El niño al que no le gustaba la Navidad

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El niño al que no le gustaba la Navidad

Víctor era un niño muy serio. Nunca se reía. Parecía un viejo gruñón en el cuerpo de un chaval de 10 años. En el colegio, muchas veces le preguntaban si era pariente del Grinch. Y es que a Víctor no le gustaba la Navidad. Si había colocado un árbol en el salón, lo tumbaba; si había un Belén, lo arrasaba. Cada año, cuando el calendario iba ya por la hoja de diciembre, el pequeño enfermaba. A veces había llegado a tener casi 39 grados de fiebre. A Víctor lo habían cuidado las diferentes tatas que habían pasado por su casa y todas se habían despedido porque se entristecían de la tristeza de Víctor. Ese año, sus padres habían contratado a Natalia, una chica uruguaya muy alegre. Esa tarde entró en su habitación para tomarle la temperatura. “Veo que estás un poco mejor. Mañana ya podrás ir al cole” “No estoy bueno del todo” “Pues entonces pasado mañana” “¿No puedo ya quedarme aquí hasta después de vacaciones?” “Pues claro que no. Te vas a perder la función de clase. ¿No tenías un papel en la obra ‘Un cuento de navidad’? “Sí, me ha obligado la profe para aprobar el semestre, pero no quiero hacerlo” “¿Por qué no?” “Porque nadie irá a verme” “¿Y tus padres?” Víctor le contó la historia. Sus padres le habían llenado de cosas materiales, pero nunca estaban en casa. Su madre era una conocida presentadora de televisión y

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ahora grababa un programa en Argentina y su padre producía los programas en los que ella intervenía. Los dos viajaban mucho y apenas lo veían. Todas las navidades sus padres, tal vez arrepentidos del poco tiempo que le dedicaban, lo inundaban de regalos, pero Víctor nunca abría ninguno. “El regalo que quiero no se compra”, les soltó el año anterior cuando se disculparon con él por teléfono por no llegar a tiempo a la cena de Nochebuena. Natalia puso el grito en el cielo. Localizó el teléfono de los padres y les llamo enseguida. “Son los peores padres del mundo”, les dijo acalorada, primero a uno y luego a la otra. “Le hemos regalado una moto”, se disculpó el padre. “Le hemos comprado un ordenador de última generación”, se disculpó la madre. “Cállense. Es una vergüenza que este niño no tenga ni inocencia ni ilusión por nada. ¡Parece mi tía solterona! Miren, mis mejores recuerdos son los que tengo de niña, rodeada de mis padres y mis hermanos y abriendo juntos los regalos de Navidad y sí, tal vez discutiendo en la mesa por cualquier cosa, pero estábamos todos juntos, así que pónganse un petardo en el culo y ya están viniendo para aquí si no quieren que llame a los servicios sociales”. “¿Pero usted quién es?” “La niñera. Si luego me quieren despedir, no tengo ningún problema”, sentenció Natalia, y colgó el teléfono. A Víctor le había tocado el papel de Joe, comprador de objetos embargados en la obra de Charles Dickens, ‘Un cuento de navidad’. Natalia ensayó con él las veces que fueron necesarias. Dos días más tarde, obligó a Víctor a levantarse de la cama y vestirse para la función del colegio. “Has tenido un día más, así que espabila, que llegamos tarde” Víctor llegó al colegio malhumorado y a regañadientes, acompañado de Natalia. “Mi vida es tan deprimente”, le soltó él antes de dejarlo en el auditorio. “Definitivamente hablas como mi tía solterona. Pues prepárate porque traigo una cámara de fotos digital. Voy a hacer por lo menos 100 fotos” Víctor se vistió de su personaje entre bambalinas. Le sorprendió que sus compañer@s se alegraran de verle. Natalia no las tenía todas consigo y, sentada en primera fila, no paraba de mirar el reloj y girarse para ver si llegaban los padres de Víctor.

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A 5 minutos para que empezara la función, Víctor padre y Amelia, la madre llegaron, apresurados, abrumados, ojerosos y con muchas horas de vuelo desde Argentina. Natalia los reconoció enseguida. Suspiró aliviada y les hizo una señal con el brazo para que se sentaran junto a ella. “Estoy muerta”, dijo la madre dejándose caer en la silla. “Sí, pero hoy van a hacer a su hijo el niño más feliz del mundo, así que quiero 0% de quejas y 100% de sonrisas y aplausos”. Ante el carácter de armas tomar de la niñera, los padres optaron por el silencio más prudente. Víctor hizo muy bien su papel y sus padres aplaudieron como locos desde la primera fila. Víctor se emocionó al verles. El padre se giró hacia el asiento de Natalia para decirle algo pero la joven no estaba. La silla estaba vacía y en ella había una cámara de fotos. “¿Dónde se ha metido la niñera?”, le preguntó a su mujer pero ella estaba igual de sorprendida. “No lo sé, pero esta vida que llevamos tiene que acabar. Cariño, nuestro hijo es lo más valioso. ¿Qué sentido tiene darle de todo si no estamos con él? Quiero que sea un niño feliz” El padre estuvo de acuerdo con ella. Víctor corrió hacia ellos para abrazarlos. “Papi, mami, creo que este año me gustará un poco más la Navidad”. Natalia contempló la escena orgullosa desde el lugar donde viven los ángeles...

FIN

Autor: J.Julio García

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