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Temperamento de la música
from INBOX VIII
ROSALY JURADO
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Las personas nacemos con un temperamento imposible de cambiar y al que se suman otros rasgos formando a cada uno, el temperamento sería la esencia individual, del mismo modo, cada composición musical tiene un temperamento que al combinarse con otros factores dan como resultado las diferentes melodías. Esta esencia, son las escalas modales.
Las escalas modales podemos dividirlas en tres grupos según los acordes que predominan: mayores, menores y menor especial. Dentro de los mayores están los modos: jónico, lidio y mixolidio. Los menores incluyen a los modos dórico, frigio y eólico. El único modo dentro de menor especial es el locrio.
Empecemos por los mayores, los caracteriza el sonido alegre. En el caso del jónico, lo que le identifica es que, si en base a la quinta nota, se añaden cinco tonos, esto hace que el modo dórico suene alegre y muy armónico, como Cumpleaños feliz que cantamos en toda celebración de onomástico y es muy difícil tener una expresión totalmente seria en el rostro y es, tal
ROSALY JURADO & KEVIN SOTOMAYOR
vez, la razón por la que es perdurable. Por otro lado, está el modo lidio, la peculiaridad de este modo es que la primera y cuarta nota están separadas por seis semitonos, lo que produce un sonido místico e inspirador, por eso lo utilizan mucho para bandas sonoras como el tema de E.T. que transmite ese sentimiento de asombro.
Terminando con este grupo, está el modo mixolidio, que es similar al dórico, excepto por el penúltimo intervalo, que es medio tono menos; lo que elimina la característica del jónico. Esto es lo que hará que el sonido sea menos alegre que los anteriores, y a la vez, un tanto despreocupado; como es el caso de Sweet Child of Mine de Guns n’ Roses, que es alegre, pero a la vez nos da un aire de oscuridad.
En el caso de los menores, tienen un sonido triste. El primero es el eólico, es medio tono menos que en el acorde mayor (jónico); esta característica le da melancolía, por ejemplo, en el tema de Piratas del Caribe, que da la sensación de nostalgia al alejarse de la vida cotidiana para emprender una aventura. Luego se encuentra el modo dórico que, al estar entre el mixolidio y el eólico, tiene un poco de ambos, mezcla el penúltimo intervalo que le da la sensación de despreocupación, con el componente de tristeza por el acorde menor; de esta forma suena entre feliz y triste, como en el tema de la fuerza, en Star Wars que, al escucharlo, sentimos algo de tristeza y a la vez un rayito de esperanza y felicidad. Finalmente está el modo frigio, que se caracteriza por utilizar el modo eólico y disminuir a la segunda nota medio tono, esto hace que el sonido sea misterioso y hasta malévolo, por eso lo utilizan en el tema principal de la serie Rick and Morty, dando una sensación de misterio.
Terminando con los modos, está el locrio, que tiene como característica principal la quinta disminuida, lo que quiere decir que el acorde tiene tres tonos de diferencia entre la primera y quinta nota.
Esto es lo que produce un sonido muy oscuro, y con mucha tensión, y por lo mismo mucho menos utilizado en la música actual y mucho menos en una composición completa, por ejemplo, el verso de Symptom of the universe de Black Sabbath.
Vértigo
DEYANIRA GÁLVEZ
Sólo ahora que tengo un poco de tiempo puedo hacer el esfuerzo de recordar con tranquilidad y serenidad todo lo que pasó. Sólo ahora que tengo un poco de tiempo y más lucidez puedo recordar la mañana de ese día.
Un rostro viéndome con una sonrisa angelical detrás del ventanal de un café, como si sintiera compasión por mí. Lo recuerdo vagamente, no presté atención, me pasé de largo y continué con mi caminata buscando cigarrillos.
Mi ansiedad a veces me llevaba a necesitar desesperadamente un cigarrillo, pero nadie vendía uno por el centro de Lima a esta hora. Estaba a punto de rendirme cuando me distraje con esas alhajas que venden los extranjeros. O mejor dicho, me distraje con los extranjeros que venden esas alhajas. Tenían mucha suciedad en el cabello, ropa desteñida, sucia, pero bien decorados, eso sí, con esas alhajas que ellos mismos venden.
Se veían como maniquíes que lucen lo que venden, que ofrecen lo que venden. Un escalofrío cargado de ganas de fumar me sacó del trance, y mi mirada coincidió con la de uno de estos foráneos, que sacaba una pipa de debajo de una manta, la encendía, inhalaba y “volaba”. Seguramente en ese momento mi ansiedad le ganó la batalla a una mal impuesta decencia que mi abuela había intentado cultivar en mí durante los últimos meses. No recuerdo el tono ni las palabras que usé, pero debieron ser eficaces, mi memoria hace un salto (¡ja!, un salto) hasta la avenida Wilson.
Me vuelvo a ver caminando, con la pipa en la mano derecha. A lo lejos veo a una chica que se me hace familiar, camina hacia mí, viéndome a los ojos.
Detrás de ella está un señor gordo, con la cara medio deforme por el esfuerzo que hace al cargar unos espejos de cuerpo entero. A ella la ignoro, no me gusta que me vea con tristeza, como la mayoría.
Sigo caminando, pero ya cansada. Igual que mi memoria. Seguro por eso mi siguiente recuerdo es un parque muy cercano a uno de los hoteles más caros de la ciudad.
Estoy sentada en una banca viendo salir, como diría mi abuela, “gente de bien”, dándole la mano a maletas que parecen avanzar solas, con sus diminutas rueditas; cámaras colgadas en el cuello, lentes de sol en la cabeza. Algunos me ven y se delatan con gestos torpes de querer aparentar normalidad, se nota que sienten esa mezcla rancia de miedo, pena y empatía. Mis recuerdos se interrumpen por voces desesperadas. Son los médicos. Siempre están en estado de alerta, llenos de estrés, euforia y desesperación. Las enfermeras igual. Prefiero ignorar, y seguir recordando ese día.
MENTAL FLOS
Estaba en la banca, admirando la altura del edificio, siempre había querido subirme a uno de esos, ver la inmensa ciudad desde arriba, sentirme grande. Seguro mi mirada expresaba mi deseo, porque escuché una voz al costado. —Puedo acompañarte si quieres subir— era una chica de voz traviesa, que veía también a lo alto. —No podría, soy ajena al mundo de la “gente de bien”— le respondí riendo. —No necesitas ser “gente de bien”, sólo aparentar ser uno de ellos, no van a ver tu historial, sólo te ven superficialmente, ven, vas a recordar siempre lo genial que es lanzar ahí arriba— me jaló del brazo y no tuve opción, tampoco quise tener opción.
La seguí en estado automático, recordando lo mucho que mi abuela había intentado hacer de mí una chica “hecha y derecha”, y lo mucho que yo había fallado en el intento y la última razón para sentirme miserable por eso, fuera de las miradas de compasión, estaba en la droga metida en la pipa que estaba fumando. Otra laguna mental.
Mi recuerdo me ubica en lo alto del Sheraton, yo vestida con una capa negra, la chica que me ayudó está a mi lado, vestida igual que yo, la recuerdo y pienso que se llama Paola, seguro que en algún momento dentro de la laguna en mi mente me lo dijo. Fumamos de la pipa que el extranjero me regaló, es más fuerte de lo que normalmente fumo porque me hace sentir que mis pies no tocan el suelo. Paola tenía razón, podría olvidar todo, menos lo genial que se siente fumar y sentir vértigo al mismo tiempo. Veo toda la ciudad, casas, árboles, y al fondo, una parte pequeñita del mar.
Mi vista va desenfocando el panorama y poco a poco las casas se van convirtiendo en personas, en miles de personas que gritan que me lance, ellos me van a sostener, como a los grandes artistas, escucho mucha euforia, gritos, ovaciones.
Me ubico justo al filo de la azotea, puedo ver a la gente filmando con sus celulares, algunos desde otros edificios aledaños, todos quieren verme. Ante tanta algarabía, decido complacer a mi público.
Me despido de Paola, que me mira desde atrás, identifico en ella la misma mirada que he visto en el ventanal del café, en la mañana, y la misma mirada que vi en los espejos del señor gordo cuando caminaba por Wilson.
La misma mirada que me recrimina mil veces el no haber sido esa única esperanza que mi abuela había puesto en mí, esa mirada de culpabilidad que encuentro en cada reflejo, en cada espejo.