Correo Del Sur No 332

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Número 332 Abril 28, 2013

En Europa sí hay clases sociales Receta para perder 700 mil votos El gesto de Alfredo Guevara (1926-2013) ¿Un ancestro directo de los humanos? Maratón de Boston, testimonio


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En Europa sí hay clases sociales y están en conflicto En varias ocasiones he enfatizado la gran importancia y urgencia de recuperar categorías analíticas olvidadas en el estudio de la realidad económica y política -como clases sociales, poder de clase, alianzas y conflictos de clase, entre otros- que son imprescindibles para entender las crisis financieras y económicas hoy existentes en Europa, en la Eurozona y en España. Ni que decir tiene que las clases sociales han ido variando desde que los grandes fundadores del análisis sociológico (desde Marx a Weber) las definieron y analizaron por primera vez (para un excelente análisis de estructura de clases, ver la obra de Marina Subirats Barcelona: de la necesidad a la libertad. Las clases sociales en los albores del siglo XXI. 2012). La validez de estas categorías continúa su gran potencia. VICENÇ NAVARRO*

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n realidad, el olvido de estas categorías de análisis no es un olvido casual, sino que es un olvido programado y promovido, como consecuencia del enorme poder de las clases dominantes. El mejor indicador del poder de clase en un país es precisamente que nadie hable de clases sociales (considerándose la utilización de términos como “lucha de clases” como “anticuada”, siendo el autor de tal tipo de narrativa marginado o vetado en los medios de mayor difusión del país). Hoy, como he intentado mostrar en mis trabajos, hay una alianza de las clases dominantes en la Eurozona, dirigida por la clase dominante alemana (constituida por los establishments financieros y exportadores alemanes, cuya expresión política más directa es el gobierno de la coalición cristianodemócrata-liberal, presidida por la Sra. Merkel), que domina en la práctica a las instituciones de la Eurozona y muy en especial al Banco Central Europeo, BCE, (que es un mero instrumento de este establishment) y, en menor grado, al Consejo Europeo y a la Comisión Europea. Los establishments alemanes están aliados con los establishments (clase dominante) de cada uno de los países de la Eurozona. Las políticas de desmantelamiento del Estado del Bienestar (desde el abaratamiento de los salarios al debilitamiento de la protección social) son los objetivos de la alianza de estos establishments (clases dominantes) consiguiendo así lo que siempre han deseado: el debilitamiento del mundo del trabajo a fin de aumentar las rentas del capital. Y los datos muestran que este objetivo se está consiguiendo, siendo las políticas públicas que están imponiendo altamente exitosas. Las rentas del capital como porcentaje de la renta nacional han ido aumentando a costa de que las rentas del trabajo hayan ido disminuyendo en todos los países de la Eurozona. Una estrategia para el mantenimiento de su dominio es evitar que se establezcan las bases para una alianza de las clases dominadas en los países de la Eurozona. El proyecto neoliberal, que es la expresión ideológico-política de esta alianza de establishments europeos (es decir, de sus clases dominantes), requiere la no existencia de las alianzas de clases dominadas (que constituyen las clases populares de tales países, formadas por las clases trabajadoras –que existen, aunque ya no se utiliza este término para definirlas- y las clases medias). De ahí que los instrumentos de estos establishments sean el BCE o los centros de creación y reproducción de la ideología neoliberal, como FEDEA en España, que constantemente producen documentos con el objetivo de intentar eliminar la posibilidad de que se establezcan dichas alianzas. Una manera de conseguirlo es estimulando el racismo, el chauvinismo

y cualquier ideología que divida a las clases populares. La versión de la crisis promovida por el establishment alemán y el BCE El caso más reciente es la publicación por parte del BCE de un documento (The Eurosystem Household Finance and Consumption Survey. Statistical Series. 04.02.13. BCE) que intenta mostrar que las clases populares alemanas (que, según se indica, están subsidiando a los trabajadores griegos, españoles, portugueses e italianos) son más pobres que las clases populares de los países supuestamente subsidiados. Ni que decir tiene que este informe ha sido inmediatamente promovido en todos los lugares en los que el pensamiento neoliberal (la sabiduría convencional) se produce y reproduce. El diario del establishment alemán, Der Spiegel, por ejemplo, publica en su portada una imagen que resume el mensaje que este establishment quiere dar. Se ve a un griego tomando el sol y paseando montado en el típico asno griego, que lleva unas alforjas llenas de euros. Lo que le falta a la imagen para completar el mensaje que aparece en sus páginas es un dibujo de un obrero alemán enviándole euros como “ayuda”. Entre un gran número de expertos en temas de economía política, el BCE carece de credibilidad científica (algo que también está ocurriendo con los informes de FEDEA), que son manipulados en extremo. Y el trabajo del BCE así lo muestra. En su intento por mostrar que Alemania y, por lo tanto, su población, es en realidad más pobre que los otros países de la Eurozona (sí, ha leído bien, el informe dice textualmente lo que yo escribo aquí), presenta el nivel de riqueza promedio de la población, tomando como indicador de riqueza la propiedad inmobiliaria. Y puesto que en Alemania, como en la mayoría de países del norte y centro de Europa, el alquiler es más común que la propiedad, concluye que los alemanes son más

pobres porque tienen menos propiedad, así de sencillo. El estudio, basado en una encuesta a 62.000 hogares en 15 de los 17 países de la Eurozona, subraya que el promedio de los alemanes tiene sólo un tercio de la riqueza de la de los españoles, la mitad de la de los griegos y sólo una quinta parte de la de los chipriotas. El mensaje que se está transmitiendo (explícitamente en muchos de los comentarios del informe) es que es injusto que los alemanes estén “ayudando” a los españoles, griegos, chipriotas y otros. El problema de este “estudio” es, como acabo de señalar, que manipula los datos en extremo. Veámoslo. El estudio utiliza como medida cuantitativa el promedio. Pero una persona se puede ahogar en un río cuya profundidad es de sólo medio palmo como promedio. En unas partes del río, éste puede estar seco (sin agua en la superficie) y en otras puede ser de dos metros, que es donde uno puede ahogarse. Tiene, pues, que analizarse la variabilidad de profundidades (o de propiedad inmobiliaria). Y es ahí donde aparecen las supuestamente olvidadas “clases sociales”. Cuando analizamos la propiedad inmobiliaria por clase social, vemos que en Alemania, como bien han documentado Paul de Grauwe y Yuemei Ji en su artículo en Social Europe Journal (16.04.13) titulado “Are Germans Really Poorer than Spaniards, Italians and Greeks?”, la propiedad inmobiliaria se concentra en las rentas superiores (es decir, en los miembros del establishment alemán y clases afines, como la clase media de rentas superiores), cuyos niveles de propiedad inmobiliaria son tan elevados, o más, como los de los establishments europeos (para un excelente análisis de este estudio en España, ver el artículo de Juan Torres, “Más Trampas del BCE para cubrir a Merkel”, Público. 17.04.13). Pero lo que es incluso más importante es que cuando se incluyen –como debe incluirse- otras formas de propiedad, como acciones bancarias, bonos y otros instrumentos que generan renta, entonces la propiedad incluso se concentra todavía más. El nivel promedio de este tipo de propiedad es incluso mayor en Alemania, junto con Holanda, que el de los otros países de la Eurozona. El establishment alemán tiene una enorme propiedad, resultado de su sobredimensionado capital financiero y exportador, del cual la mayoría de trabajadores alemanes apenas se ha beneficiado. El mayor incremento de la productividad en Alemania ha ido a enriquecer a las rentas del capital más que a las rentas del trabajo, situación que se repite en todos los países del la Eurozona y que muestra que los trabajadores alemanes tienen más intereses económicos en común con los trabajadores españoles, griegos e italianos, que con su propio establishment financiero y exportador (como he mostrado en mis trabajos. Ver “Política Económica” en www.vnavarro. org). Las economías basadas en las exportaciones tienen bajo consumo doméstico, grandes desigualdades y escasa capacidad adquisitiva de las clases populares. Pero hay otra dimensión que no se toca en el informe del BCE y que es de enorme importancia. Y es la forma de propiedad. En realidad, la categoría de propietarios de la vivienda es una categoría que, en los mal llamados países de elevada propiedad (como son los del Sur de la UE), incluye a los hogares que están endeudados hasta la médula debido a estar hipotecados. Gran número de personas supuestamente propietarias, no lo son, pues la propiedad reside en los bancos que prestaron la hipoteca. Y ahí está el grave problema. Estos países son los que tienen mayor endeudamiento privado, endeudamiento que alcanza niveles asfixiantes en las clases populares de baja renta y que, en general, pertenecen a la clase trabajadora no cualificada con bajos salarios. Dicho endeudamiento es una de las características del mercado laboral y de la economía española, endeudamiento que beneficia al capital financiero (incluido, por cierto, el alemán, que prestó gran cantidad de dinero a la banca española para que pudiera invertir especulativamente en el sector inmobiliario). Ha sido una estrategia política de las fuerzas conservadoras y liberales en España (es decir, del establishment español) el incentivar la propiedad inmobiliaria, es decir, el endeudamiento, lo cual, además de añadir rigideces en el mercado laboral (que raramente se citan, pues todo el debate sobre esta rigidez se atribuye erróneamente a la no existente dificultad de despedir al trabajador), limita la capacidad adquisitiva de la población, reduciendo la demanda y su efecto motor sobre la economía, mostrando, una vez más, que las desigualdades de rentas son causas muy importantes de ineficiencia económica. Y esto el lector lo leerá pocas veces en los medios de información de mayor difusión. *Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University


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Un mes entero de encuestas daban como ganador a Maduro con 10% a 18% de ventaja. Sin embargo, la cuenta final se redujo a un margen cercano al 2 por ciento, un resultado que cimbró al chavismo. Con respecto a las últimas elecciones ganadas por Chávez, su candidato perdió 700 mil votos. ¿Qué ocurrió? No hay una respuesta única, convincente, pero sí un debate que debe continuar con objetividad y a fondo. A continuación presentamos el resumen de un análisis centrado en el examen del grave error mediático cometido por el chavismo al olvidarse de quién era el destinatario de la propaganda…

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Receta para perder 700 mil votos

EDUARDO PARRA ISTÚRIZ

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ay que tener en cuenta que salimos directamente del duelo por el fallecimiento de Chávez, a la proclamación de Maduro como candidato presidencial, en medio de una orgía electoral. Un día estábamos llevando a Chávez a su panteón, y al día siguiente estábamos en una fiesta de camisas rojas y banderas alzadas, frente al CNE, con música a todo trapo y gran alegría. Tal salto fue incongruente, fue difícil de asimilar. El candidato de oposición había cometido un serio error: llamó despectivamente “autobusero” a Maduro, menospreciando su condición, su clase. Esa clase a la que ofendió fue la que siempre realzó Chávez. Desde siempre, el proceso Bolivariano se caracterizó por reivindicar la dignidad del más pobre, del invisibilizado, del más débil en la escala social. Por eso Maduro y su equipo, inteligentemente, hacen la campaña a bordo de un autobús; dejando claro que es un orgullo venir de bien abajo y llegar a ser presidente de la República. Eso es prueba de que hay una revolución en marcha. La oposición encajó el golpe y comprendió que esa no era la vía. Que había que acercarse a la clase menos favorecida; al votante que apoyaba a Chávez por identificación natural y no por aspiración a cargos o segundas intenciones. Entonces decidieron mimetizarse. Confundirse con el enemigo; si no puede contra él, únetele. En cambio, el comando Hugo Chávez, creyendo que tenía en sus manos la ventaja que ofrecían las encuestas, quiso morder un pedazo aún mayor de la base electoral, y se planteó un acercamiento a otro público; a los seguidores de las estrellas de TV, de una población de bajos recursos y de clase media que sigue viendo con buenos ojos la idea de llegar por medio de emprendimientos individualistas el American Way of Life. Por eso se privilegió a los personajes de la farándula y prácticamente desaparecieron de la campaña los colectivos que tradicionalmente acompañaron a Chávez. Las dos semanas de campaña transcurrieron a un ritmo incesante de presentaciones de estos artistas en decenas de escenarios en todo el país. No sabemos si hubo convenimientos económicos, pero cuesta creer que estos neocamaradas se hayan presentado tantas veces en un tren de trabajo tan duro sin agarrar ni un bolívar. Así, fueron protagonistas de una campaña que no se parecía al chavismo. Es cierto que con Chávez también tenían espacio los trovadores, los raperos, los rockeros, los reguetoneros... pero nunca estuvieron en el centro del discurso ni captaron el protagonismo. No; el discurso de Chávez siempre estuvo junto a los valores antes invisibilizados. ¿Invisibilizados por quién? por los medios privados. Por RCTV, Venevisión, Globovisión, Televen y el 90% de las radios a nivel nacional. Darles la batuta en los escenarios desdijo en dos semanas todo el discurso planteado en 14 años.

¿Ahora esta gente, que maneja en sus cuentas decenas de millones al mes, tiene mayor protagonismo que los héroes anónimos (hasta cuando anónimos) de los consejos comunales? ¿Ahora esta gente es más importante que los millones que hicimos 10 horas de cola, para ver a Chavez en la Academia Militar durante 2 segundos? Y se volteó la tortilla Dejamos de ser una revolución fáctica y legal, con un discurso basado en los hechos y en el impulso de las leyes para crear nuevas realidades, para convertirnos en una revolución mediática. ¿Y no es en lo mediático que la oposición tiene experiencia y ventaja? Exactamente. La oposición se dio cuenta de ello, y la gente que dirigía la campaña de Capriles, tras el éxito obtenido en octubre con la gorra tricolor que fue diseñada en 2004 por la gente de Clase Media en Positivo (clase media con Chávez), decidió jugar a la confusión. Es así como aparecieron en la campaña publicitaria de Capriles piezas idénticas a las del chavismo, comenzando por el nombre del comando: Simón Bolívar; el uso de chaquetas y camisas tricolor por parte del candidato; la utilización de la firma del Libertador, la creación de un grupo llamado “Revolucionarios con Capriles” e incluso una banda tricolor para el brazo, idéntica a la usada por el chavismo antes de la campaña para expresar luto por la partida física del presidente Chávez. Todo esto generó la acusación, claramente con fundamento, de que la oposición estaba copiando los símbolos del chavismo; incluso en las redes sociales se distrajo al público diciendo que la copia era resultado de la falta de imaginación y que ese mimetismo sólo ratificaba que el chavismo era positivo. Mucha gente debe haber pensado seriamente que Capriles estaba dispuesto a darle continuidad a las misiones bolivarianas, dado que su discurso apuntaba hacia allá y las imágenes de él y de su comando se parecían a los del chavismo. Capriles llegó al paroxismo al ofrecer la nacionalidad venezolana a los médicos cubanos. Este anuncio no podía estar dirigido a los beneficiarios de la medida porque ellos no son votantes, así que se trató de unan oferta desestabilizadora, que buscaba propiciar la deserción masiva de

los médicos antillanos en nuestra tierra, y que apuntaba al fin de la Misión Barrio Adentro dada la obvia reacción que tendría el Gobierno cubano ante una medida de ese tipo. Sin embargo, todos estos elementos hubiesen quedado como una tomadura de pelo por parte de la oposición de no ser por el extraño giro de la campaña de Nicolás Maduro. El presidente en funciones y candidato se empeñó en repetir que él es hijo de Chávez. También manifestó su espiritualidad al plantear que sentía que Chávez le hablaba de alguna manera, en forma de un pájaro. Aunque sabemos que ambos planteamientos son metafóricos, y que en realidad todos los revolucionarios hemos sentido en Chávez a un padre en algún momento, el comentario perdió sentido a fuerza de repetirlo. Era incompatible el manifestar pesar por la pérdida del mentor, y al mismo tiempo burlarse de la obsesión caprilista con el famoso “Nicoláaaaaas”, y hacer del cuento una burla con musiquita. La saturación mediática atentó contra el verdadero mensaje, el que realmente hacía falta: ratificar el Plan de Gobierno de Chávez y añadirle los aportes que en su experiencia como presidente encargado había podido recabar Maduro. En cambio, el plato fuerte del PSUV en esta campaña orbitaba entre la lástima por el huérfano y una extraña alegría que convocaba a merengueros de los 90 y a artistas más recientes en un pasticho intermedio entre una telenovela de Delia Fiallo y la Guerra de los Sexos. Con respecto a los elementos espirituales, Maduro también abusó del uso de Cristo. Era poco creíble, dado que él es seguidor de Sai Baba*, verlo con un cristo y una “estampita” de Chávez en la mano. Es bien conocido que el presidente Chávez era un católico ferviente, y también que hacía frecuentes alusiones a los espíritus de la sabana (léase las ánimas benditas), así que con Maduro la fórmula también debía funcionar. Ahora hay que gobernar, con coherencia y eficiencia, porque en tres años habrá referendum, y ahí los venezolanos nos volveremos a contar. Si los mensajes y las acciones no coinciden, la oposición ya tiene muy clara la estrategia y está mejor capacitada en lo mediático para enfrentarnos *Sathya Sai Baba era un líder espiritual o gurú del sur de la India.


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El gesto de Alfredo JULIO CÉSAR GUANCHE lfredo Guevara pasó la mayor parte de su vida con el saco sobre los hombros, en un gesto por el cual era reconocido por la mayoría de los cubanos, por dos razones declaradas: detestaba la guayabera y aborrecía la ritualidad. Cuando obligaciones protocolares le empujaron hacia la guayabera, se rebeló: “siento que solo me faltan las maracas para salir a la calle”. Obligado al saco, se lo dejó por décadas apenas sobre los hombros: parecía que el saco estaba puesto, pero tampoco terminaba de estarlo. Sin embargo, cultivaba con humor el mito sobre el origen de su gesto. Ahora, el gesto es solo un síntoma, que acaso se explica por otras causas. En su primera juventud, Guevara frecuentaba junto con otro amigo, blancos los dos, los círculos anarquistas de los trabajadores, mayormente negros, del puerto de La Habana. Yo era anarcosindicalista. No creo que existiese en la Isla una gran influencia anarquista, pero la República Española trajo a muchos emigrados españoles de esa filiación. Mi novia era hija de un poeta anarquista español. Mis ideas habían nacido antes, pero con ella la relación con el Si su corazón era anarquista, su cabeza lo llevaba al marxismo, pero no quiso hacer una elección que resultara en una exclusión. Guevara se definiría en lo adelante, hasta hoy, como un comunista libertario. Desde esa convicción, no le era difícil adherir al socialismo republicano español. La Revolución cubana comenzó a realizar el proyecto que no tuvo secuencia en la segunda república española.

guerra civil española había terminado, pero dejaba hondas repercusiones. Era una época en que muchos teníamos los abuelos o los padres españoles. La población mestiza de Cuba, no la que conservaba enteramente sus rasgos africanos, pero sí una parte importante, tenía una rama española. Por eso muchos vibraron en su niñez o en su adolescencia con los acontecimientos que condujeron al derrumbe de la República, que encontró luego otro eco en nuestra realidad: la llegada de los refugiados españoles. No se trata solamente de los profesores españoles que llegaron a Cuba, vivimos el legado de la República española en todos los terrenos, en el constitucional, en la ciencia, en las artes, en la literatura y en la política, en el desarrollo de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad revolucionaria y de nuestra cultura.[…] Desde entonces, Guevara sabía que pertenecía con la misma intensidad a la cultura como a la política, otra vez sin elecciones excluyentes. Si aceptaba alguna materia como “sagrada” serían al mismo tiempo la universidad y la rebeldía, esa edad adulta de la cultura. Yo he escuchado muchas veces decir que la Universidad era una Universidad burguesa por definición. Claro, era un país dominado por las capas altas y medias de la burguesía, pero en la Universidad de La Habana, la única existente en la época, operaban también los resultados del proceso general de la reforma universitaria que hubo en todo el continente, de la presencia de Mella en la Universidad, de las tradiciones a que había dado lugar, y, después, de los procesos relacionados

la sociedad. A la Universidad venía una gran masa de estudiantes del interior del país. Para venir del interior del país a estudiar a La Habana había que tener una posición holgada, no había que ser millonario, pero había que tener ciertos recursos. Estos estudiantes, básicamente de familias pequeño-burguesas, hijos de pequeños comerciantes, etc., hacían una vida muy distinta de aquella que hacían en su familia: vivían cuatro, cinco o seis años de su vida totalmente independientes y, por lo tanto, eran un terreno más fácil para la influencia de las posiciones de los más activos movimientos de ideas en la Universidad. No habían entrado en el ciclo de la vida en que su clase les exigiría jugar un papel como miembro de ella. De esto éramos conscientes y lo utilizábamos para ganar adeptos. Visto desde este ángulo, debo decir que la minoría, que el grupo avanzado, antimperialista, revolucionario, radical de la Universidad era pequeño. Pero lo cierto es que este grupo era capaz de desarrollar una gran influencia sobre una masa de estudiantes a la cual se le proponían acciones concretas contra injusticias concretas, contra desmanes concretos, y se le iba llevando hacia posiciones más avanzadas. El ambiente intelectual también contribuía. Fernando Ortiz no era profesor de la universidad pero influía mucho sobre nosotros. Emilito Roig—que tampoco era profesor de la universidad, era el historiador de la ciudad de La Habana—, Vicentina Antuña, Elías Entralgo, que sí lo eran, todos ellos, archirrepublicanos, fueron muy importantes para nosotros. Raúl Roa era uno de nuestros profesores más admirados. Aunque yo estudiaba

Su influencia nos marcó definitivamente. Para mí es sustancial demostrar que el pensamiento de la Revolución es mucho más complejo que la presencia de los aliados que hemos tenido en un momento dado en el este de Europa y que fueron imprescindibles. El pensamiento de la Revolución tiene raíces mucho más profundas, y entre ellas, una de sus fuentes, está en la experiencia de España. Cuando entré en la universidad ya la

con la Revolución del 30 y de toda la participación de la Universidad y de sus dirigentes en luchas que pudiéramos llamar estudiantiles, pero que formaban parte de las luchas políticas, que habían diversificado mucho tanto la composición como las orientaciones políticas que podían encontrarse en su interior. La Universidad era una especie de microclima. El marco de posibilidades de expresión era mucho mayor que en el resto de

Filosofía hacía lo que media Universidad hacía: meterme en las clases de Roa. Él terminaba las clases y se paraba en la Plaza Cadenas a decir palabrotas y todo tipo de horrores sobre la política de la hora. Nos acercaba a todos a las ideas del socialismo, a unos nos encantaba y a otros los comenzaba a “envolver”. Desde luego, había otros profesores que no hablaban en el lenguaje del marxismo, pero eran progresistas. […] Guevara, el joven que leía La ciudad de

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Dios, terminó poco tiempo después en una mazmorra, de la que se salvó de puro milagro, para después tener que marchar al exilio. Estuve varias veces preso, pero la última vez me torturaron y salí muy mal. Estaba en la Novena Estación, la peor que Batista tenía en La Habana. Estaba en la calle Zapata, un centro horripilante donde me destrozaron a culatazos. El policía que tenía asignado vigilarme, al verme en ese estado, puesto él de espaldas, para que no vieran que hablaba conmigo, me dijo: “dame un teléfono”. Gracias a esa llamada me salvé. Intervinieron fuerzas que no eran de esperarse, como la de una burguesía patriótica que existía en Cuba, más bien una aristocracia del siglo XIX, unas grandes señoras, hijas de los patricios, que hicieron una acción muy fuerte al aparecerse en la estación, como también presionó la masonería nacional e internacional para sacarme de allí. Después de eso, yo no tenía solución en La Habana y se decidió mi salida. Tenía una dificultad para salir. La Embajada de México y la de Brasil estaban dispuestas a recibirme e incluso a recogerme en un lugar, pero yo en la Universidad me había opuesto siempre al asilo, porque había gente que se asilaba a la primera, a la fácil. Como yo planteaba resistir, tenía que seguir luchando, debía defender mucho este principio, y hacía el ridículo si me asilaba. Al final, salí clandestinamente de Cuba. Pasé por Guatemala y finalmente llegué a México. En esa brega, Guevara conoció de la amistad, y cultivó sus admiraciones más fieles. Experimentó cómo salvar un libro puede significar en un minuto tanto salvar una vida como una idea. Días antes del asalto al Moncada yo estaba ingresado en el Hospital Emergencias. Raúl me había estado cuidando, y de momento me dice que Fidel lo estaba localizando y se va. No regresó. Llamo a otros amigos, y me dicen que no estaban, que Fidel los había llamado. Comprendí que era el momento y salí corriendo sin perder un minuto del hospital, pues estaba seguro que en breve comenzarían las detenciones


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Guevara (1926-2013)

tras ocurrir lo que vendría. El Moncada fue definitivo para mí. Comprendí que la línea del Partido Socialista Popular y de su Juventud no conducía a nada. La sangre del Moncada me unió definitivamente a la insurrección. Después del asalto me dediqué inmediatamente a limpiar pruebas incriminatorias contra ellos. En las semanas previas, Fidel me había ido a buscar y me pidió conseguirle libros sobre técnica militar soviéti-

ca detrás de las líneas fascistas y sobre las guerrillas soviéticas. Yo tenía novelas que trataban el tema, y piezas de teatro, muy realistas, pero no lo que él estaba buscando. Le dije: «vámonos a la librería del Partido que a esta hora no hay nadie». En la librería, situada en la avenida Carlos III, encontró algunas cosas útiles, pero no tenía dinero. Como yo era habitual de la Librería dije: «bueno, está bien, yo lo garantizo», y me los fiaron. En el libro de cuentas de la librería quedaron anotados los títulos — todos de militares soviéticos— entregados

al Dr. Fidel Castro y garantizados por Alfredo Guevara. Después del asalto me daba pavor que esa constancia cayera en manos de la policía, pues sería nefasto para Fidel en el ambiente anticomunista que se potenciaba en la fecha. Yo tenía acceso libre a determinados apartamentos usados para la organización del asalto. Me ocupé de limpiar el cuarto de Raúl y de Pedrito Miret, que vivían juntos. Inclusive en un momento llegó la policía, pude marcharme, se fue y regresé al rato, pues olvidé revisar un travesaño donde supuse que Raúl habría guardado cosas. Efectivamente, las había y las quemé. Me llevé la caja de libros de Léster Rodríguez de su casa, a la que logré llegar antes que la policía. Estaban llenas de libros comprometedores. Me quedaba la angustia de la librería del Partido, asaltada enseguida por la policía. Por fortuna, era una policía tan bruta que no revisaron el libro y el nombre de Fidel no apareció. La policía de Batista no era la policía sofisticada de represión política que existe hoy en América Latina y en otros lugares. Siempre son bestias, pero estos eran bestias de una ignorancia total. No tenían algún dirigente con sofisticación, salvo, acaso, en el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC). La policía se llevaba libros de mi casa que no tenían nada que ver. Leí en un acta policial que recuperé que se habían llevado libros «escritos en clave» —yo era lector de Louis Aragón— y solo estaban escritos en francés. A veces los que podíamos nos comunicábamos en griego, e igual pensaban que eran claves secretas. Con esa formación, Guevara podía sugerir libros sobre tácticas soviéticas de insurrección, pero su pensamiento fue una insurrección continua contra lo que el marxismo sufriría luego como “marxismo-leninismo” soviético. Ese marxismo sería repudiado siempre por Guevara, desde la polémica con Blas Roca hasta las últimas intervenciones que hizo ante públicos universitarios, que acaban de ser reunidas en un libro que él mismo pudo ver ya impreso en los últi-

mos días, pero no alcanzó a presentar ante el público. Ese libro, que en este minuto se convierte en un resumen de su pensamiento más reciente, deja ver aquellas antiguas influencias y se sostiene sobre una convicción muchas veces repetida por él: el peor enemigo de la revolución es la ignorancia. Pero Guevara no recibió sus influencias intelectuales solo de profesores de Filosofía. Yo mantenía relaciones con Zavattini desde antes de mi llegada a México. Des-

de muy jovencito, siendo yo miembro de un cine-club de La Habana, Zavattini había visitado Cuba y habíamos entrado en contacto. Digamos que me «adoptó», y empezamos una relación. Lo reencuentro en México y por eso trabajé con él. Fue mi maestro. Duró poco tiempo, pero esa personalidad tan fuerte, tan intensa, tan rica espiritual e imaginativamente, me marcó para siempre. Después entré en contacto con Buñuel, y trabajé con él en varios guiones, particularmente en Nazarín. Filmé un documental que ganó el premio Ariel.

Zavattini y Buñuel me marcaron desde todo punto de vista, también éticamente: cómo hacer cine, por qué hacer cine, para qué hacer cine. Están las cartas tempranas, a partir de 1959, de Zavattini y de Buñuel recomendándonos no permitir que el nuevo cine cubano cayera en manos del comercialismo. La ley de cine, que me tocó escribir, afirma que «el cine es un arte». Esa frase refleja la voluntad de eticidad que ellos remarcaban. Por otra parte, al mismo tiempo que aprendía de ellos, buscaba armas en preparación de una nueva expedición hacia Cuba. Con esa arquitectura intelectual, y con esa vocación política, Guevara no podía comprender la relación entre política “y” cultura, como dos cuestiones separadas. Antes bien, elaboró una comprensión cultural de la política. La historia de la concepción del ICAIC es su manifiesto. Nosotros estábamos aprendiendo. Éramos todos cinéfilos. Alea y Julio García Espinosa habían estudiado en el Centro de Cine Experimental de Roma. Éramos los que teníamos formación. Los demás no. Los reclutábamos entre los cine club y les pusimos una cámara en la mano a ver qué pasaba. Y lo declaramos: tenemos que improvisar, pero hay que salir de la improvisación rápidamente. Las grandes empresas distribuidoras eran americanas y lo dominaban todo. Dos empresas, una española y una mexicana, traían películas en español. Trabajaban en un país de analfabetos, con una gran población que no podía seguir los cartelitos y conformaban un público cautivo de películas mexicanas y españolas. Trataron de ganar el público de Hollywood con el doblaje, pero el público no se acostumbró. Lo cierto es que esas tres cinematografías, principalmente la mexicana, dominaban las salas más humildes. Mucha gente veía estas películas porque las más de las veces terminaban con canciones. Con todo, hubo figuras mayúsculas en ese cine que se quedó bastante tiempo después del triunfo de la revolución en la televisión. Y A PÁGINA 6


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El gesto de Alfredo... DE PÁGINA 5

tenía su público. Nosotros nos planteamos llegar al cine del mundo. Fuimos a Italia, España, Francia y a los países socialistas, cuando empezaban las relaciones con ese campo. Seleccionábamos las mejores películas, pero también un porciento de películas que eran “ligeras”. Todo eso lo hacíamos en medio de tensiones que no eran las mismas que hoy, entonces eran tensiones que incluían la agresión militar. Checoslovaquia, Polonia y Hungría tenían películas razonablemente bien hechas, y existía una corriente dentro del cine soviético también de películas bien hechas, pero había una masa de películas insoportables. Entraron muchas de esas películas insoportables, y tuvimos que ser más rigurosos. Nuestra idea sobre las coproducciones era que los países socialistas, que estaban más desarrollados, pusieran los recursos y que los guiones y los directores fueran cubanos. Se hizo Soy Cuba, de la cual el guionista era soviético, película que ahora es de culto, y también se hicieron películas de mala muerte, como algunas que se hicieron con la RDA y con Checoslovaquia. Por esa fecha, varios técnicos habían ido a estudiar al campo socialista, pero en un momento, por decisión de la dirección del ICAIC, fui a estos países y recogí a todos estos estudiantes, y les dije que se graduarían en Cuba. Eso se hizo por el cine y por la política. Les dije que vendrían, que nosotros les daríamos el título y que se lo daríamos filmando por todo el país. Y esto pasó porque empezaron a hacerse tesis, igual que se hacen en la universidad, pero filmadas. Y los que estudiaban en la Unión Soviética hacían tesis sobre la URSS con enfoques soviéticos, como mismo ocurría con los que estudiaban en la RDA, Polonia o Checoslovaquia. Entonces nos dijimos: vamos a reencontrar la realidad de nuestro país. Salgan a filmar, les damos películas, les damos cámaras, pero hagan sus tesis sobre la realidad de Cuba. Así, cambiamos el sistema de formación e hicimos una escuela, pero una escuela para las necesidades del cine cubano. Todavía muchos de los ingenieros y camarógrafos del ICAIC son los ingenieros que se graduaron en esa escuela. Diseñamos el ICAIC para el cine cubano pero también como infraestructura para el cine latinoamericano. Empezamos a hacerlo casi desde el principio, desde que empezamos a ser. En 1967 ya nosotros estábamos liderando el movimiento, con “nosotros” quiero decir los cineastas cubanos, ya estábamos luchando por integrar a toda América Latina. Por eso digo siempre que el nuevo cine latinoamericano nació en Viña del mar en 1967. Allí nos empezamos a organizar. Era el nacimiento del nuevo cine en todas partes. Por eso, Alfredo Guevara es el principal artífice de una política cultural que en el ICAIC supo conciliar la experimentación, el rigor y la formación crítica del público con una comprensión sobre el discurso artístico que debe, primero, ser arte, para desde ahí explorar tanto los conflictos esenciales de una nación como el misterio de lo que el propio Guevara, lector de Santa Teresa de Ávila, Bergson y Lezama, llamaba el alma humana, con esa entonación suya que probablemente no se vuelva a escuchar jamás en Cuba. Pero su influencia no se limita al ICAIC. Leo Brower

ha dicho que es el hombre de la ideología de la cultura en Cuba después de 1959. En la idea de Guevara, la función del ICAIC no era “hacer” el cine cubano, sino garantizar las condiciones en que ese cine pudiese nacer y desarrollarse: en el ejercicio de la crítica y la polémica, en el respeto al talento, en la comunicación con la sociedad, en la formación crítica de públicos, en el rigor de la formación intelectual de los cineastas, cuestiones todas que son extensivas al campo entero de las necesidades de la cultura cubana actual. También por ello, su pensamiento comunica la idea de revolución con una de sus grandes pasiones: la potencia revolucionaria del “acaso”, la defensa del privilegio del matiz, la fuerza desmesurada del “sin embargo”.

el paso del tiempo y comenzó a medir el lapso que le quedaba. Ni Fidel ni nadie es eterno. Nuestra Revolución, es la Revolución más cercana a nosotros, pero es parte de una Revolución de una dimensión mucho mayor, dimensión que tiene porque es —en nuestra época— revolución en la mente de la gente, revolución en el saber, revolución en el conocimiento, revolución en el dominio-no dominio del mundo, revolución en la conciencia de si somos y seremos o si no seremos. He aquí descritas, me parece, las causas de por qué es revolucionario usar el saco a medias. Porque antes que elegir por exclusión, es preferible no confundir coherencia con intransigencia ni lealtad con obsecuencia. Es posible ser revolucionario y odiar las guayaberas, como es preciso para ser revolucionario rehusar las ritualidades que vacían la política y empobrecen la vida. Sí, el acto de usar el saco a medias

guel Hernández: Alfredo, siento de usted una falta sin fondo, pero la llenaré con sus palabras, con sus obras, con su recuerdo y con su presencia. Usted está en lo mejor de lo que muchos queremos pensar y hacer. Gracias, Alfredo, por todo. NOTA del autor. Los pasajes en cursiva corresponden a fragmentos de testimonios de Alfredo Guevara, que le tomé en diversas ocasiones. Como él no se decidió a darlos a la luz, permanecerán inéditos. Tampoco son demasiado relevantes, porque, por suerte, Guevara dio muchas entrevistas testimoniales de gran valor. Solo lo consigno aquí por respeto a su decisión. He utilizado relatos cuya redacción él revisó, y cuyos contenidos además él vertió, de modo similar a como aquí se cuenta, en público en diversas ocasiones. (Versión ajustada del texto original) http://www.lajiribilla.cu/articulo/4532/ el-gesto-de-alfredo-guevara Las cenizas de Alfredo Guevara se esparcieron en la escalinata de la Universidad de La Habana. Palabras de Luis Morlote.

Habría que preguntarse primero qué es la Revolución. Ella puede ser enfocada desde varios ángulos, pero lo más importante para mí es que el hombre piense y se piense con autenticidad. La garantía, siempre relativa, de la continuidad de la Revolución es precisamente que ese hombre, el joven cubano, piense sobre sí y sobre la sociedad a partir de un debate interno en su conciencia. Si lográramos que a este impulso, a la inquietud por la cultura —que no ha permeado a toda la juventud, pero sí a una parte— le siga una apertura, una provocación del debate, un estímulo a pensar las contradicciones, estaría garantizada de cierto modo la continuidad de la Revolución. El gran logro de la Revolución es que muchas conciencias sean activas, haría falta que todas lo fueran. Si esta pregunta, «cómo imagino el futuro de los cubanos dentro de diez, quince o veinte años», me la hubieras hecho hace una década te diría: «vendrá una época negra, horrible, en que seremos devastados, en que supuestos o reales investigadores trabajarán con papeles y archivos y juzgarán según su voluntad y su gusto. Unos tratarán de conservar limpia la memoria y otros no, pero una generación después seríamos revalorizados, sería revalorizada la Revolución, y, como el ying y el yang, se construiría nuevamente la Revolución». Hablo de la revolución como hecho espiritual, no del arribo de ciertos habitantes de Miami a tomar posesión del país. Me refiero al espíritu de la Revolución. Esto es, hasta aquí, lo que yo hubiera dicho en la mayor intimidad hace diez años. Yo creo que Fidel lo comprendió, y sintió

es un acto de libertad y no solo de originalidad. Es solo una metáfora risueña —Guevara tenía un gran sentido del humor, no muy visible al público quizás por su personalidad intelectual— sobre la libertad. Por esa libertad corrió los riesgos de la prisión y la tortura. Hasta hoy aquellos culatazos repercutían en su espalda, nunca curada del todo. Pero también comprendió que corría riesgos para tener más libertad, no para paralizarse ante ellos. En los primeros años del triunfo de la Revolución, le presenté a Fidel un asunto y le dije: «si hacemos esto, las consecuencias pueden ser peligrosas porque si no nos sale puede pasar tal cosa; esto otro es más seguro pero menos «rentable». Hay que decidir entonces». Y Fidel me respondió: «¿Cuándo tú has visto que algo importante se haya logrado sin riesgos». Eso me dijo Fidel, pero es también mi criterio desde hace mucho tiempo. Si hay que correr riesgos, se corren, pero ni la palabra prudencia es deleznable ni los riesgos pueden ser demenciales. No hay modo de hacer algo importante sin asumir riesgos, pero mientras más inteligente y hábil es uno, los riesgos son menores. No obstante, con la cantidad de locuras que he cometido en mi vida, no seré yo quien predique prudencia. No soy el más indicado. Alfredo Guevara ha sido tratado en este texto como “Guevara”, pero sus amigos y sus compañeros del ICAIC y del Festival, siempre le han dicho Alfredo. Hoy no he podido llamarle “Alfredo”. He intentado ser “neutral” apenas como una venganza contra la desesperación. Ahora que he llegado al final puedo decirle, con su admirado Mi-

Amigos: Estamos aquí esta tarde para cumplir la última voluntad de Alfredo Guevara. Quiso él que este no fuera un momento solemne, quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo sabemos que fue hasta el último minuto de su vida contrario a toda solemnidad, a todo formalismo, a los esquemas. Su labor fundacional por la cultura cubana, por que tuviéramos en la América Latina un cine verdaderamente nuestro, fue inmensa. Su pensamiento indoblegable, provocador emancipador y libertario lo mantuvo siempre joven, apegado incondicionalmente a las ideas de justicia de la Revolución Cubana, de Fidel y de Raúl. En la juventud de su pensamiento estaba la clave de su conexión con las nuevas generaciones y en ese vínculo, que supo construir desde su magisterio ajeno a todo dogma, están las bases de su esperanza y de su confianza en un futuro mejor. Hace 68 años, a sus 19, Alfredo Guevara, subió por primera vez esta escalinata y se adentró en la Universidad, en su universidad. Hoy, por convicción y deseo propio, regresa acompañado por quienes le queremos y le admiramos. Desde aquí seguirá retando a los miles de jóvenes que suban estos peldaños en busca del saber, y a quienes ya graduados, bajen de las aulas a construir, a transformar, a fundar a conquistar la belleza, que para él era “expresión de la verdad, la bondad y de la justicia”. En nombre de Claudia, su nieta que él tanto quiso, de sus familiares y amigos más cercanos, y de los colaboradores de su Casa Festival, agradecemos a todos su presencia esta tarde. Muchas gracias. Universidad de La Habana, 20 de abril de 2013


CORREO del SUR M ARTÍN CAGLIANI

F

ue todo gracias a un perro, a un niño y a Google Earth. En 2008 Lee Berger, de Sudáfrica, y Paul Dirks, de Australia, comenzaron a estudiar cuevas, a través de la herramienta Google Earth, que permite ver imágenes satelitales de cualquier parte del mundo. Estudiaron decenas de sitios marcados como interesantes en décadas anteriores. En agosto de ese año, Dirks fue a ver uno de los más prometedores, junto con su perro, y dio con una cueva, denominada Malapa, que demostró ser muy rica en fósiles. Dos semanas después, Berger exploró el sitio, junto con un ayudante, y su hijo Matthew, de nueve años. El niño, aburrido de estar en la cueva, se alejó unos 15 metros, y enseguida gritó: “¡Papá, encontré un fósil!”. Berger fue a ver sin mucha gana, pero cuando llegó junto al niño se dio cuenta de que era el hueso fósil de un homínido incrustado en la roca. Dos años después, en 2010, dieron a conocer una nueva especie de homínidos a la comunidad científica. Lo nombraron Australopithecus sediba. La primera parte, que vendría a ser el apellido, o género, significa simio del sur, en latín; el nombre de especie, sediba, es la palabra para arroyo natural, en sotho, uno de los once idiomas oficiales de Sudáfrica. Lee Berger eligió ese nombre de especie porque estaba convencido de que era el más apropiado para quienes podrían ser los ancestros directos de nuestro género Homo. La cuna de la humanidad Para que nos ubiquemos, montemos en nuestra máquina del tiempo imaginaria, y viajemos dos millones de años atrás. ¿La zona? Sudáfrica, cerca de donde hoy se ubica la ciudad de Johannesburgo. Hace dos millones de años no era muy diferente de como es hoy, con planicies y valles boscosos. Podríamos ver a dos Australopithecus sediba cami-

nando por lo que ellos creían una simple colina con pastizales, pero que demostraría ser una trampa mortal, ya que escondía un agujero que llevaba a una profunda cueva. Por allí cayeron estos dos homínidos, un niño y una mujer adulta. No sobrevivieron a la caída, como les sucedió a muchos otros de su especie, así como a cientos de animales, como hienas, perros salvajes, tigres diente de sable, gatos salvajes, caballos, antílopes, conejos, etc. Todos ellos fueron cubiertos, con el paso del tiempo, por sedimentos, que luego de cientos de miles de años los terminaron fosilizando, es decir que los trans-

Domingo 28 de abril de 2013

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¿Un ancestro directo de los humanos? formaron en piedra. Hoy el sedimento en el que están los fósiles es muy duro, casi tanto como el concreto. Por eso les ha llevado tres años más a los científicos poder estudiar los fósiles de A. sediba, y a todos sus otros compañeros de tumba. En el último número de la revista Science se han publicado seis nuevos artículos científicos que analizan a fondo a esta especie de la cual podría descender el género humano. Caminando con pie plano Se llama homínidos a las especies de primates que caminan o caminaron en dos patas. En la actualidad somos la única que ha sobrevivido, pero hace dos millones de años eran muchas las que existían en Africa, donde se originaron. Los fósiles de A. sediba se han datado en 1,98 millones de años. Por aquellos tiempos había otras especies de homínidos en Sudáfrica, así como también en el este de Africa. Había varias del género Australopithecus, y una sola del género Homo, al que pertenecemos. Se trata del Homo habilis, la especie humana más antigua, que vivía en el este de Africa (desde hace años algunos científicos dudan de si considerarla parte del género humano). Por aquellos tiempos dejó de existir la especie Australopithecus africanus, que muchos creen que es de la cual descienden los humanos, y que vivía en Sudáfrica. Pero en esta controversia se vino a meter Australopithecus sediba, una especie que tiene tanto características del africanus, como de humanos. Pero no de humanos como el habilis, sino de otro posterior, el Homo erectus. Según Lee Berger, y la gran cantidad de científicos que analizaron los fósiles, A. sediba era un mosaico de características. Por un lado, tenía una caja torácica típica de un simio, cónica, con los hombros encogidos que le habrían impedido balancear los brazos como lo hacemos nosotros al caminar. También estaban más preparados para una vida semiarbórea. En la dentadura se asemejaba más a A. africanus que a los otros australopitecos que vivían en Africa del este, como por ejemplo los A. afarensis, de los cuales la famosa Lucy formaba parte. En la forma de la mandíbula, por otro lado, se parecía más a los Homo. La columna vertebral de sediba era muy similar a la de Homo erectus, especie humana que aparece más o menos por aquellos tiempos, hace 1,8 millones de

años. Pero la forma de caminar de sediba todavía no era tan eficiente como lo sería la de erectus, sino que tenía una característica única, que le confería un paso parecido a quienes sufren de pie plano, o más exactamente, de hiperpronación. (Ver Futuro 13/4/2013) La cambiante foto familiar Todas las características en mosaico de sediba lo llevan a formar parte de un clado o taxón sudafricano, del cual ostentarían membrecía el africanus y los Homo erectus, según los artículos de Science. De esta forma, aleja el camino evolutivo humano del Australopithecus afarensis, Lucy, y la descartan como posible especie ancestral de nuestro género, para colocar esa corona en A. africanus y en A. sediba. Armar el árbol familiar humano no es una tarea tan simple como podría parecer. No alcanza con tener las fechas de nacimiento y muerte y los nombres. Los fósiles son escasos, y a veces muy fragmentarios, como para dejar bien en claro su parentesco. Por eso algunos creen que Homo habilis no debería pertenecer al exclusivo club humano, y opinan que debería ser Homo erectus el primer humano, que podría haber descendido de A. sediba, y éste, a su vez habría evolucionado a partir del más antiguo A. africanus. Así, tanto habilis, como todos los australopitecos del este de Africa, incluida Lucy, serían una rama separada del árbol familiar humano.


Maratón de Boston, testimonio AMY GOODMAN

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l lunes fue el Día del Patriota en Massachusetts, que conmemora el comienzo de la Guerra de la Independencia de Estados Unidos en 1775 en dos batallas celebradas en ese estado. También es el día en que se celebra el maratón anual de Boston, capital de Massachusetts, que ahora, lamentablemente, pasará a la historia como otro episodio de violencia desmedida sin sentido. La imagen de Martin Richard dio la vuelta al mundo desde que murió ese día. La foto muestra al niño de 8 años de edad con una pancarta, que él mismo escribió, con la leyenda: “No lastimen a más personas. Queremos paz”. La familia Richard estaba mirando la carrera cuando detonó la bomba. Su madre, Denise, y su hermana, Jane, sufrieron heridas graves. Su padre, Bill, sufrió heridas de metralla. El hermano mayor de Martin, Henry, no resultó herido, al menos no físicamente. Al otro lado de la calle donde ocurrió la explosión, Carlos Arredondo y su esposa, Melida, observaban desde las gradas. Estaban esperando a un miembro de la Guardia Nacional que corría el maratón en honor al hijo de Carlos, Alex Arredondo, un infante de marina de Estados Unidos que murió en la batalla de Nayaf, en Irak, en agosto de 2004. En aquel entonces, inmediatamente después de enterarse de la muerte de su hijo, Carlos se metió en su camioneta y la prendió fuego. Sobrevivió, a pesar de haber sufrido quemaduras graves, y desde entonces se dedica al activismo por la paz, viajando por Estados Unidos con un ataúd envuelto en la bandera de Estados Unidos en honor a su hijo. En 2011, siete años después de haber perdido a su hijo Alex, su hijo menor, Brian, quien sufrió depresión tras la muerte de Alex, se suicidó. En la maratón, Carlos, de origen costarricense, vestía un gran sombrero de vaquero. Las imágenes de su valiente campaña de rescate de personas heridas en explosiones también recorrieron el mundo. En fracción de segundos, las vidas de estas dos personas, Martin Richard y Carlos Arredondo, provenientes de barrios de Boston bastante cercanos, cobraron dimensión

internacional. Martin, un niño que murió trágicamente a causa de un artefacto explosivo improvisado, y Carlos, un padre que perdió a sus dos hijos como consecuencia de la guerra en Irak. Le pedí a Carlos que describiera los instantes posteriores a las explosiones en la maratón: “Todo el mundo estaba en el suelo. Había personas quebradas, algunas mutiladas, otros desmayados, tantos heridos. Nunca en mi vida había visto algo igual. Fue un momento horrible. La gente corría y muchos realmente manejaron la situación de la mejor manera posible, dadas las circunstancias. Enseguida nos dimos cuenta de que se trató de la explosión de un artefacto improvisado. Mi primera reacción, como voluntario

de la Cruz Roja, fue simplemente ir allí y cumplir con mi deber. Muchas personas hicieron lo mismo: policías, miembros de la Guardia Nacional, espectadores, veteranos de guerra. Todo el mundo se unió y acudió a ayudar. No sabíamos si había una tercera bomba, pero todos sacaron las vallas y movieron cielo y tierra. Y en muy poco tiempo, todo el mundo fue trasladado a la zona de emergencia, a unos 130 metros de allí, donde había muchísimo personal y unidades médicas de emergencia. Hubo mucha ayuda”.

CORREO del SUR Director General: León García Soler

Carlos concentró sus esfuerzos en ayudar a Jeff Bauman Jr., quien sufrió heridas graves en ambas piernas: “Rompí su camiseta, y con la ayuda de otro señor, le colocamos un torniquete en las piernas. En cuanto hubo una silla de ruedas disponible, lo levanté y lo puse en la silla y lo saqué de allí”. El gran nivel de especialización de los hospitales de Boston no fue suficiente para salvar la vida de Martin Richard. Su hermana de 7 años de edad, a quien le encanta bailar, perdió su pierna, y su madre, Denise, sufrió un traumatismo grave en la cabeza. Denise es la bibliotecaria de la escuela primaria Neighborhood House Charter School y miembro activo de una organización comunitaria. El padre de Martin, Bill, es un activista muy respetado en la comunidad, que ha ayudado a revitalizar el área. Hace siete años, también en el Día del Patriota, después de la Maratón de Boston, me encontraba en el histórico edificio Faneuil Hall junto al reconocido historiador fallecido Howard Zinn. Era la noche fría y lluviosa del 16 de abril de 2007, cuando llegaron noticias de una masacre en Blacksburg, Virginia, en el predio de la universidad de Virginia Tech. Treinta y dos personas murieron ese día, además del asesino, que se suicidó. Esta semana, mientras la recta final de la Maratón de Boston estuvo dedicada a las 26 personas que murieron asesinadas en Newtown, Connecticut, el Senado – controlado por los demócratas – no logró aprobar siquiera la parte más básica del acuerdo sobre la legislación de control de armas, una reforma suavizada de la verificación de antecedentes. La primera explosión en Boston ocurrió detrás de una fila de banderas ondeantes de todo el mundo, que refleja la dimensión internacional de la maratón más antigua del país. Las banderas me recordaron, una vez más, las palabras de Howard Zinn: “Ninguna bandera es lo suficientemente grande como para cubrir la vergüenza del asesinato de personas inocentes”. Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna. Texto en inglés traducido por Mercedes Camps

Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo

Diseño gráfico: Hernán Osorio


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