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Cincuenta

Al pie del Denali

-Subieron hasta allá y no llegaron a la cumbre?-dije mirándolos con incredulidad-. ¡Qué desalentador! -De alguna manera la montaña pierde significado ante la importancia de la supervivencia -resopló fuertemente y tomó un sorbo de sidra-. ¡Simplemente me siento feliz de haber podido bajar vivo de esa montaña! Estoy listo para irme a casa ... ¡vivo!

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Su hogar, explicó, estaba en New Hampshire.

Y aquí estaba yo, un escalador relativamente inexperto, escuchando cómo escaladores maduros temían por su vida. ¿Cómo podré hacer alguna vez ese ascenso?

Él se despidió para hacer una llamada telefónica. -Mi esposa-dijo- estará muy contenta de saber que estoy camino a casa.

Su compañero de aventuras miraba atentamente su tasa de café caliente. -¿Estuvo de veras malo, eh? -le pregunté. -Es una experiencia que nunca olvidaré.

Me miró con una expresión inquieta en los ojos, como si midiera sus palabras por mis reacciones. -A siete mil metros de altura hice un escalón en la montaña y vi el guante de un escalador bajo el hielo. Cuando miré más de cerca, me di cuenta que la mano del escalador todavía estaba dentro del guante.

Un estremecimiento de miedo me recorrió toda la espina dorsal. -¿Una mano humana? -Por el estilo del guante, sospecho que era un escalador perdido en la montaña a principios de la década de 1970. Más de veinte años de estar enterrado en el hielo -sacudió la cabeza con un temblor-. Yo me consideraba un escalador maduro, pero ahora, me siento increíblemente afortunado de estar aquí abajo, sano y salvo. ¡Dios de misericordia, estoy muerto! Miré hacia el pedazo de pizza que estaba sobre la mesa delante de mí. ¡Mi última cena! Jamás había estado tan asustado en mi vida.

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

Ni durante ni después del accidente del bote. Ni siquiera antes que me amputaran la pierna. ¡Tenía que estar loco para tratar de escalar el Denali!

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