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11. Comienzan las montañas de verdad
Capítulo 11
COMIENZAN LAS MONTAÑAS
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DE VERDAD
Glaciar Kahiltna
En nuestro camino hacia la estación de los guardabosques para registrarnos, pasamos muchos racimos de tiendas, esparcidas por todo el campo de nieve. Todas estaban rodeadas de una muralla tallada en la nieve. La nieve es la fuerza que rige la montaña.
La nieve puede llegar a ser la amiga o la enemiga de los montañistas. Los escaladores caminan sobre ella, duermen sobre ella, se resbalan por ella, y cocinan con ella. Ellos funden la nieve para evitar la deshidratación. La utilizan para aislarse contra el viento, contra los descensos extremos de la temperatura e inesperadas tormentas en la montaña. Tienen que protegerse contra la ceguera que causa la nieve y contra los rayos del sol que intensifica.
Contemplé la nieve que crujía bajo el peso de mis botas, me maravillé de lo blanco y brillante que era todo. ¡Aunque el sol se había ocultado, aún podía leer un libro con la cantidad de luz que había disponible!
Mientras Adrián y Whit descargaban nuestro equipo, Mike y yo localizamos a la encargada del parque. Ella se presentó como Annie.
Annie era una higienista dental de Nueva Inglaterra, pero pasaba los veranos trabajando para el servicio de
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parques nacionales. Ella nos dirigió hacia un buen lugar para acampar. -¿Has visto qué cantidad de gente hay aquí en el campamento base? -le susurré a Mike-. Yo pensaba que íbamos a las agrestes y desérticas soledades de Alaska. ¿Están todos aquí para escalar el monte McKinley? -Sí -me dijo la guardabosque que me había escuchado-. No se dejen engañar por estas suaves temperaturas -nos advirtió-. La estación de meteorología de Anchorage dice que puede bajar esta noche. Hay un sistema de baja presión que está moviéndose hacia acá. Pero el lunes habrá desaparecido.
Un polvo de nieve cayó sobre nosotros cuando estábamos levantando la tienda y estableciendo nuestro campamento. Para cuando el chocolate estuvo caliente, ya podía sentir las bajas temperaturas de la montaña en mis huesos. Quité la cubierta de la taza con las manos entumidas y probé el líquido caliente. Desde que llegarnos al campamento base a 2.346 metros de altura. me había sentido increíblemente sediento. No necesitaba recordarme que. a esta altura, la deshidratación sería mi constante enemigo.
Después de la cena, me relacioné con los escaladores que acampaban al lado de nosotros. Nos sentarnos alrededor de su estufa en su tienda. contando incidentes de ascensiones al McKinley. Yo compartí con ellos mi objetivo de romper el récord mundial establecido por Adrián.
Cuando me preguntaron cómo me había interesado en el montañismo. les conté acerca del Proyecto de los Cincuenta Picos: -Ellos querían mostrarle a la gente que los desafíos no tienen por qué impedirles que alcancen sus objetivos.
Uno de los escaladores silbó a través de los dientes: -Buena suerte. amigo. El terreno de allá arriba es traicionero, incluso para un hombre con dos piernas.
Sonreí con expresión indescifrable al decirle: -Eso es lo que he escuchado.
Una nueva infusión de energía nos invadió mientras conducíamos nuestro vehículo hacia el norte, rumbo a mi estado natal, Oklahoma, y su pico más alto, el monte Black Mesa, de 1.666 metros de altura. La meseta Black Mesa, de 34 hectáreas, una de las mesetas más grandes del mundo, se extiende por Colorado y Nuevo México. Localizada en la parte más occidental de la manga de Oklahoma, y una vez conocida como tierra de nadie, la zona era refugio de bandidos y prófugos de la justicia, a mediados del siglo pasado.
Durante nuestra ascensión a Black Mesa al día siguiente, nos encontramos con un grupo de tercero y cuarto grados de la escuela primaria de Felt. Les dirigí unas breves palabras en la cumbre: -No piensen que las personas que sobrellevan incapacidades no pueden hacer nada. Lo único que tienen son desafíos diferentes que vencer.
Firmamos autógrafos y posamos para muchas fotografías con los niños en el monumento de granito que señala el punto más alto. El grupo me invitó a caminar con ellos en el descenso. En el camino de regreso, exactamente frente a mí, una de sus maestras se cayó repentinamente. - Deténganse y tengan calma -dije a los niños mientras quitaba cuidadosamente una roca que la maestra tenía sobre la pierna.
Whit y los otros maestros la bajaron del empinado cerro, mientras yo guiaba a los niños que venían atrás. -Qué bueno que estemos aquí -dije a Whit, mientras viajábamos rumbo a Kenton para registrar nuestra ascensión a la montaña en el Kenton Mercantile.
De allí, llamé a los guardabosques para preguntar por las condiciones de los senderos en los estados del oeste. Me informaron que la nieve se había estado derritiendo rápidamente y los senderos se veían muy bien.
Los relámpagos estallaron con grandes truenos desde un pesado banco de nubes que quedaba al oeste de nuestra ruta mientras nos dirigíamos rumbo al monte Sunflo-
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wer, el pico más alto de Kansas, cerca de la frontera con Colorado. De vez en cuando, nos caía una fuerte lluvia y a veces granizo; pero manteníamos un ojo alerta a la presencia de algún posible tornado.
La tormenta había aclarado ya cuando subimos manejando nuestro vehículo hasta la cumbre y posamos para las fotografías, al lado del girasol de 2 metros de altura hecho con largos clavos de ferrocarril que marcaba el sitio más alto. Cerca de allí, otra marca impresa a mano decía: "En este sitio no ocurrió nada en 1897".
Mientras nos dirigíamos hacia Tangarado, Kansas, me sentí lleno de entusiasmo y estuve tamborileando con los dedos el acompañamiento a una pieza musical de Jazz que tocaban en la radio. Me sentía bien, realmente bien. Ya habíamos subido 38 picos en menos de 30 días. El monte Elbert de Colorado, de 4.837 metros, sería el número 39. Felizmente.estábamos adelantados por varias semanas del récord. Creo que vamos a lograrlo". -¿Eh? ¿Qué?-dijo Whit, mirándome muy sorprendido. -¡Que lo vamos a hacer! ¡Con la ayuda de Dios vamos a romper el récord!
Subimos la ruta de unos 4 kilómetros de aproximación al monte Elbert muy temprano por la mañana, porque durante el verano llueve y a veces hay tormentas por las tardes en la montaña. No queríamos quedar atrapados en una de las expuestas crestas del cerro bajo una lluvia congelante o en una tormenta de nieve ... o en una tormenta eléctrica. Hacía poco un escalador había sido alcanzado y muerto por un rayo en el monte Elbert.
Sentía la elevación mientras subíamos los últimos cientos de metros. Me faltaba un poco de oxígeno, pero en lo demás, me sentía fuerte. En el viaje de regreso de la montaña de 4.837 metros, encontré rastros de cabras monteses. Yo tenía la esperanza de ver al menos una de lejos mientras estaba en la montaña, pero no sería por ese día.
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Aceleré el paso, agitando los brazos mientras caminaba, alabando a Dios. La pierna y al dedo habían sanado lo suficiente como para que no me dolieran a cada paso. Me sentía bien, realmente bien.
De regreso al vehículo, estudié el mapa de carreteras, tratando de decidir cuál sería la mejor ruta rumbo al pico más alto de Nuevo México, que era el Wheeler Peak. Esa noche, me sentía como si pudiera vencer al mundo. O al menos al Wheeler Peak.
La mayor parte del siguiente día viajamos a lo largo de la sinuosa carrete _ ra que conduce hacia el sur, rumbo al área desértica del Wheeler Peak, del Parque Nacional Carson. Detuvimos la camioneta en el estacionamiento exclusivo para los escaladores en el Taos Ski Valley y dormimos allí. La siguiente mañana salté del vehículo y me estiré. Me encontraba listo para atacar el sendero. Caminamos hasta el sendero del Blue Lake, hasta el monumento de roca y mortero de un metro de altura que está en la cima del pico. Tomamos nuestras fotos; luego nos dirigimos hacia abajo por una ruta un poco más corta, pero más abrupta. Llegamos a nuestro vehículo cansados y sedientos.
Nos dirigimos hacia Taos, desde donde llamamos a Lisa para tener información más precisa sobre los arreglos que ella estaba haciendo para que hubiera cobertura de los medios masivos de comunicación cuando subiéramos el punto más alto de Arizona. -¡Lo tenemos! -gritó ella emocionadísima-. El congresista Lewis escribió la carta, haciendo arreglos para el permiso militar de Mike. Él puede reunirse contigo en Wyoming!
Salté de gozo. Con la ayuda de Mike en el monte McKinley, teníamos muchas posibilidades de romper el récord.
De Taos, nos dirigimos hacia Santa Fe, luego hacia el oeste, por la carretera 1-40 que cruza Nuevo México y Arizona hasta Flagstaff. Después de una breve parada para reparaciones, nos dirigimos 17 kilómetros hacia el norte
hasta Flagstaff, rumbo al Humphreys Peak, el principal de los cuatro San Francisco Peaks. Está en el área Kachina Peaks Wilderness del Cocomino National Forest. Como el Denali de Alaska, la montaña de 4.234 metros es sagrada para los nativos de la tribu American.
Habíamos escalado anteriormente el Humphreys una vez como práctica. Esa, fue una de nuestras primeras ascensiones y fue mi primera experiencia con las elevadas altitudes y con la nieve. Rápidamente descubrí que no tenía el equipo adecuado para subir a la zona de nieve. Siendo que no teníamos zapatos para la nieve ni tacos para andar en la nieve. sufrí efectos secundarios tanto en la prótesis como en la pierna buena. Cuando eso ocurrió, pisé la nieve y me hundí profundamente.
En aquel viaje yo me había preguntado a cada paso si me hundiría en la nieve una pulgada o hasta la cintura. Gajos de árboles rotos y sepultados bajo la nieve; algunas veces me hicieron perder el equilibrio, dejándome con la cara sobre la nieve. Pedí a Dios que me permitiera subir a la cumbre y bajar de la montaña sin romper mi nueva pierna.
Cuando oscureció, nos costó trabajo decidir cuál de los muchos senderos conducían a la cumbre. ¡Maravilloso! Pensé. ¡Lo único que nos falta es que nos perdamos, toda la noche, en esta montaña!
Continuamos subiendo mientras un viento huracanado nos abofeteaba y nos congelaba los dedos. En la cumbre, firmamos el libro de registro y comenzamos inmediatamente el descenso. A pesar de mi incomodidad, me sentía bien, realmente bien. Difícilmente podía contener mi entusiasmo. ¡Había escalado mi primera montaña de verdad!
Pero el ascenso sería más fácil ahora. El año estaba más avanzado, y hacía más calor. La nieve había desaparecido. A las 5:30, la siguiente mañana, Sara Jane, reportera de un periódico local. me encontró en el campo, en la base de la
montaña. Tomó algunas fotos antes de que yo le preguntara si le gustaría escalar la montaña. -¿Yo? ¡No, gracias! Jamás podría yo escalar el Humphreys.
Sonreí: -Bueno, usted sabe, parte de mi propósito al escalar los cincuenta picos más altos es animar a otros para que venzan sus propias limitaciones. Quizá yo pueda ayudarla un poco.
Ella movió la cabeza con incredulidad al decir: "No sé si podría". Pero noté un rayo de deseo en los ojos. -¡Vamos!-la instó Whit-. Nosotros la ayudaremos. -Está bien. Lo intentaré-respondió con una inspiración.
Mantuvimos un paso constante en la montaña. En cierto lugar, se me deslizó la pierna artificial entre dos rocas, y caí duramente. Pero había llegado a comprender que las caídas son parte de una caminata.
Con un poquito de ayuda y muchas palabras de ánimo, Sara Jane logró llegar a la cumbre y bajar de nuevo. En la cumbre, escribimos nuestros nombres en los registros.
Con pensamientos positivos, tomamos otro camino de regreso. -¡Lo hice! ¡Lo hice! -gritaba Sara Jane para que todos la oyeran.
Y allí nos despedimos. Ella tomó rumbo al sur y nosotros fuimos al norte, hacia Salt Lake City. Los 870 kilómetros de viaje nos llevaron por maravillosos escenarios. Un día, me prometí a mí mismo, volveré y caminaré los sende-
ros de Zion National Park, y subiré a los arcos de arenisca roja de la cumbre del Bryce Canyon. Algún día ...
Kirsten, un amigo de Sara Jane, y un reportero del diario local, nos encontraron en las gradas de la escalera de entrada del edificio del capitolio, donde me entrevistaron. Rick Porter, del Proyecto de los Cincuenta Picos, también nos encontró allí. El tenía el deseo de filmar nuestra subida al King' s Peak de Utah.
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Pasamos una tarde tranquila visitando la ciudad de Salt Lake City con amigos, luego manejamos rumbo a la casa de Rick y conocimos a su esposa, Natalie, y sus hijos. Llamé a Lisa para comentar la propuesta de Rick, luego hablé con Whit. Estuvimos de acuerdo en pagarle a Rick para que filmara el ascenso.
Nos metimos como pudimos en la camioneta y seguimos rumbo al este, a Wyoming, hacia el área High Vintas Wilderness del Wasatch y Ashley National Forest. El libro guía decía que los escaladores por lo general toman entre dos y cinco días para recorrer las agotadoras 50 kilómetros hasta la cumbre del monte Kings Peak.
Acampamos en el campamento del Henry Fork Basin, y comenzamos el ascenso. Queríamos avanzar tanto como pudiéramos el primer día. Whit se adelantó, y yo tomé un paso más lento para proteger el muñón del exceso de ejercicio que se requiere en las montañas más difíciles. Llegué a una corriente y me senté sobre una roca para descansar. Repentinamente, una tropa de Boy Scouts emergió de los bosques y comenzó a cruzar la corriente.
Uno de los muchachos se volvió y me miró con curiosidad; luego notó mi pierna artificial. -¡Hey, tú eres el tipo con una sola pierna que está escalando todas las montañas! ¡Vi tu fotografía en el periódico anoche! -Así es. Yo soy el tipo -dije sonriendo de mala gana.
La publicidad de Lisa estaba dando resultados. La gente nos reconocía casi dondequiera que íbamos.
Un segundo Scout se me acercó donde estaba sentado para decirme: -Toda la gente está hablando de ti. -¿De veras? -¡Sí! ¡Eres una especie de héroe!
Los otros niños se reunieron alrededor de la roca. Las preguntas menudearon durante la siguiente hora. Un muchacho preguntó:
-¿Fuiste alguna vez Boy Scout? -Claro que fui un aguilucho Scout también. Me encantaba la exploración. Pasábamos horas maravillosas acampando en el desierto. Los dirigentes de nuestro grupo nos enseñaban a caminar con seguridad, como también técnicas de emergencias. Además nos daban lecciones en cuanto a la edificación del carácter y la honestidad.
Seguimos bromeando durante un buen tiempo más. Después, continué mi ascensión al Gunsight Pass, de 3.963 metros de altura, un paso de montaña en forma de V, como la mira de un rifle. Allí me encontré con Whit, y nos detuvimos en la cumbre del paso, para esperar a Rick que se juntaría con nosotros. -Siendo que tienes que moverte más despacio, quizá debieras seguir, mientras yo te espero -sugirió Whit. Tú puedes encontrar algún buen lugar para acampar. - Buena idea.
Al pie de una colina, consulté el mapa para descubrir cuál era el sendero correcto. El sendero más corto pasaba derecho a través de glaciares cenagosos y terrenos cubiertos con arbustos. El sendero más largo era más alto y más seco. Elegí la ruta más elevada. En Anderson Pass miré para atrás y vi a Whit y a Rick en el sendero detrás de mí. Descendí para encontrarme con ellos. Cuando llegué donde estaba Whit, no vi a Rick por ninguna parte. -¿Dónde está Rick?
Whit me dirigió una sonrisa que más bien parecía: una mueca. -Está a casi un kilómetro más atrás. Dice que está exhausto. Que no podrá avanzar ni un paso más.
Miré alrededor de nosotros. Unos arbustos tachonaban la región que era razonablemente plana. Entonces sugerí: -Podríamos acampar aquí esta noche. - Buena idea. Bajaré y ayudaré a Rick a subir hasta aquí.
Whit regresó a donde había dejado a Rick y lo trajo al lugar donde habíamos decidido acampar. Comimos nues-
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tra comida deshidratada cuando el sol se puso. Con nuestras bolsas de dormir en el piso y cómodamente acostados, miramos el manto de estrellas que llenaban el claro cielo de la noche. Saqué un libro de astronomía que había comprado en el camino y traté de identificar las constelaciones. Antes de dormirnos, hablamos acerca del ascenso que haríamos al siguiente día. Llegaríamos a la cumbre y regresaríamos inmediatamente por el sendero.
Después del desayuno, Rick se puso delante de mí para tomar algunas buenas secuencias de los últimos metros del ascenso a la cumbre de la montaña. El sendero comenzaba muy cómodo, ganando altitud lentamente. Rick saltó hacia adelante, haciendo tomas con la cámara mientras yo brincaba sobre las rocas, ya más allá del límite de los bosques. Cuando uno sube el crestón del King' s Peak, las rocas se vuelven peñascos. Me filmó mientras firmaba el libro de registros en la cumbre, y también cuando observaba pensativamente los hermosos valles y los elevados picos que se veían a la distancia.
Subí al monumento y leí en voz alta la placa: "En honor a Clarence King (1848-1901), geólogo estadounidense quien ... " Las palabras estaban en la placa que hay en la cumbre del King's Peak, el pico más alto de Utah. Escuché algo así como un taconeo detrás de mí y me volví, esperando ver a Whit. -Hola, Whit, ¿sabías que ... ? -Hola- una mujer rubia, de unos veinte años, con una gran sonrisa, me saludaba a pocos pasos detrás de mí. -Hola- dije, devolviéndole la sonrisa.