Indice Editorial: Una nueva mirada sobre el matrimonio.................................................1 ¿Charlas de sobremesa? Un supuesto magisterio “extra cathedram”.................3 P. Jean-Michel Gleize
¿Qué conducta seguir con los pecadores públicos?............................................ 11 P. Hervé Gresland
Notas de la familia católica......................................................................................19 El problema femenino.............................................................................................25 P. José María Mestre Roc
Una escuela, ¿por qué?............................................................................................ 31 P. Philippe Brunet
Lecciones de literatura.............................................................................................35 Christopher Fleming
Nicolás de Oresme....................................................................................................39 Rvdo. D. Eduardo Montes
La primavera del postconcilio................................................................................. 41 L. Pintas
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Editorial E
Una nueva mirada sobre el matrimonio
stamos ya a dos años de la publicación de la Exhortación Amoris lætitia, del Papa Francisco, que ha revestido una gravedad extraordinaria, al suponer una subversión, no sólo de las condiciones requeridas para la recepción de los sacramentos, sobre todo de la Sagrada Eucaristía, sino también de la moral conyugal y de toda la moral católica en general. La Exhortación cumple el papel de recapitulación y conclusión de los temas tratados en el doble Sínodo sobre la familia en octubre de 2014 y 2015. Aunque el Papa pareciera exponer la doctrina de la Iglesia sobre la familia y el matrimonio, lo hace desgraciadamente en una óptica totalmente distorsionada. En efecto: 1º Es intención del Papa proyectar sobre esa doctrina una mirada nueva, que consiste en considerar la doctrina y la ley natural como una norma remota, como un ideal, como una fuente de inspiración, que no puede aplicarse a los casos particulares de manera sistemática, sino sólo teniendo en cuenta las diferentes circunstancias y condicionamientos. Así, dice el Papa que todo principio general necesita ser inculturado en su aplicación (nº 3); que podemos encontrarnos delante de situaciones que rompen todos los esquemas (nº 37); que el Sínodo no quiso dar un estereotipo de la familia ideal, sino un «collage» de tantas realidades diferentes (nº 57); que la enseñanza sobre el matrimonio no puede ser una mera defensa de una doctrina fría y sin vida (nº 59); que es mezquino detenerse a considerar sólo si el obrar de una persona responde o no a una ley y norma general (nº 304); que la ley natural no debe ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para el proceso personal de toma de decisión» (nº 305); que no puede el pastor poner tantas condiciones a la misericordia, ni aplicar las leyes morales a las personas que viven en situaciones irregulares como si les tirase piedras con que las apedrea (nº 310); que no hay que caer en una casuística insoportable, en una fría moral de escritorio (nº 312)… 2º Según esta mirada nueva, la enseñanza de la Iglesia y del Evangelio sobre el matrimonio deja de ser una ley obligatoria para todos, para convertirse en un simple ideal, que la Iglesia nunca dejará de recordar, pero al que muchas familias pueden acercarse gradualmente, de manera menos plena o imperfecta. Así, quiere el Papa detenerse ante situaciones donde la vida familiar no se realiza perfectamente (nº 5). Fuera del verdadero matrimonio natural también hay elementos positivos en las formas matrimoniales de otras tradiciones religiosas (nº 77). El matrimonio cristiano se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer; otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo (nº 292). La elección del matrimonio
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Editorial: Una nueva mirada sobre el matrimonio
civil, o de la simple convivencia, debe ser valorada en aquellos signos de amor que de algún modo reflejan el amor de Dios (nº 294). Aunque algunas situaciones no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio, debemos reconocer en ellas, con sinceridad y honestidad, aquello que por ahora es la respuesta generosa que puede ofrecerse a Dios, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo (nº 303). 3º Igualmente, el Papa, reafirmando la tendencia del Concilio a invertir los fines del matrimonio, hace hincapié, en varios pasajes de la Exhortación, en que el fin principal del matrimonio es el amor mutuo de los esposos y el cultivo armónico de ese amor; sólo después se presenta la fecundidad del amor de los esposos, esto es, la finalidad procreativa del matrimonio. Así, se queja el Papa de que con frecuencia presentemos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, queda opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación (nº 36). Para él, el matrimonio es en primer lugar una íntima comunidad conyugal de vida y de amor, que constituye un bien para los mismos esposos (nº 80). En efecto, la gracia del sacramento del matrimonio está destinada ante todo a perfeccionar el amor de los cónyuges (nº 89). Concluye el Papa afirmando que estos divorciados vueltos a casar no son siempre pecadores públicos, ni su situación es siempre la de una ocasión próxima de pecado. Y por este motivo, puede en algunos casos admitírselos a la recepción de la Eucaristía. La Iglesia siempre tuvo una atención pastoral hacia aquella gente que, divorciada y luego vuelta a casar civilmente, se arrepentía de su pecado y quería regularizar su situación. Pero les exigía: • ante todo, que guardaran continencia perfecta, viviendo como hermanos; • luego, que hubiera razones graves para seguir viviendo juntos (necesidad de educar a hijos nacidos de esa unión ilegítima, imposibilidad para la mujer de irse a otra casa, etc.); • finalmente, que se removiera toda ocasión de escándalo. Con estas con-diciones, la Iglesia podía admitirlas de nuevo al sacramento de la confesión, e incluso, privadamente, al de la comunión. Bien podría el Papa haberlas recordado en su larga Exhortación; prefirió ignorarlas porque su intención era extender a todos los divorciados lo que la Iglesia hacía en situaciones bien particulares. Parece que asistimos a un nuevo paso de la revolución dentro de la Iglesia: de los errores doctrinales del Concilio pasamos a la corrupción de la moral en las costumbres. Los daños causados en las almas, con la aplicación de tales principios, serán incalculables. Se nos viene a la mente aquella frase del Evangelio: “Pues decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano” (Mc 6, 18). Al Precursor de nuestro Señor Jesucristo, cuya degollación traemos a la portada de este número, se le tiene, entre tantos títulos de gloria, por mártir de la santidad del matrimonio. También a San Juan Fisher y Santo Tomás Moro, decapitados por orden del tirano Enrique VIII de Inglaterra. ¿Mártires sin causa, o de una causa equivocada? No, mártires gloriosos de la verdad católica sobre el matrimonio (que esta Exhortación oscurece) a la cual nosotros adherimos de todo corazón y con toda nuestra alma. m
¿Charlas de sobremesa? Un supuesto Magisterio “extra cathedram” P. Jean-Michel Gleize
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n nuevo estilo
1. Nuestro tiempo ha asistido al nacimiento de una especie desconocida hasta entonces, la de un supuesto Magisterio “extra cathedram”, un Magisterio fuera del Magisterio, un Magisterio paralelo. Hay en esto una novedad absoluta, si se considera que, a lo largo de los tiempos, los sumos pontífices tomaron la palabra para enseñar con autoridad y lo hacían expresándose en los marcos reconocidos y bajo formas determinadas con bastante claridad. Aunque esas palabras no se presentasen siempre con el tono de una declaración solemne infalible, quedaba claro que los fieles podían advertir fácilmente que se trataba de lo que los teólogos designan como un “Acto del Magisterio”. Por ejemplo, desde el comienzo de su pontificado el papa Francisco ha publicado dos exhortaciones apostólicas (Evangelii gaudium, de 24 de noviembre de 2013, y Amoris laetitia, de 19 de marzo de 2016), dos cartas encíclicas (Lumen fidei, de 29 de junio de 2013, y Laudato si, de 24 de mayo de 2015), una bula (Misericordiae vultus, del 11 de abril de 2015, para la convocación del Jubileo extraordinario de la misericordia). Las exhortaciones apostólicas, las cartas encíclicas, las bulas se cuentan entre las principales formas bajo las cuales los papas vienen teniendo por costumbre
dispensar sus enseñanzas de la forma más oficial y más claramente accesible para todos(1). 2. Juan Pablo II inauguró un género nuevo, publicando en dos ocasiones una recopilación de entrevistas con periodistas(2). Benedicto XVI se dejó llevar por el mismo impulso, con su trilogía sobre Jesús de Nazaret (3) y sus entrevistas con
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Cuatro fueron los libros-entrevista ya publicados por Benedicto XVI/Joseph Ratzinger y Peter Seewald: La sal de la tierra (1996), Dios y el mundo (2000), Luz del mundo (2010), y Últimas conversaciones (2016), todos ellos grandes éxitos de ventas.
el periodista alemán Peter Seewald(4). El Santo Padre se expresaba así, eligiendo un canal no oficial, por vía mediática o científica, y ya no por vía de autoridad magisterial. Pero, por mucho que fuese sorprendente la novedad de este procedimiento, con todo, este género de
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intervenciones, que seguían cederse la libertad de cierta siendo más bien raras y audacia de pensamienexcepcionales, podían to, que podía después todavía clasificarse calar gradualmente en la categoría cláen las mentes de sica de los escritos sus seguidores. De simplemente teomanera parecida, lógicos, donde el las que podrían llaPapa no hace uso de marse “charlas de su función de Doctor avión”(8) del Papa acsupremo y se expretual se han convertido sa como un teólogo entre en el medio privilegiado de otros. Hay que reco- Lutero con su familia y sus amigos sentados una reflexión de vannocer que no ocurre a la mesa. Las notas que tomaban los estu- guardia. Querríamos diantes mientras comían se publicaron más ya exactamente lo tarde, bajo el título de Charlas de sobreme- indicar aquí algunos mismo con Francis- sa y este dibujo es de la edición realizada en ejemplos de los se1568. co. En efecto, desde rios problemas que el primer año de su pontificado, éste plantea a los católicos ese nuevo género adoptó bastante deprisa la costumbre de de “Magisterio” de Francisco. expresarse públicamente dirigiéndose a periodistas, o incluso a personalidades La Tradición: ¿”movimiento”, notables del mundo de la cultura, en el “conciencia” y “diálogo”? marco de entrevistas, diálogos o conferencias de prensa improvisadas(5). La 4. Con ocasión del encuentro del mes última hasta hoy de esas iniciativas ha de agosto de 2016 con Dominique Woldado lugar a la publicación de un libro ton(9), el Papa define la Tradición como que levanta acta de los “encuentros” del un “movimiento”. La Tradición, dice, Papa con Dominique Wolton(6). es “la doctrina que está en camino, que avanza”(10). E ilustra enseguida sus pa3. Entonces ¿podría hablarse de las labras: “Por ejemplo, a propósito de la “charlas de sobremesa” de Francisco(7)? pena de muerte. Nuestros obispos deLa expresión es muy conocida. Designa, cretaban la pena de muerte en la Edad en la obra de Martín Lutero, todo lo que Media. Hoy, la Iglesia dice más o menos el reformador pudo decir fuera de su –y se trabaja para cambiar el catecismo predicación propiamente dicha, fuera sobre este punto- que la pena de muerte de sus sermones y homilías, pero tam- es inmoral(11). ¿La tradición ha cambiabién fuera de sus comentarios sobre la do? No, pero la conciencia evoluciona, Escritura, de sus tratados teológicos o la conciencia moral evoluciona. Ocurre de sus escritos de controversia. Son con- lo mismo con la esclavitud. Hay esclaversaciones aparentemente sin conse- vos, pero es inmoral. […] En la tradición cuencias, donde Lutero se contenta con dinámica, lo esencial permanece: no agitar ideas, tratando con ligereza un cambia, pero crece. Crece en la explicipoco de todo. Pero es también en seme- tación y la comprensión. Esas tres fases jante contexto donde Lutero podía con- de Vicente de Lerins son muy impor-
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tantes. ¿Cómo crece la tradición? Crece como crece una persona: por el diálogo, que es como la lactancia para el niño. El diálogo con el mundo que nos rodea. El diálogo hace crecer. Si no se dialoga, no se puede crecer, se permanece cerrado,
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cente de Lerins no se contenta con decir que el depósito de la fe “crece” o “se desarrolla”. Dice sobre todo que ese “crecimiento” de la inteligencia del dogma debe hacerse: “solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia(13).” Esta última precisión fue retomada literalmente por el concilio Vaticano I: “Y, en efecto, la doctrina de la fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada e Política y Sociedad. Conversaciones con Dominique Wolton infaliblemente declarada. De ahí (Encuentro), es un ensayo-diálogo que recoge doce conversaciones entre ambos, mantenidas entre febrero de 2016 que también hay que mantener y febrero de 2017. Dominique Wolton comentó que “el perpetuamente aquel sentido de lenguaje del Papa es muy claro y directo, se expresa con rabia ante la injusticias y defiende a los inmigrantes” y con- los sagrados dogmas que una vez fesó que “nunca es fácil hablar con un Papa, pero con él declaró la santa madre Iglesia y surgió la chispa, pudimos conversar con inconformismo, jamás hay que apartarse de ese libertad y con humor, nos reímos muchísimo”. Se trata del primer libro de Francisco sobre su visión de la política y de sentido so pretexto y nombre de la sociedad: la paz y la guerra; la política y las religiones; la una más alta inteligencia. “Crezmundialización y la diversidad cultural; los fundamentalismos y la laicidad; Europa y los migrantes, la ecología, las ca, pues, y mucho y poderosadesigualdades en el mundo; el ecumenismo y el diálogo mente se adelante en quilates, interreligioso, y el individuo, la familia y la alteridad la inteligencia, ciencia y sabidupequeño, un enano. No puedo conten- ría de todos y de cada uno, ora de cada tarme con andar con anteojeras, debo hombre particular, ora de toda la Iglesia mirar y dialogar. El diálogo hace crecer universal, de las edades y de los siglos; y hace crecer a la tradición. Dialogando pero solamente en su propio género, es y escuchando otra opinión, puedo, como decir, en el mismo dogma, en el mismo en el caso de la pena de muerte, de la es- sentido, en la misma sentencia(14).” No clavitud, cambiar mi punto de vista. Sin es aquí cuestión de “dialogar” sino de cambiar la doctrina. La doctrina ha cre- “guardar fielmente” y “declarar infalicido con la comprensión. Eso es la base blemente”. Dicho sea de otra manera, de la tradición(12).” la verdadera (y la única(15)) causa apropiada de la explicitación y de la mejor 5. La referencia que el Papa hace al comprensión de las verdades reveladas Commonitorium es muy vaga. San Vi- no es otra sino la declaración autorizada
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En el Conmonitorio (siglo V), San Vicente de Lerins se propuso facilitar, con ejemplos de la Tradición y de la historia de la Iglesia, los criterios para conservar intacta la verdad católica. Las reglas que ofrece para distinguir la verdad del error pueden ser conocidas y aplicadas por todos los cristianos de todos los tiempos, pues se resumen en una exquisita fidelidad a la Tradición viva de la Iglesia. Su enseñanza fundamental es que los cristianos han de creer quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditum est: sólo y todo cuanto fue creído en todas partes, siempre y por todos.
e infalible del Magisterio de la Iglesia. Y no ningún “diálogo”(16) con el mundo. Todavía menos una “evolución” de la conciencia moral(17). 6. Por otra parte, san Vicente de Lerins indica claramente el criterio gracias al cual es posible reconocer el estado más explícito de la verdadera doctrina católica. “En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universa-
lidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros(18).” Los teólogos se atuvieron siempre a este criterio y, entre ellos, Franzelin y Billot dieron del mismo una explicación precisa y elaborada a fondo, que era entonces clásica en vísperas del concilio Vaticano II(19). Hay testimonio de ello en las intervenciones de los padres miembros del Coetus, que insisten sobre la importancia de este criterio con ocasión de las observaciones que formulan para subrayar las debilidades del esquema de la futura constitución Dei Verbum(20). 7. Las palabras del Papa introducen pues una gran confusión. La comparación entre la pena de muerte y la esclavitud es absolutamente indebida, si se recuerda que la Iglesia ha condenado siempre y en todas partes, como principio, la explotación tiránica del hombre por el hombre, mientras que ha legitimado siempre y en todas partes, aquí también como principio, la pena de muerte (21) . No cabría pues revisar el Catecismo sobre esos dos puntos tomados conjuntamente: si Francisco se niega a cambiar de criterio sobre la condena de la esclavitud ¿en nombre de qué pretende hacerlo sobre la legitimación de la pena de muerte? ¿Salvo que fuese gracias a definir la “Tradición” en un sentido nuevo y evolucionista, como expresión del estado actual de la conciencia moral de la
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humanidad? Pero entonces ¿qué es esta “tradición” (con “t” minúscula) que vemos tan alabada por el Santo Padre? ¿Es verdaderamente la sagrada Tradición (con “T” mayúscula) asistida por el Espíritu de nuestro Señor, la de la sagrada Escritura y la Tradición inmutable de la santa Iglesia, o es una “Tradición” según
El cardenal Louis Billot (1846-1931), restauró en las cátedras de los ateneos pontificios romanos la actualidad del pensamiento de Santo Tomás de Aquino, por expreso deseo de León XIII. En 1885 fue convocado a la cátedra de Dogmática de la Gregoriana (1885). La influencia teológica del jesuita francés, se impondrá sobre todo durante el pontificado de Pío X, siendo uno de los redactores de la encíclica Pascendi que condenaba el modernismo. Uno de los méritos por los cuales el Papa Sarto lo creará cardenal en 1911. En 1927, Billot “renunció” al capelo y dejó de ser cardenal, por no aceptar la decisión del papa Pío XI que prohibió a la jerarquía católica francesa que siguiera apoyando al partido Action Francaise, monárquico y anti-republicano.
los conceptos y las convicciones del neomodernismo, un momento preciso en la historia del post-Vaticano II?
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Matrimonio y “uniones civiles” 8. En lo que sigue de su diálogo con Dominique Wolton, el Papa, para dar un ejemplo de discontinuidad en el seno de la Tradición, alude al matrimonio homosexual. “No hay que confundir la evolución de la tradición, la comprensión pastoral, con la confusión sobre la naturaleza de las cosas. ¿Qué pensar del matrimonio entre personas del mismo sexo? El matrimonio es una palabra histórica. Desde siempre en la humanidad, y no solamente en la Iglesia, es un hombre y una mujer. No se puede cambiar eso como si tal cosa. […] No se puede cambiar eso. Es la naturaleza de las cosas. Son así. Llamemos pues a eso uniones civiles. No hagamos bromas con las verdades. Es verdad que detrás de eso está la ideología de género. […] Digamos las cosas como son: el matrimonio, es un hombre con una mujer. Ese es el término preciso. Llamemos unión civil a la unión del mismo sexo(22).” 9. ¿No habría aquí, en la intención del Papa, sino una simple cuestión de palabras? La respuesta se encuentra un poco después(23), cuando Francisco precisa a su interlocutor: “No querría que se confundiera mi posición sobre la actitud respecto de las personas homosexuales con el asunto de la teoría de género.” En efecto, a los ojos del Papa, no se puede cambiar la naturaleza de las cosas y el matrimonio es una palabra que se emplea para designar la realidad natural, tal y como la humanidad la ha reconocido siempre: realidad que es la de la unión de un hombre con una mujer. No cabría pues utilizar esa palabra para designar la unión de personas del mismo sexo, ya que estamos aquí, con
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las palabras, en el plano de la definición de las cosas. He aquí por qué, en ese mismo plano, la teoría (pues se trata ciertamente de una “teoría”) de género corresponde a una ideología. Ocurre de
«Así se explica actualmente este nuevo estilo de Magisterio, fuera del Magisterio, donde el Sumo Pontífice entra en diálogo con sus interlocutores, para expresar un punto de vista entre otros, destruyendo por ese mismo hecho las certezas dogmáticas y disciplinares de la Tradición de la Iglesia».
otro modo si nos situamos en el plano de la comprensión pastoral, donde se trata de calificar la actitud de la Iglesia respecto de las personas, en el contexto de la vida en sociedad. Francisco vuelve entonces a los datos esenciales enunciados en Amoris laetitia, en su nº 291: la Iglesia “mira con amor a quienes participan en su vida de modo incompleto”, así como en el número siguiente: “la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio.” Vale decir que el plano de la realidad natural, con las definiciones que reclama, y el de la comprensión pastoral, son absolutamente heterogéneos.
10. Es por otro lado precisamente aquí donde se encuentra el vicio fundamental de esta “autonomía de la conciencia”, que es la columna vertebral de todo el Concilio y, con él, de todo el post-concilio, principio y fundamento de este nuevo Magisterio que se ha querido “pastoral”. La conciencia se libera de toda coacción por parte de los poderes públicos, en el plano de la vida en sociedad. El matrimonio y la unión civil pueden coexistir pacíficamente, dentro de justos límites, que ya no son los de la fe y la moral. En suma, la política ya no está en continuidad con la naturaleza. Como quiera que sean las realidades naturales, y las definiciones necesarias que ellas implican, la nueva doctrina social de la Iglesia es resueltamente personalista: la actitud respecto de las personas no deriva ya de los principios de la naturaleza. Se puede ciertamente rechazar la teoría de género, precisamente en tanto que teoría, como contraria a las realidades naturales: pero la práctica se encarga de aceptar lo que la teoría reprueba. 11. En el tratado sobre los pecados opuestos a la virtud de fe, cuando trata de la herejía, santo Tomás se pregunta si hay que tolerar a los herejes(24). La respuesta se sustancia en una distinción. Una cosa es la persona en el sentido metafísico de individuo dotado de naturaleza racional, y otra cosa la persona en el sentido político de principio de operaciones. Desde el primer punto de vista, la persona humana merece respeto, pues es buena ontológicamente
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hablando. Pero desde el segundo punto de vista, el hereje es principio de herejía, es decir, de actos moralmente malos, que van a perjudicar gravemente al bien común de la Iglesia, y ello con independencia de que el hereje lo sea de buena o de mala fe. Se debe pues impedirle que viva socialmente, en tanto que hereje, es decir, que manifieste su herejía, si bien la prudencia puede ordenar que se le tolere. Debe haber pues cierta continuidad (o coherencia) entre lo que son las cosas y el modo en que se las trata pastoralmente, o políticamente. La ilusión de Francisco y su nueva “comprensión pastoral” consisten en establecer una ruptura entre ambos.
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en los moldes habituales de los documentos pontificios y de las formas tradicionales de expresión un pensamiento contrario a la Tradición. Así se explica actualmente este nuevo estilo de Magisterio, fuera del Magisterio, donde el Sumo Pontífice entra en diálogo con sus interlocutores, para expresar un punto de vista entre otros, destruyendo por ese mismo hecho las certezas dogmáticas y disciplinares de la Tradición de la Iglesia. Y he aquí un papa que está a punto de hacer admitir socialmente por los católicos la práctica de la unión libre, del
De la duda a los dubia 12. Desde el Concilio, los que tienen a su cargo proclamar la verdad han tomado partido por no impedir la expresión pública del error opuesto a esa verdad, y por dejar que se manifieste dentro de justos límites, que no son los de la verdad. Desde Juan XXIII, la Esposa de Cristo “quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas”(25). Hablando socialmente, los hombres de Iglesia rebajan pues su mensaje al rango de una simple hipótesis de investigación, que se ofrece a la libertad de las conciencias. Al dogma sucede así, en el plano de la práctica pastoral, la duda, es decir la equivalencia social de los contrarios. 13. Así se explica el nuevo Magisterio del Vaticano II, donde se ha vertido ya
El papa Francisco (14 de junio de 2013), recibió la bendición en el Vaticano del « arzobispo » anglicano Justin Welby.
adulterio, incluso de las uniones contra natura. Sembrando la duda en las mentes, ha atraído sobre sí primeramente una puesta en duda, con los cinco Dubia, y recientemente un emplazamiento, con la Correctio filialis. Porque la Tradición de la Iglesia permanece, a pesar de esta subversión neo-magisterial, a través del eco que se hace escuchar por el sentido católico de la Iglesia discente. Eco de la voz de todos los papas de antes del Concilio, y cuyo Magisterio condenará siempre a este rebrote del modernismo, sin esperanza alguna para éste. m
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¿Charlas de sobremesa? Un supuesto Magisterio “extra cathedram”
(1) Ver “Annexe à l´article du Père Basile” en L´Église, servante de la vérité. Regards sur le magistère. Essais réunis sous la direction de Bruno Le Pivain, Ad solem, 2007, p. 220-224, donde se transcribe y resume el Epitome juris canonici de Vermeersch y Creusen de 1937. (2) No tengáis miedo, recopilación de entrevistas con André Frossard, publicada en 1982, y después Cruzando el umbral de la esperanza, otra recopilación de entrevistas con Vittorio Messori, publicada en 1994. (3) Del Bautismo en el Jordán a la Transfiguración, publicado en 2007; Desde la entrada en Jerusalén a la Resurrección, publicado en 2011; La infancia de Jesús, publicado en 2012. (4) Luz del mundo: el Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, publicado en 2010; Últimas conversaciones, publicado en 2016. (5) Francisco, “Entrevista con el fundador del diario italiano La Repubblica” en L´Osservatore romano, edición semanal del 4 de octubre de 2013; Francisco, Paroles en liberté, Éditions France Loisirs, 2016. Prefacio de Caroline Pigozzi. Introducción de Giovanni Maria Vian: se retoma allí la entrevista con Scalfari, p. 115-130. (6) Francisco, Rencontres avec Dominique Wolton: Politique et société, Éditions de l´Observatoire/ Humensis, 2017. Hay versión española: Política y sociedad: conversaciones con Dominique Wolton, Ediciones Encuentro, 2018. (7) Que todas las almas temerosas de Internet y demás lugares se tranquilicen: dejando a salvo el respeto debido a la Cátedra de Pedro y al Vicario de Cristo, recurrimos aquí al procedimiento de la analogía y, lejos de querer sugerir una identidad unívoca entre el Papa y Lutero, queremos solamente manifestar una semejanza que les vincula uno al otro sobre un punto muy particular y aislado. No queremos decir que Francisco es el nuevo Lutero del siglo XXI. Queremos solamente decir que Francisco recurre a un procedimiento de expresión que no deja de recordar a aquel al que recurrió el padre de la Reforma. Y que sea bien entendido: omnis comparatio claudicat. (8) Es en efecto con ocasión de un vuelo en avión (lo más a menudo a la vuelta de un viaje) cuando Francisco tiene costumbre de responder a las preguntas de los periodistas. (9) Se reproduce en el capítulo VII del libro ya citado: Rencontres… , p. 315-350. (10) Rencontres…, p. 316. (11) Más adelante dice que “la tortura, es un pecado”. La doctrina de la Iglesia hace aquí sin embargo una distinción importante: lo que es inmoral es torturar a un inocente. Cf. Prümmer, Manuale theologiae moralis, t. II, nº 119, p. 112-113. ¿La pena sensible del infierno no es una tortura? Y sin embargo Dios la inflige a los condenados: pertenece a la fe. Para justificar la opinión de Francisco, habría
que decir: sea que Dios peca al infligir la pena del fuego del infierno, sea que esa pena no existe y no es de fe. La primera afirmación es una blasfemia y la segunda una herejía: “¡Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados y líbranos del fuego del infierno!” (12) Rencontres… , p. 317-318. (13) San Vicente de Lerins, Commonitorium, libro I, nº 23, Migne latino, t. L, col. 668. (14) Concilio Vaticano I, constitución Dei Filius, capítulo I, DS 3020. (15) La Iglesia discente, con su sensus catholicus, tal y como puede expresarse en la profesión exterior de la fe y de la devoción, tiene ciertamente un papel a su nivel, pero solamente el papel de una ocasión, no de una causa. (16) La idea del diálogo es la idea maestra de la encíclica Ecclesiam suam de Pablo VI (6 de agosto de 1964), en particular en su número nº 32, donde se dice que se trata de “descubrir elementos de verdad aun en las opiniones ajenas”. (17) En tiempos del concilio Vaticano II, con ocasión de la 93ª asamblea general del 2 de octubre de 1964, el obispo de Orense don Ángel Temiño pidió que se revisara el nº 8 del esquema de la futura constitución Dei Verbum sobre la Revelación divina y la Tradición. La expresión utilizada (“Crescit enim tam rerum quam verborum intelligentia, tum ex contemplatione credentium, qui eam conferunt in corde suo, tum ex intima rerum spiritualium experientia”) podía según él dar a entender que el progreso dogmático derivaría exclusivamente de la evolución de la conciencia (Acta, vol. III, pars III, p. 236). (18) San Vicente de Lerins, Commonitorium, libro I, nº 2, Migne latino, t. L, col. 640. (19) Juan Bautista Franzelin, La Tradition divine, Courrier de Rome, 2008, 4ª sección, tesis 22-26, y muy en particular la tesis 24, p. 353-358; Louis Billot, Tradition et modernisme, Courrier de Rome, 2007, capítulos I y II, p. 1-90, sobre todo la tesis 4ª del capítulo I, nº 52-72. (20) Intervenciones: del cardenal Ruffini, con ocasión de la 91ª asamblea general del 30 de septiembre de 1964, Acta, vol. III, pars III, p. 144; del cardenal Browne y de monseñor Ferro, con ocasión de la 92ª asamblea general del 2 de octubre de 1964, Acta, vol. III, pars III, p. 188 y p. 207. “Veri nominis progressus traditionis intelligatur oportet attentis praeclaris verbis S. Vincentii Lirinensis: In ipsa catholica Ecclesia, magnopere curandum est ut id teneamus, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est” (Mons. Ferro). (21) Cf. Prümmer, Manuale theologiae moralis, t. II, nº 118, p. 111-112. (22) Rencontres… , p. 321-322. (23) Rencontres… , p. 323. (24) Suma Teológica, II-II, cuestión 11, artículo 3. (25) Gaudet Mater Ecclesiae, discurso de 11 de octubre de 1962, en el acto de inauguración solemne del Concilio Vaticano II, nº 15.
¿Qué conducta seguir con los pecadores públicos? P. Hervé Gresland ¿Cómo podemos y debemos actuar en relación con los pecadores públicos? En razón del contexto general de la sociedad en que hoy vivimos, este problema se nos plantea a menudo de manera aguda. Recordemos los grandes principios católicos que deben iluminar la práctica, a fin de intentar ver con mayor claridad para resolver los casos penosos que desgraciadamente se producen en nuestras familias.
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omencemos por explicar lo que es un pecador público: es una persona que vive en pecado grave, cuyo pecado es verdaderamente escandaloso, y es notorio de hecho o de derecho. “Que vive en pecado” significa que los pecados en cuestión no son solamente actos pasajeros, sino que crean una situación habitual. Los pecadores públicos son en primer lugar las personas que han apostatado de la fe católica, que han abandonado la Iglesia para unirse a sectas o grupos no católicos, o que viven en la impiedad(1). Seguidamente son quienes tienen un estado de vida o una actividad gravemente pecaminosos. Según las épocas se ha clasificado así a los que se entregan a la magia, los usureros, las mujeres de mala vida etc. El caso más frecuente de pecado público es el de personas que viven juntas sin estar casadas. En efecto su relación culpable es un hecho público, que todo el mundo puede ver. Que estén o no unidas por un “matrimonio civil” no cambia nada en su situación a los ojos de Dios (2) . No es necesario que cohabiten, basta con que se encuentren a menudo y que
sea notorio que viven en pecado mortal. Por el hecho de su carácter público, estos actos revisten una gravedad par-
ticular. Representan lo que se llama un escándalo, es decir un acto reprensible que, a causa del mal ejemplo dado a los demás, puede ser ocasión de caída para el prójimo que es testigo del mismo, in-
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citándole al pecado. El escándalo puede venir de los hombres que viven mal, pero todavía más de los falsos principios que promueve el mundo, en particular esa idea de que cada cual es muy libre de vivir como le parece, y hay que hacer todo lo que se pueda para contrarrestar ese tipo de opinión. El escándalo es precisamente (o formalmente, como se dice en teología) un pecado contra la caridad. Conviene recordarlo a quienes nos reprochan “faltar a la caridad” respecto de los escandalosos, y que de ese modo invierten la realidad: son ellos quienes faltan a la caridad por su ejemplo desgraciado.
a pecadores públicos, en tanto que permanecen en ese estado. Para ser admitidos a recibir los sacramentos, esas personas deben corregirse y haber reparado el escándalo que han causado.
La conducta de la Iglesia Para saber cómo comportarnos respecto de los pecadores públicos, a fin de que nuestro comportamiento repose sobre un fundamento sólido y no subjetivo, vamos a examinar la manera de actuar de la Iglesia: ésta inspirará nuestra propia actitud respecto de aquéllos. En efecto la Iglesia tiene el deber de indicar a los hombres los pecados que son graves, y de apartarlos de ellos; por ello estipula en su derecho remedios frente a los pecadores escandalosos. Así debe negarse la santa comunión, incluso en público, a toda persona cuya indignidad es inequívoca y pública, como quienes no tienen fe, o los que viven en concubinato públicamente conocido. Es la regla sentada por el ritual romano(3), que ha sido retomada por el derecho canónico(4): “Debe negarse la Eucaristía a los públicamente indignos, (…) a no ser que conste su arrepentimiento y enmienda y hayan reparado antes el escándalo público.” No se puede dar la absolución y la santa comunión
«¿Es licito administrar los Sacramentos al pecador que se indigno de recibirlos? Si el pecador es púbico, o porque su grave delito se ha declarado por sentencia del Juez o porque, cometiendo el delito en lugar publico, se ha hecho notorio a la mayor parte y no se puede negar o excusar por razón alguna, en tal caso no es licito administrarle el Sacramento. El Ministro que diese o adminístrase el Sacramento a semejante pecador público antes que hubiese dado pruebas suficientes de verdadera penitencia peca mortalmente y obra contra el el precepto de Cristo: No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos (Mat. 7, 6)».
Para que por ejemplo un concubinario deje de ser un pecador público, debe alejarse de la ocasión de pecado. Si se trata de una persona que ha propagado enseñanzas nefastas, deberá repudiarlas y su retractación deberá ser públicamente conocida(5). La Iglesia explica con qué espíritu y de qué manera debe actuar el sacerdote: “Si debe negarse un sacramento (a
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un pecador público), hay que proceder siempre con extrema prudencia y bondad, de suerte que todos comprendan claramente que el sacerdote no ha querido ofender a nadie, sino que no ha perseguido fin distinto del honor de la religión y la salvación de las almas”(6). En efecto el sacerdote que diese la comunión se convertiría en cómplice de la
«Así es el título de este salmo: Salmo de David, cuando vino a verlo el profeta Natán, después de haber pecado con Betsabé. Betsabé era la esposa de otro hombre. Decimos esto con dolor y temblor, y sin embargo Dios no quiso que se ocultara y por eso quiso que quedara escrito. Diré, pues, esto no por mi propia voluntad, sino porque me veo obligado; lo digo no invitando a imitarle, sino advirtiendo para estar prevenidos. Seducido por la belleza de la mujer de otro hombre, el rey y profeta David, de cuya descendencia, según la carne, nacería el Señor, cometió adulterio con ella. Esto no está escrito en el salmo, sino que aparece en el título, y está ampliamente descrito en el Libro de los Reyes... El adulterio fue cometido y descrito. Procuró que su marido fuera eliminado en la guerra; al adulterio añadió el homicidio; y después que esto ocurrió, el profeta Natán le fue enviado, enviado por el Señor para reprenderlo de tan enorme crimen» (Comentario de San Agustín al salmo 50).
profanación del sacramento, y causaría él mismo un grave escándalo. La Iglesia aparta lo más posible a los fieles del matrimonio con pecadores públicos o con no católicos, como
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con aquellos que habrían abandonado la fe; esto en razón del peligro de perversión para el cónyuge católico y para los hijos: “Este peligro no es ordinariamente sino demasiado real; por ello, instruida por la experiencia, la Iglesia no permite salvo muy difícilmente tales alianzas y no dispensa sino a disgusto de este impedimento. El derecho divino, por otro lado, le impide declarar lícitas esas uniones en tanto que el peligro de perversión religiosa de los interesados no se haya alejado suficientemente”(7). El derecho canónico sigue estipulando: “Los que hayan cometido delito público de adulterio, o vivan públicamente en concubinato, o hayan sido legítimamente condenados por otros delitos contra el sexto mandamiento del decálogo, deben ser excluidos de los actos legítimos eclesiásticos hasta que den señales de verdadero arrepentimiento”(8). Lo que se llama actos legítimos consiste sobre todo en ser padrino o madrina de bautismo o de confirmación. Finalmente, los pecadores públicos no tienen derecho a sepultura eclesiástica. He aquí lo que dice el derecho de la Iglesia: “Están privados de la sepultura eclesiástica, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento: 1º los notorios apóstatas de la fe cristiana, o los notoriamente afiliados a una secta herética o cismática o a la secta masónica u otras sociedades del mismo género; (…) 6º otros pecadores públicos y manifiestos”(9). La cooperación al mal Lo que hemos dicho de la manera de actuar de la Iglesia va a iluminar nues-
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tro comportamiento respecto de los pecadores públicos, para saber cómo conducirnos prácticamente con ellos. Las reglas que dictan la conducta que debe seguirse son las de la cooperación al mal, es decir las de la participación en un acto malo realizado por el prójimo. La cooperación culpable al pecado puede tomar formas muy diversas. Existe la cooperación efectiva, o positiva, que ejerce una causalidad real sobre el acto realizado por el prójimo: aconsejar el mal, alabarlo, tomarlo bajo su protección de cualquier manera, salir en su defensa, participar en él. Y hay formas negativas de cooperación: no advertir, no poner obstáculo, no manifestarse, cuando se debería haberlo hecho. No se puede aprobar de ningún modo un pecado, o favorecerlo de ninguna manera. Toda aprobación de un acto malo es necesariamente culpable, puesto que se asocia a la intención mala del que lo realiza. Hay que observar bien que en las últimas formas de cooperación que hemos citado (no advertir, no poner obstáculo) no se ha realizado un acto, no se ha hecho nada. Son sin embargo pecados de omisión. En efecto, dejar hacer una El tema de la denuncia pública de los pecados exige una distinción, ya que los pecados pueden ser públicos u ocultos. Si son públicos, no hay que preocuparse solamente del remedio de quien pecó para que se haga mejor, sino también de todos aquellos que pudieran conocer la falta, para evitar que sufran escándalo. Por ello, este tipo de pecados debe ser recriminado públicamente, a tenor de lo que escribe el Apóstol en I Tim 5,20: Increpa delante de todos al que peca, para que los otros conciban temor. Esto se entiende de los pecados públicos, según el parecer de San Agustín (Suma Teológica, II II 36, 7).
mala acción puede ser culpable. Pues no basta para agradar a Dios con no realizar ningún acto positivo, hay que asumir
«Porque este salmo, así como hace cautos a los que aún no han caído, así también desea que no pierdan la esperanza los que ya han caído. Tú que has pecado, y dudas de arrepentirte de tu pecado, perdiendo la esperanza de tu salvación, escucha el gemido de David. El profeta Natán no te ha sido enviado, es el mismo David el que se te envía. Escucha sus clamores y clama con él; escucha sus gemidos y gime con él; escúchale llorar y llora con él; escúchale cuando ya se ha corregido, y regocíjate con él. Si no pudo impedirte el pecado, que no pierdas la esperanza del perdón. Con este fin le fue enviado el profeta Natán. Fíjate en la humildad del rey. No rechazó las palabras de quien le estaba ordenando, no dijo: ¿Y te atreves a hablarme a mí, el rey? Un rey excelso escuchó al profeta; que su pueblo humilde escuche a Cristo» (Comentario de San Agustín al salmo 50).
además los deberes de cada cual contra el mal. Si no hay en contra razón seria ni inconveniente demasiado grave, la caridad requiere que se intente impedir la falta del prójimo o que no se coopere con ella, ni siquiera materialmente. Los pecados ajenos pueden imputársenos también a nosotros, si hemos cooperado
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no haciendo nada para impedirlos . La omisión de la corrección fraterna forma pues parte de la cooperación negativa(11). Somos culpables cuando nos callamos, caso de que deberíamos haber hablado: “Quien calla consiente”, dice el adagio. Hay que hacerlo con tacto y delicadeza, ciertamente, como desearíamos que se hiciese con nosotros; pero ello no impide la firmeza sobre el fondo. Los padres (en relación con sus hijos) y los superiores (en relación con sus inferiores) tienen un deber especial de corrección y de amonestación. (10)
El bien común Entre los principales elementos que hay que considerar para determinar nuestra actitud en este terreno se encuentran el bien común y los perjuicios que pueden causársele. En efecto, los pecados públicos tienen un impacto social. Se comprueba fácilmente el efecto devastador del mal ejemplo. Toda debilidad, toda concesión injusta para con un pecado público es un atentado al bien común, y es pues un mal. Si la Iglesia adopta las disposiciones severas que hemos visto, es desde luego por el honor de Dios, de quien nadie se burla. Es también para proteger a las almas que se portan bien, y advertir a las demás. Es pues con vistas al bien común de la sociedad. Para destruir el espíritu y la moral cristianos, el demonio tiene hoy a su disposición todos los medios de comunicación, que extienden la corrupción a gran escala. En nombre de la tolerancia –que no es en realidad sino indiferencia- se inspira la aceptación de todas las conductas. Y vemos la inmoralidad que penetra en todas partes.
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La Iglesia siempre tuvo una atención pastoral hacia aquella gente que, divorciada y luego vuelta a casar civilmente, se arrepentía de su pecado y quería regularizar su situación. Les exigía entonces ciertas condiciones: • ante todo, que guardaran continencia perfecta, viviendo como hermanos; • luego, que hubiera razones graves para seguir viviendo juntos (necesidad de educar a hijos nacidos de esa unión ilegítima, imposibilidad para la mujer de irse a otra casa, etc.); • finalmente, que se removiera toda ocasión de escándalo. Con estas condiciones, la Iglesia podía admitirlas de nuevo al sacramento de la confesión, e incluso, privadamente, al de la comunión. Para el Papa Francisco, en su exhortación Amoris Laetitiae, los divorciados vueltos a casar no son siempre pecadores públicos, ni su situación es siempre la de una ocasión próxima de pecado. Y por este motivo, puede en algunos casos admitírselos a la recepción de la Eucaristía. Ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante (nº 301).
Nuestro deber es pues proteger a nuestras familias. Ahora bien, su solidez extrae su fuerza de nuestra firmeza en defender la ley de Dios y la moral católica, y en vivir realmente de ellas. Respetemos y hagamos respetar la ley suprema de Dios sobre la familia, fundada sobre el sacramento del matrimonio. Si no defendemos la dignidad y la santidad del matrimonio, vamos a la ruina de las familias. Lo que nos empuja a mostrarnos firmes frente al mal no es falta de corazón, sino al contrario la caridad de la verdad y el amor del bien común. Para saber si se debe intervenir o no ante un mal, hay pues que plantearse estas preguntas: ¿cuál es el impacto sobre el bien común? ¿hay motivo suficientemente grave que justifique que me calle?
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Líneas de conducta Si los principios son claros, su aplicación a los diversos casos concretos es generalmente delicada. Si no reaccionamos, nos acostumbramos al mal. Pero si actuamos mal a propósito, podemos a veces hacer más mal que bien. Tracemos algunas grandes líneas de la actitud católica para iluminar nuestra práctica: l No podemos mirar y tratar como esposos a personas que ante Dios no lo son. No está pues permitido poner a una pareja ilegítima en plano de igualdad con una pareja casada, o tratarla de la misma manera. Sería conceder un certificado de “normalidad” a una situación anormal, que ofende gravemente a la ley de Dios y al bien común. Actuar así sería dar muestra de espíritu mundano, de cobardía, y faltar a esa fe viva que debe guiar al verdadero cristiano en sus pensamientos, sus palabras y sus actos. l El matrimonio cristiano no puede aceptar cohabitar con el concubinato. Así la familia no puede jamás recibir a la falsa pareja con ocasión de una reunión familiar: recibirla en un contexto familiar sería un disolvente de la familia. La familia puede acoger a su propio miembro que vive en ese estado de pecado, pero solo. La concubina o el concubinario no forman parte de la familia, el acceso al santuario familiar les está pues cerrado. Quizá el miembro de la familia invitado se negará a venir si su concubina o su concubi-
nario no puede acompañarle, y de ese modo ninguno de los dos vendrá. Pero el bien y la protección de la familia son primordiales. l Si se les ve excepcionalmente a los dos -y por lo tanto fuera del
«Dios no obraba en contra de su ley, ya que ni siquiera el emperador actúa en contra de sus leyes, cuando les da el indulto a quienes confiesen sus delitos. Moisés es ministro de la ley; Cristo su promulgador; Moisés ajusticia por lapidación como juez, Cristo da el indulto como rey. Dios se ha compadecido según su gran misericordia, como aquí ruega, como aquí pide, como aquí exclama y se duele el salmista, cosa que no quisieron hacer los que presentaron a la sorprendida en adulterio; cuando el médico les descubrió sus heridas, ellos no las reconocieron, no pidieron la curación al médico. Así son muchos, que no les da vergüenza pecar, pero sí les ruboriza el hacer penitencia. ¡Qué increíble locura! De tu herida no te avergüenzas, ¿y sí te avergüenzas de que te venden la herida? ¿Acaso no es más repulsiva y pestífera estando al descubierto? Ve corriendo al médico, y arrepiéntete. Dile: Reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado» (Comentario de San Agustín al salmo 50).
marco familiar- debe ser en el espíritu de iluminar las conciencias, si existe alguna buena voluntad por su parte. Puede ser también para mantener lazos familiares entre padres e hijos, o entre hermanos y hermanas. Pero hace falta que las cosas estén claras, y que tales encuentros no puedan
¿Qué conducta seguir con los pecadores públicos? La exhortación Amoris Laetitiae no carece de consejos y reflexiones psicológicas, pedagógicas, espirituales y pastorales; pero, desgraciadamente, la distorsión que en ella sufre la doctrina católica deja a los fieles católicos sin referencias claras en cuestiones morales de capital importancia. Así: 1º La ley natural, que antes era una norma clara y fija para todo fiel, queda rebajada al rango de fuente de inspiración para tomar las decisiones más oportunas en los casos particulares. El juicio último de las mismas, con todos sus atenuantes y condicionamientos, pertenece entonces a la propia conciencia. 2º Según esta conciencia personal, acepta el Papa que en ciertos casos los divorcia-dos vueltos a casar puedan perseverar en una unión ilegítima, sin verse obligados a separarse. ¿Qué validez tiene entonces la enseñanza de Cristo: «Habéis oído que fue dicho: No adulterarás… Pero yo os digo que quien repudia a su mujer la expone al adulterio, y el que se casa con la repudiada, comete adulterio»? (Mt. 5 27 y 32). Y ¿qué se hace igualmente del mandato de Cristo, que los intima a separarse si no quieren condenarse: «Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehena»? (Mt. 5 29). 3º Igualmente, puesto que en tales casos estos divorciados vueltos a casar podrían vivir en gracia de Dios, y aun recibir de la Iglesia la ayuda sacramental de la Eucaristía, ¿qué se hace de la amonestación de Cristo: «No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos» (Mt. 7 6), con que manda a sus minis-tros no dispensar las cosas santas a los hombres indignos? 4º Por último, si la ley natural es sólo una fuente de inspiración en lo referente al 6º y 9º mandamiento, ¿no lo será también en lo referente a los demás mandamientos? Y así, podría el ladrón vivir «menos plenamente» el 7º mandamiento y el homicida el 5º, mientras procuren acercarse «gradualmente» al «ideal» que proponen. Pero, ¿en qué queda entonces la moral católica? La exhortación Amoris lætitia, para deja en la ambigüedad puntos que están en contradicción con la doctrina y la práctica constante de la Iglesia, engañando por una apariencia de falsa misericordia.
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interpretarse por la falsa pareja, o por otras personas, como una aprobación o una caución dadas a su situación, incluso aunque hayan pasado años. Conviene en particular evitar todo riesgo de ambigüedad entre los jóvenes o los niños que estarían al corriente de tales entrevistas. l La firmeza en los principios debe ir a la par con la caridad hacia las personas. Debemos parecernos lo más posible al mismo Dios, Dios que une el odio al pecado y la misericordia hacia el pecador: a su imagen, nos es necesario ser intratables hacia el pecado y amar al pobre enfermo. Es la actitud de que nos dio ejemplo nuestro Salvador con los pecadores públicos con quien pudo encontrarse, como la Samaritana, María Magdalena o la mujer adúltera: “Vete, desde ahora no peques más.” Por lo tanto no se hiere inútilmente, se explica nuestra actitud con toda caridad. Pero amar al pecador es precisamente intentar sacarlo de su pecado. Y amar a los demás, es hacer de tal manera que el mal no se extienda más por nuestra inacción. Tener en cuenta el contexto Como para cualquier juicio prudencial, hay que tener en cuenta todo el contexto. Hay personas cuyos padres separados viven ambos en adulterio, cuyos hermanos y hermanas viven todos o casi todos en uniones ilegítimas, y ocurre lo mismo con sus hijos. ¿Deben romper con toda su familia? Se ve aquí que el escándalo se mide también en función del número de personas en esa situación. Dicho de otra manera: si el caso es único en una familia que está to-
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davía relativamente preservada, se debe ser tanto más resuelto para evitar que el mal se extienda. ¿Y si al contrario los que viven en regla se han convertido en la excepción?
«El entonces cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, sostuvo la primacía de la conciencia del creyente frente a “las prohibiciones” de los ultras en la presentación de su libro Cómo aplicar Amoris Laetitia, en febrero del año pasado. Contestaba a los cardenales conservadores que amenazabann con corregir al Papa: “Son lamentables”. “Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas”, dijo. “Y es que además, salió un documento de los obispos de la Región de Buenos Aires, y el Papa les contestó diciéndoles que no hay otra interpretación. Si el autor del documento considera que ésa es la interpretación, no es necesaria otra aclaración”. “Hoy, más importante que la pastoral de los fracasos, es el esfuerzo para consolidar los matrimonios y así consolidar las rupturas. Es preferible prevenir que curar”, apuntaba Sistach, que defendía la “naturaleza magisterial” de Amoris Laetitiae al frente a los que quieren “desdibujar su carácter doctrinal”.
Entonces vale la observación de san Pablo: “pues entonces tendríais que salir del mundo”. Citemos ese pasaje donde san Pablo nos explica la actitud que debe tenerse: “Os escribí en la carta que no tuvieseis trato con los fornicarios. No digo con los fornicarios de este mundo en general, o con los avaros, ladrones o idólatras, pues entonces tendríais que salir del mundo. Mas lo que ahora os escribo es que no tengáis trato con
ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con ese tal ni siquiera toméis bocado. (…) A los que son de afuera los juzgará Dios”(12). Nos es pues necesario ser más severos con “quien se llama hermano”, quien es católico o al menos lo ha sido, quien recibió una educación católica, que no con quien no ha conocido otra cosa sino el mundo de nuevo pagano que nos rodea. Sed luces para el mundo, nos manda nuestro Señor, sed la sal de la tierra, capaz de impedir que la putrefacción se instale. Más que nunca, en nuestros días el mundo necesita católicos convencidos, que vivan según los principios de la fe y sean ejemplos, con la gracia de Dios. A ese precio podrán preservarse nuestras familias, y nuestro Señor Jesucristo seguirá siendo su maestro. m (1) No se dirá por ejemplo que un hindú o un musulmán son pecadores públicos: tienen otra religión, son ajenos a la Iglesia de Jesucristo. (2) Hablamos aquí de bautizados católicos, pues son ellos quienes están sujetos a la Iglesia, y no de personas unidas por un matrimonio natural. (3) De sanctissimo Eucharistiae sacramento, nº 8. (4) Canon 855 del Código de Derecho Canónico (CIC) de 1917 (retomado por el CIC de 1983 en el canon 915). (5) Jone: Précis de théologie morale catholique, nº 457. (6) Prümmer: Manuale theologiae moralis, vol. III, nº 80. (7) Vittrant: Théologie morale, nº 925. (8) CIC 1917, canon 2357.2. (9) CIC 1917, canon 1240.1 (retomado por el CIC 1983 en el canon 1184). (10) Merkelbach: Summa theologiae moralis, tomo I, nº 487. (11) Dictionnaire de théologie catholique, artículo “Coopération”. (12) I Cor 5, 9-13.
Notas de la familia católica
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ivimos en un tiempo en que la sociedad, después de haber sido católica durante siglos, se ha hecho totalmente profana y pagana. Pareciera que la Cristiandad, después de haber sido la Ciudad de Dios, esto es, la Ciudad del amor de Dios hasta la entrega de sí mismo, haya vuelto a ser la Ciudad de Caín, esto es, la Ciudad del amor propio hasta el desprecio de Dios. En este combate que el infierno despliega contra la Cristiandad, los pueblos ya se han perdido. Si algo queda, son algunas familias católicas, aunque con heridas y tristísimas bajas, ya que tiemblan las columnas de los hogares, y se resquebrajan las paredes. ¿De dónde, entonces, podrán sacar las familias la firmeza necesaria en esta contienda? De la Iglesia Católica, a través del sacerdocio católico. Así como al Papa le toca confirmar la Cristiandad, así también les toca a los obispos confirmar a los pueblos, a las parroquias confirmar a las familias, y a los sacerdotes confirmar a las almas. De este modo la Iglesia, siempre a través del sacerdocio, dota a la familia de las cuatro notas de que goza ella misma: la verdadera familia es una, santa, católica y apostólica. 1º Unidad La unidad de la Iglesia tiene su fundamento en la unidad de la Fe, sostenida por el ejercicio del Magisterio infalible de la Iglesia. No es difícil ver cuánto confirma la
unidad de la familia su pertenencia a la Iglesia. Lo propio del hombre es ser racional, y por eso el bien humano por excelencia es la verdad. El hombre debe regir su conducta por cierta sabiduría, que le haga conocer los fines últimos por los que vive y le permitan discernir lo que está bien de lo que está mal. La Iglesia le comunica al padre y a la madre esta sabiduría de manera altísima, certísima y pedagógica, como ningún filósofo lo hubiera podido hacer. Padre y madre tienen resueltos todos los asuntos más fundamentales que pueden influir en la dirección de la vida: religiosos, morales, sociales, etc. Es poco y secundario lo que puede quedar en discusión. De manera que la familia, a la luz de esta Sabiduría cristiana, tiene una notabilísima unidad de operación. Las “notas” deben contar con dos aspectos: En primer lugar, debe ser un signo exterior, visible. Si no se trata de algo visible no puede llamárselo signo, no es identificable. Es como el número de la casa donde se vive: es útil sólo si está en la parte de afuera y bien visible. Una nota debe ser evidente para todo el mundo, no puede esta escondida “debajo del celemín” (Mt. 5,15). En segundo lugar, la “nota” debe ser esencial en esa cosa, y en el caso de la Iglesia, algo sin lo cual ésta no existiría. Los milagros, por ejemplo, que son una característica visible, no son esenciales a la Iglesia, y por lo tanto no son estrictamente hablando “notas” propias de la Iglesia. En cambio la unidad, la santidad, la catolicidad y la apostolicidad son visibles y esenciales.
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Notas de la familia católica
Pero la iluminación de la familia católica no es sólo desde fuera. Así como el sacramento del Orden establece la sociedad eclesiástica, así el sacramento del Matrimonio establece la sociedad doméstica. Y así como el primer don que el sacramento del Orden confiere a la jerarquía sacerdotal es el carisma del Magisterio, por el que la sabiduría de Jesucristo asiste al Papa y a los obispos, así también las primeras gracias que el sacramento del Matrimonio confiere a la jerarquía doméstica, al padre y a la madre, por un carisma que va más allá de su propia gracia y virtud, son luces de sabiduría y prudencia, un suplemento de luz sacramental. La unidad firmísima de la familia cristiana, entonces, se funda en esta Sabiduría que recibe de la Iglesia, y no es más que participación de la unidad de la Iglesia. Ahora bien, por poco que se piense, se hace evidente que depende esencialmente del sacerdocio católico. En primer lugar, porque la Sabiduría cristiana ha sido expuesta con la autoridad del mismo Cristo por el Magisterio de los Papas y Concilios. Pero además, ¿qué padres de familia pueden estar tan instruidos en esta materia que no necesiten el consejo del sacerdote, cuya ciencia propia es la Sabiduría cristiana, es decir, la Teología? Los padres de familia deben instruirse en la Sabiduría cristiana y alcanzar un sentir católico, pero sus ocupaciones les impiden dedicarse de lleno a la Teología. A eso se dedica
el sacerdote, con especial entrega, con estudios y gracias especiales. Así como para la salud corporal los padres tienen
que estar suficientemente instruidos para el cuidado de sus hijos, pero necesitan constantemente del consejo de los médicos, así también para la salud espiritual necesitan de los sacerdotes, que confirman de esta manera la unidad de la familia. 2º Santidad La segunda nota de la Iglesia es la santidad; y la santidad fluye en la Iglesia de los Sacramentos. La familia católica participa de esta nota de santidad justamente por el sacramento del Matrimonio, que no sólo santifica la unión de los esposos, sino que hace del matrimonio un «gran misterio», al insertarlo en el misterio de la Iglesia, como dice San Pablo: «Este misterio es grande, pero yo lo entiendo en Cristo y en la Iglesia». El fin por el que se constituye la familia católica, el bien común que buscan los esposos al unirse, es cierta y efectivamente la santidad; pues tienen bien claro que el fin principal del matrimonio es engendrar una prole que hay que llevar al cielo: es la santidad de los hijos; y que el fin secundario, la ayuda mutua, es
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ayuda en la mutua santificación, porque esta es su mayor obligación en esta vida. Y así, el fin cierto, claro, efectivo, de la familia católica es la santidad, aunque luego salga a relucir toda la incoherencia que pone allí la debilidad de las personas.
¿Por qué se dice Santa nuestra Madre la Iglesia? 1º, porque no hay quien entre en ella si no estuviere lavado y santificado por el Bautismo. 2º, porque todas sus ceremonias, ritos, sacramentos y determinaciones se ordenan a la santidad y a la virtud; quiere que sus hijos sean santos y virtuosos. 3º, porque fuera de ella no hay virtud ni santidad. 4º, porque Cristo Nuestro Señor, que es cabeza y esposo de toda la Iglesia, es el Santo de los Santos. 5º, porque de hecho siempre ha habido santos en la Iglesia.
A este respecto, la virtud que aparece como la flor más hermosa, como el adorno y gala principal de la familia católica, es la castidad. La atracción sexual es ciertamente la pasión humana más fuerte, pues Dios la asoció a la función más importante, que es transmitir la vida; y, por eso, en ella también se
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manifiesta más el desorden del pecado original. Pero, al elevar las miras de la unión conyugal, el matrimonio cristiano dignifica y eleva el mismo acto conyugal, convirtiéndolo en medio de un fin santo. A esto contribuye especialmente la gracia del sacramento. Y por eso en la familia católica, lo relativo a la atracción de los sexos se conserva en el mejor equilibrio, ya que se combate el desenfreno libertino sin caer en el ocultamiento puritano. Además, la convivencia cristiana de muchos hijos e hijas, hace que la relación de varones y mujeres se lleve con normalidad, sin mala curiosidad. ¿Tiene aquí algo que hacer el sacerdote? Evidentemente. Después del magisterio, la función más propiamente sacerdotal es la santificación. El ordenamiento a la santidad puede recibir el nombre de «dirección espiritual», y es oficio especial del párroco respecto de las familias. Normalmente, el párroco tiene la dirección espiritual general de las familias a través de los sermones, y los padres la dirección espiritual particular. Ciertamente los padres cristianos deben preocuparse por la dirección espiritual de sus hijos, que forma parte de la educación; y sería deseable que el esposo tenga mayor formación espiritual que la esposa y pueda ayudarla en la santificación, aunque muchas veces pasa al revés, que suelen ser más piadosas las mujeres. Aun así, en la medida en que un alma es llevada por Dios a una mayor santidad, en esa misma medida necesita una dirección espiritual superior que sólo puede darle un buen sacerdote. Asunto delicado, es verdad, ya que el sacerdote ha de tener cuidado de no suplantar a los padres en la educación
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de los hijos, y a los maridos en la dirección de las esposas. Pero sí debe hacerse presente cuando descubre una vocación especial a la santidad, sea en los hijos o en los padres.
y tiende a hacerse grande: tiene muchos hijos, tiene vínculo grande con los primos, tiende a acoger como familia a los que trabajan en la casa. Y así se hace so-
3º Catolicidad La tercera nota de la Iglesia es la catolicidad. Católico significa universal. La Iglesia tiene una aptitud portentosa para integrar en la unidad familiar a gente de toda nación y, en cada nación, de toda condición social. Y la familia cristiana participa de este don. Podemos decir que la familia cristiana es «integradora», y en esto es católica. Y la virtud de la que proviene esta nota de la Iglesia es una virtud de doble faz: la caridad-obediencia. La caridad, que San Pablo inculca especialmente al padre («Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla»), es el amor divinizado. Por el amor natural los esposos aman de un modo los hijos propios y de otro muy distinto los ajenos. Pero cuando la caridad cristiana informa ese mismo amor natural, los padres dejan de ver a sus hijos como algo propio, para verlos como algo de Nuestro Señor, como tesoros de Dios que les son confiados. Y entonces entienden el valor infinito de un alma, y el sentido que tiene el sacrificio de tener muchos hijos; entonces ya no notan tanto la diferencia entre los hijos propios y los adoptados, o entre los hijos y los sobrinos; entonces comienzan a darse cuenta que, a los ojos de Dios, puede valer más la jovencita empleada como doméstica que los propios hijos, y el trato pasa a ser de verdadero amor. Así es como la familia cristiana integra
«Debiéndose, pues, ajustar todas las cosas a la ley y a las ideas divinas, para que se obtenga la restauración universal y permanente del matrimonio, es de la mayor importancia que se instruya bien sobre el mismo a los fieles; y esto de palabra y por escrito, no rara vez y superficialmente, sino a menudo y con solidez, con razones profundas y claras, para conseguir de este modo que esta verdades rindan las inteligencias y penetren hasta lo íntimo de los corazones. Sepan y mediten con frecuencia cuán grande sabiduría, santidad y bondad mostró Dios hacia los hombres, tanto al instituir el matrimonio como al protegerlo con leyes sagradas; y mucho más al elevarlo a la admirable dignidad de sacramento, por la cual se abre a los esposos cristianos tan copiosa fuente de gracias, para que casta y fielmente realicen los elevados fines del matrimonio, en provecho propio y de sus hijos, de toda la sociedad civil y de la humanidad entera». Pío XI, Enc. Casti Connubii, sobre el matrimonio cristiano.
cialmente fuerte. La obediencia, que es la otra cara de la caridad, debe brillar particularmente
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en la esposa («Las casadas estén sujetas Cristo; allí ven los padres que los hijos a sus maridos como al Señor; porque el son de Cristo y no propios; que los hijos marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia»). La mujer ama al marido fácilmente porque es más afectiva, y también por necesidad, pues queda atrapada por los hijos. Pero este amor ha de ser cristiano, marcado por la humildad de la sumisión. En efecto, mientras que el esposo gobierna ad extra, relacionando la familia con la sociedad, la esposa gobierna ad intra, teniendo el ejercicio del ministerio del interior. Eso le da un enorme poder, pues el esposo no sabe qué pasa en la casa sino a través de los ojos de la esposa, y ella es la que puede abrirle el paso a los hijos y hacer que respondan a su mando, o cerrárselo y armarle una revolución. ¿Qué puede hacer un general sin capitanes fieles? La «La educación cristiana comprende todo el ámbito de la su misión de la mujer es el alma de vida humana, la sensible y la espiritual, la intelectual y la la casa, y no puede existir sin hu- moral, la individual, la doméstica y la civil, no para disminuirla o recortarla sino para elevarla, regularla y perfecmildad cristiana. cionarla según los ejemplos y la doctrina de Jesucristo. ¿Cómo confirma la parroquia Por consiguiente, el verdadero cristiano, formado por educación cristiana, es el hombre sobrenatural que la catolicidad de la familia? Por la siente, piensa y obra constante y consecuentemente sela espiritualidad eucarística. No gún la recta razón iluminada por la luz sobrenatural de existe catolicidad, esto es, uni- los ejemplos y de la doctrina de Cristo o, para decirlo con una expresión ahora en uso, el verdadero y comversalidad, sin la Eucaristía. Ante pleto hombre de carácter. Porque lo que constituye el todo, porque sólo participando del verdadero hombre de carácter no es una consecuencia y tenacidad cualesquiera, determinadas por principios Sacrificio de Jesucristo por amor a meramente subjetivos, sino solamente la constancia en nosotros puede aprender el papá y seguir lo principios eternos de la justicia, coma lo recoel mismo poeta pagano, cuando alaba inseparablela mamá a sacrificarse por amor a noce mente iustum ac tenacem propositi virum, es decir, la los suyos. Además, sólo ante el Al- justicia y la tenacidad en la conducta justicia que, por parte, no puede existir en su total integridad si no tar se manifiesta la dignidad cris- otra es dando a Dios lo que a Dios se debe como lo hace el tiana de cada alma al verla comul- verdadero cristiano». Pío XI, Enc. Divini Illius Magistri, gar: porque allí se ve recibir a Dios sobre la educación cristiana. por igual al poderoso y al débil, al rico y al pobre, al hijo y al ajeno. El espo- ajenos son tan de Cristo como los suyos; so se da cuenta de que tiene que respetar que la empleada doméstica no es menos a la esposa cuando la ve comulgar, por- que ellos ante el amor de Nuestro Señor. que ahí «ve» que ella no es suya sino de La Iglesia fue capaz de hacerse Gran Fa-
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milia por reunir a sus hijos en torno a la Sagrada Eucarístía. 4º Apostolicidad La Iglesia se dice apostólica porque Cristo la fundó sobre los doce Apóstoles: sobre sus dones y doctrinas, transmitidos íntegra y fielmente de genera-
«Es muy diferente la serenidad de espíritu que se encuentra en los padres que están rodeados por una gran abundancia de vidas jóvenes. La alegría que viene de las bendiciones abundantes de Dios aparece de mil maneras diferentes y no hay temor de que vaya a terminar. El ceño de estos padres y madres puede estar cargado por las preocupaciones, pero nunca hay un rastro de aquella sombra interior que traiciona la ansiedad de conciencia o el miedo irreparable a la soledad. Su juventud nunca parece desvanecerse, mientras la dulce fragancia de una cuna permanezca en el hogar, siempre y cuando las paredes de la casa hacen eco a las voces argentinas de hijos y nietos. Muchas veces sus pesados trabajos se multiplican, sus sacrificios redoblados, pero su renuncia a las diversiones costosas son generosamente recompensados, incluso aquí abajo, por el tesoro inagotable del afecto y de las tiernas esperanzas que residen en sus corazones, sin siquiera cansarlos o molestarlos». Pío XII, discurso pronunciado a los Directores de las Asociaciones de Familias Numerosas de Roma e Italia, 20 enero de 1958
ción en generación. Decir que la Iglesia es «apostólica» es lo mismo que decir que es «tradicional». Y eso mismo hay que decir de la familia católica: que es tradicional, porque en ella se transmite exactamente y en toda su pureza lo mismo que se recibió: tanto la vida natural como la vida sobrenatural; tanto la lengua y la cultura como la fe y el legado católico. En ese sentido, la familia es realmente la base de la patria, de todo el legado acumulado por los padres, que ellos se encargan de transmitir fielmente después de haberlo recibido. Y por eso la familia católica sabe que la clave de su felicidad no está por descubrir, sino en seguir siendo como siempre fue. A esta nota de la familia cristiana, pues, se le asocia otra doble virtud: la fidelidad a lo recibido, y la perseverancia en transmitirlo. Pero la familia católica no recibe la herencia apostólica propiamente de sus abuelos, sino de los sacerdotes, que son justamente los sucesores de los Apóstoles. Ellos son los encargados de transmitir íntegra y fielmente la doctrina y los sacramentos a las familias cristianas. Ellos son los «Padres» que transmiten la herencia a los hijos. El que quiera ser «tradicionalista» sin sacerdotes, está en una herética ilusión, porque la indefectible fidelidad de la Iglesia en la transmisión del Depósito de la Fe está asociada por Jesucristo al sacerdocio. m
El problema femenino P. José María Mestre Roc
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no de los tomos de la preciosa colección de Enseñanzas Pontificias, publicado por los Monjes de Solesmes en 1958, tiene un nombre sorprendente: El Problema Femenino. Aunque no nos tendría que sorprender tanto, pues en el último siglo los Papas fueron prestando cada vez mayor atención a la crisis de la sociedad moderna, y la mujer es el quicio en que gira toda la sociedad. La sociedad está en crisis, y lo está la mujer, y la declaración pública y oficial de que la mujer está en problemas, está en que se estableció su Día. Si hubo Día del Trabajador, fue porque los trabajadores estaban en problemas, como pasa con el Día del Medio Ambiente y el día del Animal. Y lo mismo para el Día de la Mujer, 8 de marzo. Y las cosas han empeorado tanto que el pasado 8 de marzo se sufrió el general desconcierto de una «huelga mundial de mujeres». ¿Qué puede pasar en una sociedad en que las mujeres entran en huelga, cómo se arregla? Todas sienten que algo no va, que la situación las enferma, pero a la hora de diagnosticar la enfermedad, el desconcierto es abismal. Se reclaman los derechos de la mujer, pero por poco que se investigue se hace evidente que ya nadie sabe bien qué es la mujer, ni cuál es su lugar. Para calmar los ánimos, a un presidente se le ocurrió
elogiar las virtudes domésticas de la ama de casa, y se le volvieron furiosas por su discurso machista. Se renuncia al hogar, al matrimonio, a la maternidad. Es un hecho patente que la Iglesia restituyó a la mujer en su verdadera dignidad, pero ahora prenden fuego delante de la Ca-
Varias iglesias católicas de Madrid aparecieron con pintadas este pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Se plasmaron lemas a favor del aborto y contra la fe católica. Además, varias cerraduras fueron inhabilitadas con silicona. En la fotografía, la parroquia del Espíritu Santo (calle Serrano, 125).
tedral. Se llega al extremo de blasfemar contra el purísimo ideal de toda mujer, la Santísima Virgen María. O restauramos el ideal de la mujer cristiana, o todo se acaba. 1º La verdadera belleza femenina Es verdad que, como se ve en el Génesis, la mujer fue creada por Dios para
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El problema femenino
el hombre, pero no para ser su sierva o esclava, sino como su auxiliar: «No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda semejante a él» (Gen. 2 18). En términos más precisos, no es sierva del bien personal del hombre, sino auxiliar para el bien común de la familia y de la sociedad: para que el hombre no esté solo, porque por naturaleza es social. La mujer es el complemento del hombre en orden a la vida temporal, es su gran bien, porque por ella el hombre se prolonga y multiplica en la sociedad. Y por eso es su gloria y alegría. Lo dice San Pablo, al explicar por qué la mujer debe cubrir sus cabellos en la Iglesia: «El varón no debe cubrirse la cabeza, pues es imagen de la gloria de Dios, pero la mujer es gloria del varón» (I Cor. 11 7). Como Dios todo lo hace bien, y la mujer debía ser complemento del varón en una tarea tan grande como la transmisión de la vida y el establecimiento de la sociedad, la hizo amable al varón: atractiva. Pero con el uso de esta palabra se produce una nefasta confusión. Cuando se dice que la mujer es atractiva para el varón, inmediatamente se piensa en el atractivo físico. Pero la mujer no es un maniquí sino un ser humano, con cuerpo y alma, y con un cuerpo que debe estar subordinado al alma como lo secundario a lo principal. Dios hizo a la mujer como un complemento atractivo del varón principalmente por el alma, por lo espiritual. Y también en lo corporal, pero subordinado al espíritu, como instrumento de lo espiritual. La verdadera belleza de la mujer no está en sus formas femeninas, sino en sus virtudes
femeninas, que son justamente el complemento de las virtudes del varón.
Sara, fue la esposa de Abraham y madre de Isaac. Su nombre original era Sarai pero Dios lo cambió a “Sara” antes de concederle el milagro de tener un hijo a la edad de 90 años. Sara era un nombre para mujeres distinguidas y Sarai significa princesa. Sara, siendo anciana y estéril y deseando que se cumpliese la voluntad de Dios respecto a la descendencia de Abraham, le incitó a tener un hijo con su esclava Agar pero más tarde, después del nacimiento milagroso de su propio hijo Isaac, expulsó a la mujer y a su hijo Ismael. Sara es la única mujer en la Biblia a la que Dios habla directamente. Abraham admiraba su don de profecía y su inteligencia, escuchando todos sus consejos.
El orden virtuoso que la gracia debe ir poniendo en el hombre va de lo espiritual a lo corporal, y de lo interior a lo exterior. Primero debe poner sabiduría y prudencia en la inteligencia; luego justicia en la voluntad; después fortaleza en el apetito irascible, que es como la fuente en el alma de todas las pasiones que tienen que ver con los bienes dificultosos y los males agresivos, sobre todo de la ira (de allí su nombre); y por último, la gracia tiene que poner orden por la templanza en el apetito concu- piscible, que es fuente de las pasiones del amor y del odio, del deseo y del gozo.
El problema femenino
Por eso la última de las virtudes que se establecen en el alma es la castidad: el varón prudente, justo y fuerte tiene que tener siempre cuidado respecto de la castidad, porque estando seguro en las otras virtudes, no puede estarlo en ésta hasta que no ha alcanzado una perfecta santidad. Por eso San Pablo pone en conexión la santidad con la castidad:
Debido a la pobreza en que vivían Noemí y Rut en Belén, ésta se puso a trabajar en el campo de Booz recogiendo los granos sobrantes de la cosecha. Booz acepta recibir a Rut. De ese matrimonio nació un hijo, Obed, quien más tarde fue el abuelo del rey David. Así Rut ingresa por sus propios méritos y virtudes en la religión judía, a pesar de su ascendencia moabita y adorar de este modo al único Dios verdadero.
«Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, […] pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad» (I Tes. 4 3-7). Y recién con el reino de la castidad aparece la virtud al exterior, pues llega la obra de la santificación a su plenitud: de la castidad brota la modestia exterior, que manifiesta hacia afuera el esplendor de un alma ordenada.
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Ahora bien, no hace falta demasiada penetración sicológica para saber que en el varón predominan las pasiones propias del irascible, mientras que en la mujer las propias del concupiscible. El varón tiene pasiones más prontas e impetuosas, propias para el combate, y con objetos más complejos, porque el bien difícil o arduo propio de estas pasiones es como un bien envuelto de mal, de la dificultad de alcanzarlo. En cambio en la mujer predominan los afectos más simples del concupiscible, el amor y el odio. Por eso –digámoslo– la mujer es un pésimo enemigo. Porque el varón puede combatir a su enemigo, herirlo y hasta matarlo, y sin embargo distingue su valor, e inmediatamente después del combate puede brindar con su adversario –si sigue vivo– con leal amistad de la paz. En cambio la mujer no siente tanto ira con sus enemigos, sino odio, que es muy distinto: o ama u odia, todo o nada, no anda con distinciones. Con ella la guerra –si la declara– es siempre de exterminio: no termina hasta que no desapareció el enemigo. En los conflictos matrimoniales, el esposo ve en la mujer un adversario con el que luchar para pactar la paz; en cambio la mujer ve en el esposo el mal, y es verdad que no cabe pactar con el mal, sino sólo quitarlo de la propia vida. Pero si el varón entiende la ira y más fácilmente adquiere las virtudes que tienen que ver con la fortaleza, la mujer entiende el amor y tiene como una facilidad natural para las virtudes que lo moderan, en especial la castidad. Y estas virtudes son las últimas, las que se manifiestan más hacia afuera, las que vuelven
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espiritualmente hermosa a la persona, como la modestia o fineza exterior. Por eso la fisonomía espiritual de una buena mujer es más manifiesta y más hermosa que la del buen varón. Tiene más hermosa apariencia una virtuosa madre de familia, refugio de los afligidos, que un virtuoso militar que le parte la cabeza a los enemigos de la Iglesia. La belleza de la mujer está, pues, en su facilidad para adquirir las virtudes dependientes de la templanza, como la mansedumbre y la humildad, pero principalmente la más exigente de todas: la castidad. Por eso la Mujer por excelencia tiene como nombre propio la Virgen, y siempre había sido la castidad el ornamento más hermoso de la mujer cristiana, sinónimo de su belleza. Y para todo aquel que aún guarda un poco de sentido común, es evidente que las virtudes femeninas son justamente el complemento y auxilio de las del varón, porque por el carácter impetuoso de las pasiones del varón, hecho para la guerra, la castidad se le hace muy problemática, y es la mujer la que lo contiene y modera, la que le comunica este complemento de las virtudes bellas, ayudándolo a ser casto, y más manso y humilde de corazón. La castidad de la familia cristiana, y por lo tanto la santidad, dependen muy especialmente de la buena mujer. Ella debe ser el muro de contención que conserva en la pureza al esposo y a los hijos, la que amansa el ejercicio de la autoridad del padre de familia, y la que conserva en la obediencia al resto de la familia. Por eso, en la medida en que la mujer es verdadera mujer, la familia y la
sociedad encaja en sus verdaderos quicios, y se alcanza la felicidad temporal, que proviene de un orden pleno. La buena mujer es causa de la alegría familiar y social, como la Santísima Virgen es causa de la alegría de toda la Iglesia. Y si hoy la sociedad se hunde en la depresión y en la tristeza, es porque la mujer tiene un problema. 2º El problema de la mujer moderna La mujer entra en problemas cuando deja de entender que lo propio de ella es ser espiritualmente atractiva, lo que se da especialmente por la castidad, y quie-
Abigail era una mujer “de buen entendimiento”. Su marido era “duro y de malas obras”. Abigail era suficientemente sabia para intervenir a favor de su esposo, mostrando en su actitud humildad, sabiduría y una actitud correcta en el momento apropiado (I Samuel 25,23-28). David bendijo el aviso de la mujer para evitar el mal (25,33).
re ser atractiva por lo corporal. Cuando –como le fue pasando cada vez más a la mujer moderna– su ideal ya no es la mujer pura sino la mujer sexy, entra en una espiral viciosa que pasa del deseo a la exasperación, y de allí a la violación
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de la naturaleza y autodestrucción de la sociedad. Cuando el hombre ama a su mujer
Ester era otra mujer de gran valor. También la vida de ella, se observa claramente la intervención de Dios a través de su Providencia. Ester aparece como una mujer piadosa, creyente, de mucho coraje y de heroísmo. De hecho, las mujeres de Dios pueden ser de enorme influencia para el bien, dándonos un ejemplo digno de imitación.
por su honestidad cristiana, todas las demás dimensiones se subliman y dignifican: los sentimientos se hacen más estables y delicados; aun si no fuera linda se vuelve bella, porque la fisonomía transparenta las profundidades del alma; y la misma sexualidad adquiere su verdadera dimensión humana y cristiana, pues es unión de cuerpos y de almas. Esta mujer no sufre celos ni se angustia porque pase el tiempo. La mujer que atrapa al varón por la atracción física prepara su desgracia, porque todas sus dimensiones se carnalizan. No importa que sea dulce, sino sugestiva; la honestidad pasa a ser bobería. La mujer sexy es una mujer invertida; tan es así que ya ni el rostro es lo que se le mira. Es una mujer que no domina su vida, porque la virtud se adquiere por el mérito de la buena voluntad, mientras
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que la forma física depende del puro azar, y ante el paso del tiempo aquélla permanece y crece, mientras que ésta muy pronto se desvanece. Es cierto que la mujer sexy despierta inmediatamente la atención de todos, mientras que la mujer pura tarda en conquistar el interés de uno, porque aquella es mercadería en vidriera, mientras que ésta es tesoro escondido. Pero la relación con el varón la ofende, porque la pasión, divorciada del atractivo espiritual, se vuelve egoísta y despreciativa. Y es así como comienza el conflicto: para manejar al varón, esta mujer sólo cuenta con el acelerador del deseo para atraerlo, y con el freno de sus resistencias para lograr el respeto. Pero en lugar de amansar al varón, como le pasa a la mujer pura, lo exaspera, pues se le vuelve el más arduo de los bienes y el más agresivo de los males. El gravísimo problema está en que ya no se trata de la conducta personal de algunas o muchas mujeres, sino de todo una subversión social que se ha transformado en legislación internacional. La mujer tiene derecho a introducirse y mezclarse en todas partes, y mostrarse como quiera; su imagen provocativa todo lo invade, multiplicada por millones de pantallones y pantallitas. Y ¡ay de aquel varón que ose propasarse! Hoy ya no hace falta ser profeta para señalar cuáles son las vertientes que se originan: o el hombre se enloquece de ira, o renuncia a su hombría. Femicidio o afeminamiento, ¿qué puede haber de más destructivo para una sociedad?
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3º Restaurar la mujer en Cristo «No es bueno que el hombre esté solo». No era bueno que Adán estuviera solo, y se le dio como auxiliar a Eva. Pero la Serpiente la sedujo y por ella envenenó a Adán, y Satanás sigue siempre la misma estrategia. Mas tampoco era bueno que Jesucristo estuviera solo, y se le dio como auxiliar a María, que aplastó la cabeza de Satanás. Por Ella Nuestro Señor restauró su Iglesia, y Jesucristo también sigue siempre la misma estrategia. La restauración de la sociedad cristiana pasa muy especialmente por la restauración de la mujer. Que nuestras mujeres no se dejen se«La esposa viene a ser como el sol que ilumina a la familia. Oíd lo que de ella dice la sagrada Escritura: Mujer hermosa deleita al marido, mujer modesta duplica su encanto. El sol brilla en el cielo del Señor, la mujer bella, en su casa bien arreglada. Sí, la esposa y la madre es el sol de la familia. Es el sol con su generosidad y abnegación, con su constante prontitud, con su delicadeza vigilante y previsora en todo cuanto puede alegrar la vida a su marido y a sus hijos. Ella difunde en torno a sí luz y calor; y, si suele decirse de un matrimonio que es feliz cuando cada uno de los cónyuges, al contraerlo, se consagra a hacer feliz, no a sí mismo, sino al otro, este noble sentimiento e intención, aunque les obligue a ambos, es sin embargo virtud principal de la mujer, que le nace con las palpitaciones de madre y con la madurez del corazón; madurez que, si recibe amarguras, no quiere dar sino alegrías; si recibe humillaciones, no quiere devolver sino dignidad y respeto, semejante al sol que, con sus albores, alegra la nebulosa mañana y dora las nubes con los rayos de su ocaso». Pío XII, Alocución a los recién casados, 11 de marzo de 1942
ducir por el falso ideal de la mujer moderna, que ya vemos cómo arrastra la sociedad a un pozo sin salida. «Engañosa es la gracia, fugaz la belleza; la mujer
De bellas facciones, alta educación, enorme piedad, celo religioso y pasión patriótica, Judit es ensalzada como la heroína del pueblo y la victoria se celebra durante tres meses. Era viuda, casada antes con un hombre rico y respetada por todos. Vestía el hábito de la penitencia y ayunaba casi diariamente. Todo el libro muestra cómo Dios puede utilizar un instrumento humano para obtener el resultado perseguido.
que teme a Dios, ésa es de alabar» (Prov. 31 30). La Mujer ideal es la Santísima Virgen. Así llama siempre Nuestro Señor a su Madre en los Evangelios: Mujer. Imiten a la Santísima Virgen, sean femeninas a su manera. Se le hace muy difícil a una jovencita cultivar ese ideal cuando no lo ve de cerca, ni siente que nadie lo aprecie. Pero si nuestras jóvenes comienzan a conocer verdaderas mujeres cristianas, mujeres fuertes, mucho más femeninas y más amadas, entonces se animarán a imitarlas. Y si tenemos verdaderas mujeres, tendremos verdaderos varones, y habrá familias y habrá sacerdotes. Para restaurar todas las cosas en Cristo hay que empezar por la mujer. m
Una escuela, ¿por qué? P. Philippe Brunet
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l niño es como la arcilla o el lacre de un sobre. Está marcado por el medio ambiente que le rodea. De la misma manera que la cera conserva la marca del sello, el niño guarda toda la vida la marca del entorno en el que ha vivido. La imitación de este mismo entorno es un elemento importante de su educación. Ponga, por ejemplo, un móvil apagado en las manos de un pequeño, los padres lo verán ya con 2 años, ponérselo en la oreja e imitar a los adultos hablando sin parar. El medio ambiente en el cual crece el niño es primordial en la formación de su personalidad. El primer mundo en el que se desarrolla es la familia. Ésta es la mayor y principal influencia para él. Eso explica por qué el Estado, por varios medios, ataca a las familias e intenta controlarlas o destruirlas. Para que el niño sea un hijo de Dios hace falta que se establezca un ambiente cristiano en la familia. La oración en común, el amor por Dios, el respeto de la ley divina, la convivencia con otros buenos cristianos y el contacto con sacerdotes, todo eso
contribuye a la formación de un buen cristiano. Sin embargo, la influencia de la familia no es la única para el niño. A edad muy temprana entra en juego en su vida la escuela y el ambiente de este lugar se introduce en casa, ayudando u oponiéndose a la educación dada por los padres. Casi de un golpe el niño entra en un universo distinto y se da cuenta de que los otros no piensan como él, o no reciben la misma educación. Puede que oiga cómo unos critican a sus padres, cuentan historias o mentiras, y a menudo pondrá en duda lo que creía
ser cierto porque sus padres se lo habían enseñado. Puede que el niño resista la mala influencia de algunos. Pero corre el riesgo de escandalizarse y caer en la atracción que tienen las novedades. La elección de compañeros va a orientar su
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Una escuela, ¿por qué?
vida moral, es decir, su comportamiento. Y con las heridas del pecado original
cualquier niño está en peligro de dejar la lucha para seguir a los “cabecillas” de la clase en lugar de a los compañeros más tranquilos. Con la edad, esta elección de compañeros puede tener consecuencias importantes sino graves. A este aspecto de relaciones humanas de vida en sociedad, se añade hoy en día el contenido de la enseñanza dada a los niños. El maestro en la clase, aún más en primaria, tiene una influencia incalculable. ¿Qué padre no ha escuchado un día a su hijo contestar diciendo que no es “así” sino “así” porque “¡lo ha dicho el profesor!”? La autoridad de un maestro sobrepasa a menudo la de los mismos padres. Entonces, si enseña cosas buenas, conforme a la educación que los padres quieren dar a su familia, estos mismos se alegrarán del trabajo realizado por el colegio. Al contrario, la escuela se convierte en un lugar peligroso para el desarrollo de la inteligencia y/o la moral de los niños
que aprenden cosas que pueden dañar su alma. Se entiende, por tanto, la importancia de la creación de una escuela verdaderamente católica, en la cual los padres de familia puedan confiar a sus hijos con total tranquilidad. En donde sepan que la educación que se les dará corresponde a la que ellos mismos quieren transmitirles. Ese es el proyecto de esta Asociación que quiere edificar una escuela católica en España. Sin aislar a los niños del mundo real, quiere darles una formación sólida, con la que tengan los instrumentos necesarios para vivir como verdaderos cristianos en el mundo de hoy, desde un punto de vista tanto natural como
sobrenatural. Así se puede defender la Cristiandad. Los niños de hoy son los adultos de mañana. Los cristianos de mañana lo serán si reciben hoy la educación que corresponde. Ayúdenos a la creación de una escuela y así nos ayudará usted a salvar las almas. Que Dios les bendiga. Que la Virgen María y San José protejan este proyecto.
Una escuela, ¿por qué?
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¿QUIÉNES SOMOS? La Asociación de Padres de Alumnos y Amigos de la Educación Católica Tradicional Santo Domingo de Guzmán (APAA Santo Domingo de Guzmán), es una asociación legalmente constituida en España, inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones con el número 612.823, formada por un grupo de padres –y amigos interesados– que deseamos promover y dar a nuestros hijos una educación plenamente católica y tradicional. Para la consecución de sus fines la Asociación está promoviendo la creación de un colegio en la Comunidad de Madrid que académicamente correrá a cargo de las Madres Dominicas de Brignoles (orden religiosa que ha fundado en las últimas décadas numerosos colegios en Francia y Argentina que gozan de un enorme prestigio por su notable nivel académico) y que esperamos que, con la ayuda de Dios, pueda abrir sus puertas en uno o, a lo sumo, dos cursos. ¿POR QUÉ UN COLEGIO CATÓLICO TRADICIONAL EN ESPAÑA? Porque como padres y católicos no podemos ignorar que la legislación educativa española es perniciosa para nuestros hijos, tanto por su baja calidad académica, como –sobre todo– por la decadencia moral que la invade y que inevitablemente afecta a los planes de estudio y, en mayor o menor medida, también al profesorado de todo tipo de colegios, tanto públicos como privados y concertados. No estamos dispuestos a que nadie experimente con nuestros hijos y, por ello, asumiendo nuestra responsabilidad como padres que queremos la mejor educación para ellos, consideramos imprescindible crear una escuela económicamente asumible para cualquier familia media, académicamente prestigiosa y que garantice a nuestros hijos que la necesaria consecución de las titulaciones académicas oficiales no implique violentar nuestra conciencia de padres católicos. ¿CÓMO COLABORAR CON NOSOTROS? Nº de cuenta: ES79 0081 5250 8600 0150 2157 Recordamos que su donativo no desgrava impuestos, así que se lo agradecemos más aún.
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Seminario Nuestra Señora Corredentora
SEMINARIO NUESTRA SEÑORA CORREDENTORA, ARGENTINA En este nuevo año escolar (que en Argentina empieza el mes de marzo), en nuestro Seminario de La Reja, han entrado 9 nuevos seminaristas en el año de espiritualidad. Son 55 los jóvenes que ocupan el seminario, de los cuales 35 seminaristas, 5 hermanos y 15 humanistas. Entre los de espiritualidad, además de 4 brasileños, 2 argentinos, 1 mexicano y 1 estadounidense (de familia argentina), contamos con un español, Diego Durán, de Galicia, que tras haber realizado una estancia en la Casa San José, ha sido recibido en el seminario.
Lecciones de la Literatura Christopher Fleming
A
parte de saber que no estamos solos[1], una de las cosas que nos puede enseñar la literatura es como pensaba la gente en otras épocas. No importa que una historia sea ficticia y todos sus personajes inventados, porque las obras de los grandes escritores siempre reflejan actitudes y comportamientos de su tiempo. Lógicamente, para que una historia sea creíble, para que tenga buena acogida entre el público, las motivaciones de los personajes tienen que ser propias de su época. Uno puede objetar diciendo que los hombres no han cambiado esencialmente desde que el mundo es mundo. Esto es verdad; por esta razón nos siguen apasionando las historias del pasado y nos siguen pareciendo relevantes hoy en día. Sin embargo, las estructuras sociales y la mentalidad que las sostiene sí han cambiado. En este artículo examinaré tres ejemplos literarios que reflejan eras pasadas que hablan de cuánto ha cambiado la sociedad respecto a la de hoy. Primero, la novela Jane Eyre de Charlotte Brontë. La protagonista homónima se enamora del Sr. Rochester, el dueño de la casa donde trabaja como
institutriz. A pesar de cierto misterio que rodea el pasado de Rochester, cuando éste le pide matrimonio, Jane no cabe en sí de gozo y acepta. El vuelco dramático tiene lugar en la iglesia, cuando el ministro que oficia la ceremonia dice la frase de rigor: “si alguno presente conoce algún impedimento por el cual estas dos personas no deben contraer matrimonio, que lo diga ahora o calle para siempre.” Un hombre en la sala exclama que no pueden casarse porque Rochester está casado con la hermana de éste. Ante el estupor de todos los presentes el novio lo reconoce; explica que de joven se casó en Jamaica con una mujer que luego se volvió completamente loca, que actualmente vive encerrada en el ático de su casa. Hay que recordar un detalle importante: la autora y todos los personajes de su novela son protestantes; es decir, no creen en la indisolubilidad del matrimonio y en principio admiten el divorcio. No obstante, la protagonista entiende que las esperanzas de felicidad que había depositado en su unión con Rochester se han desvanecido para siempre. Presa de angustia y confusión, Jane se da a la fuga, con la intención de no volver a encontrarse jamás
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Lecciones de literatura
con su amado. Si la novela hubiera tenido lugar en la Inglaterra del siglo XXI en vez de principios del XIX, la solución a este problema hubiera sido muy fácil: un divorcio exprés y en 24 horas hubieran podido celebrar legalmente la boda. Una historia con este argumento no tendría ningún sentido hoy en día, simplemente porque un matrimonio previo no crearía conflicto alguno en la trama. Si hasta los herejes protestantes, quienes negaban el sacramento, tenían en tan alta estima la fidelidad en el matrimonio, ¿como es posible que hoy en día la mayoría de católicos se divorcien, se rejunten y se vuelvan a casar por lo civil sin pensarlo dos veces? Hay que recordar además que el rey de Inglaterra, Eduardo VIII abdicó para poder casarse con una mujer americana divorciada, Wallis Simpson. Si el rey tuvo que elegir entre el trono y casarse con esta mujer, es una señal de que en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX todavía quedaba un poso de moralidad cristiana, a pesar del cisma de Enrique VIII 4 siglos antes, y a pesar de todas las herejías y sectas que trajo aquello. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que en los 80 años sucesivos Inglaterra ha degenerado moralmente más que en los 400 años anteriores. Prueba de ello es que recientemente el príncipe Harry ha anunciado al mundo que también se quiere casar con una plebeya americana divorciada. En lugar de provocar un escándalo, que sería la reacción normal de un pueblo sano, se ha celebrado la noticia como si
fuera un motivo de gran alegría. El segundo ejemplo literario que habla de los cambios que ha sufrido la sociedad es la novela Keep the Apidistra Flying [2] de George Orwell, publicado en 1936, justo el año en que abdicó el rey Eduardo VIII. Esta novela narra las vicisitudes económicas y sentimentales de Gordon Comstock, un joven escritor idealista que deja su trabajo en una empresa publicitaria para intentar vivir de su arte. Su ilusión inicial pronto se desvanece y poco a poco pierde la esperanza de ver publicado el poema épico en que lleva años trabajando. Antes que volver a formar parte del sistema capitalista que tanto odia, el protagonista prefiere una vida de miseria; sin embargo, aún le queda un vínculo con lo que él llama la sociedad respetable: su novia, Rosemary. Rosemary es incapaz de entender porqué Gordon está arruinando su vida por una abstracción política, y le trata de convencer para que acepte un trabajo “de verdad”. Orwell mismo era marxista, pero en esta novela critica duramente a los socialistas de salón que se suben al carro de las teorías progresistas de moda, a la vez que disfrutan de una vida acomodada y se benefician de todo lo que ellos mismos denigran. ¡Los progres de hoy en día han cambiado poco en este sentido con respecto a los años ´30! A diferencia de Gordon, un librepensador cuyo anticapitalismo sofisticado conlleva el ateísmo, Rosemary aún no
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se ha emancipado de la moral cristiana, sobre todo en el terreno sexual. El sexo fuera del matrimonio en la Inglaterra de su día era considerado un pecado grave y la sociedad ponía todo tipo de obstáculos a la fornicación. Finalmente Rosemary cede ante la presión de Gordon y la pareja mantiene un encuentro íntimo, que el autor describe como un acto sórdido y decepcionante, tan desagradable que prácticamente pone fin a su relación. Un par de meses más tarde, cuando Gordon está a un paso de la indigencia, Rosemary aparece y le anuncia que lleva a su hijo en el vientre. Lo increíble, al menos para los criterios de hoy, es que Gordon, UN MARXISTA CONVENCIDO, no ve otra salida que casarse con su novia y aceptar un trabajo que desprecia para poder mantener a su incipiente familia. Orwell describe este final como la derrota del protagonista, atrapado por el destino. La opción del aborto pasa brevemente por la mente de Gordon, pero la descarta enseguida como una barbaridad. ¡Cómo ha cambiado el panorama en Inglaterra: un escritor marxista presenta el matrimonio como la única salida honrosa para una pareja que ha concebido a un niño! Finalmente, para que no se piense que sólo leo literatura inglesa, ofrezco un extracto de un poema de José María Gabriel y Galán (1870-1905), un poeta que he descubierto recientemente gracias a uno de mis lectores. [3] Este gran poeta salmantino, católico devoto, de con-
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vicción carlista, representa lo mejor del tradicionalismo español del siglo XIX. Personalmente me es muy atractiva su obra, porque el mundo que describe es todo lo que añoro: la vida en el campo y una sociedad ordenada en base a la tradición y los ciclos naturales. Todos somos de campo en el fondo, ya que todos tenemos nuestro origen en el Jardín del Edén. La vida de ciudad embota nuestros sentidos; nos aleja no solamente de la naturaleza sino del Autor de la naturaleza. Creo que la belleza de la poesía de Gabriel y Galán reside en que expresa el modo tradicional e idóneo de la vida: la armonía entre el hombre, la naturaleza y Dios. Es un bálsamo para el alma en estos tiempos atormentados que nos han tocado vivir, un buen antídoto para la locura que se ha apoderado del mundo moderno. Espero que mis lectores disfruten de estas estrofas extraídas de un poema, que por mi profesión me gusta particularmente: Mi Música, de la colección Nuevas Castellanas: Naturales armonías, populares canturías cuyo acento musical no es engendro artificioso, sino aliento vigoroso de la vida natural; vuestras notas, vuestros ruidos, vuestros ecos repetidos en retornelo hablador, son mis goces más risueños, son el arte de mis sueños, ¡son mi música mejor! alegre esquilón de ermita voz de amores que recita la romántica canción; ruido de aire que adormece, llu-
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De convicciones profundamente religiosas recibidas de su madre, doña Bernarda, es su obra el fiel reflejo de sus creencias. Toda su poesía se desenvuelve en una atmósfera campesina y rural. El supo cantar como nadie, la belleza del alma sencilla de los campesinos extremeños y salmantinos. Hizo poesía de lo más paupérrimo de las sencillas gentes de la entonces paupérrima comarca natural de “Las Hurdes”. Su extensa y valiosa obra es de una excelente y sublime sencillez, con la utilización de palabras y frases exenta de artificiales filigranas y sofisticaciones, que son el mimbre con el que va construyendo una poesía popular de alta sonoridad y cuidada rima, que cala fácilmente en el entendimiento de los menos instruidos en las artes literarias. Sus poesías se agrupan bajo los títulos: Campesinas; Castellanas; Religiosas; Extremeñas; Cuentos y poesías; Nuevas Castellanas; Poesías; etc... En las poesías escritas en la lengua vernácula extremeña, “el castúo” y en alguna que otra expresión de un lenguaje popular, para hacer notar que no pertenecen al correcto idioma castellano-español, van resaltadas en letra cursiva.
via que entristece, manso arrullo de pichón; cuchicheos de las brisas, melodías indecisas del tranquilo atardecer, aletazos de paloma, balbuceos del idioma
que empieza el niño a aprender; jugueteos musicales que modula entre zarzales el callado manantial cuyo hilillo intermitente da la nota transparente de una lira de cristal; melancólicos murmullos sabrosísimos arrullos, vibraciones del sentir, que la madre en su cariño le dedica al tierno niño invitándole a dormir; vuelo sereno de ave, ritmo de aliento suave, beso que arranca el querer, nombre de madre adorada, voz de la mujer amada, llanto del niño al nacer; pintoresca algarabía de la alegre pastoría derramada en la heredad, trajinar de los lugares, tonadillas populares, tamboril de Navidad; trino de alondra que el vuelo levanta, cantando, al cielo, de donde su voz tomó; canto llano de sonora codorniz madrugadora que a la aurora se enceló; dulces coros de oraciones, suspiros de devociones, sollozos de pecador, voz del órgano suave que llora con ritmo grave la elegía del dolor; aire quedo de alameda que una música remeda que el alma nunca entendió, una música increada que en el seno de la nada para siempre se quedó; las injurias de la suerte, los horrores de la muerte, los misterios del sentir y el secreto religioso del encanto doloroso de la pena de vivir... Yo os lo dije; vuestros ruidos, vuestros ecos repetidos en retornelo hablador, son el pan de mi deseo, son el arte en que yo creo, ¡son mi música mejor! m [1] Esta es la razón, según George Orwell, por la que leemos. [2] En español el título se suele traducir Que no muera la aspidistra. [3] Desde aquí le mando un saludo afectuoso a Javier.
Nicolás de Oresme (1323-1382) Rvdo. D. Eduardo Montes
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n la última etapa de la Edad Media encontramos a este personaje extraordinario que armonizó en su persona muy diversas ramas del saber: físico, astrónomo, musicólogo, economista, teólogo, predicador y obispo de un lugar por otros motivos bien conocido de los católicos: Lisieux. No deja de resultar desconcertante para el hombre moderno esta capacidad de nuestro obispo de Lisieux para abarcar tanto y tan diverso temario. Y siempre con excelentes resultados hasta el punto que en 1970 la Unión Astronómica internacional dará su nombre a un cráter de la Luna. La verdad es que la especialización de los estudios tardaría aún mucho en llegar. Como una muestra de este hecho nos limitaremos a citar el caso del médico aragonés Miguel Servet (1511-1553) que haría público su descubrimiento de la circulación pulmonar… en un libro de Teología. Entre las intuiciones científicas de Nicolás de Oresme se cuentan: la hipótesis referente al Sin duda resultará interesante el des- movimiento rotativo de la Tierra (demostrando tacar aquí que los trabajos astronómicos su compatibilidad con la doctrina bíblica), utilización de las coordenadas geométricas (ande Oresme sobre el movimiento rotato- ticipándose así a las características generales rio de la Tierra prepararán posteriores de la geometría analítica cartesiana). Además, sus estudios sobre el impetus en la caída de los cuerpos, sobre el movimiento de los proyectiles y sobre la aceleración, abrieron el camino a la cinemática de Galileo.
aportaciones de Nicolás Copérnico (14731543) y del mismo Galileo Galilei (15631642). Y, aunque cálidamente elogiados por Pico de la Mirándola (1463-1494), más modesto sería el éxito alcanzado por tres magníficos tratados que dedicó a Libro del cielo y del mundo (1377) – En esta imagen las esferas no se ubican en torno a la Tierra sino en torno a Dios. La esfera inmediata a Dios es la de las estrellas fijas. La más externa, la de la Luna.
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Nicolás de Oresme
combatir la astrología, horóscopos y demás supersticiones. Su obra de traductor de los grandes filósofos y científicos de la antigüedad clásica tuvo que suponerle un trabajo inmenso ya que la acompañó de comentarios y oportunas críticas y una de ellas -la aristótélica Sobre el cielo- le valió del rey Carlos V “El Sabio” (1338-1380) el nombramiento episcopal [1]. Por lo demás este trabajo de traductor de obras científicas clásicas le constituirán en uno de los creadores del moderno lenguaje científico francés. En el campo de la Física sus aportaciones para el estudio de las variaciones de la velocidad y las cualidades (por ejemplo, el calor) se difundirán por toda Europa y contribuirán a preparar los esquemas matemáticos de la nueva física [2]. Apreció también notablemente el rey Carlos V Carlos V, Rey de Francia, llamado el sus estudios sobre el origen del dinero y los daños Sabio y el Prudente (1337-1380), nun- de la inflación de las que se sirvió el monarca para ca gozó de buena salud, a lo que hay arbitrar medidas que aportaran seguridad al coque añadir un físico endeble y pequeño. Quizá, debido a estas limitaciones mercio en su estado. físicas, el futuro rey de Francia se Nicolás de Oresme no dejó de tener en cuenaficionó a la literatura y a la política, lo que hizo que se convirtiera en un ta su carácter de hombre de Iglesia publicando un hombre de despacho más que de ac- tratado de Cristología, otro sobre la Inmaculada ción. Durante su reinado se llevaron a cabo importantes reformas dentro Concepción y varios sermones, uno de ellos prede la administración de justicia y en dicado ante el Papa y su corte en Avignon resalla elección de los miembros del Parlamento. Gran amante de la litera- tando la necesidad de la reforma de la Iglesia de tura y de las bellas artes en general, su tiempo. favoreció y protegió con su meceGuardemos aquí el recuerdo de este eminennazgo a un gran número de artistas franceses, dando lugar al despegue te científico y eclesiástico que mostró a lo largo de de las artes francesas. También fue el fundador de la Biblioteca Real, a la que dotó con casi mil volúmenes de su propiedad. Las universidades del reino, sobre todo la Sorbona de París, vieron aumentar sus privilegios por el deseo expreso del rey.
toda su vida la armonía de la Fe y la Razón con la elocuencia irrefutable de su ejemplo personal. m [1] SCIENZIATI IN TONACA, Francesco Agnoli e Andrea Bartelloni, Edit. La Fontana di Siloe, Torino 2018, pag. 13 [2] Obra citada, pag. 13.
Las principales reflexiones que sobre la moneda hace Nicolás de Oresme, son las siguientes: - Solo el rey debe acuñar monedas y establecer el valor, peso y pureza de cada una. - La moneda tiene dos valores: El valor nominal, que lo establece el rey y el valor intrínseco, que principalmente está en función del tipo de material utilizado y del peso de la moneda. - La riqueza de la monarquía es proporcional a la cantidad y valor de las monedas que posee. - Existen tres conceptos o prácticas prohibidas, en relación a la moneda, y que son: 1.- El tráfico, el cambio y la custodia; 2.- La usura; 3.- La alteración de su materia.
La primavera del postconcilio L. Pintas
l De todo esto no voy a hablar. De que el obispo Marcelo Sánchez Sorondo, presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias, diga que “en este momento, los que mejor realizan la doctrina social de la Iglesia son los chinos” porque “buscan el bien común y subordinan las cosas al bien general” (Vatican Insider, 2-2-18)… ¡no voy a hablar! De que el cardenal Bienamino Stella, prefecto de la Congregación para el Clero, admita que “se está considerando cuidadosamente, sin cerrazón ni rigideces”, la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados (aunque solo en casos de “emergencia sa-
cramental blablablá blablablá blablablá”, Vatican Insider, 23-1-18)… ¡no voy a hablar! De que el cardenal Reinhard Marx, presidente de la conferencia episcopal alemana y miembro del selecto consejo de purpurados que asesoran al Papa, anuncie que los obispos teutones están preparando un documento que autorizará a protestantes a comulgar en misas ca-
tólicas (“bajo ciertas condiciones blablablá blablablá blablablá”, Catholic News Agency, 22-2-18)... ¡no voy a hablar! De que el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, afirme que “la cuestión de la ordenación sacerdotal de mujeres es una cuestión que claramente solo puede clarificar un concilio, no puede decidirlo un Papa solo, es una cuestión demasiado grande para que pueda decidirse desde el despacho de un Papa”, en un ataque al sacramento del orden no menor que a la infalibilidad pontificia (Salzburger Nachrichten, 1-4-18)… ¡no voy a hablar! De que Eugenio Scalfari, un periodista ateo con quien el Papa disfruta hablando (tanto más cuanto más escandalosas sean las afirmaciones que aquél ponga en su boca), afirme que Francisco le ha dicho que no existe el infierno y que las almas de los condenados son aniquiladas por Dios (La Repubblica, 28-3-18), y de que la respuesta de la Santa Sede no sea desmentir ambas afirmaciones, sino acotar que “lo que informa el autor es el resultado de su reconstrucción, en la que no se mencionan las palabras textuales pronunciadas por el Papa” y por tanto “ninguna cita debe considerarse una transcripción fiel de las palabras del Santo Padre”… ¡no, de esto tampoco voy a hablar! [Pues eso, que no.] l Víctima del Photoshop. A mediados de marzo, cuatro diócesis del sur de Francia (Perpiñán, Montpellier, Nimes y Carcasona) lanzaron una cam-
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paña conjunta de petición de donativos, bajo el lema Comparte. Escucha. Apoya. Ayúdanos a transmitir. La Iglesia actúa gracias a ti. Los creativos publicitarios hicieron un promocional de treinta segundos, muy sencillo, en el que dos chicas y un chico entran en una iglesia, saludan a un sacerdote, hablan unos momentos con él y luego se hacen un selfie. [Vean la primera foto.] El “problema” es que Samuel Delmas, joven párroco de la iglesia de San Pablo, en Perpiñán, protagonista del spot… ¡viste sotana! ¡Horror! “Algo hay que hacer aquí…”, debió musitar, royéndose los dientes, el correspondiente burócrata diocesano. Hasta que recibió la inspiración: llamarían a Monsieur Photoshop y a Madame Cutrez de la Cruterie y entre ambos resolverían el asunto. Y no le defraudaron. Arriesgándose, eso sí, a que el padre Delmas les ponga una demanda de protección de la propia imagen. Porque al pobre se la han
hecho añicos [vean la segunda foto]: o bien es un tipo lo suficientemente rarito como para ir por el mundo con la sotana arremangada dentro de los vaqueros (en abierto desafío al buen gusto y a la física), o bien es el cura de la galaxia a quien peor le sienta el clergyman. l Un error dictatorial. Lo peor que puedes hacer para combatir un libro que se llama El Papa dictador es… ¡fulminar a quien lo ha escrito! Pues, en cierto modo, le estás dando la razón. Es lo que ha sucedido, sin embargo, con el historiador Henry Sire en cuanto él mismo desveló que Marcantonio Colonna, autor de la obra, es su pseudónimo. Se trata de un análisis sobre el talante autoritario que Francisco estaría desplegando para imponer sus reformas y criterios. Sire es caballero de la Orden de Malta y les faltó tiempo para sancionarle. Según un comunicado del 21 de marzo, se le “suspen-
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de” cautelarmente “con efectos inmediatos” y se abre “una investigación”. No termina de quedar claro cuál es el objeto de la investigación. ¿La autoría del libro? No puede ser, pues se le presta suficiente crédito a la información como para sancionarle por ella. ¿O será una investigación para averiguar si realmente el Papa es un “dictador”? Tampoco parece, pues la posición ya está tomada: “El contenido del libro es una grave ofensa a Su Santidad”. ¿O investigarán quién colaboró con Henry Sire en el relato de la “crisis institucional” de finales de 2016, relato que se considera “una reconstrucción parcial y tendenciosa de los hechos”? El caso es que, según informa Catholic Herald (104-18), los miembros de la Orden han sido advertidos de que no apoyen a Sire en las redes sociales y de que también serán sancionados si “ofenden” al Papa por esa vía. ¿Dictadura? ¿Quién dijo dictadura? l Explorando géneros en Georgetown. La mayor universidad católica estadounidense… [Perdón. Pásame el típex.] La mayor universidad jesuita estadounidense… [Perdón. Pásame el típex.] La mayor universidad estadounidense regida por la Compañía de Jesús [ahora sí] dispondrá de un alojamiento exclusivo para la comunidad transexual, establecido bajo el paraguas de un pro-
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grama denominado Encrucijada: género y sexualidad. Según informa Campus Reform (5-1-18), será un espacio “inclusivo” para los alumnos que deseen “explorar su género y sexualidad”. Dice Todd Olson, vicerrector de Estudiantes, que la nueva opción residencial “aportará un espacio comunitario para la discusión sobre género e inclusión, manteniendo al mismo tiempo los valores jesuitas de comunidad en la diversidad y de educación de la persona entera”. ¿“Valores jesuitas”? A estas horas San Ignacio de Loyola se está arrepintiendo de haberse deshecho de su espada, con la que le habría aclarado muy bien a sus hijos qué entiende él por “valores jesuitas”. La Universidad de Georgetown ya tenía el criterio de permitir a cada residente habitar en el edificio, no de su sexo biológico, sino de su sexo “autopercibido”: esto es, las mujeres que se creen hombres podían convivir con hombres, y los hombres que se creen mujeres podían convivir con mujeres. Ahora, además, en la nueva residencia, podrán convivir hombres que se creen mujeres con mujeres que se creen hombres, siempre y cuando estén explorando lo que son. La única forma de convivencia que los jesuitas de Georgetown parecen descartar por el momento es la de hombres y mujeres sin problemas de identidad. Desde luego,
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no vamos a animarles desde aquí a completar la oferta, pero no termino de imaginar qué se lo impide. Tal vez una actitud muy parecida a la del corrupto jefe de policía de Casablanca cuando le cierra el garito a Humphrey Bogart: “¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!” l Jóvenes súper-rebeldes. El sínodo de los obispos se reunirá en octubre para hablar de los jóvenes, y entre el 19 y el 24 de marzo tuvo lugar una reunión pre-sinodal en la que cientos de ellos venidos de todo el mundo se congregaron para decirle a la Santa Sede exactamente lo que la Santa Sede quería oír. Lean, lean el documento: “La Iglesia también debería preocuparse por cuestiones ambientales, especialmente la contaminación”. Rebelión pura: un clamor juvenil por una encíclica papal sobre ecología… y ¡anda, pero si ya existe desde 2015, Laudato Si! ¡Qué venturosa sintonía! Pero lean, lean más: “Nosotros, la Iglesia joven, pedimos a nuestros líderes hablar en términos prácticos acerca de temas controversiales como la homosexualidad y cuestiones de género, sobre las cuales ya los jóvenes discuten libremente sin tabú”. ¡Que la Iglesia hable de sexo “sin tabú”! Pero ¿qué lenguaje
es éste en 2018? ¿Qué nonagenario teólogo progre le escribió a estos chicos sus ponencias? Y una más, no se la pierdan: “También deseamos ver una Iglesia que es empática y en salida hacia quienes están en las periferias” ¡Toma ya! “En salida” y “periferias”. Les faltó añadir “balconear” y “hagan lío” para consumar tan fogosa insurrección contra el orden establecido. Miren esto: “La Iglesia suele aparecer como demasiado severa y excesivamente moralista. En otras ocasiones, en la Iglesia, es difícil superar a la lógica del ‘siempre se ha hecho así’”. Me suena, me suena… ¿dónde habré oído antes esta crítica al ‘siempre se ha hecho así’? ¡Ah, claro! La había usado el Papa en la apertura del encuentro… En fin… Como dice Matthew Schmitz en First Things (26-318), “esto no es un diálogo, es un eco”. Este documento describe como actual la
imagen que tenían de la Iglesia quienes ahora la dirigen cuando eran unos jóvenes rebeldes. Querían una “Iglesia abierta” y ya la tienen: “Todas las estructuras que vituperaban fueron dinamitadas hace décadas. Las iglesias donde temían entrar se vendieron hace tiempo. Este documento es una clara falsificación, la idea que tiene un anciano sobre lo que quieren los jóvenes: él piensa que quieren aquello que él hizo”. [No sé por qué sospecho, Matthew, que no te van a admitir en la Orden de Malta…] m
La restauración de la cultura cristiana John Senior Quizá la perspectiva de Senior tiene tanto de universal, o sea de católica, que su influencia es capaz de extenderse mucho más allá de lógicas espaciales o temporales, redescubriendo con asombrosa sencillez verdades permanentes de nuestra civilización. “Debemos poner nuestro mayor esfuerzo en restaurar la lectura en la casa y, sobre todo, la lectura en voz alta: junto al fuego del hogar en invierno, y en el porche, en las noches de verano. Denles a sus hijos una catequesis fuerte, sermones serios, buenos ejemplos y ejercicio físico. Gobiérnenlos con firmeza, pero no los enfermen: déjenles leer los buenos libros “peligrosos”, y déjenles practicar deportes “peligrosos”, como el rugby o el montañismo. La condición humana supone que alguno se quiebre una pierna y peque, pero en una familia católica bien equilibrada las caídas serán pocas y los cuerpos y las almas se recuperarán. Quizás alguien que esté leyendo estas páginas en este momento se levantará y destrozará el televisor. Ese acto, que no modificará el curso de la historia, cambiará radicalmente su vida y, sobre todo, la de sus hijos.”
Pueden hacer su pedido a nuestra dirección. Precio: 19’50 €
Capillas de la Hermandad San Pío X en España Madrid
Capilla Santiago Apóstol C/ Catalina Suárez, 16 Metro: Pacífico, salida Dr. Esquerdo. Bus: 8, 10, 24, 37, 54, 56, 57, 136, 140 y 141 Domingos: 10 h.: misa rezada 12 h.: misa cantada 19 h.: misa rezada Laborables: 19 h.
Granada
Capilla María Reina Pl. Gutierre de Cetina, 32 Autobús: S3 1er domingo de cada mes, misa a las 11 h. Sábado precedente, misa a las 19 h. Más información: 958 51 54 20
Córdoba
C/ Angel de Saavedra, 2, portal B, 2º izq.
Siervas de Jesús Sacerdote Lunes siguiente al 1er domingo, SERRANILLOS DEL VALLE Domingos: misa a las 10 h. Semana: misa a las 8’15 h. Exposición Stmo. Domingos: 19 h. Jueves: 19 h. Más información: 91 814 03 06
Barcelona
Capilla de la Inmaculada Concepción C/ Tenor Massini, 108, 1º 1ª Domingos: misa a las 11 h. Viernes y sábados: misa a las 19 h. Más información: 93 354 54 62
Palma de Mallorca
Capilla de Santa Catalina Tomás C/ Ausías March, 27, 4º 2ª 4º domingo de cada mes, misa a las 19 h. Más información: 91 812 28 81
misa a las 19 h. Más información: 957 47 16 41
Valencia
Consultar dirección: 91 812 28 81 3er domingo de cada mes, misa a las 11 h.
Oviedo
Capilla de Cristo Rey C/ Pérez de la Sala, 51 3er domingo de cada mes, misa a las 19 h. Más información: 984 18 61 57
Vitoria
Capilla de los Sagrados Corazones Pl. Dantzari, 8 3er domingo de cada mes, misa a las 11 h.
También se celebran misas en:
Salamanca, Murcia, Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.
Para cualquier tipo de información sobre nuestro apostolado y lugares donde se celebra la Santa Misa, pueden llamar al 91 812 28 81 Impreso: Compapel - Telf. 629 155 929