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Historia y Cultura PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO EN EL VALLE DE NEPEÑA JESÚS MAZA POMA Arqueólogo especialista en Geomática
Ha pasado casi un siglo desde que el sabio Julio C. Tello mostró a la comunidad científica de su época, los impresionantes hallazgos encontrados en los templos ceremoniales de Cerro Blanco y Punkurí. Desde aquel entonces, una serie de investigadores nacionales y extranjeros han llegado al valle de Nepeña a explorar y estudiar los vestigios de nuestros antepasados. Solo por mencionar algunos, citaremos los trabajos de Soriano , Kosok , Schaedel , Bonavia , Proulx , Daggett y Samaniego . Recientemente, un nutrido grupo de arqueólogos extranjeros, principalmente de raíces norteamericanas, ha centrado sus estudios en los periodos tempranos del desarrollo andino. Dentro de estos últimos, destacan los trabajos de Shibata , Hikehara y Chicoine . Figura 2. Esta fotografía conforma la única evidencia que se tiene de un sitio arqueológico hoy desaparecido conocido como Alpacote.
Mencionar este aspecto nos permite también denunciar los desvirtuados informes que nos llegan con respecto a la destrucción progresiva de los petroglifos de Pocos, Pamparena y Pampa de Motocachy . Es menester de nosotros, los herederos de los antiguos habitantes del valle, preservar estos restos para conocer nuestra historia, el grado de civilización al que llegaron nuestros antepasados y afirmar nuestra identidad andina.
Figura 1. El doctor Tello realizando las excavaciones en el templo ceremonial de Cerro Blanco en la década de 1930.
Algo en común a todos los investigadores referidos es la importancia que confieren a los vestigios prehispánicos que estudian, en algunos casos siendo testigos directos de la desidia e inconsciencia del hombre con respecto a la preservación de su patrimonio arqueológico. Lo cierto es que el potencial arqueológico del valle de Nepeña se ve constantemente amenazado por la expansión de la frontera agrícola y urbana. La actividad depredadora del hombre ya se llevó en algunos casos partes de nuestra historia; mencionaremos el caso de un sitio arqueológico conocido como Alpacote, destruido para construir el actual reservorio de Máquina Vieja. Aquí llegó el eminente estudioso Paul Kosok en la década del 40 y pudo realizar algunas fotografías, las cuales conforman el único fragmento vivo de esa parte de nuestra historia. Es muy probable que casos como este se hayan presentado y se sigan suscitando a lo largo y ancho del valle de Nepeña.
Pasando a otro aspecto, la actividad turística que podría incentivar el potencial arqueológico es todavía incipiente a nivel institucional. Aún falta realizar una actualización de la cartografía arqueológica existente. Sobre este ítem debemos señalar que se cuentan con los mapas arqueológicos generados principalmente por el Dr. Donal Proulx y secundando por Daggett en la década del 80 en base a una prospección intensiva abarcando desde el litoral costero hasta Jimbe, identificando un total de 363 sitios arqueológicos.
Figura 3. Este mapa elaborado por Donald Proulx se constituye como el más completo inventario arqueológico del valle de Nepeña.
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Dicho trabajo debería ser tomado en cuenta por las autoridades locales; desde este espacio que se me otorga para escribir, puedo señalar que es una tarea relativamente fácil si se cuenta con personas de voluntad férrea y se brindan los medios logísticos adecuados. Para finalizar, debo indicar que el potencial arqueológico del valle de Nepeña debería conformar una base sobre la cual se tendrían que desarrollar otras políticas y actividades socio-culturales. El trabajo de sensibilización es sumamente importante en esta dirección. Tal vez de esa manera podremos generar en los niños de ahora y autoridades de mañana esa conciencia histórica que nuestra nación necesita para emprender metas apreciando primero lo suyo. Desde esta tribuna espero haber contribuido con una pequeña reflexión con respecto al patrimonio arqueológico del valle, el mismo que recorrí desde niño y seguiré recorriendo ahora como arqueólogo, tratando de entenderlo y sobre todo valorarlo.
Figura 4. El evento realizado recientemente en ACU denominado “I Jornada de sensibilización y compromiso por la defensa del patrimonio cultural de Moro-Paredones 2017” debería ser el punto de partida para fortalecer y sensibilizar a largo plazo a las nuevas generaciones con respecto a la importancia de su patrimonio arqueológico.
LAGUNAS Y ANTIGUAS REPRESAS EN LAS ALTURAS DE JIMBE, DISTRITO CÁCERES DEL PERÚ Andy Combey Arqueólogo de la Universidad Pantheón Sorbonne - París Existe en las alturas de Jimbe numerosas lagunas altoandinas que constituyen un recurso fundamental para las poblaciones de la zona. Este potencial hidrológico fue, aparentemente, aprovechado desde los tiempos prehispánicos para lograr aumentar y asegurar la producción agrícola así como la actividad pecuaria. El reconocimiento que realicé con la ayuda del arqueólogo Jesús Maza Poma en tres quebradas del distrito de Cáceres del Perú, Capado, Huampucayán y Mátar (nombradas de norte a sur), permitió detectar evidencias de antiguos represamientos. De manera semejante a lo que pudieron observar los arqueólogos Kevin Lane (2005) y Alexander Herrera (2005) en las cabeceras de los ríos Chaclancayo y Loco, ambos afluentes del río Nepeña (distritos de Pamparomás), se pudo constatar que existían aún diques, supuestamente prehispánicos, encima de los 4000 msnm. La prospección llevada a cabo nos permitió registrar 14 represas cuyas 9 eran aún desconocidas. La quebrada Capado que corresponde a la quebrada más septentrional de la cuenca de Nepeña, y por donde cruza además la pista carrozable Jimbe-Huaylas, alberga nada menos que 8 lagunas, repartidas en varios pequeños tributarios ubicados en cada margen del río Capado. Entre esas, tres parecen haber sido represadas antiguamente (de la más alta a la más baja): Tocanca, Huirí (llamada a veces Hatun Huirí por los
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lugareños) y Coñocranra. Hoy, los diques de Tocanca y Huirí quedan bastante destruidos y el agua fluye a través del muro, anulando completamente su función. Al contrario, la represa de Coñocranra, con sus 60 metros de largo y sus 3 metros de altura, está todavía de pie y apta para impedir el paso del agua. En cambio a estas tres represas que eran conocidas y parcialmente documentadas por trabajos previos, especialmente los estudios del canal prehispánico de Huiru Cátac (Gambini, 1975; 1984; Villafana Ávila, 1986; Maza Poma, 2016; 2017), se pudo registrar un tipo particular de represa, ya observada en la parte meridional del valle alto de Nepeña, denominada “represa de limo” (Lane, 2005). Como su nombre lo deja suponer, la represa tiene el objetivo almacenar sedimentos. El dique, construido en zonas moderadamente inclinadas obstaculiza pues los sedimentos, productos de la erosión, llevados por el agua, principalmente durante la estación de lluvias. Así, los limos se van acumulando atrás del muro, formando un suelo cada vez más espeso a medida que pasan los años. Capaces de retener agua estos suelos se convierten poco a poco en zonas húmedas, conocidas bajo el nombre de bofedal, ecosistemas esenciales para la supervivencia, a esas alturas, de ciertas especies silvestres así que del ganado (Palacios Rios, 1977). Tres represas de este tipo fueron descubiertas. Dos están ubicadas en las cabeceras de un pequeño tributario del río Capado, la quebrada Ulto Cruz (Fig.1).
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diques de piedra y de cemento. Sin embargo, las observaciones realizadas permitieron reconocer trabajos de represamiento más antiguos en Mamancocha, Chaupicocha y Quepancocha, así que en un pequeño ojo de agua ubicado arriba de Mamancocha (MA-2). Mientras que en el caso de Mamancocha, el dique prehispánico fue re-utilizado como base para el dique colosal actual, los diques prehispánicos fueron o sea sumergidos en los casos de Chaupicocha y Quepancocha o reforzados como lo demuestra el ojo de agua arriba de Mamancocha (MA-2) donde queda intacta únicamente la cara externa del dique prehispánico (Fig.2). Figura 1. Dique de una de las dos represas de limo de la quebrada Ulto Cruz. Foto: A. Combey
El complejo hidráulico Huampucayán está conformado por 5 lagunas organizadas de manera casi circular. Este complejo de lagunas presentado ya por Antonio Raimondi (1873), puede ser considerado como una de las fuentes principales en agua para la población del distrito de Cáceres del Perú (Gambini, 1975). Entre estas lagunas, se pudo registrar evidencias de represamiento antiguo en tres lagunas (de la más alta a la más baja): Islacocha, Minascocha y Quepancocha. Mientras que estas lagunas fueron represadas en la segunda mitad del siglo XX por los habitantes de los caseríos de Peras y Mucharán, presentan, también, muros sumergidos río arriba que nos parecen de considerable antigüedad. Destacan los casos de Quepancocha y Islacocha que se caracterizan, cada uno, por varios diques sumergidos: dos para Quepancocha y tres por Islacocha. No queda claro si eran parte de un sistema complejo de manejo del agua, en lo cual cada muro permitía amortiguar la fuerza de salida (Aspillaga Delgado, 1953) o más bien de varias etapas de represamiento de las lagunas, aumentando cada vez el volumen almacenado. Finalmente, el complejo Mátar está compuesto por 6 lagunas principales (de la más alta a la más baja): Pintadacocha, Mellizococha (2), Mamancocha, Chaupicocha y, por fin, Quepancocha. Actualmente, cuatro de estas lagunas son represadas (Pintadacocha, Mamancocha, Chaupicocha y Quepancocha) con
A través de esta presentación, resalta la ingeniosidad de las poblaciones que ocuparon las alturas del distrito en tiempos prehispánicos. Ellos supieron imaginar obras hidráulicas en toda la puna para mejorar sus condiciones de vida y enfrentar condiciones climáticas que solían ser difíciles. Estos vestigios arqueológicos, últimos testigos de antiguos sistemas de almacenamiento de agua en las cumbres de la Cordillera Negra, representan entonces un patrimonio cultural que se debe preservar y valorizar. Como lo pudimos constatar, la construcción de represas modernas destruyó parcialmente, y probablemente hizo desaparecer, ciertas obras hidráulicas antiguas. Por lo tanto, es imperativo profundizar las investigaciones a fin de salvaguardar los conocimientos de las poblaciones prehispánicas y modificar los planes de desarrollo conducidos en las alturas de Jimbe y de la cuenca alta del valle de Nepeña, implementando prácticas y tecnologías más respetuosas de estos ecosistemas y del patrimonio cultural común. Frente a este desafío, las represas de limo representan una oportunidad destacable. La vuelta a la actualidad de esta ingeniosa práctica llevaría al incremento de las superficies de pastos en las alturas y a una disminución, de hecho, de la aridez, dinamizando la actividad pastoral. Se contaría pues con un aprovechamiento más fructífero de las punas que facilitaría el mantenimiento de una economía local y tradicional.
Figura 2. Cara externa del dique de la represa ubicada arriba de Mamancocha (denominada MA-2)
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