Los verdaderos deseos

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Los verdaderos deseos Jimena García

Su teléfono sonó, con cara de temor, respondió que llegaría al lugar. Ella y su acompañante tomaron un taxi confiando en que nada les pasaría y que estando juntas era menos peligroso llegar a la cárcel. Una vez afuera del sitio, fueron llevadas a una celda VIP. Ella fue elegida por un sujeto que había matado a una persona “sin querer”; quitándose la ropa se recostaron en una cama matrimonial, mientras una televisión gigante era su único espectador y la música de un estéreo minimizaba los gemidos de quien confesó extorsionar desde prisión. Al término de una hora, ella se vistió, recibió cinco mil 500 pesos y se retiró del sitio junto a su compañera, que había servido a otro prisionero. “He sentido asco más que culpa, aunque nunca me arrepiento porque siempre me pagan”, sentenció Mari Fer, de 30 años, quien lleva cinco años trabajando como escort en la ciudad de México, reconociendo que dicho oficio cada vez es más difícil, “hay más competencia, si bien nos va, dos clientes o tres al día. Antes podías tener hasta 10 llamados por noche”. A través de Facebook, acordamos reunirnos en uno de los Starbucks de Reforma 222, habían pasado 10 años para que volviera a tener noticias de aquella amiga que había hecho durante la secundaria en un colegio que sólo aceptaba niñas y era dirigido por monjas. A mi llegada al café, esperé por unos minutos cuando la vi a lo lejos… ya no usaba lentes, su cuerpo ahora era esbelto. Su vestimenta, unos jeans, suéter y flats que la hacían lucir linda y casual. Nos saludamos y abrazamos como si los años no hubieran pasado, mi primer pregunta fue -¿qué te has hecho, a qué te has dedicado?- ella respondió que tal vez la noticia que me daría no sería grata, pero era su forma de vivir, “soy escort, antes fui teibolera…también estudié la carrera de psicología y ahorita estoy haciendo una maestría, pero lo que me deja dinero es el sexo, en una noche he llegado a ganar 25 mil pesos”. No pude evitar poner cara de asombro, no supe qué responder, ella interrumpió el breve silencio y sin titubear dijo, “lo sé, estás sorprendida, yo tampoco esperaba que esto fuera a pasar con mi vida, pero tú que conociste a mi hermana (le llevaba 15 años) me hizo la vida imposible. Muchas veces intenté suicidarme hasta que por fin pude escaparme de mi casa como a los 17 años. Por eso empecé a trabajar en lo que se me iba dando. Primero fui teibolera donde conocí a una amiga chilena y una argentina que me propusieron entrar al negocio, y heme aquí”.


Para ser escort, le hicieron firmar un contrato donde aceptó estar consciente que está trabajando en dicho medio, entregó su credencial de elector para que notificaran sus datos reales, además de que pagó para que la promovieran. A los días, su fotografía semidesnuda con el alias de ‘Mari Fer’ ya aparecía en una página de internet exclusiva de “prostitutas de caché” a la que sólo pueden entrar mujeres mayores de edad. “En la página no hay rangos. No hay favoritas para los que reclutan. Nosotras somos las que buscamos ser publicadas, puedes pagar desde los tres mil 500 pesos a los 15 mil. Puedes pagar la más alta cantidad y estar horrible o pagar lo mínimo y estar guapísima. Ahora sí que dependemos del gusto de los clientes para que te vaya bien o mal en el negocio”, relató mientras me miraba fijamente a los ojos y bebía un té. Mari Fer, agregó que como escort no disfruta las relaciones sexuales, no tiene orgasmos, no permite el sexo anal, pocos clientes pueden besarla, aunque reconoció que se ha enamorado de dos de ellos. “Los dos han sido como 15 años mayores que yo, estoy consciente que en una pareja estoy buscando un papá, esa ausencia (su papá falleció antes de que ella naciera). Con uno de ellos duré tres años, me sacó de la página dos años, pero regresé porque el dinero se acababa, tenía que seguir pagando mis cosas. Al final me mandó al diablo porque ya no quería más cargas en su vida y porque teníamos muchos problemas. No volví a saber de él”, explicó. Mientras encendía un cigarro y pensaba en lo difícil de su oficio como sexoservidora le cuestioné sobre sus temores y su preparación mental para poder estar con hombres desconocidos, “lidio con el asco, lo mejor para mí es cuando me pagan mucho y me cogen poco. Hay muchas veces que he tenido miedo, llegar a un lugar donde me citan en domicilios y no saber con qué me encontraré. Una vez estuve con Francisco de la O y otra con Juan Carlos Bonet (ambos actores), he estado con muy guapos, pero que también les gusta que les meta consoladores, también me han pedido hacer tríos y he tenido que besar y tocar a otras mujeres”. Sobre la experiencia particular con los actores, señaló que ambos son adictos a la cocaína, pero que recibió un “lindo trato”, los describió como “buenas personas, pero sumamente adictivos”. “Siempre me trataron bien, incluso Bonet me invitó a verlo a varias de sus obras de teatro. De Paco de la O me acuerdo que estuve con él cuando andaba con Gaby Platas (actriz) y estaban por casarse, ¿ya ves? Todos los hombres son infieles”, destacó. Hondado en el tema de las drogas, la joven indicó que varios clientes adictos le han pedido ponerse líneas de cocaína en varias partes del cuerpo: en la pelvis, en los senos, en el abdomen, en las nalgas y en la espalda para poder inhalarla y después tener relaciones sexuales.


“Pese a que he estado en ambientes tan densos, no bebo, no fumo y mucho menos consumo drogas, tengo que cuidarme porque estoy sola. No tengo familia y si yo no me cuido nadie más lo hará. Sé que a veces es peligroso, pero es a lo que me atengo haciendo esto”, dijo. Las horas pasaban, pedimos otra bebida y proseguimos con la plática en la que mencionó que ha tenido fuertes experiencias dentro y fuera de su oficio como escort, desde abortos con dos parejas, su poca creencia en la humanidad, sus depresiones por estar sola y la incapacidad de poder tener una relación estable, así como cuestionarse constantemente la falta de padres, de familia y las humillaciones y golpizas que le propinaba su hermana; situaciones que intentó y ha intentado sanar estudiando psicología. “Yo sé que tengo muchos traumas, por eso me metí a estudiar psicología… también trabajo como psicóloga, doy terapias en Satélite a jóvenes con artritis juvenil. Aun así, pese a todo lo que he pasado, las ganas por encontrar una pareja, de tener un hombre a mi lado no se han desvanecido. Sí pienso dejarlo en algún momento (escort), ya que me gustaría formar una familia, para mí, sí hay una razón para dejarlo. El problema es que me gusta el dinero, se me ha hecho cómodo y por eso he estado tan enganchada”, reconoció. Tras una extensa e interesante conversación, nos levantamos de las sillas y caminamos por un rato sobre Reforma, no pude evitar decirle que admiraba su fortaleza y hacer reflexión de que a veces uno con problemas mínimos sentimos desesperación, nos deprimimos, renegamos de lo que tenemos en lugar de prestar atención a la infinidad de bendiciones y cotidianeidades como es tener una familia. Nos abrazamos y nos despedimos.


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