Trabajo académico publicado en otoño de 2017 Textos e imágenes: Jorge Sanz Bermejo Edición: Jorge Sanz Bermejo
Prólogo
Cuentan que hubo una vez un poeta enamorado de la Luna gitana, de la risa del niño y del canto del agua que corre por las acequías. Un poeta que con cada verso dibujaba sobre el papel un pedacito de su tierra. Cuentan que se llamaba Federico García Lorca y que fue asesinado, por homosexual y republicano, apenas un mes después de estallar la Guerra. Pero no saben que hay otra historia. Una historia que no se cuenta. Todo empezó una tarde de verano de 1936. Recogí a Federico en casa de su madre y juntos llegamos, cuando caía la noche, al refugio que construí para él en un rincón de su Granada. Allí lo dejé y partí rumbo a Madrid, desde donde me comuniqué con él a través de cartas. Yo me rendía a la cómoda frialdad de mi máquina de escribir. Él preféría los versos de su puño y letra. Nunca supe cuál iba a ser el desenlace de la partida, pero sí que merecía la pena jugar. Poque salvar a Lorca era salvar al mundo de su propia suerte.
Granada 21 de julio de 1936 Tres días después del golpe de Estado contra la República.