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Naturaleza y objetivo de la Hermandad: el Sacerdocio católico

Naturaleza y objetivo de la Hermandad: el Sacerdocio católico

P. José María Mestre Roc

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Si tuviéramos que resumir la crisis de la Iglesia, podríamos hacerlo aplicando a la jerarquía de la Iglesia el vaticinio que Jesús se aplicó a sí mismo delante de los apóstoles: «Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas». Sí, en esto consiste exactamente la actual crisis de la Iglesia, en que ella vive su Pasión, y en eso se distingue de todas las demás crisis: es una crisis que procede de los mismos Pastores, de la jerarquía: Obispos y Papa, que han perdido totalmente el rumbo de la fe. Y la consecuencia de ello es clara: las ovejas se han dispersado.

El demonio ha sabido dónde debía golpear. Y Nuestro Señor lo ha permitido también para que su Iglesia lo acompañase en su Pasión. Pertenece a la esencia misma de la Iglesia el que los fieles reciban de sus Pastores la doctrina revelada, la vida divina y la dirección sobrenatural hacia el cielo. Y por eso mismo, no será posible ninguna restauración plena de la Iglesia mientras no venga de la jerarquía, y de la Jerarquía suprema. Mientras tanto, sin Pastores, las almas han de seguir confundidas. Y mientras tanto, ¿qué podemos hacer nosotros?

Formar sacerdotes. Formar buenos sacerdotes. Pedir, suplicar y sacrificarse para alcanzar de Dios estos buenos sacerdotes. Ayudar a formarlos. Tal fue la gran intuición inicial de Monseñor Lefebvre, Fundador de nuestra Hermandad:

«¿Cómo realizar lo que me parecía entonces la única solución para renovar la Iglesia y la Cristiandad? Era todavía un sueño, pero en el cual se me presentaba ya la necesidad, no solamente de transmitir el sacerdocio auténtico, no solamente la “ sana doctrina ” aprobada por la Iglesia, sino también el espíritu profundo e inmutable del sacerdocio católico y del espíritu cristiano, ligado esencialmente a la gran oración de Nuestro Señor que expresa eternamente su sacrificio de la Cruz». (Itinerario Espiritual, Prefacio)

Está claro: la única manera de ayudar eficazmente a la Iglesia y a las almas es mantener y transmitir el sacerdocio auténtico, a fin de que estos sacerdotes, formados según la mente de la Iglesia, sigan transmitiendo a las almas la luz de la fe, la gracia de los sacramentos y las directivas que las encaminen hacia su salvación.

«¿Queremos salvar las almas, queremos salvar la sociedad cristiana, queremos salvar las familias cristianas, queremos salvar lo que queda aún de cristiano y extender la cristiandad? La única solución es el sacerdote. Por desgracia, amigos como la

T. F. P., que también querían luchar por el mismo ideal de salvar a la Iglesia, de salvar al mundo, de salvar a la sociedad, se equivocaron desde el principio, por partir de un falso principio. Si hubiesen partido del principio de que hay que hacer buenos sacerdotes y ayudar a la formación de santos sacerdotes, un grupo seglar poderoso como aquel podría haber prestado una espléndida ayuda para formar seminarios… Pero fracasaron porque se dijeron:

“Los seglares, y no los sacerdotes, salvarán a la Iglesia, salvarán la cristiandad” . Es un error. ¿Qué pueden hacer los seglares sin sacerdotes? ¿quién les dará la gracia? ¿quién les dará los sacramentos? ¿quién les dará la fe que debe guiarlos? Ya que toda la obra de restauración de la Iglesia, toda obra de restauración de la cristiandad, es una obra de la fe. Le toca al sacerdote comunicar la fe a los seglares, le toca al sacerdote comunicar esta luz, como dice la Santísima Virgen de La Salette. Por eso, ese grupo no partió bien; y eso era un grave error de su parte. Yo, de mi parte, estaba absolutamente persuadido de la necesidad del sacerdocio. ¿Cómo iba a realizarlo? Eso ya era otro asunto, no lo sabía, sino que se fue presentando día por día, mes por mes, año por año, hasta que por fin pudimos fundar la

Fraternidad». (Retiro de Semana Santa, 1988)

Por eso, la Hermandad Sacerdotal San Pío X se presenta ante todo como una obra para formar sacerdotes: «El fin de la Fraternidad es el sacerdocio católico».

cio y todo lo que se relaciona con él, y nada más que lo que le concierne, es decir, tal como Nuestro Señor Jesucristo lo quiso cuando dijo: «Haced esto en memoria mía; orientar y realizar la vida del sacerdote hacia lo que es esencialmente su razón de ser: el santo sacrificio de la Misa, con todo lo que significa, todo lo que de él procede y todo lo que lo complementa». (Estatutos de la Fraternidad, I, 1-2)

Monseñor Lefebvre tuvo el don de encarar todo el remedio que le hacía falta a la Iglesia desde el punto de vista del sacerdocio: l ante todo, para contar con sacerdotes santos, hacía falta tener seminarios, donde estos sacerdotes se formaran íntegramente según el pensamiento y el deseo de la Iglesia; y estos seminarios serán el corazón de la Hermandad; l pero puesto que el sacerdocio está íntimamente ligado a la gran oración de Nuestro Señor, el Santo Sacrificio de la Misa, la santidad del sacerdote reclama que centre toda su vida espiritual en la Misa de siempre; l este sacerdocio y esta Misa deben irradiar necesariamente en las almas, a las que los sacerdotes tienen la misión de santificar: de ahí los prioratos, las escuelas, los retiros espirituales, y to-

Naturaleza y objetivo de la Hermandad: el Sacerdocio católico 17 das las demás obras que puedan abrirse ante el celo sacerdotal; finalmente, para poder contar con sacerdotes católicos, hacen falta obispos igualmente católicos, que transmitan por la ordenación las funciones sacerdotales a los candidatos debidamente preparados.

1º EL CORAZÓN DE LA HERMANDAD: LOS SEMINARIOS

Ante todo, Monseñor Lefebvre nos dejó bien señalado que el fin principal y directo de la Hermandad es la formación de santos sacerdotes, y por lo tanto, su corazón son los Seminarios.

«¿Cuál es el fin propio de la Fraternidad, su fin esencial? Formar sacerdotes. Todos vosotros deberíais destinaros a ser profesores y directores de Seminario… Este es el primer fin de la Fraternidad… Eso hicieron los Sulpicianos, los Lazaristas, los Redentoristas. También ellos, en un momento dado, se dieron cuenta de que la Iglesia se sentía turbada, de que las cosas no andaban bien; por eso hicieron hincapié en el sacerdocio, formaron sacerdotes, reformaron el clero, transmitieron de nuevo lo que habían recibido. Pero si ellos sintieron necesidad de formar un clero santo, cuando las circunstancias eran incomparablemente menos graves que hoy, en que nos hemos visto obligados a fundar la Fraternidad, está claro que nosotros hemos de hacer lo mismo.

Así, pues, no todos vosotros tendréis que trabajar en seminarios; pero yo diría que, incluso estando en un priorato, debéis tener una especie de obsesión en preguntaros: “¿Pienso en enviar vocaciones al seminario? ¿pienso en el seminario? ¿pienso en ayudarlo? Incluso materialmente, ¿pienso en hacer colectas entre mis fieles para sostener al seminario?” . Sería preciso que eso fuese una obsesión; pues hacen falta sacerdotes, santos sacerdotes. Y lo mismo si os toca estar en una escuela: pues las escuelas son los semilleros de vocaciones: “¿Qué puedo hacer por hacer florecer vocaciones?” . Claro está que no se trata de forzar las vocaciones, sino de suscitarlas, y de pensar en hablar de ellas. Que en un colegio no se den sólo los estudios, sino se favorezcan las vocaciones, y no se olvide de hacer de vez en cuando un pequeño sermón sobre la vocación. Debería ser de veras un ideal: la Fraternidad son los sacerdotes.

Yo diría que la Santísima Virgen, Nuestra Señora de la Salette, piensa lo mismo. Ella se siente obligada, en las circunstancias trágicas en que se aparece, a hablar de la necesidad de tener sacerdotes santos. ¿Qué haremos si Roma pierde la fe? Ella llega a decir incluso que se convertirá en la sede del Anticristo. ¿Qué haremos frente a este desastre, este avance del infierno? Pues Nuestra Señora piensa en esto, en el infierno que se viene sobre la tierra. Ella lo ve desde lo alto del cielo, y mirando la eternidad con toda su santidad y con todo su

corazón de Madre, nos dice que hacen falta sacerdotes, y no piensa sino en los sacerdotes. Creo que nosotros hemos de ponernos a este diapasón, y amoldarnos a esta idea». (Retiro de Semana Santa, 1988)

2º EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA: FIDELIDAD A LA MISA DE SIEMPRE

Pero el sacerdote está esencialmente ligado al Santo Sacrificio de la Misa, y a los dones que de este sacrificio se derivan para los fieles, entre ellos los Sacramentos y la Liturgia. De donde se sigue la fidelidad a la Misa de siempre.

«El espíritu de la Fraternidad es ante todo el espíritu de la Iglesia; y por lo tanto todos sus miembros, sacerdotes, hermanos, hermanas, oblatas, terciarios, se esfuerzan por conocer cada vez mejor el Misterio de Cristo, tal como lo describe San Pablo en sus epístolas, especialmente en las dirigidas a los Efesios y a los Hebreos. Descubriremos entonces lo que ha guiado a la Iglesia durante veinte siglos, y com-

prenderemos la importancia que otorga al Sacrificio de Nuestro Señor y, por consiguiente, al Sacerdocio. Profundizar este gran misterio de nuestra fe que es la Santa Misa, tener por él una devoción sin límites, ponerlo en el centro de nuestros pensamientos, de nuestros corazones, de toda nuestra vida interior, será vivir del espíritu de la Iglesia».

«Los miembros de la Fraternidad, profundamente convencidos de que la fuente de vida se halla en Cristo crucificado, y por lo tanto, en el Sacrificio que El nos legó, descubrirán con creciente gozo que la Esposa mística de Nuestro Señor, nacida del Corazón traspasado de Jesús, no tiene mayor empeño que transmitir este precioso testamento, con una magnificencia inspirada por el Espíritu Santo. Este gran misterio, sol de nuestra fe, la Iglesia nos lo transmite en su Liturgia, en la que, como una Madre, nos desvela las riquezas infinitas de este misterio a través de las acciones, palabras, cantos, ornamentos litúrgicos, distribuidos según el admirable ciclo litúrgico». (Espíritu de la Fraternidad, art 2 y 4)

3º LOS PRIORATOS Y ESCUELAS

Esta Misa debe irradiar por el sacerdote sobre los fieles: prioratos, escuelas, pero todos ellos bajo la óptica del Sacerdocio católico en su: – pureza doctrinal: predicar la fe de siempre; – caridad misionera: hacer llegar a las almas los beneficios y gracias de la Cruz.

«Ya podéis comprender entonces la importancia de los prioratos. En un combate como el de hoy, no se puede enviar solos a los sacerdotes; no se puede decir: “Hay cuarenta, treinta, veinte ordenaciones, veinte sacerdotes ordenados; enviamos uno aquí, otro allá… ” . ¡Eso sería la muerte de nuestra Fraternidad! En los tiempos actuales un sacerdote no puede quedarse completa-

mente aislado, sin compañero, sin ayuda, sin comunidad, sin organización material, frente a las necesidades más elementales de la vida. Ha de comer, ha de vivir. Pero si está solo, le sucederá que no tenga bastante dinero para pagarse una persona que le cocine o le lave la ropa. Al comienzo hay personas amables, y las familias se dicen: “Vamos a ayudarle en esto, en aquello ” ; pero eso dura tres o cuatro semanas, un mes a lo sumo. No se puede vivir en esta situación; y por eso hay prioratos. Yo redacté en Albano, ya hace años, un proyecto de carta que nunca publiqué. En ella decía lo siguiente: “Los sacerdotes que formaremos serán también fundadores de seminario, y ejercerán el apostolado misionero partiendo de prioratos, donde vivirán en común, rezarán en común, predicarán los ejercicios espirituales y misiones parroquiales ” . Así concebía yo esos prioratos, como ciudadelas o fortalezas donde viven juntos varios sacerdotes. Sería menester que los prioratos, en la medida de lo posible, puedan contar con una verdadera comunidad, con tres sacerdotes, tres religiosas, y tal vez dos hermanos. En esta comunidad todos se sostendrían mutuamente. Con una comunidad bien establecida, los sacerdotes pueden trabajar: tienen el ambiente adecuado, otros se encargan de los cuidados materiales, y así pueden dedicarse a sus tareas». (Retiro de Semana Santa, 1988)

4º NECESIDAD DE CONTAR CON OBISPOS CATÓLICOS PARA ASEGURAR EL SACERDOCIO

tes, y para proveer a los fieles de aquellos sacramentos que sólo un obispo puede dar; pero de ningún modo supone la intención de crear una Iglesia paralela, un reemplazo de la Iglesia digamos oficial.

«Una sola cosa es necesaria para la continuación de la Iglesia católica: obispos

plenamente católicos, que no hagan ningún compromiso con el error, que establezcan seminarios católicos, donde los jóvenes aspirantes se alimenten con la leche de la verdadera doctrina, pongan a Nuestro Señor Jesucristo en el centro de sus inteligencias, de sus voluntades, de sus corazones, se unan a Nuestro Señor por medio de una fe viva, una caridad profunda, una devoción sin límites, y pidan como San Pablo que se rece por ellos, para que avancen en la ciencia y en la sabiduría del “Mysterium Christi” , en el que descubrirán todos los tesoros divinos; obispos católicos, que se preparen a predicar a Jesucristo, y a Jesucristo crucificado, “ opportune et importune... ” ». (Itinerario Espiritual, Prólogo)

Para tener sacerdotes hacen falta obispos, obispos íntegramente católicos. De ahí surge el planteamiento de las Consagraciones episcopales realizadas en 1988, que quedan perfectamente enmarcadas en su debido contexto: es para asegurar la ordenación de los sacerdo-

5º RAZÓN DE ESTA IMPORTANCIA DEL SACERDOCIO

Sólo por el Sacerdocio católico puede prolongarse la obra redentora de Nues-

Naturaleza y objetivo de la Hermandad: el Sacerdocio católico tro Señor Jesucristo. En efecto, Cristo entregó a la Iglesia, que los dispensa por medio del Sacerdocio: l Su Verdad: Ego sum Veritas: Magisterio, munus docendi. l Su Vida: Ego sum Vita: Liturgia, munus sanctificandi. l Su Autoridad: Ego sum Via: Jurisdicción, munus regendi.

Forma parte del plan divino el que Dios, después de haberse dado a nosotros haciéndose hombre, siga en comunicación con nuestras almas por medio de hombres, como nosotros, a los que El comunica su función de pastor: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Dios ha decidido no pastorear nuestras almas sino por medio de pastores que le están subalternos. A Pedro entrega Jesús su doctrina, su autoridad, sus sacramentos; Pedro, a su vez, establece obispos, sacerdotes, de modo que este triple bien de la doctrina, de la vida divina comunicada por los sacramentos, y de la autoridad que guía nuestras almas con seguridad hacia el cielo, nos llega por medio de los sacerdotes. El sacerdote es, por voluntad expresa de Cristo: 1º El depositario y predicador de la fe. Cristo ha querido que por los sacerdotes llegara la fe católica a toda criatura. Id y predicad a todas las gentes, es el mandamiento que les intima. Ya en el Antiguo Testamento la ciencia divina estaba en boca de los sacerdotes; también es así en el Nuevo. Dios ha querido entregar su doctrina a los sacerdotes, porque éstos, enteramente dados a Dios y a su santo servicio, no se encuentran impedidos por los cuidados y negocios del mundo para cumplir esta misión de evangelizar, sino que, enteramente llenos de los intereses de Dios, se dedican a enseñar al pueblo la ley de Dios. Esta es su primera misión, el munus docendi. 2º El depositario y administrador de la vida divina, que comunica a través de los sacramentos, los cuales, porque son cosas santísimas, han de ser tratadas con el mayor respeto y veneración, por personas que vivan en intimidad especial con Dios, completamente entregadas a El. Este es el segundo oficio del sacerdote, el munus sanctificandi. 3º El depositario de la autoridad misma de Cristo, para dirigir las almas por el camino que lleva al cielo. Frente a los múltiples peligros a que nuestra fe y la vida de la gracia se encuentra expuesta (desalientos, pruebas numerosas y variadísimas de la vida, dudas, tentaciones, tinieblas, malos ejemplos, enemigos del alma), necesitamos un guía que conozca los obstáculos que se encuentran en el camino y la manera de superarlos; un padre que nos comprenda, nos dé alientos y nos aconseje rectamente; un preceptor que nos recuerde nuestras obligaciones; un sabio que juzgue todas las cosas según Dios y desde el punto de vista de la eternidad,

Naturaleza y objetivo de la Hermandad: el Sacerdocio católico 21 «sub specie æternitatis». Todo esto lo es para nosotros el sacerdote: es su tercera función, el munus regendi.

Tan importante es esta función del sacerdote, que San Juan de la Cruz afirma explícitamente que no hay verdad divina comunicada al hombre que no deba recibir su confirmación de la boca del sacerdote; y que no hay vida divina que, en sus grandes rasgos, no sea distribuida a las almas por el sacerdote; finalmente, que no hay alma que pueda llegar a la santidad sino por el régimen humano del sacerdote. Por eso pedimos a Dios que nos dé sacerdotes. ¿Quién nos enseñaría, si no, y transmitiría la fe? ¿Quién nos comunicaría la vida divina? ¿Quién nos aconsejaría y guiaría al cielo? Pero además pedimos a Dios que nos dé santos sacerdotes. SANTOS DE MANERA OBJETIVA, esto es, sacerdotes que tengan en sus manos los verdaderos medios para santificar a las almas. l Sacerdotes que impartan la verdadera doctrina de la Iglesia, la fe católica, sin la cual nadie se puede salvar, y que la impartan en toda su integridad, sin corrupciones ni contagios con las doctrinas del modernismo. l Sacerdotes que celebren la verda«No me habéis elegido vos tro Señor–, sino que Yo os otros a Mí –dice Nueshe elegido a vosotros dera Misa, y no una cena o asamblea; (Jn 15, 16). Él nos ha elegido y, sin embargo, esa Misa que es esencialmente el mismo queridos amigos, ¿no tendríamos alguna vez la impresión de habernos escogido nosotros mismos, de haber recibido nosotros mismos nuessacrificio del Iglesia, de la Calvario historia , el corazón y de la vida de la cristra propia vocación y haber dicho: Quiero ser tiana. s s acerdote y elijo el sacerdocio? ¡Qu ería desconocer la omnipotencia é ilusión! de Dios, Eso que l Sacerdotes que administren los nos conduce mucho más de lo que nos pode- verdaderos sacramentos. mos nos conducir condujo nosotros mi al seminario sm y os. Nuestro escogió pa Señor ra nol Sacerdotes que inculquen a las sotros esta vocación sacerdotal, de modo que almas los verdaderos principios de la realmente hemos mundo por Él. Esto sido nos elegidos es un gra y enviados al n un consuelo, moral católica: el amor de Dios sobre pues ante esta vocación que supera todo lo que todas las cosas, el desprendimiento de una criatura humana puede imaginar, habiendo sido elegidos por Dios, confiamos que nos sostendrá con su mano en nuestra actividad y en las pec cosas ado, l del a h mundo, uida de la detestación del las ocasiones, la nuestra santificación sacerdotal. Esto constitu- mortificación cristiana, la práctica de las ye un gran Mo apoyo ns. Lef para ebvr el e, sacerdote». La santidad sacerdotal virtudes cristianas. SANTOS TAMBIÉN DE MANERA SUBJETIVA: esto es, que esos medios de santificación que están en sus manos, empiecen por santificarlos a ellos, de manera que puedan ser, no sólo distribuidores de la verdadera vida de la gracia, sino también ejemplos y dechados de ella. m

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