¿ES EL BAMBÚ FELIZ SI NO LO AGITA EL VIENTO? Todo indica que hemos arribado al nadir de la materialidad, por oclusión involutiva del tejido espiritual. Y pronto creo que despegaremos hacia el escalamiento evolutivo, con gran vigor, potencia y luminosidad. En el desarrollo de nuestro sistema planetario, se ha atravesado tres grandes Períodos y tres vueltas y media se han dado ya en el actual Periodo Terrestre, dejando atrás encarnaciones inmensas de la materia y la energía. Las intenciones que se predican al recordar la QUIETUD del Tao, aunque suene reiterativo el adorno, son en el noble camino, una luminosa panacea para buscar la paz pero, como afirma Edmund Husserl,- debido a la estructura eidética fenoménica de la civilización increada, como un producto de la ciencia y la tecnología, en el sentido reduccionista que pregona eso de que el mundo tiene únicamente que ver con lo que se refiere a nuestra experiencia y al mismo tiempo al contexto en el que vivimos, implícitamente-, “sólo por medio de una reducción –a la que vamos a llamar ya reducción fenomenológica– obtengo un dato absoluto, que ya no ofrece nada de trascendencia” es precisamente el inmediatismo
fenomenológico lo que influencia profundamente en todo habitante humano contemporáneo y aquello difícilmente nos permitirá hollar el camino taoísta a cabalidad, pues con fatiga se pondrá a tono y en armonía plena con la fecunda y nueva complejidad dinámica que el proceso de crecimiento y cambio irremediable e irreversible del Cosmos en general y la Tierra en particular implica según los lineamientos originales, por lo pronto.
Seguramente aparece este razonamiento algo osado y reñido con el pensamiento esperado y previsto que inunda los nuevos movimientos espirituales que han aflorado y que se actualizan cada día en función de un anhelo siempre presente y legítimo del “ego”, cual es el de fundirse con sus orígenes. Sin embargo, las condiciones primigenias, en el Principio - cuando las mónadas o espíritus virginales fueron emanados en esta Manifestación y arrojados a la realidad fenoménica-, no son ni remotamente similares a las de los momentos actuales, debido al lento pero gigantesco proceso de cambio perpetrado a lo largo de los eones transcurridos.
Todo movimiento, toda acción supone un cambio y no existe nada estático en el Universo, en ninguna dimensión o plano, ya sea esta u otra realidad material, energética o espiritual. Y la quietud que anhela el practicante del noble camino, se tornará en realidad armónica y vibrante, en virtualidad consciente de sí misma cuando necesite y sienta necesario también coexistir con otras armonías, en una quietud “activa” que solo quiere tener presencia y quiere “ser” si ella sirve para, aquietándose en la acción, aquietar y morigerar otras inarmonías, pero sin desligarse de su intrínseca realidad, sino más bien, perviviendo calmadamente en dicho entorno, aunque el viento agite continuamente el bambú. Entonces sí podemos anhelar y merecer una mente quieta. Y muy seguramente, en el siglo actual de las nuevas luces, en el que lo micro y lo macro verdaderamente se están fundiendo en ecléctica danza cinemática evolutiva, esa mente en calma será “capaz de los más supremos estados de existencia” y el espíritu se liberará gozoso del oscurecimiento supremo, de ese anquilosamiento conciencial, para la gloria del Espíritu Universal. José Mejía R.