Número 333 Mayo 5, 2013
El mundo del trabajo / El futuro de Cuba a debate / El museo Van Gogh revela los secretos
José Luis Sampedro: El río que nos lleva | SANTOS M. RUESGA
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uienes primero denunciaron la miseria de la cual se nutría la nueva riqueza, fueron los novelistas y los narradores. Descripciones como las de Víctor Hugo sobre la inicua condición de los habitantes en los barrios parisinos fueron tema de las mejores plumas. También de viajeros, observadores y testigos. Viviendas infectas, socavones donde transcurría la vida de los mineros, niños atados a las máquinas, esposas obligadas a prostituirse, envejecimiento en la flor de la edad: casi ningún mal se les ahorró a los obreros, que montaron sobre estas desdichas el más poderoso y sofisticado sistema de producción conocido desde los inicios de la historia. El trabajo, es desde luego, anterior al capital, pero en ninguna etapa previa a la del dominio de éste sobre toda la sociedad, se le sometió a una presión tan formidable, elevando su productividad hasta grados desconocidos, a costa de los trabajadores. No obstante que el sistema descansa absolutamente en el trabajo, en pocas etapas ha sido tan despreciado. El dinero, suprema expresión del trabajo acumulado y puesto en las manos de unos pocos, se convirtió en el amo y señor, despegado de sus orígenes. Tanto así, que la paradójica expresión: “No trabajo, porque si lo hiciera, no tendría tiempo para ganar dinero”, es una realidad. No hace mucho leí un texto sobre la forma de vida de los nuevos ricos en China, jóvenes que van de un exótico salón a otro en donde fraguan cuantiosas inversiones entre banquetes y shows. Sólo aceptando que hasta el placer mismo es trabajo como alguno señalaba con ironía, puede dejar de considerarse a estos capitalistas como parásitos sociales. El mundo del trabajo es de esta manera colocado en la esfera de lo bajo, lo no deseable. No puede decirse que a
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Víctor Orozco
El mundo
El Día Internacional del Trabajo se celebra en casi todos los países. Fue ideado originalmente por el congreso de la Segunda Internacional en 1889 como una huelga general de un día en remembranza de la convocada en Chicago tres años antes justo el 1 de mayo y que derivó en el linchamiento de varios de sus líderes, víctimas de una provocación policíaca y de unos jueces corruptos. El propósito central de la celebración fue expresar la unidad obrera en torno a demandas como la jornada máxima de ocho horas (ocho de labor, ocho de sueño, ocho en casa) y el salario mínimo. El siglo XIX había visto cómo los capitalistas podían llevar la explotación de sus obreros hasta grados inimaginables de sufrimiento. esta condición lo ha llevado el sistema capitalista, tan sólo la ha confirmado y en ciertos momentos la ha exacerbado. De hecho y no obstante que la humanidad no puede vivir sin el trabajo y ni siquiera es posible concebir un mundo sin esta acción constante para satisfacer necesidades de
todo orden, el trabajo ha sido casi siempre desdeñado y tenido como un castigo. En el mito bíblico, por ejemplo, Jehová maldice al hombre condenándolo a “comer el pan con el sudor de su frente”, implicando que el ideal dichoso estaba en el paraíso, sitio fantástico en donde es innecesario laborar para vivir. Puesto que la divinidad tiene las llaves para llegar allí, deriva de este monopolio todo su poder sobre los hombres. Aunque, mucho antes de que se escribiera la leyenda del Génesis, había un gran acopio de dichos sobre la imposibilidad de ganarse el pan si no era con el trabajo, a menos que se apropiase del ajeno. La condena al trabajo tiene su correlato en la exaltación
PRIMERO Estados Unidos El miércoles, se llevaron a cabo manifestaciones por el Primero de Mayo, en el marco de las manifestaciones anuales de apoyo a los derechos de trabajadores e inmigrantes. Miles de personas marcharon en Los Ángeles en demanda de una reforma inmigratoria justa y humana. Guillermo Hermasso expresó: “Queremos enviar el mensaje al Congreso de que es necesario aprobar la reforma de inmigraciones ahora porque está perjudicando a nuestros hijos. Si aprueban la reforma de inmigraciones, eso va a ser de ayuda porque van a pagar impuestos, todo el mundo paga impuestos, y estamos trabajando en este momento. Entonces, necesitamos la legalización en este momento”. Jessica Faulkner declaró: “Hay tantas personas aquí a favor del cambio y la unidad. Creo que se consolida, con todas las personas que están aquí presentes, el envío de un mensaje para progresar con la reforma de inmigraciones y los derechos de los trabajadores”. En la ciudad de Nueva York, se llevaron a cabo una serie de acciones, muchas de las cuales fueron organizadas por el grupo Occupy Wall Street. Según se informó, se efectuaron al menos cinco arrestos cuando un grupo de manifestantes marchaba para unirse a una manifestación en la plaza Union Square. Uno de los oradores de la manifestación, Joseph Barrera, trabajador de la cadena de restaurantes de comida rápida Kentucky Fried Chicken, expresó que va en aumento mes a mes la reciente campaña por el pago de un salario que les permita a los trabajadores de restaurantes de comida rápida el vivir dignamente. Barrera dijo: “Para mostrarles los progresos que hemos hecho: en noviembre éramos 200, ahora podría parecer poco, pero en abril, en nuestra segunda huelga, éramos 400 personas. Nos duplicamos. Eso no sólo inspiró a la gente sino que también nuestro valor, nuestra unidad y el hecho de que estamos aquí para luchar y no nos rendimos se extendieron por medio país. La semana pasada, los trabajadores de Chicago también se unieron e hicieron un paro. Y ahora, no vamos a parar aquí, no vamos a parar a la mitad del país. Vamos a intentar que esto se extienda al país entero”. Democracy Now.
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DE MAYO Europa El Día del Trabajador se hizo sentir en los países más castigados de la Zona Euro. En España, miles de personas inundaron sus calles en rechazo de las políticas neoliberales del gobierno de Mariano Rajoy, que mantienen en recesión al país y elevaron el desempleo a niveles record. “Hemos salido a decir basta ya de esta forma de gobernar la economía, la policía y la sociedad”, dijo el líder de Comisiones Obreras (CC.OO.), Ignacio Fernández Toxo, en su discurso en la Plaza del Sol, al cierre de la multitudinaria manifestación de Madrid. Grecia, mientras tanto, vivió su segundo paro general del año en protesta contra la nueva ronda de recortes aprobada el domingo pasado por el Parlamento. La huelga se hizo sentir en la Administración Pública, los bancos, el transporte marítimo, ferrocarriles y la industria, dijo un vocero del principal sindicato griego, GSEE, quien calificó a la protesta como realmente buena en esos sectores. Las tres principales centrales sindicales italianas celebraron unidas en Perusa (Umbria) el Día del Trabajador, con una multitudinaria manifestación que tuvo su eje en los reclamos contra el ajuste y el combate al desempleo. Susanna Camusso, líder de la CGIL, el sindicato más numeroso de Italia, dijo que “sin trabajo el país muere y este país no puede morir”. Y agregó que el objetivo verdadero es volver a poner al centro el trabajo y dar respuestas con una operación auténtica de redistribución del rédito y del trabajo. Italia está sacudida por un derrumbe ocupacional, tal como confirman los datos revelados anteayer por el Instituto Nacional de Estadística (Istat) que contabilizan un desempleo juvenil del 38,4 por ciento.
del dinero y de todas las formas de obtenerlo, honestas y deshonestas, legales e ilegales. Conseguir dinero sin trabajar o sólo aparentando que se trabaja –a la manera de muchos políticos y funcionarios- se ha convertido en la máxima aspiración, equivale a poseer un duplicado de las llaves de Jehová. En el pasado, se nacía confinado dentro de un estatus, cuyas fronteras determinaban si se trabajaba y en qué se trabajaba. Quien provenía de una familia campesina sabía que sus abuelos habían sido labradores y los serían sus nietos. Lo mismo si su cuna estaba entre los artesanos. Podían pasar siglos antes que algún raro miembro de su rama familiar abandonase el mundo del trabajo y pasase al de las clases ociosas, representadas sobre todo por la aristocracia y la alta clerecía. Sus miembros, -de sangre azul, porque les resaltaban las venas en el cuerpo nunca sometido al rigor de la intemperiehabían alcanzado el paraíso prometido aquí en la tierra, a costa de que el resto viviese en el infierno. Contra un estado tal, se rebelaron finalmente todos, cada cual a su manera – artesanos, campesinos, burgueses-. Quienes ganaron fueron éstos últimos, hábiles trabajadores del comercio sobre todo y en apenas un par de siglos suplantaron a la nobleza para convertirse en una nueva clase ociosa. El nuevo sistema, no consagró ninguna cuna, sino que las declaró a todas iguales, rompiendo las barreras que separaban a las clases. Pero, hizo a unos dueños y a otros les arrebató toda propiedad, de tal manera que estos últimos debían trabajar para los primeros. Esta fue su ley suprema. En el curso del último siglo, un puñado de estos grandes dueños se convirtieron en los amos de la tierra, mientras el mundo del trabajo siguió girando y girando, menospreciado y vilipendiado. No son muchos los escritores, filósofos, economistas, historiadores que se hayan ocupado del mismo. La mayoría da por supuesto que debe existir para beneficio del otro, del colocado arriba y que le succiona el conjunto de bienes creados abajo. ¿Quién puede por tanto hablar por este mundo del trabajo y proclamar su derecho a recibir el beneficio de sus productos, materiales e intelectuales?. Sin duda alguna sus propios habitantes: obreros industriales, trabajadores de la cultura, técnicos, campesinos, profesionales en diversos campos del conocimiento. De los brazos y del cerebro de estos millones de hombres y mujeres ocupados en las tareas más diversas, depende la sociedad entera. No es necesario pensar en las complejas tareas de los científicos para constatar que en este mundo del trabajo residen el talento, la iniciativa y el espíritu de cambio. Basta advertir las habilidades y las sabiduría acumuladas por generaciones de labradores, carpinteros, herreros, obreros en todas las ramas industriales. Asumir la conciencia de estos hechos, permite plantear la transformación del sistema y en el plano teórico, sustituir el paradigma del dinero por el del trabajo. Y en el ámbito de la práctica, distribuir la riqueza creada, tangible e intangible, entre los productores directos de ella. Desde siempre, el tiempo para pensar, para inventar, para crear, ha sido privilegio de pocos. Las instituciones educativas modernas han ampliado la pequeña porción de la sociedad que puede disfrutar de este “ocio productivo”, sin embargo a la gigantesca mayoría apenas le alcanza la jornada para sobrevivir. Las leyes y costumbres se han encargado de prolongar el tiempo de trabajo necesario de múltiples maneras, una de ellas la trampa de las llamadas “horas extras”. Una minúscula minoría puede hacer gala de vivir de aquello que le provoca placer. Es momento de que en este mundo del trabajo se abra una senda creciente para que sus protagonistas, todos, gocen del tiempo para satisfacer sus gustos y aficiones: estéticos, deportivos, literarios, culinarios, artesanales, en esa gama infinita de actividades materiales e intelectuales en cuya ejecución se realiza la persona. ¿Es una utopía?. Sin duda, pero el camino hacia su alcance, pasa por conquistas parciales. Aumentos de salarios reales, prestaciones, impuestos progresivos, programas sociales. Todo ello exige conciencia de clase, organización, interminables luchas ideológicas y políticas, autonomía respecto de los mecanismos y cuerpos de control como lo son gobiernos e iglesias. Implica rescatar símbolos como el Primero de Mayo, que brotó del mundo del trabajo y a él debe pertenecer.
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José Luis Sampedro: Santos M. Ruesga*
cuando nuestras facultades de Economía eran un remedo de Escuelas de Comercio y cualquier aproximación al debate eco-
enfoque teórico, constituirá un eje continuo en su producción científica en el campo de la economía. Ya en el año 1959 había publicado “Realidad económica y análisis estructural”, que una década más tarde se transmutará en un manual de Estructura Económica (escrito en colaboración con unos de sus alumnos, Rafael Martínez Cortiña, querido amigo y maestro, fallecido ya hace unos años) que durante un par de décadas circuló como manual de referencia por las facultades españolas de Economía; en él se compendiaba lo esencial de su concepción del concepto de Estructura, su traslación al análisis económico y su aplicación al estudio e interpretación detallados de la realidad económica mundial de ese momento. Su posterior trabajo “las fuerzas económicas de nuestro tiempo”
de los supuestos básicos de la ciencia económica convencional, poniendo en cuestión la capacidad de ordenación óptima de la actividad económica derivada del principio de maximización del beneficio o de la utilidad individuales, que constituye el fundamento epistemológico básico del paradigma de esta ciencia, en su enfoque neoclásico. A juicio del profesor Sampedro “lo esencial del capitalismo no está en que utilice el mercado mucho más que el plan. Lo fundamental es que su creencia de que, gracias a la competencia privada, cuanto más egoístamente se comporte cada individuo, tanto más contribuirá al progreso colectivo. Por tanto , es deseable que cada uno aumente al máximo su beneficio a costa de quien sea y a partir de esa creencia se pasa insensiblemente a
nómico que recorriera los centros académicos de Latinoamérica era interpretado en la península ibérica como una actividad subversiva, José Luis Sampedro nos introdujo en el “análisis estructural”, abriendo el camino a la incorporación de este método científico en Economía, antes incluso de que tal enfoque proliferara por las universidades del continente suramericano, a partir de Prebisch y el grupo de economistas que en el entorno de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) fueron dibujando lo que más tarde se denominaría la teoría de la dependencia, al incorporar el análisis estructural al estudio de los problemas del subdesarrollo. Como comenta un colega y amigo, Carlos Berzosa, que fuera Rector hace unos años de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los colaboradores más cercanos del profesor Sampedro, en un reciente artículo-homenaje a su figura, “desarrolló el concepto de Estructura Económica, que en la ciencia económica ya usaban algunos autores, pero en el que aportó novedades, convirtiendo esta categoría en un instrumento esencial para analizar la realidad que a su vez concebía configurada como estructura”. Concepto que convertido en pilar de una forma de analizar la realidad, de un
constituye una excelente prolegómeno de lo que será un largo magisterio, si bien con una no muy prolífica producción escrita, pero suficiente para haberse convertido en uno de los referentes de la Economía Política en España y también, en buena medida, en Latinoamérica. Precisamente en esta obra, reivindicando la labor de J.M. Keynes, Sampedro reclama el retorno a la Economía Política, al análisis de las relaciones económicas desde una perspectiva humana, sujetas en su definición a las lógicas arbitrariedades que caracterizan a toda decisión social, para mejor comprender un conjunto de relaciones que se establecen entre los sujetos sociales y, en suma, para facilitar la toma de decisiones que se orienten por y para la mejora de las condiciones materiales de los humanos. Por ese le preocupa de forma primordial la interpretación de los problemas relacionados con el subdesarrollo (“conciencia del subdesarrollo”, 1972, texto que reeditará actualizado con Carlos Berzosa, ya en el siglo actual). La concepción de la economía como Ciencia no le propende a aislarse de la realidad social en la que se materializan las relaciones económicas, financieras y comerciales, sino todo lo contrario. Lo que le lleva a plantearse la necesaria reforma
pensar que en la vida solo importa lo que produce ganancia monetaria. Así se desprestigian todas las aptitudes cuyos móviles no sean los económicos; es decir lo que no cotiza en el mercado no tiene valor.” Más plásticamente expresa esta reflexión señalando que “en el altar mayor son adorados el Becerro de Oro y su pareja la Técnica, santa madre de la productividad multiplicadora de los beneficios, de la que se espera la solución de todos los problemas. Los capitalistas y sus técnicos cuidan de ese altar, controlando los medios de producción y repitiéndonos a los fieles –reducidos a meros productores/ consumidores- que lo que no vale dinero no merece la pena” (Desde la Frontera, discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua). Lo que trasladado a las economías más avanzadas significa socavar “los sentimientos propios de las sociedades tradicionales y los sigue socavando en el Tercer Mundo”, levantando “el permanente foso entre los que derrochan y los que no tienen, entre los dueños del poder y los sometidos a él”. Pensamiento que le lleva incluso a cuestionar los fundamentos del modelo económico que parecía constituir la alternativa de organización
Universidad Autónoma de Madrid Especial para el Correo del Sur
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o sólo es el título de un libro del recientemente fallecido economista, literato y, singularmente humanista José Luis Sampedro. “El río que nos lleva”, título de su primera novela escrita, que no publicada, es una metáfora de su propia vida, o al menos de cómo el quiso que fuere su propia existencia y, a tenor de sus propias declaraciones en los últimos días de su larga vida, así lo alcanzó. Una vida plena de disfrute de uno mismo y del mundo que nos rodea, de la existencia en si misma, en suma del día a día. Una vida con los demás y, compartiendo, para los demás. Una vida que llegó a la planicie marina hace unos días. Trascendiendo a la oscura sombra que nos proyecta la medieval metáfora del río del poeta Jorge Manrique (“Coplas a la muerte de su padre”), más allá también del pesimismo cristiano que ennegrece el paso por la vida del ser humano, la visión de José Luis Sampedro significa una explosión de vitalidad, donde cada gota de agua del río que nos lleva disfruta de su caminar en el torrente, en compañía de otros tantos millones de gotas, sin cuyo concurso no habría río. No es contemplando “como se pasa la vida, como se viene la muerte tan callando” como el ser humano alcanza su plenitud, sino en armonía con el mundo “y eso supone una vida que cursa como un río. El río trisca montañas abajo, luego se remansa y llega un punto, como estoy yo, en que acaba. Mi ambición es morir como un río, yo noto la sal”. Esta comprensión del mundo desde la metáfora del rio que nos lleva ilumina no solo la vida y el acercamiento a la muerte del José Luis Sampedro, sino que la encontramos a lo largo de su obra literaria, también de la económica. En la obra literaria no me voy a incursionar pues, más allá de lector interesado y satisfecho con la ficción de Sampedro, no soy entendido en las lides teóricas del oficio de escribir y poca cosa sustanciosa podría aportar al lector de estas líneas. Permítame, no obstante, apuntar, a mi modo de entender la lectura, las estrechas relaciones, como no podría ser de otro modo, entre el método narrativo del profesor Sampedro y el enfoque que desde sus edades más temprana en la docencia y en la investigación económicas adopta. Método, en ambos casos, que podríamos denominar como estructural, como comprensivo de un todo, en el que todas y cada una de las partes del mismo interactúan y son fundamentales para comprender el hecho narrativo. Sin duda, como fenómeno literario, creo que tiene bastante que ver esta forma de escribir, que nos ofrece al lector, tras recorrer con pasión y e interés la trama descrita, una comprensión casi holística de todo lo que acontece en la ficción y su entorno, llevándonos más lejos, hasta la reflexión que pone al desnudo, metafísicamente hablando, a sus personajes principales y su esquema básico de interpretación de la vida. En el campo de la Economía, el profesor Sampedro es un avanzado en su tiempo. Durante los negros años del franquismo,
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El río que nos lleva social al capitalismo en aquellas décadas de las segunda parte del siglo pasado,, el comunismo. Frente a este modelo de organización social, Sampedro arguye que “solo consiguió imponer una solidaridad forzosa, triste simulacro de la que debe ser interna y auténticamente vivida”. Así pues, resulta urgente, a su modo de ver, reformar a fondo los supuestos básicos de la ciencia económica, que si bien, es justo reconocer, ha progresado mucho en sus aspectos formales, especialmente en sus técnicas instrumentales, muestra un enorme distanciamiento de las complejidades vitales, tendiendo a una ciencia que, si no facción, podría llamarse “novelesca (escrita con b)”. Tras esta visión crítica de la Economía como ciencia, abriendo el espacio a la misma a los nuevos enfoques del nuevo estructuralismo que transitan por el concepto de socioeconomía, el profesor Sampedro recupera el debate sobre ética y economía, tan antiguo como la propia Economía como ciencia social. Los padres fundadores la ciencia económica (desde la Escuela de Salamanca hasta Adam Smith) se acercaban al análisis de los fenómenos económicos con las herramientas que se habían desarrollado en el terreno de la filosofía moral o de la ética. Porque de modo persistente e insistente los economistas a lo largo de más de dos siglos, hasta que los modelos de equilibrio general expulsaron del pensamiento económico cualquier consideración ajena al interés crematístico individual, se han interrogado sobre los límites éticos de la actividad económica. Tal como apuntaba hace algunos años el premio Nobel de Economía, Amartya Sen “cabe preguntarse entonces si ese “esclarecido” interés propio es suficiente para lograr una ética del comportamiento. [Adam] Smith no lo creía así y por ello siguió recalcando la importancia de otras virtudes que
importante son estas tres palabras: productividad, competitividad e innovación. En vez de productividad, propongo vitalidad, en vez de competitividad, cooperación y frente a esa innovación que consiste en inventar cosas para venderlas, creación. Y, sin embargo, en su esquema de pensamiento “el desarrollo humano sería el que condujera a que cesarán las luchas y supié-
lado unos párrafos más arriba. Y ahora, en el presente conflictivo, lejos ya de la confrontación a escala planetaria que supuso la época del Telón de Acero, no tiene modelo alternativo que ofrecer, precisamente porque su discurso se aleja de los esquemas cerrados, dogmáticos y alerta contra los nuevos totalitarismos anclados en la hegemonía de la globalización financiera (“el dinero y sus dueños
semblante más entristecido comprobando como la soberbia de los economistas del “main stream”, de la corriente ortodoxa dominante en el pensamiento económico en las últimas décadas, ha contribuido a justificar una larga serie de despropósitos en la política económica más reciente, la pontificación de las denominadas políticas de austeridad, en los países desarrollados,
ramos tolerarnos. Y ser libres, pero todos, porque la libertad o es de todos o no es.” Y es que “aparte de que el mercado perfecto no ha existido ni podrá existir nunca, sólo los ingenuos y algún premio Nobel de economía llegan a creer que nuestro mercado encarna la libertad de elegir, olvidando algo tan obvio que sin dinero no es posible
van mucho más allá de la prudencia, entre ellas la ‘comprensión’, la ‘generosidad’ y el ‘actuar en función del colectivo’” Y es aquí donde la Ética emerge no solo como elemento instrumental en el quehacer económico, sino también como variable finalista entendida como “recurso para mejorar las gestiones y el gobierno”. Para José Luis Sampedro, el desarrollo económico, tal como ahora se concibe, está pensando solo en la rentabilidad. “Lo
elegir nada”, en consecuencia, “El mercado no da la libertad”. La crítica profunda y radical del profesor Sampedro a la organización económica que informa, condiciona e invade todas las relaciones sociales, va más allá de los límites del capitalismo y su conceptualización por la ciencia económica convencional. Su espíritu crítico se volvió hace ya años también hacia Oriente, denostando los modelos económicos de planificación , tal como hemos seña-
tienen más poder que los gobiernos”). Por ello aboga por resistirse a que la “carrera por el dinero domine nuestras vidas” e incita junto con Stéphane Hessel a los más jóvenes a indignarse (el “abuelo de los indignados”, le apelaba la prensa española en estos últimos meses) y a rebelarse contra los que atentan contra los logros de las sociedades avanzadas, en el terreno del Bienestar y de la participación democrática, contra quienes en aras de la eficiencia (mercantil), del beneficio individual, están destruyendo paulatinamente los equilibrios sociales mas profundos alcanzados a lo largo de los últimos siglos. José Luis Sampedro creía en la posibilidad de frenar la barbarie a la que nos conducen inexorablemente las actuales reglas del juego que tratan de ordenar (o desordenar) el mundo de las relaciones sociales y económicas; esperaba que el actual régimen de ordenación tuviera fecha de caducidad y nos señalaba que “quienes creemos que la humanidad evoluciona en espiral, repitiendo su paso por los mismos ejes, aunque a distancia crecientes del centro, recordamos que así cayeron antes todos los imperios”. Para abrir camino a la esperanza sustentada en una “economía humanista” que ponga en el eje de sus discursos y su método el desarrollo humano, asentado en la libertad de los individuos y en el respeto a la colectividad en la que ineluctablemente se inserta y relaciona. Sin duda, el maestro José Luis Sampedro habría disfrutado intelectualmente mucho estos días observando, como a él le gustaba hacer, la polémica levantada en torno al artículo de Reinhof-Rogff, sobre los errores de cálculo en el análisis de la relación deuda pública con el crecimiento económico; pero, también mostraría su
particularmente en los europeos, que están colocando a numerosas economías nacionales al borde del precipicio. La deificación de la matemática como elemento esencial de la economía formal que nos invade está llevando, en connivencia de discursos interesados de los grupos financieros hoy arrogantemente dominantes, a que la economía pierda todo contacto con la realidad social en degradación. Lo humano deja de ser el centro del pensamiento, sustituido por la hegemonía de los intereses de unos pocos. Pero, aún así es posible disfrutar de “el río que nos lleva” y sopesar la esperanza de un horizonte libre de estas gabelas para los humanos. *Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, en la actualidad ejerce de Catedrático de Economía Aplicada en dicha Universidad..H impartido docencia en numerosas Universidad y otros centros españoles y extranjeros. Como investigador de la ciencia económica se ha especializado en el estudio de las relaciones laborales y de la economía informal, cuestiones sobre las que ha publicado un amplio número de artículos en revistas especializadas Autor de varios libros sobre Economía laboral, tales como: Economía y trabajo, Editorial Pirámide, Madrid, 1992; Los españoles ante la economía sumergida, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 1997; Institutions and Regional Labour Markets in Europe, Ashgate, Aldershot, 1998; La economía sumergida, Editorial Acento, Madrid, Economía y política laboral, Editorial Pirámide, Madrid, 2002. El Correo del Sur agradece al Dr. Ruesga su invaluable colaboración para rendirle este sencillo homenaje a José Luis Sanpedro.
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Julio César Guanche Un extraño suceso Cuba es un país que cambia. El 29 de marzo cantaron juntos en un barrio de la Habana Silvio Rodríguez, alguien calificado por algunos sectores fuera de la Isla como «oficialista», e Issac Delgado, calificado dentro de ella por otros sectores como alguien que «se fue». Lamento haberme perdido ese «extraño» suceso por dos razones: por lo que me gustan tanto Silvio e Issac (lo mismo el de Love que el de Versos en el cielo), como por lo que sirve ese concierto para poder dejar de considerar «extraño» este tipo de evento. El reciente concierto no es extraño porque resulte singular. Ya han cantado antes Xiomara Laugart en La Habana, y aun antes Habana Abierta, y la han visitado los famosos peloteros, triunfantes en las Grandes Ligas, José Ariel Contreras y Rey Ordoñez. El evento es extraño por el tiempo que pasaron sin pisar el suelo de su patria, mientras sus nombres y sus obras eran espectros que tenían vida pública en Cuba solo en el «más allá» de los que «se fueron». Ahora este tipo de presentaciones será cada vez menos excepcional, para mejoría de nuestra salud cultural y moral. Por ello, estoy seguro que escucharé conciertos de los cuales tengo nostalgia de muchos años, como estoy convencido de que las 55 mil almas que tienen silla propia en el estadio Latinoamericano ovacionarán allí al Duque Hernández en algún momento, ojalá cercano. Que estos sucesos sean cada vez menos raros, me hacen sentir esperanza y orgullo en lo que Joel James, con más lirismo que rigor conceptual, llamaba el «alcance de la cubanía». Ahora bien, por estos días recorre La Habana otro suceso «extraño». Un pequeño grupo de intelectuales cubanos, de diversas procedencias ideológicas, hemos coescrito un documento titulado «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato». Rápidamente, se han suscitado reacciones diversas ante el texto: unos comentarios han subrayado el carácter «extraño», «sospechoso», o digno de «denuncia» de un hecho como este; otros, con similar sentido, habrían preferido no mencionarlo ni reproducirlo —en caso de estar en posición de hacerlo—, porque el silencio sería la mejor «respuesta» que puede recibir un texto de esta índole, mientras otros lo han comentado de manera crítica propositiva. En este breve texto analizaré los fundamentos de los dos primeros tipos de respuesta, a reserva de escribir en el futuro sobre los comentarios del tercer tipo. Así, exploraré por qué resulta «extraña», cómo dejaría de serlo y qué está en juego en el carácter que se le asigne a una propuesta de este tipo. En cambio, qué sería lo «normal» ¿Qué tiene de extraño que en un país que cambia y se transforma —es indudable que la sociedad cubana se está transformando mucho y desde hace tiempo— y en el que, asimismo, se reconoce a nivel estatal que habrá inevitablemente una reforma constitucional, qué tiene de raro, repito, que un colectivo de investigadores «pretenda» participar de la configuración de las decisiones que se tomen en la vida del país del cual son ciudadanos? En los países que son los principales aliados políticos de Cuba en América latina, Venezuela, Bolivia y Ecuador, están frescos en la memoria, y publicados con profusión, los debates que sostuvieron en sus recientes procesos constituyentes. En ellos se cuentan por miles las propuestas
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El futuro de Un «extraño suceso» y una «victoria normal» A propósito del documento «Cuba soñada–Cuba posible– Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato»
recibidas por sus respectivas asambleas constituyentes provenientes de colectivos ciudadanos. De hecho, alguien ha llamado a este nuevo constitucionalismo un «constitucionalismo sin padres» —sin «padres fundadores», se entiende— ante la pluralización y diversificación de sus autores. Se ha renunciado a calificar de «constituyentistas» a los delegados individuales a las asambleas y se reserva este término a la comunidad de ciudadanos, al pueblo, siempre que tenga capacidad de organizarse para proponer y codecidir, y así ser un actor que dispute directamente poder en dicho proceso. Cuando se analizan estos debates, es apreciable cuál actor social específico es el autor determinante de un enunciado constitucional. Este hecho, obviamente, no es exclusivo de este constitucionalismo, pues se encuentra en cualquier proceso de signo transformativo. En Cuba, desde que se anunció la necesidad de una reforma constitucional — quizás del proceso nazca una nueva Constitución, pero eso no es lo más importante ahora en este texto— no han aparecido en los medios públicos propuestas de ningún tipo que vayan preparando el terreno de una deliberación popular sobre un tema a todas luces capital para el futuro de la ciudadanía cubana. Sin embargo, en este momento en que el presidente Raúl Castro Ruz ha anunciado públicamente la creación de una comisión de trabajo que se encuentra laborando en la reforma constitucional, lo normal sería que comience a estimularse, garantizarse y publicarse un debate abierto, informado, cruzado, abiertamente político y cada vez más argumentado sobre el tema. Incluso más, lo normal sería que apareciesen en tabloides de papel gaceta, por el precio de un peso en moneda nacional, compendios sistematizados, de publica-
ción frecuente, contentivos de propuestas explícitas surgidas de muy diversas sedes sociales sobre lo que se avecina: compendios que informen a la sociedad cubana sobre sí misma y sobre las alternativas que se producen en su seno. Verdad, debate y socialismo En ese contexto de ausencia, una propuesta de deliberación es considerada por algunas personas la declaración de una situación de guerra. No creo prudente inculpar de esta realidad a la «cultura política de los cubanos», que no «saben debatir». El escenario revela un problema de fondo: la defensa de una única verdad como criterio de autorización de los comportamientos políticos, que serían legítimos solo si circulan alrededor de esa verdad exclusiva. El problema que aquí confrontamos es que el monopolio de la verdad sirve a la concentración de poder, y tanto la democracia como el socialismo tienen como compromiso esencial de sus respectivos proyectos la redistribución permanente de poder entre sujetos sociales que conquistan capacidad creciente para controlar al Estado, para someterlo a sus intenciones y para, con ello, vivir una vida cuyos sentidos, cuyas «verdades», hayan sido elegidos en el ejercicio, colectivo e individual, de la libertad. Esto es, no puede haber nada de «extraño» ni de «desviado» ni de «problemático» en un acto de soberanía ciudadana, máxime si se encuadra en criterios de legitimidad e incluso de legalidad. Sin embargo, una intervención política resulta «extraña» por no nacer del círculo de la política estatal, aún si coincidiese en aspectos fundamentales con ella. Dicha intervención aparece entonces como un acto que algunos califican de «valiente». Pero es necesario repudiar la necesidad de esa valentía. Esa intervención se trata de un derecho, que es necesario ejercer con la mayor normalidad. La democracia
revolucionaria no necesita de herejes, por lo mismo que no necesita de mesías ni de verdades únicas reveladas: solo necesita de ciudadanos, como decía Raúl Roa. ¿Qué sería lo normal aquí? Promover este tipo de intervenciones en tanto proceso de deliberación entre sujetos que construyen poder para participar de la construcción colectiva del orden, de la definición plural del bien común. La deliberación, entre la democracia y el liberalismo Con esto, estoy rehusando el pluralismo liberal, que imagina la «sociedad civil» como una colección infinita de grupos que se regularían entre sí por el mero hecho de existir y «contrapesarse». Por el contrario, defiendo el empeño político consciente, material y deliberadamente asegurado, de constituir una esfera pública —que incluya al Estado, pero no se limite a este— como un espacio social abierto a la intervención de sus múltiples actores, que denuncia y corrige las asimetrías y desigualdades que hacen de esa «esfera pública» un coto privado de los poderosos. En otras palabras, defiendo el desarrollo de políticas democráticas —materiales-económicas y político-institucionales—, que tengan como horizonte empoderar a sectores sociales-populares hasta lograr establecer interacciones crecientemente igualitarias en una esfera verdaderamente pública. ¿Qué está en juego aquí? La posibilidad de desplazar la «política» hacia el mundo de la distribución democrática de la economía —contra la explotación del trabajo y contra la monopolización de fuentes materiales de existencia social y personal— y hacia la distribución democrática de la propia «política» — a favor de la acumulación de poder popular-ciudadano contra la acumulación de cualquier tipo de poder burocrático y/o mercantil. A esto le llamo
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Cuba a debate «socialismo», pero otras personas pueden llamarle simplemente «democracia». Lo que está en juego es nada menos que una comprensión revolucionaria sobre la democracia, la viabilidad de sus actores y la vigencia de sus valores. Un proceso de este tipo necesitaría, entre otras cosas, que la ciudadanía participe y delibere en todas las fases del trayecto de una decisión: propuesta, decisión, implementación, control y evaluación. Por ello, es restrictivo políticamente el solo hecho de proponer y es más expansivo democráticamente el hecho de codecidir. Históricamente, los valores de la tolerancia, la fraternidad, la deliberación, la inclusión y la participación han coincidido en un punto tan revolucionario como democrático: gravitar hacia el polo «expansivo», el que supone ampliar el número de personas que participen efectivamente de la toma de decisiones sobre su propia vida. Ahora, lo que defiendo como «normal» es contrario al uso liberal de la «normalidad democrática» capitalista: el uso de la democracia como un dispositivo elitario-oligárquico puesto en función de la acumulación de capital, trabajo y diferencias para reproducir lo que en rigor es el capitalismo. Al decir esto, se me recordará que el «liberalismo» habría traído el sufragio universal, los derechos individuales y las libertades ciudadanas. Sin embargo, esa es una historia hermosa, pero con un defecto: no es del todo cierta. Aquí subyace un problema teórico-político nacido del abandono sistemático de la cultura democrática que las «izquierdas» forjaron a lo largo de siglos. Este abandono fue típico de la argumentación del «socialismo real», y todavía subsiste en imaginarios presentes en Cuba. Los derechos individuales y sociales surgieron de una evolución de varios siglos de resistencias antifeudales y anticapitalistas, como documenta una larga tradición historiográfica, entre ellos Thompson y Linebaugh y como prueba con abundancia documental un libro reciente de Gerardo Pisarello. Después de 1795, precisamente dentro del momento liberal clásico, los derechos aparecieron consagrados muy selectivamente a favor de los individuales, y esto a través de modelos institucionales elitarios, con lo que el lenguaje de los derechos humanos perdía su potencia acaso más democrática: pretender servir de soporte a una comunidad política de iguales. Jeremy Bentham lo afirmó, quizás mejor que nadie, a fines del siglo xviii y comienzos del xix: «los derechos son un sinsentido, y los derechos humanos, un sinsentido elevado a la enésima potencia». Otro gran liberal, Gaetano Mosca, senador de Mussolini, defendía el mismo presupuesto: «no soy un demócrata, porque soy un liberal». No parece haber sido esta, entonces, la vía que abrió el camino a las declaraciones de derechos de 1948. El sufragio universal llegó a Europa de la mano de partidos y movimientos obreros, como mismo ocurrió en Cuba: este derecho individual fue la demanda de los socialismos, marxistas y no marxistas, de los 1920 y 1930 en la Isla, como fueron ellos mismos los autores de las demandas de derechos sociales, en forma de legislación del trabajo, en la Cuba de esa época. Ahora bien, con esto no llamo a repique al sectarismo. Existe un liberalismo social,
Domingo 5 de mayo de 2013
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igualitario, de Stuart Mill a Rawls como cabezas señeras, que es preciso defender en este instante de ataque inmisericorde del capital contra la democracia, tal cual se vive en España, Grecia o Chipre. Este último liberalismo, social, igualitario, es el que creo reconocer como una de las fuentes de las posturas de Roberto Veiga y Lenier González, corredactores del documento «Cuba soñada–Cuba posible – Cuba futura…», con los cuales tengo más comuniones que diferencias. Por lo mismo podría ser crítico, pero no enemigo, de diversas tendencias neokeynesianas. (Quien ha sido sectario e intolerante con Keynes es el neoliberalismo, no los socialistas con conciencia de lo que ha costado histórica-
de la universidad dejando un testamento que invocaba el favor de Dios; a comunistas y a anarquistas arrojados juntos a los tiburones en la bahía de La Habana; a los negros masacrados en 1912 con su demanda de inclusión social contra el pacto oligárquico de la república de 1902, a Chibás y su anhelo de una Cuba democrática y social; a Guiteras alzado en San Luis mientras no viese garantías de triunfo revolucionario al tiempo que aprobaba grandes medidas antimperialistas. Esa tradición contiene estas palabras, que a mi producen tanta rabia ante el dolor como admiración por esa entrega: la Haydee Santamaría que susurra, devastada: «Fui al Moncada con las personas que
que no necesito refugiarme. Solo observo que la historia de aquellas prácticas de vida que se han inspirado en valores similares a los que he descrito, vividas después de 1959, es tan «histórica» como aquella historia y reclama, en mi opinión, el mismo tipo de recuperación.) No digo que estos valores se encuentren solo en los «revolucionarios», porque son patrimonio común de las personas dignas. Pero digo que estas personas los tenían y son materia de mi esperanza y de mi orgullo. La defensa de estos valores no tiene por qué desembocar en imposiciones moralizantes, pues pueden servir a elecciones tomadas por seres humanos liberados, esto es, a recuperar el pasado como un acto de libertad. En ello, los defiendo porque creo que son fundamentales para vivir expansivamente la cultura de una ciudadanía democrática cubana, que se sepa parte de un acumulado de luchas y de valores gestados en esas luchas. Ahora, todas esas personas y movimientos eran diferentes entre sí: el triunfo
mente la democracia social.) Asimismo, no menciono el liberalismo «radical» o «popular» latinoamericano —que es tanto el de José Martí como el de Eloy Alfaro—, de contenidos democráticos esenciales, que aquí es imposible glosar. Con todo esto, solo recuerdo que no es «liberal» el hecho de reclamar, como pleno horizonte democrático, el ejercicio indivisible e interdependiente de todos los derechos, como hace el documento «Cuba soñada…».
más amaba. [...] «Los que yo envueltos en una nebulosa de sangre y humo recuerdo. [...] La muerte segando a los muchachos que tanto amábamos. La muerte manchando de sangre las paredes y la hierba. La muerte gobernándolo todo, ganándolo todo. La muerte imponiéndose como una necesidad y el miedo a morir sin que hayan muerto los que deben morir, y el miedo a morir cuando todavía la vida puede ganarle a la muerte la última batalla». Pero no es difícil comulgar con estas vidas, lo que pienso que está en juego son los valores que animaron esas vidas. Por lo mismo, me interesa defender además la memoria del valor y de los ideales de las mujeres del Frente Cívico de Mujeres Martianas, o de Mujeres Oposicionistas Unidas (la imagen de algunas de ellas corriendo por La Habana buscando ropa por la ciudad para poder vestir el cadáver desnudo de Mario Reguera recurre en mi imaginación), o de los que militaron en el Movimiento de Resistencia Cívica. O la memoria de los valores que se vivían en la casa de mi madre —blancos pobres campesinos de Holguín, analfabetos todos—, que le quitaban dinero a la comida para comprar bonos del MR-26-7, con una de mis tías, de apenas 10 años, que había aprendido a horrorizarse ante las visitas de la guardia rural. (No menciono, y se me comprenderá, a nadie vivo, para que no se entienda como apelación a «criterios de autoridad» en los
de 1959 fue el legado compartido dejado por esa diversidad de vidas y de valores. Esos valores se encontraban en ideales sociales: la justicia social, la libertad política y la soberanía e independencia nacionales. Es ese conjunto el que me interesa defender, junto a quienes buscan traerlos hasta hoy y relanzarlos hacia el futuro, ante los procesos de cambio que Cuba vive hoy y vivirá en su futuro inmediato. Y me interesan, si me apuran más a decirlo, sencillamente porque creo en ellos. El problema es que ambos intereses están conectados y se necesitan mutuamente: la proyección hacia el futuro de estos valores requiere de vivir democráticamente el presente. Silvio Rodríguez dijo al término de ese concierto al que invitó a Issac Delgado: «No creo haber hecho nada extraordinario al invitarlo, me parece algo natural. (…) La gente lo trató como si hubiera sido ayer que dejaron de verlo». A esta normalidad creo que los cubanos y las cubanas podemos y debemos aspirar, todo lo demás serán sucesos «extraños». Una «normalidad» conquistada en la lucha diaria guiada por este aserto martiano: «La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución». En Quito (y La Habana), a los días 31 días de marzo de 2013 Publicado en: http://www.temas.cult. cu/catalejo/economia/JC_Guanche2.pdf
No solo el futuro, también la historia Se asegura que lo que está en juego en Cuba es su futuro, pero yo creo que también está en juego su pasado. La tradición revolucionaria cubana cuenta con una historia que a mí me interesa defender, sin la pasión del anticuario, para colocar sus valores en las disputas por el futuro cubano. Esa tradición tiene entre sus imágenes a Maceo siendo admirado por sus soldados tanto por el valor de su brazo como por su amor a la ley; a Julio Antonio Mella en una huelga de hambre de 19 días que lo puso al borde la muerte, llamándole «maestro» a un anarcosindicalista, y defendiendo una «necesaria revolución, democrática, liberal y nacionalista»; a Pablo de la Torriente pasando hambre y frío en el exilio en Nueva York, escribiendo literatura de vanguardia; a José Antonio Echeverría muerto a balazos a un costado
El museo Van Gogh revela los secretos del oficio del artista L
os secretos de la pintura del holandés Vincent van Gogh (1853-1890) se ponen al descubierto a partir de hoy en una exposición con la que el museo que lleva el nombre del artista ha reabierto tras una renovación y coincidiendo con el 160 aniversario del nacimiento del autor de Los Girasoles. Mediante unas 200 obras, la muestra Van Gogh en su taller permite al público mirar en el lugar de trabajo del artista para descubrir cómo aprendió su oficio, qué técnicas de color y qué materiales usaba o cómo concebía sus cuadros. Los mitos atribuidos al artista, del que se dice que era un genio espontáneo y una persona aislada, se rompen con una muestra que es fruto de diez años de investigación de la versátil obra de Los comedores de Patatas. “Van Gogh era un artista que trabajó muy duro para llegar a serlo y no era esa especie de genio instantáneo que nos hemos creído”, dijo el director gerente de la pinacoteca Rik van Koesveld en la presentación hoy de la muestra. “Tampoco era un hombre aislado profesionalmente, y aunque no tenía capacidad para establecer relaciones sociales, sí interactuaba con otros profesionales”, añadió el director. Los expertos del museo, que celebra 40 años de su creación, mantienen que al artista, especialista en los contrastes de colores, le gustaba experimentar, trabajaba a destajo -produjo 800 cuadros y 1.000 dibujos en diez años- y le costó aprender a dibujar y a dominar la perspectiva.
Van Gogh recurría a marcos de perspectiva para mejorar las proporciones y la profundidad de sus composiciones, así como a retículas para transformar dibujos en pinturas, como se desprende de algunas de sus cartas a su hermano Theo. Otras revelaciones indican que el pintor holandés pintaba a menudo sobre sus lienzos, que frecuentemente le escaseaban por falta de recursos, llegando en ocasiones a pintar hasta cuatro veces sobre el mismo soporte o sobre la parte trasera del mismo. “Estamos muy contentos de poder mostrar cuadros pintados en el reverso, lo que hace al museo más interactivo”, apuntó Koesveld, quien también señaló que la muestra incluye además tubos de pintura, libretas originales con bocetos y la única paleta del pintor que todavía se conserva, la cual proviene del museo de Orsay de París. Para analizar los lienzos del artista y el tipo de pigmentación de sus colores, los investigadores han usado tecnologías como rayos X y técnicas de laboratorio del taller científico de la petrolera Shell que han permitido estudiar la composición de las pinturas usadas por Van Gogh. Esas técnicas de investigación, que se reproducen a través de pantallas táctiles en la muestra, han permitido ver restos de hojas o granos de arena que se adherían a la pintura del artista cuando trabajaba en el exterior, así como trazos de letras impresas provenientes de los diarios con los que tapaba sus cuadros. La exhibición también incluye préstamos “únicos” como Los Girasoles de la National Gallery de Londres, que
CORREO del SUR Director General: León García Soler
podrá contemplarse junto a la misma versión del cuadro en propiedad del museo Van Gogh. También La Habitación, propiedad del Instituto de Arte de Chicago, se compara con el lienzo del mismo nombre incluido en la colección permanente del museo de Amsterdam. El museo Rodin de París cederá a partir de septiembre el Retrato de Pere Tanguy, que no había sido expuesto en Amsterdam desde 1930 y que según la pinacoteca, pudiera ser la última vez que sea trasladado debido a su frágil estado. El Van Gogh reabre hoy sus puertas tras una renovación que ha durado siete meses y durante la cual se han cambiado los sistemas de ventilación y de aislamiento, se han pintado las paredes y cambiado los techos. Durante la rehabilitación de la pinacoteca, que se ha realizado con financiación pública dentro del tiempo previsto, las principales obras de Van Vogh fueron trasladadas temporalmente al museo Hermitage de Amsterdam, atrayendo la muestra a 665.000 visitantes. El museo planea cerrar de nuevo otros siete meses en 2014 para poner en práctica otro proyecto de transformación con el que quiere dotarse de una nueva entrada diseñada por el arquitecto japonés Kisho Kurokawa, y con la que pretende mejorar los accesos a las dos alas de exposiciones. h t t p : // w w w. l av a n g u a r d i a . c o m /c u l t u ra/20130501/54373057928/el-museo-van-gogh-revelalos-secretos-del-oficio-del-artista.html#ixzz2SB0AKop0 ç
Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo
Diseño gráfico: Hernán Osorio