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Esperanza y desilusión
Esperanza y desilusión
Solo en mi cuarto, después de la hora de visitas, me quedaba viendo al cielo raso, contando los agujeros en el material, y llorando: "¿Por qué a mí, Señor?" "¿Por qué a mí?"
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Después de una semana en la unidad de cuidados intensivos, me cambiaron a un cuarto regular. Yo tenía mi propio cuarto en mi casa. Y aquí tenía que aguantar a un corµpañero de cuarto que tosía y se quejaba por las noches, lo cual me imposibilitaba conciliar el sueño. "¿Por qué a mí, Señor? ¿Por qué tenía que ocurrirme esto a mí?" Cuando no estaba pidiéndole a Dios una respuesta, estaba pidiéndole a la enfermera que me aplicara algún calmante para el dolor. Sentía que ya no tenía ningún control sobre mi vida o sobre mi cuerpo. Eran otros los que decidían mi destino.
A pesar de mi incomodidad, disfrutaba de la atención que me daban. Recibía cartas y tarjetas de personas completamente extrañas que me decían que estaban orando por mí. Los miembros de la iglesia venían a visitarme. Mis amigos venían en grupos desde Tulsa, trayendo toda clase de regalos. ¡Me sentía como una celebridad!
Uno de mis compañeros me trajo una gorra roja de fieltro con una plumita prendida en el listón. Me encantaba el curioso sombrerito y me lo ponía siempre que los asistentes del hospital me sacaban de mi cuarto.
Los amigos me ayudaban a sobrellevar el dolor. Mike, mi compañero de cuarto, venía a visitarme cuando podía. El me contaba los últimos chismes acerca de mis otros camaradas, y opinábamos en cuanto a cuál equipo ganaría la serie mundial. Mis amigas, DeAnn, que era porrista, y Emily, que había estado en el bote el día del accidente, me mantenían al día en cuanto a quién andaba enamorado de quién, y quién había terminado con quién. Mis amigos y yo hablábamos de todo, excepto de fútbol. Siempre que yo tocaba el tema, ellos cambiaban inmediatamente de conversación.
El fútbol había sido parte de mi vida. Como medio delantero, tenía el récord de tacleador de mi equipo durante