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Por favor, Santo Padre! ¡No nos toque a la Virgen María
P. José María Mestre Roc
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Santo Padre,
En la homilía que Su Santidad pronunció en la Basílica de San Pedro, con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, el pasado 12 de diciembre de 2019, muchos de nosotros, sacerdotes y fieles católicos, nos sentimos realmente consternados por el modo como Su Santidad hablaba de nuestra Madre del cielo.
Pareciera que, después de haberse impuesto al mundo cristiano la misa protestantizada de Pablo VI, que ya no es sacrificio sino cena; que después de haberse generalizado la noción protestante de misericordia, la cual ya no exige el arrepentimiento del pecador, que sigue en su pecado; que después de haberse alabado a Lutero como «testigo insigne de Cristo y del Evangelio»; pareciera que tengamos ahora que contentarnos con hablar de la Virgen como lo hacen pura y simplemente los protestantes.
1º Una mirada protestante sobre la Virgen
¿Qué dicen de la Santísima Virgen los protestantes? Que es mujer, que es madre, que es discípula de su Hijo como los demás. ¿Qué dijo Su Santidad de Ella? Pues exactamente lo mismo: que es mujer, que es madre, que es discípula; subrayando además que ese, y no otro, es realmente su ser.
«La celebración de hoy, los textos bíblicos que hemos escuchado, y la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe que nos recuerda el NICAN MOPOHUA, me sugieren tres adjetivos para ella: señora-mujer, madre y mestiza.
María es mujer. Es mujer, es señora, como dice el NICAN MOPOHUA. Mujer con el señorío de mujer. Se presenta como mujer, y se presenta con un mensaje de otro, es decir, es mujer,
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La “tontería” , sin embargo, ha gozado del favor de numerosos Papas, teólogos y santos. Antes incluso que Pío XI, Benedicto XV, en su homilía de 1920 en ocasión de la canonización de San Gabriel de la Virgen Dolorosa y Santa Margarita María Alacoque, declaró: «Pero los sufrimientos de Jesús no pueden separarse de los dolores de María. Así como el primer Adán tuvo a una mujer como cómplice en su rebelión contra Dios, así el nuevo Adán quiso tener a una mujer que compartiera su obra al reabrir las puertas del cielo para los hombres. Desde la cruz, Él se dirige a su propia Madre Dolorosa como la “mujer, ” y la proclama la nueva Eva, la Madre de todos los hombres, por quienes Él moría para que tuvieran vida» .
señora y discípula… Y así es de sencillo, no pretende otra cosa: es mujer, discípula. Y si la piedad cristiana, a lo largo de los tiempos, buscó alabarla con nuevos títulos, eran títulos filiales, títulos del amor del pueblo de Dios, que
en nada tocaban ese ser mujerdiscípula…
María mujer, María madre, SIN OTRO TÍTULO ESENCIAL. Los otros títulos –pensemos en las Letanías lauretanas– son títulos de hijos enamorados que le cantan a la Madre, pero que
no tocan la esencialidad del ser de
María: mujer y madre».
Santidad, un protestante estará totalmente de acuerdo en hablar así de la Virgen María; pero le negará los títulos que todo católico, siguiendo en ello el Magisterio de sus Predecesores –y distinguiéndose así de los protestantes–, ha otorgado a Nuestra Señora: INMACULADA en su Concepción, MADRE DE DIOS –Su Santidad se limita a llamarla «Madre de su Hijo»–, VIRGEN PERPETUA –virginidad que Su Santidad tampoco menciona, y que hace de Ella una Mujer y una Madre (ambas con mayúscula) sin parangón ninguno–, CORREDENTORA en cuanto Socia de la obra redentora de Cristo, MEDIADORA UNIVERSAL de todas las gracias, y REINA de cielos y tierra, ABOGADA de los pecadores.
2º ¿La Virgen María no es Corredentora?
Santo Padre, ignorando –por ecumenismo, podemos suponer– todos estos títulos, Su Santidad se atreve incluso a decir –a guisa de comentario de sus palabras: «María mujer, María madre, SIN OTRO TÍTULO ESENCIAL»– que la Virgen no es Corredentora:
«Fiel a su Maestro, que es su Hijo, el único Redentor, jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo. JAMÁS SE PRESENTÓ COMO CORREDENTORA. No, discípula. Y algún Santo Padre dice por ahí que es más digno el discipulado que la maternidad. Cuestiones de teólogos, pero discípula. NUNCA ROBÓ PARA SÍ NADA DE SU HIJO».
Evidentemente, la Santísima Virgen nunca pretendió arrogarse los privilegios exclusivos de su Hijo: jamás se atri-
¡Por favor, Santo Padre! ¡No nos toque a la Virgen María! 7 buyó la divinidad, ni el poder de crear, ni se llamó a sí misma «el Alfa y la Omega»; pero tampoco se la puede rebajar al rango de los demás fieles, a la condición de simple discípula, como si la Virgen María fuese tan sólo una feligresa fervorosa.
Santo Padre, no es que la Virgen «haya robado para sí nada de su Hijo», sino que es más bien su Hijo quien la hizo partícipe de todas las prerrogativas que El mismo tuvo como Redentor, convirtiéndola en la «Nueva Eva» del «Nuevo Adán». Es Jesucristo mismo quien la hizo Corredentora, asociándola
Desde el siglo XVII hasta nuestros días, se calculan 124 teólogos que se expresan a favor de la Corredención inmediata de María, entre los cuales San Lorenzo de Brindis, San Juan Eudes y Olier. En el siglo XVIII, 53 escritores eclesiásticos se decantan a favor de la Corredención. En el siglo XIX, los teólogos en favor de la Corredención suben hasta 130.
a su obra de la Redención de los hombres; es El quien la hizo Mediadora de todas las gracias, asociándola a su propia Mediación universal; es El quien la hizo Reina y Señora de todo lo creado, otorgándole poder sobre toda la creación, y especialmente sobre el reino de las almas, de las cuales Ella es Madre por voluntad expresa de Cristo en la Cruz.
Santísimo Padre, con asombrosa ligereza Su Santidad priva a la Virgen, no sólo del título de Corredentora, sino también –y por los mismos motivos–del título de Mediadora, de Reina, de Abogada: pues en todo eso Ella estaría supuestamente «robando para sí» algo de su Hijo. ¿Qué se hace entonces del Magisterio de sus Predecesores, en el que todos estos títulos de la Virgen quedaron sólida y teológicamente probados y afirmados?
3º La enseñanza del Magisterio de los Papas
Sólo para abonar el título de Corredentora, el papa Pío IX, en la misma bula en que proclamaba el dogma de la Inmaculada Concepción, escribía: «Así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, después de asumir la naturaleza humana, borró la escritura del decreto que nos era contrario, clavándolo triunfante en la cruz, así también la Santísima Virgen, unida a El con apretadísimo e indisoluble vínculo, hostigando con El y por El eternamente a la venenosa Serpiente, y triunfando de la misma en toda la línea, trituró su cabeza con su pie inmaculado».
El Papa que lo sigue, León XIII, no es menos claro en afirmar en varios textos la unión de la Virgen María con Cristo en la obra de la Redención:
«La Virgen María, libre de la mancha original, elegida para ser la Madre de Dios, y por ese hecho asociada a El
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8 ¡Por favor, Santo Padre! ¡No nos toque a la Virgen María! en la obra de salvación de la raza humana, goza ante su Hijo de un favor y poder tal, que no han podido ni podrán igualarlo ni la naturaleza humana ni la angélica» (Encíclica Supremi apostolatus officio, 1883). «Junto a la cruz de Jesús estaba María, su Madre, quien con inmensa caridad se movió a recibirnos como hijos, ofreciendo para ello voluntariamente a su Hijo a la justicia divina, y muriendo con El en su corazón, atravesado por una espada de dolor» (Encíclica Jucunda semper, 1894). «Desde allí, según los designios de Dios, Ella comenzó a velar por la Iglesia, para ayudarnos y protegernos como Madre, de modo que, después de haber sido cooperadora de la Redención humana, Ella también se convirtió, por el poder casi inmenso que le fue otorgado, en la dispensadora de la gracia que fluye de esta Redención para siempre» (Encíclica Adjutricem populi, 1895). A su vez el papa San Pío X mencionó la doctrina de la corredención de María en su famosa encíclica Ad diem illum (1904), para el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción: «La consecuencia de esta comunidad de sentimientos y sufrimientos «Era justo, asociada a en efecto, q la obra de la ue Aquella que había sido regeneración de los hijos entre recía María y Jesús legítimamente es co que Marí nvertirse a e men la de Eva a la vida de la gracia, fuese proclamada reparadora de la humanidad caípor ra h el mismo umanidad Jesús Madre espiritual ». También, al final de de la E la ente ncíclica , da y, por lo tanto, en la dispensadora escribe: «Para que el culto al divino Corazón de de todos los tesoros que Jesús adquirió Jes los ús produzca frutos fieles a asociar a m él ás la copiosos, devoción oblíguense al Corazón para nosotros por su muerte y por su Inmaculado de María. En efecto, es sumamente sangre». conveniente que, solublemente a la como Dios quiso Bienaventurada asocia Virgen r indiMaría El papa Benedicto XV empieza a a Cristo en la realización de la Redención […], así, valerse, no sólo de la noción de la coel pueblo cristiano, que Cristo y de María, desp los debidos homenajes recibió la vida divina de ués de haber tributado al Sagrado Corazón de rredenc misma, ión de María, sino de la pal en su Carta Inter sodalitia: abra Jesús, preste también al Corazón Inmaculado «Al quedar asociada a la Pasión yde María armonía similares con este obsequios de sapientísimo piedad designi […]. o de En la muerte de su Hijo, Ella sufrió como si Providencia divina, Nos mismo queremos consa- Ella misma muriera (...) para apacigrar so entero lemnemen al Corazón te la Santa Iglesia Inmaculado de M y el aría» m . undo guar la justicia divina; y sacrificó a su (Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas, 1956) Hijo, tanto como pudo, para que con razón se diga que juntamente con El redimió a la raza humana. Y, por esta razón, todas las gracias que obtenemos del tesoro de la Redención nos
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¡Por favor, Santo Padre! ¡No nos toque a la Virgen María! 9 llegan, por así decir, de las manos de la dolorosa Virgen».
El papa Pío XI tributa a la Madre del cielo, en su Epístola Explorata res (2 de febrero de 1923), esta hermosa alabanza:
«No incurrirá en la muerte eterna aquel que goce especialmente en su último momento de la asistencia de la Santísima Virgen. Esta opinión de los doctores de la Iglesia, confirmada por el sentimiento del pueblo cristiano y por una larga experiencia, se basa sobre todo en el hecho de que la Virgen
dolorosa quedó asociada a Jesu-
cristo en la obra de la Redención». Pero, sobre todo, usa el término de «corredentora», en su mensaje a los peregrinos de Lourdes por el Jubileo de la Redención (29 de abril de 1935): «Oh Madre de piedad y de misericordia, que asististeis a vuestro Hijo mientras realizaba en el altar de la Cruz la redención de la humanidad, como corredentora y asociada a sus dolores, mantened en nosotros y aumentad cada día, os lo rogamos, los preciosos frutos de su pasión y redención». Finalmente, el papa Pío XII confirmó por enésima vez la doctrina de la participación de María en la obra de la Redención, en su encíclica Ad cæli Reginam (1954) sobre la realeza de María: «En el cumplimiento de la Redención, la Santísima Virgen se asoció estrechamente con Cristo (…) De hecho, así como Cristo, por habernos redimido, es nuestro Señor y nuestro Rey a un título especial, así también la Santísima Santo Tomás de Aquino (S. Th., III, q. 48) enseña Virgen es nuestra Reina y Redentora que la Pasión de Cristo obró nuestra Redención por la forma única en que Ella contride tres modos: 1º recernos la gracia ) a modo de santificante mérito, perdida al m con eel buyó a nuestra Redención». pecado original; 2º) a modo de satisfacción, pagand dolo o e a Dios la deud intercediendo a p por el pecado, or nosotros; 3º reparán) a modo 4º Una impiedad escandalosa de sacrificio, ofreciéndose a Sí mismo al Padre como víctima en la Cruz. También María coope- Santísimo Padre, son sus mismos ró en subordinadamente a nuestra Redención. Cristo de estos 3 modos Los teólogos dicen que Predecesores en el Pontificado los que lo que Cristo nos mereció de condigno o por es- han declarado todos los títulos que el tr o icta por justicia, María nos l pura liberalidad de o mereci Dios. ó de congruo pueblo cristiano otorga a la Santísima Virgen, incluso definiendo algunos de ellos para gloria de Dios y de María Santísima. ¿Cómo puede ser, entonces que Su Santidad diga lo que sigue? «Cuando nos vengan con historias de que había que declararla esto o aquello, o hacer este u otro dogma, no nos perdamos en tonteras: María es mujer, es Nuestra Señora, María es
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10 ¡Por favor, Santo Padre! ¡No nos toque a la Virgen María! Madre de su Hijo y de la Santa Madre Iglesia jerárquica, y María es mestiza, mujer de nuestros pueblos, pero que mestizó a Dios».
«Acuérdate y trae a tu mente, oh dulcísima Virgen María, que eres mi Madre y que soy tu hijo; que eres poderosísima y soy un pequeño ser vil y débil. Te suplico, dulcísima Madre mía, que me guíes y defiendas en todos mis caminos y en todas mis acciones. No me digas, oh Virgen graciosa, que no puedes, ya que tu Hijo predilecto Te dio todo poder… No me digas que no debes hacerlo, pues eres la Madre común de todos los pobres humanos y especialmente la mía. Si no pudieses te excusaría diciendo: Es verdad que es mi Madre y que me ama como a un hijo, pero su pobreza carece de posesiones y de poderes. Si no fueses mi Madre, tendría justamente paciencia, diciendo: Ella es rica para asistirme, pero ay de mí, al no ser mi Madre, no me ama. Pero ya que, oh dulcísima Virgen, eres mi Madre y eres poderosa, ¿cómo podrás excusarte de no consolarme y de no prestarme tu ayuda y tu asistencia? Ves, Madre mía, que estás obligada a consentir a todas mis peticiones». (Oración de San Francisco de Sales)
San Bernardo es el paladín de la Mediación mariana, de la Corredención y sobre todo de la Dispensación universal de toda gracia. Por cuanto se refiere a la Corredención, el primero, trató explícitamente de la “satisfacción” dada por María por la culpa de Eva, escribiendo: «María satisface por la madre Eva, ya que, si el hombre cayó por medio de una mujer, he aquí que no es levantado sino por medio de una Mujer reparadora de los protoparentes» (Hom. II super «Missus est» , PL 183, 62).
¿Sus Predecesores, entonces, «se perdieron en tonteras»? En ese caso, un ineludible interrogante se plantea ante nosotros: ¿Cuáles son las verdaderas «tonteras»: las que ellos proclamaron y definieron, o las que Su Santidad se atreve hoy a afirmar, llevándoles la contra? ¿La «tontera» no será más bien decir que «María es mestiza, Ella mestizó a Dios»? ¿O pretende Su Santidad valerse de la Virgen Santísima para abonar su teoría de la «inculturación de Cristo», tan claramente afirmada en el Sínodo de la Amazonía? ¿Será voluntad de María el «mestizar» o «inculturar» a Cristo en las diferentes culturas? ¿Será la Virgen una émula de la «Pachamama»?
Santo Padre, el ecumenismo del Concilio Vaticano II es una divinidad a la que hay que inmolarle todo. Se le ha inmolado ya la Santa Misa, se le ha inmolado la liturgia y la doctrina católica, se le han inmolado los Estados católicos, se le han inmolado tantos y tantos fieles que se han pasado a las sectas. Ahora Su Santidad parece pedirnos que le inmolemos también lo único que nos han dejado, el último bastión, la última protección: la Santísima Virgen María, que es la única señal distintiva que nos queda como católicos.
Por eso le rogamos, entre perplejos y angustiados: SANTIDAD, NO NOS TOQUE A LA VIRGEN MARÍA. m
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