Facultad de Filosofía y Teología Instituto Teológico Latinoamericano de Vida Consagrada
Revista
Vida Consagrada Octubre de 2010 N.o 6
Fundación Universitaria Luis Amigó Medellín, Colombia ISSN 1900-4265
LA IMPORTANCIA DE LA ACTIVIDAD FÍSICA EN LA FORMACIÓN DE LOS CONSAGRADOS AL SEÑOR1
Teólogo Jonathan Andrés Rúa Penagos2
Resumen El Consagrado es un ser humano y, por tanto, es biológico, psicológico, social, trascendente, hermoso y sagrado. Esto dice de su unidad e integralidad. Quienes hacen públicamente votos canónicos han optado por Dios desde el seguimiento de Jesús y un estilo particular de vida. Este estilo de vida exige un proceso continuo de formación que debe integrar todos los aspectos de la persona
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Artículo de reflexión en la línea Método y Conocimiento Teológico. Facultad de Filosofía y Teología. Fundación Universitaria Luis Amigó, Colombia. Aspirante a Magister en Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana, Teólogo de la Fundación Universitaria Luís Amigó, Estudiante de Licenciatura en Educación Física de la Universidad de Antioquia, Gimnasta activo desde el año 2000 hasta hoy. jonathan.ruape@amigo.edu.co
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humana y entre ellos la dimensión física. La Iglesia, como maestra, sugiere que se emplee la actividad física como medio para fortalecer esta área de formación del consagrado. A pesar de esto, esta actividad no es implementada de manera dirigida, planeada, sistemática y permanente en la vida de los religiosos, lo que hace que ellos se priven de los beneficios de la actividad física en su diario vivir. Palabras clave Ser humano, vida consagrada, formación, actividad física, salud. Abstract The consecrated person is a human being, a unit; it is biological, psychological, social, transcendent, beautiful and sacred. Those who publicly take canonic votes have opted for God, following Jesus and a particular life style. This life style demands a continuous process of education that must integrate every aspect of the person, among them, the physical dimension. As an educator, the Church suggests the physical activity as a means to strengthen this consecrated aspect. In spite of this, the physical activity is not implemented in a way that is directed, planned, systematic and permanent in the life of religious people, what makes them deprive of the benefits of the physical activity in their daily life. Keywords Human being, consecrated life, education, physical activity, health.
Introducción La mística no nos distrae de lo cotidiano, sino que lo conecta con lo sempiterno. Le preguntó un connovicio jesuita a su compañero, viéndolo jugar acaloradamente a la hora del recreo y pensando que había perdido aquella «presencia constante de Dios que les había predicado: ― ¿Y qué harías ahora, hermano, si os hubiese de sorprender la muerte dentro de pocos minutos? Y el que luego fue san Luis Gonzaga le contestó sin inmutarse: ―¡Continuar jugando! El místico descubre la eternidad en el instante y continúa con pasión el juego de la vida (Panikkar, 2005, p. 36-38)
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Al releer el título de este artículo muchos religiosos pueden preguntarse: ¿qué tiene que ver la actividad física con la vida diaria del consagrado al señor?, ¿acaso eso del deporte y la recreación no es un asunto para personas del mundo, que rinden culto a su cuerpo y a su imagen? Seguramente este tema es extraño en publicaciones sobre vida consagrada; sin embargo, veremos su importancia en la formación, el bienestar y el desarrollo humano integral de los hijos de Dios. Es abundante la literatura que desarrolla el tema de la formación de los consagrados al Señor. Esto por ser un tema vital para las comunidades religiosas y sociedades de vida apostólica que pretenden encaminarse en un proceso continuo de renovación, crecimiento personal y comunitario. Cada comunidad establece unos parámetros formativos con base en observaciones generales del magisterio pontificio y la curia romana. Ahora bien, estos parámetros han girado en torno a muchos tópicos. A pesar de esto, es escasa la insistencia de los consagrados a Dios en la importancia de la actividad física en su proceso formativo. Del total de las personas que murieron en el año 2005 en el mundo, el 60%, cerca de 35 millones, falleció a causa de enfermedades crónicas (World Health Organization, 2010).3 El 62 % de la población colombiana, entre la que se incluye a los consagrados, es sedentaria (Gómez, 2010). El sedentarismo aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas. Entre las enfermedades crónicas la obesidad ha sido declarada como epidemia mundial pues son alarmantes las estadísticas de este flagelo humano. En este contexto cabe preguntarse: ¿cuál es la importancia de la actividad física en los procesos formativos de los consagrados a Dios? Para responder a esta pregunta abordaremos la naturaleza del ser humano (capítulo 1), posteriormente nos centraremos en la percepción que tiene el magisterio de la Iglesia sobre la formación de los consagrados (capítulo 2), y para finalizar nos ocuparemos de la actividad física y sus beneficios en el contexto de los procesos formativos de los consagrados a Dios (capítulo 3).
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Son enfermedades crónicas la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la osteoporosis, la obesidad, el colesterol, la hipertensión, entre otras.
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Los consagrados al Señor En este punto se pretende mostrar cómo el consagrado, antes que todo, es humano y cómo el ser humano posee un rasgo especial, a saber, que es de Dios, es sagrado. El consagrado como ser humano El consagrado a Dios es un humano y comparte con la humanidad algunas características que es necesario tener en cuenta e integrar a la hora de pensar y actuar en función de su formación. El ser humano ha sido el fruto de un largo proceso evolutivo (Darwin). Somos el fruto de una serie de cambios cósmicos que han desembocado en la vida. La vida se ha modificado de tal manera hasta llegar a ser consciente de sí misma y de lo que la rodea. Este proceso evolutivo ha sido dirigido por Dios, ha sido Dios quien ha creado al ser humano, lo ha moldeado con sus manos gratuitamente (Gn 1, 1- 2, 4), lo ha constituido de capacidades y potencialidades y lo libra continuamente del miedo de dejar de ser. El consagrado es piel, huesos, sangre, cerebro, músculos, nervios y articulaciones. Posee una estructura mental, es psicológico. Decir que el religioso como todo ser humano es psiqué, significa que posee tres actitudes fundamentales, a saber, la afectiva (afecto), la cognitiva (cognición) y la conductual (conducta). Esto quiere decir que el ser humano se apega, se vincula con otra persona, otra cosa y con Dios. Además tiene la posibilidad de aprehender, de conocer, de comprender la realidad, de ser consciente de sí mismo, de percibir lo que lo rodea, de hacerse una idea de las cosas, de pensar. También es acción, se comporta muchas veces de forma estructurada y otras de forma espontánea, libre, es decir, según su voluntad y sin determinismo alguno. El religioso es persona. Ser persona equivale a ser relación. No es posible existir si no se está en relación. Somos sociables y vivimos en comunidades, en grupos. Nos relacionamos en cuatro ámbitos: con nosotros mismos, con los otros, con el cosmos y con Dios. El deseo por seguir siendo ha motivado la formación de reglas y patrones de conducta que aseguren la supervivencia del género humano, esto es lo que se conoce como la ética y la moral. De allí que todo aquello que impida el adecuado desarrollo humano sea contrario a la dignidad humana. Este hecho ha sido llamado por muchas culturas como pecado, el pecado no es más que atentar contra la dignidad humana, contra el mandato que ha recibido y que ha asumido responsablemente de cuidar de sí mismo, de lo otro y de los otros.
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El ser humano es trascendente, va más allá de sí mismo. El hombre ha experimentado que nada de lo que posee y sabe lo satisface y ha dirigido su mirada hacia aquello que puede saciarlo, el misterio. La trascendentalidad del ser humano indica la capacidad que éste posee para dirigirse hacia el infinito, lo eterno, Dios. La vida humana está dirigida hacia una realidad que es salvífica y liberadora para ella, el bienestar o la realización personal (cielo), realidad que espera ansiosamente. Esta realidad salvífica se concreta, entre otras cosas, en el amor, la opción preferencial por los pobres, los excluidos, los maltratados, los sufrientes, el anuncio del reinado de Dios en la vida de todos y el testimonio de este reinado. El ser humano es un ser en proceso de maduración (purgatorio) que corre el riesgo continuo de perder la esperanza de vivir eternamente (infierno). El hombre es fundamentalmente bello, es valioso en sí mismo, es un misterio asombroso. Esto ha sido expresado con la figura de ser hecho a imagen y semejanza de Dios. Todos, por el hecho de ser humanos, poseemos una dignidad, dignidad que siempre debe ser promovida y respetada. El ser humano como consagrado Tenemos entonces que el ser humano puede ser visto desde una dimensión física, psicológica, social, trascendente y estética. Ahora, abordemos al ser humano en cuanto sagrado. ¿Qué significa ser consagrado? Ser consagrado significa que el ser humano desde que es moldeado en el vientre de su madre es sagrado, divino, le pertenece a Dios. Todos los seres humanos sin excepción, y en virtud de su humanidad, son consagrados a Dios. Cuando bautizamos a alguien no estamos en sí consagrándolo, en cuanto que esa persona ya es de Dios y ya ha sido reservada para él desde su gestación. Lo que hacemos en el sacramento del bautismo es explicitar y celebrar esa consagración que ya ha sido dada. Allí también se manifiesta el deseo del bautizado, si es que tiene consciencia en ese momento, y el de la comunidad de permanecer fiel al proyecto de Jesús de Nazaret. El bautismo significa que el ser humano como consagrado de Dios da su consentimiento para que Dios siga haciendo de él un instrumento de salvación para sí mismo y para el mundo.
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La historia del cristiano ha sido una historia de acciones simbólicas en donde los seguidores de Cristo manifiestan de diferentes maneras su fidelidad al Reino de Dios. Esto se puede ver claramente en las vírgenes de las que nos cuenta el Nuevo Testamento. También se hace evidente en los diversos dones, carismas y ministerios que allí se mencionan. El anacoretismo y cenobitismo también nos muestran que la vida de los que están con lo sagrado es un intento permanente por mostrar que es posible vivir bajo los principios evangélicos. San Francisco de Asís, las comunidades misioneras que surgen en el siglo XII y las de laicos que empiezan a constituirse en el siglo XX son evidencia del interés profundo de los consagrados por responder a los signos de los tiempos. Existe en la Iglesia un estilo de vida que llama particularmente la atención. Este estilo de vida es el que llevan aquellos que desean seguir a Jesús y lo hacen explícito mediante la profesión pública de los votos canónicos. A estas personas se les llama habitualmente consagrados o religiosos. Estos consagrados viven de manera particular los consejos de pobreza, castidad y obediencia, viven en grupos numerosos de personas y bajo el carisma de un fundador. Los consagrados a Dios están llamados a vivir una vida santa. Y esta santidad puede alcanzarse desde cualquier estado de vida siempre y cuando el amor a Dios y al prójimo ocupe el primer lugar en el itinerario diario del consagrado. Es una falacia decir que existen estados de vida que por sus condiciones favorezcan más que otras una vida más perfecta y es una falacia porque nada que esté fuera del corazón del hombre puede hacerlo impuro, es lo que sale de su interior lo que puede hacer su vida más indigna. Es por eso que día tras día los que son de Dios deben procurar la conversión y fortalecer su fe mediante procesos educativos. La formación del consagrado es la que le permite potenciar los aspectos de su vida que necesita desarrollar más y que adquiera poco a poco un espíritu maduro de independencia, autonomía, reflexión, responsabilidad y servicio. La formación del consagrado La formación del consagrado es fundamental en su proceso de configuración con el ser cristiano. Una vez hecha una descripción general de la naturaleza del consagrado se pretende, en este escrito, hacer un
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acercamiento a la noción de formación en el ámbito de la vida consagrada,4 teniendo como base el Concilio Vaticano II y las publicaciones virtuales de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (Civcsva).5 Formación integral y permanente Las orientaciones sobre la formación en los institutos religiosos (OFIR), publicada en 1990 por la CIVCSVA, es quizá el documento más completo publicado por esta congregación sobre este tema. En este texto se reconoce que el objetivo último de la formación es ayudar al consagrado, quien es llamado todo, cuerpo y espíritu (9),6 a hacer su vida semejante a la de Cristo y a profundizar en su identidad como religioso (6). Y también que es precisamente la formación la que posibilita una adecuada renovación de la vida consagrada (1). Es así como el objetivo de la formación en el consagrado es la entrega a Dios, desde el seguimiento de Jesús y en un estilo particular de vida. Es en este aspecto donde la formación adquiere sentido y donde hunde sus raíces y, por ello, los consagrados deben tenerlo y ser su motivación. La formación no se inscribe en la lucha de poderes o en la obtención de prestigio. Tampoco en el cumplimiento de unos requisitos obligatorios para alcanzar el ingreso a una comunidad religiosa y portar un hábito. La vida consagrada, al igual que la vida del cristiano, se define en el seguimiento de Jesús, en la instauración del Reino de Dios en el mundo, Reino de justicia, paz y fraternidad. La formación tiene una característica que no puede perderse de vista, a saber, que está dirigida a toda la persona humana. La exhortación apostólica postsinodal Vita Consecrata lo expresa de esta manera: “El método para prepararse a ella [la vida consagrada] deberá contener y expresar la característica de la totalidad. Deberá ser formación de toda la persona,
De este momento en adelante cuando haga referencia a consagrados hago referencia a los consagrados que hacen pública su opción de seguir a Jesús mediante la profesión de los votos canónicos. 5 Estas publicaciones pueden observarse en la página oficial del Vaticano, y de esta Congregación: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccscrlife/index_ sp.htm 6 El número entre paréntesis hace referencia al número de la orientación, tal como aparece en OFIR. 4
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en cada aspecto de su individualidad, en las intenciones y en los gestos exteriores” (65). La formación debe integrar los aspectos físicos, morales, intelectuales y espirituales del ser humano (33). El primer capítulo de este artículo tenía la intensión de mostrar precisamente que la persona humana debe ser contemplada desde su unidad y totalidad. En el momento en que se fragmente la visión del ser humano puede caerse en reduccionismos antropológicos que generarían acciones que, en muchas oportunidades, son contrarias a la dignidad humana y desembocan en un “dejar de lado” una formación que procura ser integral. La formación física de los consagrados En este punto es necesario subrayar que la dimensión física del ser humano también es objeto de formación. Para evidenciar esto acudimos al Concilio Vaticano II, evento eclesial de gran trascendencia, manifestación de un deseo de renovación que invadió por aquel entonces, siglo XX, a los cristianos y que aún esperamos que sus conclusiones sean ejecutadas en nuestro diario vivir. Este Concilio tenía como intensión relacionarse con el “mundo”, ya no desde la defensa sino desde el diálogo con él, para ver cómo Dios se manifestaba en los nuevos contextos. Fruto de este deseo de diálogo fue la constitución dogmática Gaudium et Spes (GS). Allí hay un intento de reconciliación con lo corpóreo en el ser humano. La visión peyorativa del cuerpo humano heredada del pasado ha sido superada por el Concilio. La vida corporal no debe ser despreciada (GS, 14) porque, como todo el hombre, es buena. Este principio es fundamental y si se aplica a la vida consagrada no sería lícito, en este contexto, mortificar o descuidar el cuerpo con fines salvíficos. Todos los aspectos de la persona humana tienen la misma importancia y aunque se fortalecen de maneras diversas deben ser atendidos con particular atención. Hacia una formación permanente Continuando con la lectura de la exhortación apostólica Vita Consecrata, en su numeral 65 se nos recuerda que la formación del consagrado debe ser permanente y apuntar a su trasformación continua. La formación no está reservada sólo para quienes inician su camino en la comunidad religiosa, es también para quienes mediante la profesión perpetua de los votos públicos y canónicos han decidido seguir a Jesús. El creer que todo está terminado
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y que la formación ha culminado es causa de estancamiento en el proceso de crecimiento personal y comunitario. Los medios para la formación La declaración del Concilio Vaticano II llamada Gravissimum Educationis (GE) contempla algunos aspectos a tener en cuenta en la educación cristiana. Es necesario ayudarse del progreso de las disciplinas auxiliares de la educación como la psicología, la pedagogía y la didáctica para desarrollar armónicamente los aspectos físicos, morales e intelectuales de los fieles (GE, 1). En esta misma línea va la CIVCSVA (1983) cuando en su texto sobre los elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa muestra que la formación tiene el objetivo de profundizar en el seguimiento de Jesús y configurar la unión con él (CIVCSVA, 45). Este seguimiento se da en su Espíritu, en servicio y desde el estilo de vida del instituto al que se pertenece. La formación es un proceso de maduración permanente que incluye valores espirituales, psicológicos, culturales y sociológicos que llevan a la personalidad humana a su plenitud. La iglesia, como educadora que es, utiliza todos los medios dignos para la formación de sí misma, entre ellos la catequesis, los medios de comunicación social, los grupos culturales y deportivos, las asociaciones de jóvenes y las escuelas (GE 4). Es así como el Pueblo de Dios ya no rechaza los medios que ella misma y otros seres humanos han generado a través de la historia para desarrollar en la persona humana las potencialidades que Dios ha instaurado en ella. Medios para la formación física del consagrado Entre los medios para la formación es necesario profundizar en aquellos que ayudan a desarrollar la dimensión física del ser humano. Son dos los sentidos en que estas ayudas han sido vistas en la historia. En un primer sentido estos medios ayudan a que los consagrados “dominen” sus instintos o pasiones y, en último término, a ser castos. En esta línea se mueve el decreto Optatam Totius (OT) del Concilio Vaticano II, que está dirigido a los sacerdotes pero que expresa de alguna manera este primer sentido. Allí se contempla que es necesario ayudar a los futuros presbíteros a “dominarse” a sí mismos a través de auxilios divinos y humanos, con el fin de alcanzar la madurez (OT, 10).
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El decreto conciliar Perfectae Caritatis (12) hace una descripción de lo que es la castidad. La castidad por el Reino de los Cielos es un instrumento que libera al corazón del hombre y un medio para que ellos se dediquen al servicio y apostolado. Para ser castos es menester confiar en el Señor y no omitir “los medios naturales, que favorecen la salud del alma y del cuerpo”. La CIVCSVA (1990) en su documento sobre las orientaciones para la formación en los institutos religiosos, considera que el voto de castidad es “signo del mundo futuro y fuente de una fecundidad más abundante en un corazón no dividido” (13). Por esta razón la formación del consagrado también es formación para ser casto, y esta formación debe procurar que la persona conozca el valor del cuerpo humano y una elemental higiene. Se incluyen en esta dimensión aspectos como una sana alimentación, el sueño, el esparcimiento y el deporte. Es así como los medios que se utilizan para fortalecer la dimensión física del ser humano, ya sea el deporte u otras prácticas, han estado relacionados en un primer sentido para fortalecer la castidad del consagrado. Pero también se ha empezado a observar que estos medios no sólo aportan elementos para fortalecer la castidad, sino que son necesarios para que el consagrado reconozca su valor y procure su bienestar. Es este el segundo sentido en el que la Iglesia hace referencia a los medios para fortalecerse físicamente. La Iglesia en su magisterio extraordinario ha reconocido que es necesario procurar un buen descanso y distraerse para consolidar la salud (GS, 61). Estas consideraciones conciliares aplicadas a los consagrados nos llevan a concluir que la salud se convierte en un objetivo de la vida consagrada. Para lograr permanecer saludables en el cuerpo y en el alma, dice el concilio, se recomiendan prácticas como el ejercicio y el deporte que ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso en la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre los seres humanos. Hasta este punto tenemos que el consagrado debe formarse integralmente y permanentemente. Esta formación debe darse también en su dimensión física, no sólo con la intensión de fortalecer la castidad, sino también, y sobre todo esto, para consolidar su desarrollo humano integral, salud y bienestar, esto, con miras al seguimiento de Jesús y a la instauración de su Reino en medio de nosotros.
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La actividad física en la vida del consagrado Estas consideraciones nos llevan a preguntar ¿de qué manera las comunidades religiosas están formando físicamente a sus consagrados? Hay que reconocer que son las comunidades religiosas masculinas las que más implementan esta práctica en sus casas de formación. Sin embargo, estos procesos no son dirigidos por profesionales en este campo, se hacen improvisadamente y no se cumplen las especificaciones necesarias para que esta actividad sea eficaz. Más grave aún es el caso de las comunidades religiosas femeninas o de aquellos consagrados que viven en clausura. La actividad física en estos lugares es inexistente. Pareciera que el cuerpo humano, en los procesos formativos de los consagrados, lleva las de perder en relación con el fortalecimiento de otras dimensiones del religioso. Los documentos eclesiales que hemos visto hasta el momento nos han mostrado la importancia de que el consagrado se forme integralmente. Esta formación incluye la formación en la dimensión física del religioso. El deporte ha sido el medio habitual, sugerido por la Iglesia, para fortalecer ese aspecto humano. A pesar de ello, las comunidades religiosas en la práctica no muestran signos de ser conscientes de la importancia de implementar de manera permanente prácticas deportivas en sus procesos formativos, y si lo son, no lo hacen de la manera adecuada. Pero, ¿cuál es el aporte de la actividad física en los procesos formativos de los consagrados?, ¿vale la pena implementar de forma permanente estas prácticas en el quehacer diario de los consagrados? Para comprender este tema es necesario, en primera instancia, realizar una distinción entre actividad física, educación física, recreación y deporte, conceptos que suelen confundirse. La actividad física es una actividad que se realiza sistemáticamente y que tiene como prioridad procurar la salud de las personas que la practican. La educación física es la actividad física que se realiza en instituciones educativas. La recreación es la actividad que tiene fines lúdicos y de esparcimiento, y el deporte es un fenómeno cultural que surge en el siglo XIX como fruto de la revolución industrial y el capitalismo, que tiene como principio el rendimiento deportivo (Brohm, 1982) y que está representado en lo que conocemos como juegos olímpicos o eventos deportivos de esta naturaleza. Lo que hacen los consagrados en sus casas de formación o las personas en los gimnasios es actividad física, no deporte. El deporte lo practican aquellos que comparan sus habilidades y que se establecen en élites deportivas, es el caso de futbolistas profesionales o seleccionados nacionales de cada deporte.
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Todas estas actividades son benéficas para el desarrollo físico saludable del consagrado, a excepción del deporte. El deporte, en la mayoría de los casos, no es saludable ya que la frecuencia, intensidad y volumen del entrenamiento al que se trabaja causa en el ser humano deterioro del cuerpo. Además es un fenómeno que ha desvirtuado la imagen del ser humano, instrumentándolo en función de su rendimiento y en el que subyacen intereses más económicos y políticos que educativos. La Iglesia no llama al consagrado a ser un campeón olímpico o a conformar seleccionados nacionales, la Iglesia en sus intervenciones no está invitando al consagrado a que practique deporte, sino actividad física. A la hora de practicar actividad física es necesario tener en cuenta algunos aspectos que hacen que ella sea eficaz: a. La clasificación: la actividad física suele clasificarse en anaeróbica y aeróbica. La primera de ellas es la que no requiere que el ser humano consuma mucha cantidad de oxígeno para ser realizada, son actividades que no requieren mucho esfuerzo y se realizan en corto tiempo. Las aeróbicas en cambio, son las más recomendadas porque generan más beneficios en la salud de la persona. La actividad física aeróbica es aquella que requiere un esfuerzo considerado para ser realizado, alto consumo de oxígeno para la recuperación del organismo y larga duración en el tiempo. b. El tipo: el tipo de actividad a realizar lo determina el consagrado de acuerdo a sus gustos o facilidades. Es posible nadar, trotar, jugar con una pelota, montar en bicicleta, hacer gimnasia o asistir a un centro de acondicionamiento físico (gimnasio).7 Lo importante es que el tipo de práctica sea del agrado del consagrado y se acomode a sus condiciones físicas. c. La planeación: la actividad física debe ser planeada, de ninguna manera improvisada. Esto implica que una persona que sepa del tema junto con la comunidad religiosa planee la práctica, adecuándola a las necesidades de cada consagrado y a sus capacidades individuales.
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Estos equipos también pueden ser adquiridos por las comunidades religiosas con la intensión de mejorar la salud de los consagrados y prevenir enfermedades en el futuro.
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d. La frecuencia: para que la actividad física genere efectos positivos sobre la persona es recomendable que se practique entre tres y cinco veces por semana y que se incorpore como hábito en la vida de la persona. La formación en el consagrado es de carácter permanente, igualmente la actividad física. e. El volumen: el volumen hace referencia, entre otras cosas, a la cantidad de tiempo que se hace actividad física. Existen cuatro niveles en la actividad física aeróbica (Palacio, 2010, pp. 288-294): Inactiva, es la ausencia de actividad física; baja, es la actividad física practicada 150 minutos semanales, que puede hacerse en 30 minutos diarios, cinco veces en la semana; media, es la practicada entre 150 y 300 minutos semanales, es decir, entre 30 y 60 minutos diarios y cinco veces por semana, y alta, la practicada entre 300 y 450 minutos semanales, es decir, entre 60 y 90 minutos diarios, cinco veces por semana. Es recomendable que el consagrado realice actividad física mínimamente en un nivel medio, es decir, una hora diaria, cinco veces por semana. En caso de que el consagrado padezca problemas de obesidad deberá hacerlo en un nivel alto para que poco a poco reduzca los niveles de grasa que generan a largo plazo problemas cardíacos, dolor en las articulaciones u otros padecimientos. f. La intensidad: la intensidad hace referencia al porcentaje de la capacidad máxima del rendimiento del consagrado (Weineck, 2005, p. 21). Como decíamos anteriormente, al consagrado no le compete practicar deporte y, por tanto, no es pertinente, entre otras cosas porque no es saludable, en la mayoría de los casos, realizar actividad física a intensidades muy altas. La intensidad del entrenamiento depende de la etapa en el proceso del entrenamiento en el que se encuentre la persona. Por lo regular se recomienda realizar actividad física a intensidad moderada, es decir, entre el 60% y el 80% de la capacidad máxima del individuo. Realizar ejercicio, actividad física, de forma dirigida, planeada, estructurada y sistemática genera en el consagrado un estado de bienestar. La actividad física mejora la resistencia cardiorrespiratoria y muscular, la fuerza, la composición corporal, la flexibilidad, la agilidad, el equilibrio, la coordinación, la velocidad y tiempo de reacción; disminuye el riesgo de hipertensión, aumenta la sensibilidad a la insulina, reduce la obesidad, mejora la distribución de la grasa corporal, facilita el funcionamiento
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inmunológico, ayuda a la rehabilitación y disminuye menos la capacidad al envejecer (Gil, 2004). También tiene efectos en la salud mental como reducción del estrés, la ansiedad, genera una sensación de bienestar, autoestima y ayuda a desarrollar mejor las actividades cotidianas. Además es un medio de cohesión social, allí se cultivan valores como la fraternidad, el orden, el dominio de sí, la solidaridad, la perseverancia, la paciencia, la fortaleza y el amor. El consagrado está llamado a cuidar de sí mismo, a conservar la hermosura que Dios ha plasmado en él. Vivir en el espíritu implica utilizar los medios que Dios ha dispuesto para conservar esa belleza. Jesús de Nazaret tuvo particular interés por restablecer la salud del pueblo de Israel. Seguir a Jesús implica no descuidar la salud de sí mismo y la de los hermanos. De allí que la actividad física puede llegar a constituirse en un medio para hacer evidente los signos del Reino de Dios presentes en el mundo. La actividad física ocupa un lugar importante en el seguimiento de Jesús, pues es un medio educativo eficaz en los procesos de crecimiento integral de los consagrados a Dios. Conclusión Pensar la formación del consagrado desde la integralidad del ser humano nos lleva necesariamente a replantear un modelo de formación que no está respondiendo, en muchos casos, a problemáticas tan urgentes como la proliferación de enfermedades crónicas en religiosos. La actividad física, recomendada por la Iglesia en la formación de los consagrados, ha sido una práctica irregular en los procesos formativos de los religiosos. Se hace necesario implementar esta práctica de manera sistemática, planeada y dirigida, al menos 60 minutos, cinco veces por semana, para que pueda generar en las comunidades beneficios como la prevención de enfermedades, el fomento de valores educativos, el aumento de la consciencia del valor del cuerpo humano, esto, no con miras a idolatrar el cuerpo humano, sino con el objetivo de toda acción formativa: el encuentro con Dios, a través del seguimiento de Jesús desde un estilo particular de vida. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Brohm, J. M. (1982). Sociología política del deporte. México: Fondo de cultura económica.
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Weineck, J. (2005). Entrenamiento total. Barcelona: Paidotribo. World Health Organization (2010). Chronic diseases and health promotion. Recuperado de http://www.who.int/chp/en/index.html
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