lunes 15-11-10

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Los lunes, poesĂ­a


Juan Chirveches 43

Lleva pantalón vaquero y una camisa a cuadros. A las tres de la mañana lo asesinaron. ¡Había que ver qué gentío, anoche a las tres y cuarto! Tenía una novia rubia; tenía dieciocho años; y ahora estaba en la calle, asesinado. Su sangre fue el rocío de la alborada de mayo; su herida, una puerta roja por la que entró en el pasado; le hablaba con boca helada al oído del asfalto. Lo habían matado.


Los lunes, poesĂ­a


Juan Chirveches 123

Los amores del agosto, al terminar el verano, cuando llegaron las lluvias, se diluyeron en charcos. Charcos que son como pozos de amores olvidados.


Los lunes, poesĂ­a


Juan Chirveches 103

Serรก mi lecho una tumba.


Los lunes, poesĂ­a


Juan Chirveches JITANJÁFORA

¡Vamos colorín, canta tus cantos que ya es abril! Todo el año esperando tu piopí. Y ahora que hay noches claras, esperebí, currimandina, susufuní, casta la tasta y un alhelí.


Los lunes, poesĂ­a


Juan Chirveches Beatus ille

Dichoso aquél que, a la tarde, cuando el sol guarda sus rayos, se duerme al son del silencio en lecho calmado y blando. Dichoso aquél que despierta cuando oye cantar al gallo, y lo arrullan, mientras duerme, los airecillos del campo. Dichoso aquél que ve el alba cómo aparece despacio; saluda a la madrugada en los días de verano, mientras mira en la campiña derramarse su rebaño. Bebe el agua de las fuentes, el mosto que él ha pisado, y come las ricas grasas del cerdo recién matado. Lanza piedras con la honda, le habla al monte de sus tratos, y sabe en cada gorjeo identificar los pájaros. A la entrada de una olmeda, justo en el segundo árbol, ha grabado un corazón: su nombre y otro en blanco...

Se sienta y el caramillo nota que está enamorado, pues cada nota que saca va con un suspiro hinchado. En su tiempo coge el fruto que sus manos han plantado (ve como crecen las perlas en el joyero del árbol) Cuando la muerte lo busque, se lo encontrará cavando; se fundirá con la tierra y allí quedará olvidado.


Los lunes, poesĂ­a


Juan Chirveches 13

Sentado en las peñas, recordando a solas, ¡qué triste estaba mirando las olas! ¡Qué triste estaba el viejo Juan Doblas! Su cuerpo la curva que inclinan las horas; sus ojos destilan penas como gotas. Él mira, impasible, las cálidas ondas... No se daba cuenta el viejo Juan Doblas, de que se iba un barco por entre las rocas; pintado de negro, las banderas rotas, guiado hacia adentro por diez mil gaviotas... Se alejaba el barco de la oscura costa. Se iban los días del viejo Juan Doblas... Cuando a la mañana lo vieron las mozas, estaba sin vida el viejo Juan Doblas.


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