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Andrew Gordon, O.S.B
Rvdo. D. Eduardo Montes
Aun cuando sólo representan una ínfima parte de los que circulan por nuestras carreteras los vehículos movidos por energía eléctrica están de actualidad. Sin embargo pocos conocen el papel desempeñado por científicos católicos en este tema concreto. Desconocimiento que es tanto más lamentable cuanto que el papel desempeñado por un científico católico en la aparición del motor eléctrico es ni más ni menos que el de precursor.
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Se trata del monje benedictino escocés Andrew Gordon (1712-1751), físico e inventor del primer motor eléctrico. Resultan particularmente admirables los logros de este monje teniendo en cuenta las dificultades que hubo de superar su familia para darle formación académica en un ambiente en el que los católicos estaban discriminados y la misma brevedad de su vida que no supera los 39 años. Y que significativamente concluiría fuera de su Escocia natal en Erfurt, Sajonia, de cuya universidad era catedrático.
Es claro que una innovación tan importante no pudo ser obra de un solo investigador. Otros muchos concurrieron a alcanzarla y no pocos de ellos tan católicos como su inventor. Es el caso de Alejandro Volta (17451827) y André Marie Ampère (17751836) de los que ya nos hemos ocupado anteriormente en esta sección de
Andrew Gordon nació en Cofforach, Forfarshire. Era hijo de una antigua familia aristocrática escocesa y fue bautizado con el nombre de George. A la edad de 12 años, viajó a Ratisbona, con el fin de estudiar en el Monasterio Benedictino de Escocia. Pudo realizar viajes educativos a Austria, Francia y Roma. Volvió a Ratisbona en 1732. El 24 de febrero 1732 entró en el noviciado con los benedictinos, recibiendo el nombre de “Andreas” . En el monasterio se inició con el estudio de la filosofía escolástica. En 1735 recibió el sacerdocio, completando luego su formación en la Universidad Benedictina de Salzburgo, donde estudió derecho y teología. En 1737 completó sus estudios con “excelencia” y aprobó el examen legal con honores. Posteriormente, se convirtió en profesor de filosofía en la Universidad de Erfurt.
Andrew Gordon, O.S.B. Tradición Católica. Otros dos invenciones de Andrew Gordon en la física son dignas de mención: la primera es la estrella luz metálica soportada sobre un pivote agudo con los extremos puntiagudos dobladas en ángulo recto con respecto a los rayos y comúnmente llamado el torbellino eléctrico, el segundo es el dispositivo conocido como las campanas de eléctricos. Una vez más podríamos recordar oportunamente la frase de la Sagrada Biblia en el Libro de la Sabiduría: Consummatus in brevi explevit tempora multa que Torres El “torbellino” era un motor de reacción elec- Amat traduce así: Con lo poco que vivió lletrostática, el más antiguo de su tipo. nó la carrera de una larga vida. m
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«En su encíclica Pascendi del 8 de septiembre de 1907 sobre los errores modernistas, San Pío X denuncia con clarividencia la infiltración en la Iglesia ya comenzada por la secta modernista, que se unió con la secta liberal para demoler la Iglesia Católica. He aquí los pasajes más destacados de este documento: «Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilaciones el silencio, es la circunstancia de que al presente no es menester ya ir a buscar a los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan –y esto es precisamente objeto de grandísima ansiedad y angustia– en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia. Enemigos, a la verdad, tanto más perjudiciales, cuanto lo son menos declarados. Hablamos, Venerables Hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en Filosofía y Teología, e impregnados, por el contrario, hasta la médula de los huesos de venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se jactan, a despecho de todo sentimiento de modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar la propia persona del divino Reparador, que rebajan, con sacrílega temeridad, a la categoría de puro y simple hombre. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijera que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya se notó, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur, no a las ramas ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Más una vez herida esa raíz de vida inmortal, pasan a hacer circular el veneno por todo el árbol y en tales proporciones, que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper» . Permanecer en la Iglesia para hacerla evolucionar, tal es la consigna de los modernistas: «Van adelante en el camino comenzado, y aún reprendidos y condenados van adelante, encubriendo su increíble audacia con la máscara de una aparente humildad. Doblan fingidamente sus cervices, pero con la obra e intención prosiguen más atrevidamente lo que emprendieron» . Pascendi detuvo por un tiempo la audacia de los modernistas, pero pronto recrudeció nuevamente la ocupación metódica y progresiva de la Iglesia y de la jerarquía por la secta modernista y liberal. Bien pronto, la élite teológica liberal estaría en primera fila en las revistas especializadas, en los congresos, en las grandes editoriales y en los centros de pastoral litúrgica, pervirtiendo de pies a cabeza a la jerarquía católica y despreciando las últimas condenas del Papa Pío XII en la Humani Generis. Los que habían sido condenados por San Pío X, e incluso por el Papa Pío XII, intentaron invadir y ocupar la Iglesia».
Mons. Marcel Lefebvre, La Santidad sacerdotal