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Con ocasión de los 50 años de la Hermandad
Don Gabriele D’Avino
Imploramos las bendiciones divinas sobre esta Hermandad Sacerdotal, con el fin de que alcance su intención principal, que es la formación de santos sacerdotes. (Mons. François Charrière, Decreto de erección de la Hermandad de San Pío X, 1970)
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Haec omnia et speciatim sapientes normae, quibus Opera informatur et regitur, bene sperare faciunt de eadem associatione - Todo esto, y en especial las sabias normas que constituyen y rigen la obra, hacen concebir grandes esperanzas respecto a la mencionada congregación. (Cardenal Wright, Prefecto de la Congregación del Clero – Carta laudatoria, 1971)
I LA HERMANDAD DE SAN PÍO X: UNA OBRA SACERDOTAL
Hace cincuenta años la Iglesia católica romana dio nacimiento a una nueva congregación, la última de una muy larga serie de sociedades clericales, monásticas, religiosas, en las cuales la historia de la Cristiandad es ya muy rica: la Hermandad Sacerdotal de San Pío X. Al tiempo de su fundación el 1º de noviembre de 1970 no contaba sino con algunos seminaristas y algunas habitaciones; hoy somos más de 650 sacerdotes, más de 200 seminaristas, algunos centenares de casas y bastantes más cosas. Muchos de ustedes, queridos lectores, conocen nuestra congregación desde hace ya años, quizá decenios, algunos al contrario casi acaban de encontrarse con ella; este artículo no tiene pues sino una sola finalidad, hacerla conocer en profundidad respondiendo a esta sencilla pregunta: ¿qué es?
1. El nombre
Partamos justamente de su nombre: nuestro fundador quiso, al lado del “género” (fraternidad o hermandad, que es un sinónimo de congregación, sociedad, y designa una reunión social entre seres humanos) y de la “diferencia específica” (sacerdotal: se compone, lo veremos, de sacerdotes y para ellos) poner el nombre de su santo patrono y titular el papa San Pío X, el último sumo pontífice canonizado(*), así como el sumo pontífice de la lucha contra el modernismo, de la res-
Nota de la redacción: Desde luego el último sumo pontífice que había sido canonizado al tiempo de la fundación de la Hermandad en 1970. Respecto de las posteriores beatificaciones y canonizaciones de los papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, según un procedimiento acelerado, han dejado de lado la sabiduría de las normas seculares de la Iglesia. “¿Acaso no tienen como objetivo más bien canonizar a los papas del Concilio Vaticano II antes que constatar la heroicidad de sus virtudes teologales? Cuando se piensa que el primer deber de un papa -sucesor de Pedro- es confirmar a sus hermanos en la fe (Lc. 22, 32), hay motivo para perplejidad” (Comunicado de la Casa General sobre la canonización del papa Pablo VI, 13 de octubre de 2018).
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad tauración de la música sacra, de la devoción eucarística y de muchas otras cosas.
Pero, hablando de santos patronos, es interesante subrayar los dos otros grandes protectores que, si bien no figuran en el nombre de la Hermandad, son mencionados en sus Estatutos: -
“La Hermandad está puesta especialmente bajo el patrocinio de Jesús Sacerdote, cuya entera existencia fue y sigue siendo sacerdotal”(1); -
“Está también bajo de los auspicios de María, Madre del Sacerdote por excelencia y por Él Madre de todos los sacerdotes en quienes Ella forma a su Hijo ”(2) .
2. La fundación
No es aquí el lugar para volver a trazar un excursus histórico sobre el origen de la Hermandad, cuyo relato, transcrito con las palabras de quienes, todavía hoy con vida, estuvieron presentes en aquella época, no dejaría de suscitar mucho interés y curiosidad; no es tampoco nuestro deber volver a exponer la historia completa del arzobispo Marcel Lefebvre, fundador de la obra: ello nos alejaría demasiado de nuestro asunto. Pero al menos nos hace falta decir algunas palabras sobre quién fue el hombre que, poco tiempo antes del crucial 1º de noviembre de 1970, todavía ignorante de lo que la Providencia iba a reservarle, fue el motor de esta congregación.
Monseñor Marcel Lefebvre fue, antes que nada, un sacerdote misionero, que acumuló una gran experiencia de apostolado en países africanos durante trece años; fue un religioso de la congregación de los Padres del Espíritu Santo durante toda su vida; llegó, tras sus primeros años de sacerdocio, a profesor de seminario en el escolasticado de filosofía de su congregación; fue nombrado delegado apostólico del Santo Padre para toda el África francófona y mantuvo este cargo de 1948 a 1959; fue asimismo obispo (1947) y después arzobispo (1955) de Dakar, en el Senegal, durante muchos años, hasta su regreso a Francia para gobernar la diócesis de Tulle en 1962; y finalmente Superior General de su congregación. Pero al término de esta carrera eclesiástica brillante y variada, le esperaba el papel de fundador …..
Monseñor, sin embargo, no inventó todo a solas por completo, y para decir la verdad no fue él quien tomó la iniciativa; fue un grupo de seminaristas del seminario francés de Roma quienes, a finales de los años 60, cansados de las novedades doctrinales y litúrgicas que surgían por todas partes y causaban múltiples destrozos en la senda de la nueva corriente inaugurada por el Concilio Vaticano II, pidieron al prelado, para entonces ya mayor, que los ayudara y socorriera en su formación sacerdotal.
Monseñor aceptó.
Pero hay que recordar muy bien, como lo hacía a menudo el propio Monseñor Lefebvre, que la verdadera causa de todo fue sencillamente la Iglesia católica que, en la persona del obispo local
de la diócesis elegida por Monseñor para la formación de sus clérigos, aprobó los estatutos de esta nueva congregación sacerdotal. Se trataba de la diócesis suiza de Lausana, Ginebra y Friburgo, siendo esta última la ciudad donde el obispo francés había encontrado un primer alojamiento (antes de la adquisición de la casa de Écône); el obispo de Friburgo, Mons. Charrière, que conocía a Mons. Lefebvre, aceptó erigir canónicamente, según las reglas de la Iglesia, la Hermandad Sacerdotal de San Pío X a título de Pia Unio en su diócesis. Algunos meses más tarde, el prefecto de la Sagrada Congregación del Clero, S.E.R. el cardenal Wright, envió la ritual carta laudatoria para la obra que se emprendía: así, en los años 1970 y 1971, la Iglesia católica romana bendecía esta fundación.
La erección canónica de la Fraternidad Sacerdotal Internacional de San Pío X, el 1 de noviembre de 1970, fue el fruto de una larga amistad entre dos obispos, François Charrière y Marcel Lefebvre, ambos ordenados obispos con pocos años de diferencia, bajo el pontificado de Pío XII. Monseñor François Charrière (1893-1976) fue el obispo que bendijo la fundación de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X.
3. Los miembros
¿Pero de quiénes se compone nuestra congregación? ¿Quién puede ser parte?
La lista completa y exhaustiva se encuentra en los Estatutos inmediatamente bajo este título, para designar a sus destinatarios. Los clérigos antes de todo, es decir los eclesiásticos y, en primer lugar, los sacerdotes, que representan en efecto la mayoría de los miembros; para ellos se fundó la Hermandad y son, por decirlo así, su alma; después los seminaristas, es decir quienes reciben en cada momento la formación sacerdotal en alguno de los seminarios internacionales de la Hermandad pero que, desde el momento de su compromiso (ver más adelante), gozan ya de los beneficios espirituales y materiales de los miembros y se conforman al respeto de las Constituciones.
Los hermanos, que Monseñor había concebido como religiosos auxiliares del sacerdocio, cuya forma de vida consiste en la emisión de los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia a los superiores de la Hermandad. Su papel es prestar, al mismo tiempo que el apoyo espiritual de la oración y de la práctica de las virtudes de religión, ayuda en la liturgia, en la enseñanza del ca-
12 Con ocasión de los 50 años de la Hermandad tecismo, en los deberes más materiales de la vida de un priorato, de una escuela etc(3) .
Las oblatas que, si bien no pronuncian públicamente votos religiosos, se comprometen, bajo la dirección inmediata de los superiores locales de la Hermandad, a aportar una ayuda material en las casas de la sociedad a las cuales se las asigna; participan en la oración común y visten hábito religioso. Se trata, en general, como previsto por los propios Estatutos, sea de religiosas de otras congregaciones que, obligadas a abandonar esas congregaciones en razón de la infidelidad de éstas a la doctrina tradicional de la Iglesia, desean asociarse a la Hermandad, sea de personas que, en razón de su edad, no pueden entrar en la congregación de las Hermanas de la Fraternidad San Pío X, pero que desean “dejar la vida del mundo para vivir del espíritu de la Hermandad”(4) . Son miembros igualmente los terciarios, es decir laicos o sacerdotes que desean vivir del espíritu de la Hermandad de San Pío X aceptando el reglamento de la Tercera Orden y gozando de los beneficios espirituales de oración y sufragios en el seno de la Hermandad(5) .
Finalmente, aunque no presentes en la lista de destinatarios de los Estatutos, no podemos dejar de mencionar a las
Hermanas de la Fraternidad San
Pío X, congregación fundada por el propio Mons. Lefebvre “[…] al menos en espíritu y deseo, en el mismo momento que la Hermandad de los sacerdotes ”(6) . Esta congregación se estructura paralelamente a la Hermandad, con una Superiora General distinta y su propio orden jerárquico; es, no obstante, su semejante en todo, unida indisolublemente a la Hermandad de San Pío X por la misma La Congregación de las Hermanas de la Fraternidad San Pio X, nacida en 1974 con la toma del hábito de la primera religiosa, tiene como finalidad secundar el apostolado de los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X. Sus fundadores, Monseñor Marcel Lefebvre y su hermana, la Madre Marie Gabriel Lefebvre, habían pertenecido a la Congregación misionera del Espíritu Santo. Las Hermanas realizan su apostolado primordial al pie del altar, por medio de la participación al Santo Sacrificio de la Misa—donde obtienen de Dios el espíritu de don total de sí mismas—y de una hora de adoración ante el Santísimo Sacramento para interceder por los sacerdotes y la jerarquía de la Iglesia. Tras las huellas de su patrona principal, Nuestra Señora de la Compasión, se ofrecen en unión con la Divina Victima por la salvación de las almas, especialmente de las almas sacerdotales. espiritualidad, la misma doctrina, el mismo apostolado(7) . En el proyecto inicial de Mons. Lefebvre, habiéndose erigido la Hermandad como una Pia Unio, los miembros clérigos debían incardinarse en una diócesis y depender en consecuencia del obispo local(8); sin embargo, estaba ya previsto en los Estatutos que la sociedad cumpliría con los pasos necesarios para convertirse en congregación de
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad 13 derecho pontificio y, por consiguiente, tener la posibilidad de incardinar en su seno a sus miembros. Esto ocurrió con el Decretum laudis del cardenal Wright del 18 de febrero de 1971, que sanciona este cambio; desde entonces todos los miembros se incardinan en el seno de la Hermandad, mediante un compromiso pronunciado y suscrito con ocasión de la fiesta del 8 de diciembre. Este compromiso se contrae anualmente hasta la ordenación subdiaconal, tras la cual los miembros deben renovarlo cada tres años y llegan en su momento a pronunciarlo con carácter definitivo y perpetuo.
4. La estructura
¿En qué consiste principalmente la Hermandad? Nada más elocuente que la definición que de ella dan sus Estatutos: “ una sociedad sacerdotal de vida común sin votos ”(9) .
He aquí pues la especificidad de la Hermandad: la vida común. La idea no hace sino retomar un modelo canónico preciso ya existente desde hace varios siglos: sacerdotes seculares, es decir que, en lugar de estar directamente al servicio de una diócesis, viven en común, pero sin ser “ regulares ” , esto es sin pronunciar los habituales votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia; ejercen sin embargo un ministerio apostólico, en casas que los acogen en grupos de al menos tres, según la necesidad. Monseñor cita un ejemplo de una congregación semejante en los Estatutos, justo después de la definición: la sociedad de las Misiones Extranjeras; la vida común que se practica en este tipo de sociedad facilita la constancia y la regularidad en la oración, en las comidas, en las diferentes actividades, y acostumbra al ejercicio de la caridad fraterna.
Si la caridad fraterna respecto de los hermanos en el sacerdocio es el ejercicio personal de una virtud que deriva su sola materia de la vida social, los demás elementos son por el contrario actos esencialmente sociales, sin los cuales no
hay vida común posible en la Hermandad: la oración común, las comidas, los recreos, la actividad apostólica, en una
La Fraternidad fue oficialmente aprobada por Roma. Mons. Lefebvre afirmaba: «Eso es importantísimo y aun fundamental, y no hay que dudar en recordarlo a quienes no conocen bien la historia de la Fraternidad. En efecto, el documento romano es capital, ya que es enteramente oficial. Lleva la fecha del 18 de febrero de 1971 y el sello de la Sagrada Congregación para los religiosos. Está firmado por el Cardenal Wright y refrendado por Monseñor Palazzini, que era su secretario en esa época y es hoy cardenal. Este documento oficial, procedente de una Congregación romana que aprobaba y alababa «la sabiduría de las normas de los Estatutos de la Fraternidad» , debe ser considerado como un decreto de alabanza que, por consiguiente, autoriza a nuestra Sociedad a ser considerada como de Derecho pontificio».
14 Con ocasión de los 50 años de la Hermandad palabra, la jornada entera.
En cuanto a la oración los Estatutos indican cuatro tiempos no facultativos (bien entendido, los miembros tendrán otros momentos de oración personal, cuyos horarios y circunstancias son libres): el oficio de Prima con la meditación, seguidos de la celebración de la Misa de comunidad; el oficio de Sexta; el rosario o la bendición con el Santísimo Sacramento; y el oficio de Completas. Estos momentos de oración tienen lugar en la capilla del priorato (o de la escuela, o del seminario), capilla que es el “ corazón ” de nuestras casas. Participan en ellos todos los miembros que no están legítimamente impedidos.
Las comidas son las tres comidas canónicas: desayuno, almuerzo y cena. Quizá se reflexiona rara vez sobre ello, pero incluso en la liturgia los miembros de la Hermandad oyen palabras que recuerdan esta regla: en la ordenación al subdiaconado, en efecto, en el momento de la llamada nominativa de los candidatos por el archidiácono, el notario indica el titulum en virtud del cual reciben esta orden sagrada; en la Hermandad, los subdiáconos son ordenados ad titulum mensae communis. Como para la oración, esta comida en común forma parte de la regla, y únicamente un impedimento legítimo por salud o apostolado puede dispensar de la misma.
Las personas que frecuentan de manera habitual nuestros prioratos habrán advertido que bastante a menudo los sacerdotes y los hermanos, después de las comidas principales, pasan todavía algunos momentos de recreo juntos, paseando fuera, o en el interior de la casa, siempre en este espíritu de vida común, pero también, bien entendido, para hablar de cuestiones inherentes al apostolado. Además, cuando es posible, los superiores organizan salidas de comunidad reservadas a los miembros. Estos momentos son ocasión para éstos, durante el tiempo de una jornada o media jornada, de dejar temporalmente a un lado las actividades y las fatigas apostólicas y pasar el tiempo únicamente con sus hermanos. Más en general, toda nuestra jornada en el priorato está calcada sobre una forma de vida común, que nos recuerda precisamente la de una familia, en el seno de la cual las actividades y ocupaciones más diversas se desarrollan en un clima fraterno, y donde reina la armonía dictada por la caridad. Ampliando un poco nuestro campo visual y alejándonos de las comunidades particulares como los prioratos, las escuelas, los seminarios, para seguir hablando de la estructura de la Hermandad, no podemos dejar de mencionar su jerarquía. A la cabeza de ésta, primero de todo, un Superior General (actualmente, desde el 11 de julio de 2018, el italiano don Davide Pagliarani), des-
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad 15 pués dos Asistentes generales, que forman el Consejo General, encargado del gobierno de la congregación. Se añaden a ellos, desde julio de 2018, dos Consejeros generales para las causas de mayor importancia. Todos ellos son elegidos por el Capítulo General (reunión de todos los superiores mayores, que se celebra cada doce años) para un mandato de doce años.
Un Secretario General y un Ecónomo General son nombrados por el Superior General para un mandato de seis años. Todos los cargos hasta aquí descritos forman la Casa General, que se encuentra actualmente en Menzingen, en el cantón suizo de Zug.
La jerarquía se compone, asimismo, principalmente, de los Superiores de Seminario nombrados por el Superior General ad nutum. Habida cuenta de que la congregación se divide geográficamente en Distritos y Casas autónomas (cada uno de los cuales corresponde a un país o grupo de países, a ejemplo de las provincias eclesiásticas de las congregaciones religiosas), tenemos también a los Superiores de distrito o de Casa autónoma, responsables del apostolado en esas regiones. Cada Distrito tiene un Ecónomo y uno o varios Asistentes. Finalmente tenemos a los Priores, encargados de la gestión del apostolado de las casas particulares (los prioratos) y superiores de éstas. Las escuelas de la Hermandad En la fotografía figuran, en el centro, el Supe- de San Pío X distintas de los prioratos, rior General de la Davide Pagliarani, Fraternidad de San Pío X, P. rodeado de Mons. Alfonso de tienen un Director con funciones de Galarreta y del P. Christian Bouchacourt, Asisten- prior; hay que citar por último la posites ros generales. generales, En los Mons. extremos los dos ConsejeBernard Fellay y el P. Franz bilidad, más bien rara, de que ciertos Schmidberger. sacerdotes sean Capellanes residentes en casas de religiosas, sean de la Fraternidad San Pío X o de congregaciones tradicionales amigas. Para concluir la descripción de lo que es la Hermandad debemos decir algunas palabras sobre la santa Misa: ésta es verdaderamente el corazón de la actividad apostólica de los miembros, sean sacerdotes (entonces en la celebración), seminaristas, hermanos, oblatas o terciarios (entonces en la asistencia piadosa); no hay una sola página de los Estatutos donde nuestro fundador no hable de ella y no haga de la misma el sol de donde irradian todas las virtudes, toda la doctrina, toda la vida espiritual, puesto que ella constituye el fin de la venida de Jesús a la tierra, es decir la Redención de las almas, ritualizada de forma incruenta sobre nuestros altares. He aquí un extracto de los Estatutos a este propósito:
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad
“La Hermandad es esencialmente apostólica, porque el sacrificio de la Misa lo es también y porque sus miembros tendrán generalmente que ejercer un ministerio externo. Vivirán en la convicción de que toda la eficacia de su apostolado deriva del Sacrificio de Nuestro Señor que ellos ofrecen cada día ”(10) .
Se tratará pues para nosotros, miembros de la Hermandad, de hacer de la santa Misa la realidad del “Mihi vivere Christus est”(11) , como siguen afirmando los Estatutos(12) . La devoción por este Sacrificio inefable, sigue exhortándonos nuestro fundador, nos llevará a tener del mismo un conocimiento teológico cada vez más grande para alimentar la virtud de Fe, y a prestar además una atención particular a su preparación espiritual y material(13) .
Como decía nuestro fundador, la Hermandad, aunque se inspire en el patrimonio espiritual de numerosas congregaciones y órdenes del pasado, no tiene una espiritualidad propia; sino que hace suya la espiritualidad de la Iglesia, fundada precisamente sobre el santo Sacrificio de la Misa, sobre el sacerdocio católico, sobre el misterio de la Redención.
5. La finalidad
Hablamos deliberadamente de la “finalidad” en singular y no de los “fines ” , aunque concretamente los Estatutos indiquen varios. En realidad, se trata de un solo fin, al cual los demás se vinculan, y del cual, en cierto sentido, participan: “El fin de la Hermandad es el sacerdocio y todo lo que se refiere al mismo y nada salvo lo que le atañe, es decir tal como Nuestro Señor Jesucristo lo quiso cuando dijo: “Haced esto en memoria de mí” (14) .
El sacerdocio, pues. Y por ello, antes que nada, su formación: por esto la obra principal de nuestra congregación, que fue también la primera realizada históricamente, es la de los Seminarios; por esto el folleto de nuestras Constituciones recoge, inmediatamente a continuación del texto de los Estatutos, el Reglamento de los Seminarios. El análisis de este reglamento, aunque interesante, sería demasiado largo, pero bastará con recordar que Monseñor Lefebvre basaba el buen éxito de la formación sacerdotal de los seminaristas principalmente sobre la fe profunda en el misterio de Jesucristo y de su Redención, y sobre el estudio a fondo de las realidades naturales y sobrenaturales enseñadas por la sana filosofía y la teología tomista(15) . En efecto el Doctor Angélico Santo Tomás de Aquino ha sido y será el guía de los jóvenes levitas de la Hermandad, precisamente como la Iglesia lo ha deseado siempre en sus paternales exhortaciones sobre la formación sacerdotal. Esto
permitirá a los jóvenes levitas, además, evitar los errores modernos del liberalismo, como decía el propio Monseñor Lefebvre(16) .
Pero quien dice “ sacerdocio ” dice obligatoriamente “ sacrificio ” , y he aquí que los Estatutos afirman que la finali-
dad de la congregación es orientar y realizar la vida del sacerdote hacia el santo sacrificio de la Misa, que es su razón de
ser(17) .
La Misa, como hemos dicho más arriba, es la cima de la vida sacerdotal y por lo tanto de la vida de los miembros de la Hermandad de San Pío X; en torno a ella se construye el apostolado y toda forma de vida apostólica; es útil recordar a este propósito que, en la jornada de todo sacerdote, es estrictamente obligatoria, bajo pena de pecado grave, la recitación íntegra del Breviario u Oficio divino, mientras que la celebración de la Misa, según el derecho canónico, no es obligatoria salvo algunos días al año (para los sacerdotes, bien entendido, que no tienen cura de almas)(18) . Sin embargo hemos advertido más arriba que Monseñor nos dijo, a propósito de la santa Misa, “que ellos [los sacerdotes miembros] la ofrecen cada día ”(19); es en efecto costumbre en la Hermandad que nosotros, sacerdotes, salvo caso de fuerza mayor, celebramos todos los días el santo Sacrificio, incluso aunque esto no constituya una obligación estricta; y quienes nos frecuentan un poco saben bien que cuando nos desplazamos para viajes apostólicos o breves vacaciones, nuestra primera preocupación es siempre la de saber dónde, cómo y cuándo celebrar la Misa. Es difícil imaginar, por lo demás, qué puede hacer cotidianamente un sacerdote si no es precisamente interceder por los pecados del pueblo a través de este instrumento eficacísimo querido e instituido por el mismo Jesucristo.
Otras actividades forman parte de los fines, o más bien del único fin de la Hermandad: la santificación de los sacerdotes y, entre ellos, también de aquellos que son ajenos a la congregación, las vocaciones religiosas, las escuelas, las capillas.
En cuanto a la santificación del clero, no podemos dejar de advertir el celo que nuestros Superiores han tenido siempre por promover encuentros y retiros sacerdotales en los cuales se acoge a sacerdotes amigos y se les anima a continuar, en estos tiempos de crisis, la lucha por la doctrina verdadera y la liturgia tradicional; sabemos también que a veces
algunos de esos sacerdotes, habiendo abandonado valerosamente su diócesis, se han unido al apostolado de la Hermandad, después de un período de formación.
Hemos hablado ya de las vocaciones religiosas de los hermanos y de las oblatas. En cuanto a la formación de la juventud: “Las escuelas, verdaderamente libres de todo obstáculo a fin de dispensar una educación totalmente cristiana a la juventud, serán fomentadas y eventualmente fundadas por los miembros de la Hermandad. De ellas saldrán las vocaciones y los hogares cristianos(20) . ”
Se advertirá que para la obra de las escuelas lo que está en el punto de mira es también el sacerdocio, por la posibilidad e incluso la probabilidad concreta de que una sana formación natural y sobrenatural haga nacer entre los jóvenes el deseo de cooperar a la obra de la salvación de las almas por el sacerdocio católico.
Finalmente, de cada priorato o escuela dependen una serie de Capillas, es decir lugares de culto, las cuales visitamos los fines de semana para la celebración dominical de los santos misterios, la administración de los sacramentos, los catecismos, conferencias, visitas a los enfermos y otras actividades semejantes. Los Estatutos dicen: “El ministerio parroquial, la predicación de misiones parroquiales, sin límites de lugar, son igualmente obras a las cuales se entrega la Hermandad”(21) . En cuanto a este último punto ¡quién, entre nuestros fieles, no ha caído en la cuenta de los cientos de kilómetros que la mayor parte de nuestros sacerdotes recorren cada fin de semana, a lo largo y ancho de los diferentes países! Coche, tren, autobús e incluso avión son la cita semanal de estos viajeros infatigables. Justamente, como escribía proféticamente Monseñor Lefebvre, sin límites de lugar.
Habría que seguir describiendo, pero nos falta espacio, las actividades
conexas ligadas a esas actividades principales y que la Hermandad desarrolla sin embargo con celo y entrega: los campamentos de verano para jóvenes de todas las edades (Cruzada eucarística, montañeros, movimientos para la juventud); ejercicios y retiros espirituales en sus numerosas casas, según diferentes métodos, entre los cuales el primero e inimitable de los ejercicios de San Ignacio de Loyola; jornadas de formación de todo género, en todos los Distritos y a menudo más de una vez por año; sesiones teológicas para sacerdotes
La Iglesia, madre y maestra de la verdad, exhorta a los padres a recordar su deber de dar a los hijos una buena educación, sobre todo religiosa y moral, porque toda la obra educativa está íntima y necesariamente ligada al fin último de la vida humana, la felicidad eterna. La Fraternidad Sacerdotal de San Pío X está comprometida con esta importante labor a través de su trabajo educativo: escuelas primarias, escuelas secundarias e institutos universitarios. En la fotografía, nuestra escuela “Sagrada Familia” , en Quebec.
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad 19 miembros y externos; peregrinaciones a los principales lugares santos de la Cristiandad.
6. En suma
Es innegable que estamos frente a una obra querida por Dios ya que, si no fuese el caso, no podría explicarse su desarrollo súbito ni su existencia y su vivacidad actual, a pesar de las muy numerosas pruebas y persecuciones sufridas en el curso de los años; pero mirando al porvenir ¿cuál es el destino de esta sociedad?
Con mucha frecuencia se la considera, equivocadamente a nuestro parecer, como únicamente en función de la crisis que atraviesa la Iglesia: la Hermandad cumpliría una misión de anti-Concilio Vaticano II, signada por el anti-modernismo; cuando esa misión hubiese caducado, no tendría ya sentido que ella siguiera en vida, podría por ejemplo “fusionarse” con otras congregaciones ya existentes, o bien enviar sus sacerdotes a las diócesis.
En realidad, como hasta aquí hemos pretendido mostrar con estas páginas, la Hermandad tiene por el contrario una finalidad precisa en la Iglesia, justamente como obra de formación y de transmisión del auténtico sacerdocio católico, obra que la Providencia ha querido y suscitado en tiempos de crisis y de urgente necesidad. Pero cuando estos tiempos oscuros para la Iglesia hayan terminado, la Hermandad de San Pío X, que habrá contribuido sin duda, es lo menos que puede decirse, a mantener viva y encendida la llama de la Fe, conservará toda su razón de ser y continuará, mientras la Providencia lo quiera, sirviendo a la Iglesia mediante sus obras para la gloria de Dios y la salvación de las almas.
II EL RÓDANO DESEMBOCA EN EL TÍBER
Historia de las relaciones entre la Hermandad y la Santa Sede
«El hecho incontestable de las influencias romanas sobre nuestra espiritualidad, sobre nuestra liturgia, e incluso sobre nuestra teología. No se puede negar que esto sea un hecho providencial: Dios, que conduce todas las cosas, en su sabiduría infinita preparó a Roma para que fuera la sede de Pedro y el centro de irradiación del Evangelio. La “romanidad” no es una palabra vacía. La lengua latina es un ejemplo importante de ello. Ella llevó la expresión de la fe y del culto católicos hasta los confines del mundo. Y los pueblos convertidos estaban orgullosos de cantar su fe en esta lengua, símbolo real de la unidad de la fe católica… Escrutemos cómo las vías de la Providencia y de la Sabiduría divina pasan por Roma, y concluiremos que no se puede ser católico sin ser romano»
(Mons. Lefebvre, Itinerario espiritual)
A menudo a la sola palabra de “Lefebvre” o, para quienes están más al tanto de la cuestión, de “Hermandad de San Pío X”, vienen inmediatamente al espíritu la revuelta, el cisma, los ataques contra el Papa, la desobediencia, la anarquía doctrinal. Es un gran error, desde luego, ya que la Hermandad de San Pío X no se define por oposición a Roma ni por batallas doctrinales. Lo
20 Con ocasión de los 50 años de la Hermandad que la historia ha mostrado, y de lo que trataremos ahora, es una consecuencia de hecho, pero la congregación fundada por el intrépido arzobispo tiene su razón de ser, como hemos visto, mucho más allá de las contingencias de la crisis profunda que atormenta a la Iglesia desde hace más de cincuenta años; es bueno recordarlo así, a fin de mantener presente que los miembros de la Hermandad se santifican sobre todo en el ejercicio de su sacerdocio, en la oración, en la vida común, en las fatigas apostólicas. Abstracción hecha de la crisis (y cuando algún día, si Dios quiere, ésta termine), la Hermandad es lo que es a causa de su fundación y de sus Estatutos: una obra de la Iglesia para la formación y la santificación de los sacerdotes.
Dicho esto, y para abordar enseguida la cuestión, no se puede comprender plenamente la batalla doctrinal que la Hermandad combate actualmente frente a los errores del Concilio Vaticano II si no se tiene una visión clara de la forma en que esta congregación ha sido vista en el seno de la Iglesia, lo que ha debido padecer, lo que ha intentado emprender, en qué dirección se ha movido cada vez que se ha presentado una elección.
El asunto no es sencillo y, digámoslo sin demora, el desarrollo que va a seguir no es en modo alguno exhaustivo: no examinaremos ciertamente todas las cartas, todos los encuentros con las autoridades romanas, sino que trazaremos las líneas principales para buscar un “hilo rojo ” del pensamiento y de la praxis del arzobispo que combatió en la tempestad conciliar, y de los superiores que después han seguido sus pasos.
1. El statu quo
“El jueves 22 de noviembre de 2018, el P. Davide Pagliarani, Superior General de la Fraternidad San Pío X, se dirigió a Roma, invitado por el Cardenal Luis Ladaria Ferrer, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. […] En el transcurso de la reunión con las autoridades romanas, se recordó que el problema de fondo es propiamente doctrinal, y que ni la Fraternidad ni Roma pueden eludirlo. Por causa de esta divergencia doctrinal irreductible, ninguna de las tentativas de elaborar un proyecto de declaración doctrinal aceptable para las dos partes ha llegado a buen término en estos siete años. Por ello, la cuestión doctrinal sigue siendo absolutamente primordial. La Santa Sede declara lo mismo cuando afirma solemnemente que el establecimiento de un estatuto jurídico para la Fraternidad solamente podrá realizarse luego de la firma de un documento de carácter doctrinal. Todo conduce, pues, a la Fraternidad a retomar la discusión
teológica, consciente de que Dios no le pide necesariamente que convenza a sus interlocutores, sino que dé ante la Iglesia el testimonio incondicional de la fe. […]”
Así se redactó el comunicado de la Casa General de la Hermandad fechado el 23 de noviembre de 2018. Para hablar sencillamente, la búsqueda de una solución canónica al estatuto jurídico de la Hermandad parece imposible en tanto
Luis Francisco Ladaria Ferrer es un cardenal y teólogo jesuita español, profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y nombrado por el Papa Benedicto XVI secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Fue consagrado arzobispo el 26 de julio de 2008 y nombrado por el Papa Francisco como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
que no esté resuelta la cuestión doctrinal, lo cual se adivina por la mención de la reanudación de discusiones teológicas. Hoy, en 2021, nuestra congregación es, a los ojos de sus miembros, como ya lo era a ojos de su fundador, plenamente parte de la Iglesia católica romana; a ojos de las autoridades romanas (en balance o como resultado “ neto ” , se entiende, pues hay innumerables diferencias de puntos de vista entre cada uno de sus interlocutores) la Hermandad está todavía, aunque ya exenta de toda sanción canónica(22) , nión ” , cualquiera que sea en concreto el significado de esta expresión.
Lo que deseamos ahondar aquí es cómo se ha llegado a esta situación. Sin ninguna pretensión de rigor cronológico absoluto, creemos poder identificar cuatro grandes momentos en nuestro relato, siguiendo paso a paso el desarrollo de las relaciones arduas y delicadas entre nosotros y Roma.
2. El primer momento: la fundación y el Decretum laudis (1970-1974)
No hay ninguna duda de que los comienzos de la obra de la Hermandad estuvieron marcados por la más límpida y transparente legalidad canónica, no porque este punto fuese un elemento de bondad absoluta y buscado en tanto que tal por el arzobispo Marcel Lefebvre - los hechos demostrarán que, más que nada, será la defensa de la Fe católica la que constituirá el faro que le permitirá atravesar con serenidad las más terribles tormentas, en medio de acusaciones y persecuciones; sino porque, no obstante, el valeroso prelado, antes incluso de saber lo que la Providencia le reservaba, no quiso emprender ninguna obra eclesiástica sin haber primero obtenido permiso, como bien sabe un verdadero hijo de la Iglesia(23); he aquí pues cómo el 1º de noviembre de 1970 obtuvo la erección canónica de la congregación con la aprobación de los Estatutos por el obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo, S. E. Mons. François Charrière. Hay que añadir que, poco tiempo antes, uno de sus viejos amigos y hermanos en el
episcopado, Monseñor Nestor Adam, obispo de Sion en el Valais (diócesis suiza en la cual se encuentra Écône), había ya autorizado el desarrollo de un “ año de espiritualidad” propedéutico a los estudios eclesiásticos, precisamente en el seminario de Écône. Es evidente q ue este apoyo, aunque no fuese sino el de una pequeña parte del episcopado, no podía dejar de animar al prelado y a sus seminaristas todavía poco numerosos, evitando así la ilusión de un apostolado personal.
Pero esto no fue todo, ya que la Santa Sede se interesó enseguida por la obra: el 18 de febrero de 1971 el cardenal Wright, prefecto de la Sagrada Congregación del Clero, envió a la congregación recién nacida una carta de apoyo y elogios. Todo, en suma, parecía presagiar lo mejor, frente a difusas murmuraciones (nubes que, en un cielo todavía limpio, anunciaban la tempestad en el horizonte), sobre todo entre el episcopado francés, contra el “ seminario salvaje ” , como entonces se lo definió(24) .
3. El segundo momento: comienzos de la persecución y primeras sanciones (1974-1988)
Las murmuraciones del episcopado francés se escucharon en Roma, y la preocupación respecto de un seminario que rechazaba celebrar los ritos del Novus Ordo Missae no pudo sino suscitar una reacción oficial por parte de las autoridades romanas: en noviembre de 1974 se anunció la visita canónica a Écône de dos eclesiásticos, Mons. Descamps y Mons. Onclin que, después de tres días de discursos ambiguos, dejaron estupefactos a los miembros de la congregación por las modalidades de su visita, su comportamiento y los fines poco amistosos de su presencia allí(25) . Estos acontecimientos condujeron a la imperecedera, célebre y siempre actual Declaración del 21 de noviembre de 1974, suerte de manifiesto de la batalla doctrinal de la Hermandad de San Pío X, donde se afirma lo siguiente: “Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de
El 31 de mayo de 1968, cinco amigos compraron la casa de Ecône a los canónigos del Gran San Bernardo para preservar su vocación religiosa. Dos años más tarde, esta casa fue ofrecida al arzobispo Lefebvre para albergar el primer año de su seminario. Convencido, el prelado aceptó tras obtener el acuerdo de principio del obispo local, monseñor Nestor Adam. Al comienzo del curso escolar de 1970, pudo acoger a muchos candidatos: el capítulo más hermoso de la historia de Ecône había comenzado.
la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la Roma de tendencia neomoder-
nista y neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de éste salieron. ”
Estas palabras ardientes no echaron agua al fuego, para utilizar un eufemismo; la tempestad no hacía sino comenzar, y cada cual afilaba sus armas. Pero es interesante advertir que Monseñor Lefebvre no tenía ninguna intención de romper las relaciones con la Santa Sede, y sería equivocado buscar semejante intención en la vida del prelado. Fuese lo que fuese en el curso de esta fase, el ar-
Pablo Vl dijo a Mons. Lefebvre que “el Vaticano II no tiene menos autoridad, e incluso en algunos aspectos, es aún más importante que el de Nicea” . Mons. Lefebvre, por su parte, en 1976 declaró: “Creemos poder afirmar, ateniéndonos a la crítica interna y externa del Vaticano II, que este Concilio, volviendo la espalda a la tradición y rompiendo con la Iglesia del pasado, es un concilio cismático” .
zobispo intentó, al ir a Roma en febrero y en marzo de 1975, reunirse con los tres cardenales jefes de las Congregaciones de Seminarios, del Clero y de Religiosos, que constituían frente a él una suerte de “ comisión acusadora ” ; el prelado quería defender la posición de la Hermandad contra las acusaciones salidas de la visita del precedente mes de noviembre, acusaciones que no le habían sido notificadas oficialmente y de las cuales no había registro.
Pero para entonces una suerte de conjura estaba en marcha, y el 6 de mayo de 1975 Monseñor Mamie, sucesor de Monseñor Charrière en la sede episcopal de Friburgo, notifica a Monseñor Lefebvre el acta de supresión de la Hermandad de San Pío X, la cual había sido ciertamente erigida en su diócesis pero que -al parecer del propio Monseñor Lefebvre, fundado sobre sólidas razones canónicas- no podía ser suprimida sino por la Santa Sede. He aquí por qué el prelado recurrió al Tribunal de la Signatura Apostólica, pero sin éxito; se le dijo que la supresión era resultado de la encuesta realizada por los cardenales que habían oído a Monseñor Lefebvre algunos meses antes. ¿Y dónde estaban las actas de ese “ proceso ”? ¿Dónde estaban las grabaciones de las entrevistas? Monseñor las pidió, pero en vano; no las consiguió jamás. Por esta razón entre otras, consideró siempre que la supresión de la Hermandad no sólo había sido injusta sino también nula; y así, valientemente y a pesar de las exhortaciones del propio Pablo VI para que cerrase el seminario, continuó. Y sus seminaristas le siguieron.
Otro duro golpe llegará al año siguiente, el célebre año 1976: después de repetidas reuniones y entrevistas que sería demasiado largo citar, el arzobispo fue de nuevo intimado, en el curso de ese año, para que interrumpiera la obra de Écône y aceptase el Concilio que, como le dirá el papa Pablo VI, “ en algunos aspectos, es más importante que el de Nicea ” .
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad
Una última amenaza le llegó el 25 de junio, con una carta de Monseñor Benelli (después cardenal), sustituto de la Secretaría de Estado, el cual le intimaba de mandato speciali Summi Pontifici a no proceder a las ordenaciones previstas para el 29 siguiente, a fin de no incurrir en las censuras previstas por los sagrados cánones. Benelli le propone encontrar al contrario una solución para sus seminaristas, a reserva, bien entendido, de que éstos estén “ seriamente preparados para un ministerio presbiteral en la auténtica fidelidad a la Iglesia conciliar ”(26) . Aparece por primera vez esta expresión extraña que, por un lado, el arzobispo Lefebvre rechaza en tanto que eclesiológicamente errónea (“Yo confieso que no conozco a la Iglesia conciliar, no conozco más que a la Iglesia católica ” , dice en una entrevista a una radio francesa el 5 de agosto de 1976)(27); pero por otro lado la empleará, en parte como argumento ad hominem, y en parte para designar no a una iglesia en sentido estricto, sino un espíritu erróneo que se ha introducido hasta en la Iglesia y que, habiendo infectado a su jerarquía, parece confundirse con ella, al modo de una enfermedad en un cuerpo, que no representa ciertamente en sí misma ese cuerpo, sino su degeneración clínica(28) .
Fuese lo que fuese, por toda respuesta a las intimaciones del sumo pontífice, el fundador de la Hermandad procedió el siguiente 29 de junio a las habituales ordenaciones sacerdotales, consciente para entonces de la inminente recepción de sanciones canónicas; en efecto, el 22 de julio de 1976 el secretario de la Congregación de los Obispos le notificó la suspensión a divinis, pena que debía privarle del ejercicio de todo acto sacramental. ¿Cuál fue la respuesta a esto? Podríamos definirla como una doble respuesta: en el plano de la profesión pública de la fe, el 29 de agosto del mismo año el
prelado celebró una misa en la ciudad de Lille, en Francia, ante siete mil fieles, lo que suscitó cólera y estupefacción en Roma; estos acontecimientos se conocieron en francés con el nombre del “été
”Porque si en lugar de lo que hice en aquel momento hubiera formado a mis seminaristas tal y como se forman hoy en día en los seminarios yo soy el que estaría excomulgado. Si yo hubiera enseñado el catecismo tal y como se enseña hoy en las escuelas, es a mí a quien llamarían hereje. Si yo hubiera celebrado la Santa Misa en la forma en que se celebra hoy, sería yo quien sería considerado sospechoso de herejía y fuera del ámbito de la Iglesia. Lo que está sucediendo está más allá de mi comprensión. Esto significa que algo ha cambiado en la Iglesia. En la hora de mi muerte, cuando Nuestro Señor me pregunte: “¿Qué has hecho con tu episcopado?” ¿Qué has hecho con tu gracia episcopal y sacerdotal? No quiero oír de sus labios las terribles palabras: “Has contribuido a destruir la Iglesia al igual que los demás” (Mons. Lefebvre, sermón en Lille).
chaud” (el verano caliente). En esa ocasión, las palabras del prelado fueron a la vez memorables y muy duras:
“El matrimonio entre la Iglesia y la Revolución […] es una unión adúltera. De esta unión adúltera no pueden nacer sino hijos bastardos. El rito de la nueva Misa es un rito bastardo. Los sacramentos son bastardos, […] y los sacerdotes que salen de los seminarios son bastardos […]”(29) .
Monseñor Lefebvre tenía grandes esperanzas en la elección del nuevo Papa, Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978. Éste le recibió en audiencia un mes después, el 18 de noviembre de 1978, pero las discusiones doctrinales con el después cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, no llevaron a ninguna parte.
Pero, una vez más, no había voluntad de ruptura con la Santa Sede, puesto que se consiguió concertar un encuentro entre Monseñor Lefebvre y Pablo VI el 11 de septiembre de aquel mismo año 1976; la idea de Monseñor, que expresó al Pontífice, era la de pedir que se le dejara hacer “la experiencia de la Tradición ” : una forma de hablar, por supuesto, ya que la Tradición, que había durado casi dos mil años, no tenía nada que experimentar ni que probar, no obstante lo cual este argumento ad hominem se lanzaba para abrir una brecha en la mentalidad liberal del Papa reinante, pero otra vez más sin resultado.
Habrá que esperar varios años para ver a Monseñor enfrentarse de nuevo con una reunión romana: el 18 de noviembre de 1978, en efecto, fue recibido en audiencia por el recién elegido Juan Pablo II en quien, al principio -pero solamente al principio- se pusieron algunas débiles esperanzas de comprensión (habida cuenta quizá del anticomunismo de ese papa), pero esa aproximación resbaló sobre el asunto del Concilio “ comprendido a la luz de la Tradición ” , según la invitación del propio Juan Pablo II; esta frase, que Monseñor quería poder orientar en un sentido doctrinalmente correcto (como él mismo decía: rechazar lo que es erróneo, conservar lo que es exacto, interpretar en un sentido tradicional los pasajes ambiguos), se reveló con el tiempo un procedimiento peligroso, ya que era cada vez más claro que la ambigüedad de ciertos pasajes del Concilio (más allá de los que eran manifiestamente erróneos y -al menos- próximos a la herejía) era querida y no accidental. Tuvo pues cada vez menos sentido intentar “forzar ” las nociones ambiguas del Concilio en el buen sentido, puesto que resultaba evidente que se habían puesto ahí voluntariamente; de hecho Monseñor no realizó nunca concretamente ese “forcejeo ” .
Pero la situación canónica de la Hermandad (habida cuenta asimismo de su “inquietante ” desarrollo en el mundo) no dejaba de tener sobre ascuas a los órganos de la Santa Sede, y Monseñor debió someterse a un nuevo proceso, esta vez ante el Santo Oficio en enero de 1979 (30) , proceso en cuyo curso Monseñor pidió a Roma un estatuto jurídico oficial,
26 Con ocasión de los 50 años de la Hermandad un reconocimiento canónico, para poder continuar su obra sin persecuciones, y también la visita de un cardenal; todo esto, bien entendido, se le negó.
Durante esos años pasaba el tiempo y el arzobispo se veía envejecer, y una preocupación acuciante llegó incluso a hacerle perder el sueño: ¿cómo continuaría la obra de la Hermandad después de su muerte? No veía sino una sola solución: asegurarse una sucesión en el episcopado para poder seguir ordenando sacerdotes según la tradición de la Iglesia, fin principal de la Hermandad de San Pío X. Las negociaciones que siguieron con la Santa Sede y las numerosas reuniones que se sucedieron tuvieron lugar con esta finalidad. Se llegó así a la crucial primavera de 1988, durante la cual se puso finalmente a punto un borrador de reconocimiento canónico por parte de la Santa Sede, representada en esta fase por el cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El protocolo de acuerdo preveía la plena reconciliación de la Hermandad con la Santa Sede, y también la concesión de un obispo para la Hermandad, pero en fecha todavía no definida. Sin embargo, la suerte parecía echada, y por todas partes se esperaba impacientemente el reconocimiento jurídico de la Hermandad: el 5 de mayo de 1988 tuvo lugar en el priorato de Albano la firma del protocolo de acuerdo con la Santa Sede, y la cuestión parecía resuelta definitivamente.
Esa noche Monseñor durmió muy mal, y al día siguiente por la mañana llegó tarde al desayuno.
4. El tercer momento: la ruptura y las excomuniones (1988-2000)
“La nuit porte conseil” , se dice en francés: de consultar con la almohada, lo sabemos, viene a menudo la luz, y el hecho de que la consagración de un obispo no estuviera prevista para una fecha precisa (¿un obispo elegido por quién?) perturbaba mucho a Monseñor quien, después de haber reflexionado prudentemente, dio marcha atrás y esMons. Lefebvre le dijo al Cardenal Ratzinger: “Eminencia, aunque nos conceda un obispo, aunque nos conceda una cierta autonomía con respecto a los obispos, aunque nos conceda toda la liturgia de 1962, nos conceda continuar la labor de los seminarios de la Fraternidad como lo hacemos actualmente, no podemos colaborar. Es imposible, porque estamos trabajando en dos direcciones diametralmente opuestas: ustedes trabajan por la descristianización de la sociedad, de la persona humana y de la Iglesia, y nosotros trabajamos por la cristianización. Por lo tanto, no podemos entendernos” . cribió al cardenal Ratzinger señalándole un ultimátum para la comunicación de la fecha de las consagraciones episcopales. El cardenal le respondió que eso iba a tomar todavía tiempo, pero ello condujo inevitablemente a la ruptura de las conversaciones: el “ acuerdo ” había saltado por los aires.
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad 27
La prudencia de esta marcha atrás se probó por el hecho de que, en el curso de ulteriores conversaciones con el cardenal, la hipótesis de una fecha para la ordenación de un obispo era siempre pospuesta cada vez más y Monseñor no estaba seguro de que, reiterando la firma de un protocolo, habría obtenido uno o varios obispos para Navidad de aquel año. Al cabo se anunció la decisión final de Monseñor: “Procederé yo mismo a las consagraciones episcopales ” . Y la fecha fue anunciada: 30 de junio de 1988.
Esta noticia, evidentemente, no gustó en modo alguno a Roma que, muy lejos de sentirse así “descargada ” del problema, tenía grandes temores de que la oposición interna del mundo tradicionalista, con nuevos obispos que asegurasen la sucesión de Monseñor Lefebvre, prosiguiera tras la muerte del prelado; lo cual sería con seguridad un fracaso para Roma, habida cuenta de que, como el propio Monseñor Lefebvre habría de afirmar en septiembre de 1988, la intención de Ratzinger y de la Santa Sede no era ciertamente favorecer a la Tradición concediéndole privilegios, sino más bien tenderle una verdadera trampa metiéndola en la jaula de su universo modernista(31) .
Fuese lo que fuese, la víspera de las consagraciones Monseñor recibió la visita de un enviado de la Nunciatura de Berna que quiso hacerle cambiar de opinión in extremis. Nada que hacer, la suerte estaba echada y el arzobispo no cedió. Al día siguiente por la mañana, miles de fieles y centenares de sacerdotes, reunidos en las praderas de Écône ante la célebre carpa, asistieron a la operación supervivencia de la Hermandad; supervivencia que fue también, digámoslo serenamente, la de la Misa de siempre, de la Tradición y, añadiremos sin escrúpulos -el porvenir nos dará la razón- la de la Santa Iglesia. La cual, desde aquella mañana del 30 de junio Mons. Lefebvre escribió a los cardenales para protestar contra la celebración de la asamblea interreligiosa de Asís (27 de octubre de 1986). En 1987, la respuesta de las autoridades romanas a sus dudas sobre la nueva doctrina de la libertad religiosa le convenció de la gravedad de los principios liberales que guiaban a la Santa Sede en ese momento. A pesar del intento de obtener el reconocimiento canónico en 1987-1988, y ante la insuficiencia de las garantías propuestas por Roma para asegurar la perpetuidad de su labor sacerdotal, Mons. Lefebvre consagró a cuatro obispos en Écône el 30 de junio de 1988. de 1988, contaba en adelante con cuatro nuevos obispos, Monseñores Fellay, Tissier de Mallerais, de Galarreta y Williamson. Al día siguiente por la mañana, como estaba previsto, la oficina de prensa de la Santa Sede declaró que los obispos consagrantes Lefebvre y de Castro-Mayer y los cuatro nuevos obispos habían incurrido ipso facto en la excomunión latae sententiae prevista por el Código de Derecho Canónico, el cual preveía también
28 Con ocasión de los 50 años de la Hermandad que no se incurre en ninguna sanción cuando se actúa, en este caso como en todos los demás previstos por los sagrados cánones, por razones de grave necesidad incluso solamente presunta. Tal es en efecto la razón canónica por la cual la Hermandad ha rechazado siempre estas excomuniones como inválidas, mientras que el motivo teológico, todavía más importante, se encuentra en el estado de necesidad de salvaguardar el sacerdocio católico amenazado por el modernismo.
Pero las maniobras de Roma no se detuvieron aquí, y se alzó otra barrera con la finalidad (nunca conseguida) de ahogar la presunta revuelta y aislar a Monseñor Lefebvre: el 2 de julio el papa Juan Pablo II instituyó la Comisión Ecclesia Dei mediante un Motu proprio, para reunir a los sacerdotes y fieles que querían mantener las tradiciones litúrgicas antiguas al tiempo que permanecían “ en comunión ” con la Santa Sede; fue, en la práctica, el nacimiento de la Fraternidad de San Pedro.
Después cayó un telón de silencio sobre esta cuestión espinosa, y las relaciones entre la Hermandad y la Santa Sede, con toda lógica, se interrumpieron completamente. El obispo definido por Roma como “ cismático ” murió el 25 de marzo de 1991, mientras que la congregación que había fundado seguía desarrollándose por el mundo entero; durante varios años, con la Hermandad dirigida por el Padre Franz Schmidberger y después por Monseñor Fellay, dejaron prácticamente de existir relaciones oficiales entre las dos partes, hasta el Año santo 2000.
5. La reanudación de las discusiones y las propuestas canónicas (2000-2018)
Con ocasión del jubileo, después de dos años de previas negociaciones, la Hermandad consiguió poder rezar en la Después de su muerte, el 25 de marzo de 1991, y de su funeral, el 2 de abril, los restos de Mons. Marcel Lefebvre fueron enterrados en la cripta del Seminario de Ecône, con una placa en la que puede leerse Tradidi quod et accepi (He transmitido lo que recibí). Sus restos fueron trasladados el jueves 24 de septiembre de 2020 a la cripta de la iglesia del mismo seminario. basílica de San Pedro con fieles venidos de todas partes del mundo; fue una hermosa ocasión de mostrar a todos la adhesión de la congregación y del mundo tradicionalista a la sede de Pedro, sobre las huellas de la “ romanidad” tan querida por su fundador. Monseñor Fellay, Superior General desde 1994, encabezó la peregrinación al corazón de la Cristiandad. Fue ocasión para retomar los intercambios diplomáticos con Roma, representada esta vez por el cardenal Castrillón, responsable de la Comisión Ecclesia Dei; para resumir aquellos cuatro años de relaciones, de hecho, nada se movió, y el reconocimiento jurídico
Con ocasión de los 50 años de la Hermandad 29 de la Hermandad en el seno de la Iglesia siguió subordinado a la aceptación del Concilio Vaticano II, verdadero nudo de la cuestión desde siempre.
En 2005 el cardenal Ratzinger -el mismo Joseph Ratzinger cuya contribución había sido primordial para la excomunión de Monseñor Lefebvre- subió al trono pontificio y aceptó reunirse con Monseñor Fellay en agosto de aquel año, probablemente con el deseo, como había escrito algunos años antes en uno de sus libros, de que “[…] se cerrase la herida abierta con el movimiento de los lefebvristas ” .
Con seguridad el Papa alemán deseaba algo, puesto que el 7 de julio de 2007 promulgó el célebre Motu proprio Summorum Pontificum por el cual liberalizaba en parte la Misa antigua(32)* , definida como “ nunca abrogada ” , si bien se la consideraba como forma extraordinaria respecto de la forma ordinaria que, no hace falta decirlo, era la del Novus Ordo Missae.
Pero en cierto modo el trayecto para el reencuentro se había iniciado, y la necesidad de abordar por primera vez un debate teológico oficial con la Santa Sede comportaba dos presupuestos, a petición explícita de los superiores de la Hermandad: la libertad para la Misa de siempre (obtenida, aunque fuese en la modalidad defectuosa o cojitranca que acabamos de enunciar, con Summorum Pontificum) y la supresión de las sanciones canónicas que pesaban desde hacía años sobre la congregación. Esto también se concedió, y también aquí de manera no plenamente satisfactoria: el 21 de enero de 2009, en efecto, una carta del prefecto de la Congregación de los Obispos levantaba las excomuniones de los cuatro obispos de la Hermandad, haciendo cesar sus efectos jurídicos, al tiempo que se deseaba (de forma canónicamente contradictoria) que se realizase “ solícitamente la plena comunión de toda la Fraternidad San Pío X con la Iglesia ” . Fuese lo que fuese, después del corto paréntesis del célebre “ caso Williamson ” comenzaron las tan esperadas discusiones doctrinales entre las dos partes: por la Hermandad de San Pío X, el equipo estaba compuesto por Monseñor de Galarreta y los padres de Jorna, Gleize y de la Rocque; por la Santa Sede estaban Monseñor Guido Pozzo y los padres Charles Morerod, Ocáriz y Becker. Las discusiones, con encuentros bimestrales, duraron más o menos dos años, a cuyo término comenzó una larga serie de intercambios de preámbulos doctrinales y propuestas de soluciones canónicas, reenviados para modificaciones por una * Nota de artículo se la redacción: La publicó antes de la versión promul original gación d de este el motu y otra les de parte, 2017; lo cual ll pero, en egaría hasta f sustancia, de inaheproprio Traditionis custodes por el papa Francisco. cho la cuestión doctrinal no se resolvió
30 Con ocasión de los 50 años de la Hermandad en modo alguno, en el sentido de que, una vez expresadas las recíprocas posiciones, se levantó acta “ oficialmente ” de que esas posiciones eran y son inconciliables: de un lado la Hermandad afirma que el espíritu general, así como diferentes puntos particulares, del Concilio Vaticano II son contrarios a la Fe católica expresada por el Magisterio inmemorial; por otra parte la Santa Sede afirma que, siendo en cierto modo la asamblea conciliar expresión del Magisterio de la Iglesia, no puede errar y que por lo tanto no puede, por principio como en los hechos, encontrarse nada en ella que sea contrario a la Fe. Como vemos, se está en un callejón sin salida. En el plano de la doctrina la cuestión se acababa aquí; pero las discusiones habían seguido, y concentrado principalmente sobre ensayos de reconocimiento canónico para la Hermandad de San Pío X. Sería demasiado largo recorrer aquí la historia de esos documentos, pero bastará con decir que la cosa había continuado durante todo el año 2012, cuando se estuvo a un paso de ese reconocimiento. El texto sobre el cual se trabajaba durante el mes de abril parecía poder poner de acuerdo a ambas partes, pero esta vez fue el papa Ratzinger quien bloqueó las discusiones sobre un texto ya problemático El Papa Benedicto XVI nombró a Guido Pozzo Secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei el 8 de julio de 2009, y desde octubre de 2009 hasta de ligi suyo, en osa; para rel el ación Sumo con la Pontíf lib ice ertad reno había 2012 dirigió las conversaciones entre los teólo- todavía suficiente aceptación -y ésta era gos del Vaticano ternidad San Pío y X los con representantes de la Fra el objetivo de un acerca - necesaria- de todo el Concilio Vaticano miento. Monseñor Fellay ya respondió en varias II, argumento inadmisible para la Heroca las siones princi a la Comisión Ecclesia Dei pales “dificultades doctr cuáles inales” eran que mandad. Las discusiones, una vez más, imposibilitaban el reconocimiento canónico, a encallaron. saber, Vatica la no pe II ti y ción romana las reformas de aceptar posteriore e s, l Concilio consideEl año 2013 fue el de la elección del rándolas en una “hermenéutica de continuidad” . papa Francisco a la sede pontificia; un Las reuniones informales en 2012 entre nidad y la Comisión Ecclesia Dei dejaron más claras las diferencias doctrinales. la Fra cada tervez acont cesar ecimiento definitiva que parecía mente toda deber persp hacer ectiva de reconocimiento canónico. Al revés, asombrosamente, el Papa no interrumpió las relaciones con la Hermandad, sino que, por el contrario, quizá porque la considera como una “ periferia existencial” (así lo supuso Monseñor Fellay), no desdeñó reunirse personalmente con los superiores de la Hermandad y hacer continuar, aunque de manera informal, las discusiones con la
Comisión Ecclesia Dei.
Dos grandes acontecimientos, por otro lado, parecieron hacer avanzar las cosas en la dirección de un reconocimiento canónico definitivo: en 2015, con ocasión de la convocatoria del Año santo de la misericordia, el Papa concedió a todos los sacerdotes de la Hermandad de San Pío X la posibilidad de absolver válida y lícitamente a los fieles
que se acercasen a ellos(33) (algo que la Hermandad no había nunca dudado que tiene el derecho de hacer, en razón del grave estado de necesidad, de tal suerte que de hecho ha actuado siempre administrando este sacramento sin límite alguno). El segundo acontecimiento fue la concesión en 2017 a la congregación de la posibilidad para sus sacerdotes de ser delegados por la autoridad diocesana para la celebración de matrimonios (34); también aquí, en razón de la grave necesidad, la Hermandad ha administrado durante años el sacramento del matrimonio. Hay que decir sin embargo que, a partir del momento en que aceptar esta concesión en modo alguno pone en cuestión la profesión de la Fe(35) , la posibilidad de recibir la delegación para la asistencia a los matrimonios constituye una ventaja, hoy, para los fieles de la Hermandad.
Hay que precisar un punto, no obstante: hemos hablado sin demasiadas distinciones de la Hermandad de San Pío X y de la Santa Sede, pero si por un lado, como es lógico suponer, no hubo siempre plena unidad de intenciones entre los miembros de la congregación de Monseñor Lefebvre (la cuestión del reconocimiento canónico suscitó mucha perplejidad entre algunos e incluso tensiones entre sacerdotes y fieles), no hay que creer tampoco que Roma sea un monolito, que haya en la Santa Sede una absoluta concordancia de pareceres sobre las conversaciones con la Hermandad. Almas diferentes de los conservadores y de los progresistas, divisiones internas entre los propios conservadores, han hecho muy difícil el trabajo de la Casa General de la Hermandad; muy a menudo no se sabía realmente con quién se trataba. Se tuvo la prueba final de esta dimensión en la primavera de 2017: mientras que las propuestas de reconocimiento canónico seguían acumulándose sobre las mesas respectivas y se discutían en detalle, la intervención del cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hizo que se desvanecie-
El Cardenal Gerhard Ludwig Müller, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pidió finalmente a la Fraternidad San Pío X que reconociera que el Magisterio es el auténtico intérprete de la Tradición, que el Concilio Vaticano II está de acuerdo con la Tradición y que la misa de la reforma litúrgica postconciliar promulgada por el Papa Pablo VI no sólo es válida sino también lícita.
ran todas las dudas. La carta que envió a Monseñor Fellay en el mes de mayo contenía la siguiente alternativa: o bien la Hermandad de San Pío X reconocía la plena legitimidad del Novus Ordo Missae, así como todas las enseñanzas del Concilio Vaticano II, o bien cualquier reconocimiento canónico estaría definitiva y categóricamente excluido.
Inmediatamente, desde los pasillos de los sacros palacios algunos prelados se apresuraron a informar verbalmente a los superiores de la Hermandad de que esa carta era “ un viejo papel” y que no era digna de consideración; algunos quisieron creer en esos rumores de pasillos contra la evidencia, sin embargo, del hecho de que la voz del cardenal Müller (y no solamente su voz, puesto que se trataba de una carta escrita y firmada) era en cierto modo la voz misma del Papa. Por lo tanto, oficialmente, Roma había hablado: sea el Concilio, sea nada en absoluto. Como en 1988. Como en 1976. Por otro lado, Monseñor Fellay consideró este acto como una “ vuelta a la casilla de salida ” y, durante un tiempo, no volvió a hablarse de la cuestión.
El verano de 2018 vio, con el Capítulo General, el cambio de los superiores de la Hermandad de San Pío X: el Padre Davide Pagliarani fue elegido Superior General, con Monseñor de Galarreta y el Padre Bouchacourt como asistentes. En noviembre de ese año los nuevos superiores se reunieron con el cardenal Ladaria, nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (sucesor de Müller); el resultado de esa reunión fue el comunicado del cual hemos dado un extracto en este artículo.
6. Conclusión
La historia de la Hermandad de San Pío X, hemos dicho ya, es la historia de sus relaciones con la Santa Sede; podríamos sin embargo añadir que es la historia de su firmeza doctrinal, de su constancia en seguir la línea marcada por su fundador y, por lo tanto, de su fidelidad absoluta al Magisterio de la Iglesia de siempre y del rechazo del nuevo magisterio de la Iglesia conciliar que, a decir verdad, no puede considerarse como verdadero magisterio. Una vez más, el problema en 2021, como en tiempos de Monseñor Lefebvre, es y permanece doctrinal.
La Providencia, decíamos más arriba, ha guiado a nuestra congregación durante 50 años y, lo esperamos, seguirá haciéndolo sin abandonarla. Como su fundador tenía costumbre, la Hermandad irá a Roma cada vez que ésta
la llame; pero irá sobre todo para dar testimonio de la Fe, pues es consciente de que ésta es su misión, aunque sea al precio de sanciones canónicas, aunque sea al precio de un aislamiento aparente en el panorama eclesial. Por una auténtica profesión pública de la Fe católica de siempre, la Hermandad está siempre dispuesta a cualquier sacrificio. m
(1) Estatutos, reglamentos y ceremonias de la Hermandad Sacerdotal de San Pío X (en este artículo, Estatutos), par. I-3. (2) Ibidem, par. I-4. (3) Statutis de regulis peculiaribus fratrum Fratertinatis sacerdotalis Sancti Pii X, nº 3: “El fin específico de los Hermanos de la Fraternidad es ayudar a los sacerdotes en todos sus ministerios, sin remplazarlos en sus funciones sacerdotales, sino facilitando su trabajo apostólico de diferentes formas […]”. Se tratará pues tanto de aportar una ayuda material en sentido estricto, cual ocuparse de actividades de economato, manutención, jardinería, cocina, como de una ayuda más “apostólica” relativa a la enseñanza del catecismo para los niños, o incluso una ayuda litúrgica como el canto sacro y el servicio de la Misa. (4) Estatutos de las hermanas Oblatas de la Fraternidad de San Pío X, nº I. a) y b). En el número 2 leemos: “Estas personas piden al Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X que las acoja a fin santificarse en unión con la Fraternidad, haciendo del santo sacrificio de la Misa la fuente inagotable de su vida espiritual y religiosa. Viven igualmente para entregarse, según sus talentos, a las obras de la Fraternidad, ayudando así a los sacerdotes, sea en los Seminarios, en los prioratos o en las escuelas”. (5) Estatutos, Reglas para la Tercera Orden de San Pío X. (6) Conferencia a las Hermanas de la Fraternidad, 11 de diciembre de 1975, Albano. (7) Cf. Cor Unum nº 124, noviembre de 2019. (8) Estatutos, cap. IV par. 2. (9) Ibidem, cap. I par. 1. (10) Ibidem, cap. I par. 2. (11) San Pablo, Fil. I, 21. (12) Estatutos, cap. I par. 3. (13) Ibidem, cap. II par. 3. (14) Ibidem, cap. II par. 3. (15) Reglamento de los Seminarios de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, primera parte, par. 4-5. (16) Estatutos, cap. III par. 1. (17) Ibidem, cap. II par. 2. (18) CIC, can. 805. (19) Cit. de la nota 8. (20) Estatutos, cap. III par. 4. (21) Ibidem, par. 5. (22) Ver el decreto de 21 de enero de 2009, de levantamiento de las excomuniones por el papa Benedicto XVI. (23) No olvidemos en efecto que durante años, e incluso durante decenios, el anciano fundador había servido a la Santa Sede en diversos e importantes cargos, diplomáticos entre otros, en países de misión y a la cabeza de la congregación de los Padres del Espíritu Santo, funciones que le permitieron adquirir una gran experiencia en materia de fundación de obras eclesiásticas (24) Ver los acontecimientos relatados en B. Tissier de Mallerais, Marcel Lefebvre, la biografía, ed. Actas, Madrid, 2012. (25) Ibidem, op. cit. (26) Op. cit. (27) Vídeo disponible en internet: https://www. youtube.com/watch?v=s36aHRE-NfM . (28) Ver el excelente artículo del padre Jean-Michel Gleize sobre este asunto, publicado en el Courrier de Rome nº 363 de febrero de 2013. (29) B. Tissier de Mallerais, op. cit. (30) Op. cit. (31) Conferencia de Monseñor Lefebvre recogida en Fideliter, nº 66 (septiembre-octubre 1988), pp. 12-14. (32) Evacuamos aquí el mito de la bondad intrínseca de Summorum Pontificum como acto de plena adhesión del Papa a la Tradición. La satisfacción inicial de ver finalmente reconocida la libertad a la Misa antigua desaparece desde que se lee la Carta del Papa a los obispos del mundo fechada el mismo 7 de julio de 2007 donde afirma que, en el fondo, adherir al rito antiguo de la Misa es la misma cosa que adherir al nuevo puesto que son dos expresiones de la misma lex credendi; además, la condición indispensable para poder celebrarla es, paradójicamente, reconocer la bondad del Novus Ordo: “Obviamente para vivir la plena comunión tampoco los sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo pueden, en principio, excluir la celebración según los libros nuevo“, leemos en esa carta. En la práctica, los únicos que no podrían celebrar esta Misa serían aquellos sacerdotes que lo hicieran en razón de una auténtica motivación doctrinal, es decir el rechazo del Novus Ordo: por ejemplo los sacerdotes de la Hermandad de San Pío X. (33) Carta del Santo Padre Francisco al Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, 1º de septiembre de 2015. (34) Carta de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei a los ordinarios de las Conferencias Episcopales afectadas a propósito de los permisos para la celebración de matrimonios de fieles de la Hermandad de San Pío X, 27 de marzo de 2017. (35) La argumentación de quienes ven en la aceptación de este documento una adhesión al nuevo Código de Derecho Canónico o incluso al Vaticano II es errónea: la Santa Sede no concede a la Hermandad ninguna jurisdicción (que tienen los esposos, como se sabe, en el momento del intercambio de los consentimientos) sino solamente una delegación para asistir a los matrimonios, lo cual es muy diferente.