Nuevos Movimientos Apostólicos que reconfiguran las expresiones de fe en Medellín

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FUNDACIÓN UNIVERSITARIA LUIS AMIGÓ CENTRO DE INVESTIGACIONES

BOLETÍN

LA VOZ DEL SEMILLERO N.o 3


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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA Programa de Teología Semillero Theós-Logos

NUEVOS MOVIMIENTOS APOSTÓLICOS AL INTERIOR DE LA IGLESIA QUE RECONFIGURAN LAS EXPRESIONES DE FE. INCIDENCIA EN LA IGLESIA PARTICULAR DE MEDELLÍN

Omar Armando Longas Ramírez, Héctor William Ochoa Zapata, Claudia Patricia Ortega de Cano, Steve Pobre Moreno, Jonathan Andrés Rúa Penagos, Iván Darío Toro Jaramillo1

Introducción Este artículo es el fruto de un ejercicio investigativo cuyo propósito ha sido identificar, a 1

Miembros del semillero de investigación Theós-Logos, vinculado a la Facultad de Filosofía y Teología de la Fundación Universitaria Luis Amigó. Contacto: jonarua@ hotmail.com

través de un trabajo de campo (etnografía y hermenéutica), la incidencia que han tenido los Nuevos Movimientos Apostólicos (en adelante NMA) al interior de la Iglesia particular de Medellín, con el fin de valorar su aporte a la pastoral eclesial y a la sociedad, desde el aspecto de la reconfiguración de las expresiones de fe y tomando como referente los movimientos que han surgido a partir del Concilio Vaticano II.


Esta tarea condujo a una serie de observaciones sobre el hecho religioso y la manifestación de la fe en un lugar, tiempo y modo específico. Se analizaron las causas históricas, doctrinales, teológicas, pastorales, litúrgicas y jerárquicas, del nacimiento de los NMA, como dinámica diferente y actual de la fe, al tiempo que se identificaron las fortalezas y debilidades de la estructura eclesial que han dado y propiciado el espacio para su surgimiento. La novedad de este ejercicio investigativo radica en la escasez o inexistencia de material escrito sobre los NMA en Medellín. Con base en este aporte, los sectores de la Iglesia podrán tener un soporte informativo que les proporcione nociones sobre la existencia, la trayectoria, la organización y el fin de estas agrupaciones. Al mismo tiempo, será un material de referencia para otras regiones o diócesis y base para impulsar nuevas investigaciones con los lineamientos de la Funlam. Los movimientos de laicos en la vida de la Iglesia. Aportes histórico-teológicos El hombre de hoy ostenta un alto grado de relativismo ante lo

religioso. Quiere reconducir su pensamiento a nuevas formas de expresión religiosa que le posibiliten la manifestación de su afección por lo bello y lo sublime, por lo que lo confronta en la continua búsqueda de su plenitud. Al mismo tiempo el creyente actual rechaza abiertamente el anquilosamiento de una estructura humana de carácter divino anclada en el pasado, que, si bien no desprecia las ofertas de la postmodernidad, tampoco les sigue el paso. El desencanto se apodera entonces de toda forma de expresión religiosa y la fe se convierte en un artículo más de consumo, sin el preciado aporte de la trascendencia. Toda forma institucional, tradicionalista y autoritaria, es rechazada por el hombre de hoy. Los NMA dentro de la Iglesia Universal se estructuran como un conjunto de grupos de personas que se unen para participar de un mismo carisma fundacional en una única entidad asociativa. En palabras de Juan Pablo II, el término movimiento se refiere con frecuencia a realidades diferentes entre sí y también a una realidad eclesial concreta en la que participan principalmente los laicos en itinerario de fe y testimonio cristiano. (Juan Pablo II, mayo 27 de 1998.

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El advenimiento de los NMA representa un suceso religiosocultural por el que lo político, lo económico y lo social se convierten en lugares teológicos de reflexión en los que el ser humano inculturiza lo impreso en su interior y asume su rol intrasocial como creyente. Así reclama su lugar en una sociedad secular, al tiempo que permanece en la fe de sus antepasados. Los NMA al interior de la Iglesia surgen y se desarrollan como una reacción al contexto socio-culturalreligioso vigente; su nacimiento, o mejor su crecimiento, es determinante en la Europa de los años sesenta del siglo XX y se inspira en los lineamientos y enseñanzas del Concilio Vaticano II. Con su surgimiento se ha tratado de dar respuesta a una serie de preocupaciones eclesiales, como la pérdida de sentido del elemento religioso y de lo que representa lo sagrado en el creyente de hoy a quien las circunstancias actuales de secularización lo ponen en continua prueba en relación con su fe y con las diferentes expresiones de la misma. La lectura de las propuestas del Concilio Vaticano II ha sido la causa del surgimiento de los NMA, en un nuevo despertar y

que corresponde a la problemática más sentida del pueblo de Dios hasta entonces confundido e inmerso en un estatismo religioso que lo convertía en convidado de piedra en las conmemoraciones de su propia Iglesia. Así se ha redescubierto la dimensión carismática de esta última. Algunos teólogos han reflexionado en torno al tema de los Nuevos Movimientos Apostólicos, sobre todo en dos sentidos: el primero resalta la importancia de éstos en la vida y misión de la Iglesia; y, el segundo no tiene una visión muy positiva de ellos. José Avendaño (septiembre de 2003) asegura que “a lo largo de la historia de la Iglesia, han ido apareciendo nuevas comunidades, familias espirituales y movimientos. Algunos han crecido y están todavía entre nosotros” (p. 669). Gracias a la eclesiología y a la teología del laicado desarrollada por el Concilio Vaticano II, junto a las asociaciones tradicionales han surgido muchas otras agrupaciones denominadas hoy “movimientos eclesiales” o “nuevas comunidades”. Una vez más, el Espíritu ha intervenido en la historia de la Iglesia dándole nuevos carismas portadores de un extraordinario dinamismo


misionero, y respondiendo oportunamente a los grandes y dramáticos desafíos de nuestra época. M. Marzal (2002) resalta la importancia de los movimientos como una nueva esperanza para la Iglesia que integra la interrelación personal, la aceptación de la Palabra, la revisión de la vida, la reflexión sobre la realidad a la luz del evangelio y un compromiso con la familia y la comunidad. En esta misma línea se presenta la postura del arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos quien, al inaugurar el primer congreso de movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades de América Latina, el 9 de marzo de 2006, dijo que el mayor desafío lanzado a la Iglesia, a principios del presente milenio, es la tarea que le ha sido confiada desde siempre: la evangelización. Prat Ramón plantea el papel del laico en la vida parroquial como la dinámica del compromiso que le sugiere su fe y que se convierte en acción apostólica de diálogo abierto y sincero. Los NMA tienen su propia originalidad pastoral que de ninguna manera entra en conflicto con la institucionalidad eclesiástica representada en la

figura del párroco. Leonardo Boff (1997) también considera que los NMA son una bendición para la Iglesia ya que se constituyen en vigías de la labor pastoral, logrando proteger a las comunidades de las influencias externas de algunas agrupaciones sectarias, proselitistas y divisionarias. Los NMA se caracterizan primordialmente por su identidad eclesial, al estar comprometidos con la Revelación. Se sienten convocados por el Espíritu Santo y avocados a su misión salvadora por medio de los dones y carismas en el servicio de los hombres, en la extensión del Reino de Dios y en la construcción de una sociedad más justa, cuyo centro sea el amor trinitario. Es ahí, en la sociedad y la cultura, en donde se ponen de relieve todos y cada uno de los valores religiosos en los que se manifiesta de continuo un cristianismo desprovisto de su esencialidad y significación. En sociedades reacias a la influencia del cristianismo, se suscitan llamados esporádicos al diálogo y a la dignificación del ser humano con el referente de Cristo como centro de la creación y cuyas propuestas, innovadoras y dinámicas, apoyan y refuerzan la misma misión de la Iglesia.

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Es claro que los NMA han dado un dinamismo a la comunidad eclesial, sin embargo, ellos, como novedad, han suscitado interrogantes, malestares y tensiones en ámbitos tradicionalistas en los que la fuerza de la razón jerárquica se impone sobre la espontaneidad que el Espíritu otorga a los laicos. Algunos teólogos consideran que los NMA tienen una naturaleza más bien sectaria que evangélica. Es el caso de Juan Martín Velasco, quien afirma que los NMA surgen de fuentes apartadas de las Iglesias cristianas o de otras confesiones, ejerciendo una función proselitista por la que se confronta la unidad de las Iglesias, lo que genera estados sectarios. Según esto, para Velasco, toda forma de organización espontánea al interior de las iglesias es un intento de independencia jerárquica e ideológica por el que se pone en riesgo la unidad doctrinal. Los nuevos movimientos de laicos en el magisterio de la Iglesia Este conjunto de grupos eclesiales también ha aparecido en Latinoamérica, de allí que el Episcopado Latinoamericano se pronuncie magisterialmente sobre

este fenómeno. Si bien los obispos de América se han pronunciado en torno a los NMA, aún no han hecho un pronunciamiento que permita mostrar de forma más completa la naturaleza de los movimientos y su incidencia en la Iglesia. El Documento de Río recoge las conclusiones de la I Conferencia del Episcopado Latinoamericano realizada en agosto de 1955, en Brasil. En este contexto se presenta una connotación negativa del término “movimiento”. En este documento no se hace alusión directa a los NMA, ya que aún no eran muy difundidos. Sí se hace mención a la Acción Católica, dedicada a la colaboración de los seglares con el apostolado jerárquico. El Documento de Medellín, en algunos de sus artículos, utiliza el término movimiento en varios contextos: familiar (3), juvenil (5), laical (10). El tema de los movimientos laicales parte de una crítica a la Acción Católica por “la insuficiente respuesta” a las nuevas condiciones de vida, la rigidez de las estructuras y un no ubicarse en “un contexto de compromiso histórico liberador”. Por otra parte, se reconocen y promueven los movimientos


en ambientes o estructuras funcionales. El Documento de Puebla utiliza con una mayor frecuencia la denominación de “movimientos apostólicos”, aunque también el de “movimientos laicales o de laicos”. Suele referirse igualmente a las “comunidades eclesiales de base (Río) y a los movimientos juveniles. Todo el documento invita a una planificación pastoral regional integrada con la vida y función de los diversos movimientos. El Documento de Santo Domingo utiliza la denominación “movimientos apostólicos” con mayor frecuencia, seguida por la de “movimientos eclesiales”. También se habla de Comunidades Eclesiales de Base, como algo distinto de los movimientos. Es notable la influencia de la exhortación apostólica postsinodal: Christifideles laici de Juan Pablo II, citada regularmente. Según el texto, los movimientos deben oficiar en el marco de la nueva evangelización. Los padres de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada del 13 al 31 de mayo de 2007, certifican que “en el mundo moderno, debemos responder a

nuevas situaciones y necesidades de la vida cristiana. En este contexto, también los movimientos y nuevas comunidades son una oportunidad para que muchas personas alejadas puedan tener una experiencia de encuentro vital con Jesucristo y, así, recuperen su identidad bautismal y su activa participación en la vida de la iglesia, en ellos, podemos ver la multiforme presencia y acción santificadora del espíritu” (p. 312). Juan Pablo II realizó, en el año 1998, un encuentro con movimientos apostólicos. Allí reconoce la novedad e importancia de estos grupos y que deben ser más valorados en la vida del Pueblo de Dios, ya que son fruto del Concilio Vaticano II y han obtenido poco a poco una autoconciencia más madura (2). Para él, los movimientos pertenecen a la dimensión carismática de la Iglesia (5), son una realidad concreta compuesta sobre todo por los laicos que poseen un itinerario de fe, un testimonio, una profundización en el misterio de Cristo, son fieles a la Iglesia, su misión tiene que ver con las situaciones concretas de las personas (3), están fundamentados en el carisma de un fundador e invitan a vivir

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plenamente y con creatividad la experiencia cristiana (4). Además Juan Pablo II manifiesta el deseo de que estos grupos den un testimonio común y permanezcan en la comunión de la Iglesia, de modo que puedan compartir con toda ella su riqueza espiritual, educativa y misionera (1). En el discurso del 30 de mayo de 1998, en el mismo contexto del primer encuentro mundial de movimientos y comunidades eclesiales con el Papa (2), Juan Pablo II afirma que éstos son la prueba de la efusión del Espíritu, ya que aunque cada movimiento es diferente, los une la misma comunión y misión (5). El espíritu y el carisma que él infunde en el fundador del movimiento hacen que éstos se presenten como formas de autorrealización y reflejos de la única Iglesia (6). Si bien, estos grupos han suscitado interrogantes e incluso malestar, es el tiempo de mostrar que son de importancia para la Iglesia por su madurez y compromiso. Los movimientos tienen un gran reto, el de dar respuesta a un mundo secularizado, mediante el anuncio de Jesús y una sólida formación cristiana (7). Es curioso ver como Juan Pablo II en este discurso hace alusión, con mucho énfasis, a la importancia de ser fieles a

la autoridad y obedecer a los obispos (8). Benedicto XVI reunió a más de 100 movimientos apostólicos en el año 2006. En su mensaje preparatorio para dicho encuentro anunció el tema de esa reunión, a saber: “La belleza de ser cristiano y la alegría de comunicarlo”. Según él, los movimientos han mostrado de una forma particular la luz de Cristo y lo han seguido, logrando comunicar el cristianismo mediante su testimonio, amor, unidad y alegría. Los movimientos son “signo luminoso de la belleza de Cristo y de la Iglesia, su esposa”. En esta oportunidad el Papa los invita a ser escuela de comunión, vivir en la verdad, amar a Jesús, llevar la luz de Cristo a los diferentes ambientes sociales y culturales, a ser constructores de un mundo mejor y a ser obedientes al Papa y a los obispos. En su homilía durante el II Encuentro Mundial de Movimientos, Benedicto XVI (2006) al hablar del Espíritu Santo creador, reconoce que un cristiano no abusa del mundo, por el contrario protege la vida y se deja vivificar por él que es la vida. En esta oportunidad invita a los movimientos a ser escuelas de libertad y unidad en la


multiformidad, a edificar el cuerpo de Cristo en una sociedad más justa, con una mejor convivencia, una opción especial por los pobres, y la construcción de una civilización del amor. La incidencia de los Nuevos Movimientos Apostólicos en Medellín Los NMA, en la arquidiócesis de Medellín, tienen como objetivo evangelizar en todos los sectores de la Iglesia, mediante el apoyo pastoral en cada organización comunitaria, social y parroquial, llevando las expresiones de fe al interior de la vida humana. Según el Pbro. Diego Bedoya, responsable de la pastoral dirigida hacia los laicos en la Arquidiócesis de Medellín, en la ciudad existen alrededor de 14.000 personas vinculadas a 94 movimientos apostólicos. A partir del ejercicio investigativo realizado con el fin de determinar la incidencia en Medellín de los Nuevos Movimientos Apostólicos, hemos encontrado que: Primero, los Movimientos Apostólicos de la ciudad de Medellín se conforman por diversas razones, entre las que se encuentran el deseo de servicio

a la comunidad parroquial y a la Iglesia y de vivir radicalmente el Evangelio por medio de la oración, el fortalecimiento de los espacios de encuentro, la formación permanente y la evangelización. Este deseo es generado por la predicación de algunas personas o el testimonio de vida de los miembros de los movimientos. Si bien hay personas que no permanecen mucho tiempo en ellos, se constata que hay quienes han continuado allí durante 8, 10, e incluso, 20 años. La razón de esta permanencia es la continua motivación generada en ellos por parte de los líderes de los movimientos, así como los cambios en los estilos de vida que perciben quienes ingresan al grupo. Segundo, es evidente que los miembros de los movimientos manifiestan un grado de afectividad y dependencia con respecto al grupo ya que éstos tienen una gran conciencia de su condición de comunidad, pues se esfuerzan por permanecer unidos, se refieren a sí mismos como comunidad, tratan de vivir una vida en comunión, cultivan la amistad y el sentido de pertenencia, se escuchan permanentemente y se esfuerzan por ser fraternos. Son personas que se ven felices

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en el movimiento, manifiestan gozo cuando se comparten con alegría las experiencias realizadas en el trabajo pastoral. Esto se evidencia también en el grado de corresponsabilidad de sus miembros ya que este indicador es evidente en el grupo por el grado de formación que adquieren, por la preparación de las actividades a realizar, y por el cumplimiento de sus deberes en el trabajo evangelizador que tiene en cuenta su identidad de laicos. Tercero, estos grupos están vinculados de forma directa o indirecta con las autoridades eclesiásticas, obedecen al Papa, se actualizan en las decisiones eclesiales, son formados por sacerdotes, teólogos o por agentes de la Arquidiócesis de Medellín, con base en las indicaciones de la doctrina social de la Iglesia, documentos pontificios y de la Conferencia Episcopal de Colombia. No es normal escuchar comentarios descalificadores de la institución eclesial o de su jerarquía. Estas personas ayudan a la comunidad por medio de la pastoral, motivan a la participación activa en los sacramentos, tienen prácticas como la meditación mediante el Rosario, la lectio divina, retiros y

acompañamientos espirituales, la catequesis y la evangelización; acompañan a personas de la calle y también brindan alimento a quien lo necesite. Cuarto, en cuanto al proceso de evolución y crecimiento de la persona en el grupo cabe decir que estos movimientos inician con pocas personas pero se expanden rápidamente debido a la invitación continua que hacen, a su predicación y testimonio de vida. El crecimiento no se da sólo en términos cuantitativos sino también cualitativos. Ellos crecen en valores, en confianza en el seguimiento de Jesús, en el amor a los seres humanos. Muchos laicos alcanzan una madurez cristiana, deseo de unidad, eclesialidad, generosidad en el trabajo, oración, conocimiento y vivencia del evangelio. Se generan allí vocaciones sacerdotales o religiosas. Este crecimiento es favorecido por la constante dedicación de sus miembros a las asesorías permanentes y a las actividades propias que realizan. Quinto, en estos grupos hay diversidad en sus integrantes: asisten a ellos tanto adultos como jóvenes y niños; pertenecen a estratos diversos, de acuerdo


con la ubicación geográfica de los grupos y los intereses de cada comunidad. Por lo general son grupos mixtos. La gran mayoría de estos movimientos están abiertos a personas de cualquier nivel de formación y cultura. Es frecuente ver que, en el momento de los encuentros, el grupo se distribuye de acuerdo con la edad y nivel de formación. Por ejemplo, se realizan encuentros de jóvenes, profesionales, niños o adultos, esto con el fin de facilitar el aprendizaje. Sexto, estos movimientos de laicos suelen ser reconocidos por las comunidades parroquiales ya que su trabajo con la comunidad es evidente. No todos los grupos poseen reconocimiento canónico o civil, a pesar de esto se rigen por normas internas y funciones específicas que garantizan la unidad. Séptimo, en la Iglesia hay diversidad de carismas y esto se evidencia a la hora de hacer una comparación de los grupos. Cada movimiento determina su misión y las actividades a las que se va a dedicar, define su carisma, valores, reglas, enfoque pastoral, forma de vestir, niveles de formación teológico-pastorales,

lugares y momentos de encuentro. Cada uno tiene características que lo particularizan con respecto a otros. Conclusiones Los Nuevos Movimientos Apostólicos son grupos de personas, sobre todo laicas, que surgen durante la época del Concilio Vaticano II para responder a los nuevos retos que planteaba la época contemporánea, sobre todo en relación al secularismo, la indiferencia hacia lo institucional, la sed de Dios y la necesidad de compromiso cristiano con el mundo. Los teólogos han especulado un poco sobre la incidencia de estos movimientos en la Iglesia Universal, algunos de ellos con posturas contrarias. Para unos los movimientos son un beneficio para la Iglesia y fortalecen los procesos de evangelización; para otros, lo que hacen es dividir a la Iglesia e instaurar un involucionismo al interior de la misma. El magisterio de la Iglesia también se ha pronunciado ante este fenómeno. En Latinoamérica, los obispos han mostrado la necesidad de estos movimientos pero aún no

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los han caracterizado mucho. Juan Pablo II realiza el primer encuentro mundial con movimientos y nuevas comunidades eclesiales y reconoce su importancia en la vida de la Iglesia por ser fruto del Espíritu y aportar a la evangelización. Benedicto XVI habla de los nuevos movimientos como signo luminoso de la belleza de Cristo. A pesar de las diferencias en su configuración, los NMA en la ciudad de Medellín son nuevas estructuras de evangelización que la Iglesia instituyó para transmitir todo el contenido de la fe, la revelación y el amor que nos une con el misterio de Dios en el actuar cotidiano de los seres humanos, frente a los contextos globalizantes de la Iglesia contemporánea. Ellos realizan proyectos de desarrollo humano en contextos sociales, políticos y económicos, todo esto partiendo del seguimiento de Jesús y con miras a la construcción del Reino de Dios. La participación del laico en estos movimientos es fuerte, concreta y perseverante, mostrando su fe y siendo testimonio de vida en el hogar de cada uno de ellos y en su entorno parroquial. Logran un reconocimiento en la Iglesia local por su oración, misión y la

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