palma sobre ella, como si deseara que encajara, que fuera del mismo tamaño, y la sacudí con fuerza, quitando las manchas de humedad para poder ver mejor hacia el otro lado. Contemple a la imagen viva de mis pensamientos, la chica se encontraba al otro lado con mirada despierta, y boca sonriente, la comisura de sus labios resaltaban, volviendo el rojo de la sangre a un color vino tinto. Sus cabellos se agitaban con fuerza, casi cubriendo su rostro. Lentamente levanto su mano ensangrentada y la alineo a la mía sobre el vidrio. No pude contenerlo, no sabia que hacer, di un sobresalto y despegue fuertemente mi mano del vidrio, mientras ella emitía una risa ensordecedora y tenebrosa. No podía hacerlo, no podía…no…¡¡Grite!! AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH!! Escena seguida, una enfermera y uno de los vigilantes nocturnos entraron de golpe a la sala, casi al mismo tiempo que encendían las luces, la tormenta charrasqueaba sobre la ventana, y un relámpago azoto el cielo al momento que llegaron. Me quede apoyado sobre uno de los costados de la cama, ahogándome entre mis lagrimas, boquiabierto, con la mano derecha sobre mi cabeza, dándome suaves caricias sobre la herida vendada y con la otra mano, secando mis lagrimas. -¿¿¡¡Qué sucede aquí??!!- pregunto el vigilante sobresaltado

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Se me hacia difícil decir palabra alguna, solo secaba mis lagrimas, y mantenía mis ojos entrecerrados, intentando no volver a ver la mancha de sangre. La imagen de la sonrisa de esa chica se había quedado plasmada en mi mente, una imagen tétrica y horrible que solo veía en pesadillas. Segundos después, tome una bocanada de aire y emití un chillido, un pequeño sonido casi ininteligible: ¡¡En la puerta!! La enfermera estaba de pie detrás del vigilante, con las manos en la boca, sudando, al parecer nerviosa por el grito, a juzgar por su conducta, no llevaba mucho tiempo trabajando en el hospital. Se estremecía a los lados, caminando de un lado a otro, con los ojos vidriosos sin parpadear. El vigilante, al escuchar mis palabras, rápidamente tomo el pomo de la puerta y lo halo con fuerza hacia mí, y con seriedad, me enseño la puerta de pies a cabeza. Quite mis manos de mi rostro con lentitud y asome mis ojos enjuagados en lágrimas. Mi vista estaba distorsionada, no podía ver con claridad, hasta que cuando logre ver con claridad, de verdad, desee nunca poder haber vuelto a ver…. No había mancha de sangre alguna. Ni rastro ni nada. Me quede estupefacto, en silencio. Ni siquiera podía respirar. No podía creerlo. Fue un sueño, o no lo fue. Se sintió tan real, el miedo, los escalofríos…. Su mirada. Pero una parte de mi, aun quiere saber de verdad, quien es ella y que es lo que quiere de mi. Una parte de mi, quiere verla, algo masoquista de mi parte. No dije palabra alguna, creí que mi mirada lo decía todo. Los espectadores de mi espectáculo me miraran fijamente, con cara de asombro. La enfermera se quito las manos del rostro y las cruzo sobre su pecho, con actitud seria y pensativa. El vigilante parecía que intentaba contener una risa, dejo por completo su conducta seria y amargada, y solo se me quedo mirando.

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Me sentí acorralado, no sabia que decir, me quede varado en mi mirada por unos segundos, intentando sostenerme del soporte del colchón de la cama, hasta que mi pie se retorció y me desplome sobre el suelo. El sol de repente apareció en el horizonte y su luz ilumino mi rostro, cegando mi vista. Me quede estirado sobre el suelo, mientras los acompañantes aun no apartaban la vista de mí. Perdí el conocimiento.

Con amor

Tu hijo



MIÉRCOLES, 21 de Mayo del 2014

Querida madre:

N

o recuerdo nada acerca del regreso a casa, solamente abrí los ojos mientras yacía, atrapado entre sabanas sobre mi cama. Comencé a mirar de un lado a otro, reconociendo la zona de confort de la que me había alejado por media semana. Mi zona de zen. Mi zona de pensar. Me sentía extraño, como si hubiera despertado de una larga pesadilla, que incluso mis ojos aun estaban ahumados a causa de las lágrimas que por horas derrame. Mis piernas aun temblaban, parecían que no hubieran parado tras la horrible aparición del hospital. Sentía que no podía levantarme, ni siquiera mover los dedos de los pies, los cuales yacían inertes y pálidos a los costados. Aun mis ojos se movían de lado a lado intentando volver en mí, creía que había desaparecido de mi cuerpo. Voltee lentamente mi cabeza hacia la mesa de noche a un lado de mi cama, y mire el menudo despertador agarrotado, algo polvoriento y grisáceo que no se había movido ni un centímetro de donde lo coloque la última vez, cuando lo compre. La hora marcaban las 6:30 am. Volví a mirar hacia el techo, inerte, medio muerto, intentando hacer el más simple movimiento. Pasaron horas y horas, la cama aun me tenia sujeto entre sabanas, a las 8:30 finalmente logre, apoyándome sobre mis brazos, mover mi cuerpo hacia un lado de la cama, y de un pequeño salto, me despegue de la cama y caí estrepitosamente sobre el suelo, dando vueltas hasta golpear la puerta con mi espalda. Mis piernas chocaron fuertemente con la mesa de noche, como un hacha cayeron sobre la madera, estremeciéndose de un lado a otro hasta caerse hacia el frente, aplastando mi pie derecho. Por un segundo pude ver la mesa abalanzándose sobre mi pie, pero cuando denote, al

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darme cuenta, ya estaba presionando fuertemente sobre mi talón. Mi predicción de sentir un fuerte dolor tras el espectáculo que sucedió fue completamente falso: No sentí absolutamente nada. Me quede por unos segundos contemplando mi pie engarrotado y aplastado sobre la fría madera blancuzca de la mesa de noche. ¿Porque no sentía nada? Debería estar dando fuertes gemidos de dolor, pero todo lo contrario, no me dolía. En esos segundos comencé a darme cuenta, de que parecía, de que no tuviera piernas. Mis piernas eran completamente invisibles a comparación del resto de mi cuerpo. No las sentía ni aunque hiciera el mayor esfuerzo. Cuando recupere el sentido, escuche unos fuertes pasos apresurados que recorrían cada escalón de madera contiguo al pasillo. Fueron aumentando hasta que de repente, la puerta se lanzo como un látigo, abriéndose y casi golpeando mi cabeza, suerte que no la había apoyado sobre ella. Una silueta apareció estremeciéndose fuertemente, asustada y conmocionada, menciono las primeras palabras que había logrado escuchar al llegar a casa: ¡Hijo! ¿Estas bien? Me había olvidado de dejar la silla de ruedas aquí, en caso de que intentaras levantarte. Mi padre fue entrando poco a poco adentrando a la habitación una silla de ruedas que chirriaba cada vez que la movía, callando el silencio que yo había callado al caerme. Al fin de todo, al fin de golpes y chirriar de tornillos y tuercas, la silla finalmente cayo al frente de mi cama. Mi padre ayudo a levantarme, alzándome sobre sus brazos y suavemente me poso sobre la almohada que recubría la helada superficie metálica. Yo aun intentaba asimilar esas tres palabras: Silla- de-

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ruedas. Que había pasado, lo último que recuerdo es que me levante sollozando y emitiendo gemidos y gritos al contemplar la horrible mano sangrante sobre el cristal, la chica de ojos vidriosos al otro lado de la puerta y el grave misterio del rastro sangrante desaparecido. Yo aun podía ver la sangre escurriéndose, y aun me preguntaba porque solo yo podía ver la sangre. Porque ni el vigilante, ni la enfermera, ni nadie mas podía o pudo verla. Recuerdo que mis piernas aun estaban vivas, y aun podía sentir el helado suelo sobre el que me había abalanzado al ver la luz del sol y perdido el conocimiento. Caí como pluma sobre la pequeña almohadilla, como un regazo. Volví de mis pensamientos cuando mis brazos se apoyaron sobre la silla. Mire mis piernas, pálidas y caídas, como hojas en otoño. Mi padre se quedo parado, mirándome por unos segundos, sus mejillas estaban enrojecidas, y su frente estaba empapada de sudor, sus ojos se denotaban aguados y vidriosos, respiraba quejica y pausadamente, intentando asimilar que su hijo único de repente quedara parapléjico. -El doctor dijo…-callo el silencio en la habitación cuando comenzó a hablar – de que no podía explicar la razón por la que perdieras tus piernas, aunque según el, tal vez sea temporal. A causa del golpe, tal vez tus músculos hayan quedado lastimados, o un simple desorden nervioso…. Espero que no sea permanente. -¿El doctor no dijo mas nada? Acerca del pequeño episodio que tuve…. Aquella noche. Mi padre se quedo estático por unos instantes, pensativo acerca de lo que acababa de preguntar. Luego dio un pequeño respingo y se sentó sobre el colchón. Comenzó a hablar: -El doctor menciono algo, si. La enfermera le conto lo sucedido, y tal vez fue una pesadilla, es normal. Así que olvida-

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lo, solo olvídalo. Todos tenemos pesadillas, tal vez deberías descansar. -Pero no entiendo… Fue tan real, se sintió tan real. No puedo explicarlo – dije girando negativamente la cabeza sin parar, intentando reprimir las lágrimas. Estaba cansado de llorar. -Tranquilo, campeón. Deja de pensar en ello. Es muy normal, solo distrae tu mente. Espera aquí, te traeré el desayunoY se fue dando zancadas y cerro la puerta suave y delicadamente. Me quede contemplando mis piernas, asombrados e incrédulo. Intente erguirme un poco sobre la silla para volver a mi cama, aborrecía el frío helado que provenía de la superficie metálica. De un salto, llegue a los pies de la cama y escale rápidamente entre las sabanas, de vuelta a la almohada. Cuando hice un fuerte movimiento sobre la cama, mis piernas se alzaron junto mi cuerpo, revelando una extraña marca que yacía envuelta sobre mi talón. Me acerque un poco, inclinándome hacia el talón, y mis ojos se volvieron planos y estupefactos al ver unas extrañas marcas pintadas sobre el talón. Las marcas eran circulares y perpendicularmente elaboraban un anillo, al juntarlas en conjunto, parecía una mano inerte, apoyada, que sostenía con fuerza. Me quede pensativo, y a la vez asombrado: ¿Quién coloco su mano sobre mi talón? ¿Y en que momento? Acerque mi mano lentamente, y comencé a acariciar, con algo de fuerza, la superficie áspera de mi piel en donde se marcaba la silueta, intentando comprobar si era alguna herida ocasionada a causa del atropello, ya que tantas cosas me pudieron haber herido tras lo sucedido. Escanee un poco la silueta marcada, examinando los dedos delgados que la formaban. La mano era pequeña, como la de una niña, tal vez de mi edad, tal vez

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menor. De verdad aun tenía muchas dudas por responder, y nada lograba hacerlas desaparecer. Escuche los escalones resonar violando el silencio que yacía en el umbral, y mi padre apareció, con bandeja en mano, llena de aperitivos, un plato lleno de rodajas de pan tostado con unos pedazos de tocino, huevos y un plato de jugo de naranja. No me sorprendía, ya que desde tu muerte, no he desayunado nada diferente, ni almorzado, ni cenado. Me quede mirando la bandeja, posada lentamente sobre mi regazo, y recordé la marca comiéndose mi pierna, y rápidamente le exclame a mi padre: -¡Papá, mira esto! Ves esta marcaMi papa se quedo contemplando mi pierna, examinándola de arriba hacia abajo por unos segundos y lo que respondió nunca quise haberlo escuchado. -¿De que marca hablas? No veo nadaMe quede helado, parecía que mi piel se había tornado de un color carne, a compararse con la nieve invernal. Pero, esa marca estaba ahí, era ineludible. ¿Pero que demonios sucede conmigo? -¡Aquí papá!- decía señalando de forma agitada y ansiosa, casi lanzando la bandeja al suelo. –¿Cómo no puedes verla? ¡Es una mano! ¡Una maldita mano! -Hijo, creo que deberías descansar. Has pasado por mucho. -Pero papá… -¡AHÍ NO HAY NINGUNA MARCA! ¡NO HAY NADA! Mi padre desapareció del umbral, lanzando estrepitosamente la puerta, cerrándola con enojo. Me quede estupefacto, aun mi cabeza no estaba clara en ese momento. Solo mis ojos quedaron posados sobre la marca explicita silueteada sobre mi talón. Porque mi padre habrá reaccionado de esa manera, de verdad no lo entiendo. Como no podía verla, ¿Estoy loco o algo así?

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Coloque de nuevo lentamente mi mano sobre la marca, apartando la bandeja que yacía sin tocarse, sobre mi regazo y colocándola a un lado. Me tome unos cuantos segundos darme cuenta, al girar mi mano levemente sobre su eje, alineando mi mano a la silueta sobre la piel. Eran del mismo tamaño. La cabeza comenzó a palpitar, a causa del dolor que se estaba clavando sobre mi cráneo. Mi mente se inundo de recuerdos tras esa imagen sobre mi retina, y recordé la noche en el hospital. Cuando contemple la mano sangrante, apoyándose sobre la fría y cristalina superficie del vidrio, recuerdo que en un instante, vi el rostro pálido y brillante de la chica, recuerdo que vi sus ojos. Parecían que las imágenes sobre mi mente comenzaron a aclararse, como si se enfocara el lente de una cámara fotográfica, ya que denote al fin su rostro. Sus ojos azules, su cabello detuvo el fuerte agitar que tenia, revelando un color marrón brillante. Su rostro era delgado, sus mejillas elevadas y curveadas, perfectas y marcadas Sus labios eran carnosos, sus siluetas eran anchas, esbeltas y bien formadas, revelando unos dientes cristalinos y blancuzcos. Al alinear mi mano a la suya vi, en cuestión de segundos, que una sonrisa se pinto sobre su rostro perfecto, una sonrisa que me encegueció completamente. Era tan perfecta, pero tan horrible a la vez, algo que me costaba explicar. Me quede inerte sobre mi cama, asimilando los recuerdos lo más que podía. Miraba la mano sobre mi piel sin parar, es ella, lo se. Siento que cada vez estoy más cerca de saber quien es. Hasta que lo ultimo que recordé antes de quedarme dormido fue tu rostro pintado sobre la retina de mis ojos… Sonreías. Tu cabello se agitaba con fuerza, y mostrabas la palma de tu mano blancuzca sacudiéndose de un lado a otro,

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como si te estuvieras despidiendo. Mis pies finalmente se movían, caminaba lentamente, como un bebe aprendiendo a dar sus primeros pasos. Mi piernas se flexionaban, y se mezclaban sobre las hojas de pasto verduzco que completaban la llanura que conformaba la colina en donde nos encontrábamos. Extendí los brazos firmemente, con intenciones de abrazarte fuertemente y una sonrisa escultural se dibujo sobre mi pálido rostro, mostrando mis dientes blancuzcos y menudos. A medida que me fui acercando hacia ti, comenzabas a brillar incesantemente, tu sonrisa me enceguecía aun más. Hasta que ese brillo se limitó en el momento en que las palabras aparecieron atravesando la comisura de tus labios: Finalmente, sabes quien soy. Soy yo, fui yo y siempre seré yo, hijo mío. Cuando mencionaste esas palabras, me detuve de un sobresalto y me quede embobado y salivando sobre los pensamientos que finalmente llegaban a ver alguna luz. Así que…. Esa chica, eras tú todo este tiempo. Todos los momentos en que la chica apareció, cruzaron ante mis ojos como una película, pero fui demasiado ciego para darme cuenta de quien era. Eras tú. Siempre fuiste tú. -Mamá…. Selene…. Puedes llamarme como quieras-Porque mama… ¡¿Por qué me dejaste solo?! -Hijo mío… Uno no controla la muerte, la vida es una sola. Terminara en muerte todo el tiempo, y nada podremos hacer para evitarla. Todos somos prestados en este mundo. Nadie es indispensable para nadie. -Pero yo siempre te necesite, y siempre te he necesitado…. ¿Porque te fuiste? -La vida no siempre será de oro, a veces no tenemos la suerte de Dios para hacerla mas larga. Papá siempre supo eso,

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Cuando mencionaste esas palabras, me detuve de un sobresalto y me quede embobado y salivando sobre los pensamientos que finalmente llegaban a ver alguna luz.


Así que…. Esa chica, eras tú todo este tiempo. Todos los momentos en que la chica apareció, cruzaron ante mis ojos como una película, pero fui demasiado ciego para darme cuenta de quien era. Eras tú. Siempre fuiste tú.


y sabía que tras perder su trabajo, no podía darte lo que yo no tuve. -Pero mamá… te necesito. De verdad, te necesito. Al decir esas simples palabras, mis ojos se volvieron vidriosos y corrompieron en lágrimas que se escurrían a través de los pómulos de mis mejillas. Mi cabeza me dolía demasiado, y Selene, de un respingo, se acerco a mí y extendió su mano hacia mí. Con un suave y delicado ademan, me llamaba, sentía que mis piernas estaban muertas, no tenia control sobre ellas, solo daba paso tras paso, acercándome aun más hacia el hermoso rostro de la chica, Selene… Mi madre. Todas ellas. La mano de Selene se acerco levemente y se poso sobre mi cabeza doliente y gritando, con una simple caricia me hizo sentir de nuevo el cariño de una madre. El cariño que busque por tanto tiempo, que nunca creí que iba a volver a sentir. -Vive, hijo mío. Vive tu vida feliz, déjame ir. Solo déjame ir en paz. Siempre estaré junto a ti, solo…. No mueras por mi muerteDe repente, mis brazos la sujetaron con fuerza, y mis lágrimas humedecieron la suave tela del vestido azulejo que, como recordaba, era su favorito. No podía soltarla. No quería soltarla, todo era ese abrazo. Solo ese abrazo, tal vez por una ultima vez. Su rostro se abalanzo sobre el mío y un suave y lindo beso se poso lentamente sobre mi frente. Yo simplemente lloraba de alegría, no podía contenerla. -Ya no puedo vivir más, Selene- dije por última vez en mi vida. Ya no puedo apartarme de tu lado, nunca más

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Con amor por ultima vez Tu hijo



MIÉRCOLES, 21 de Mayo del 2014

Querido hijo:

L

CONCLUSIÓN

o último que recuerdo fue, que al ver a mi hijo sobre la cama, enjuagado y ahogado en sangre, es que entre lágrimas y gritos, lo alcé sobre mis brazos, inerte, como un muñeco, y lo conduje a través de toda la casa, enseñándole cada uno de los recovecos por los que vivió tantos años. Estaba hiperventilando, no podía contener la gran tristeza que tenia. Me sentí aun más solo que nunca. Le enseñe por última vez el frente de su casa. Lo lleve entre brazos por horas y horas, caminando sin parar, intentando llevarme la tristeza por delante y dejarla atrás, pero no podía. La tenía sobre mi espalda. Todas las personas del vecindario salieron tras escuchar mis fuertes gemidos adornando el silencio del andén. Incluso una chica, con lentes de pasta negruzca, vestida de rockera, apareció de repente corriendo hacia mí. Me asuste al principio, pero luego recordé que mi hijo era el que estaba sobre mis brazos. Pensé, que tal vez era una amiga. Solo vi que ella se detuvo, conmocionada y de golpe coloco sus manos sobre las comisuras de sus labios y se abalanzo de rodillas sobre el concreto, al momento en que sus ojos se llenaron de lágrimas, y acompaño como dueto a la tristeza que tenia. Mis piernas perdieron la fuerza que tenia. Mis ganas de vivir se habían desvanecido por completo, solo caminaba por la voluntad de Dios. Rápidamente, la gente de todo el vecindario me rodeo completamente, creando un ambiente claustrofóbico en el umbral. Uno de los vecinos sostenía un celular, apoyado en su oído y mencionando palabras que no lograba escuchar con claridad. Lo único que mis ojos veían, como un reflejo, eran los primeros pasos de mi hijo, su primer día de clases, verlo terminar la primaria, su cumpleaños…. Todos esos recuerdos giraban a mí alrededor y mi tristeza me lanzo de rodillas. Mi

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rostro comenzó a crisparse completamente y la ansiedad inundo mis ojos. Mire hacia el cielo y gotas de lluvia irrumpieron el umbral, el cielo se ahumó y las nubes se pintaron de un gris oscuro. Pensé que era el perfecto momento para decirle a Selene cuanto lo sentía, yo era el que debía de haber muerto. No ella. La calle se lleno de siluetas blancuzcas con batas y uniformes, no lograba distinguir completamente que eran a causa de las lagrimas que corrompían mi vista. De repente sentí que unas manos se posaron sobre mí y de un sobresalto, me levantaron del suelo. Escuchaba voces y palabras que no lograba escuchar, tal vez ni siquiera quería escucharlas, como si mis oídos y mis ojos se hubieran apagado por completo. Me subieron a un gran armatoste, de superficie metálica, de color blanco, y me sentaron sobre una almohadilla. Sentí que separaron a mi hijo de mis brazos, y lo colocaron sobre una camilla, la cual, se encontraba a mi lado. El vehículo despego de sobresalto y comenzó a deslizarse sobre el asfalto, emitiendo una fuerte sirena, que ahumaba mis gemidos y mis sollozos. Yo me quede, mirando al aire deslizarse a través de mis mejillas llenas de lágrimas. La ambulancia se estremecía a los lados, patinando de cruce en cruce a causa de la lluvia. Veía de izquierda a derecha, tratando de despertar de esa pesadilla que me inundaba y me lanzaba contra el suelo, veía el par de siluetas blancuzcas que recubrían a mi hijo con un manto del mismo color brillante, y le hacían cosas que no podía distinguir claramente. En esos largos momentos de silencio, me sumergía en los recuerdos mas hermosos de mi vida, sentí que una parte de mi había muerto. Las lágrimas no paraban de correr a través de mis mejillas, llegando a encajar con la comisura de mis labios. Selene… nunca te dije lo mucho que te amaba, no te respete i, y

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como lo merecías. Solamente, después de tu muerte, desee unos momentos más junto a ti. No disfrute lo suficiente junto a ti. Me sentí aun mas mal de que llego el momento en que calle mi tristeza muy rápido, cuando Clarice apareció en la escena…. Te olvide completamente, de verdad…. Lo siento. Nunca ame a nadie tanto como te ame a ti, y quise callar mi tristeza lo mas rápido posible adentrando a alguien mas en mi vida que te suplantara. Lo siento, lo siento, lo siento. El silencio fue repentinamente callado por el fuerte frenazo que dio la ambulancia, deslizándose por unos segundos sobre el agua. Las puertas se abrieron de golpe y unos largos brazos me tomaron por la espalda y me bajaron junto con la camilla. Estaba asustado, no sabia que mas pensar. Solo lo único que hacia era gritar: ¡MI HIJO! ¿Qué le hacen? El chirriar ocasionado por las rueditas de la camilla al deslizarse sobre el mármol del hospital se agudizo de golpe en mis oídos. Solo veía las simples siluetas de los doctores, enfermeras y otros adentrarse en el pasillo principal, de camino hacia la sala de emergencia. Comencé a correr rápidamente, dando bruscos empujones a todos los que intentaran evitar que estuviera con mi hijo por unos escasos pero emotivos momentos. Intente seguir rápidamente el chirriar de la camilla, pero la perdí a los pocos metros, ya que mis ojos, ahumados y rojizos, me hicieron perder la coordinación de mis pasos. Lo único que pude hacer fue tumbarme en una de las sillas en la sala de espera, hasta que unos segundos después, el sueño callo mi tristeza. Las horas pasaron sin darme cuenta, postrado, desaliñado y desgarbado, recupere el sentido recostado sobre las sillas. Me erguí de nuevo, estremeciéndome a los lados, sin intención de caerme. Acomode cómodamente mi espalda, e intentando er

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contener las lagrimas que aun podía derramar. Vi a una enfermera aproximarse a paso escaso hacia mí. Alzo su mano delgada y blancuzca, y menciono unas palabras, algo ininteligibles, que ni siquiera me interesaron en preguntar por ello ni me interesaba saber mas. Solo quería ver a mi hijo por última vez. Los pasillos me tragaban como monstruos gigantes, sentía una claustrofobia enorme, pero aunque me sintiera horrible, mis pies no se detendrían por nada hasta llegar a la sala de emergencias en donde el se encontraba. Iba a paso apresurado, casi corriendo, el sudor escurría a través de mi frente, cruzando la gabela y llegando a la punta de mi nariz. Cuando llegue de golpe a la puerta de la sala, los doctores se giraron y me miraron con ojos vidriosos y algo lamentados. Muchos de ellos me dieron palmadas en la espalda, una señal de que no habían podido hacer nada para recobrar la vida de mi hijo. Escuchaba gemidos y sonidos haciendo eco en el umbral, hasta que de repente, comenzaron a desaparecer uno a otro a través de la puerta principal. Me acerque a mi hijo, postrado y sin vida sobre la cama. Su rostro estaba pálido, sus mejillas habían perdido su color, sus ojos estaban entrecerrados, revelando minúsculamente el blanco vidrioso de sus ojos. Me sentí en una pequeña sillita a un lado de la cama, apoye mis brazos sobre las sabanas que lo recubrían y cubrí mi rostro entre ellas para ahogar los sollozos que aun tenia acumulados dentro de mi. Lo único que pude hacer era decir una y otra vez: Lo siento, lo siento, lo siento. Lentamente, sin levantar la mirada, mi mano derecha busco entre las sabanas su mano, aunque inerte y sin vida, deseaba tocarla de nuevo. Al encontrarla, mi mano se poso lentamente en su palma, y comencé a dar sandeces sobre ella, intentando

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en vano que se moviera. Al no encontrar respuesta, mis sollozos aumentaron el volumen, casi gritaba, y el eco que adornaba la sala hacia que mi tristeza me tragara aun mas. Pasaron algunos minutos y aun decidía no irme de su lado….. Hasta que….. Escuche un susurro que me decía: ¡Hay que intentar vivir!... Y su mano lentamente se movió.

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ÍNDICE: Prólogo

11

MIÉRCOLES, 14 de Mayo del 2014

19

JUEVES, 15 de Mayo de 2014

30

VIERNES, 16 de Mayo del 2014

41

LUNES, 19 de Mayo del 2014

55

MIÉRCOLES, 21 de Mayo del 2014

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Conclusión

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