Número 345 Julio 28, 2013
Responder a un bufón / La pobreza en México / según The Economist / Rebeldes, soñadores y fugitivos / Legado de Mandela / Ciudadanía y Estado Laico / El verdadero problema fronterizo
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CORREO del SUR
Responder a un bufón VÍCTOR OROZCO propósito de la descalificación de la personalidad de Benito Juárez, -tratándolo como un traidor a la patria-, que hizo el ex presidente de la República Vicente Fox, proliferaron los mensajes en las redes sociales. El grueso de ellos, consideraba las declaraciones como otra más de sus tonterías, en cuya producción ha sido un prodigio, pues aderezó el ataque con la bufonada de decir que había sido el mejor de todos los presidentes, incluyendo a Juárez. Sin embargo, otros compartieron la diatriba contra el hombre de Guelatao aceptando el infundio. La causa: el famoso tratado Mc Lane-Ocampo, acuerdo signado por el embajador de Estados Unidos y el secretario mexicano Melchor Ocampo, el 14 de diciembre de 1859 en la ciudad de Veracruz, donde residía por entonces el poder ejecutivo federal. Me ocupo del tema en esta columna, por una consideración de actualidad. A pesar de los más de ciento cincuenta años transcurridos desde la reforma liberal, de la cual emergió finalmente la nación mexicana, existen poderosas fuerzas políticas que ora agazapadas, ora a la luz del día, han reciclado parte del programa levantado en aquella época por el derrotado partido conservador. Uno de sus propósitos es la recuperación de la hegemonía ideológica que tuvo el clero católico hasta antes de las leyes juaristas. En correspondencia con la consabida pérdida de libertades y aherrojamiento de las conciencias que ello implica, se fortalecería –aún más- la capacidad de los grandes poderes fácticos para dominar al pueblo mexicano. Las alianzas sagradas entre jerarcas religiosos, conspicuos empresarios, políticos conservadores, dueños de los medios, sus auxiliares intelectuales, acabaría por hundirnos en la conformidad y la sumisión. Pasarían así, sin mayores problemas, leyes represivas, enseñanza religiosa en las escuelas oficiales, bajas salariales, enajenaciones de patrimonio público, explotaciones sin control de los recursos naturales. Todo esto forma parte sustancial del programa de las derechas en todo el mundo y en México desde luego.
revolución, término con el cual se identificaban y las reconocían también sus enemigos. Lo hizo porque fue el estadista, con la destreza y el genio –admirables en prohombres como Abraham Lincoln y Napoleón Bonapartenecesarios como para rodearse de grandes personalidades, incluso de rivales, sin huirle a la posible competencia. Así pasó a la historia, pues condujo dos gestas: triunfó de la reacción nacional e internacional, primero en 1857-1860 y luego en 1862-1867. Estos hechos, reconocidos casi universalmente le valieron ser el mayor de los políticos y estadistas producidos en este país. (Sin embargo, leí de algún tonto que Juárez es un héroe construido por los priístas). Los ataques permanentes de voceros derechistas contra Juárez, encuentran su origen en aquellas dos visiones que se han disputado el campo a lo largo de la historia nacional. A Juárez le tocó o el lo buscó, un papel protagónico en aquella década cuando resplandeció la disputa. Por tanto, ha sido objeto de cualquier tipo de agresiones por grupos con nombres cambiantes: clericales, papistas, cristeros, sinarquistas, franquistas, pro nazis, anticomunistas…y ahora por Vicente Fox, quien es quizá todo lo anterior sin saberlo. Volvamos al trillado acuerdo, que no tratado, pues nunca alcanzó tal categoría por las formales razones de no haber sido ratificado por el senado de los Estados Unidos, ni firmado por el Presidente mexicano, -Benito Juárez-, a quien el congreso le había otorgado facultades extraordinarias. Coloquémonos en 1859. Hay dos gobiernos en la república: el constitucional instalado en Veracruz y el proveniente del golpe de estado de Tacubaya, encabezados el primero por el licenciado Benito Juárez y el segundo por el general Miguel Miramón. Se libra una guerra devastadora en buena parte del territorio. Los mexicanos no pelean solos esta contienda, como ha sucedido en las guerras civiles de cualquier país. Inglaterra, Francia, España, el Vaticano, Estados Unidos mueven sus piezas y buscan ganancias: privilegios, vuelta al régimen colonial, religión única, porciones del territorio mexicano. Todos aprovechan el momento y arrancan concesiones, ya con uno o con otro de los disputantes.
vuestro gobierno, pues la fuerza de las armas no nos dará la razón que no tenemos”. No había muchos dudosos en ese tiempo de la inminente intervención española. Así lo comunicó el delegado apostólico Luigi Clementi al papa Pío XII. Y así lo veían escritores mexicanos y europeos. El gobierno republicano estaba en un tris de se cogido entre dos fuegos, el de los cañoneros hispanos y el de las tropas conservadoras que asediaban el puerto. Por su parte, los norteamericanos se frotaban las manos y el presidente Buchanan demandaba poderes al Congreso para emplear la fuerza militar en México y garantizar con nuevos territorios los “justos reclamos”. Tenían en su favor un derecho ya adquirido: el tratado de La Mesilla, (celebrado el 30 de diciembre de 1853, por el régimen clerical-militar de Santa Anna), aparte de la cesión de unos 120,000 kilómetros cuadrados, les concedió derecho de paso para tropas y mercancías por el istmo de Tehuantepec y otras concesiones en la Baja California. Exigieron al gobierno de Juárez la entrega lisa y llana de estas zonas más otras de Sonora y Chihuahua. El estira y afloja fue interminable. Los mexicanos miraban hacia el mar, esperando divisar de un momento a otro los barcos españoles, al tiempo que demandaban el reconocimiento de Estados Unidos y buscaban frenar los desembozados planes de Washington. El resultado fue el convenio celebrado entre el enviado norteamericano y el ministro Melchor Ocampo. Se ratificaron los derechos de Estados Unidos derivados del tratado de La Mesilla y se ampliaron las concesiones, sin renunciar México a la soberanía sobre ningún territorio y sin ceder nuevas porciones del mismo. Fue una jugada de política internacional que caminó al filo del precipicio. Juárez obtuvo lo que quería: el apoyo diplomático y la posibilidad de empréstitos. El senado norteamericano no estaba en condiciones de discutir mucho, la inminente guerra civil –cantada desde hacía décadasocupaba su atención íntegra. En marzo de 1860, la jugada maestra de Ocampo y Juárez rindió frutos. Los españoles entregaron a los conservadores dos barcos artillados para bombardear Veracruz mientras las tropas la sitiaban por tierra. Ya fondeados en la isla de Sacrificios, estaban ma-
Digamos que durante aquel momento crucial de la historia mexicana a finales de la década de 1850, disputaron no solo dos proyectos históricos –inconciliables, como bien los establecía Miguel Miramón el caudillo militar de los conservadores- sino dos actitudes, dos maneras de entender la vida, dos formas de conducirse: una, obsecuente con los viejos poderes, predicadora y promotora del vasallaje -económico, político y cultural-, amante de la intolerancia ante todo de la religiosa, inmovilista, partidaria de los fueros y privilegios. La otra, explosiva, libertaria, abierta al mundo y a las ideas, enemiga de monopolios –otra vez, económicos, políticos o culturales-, abridora de caminos para nuevas reivindicaciones: de mujeres, de indígenas, de trabajadores asalariados, multiforme, variada, iconoclasta, independentista. Sólo hay que consultar la prensa, los folletos, los autores, los discursos de la época y el lector moderno se percatará de estos dos mundos encontrados. Y Benito Juárez, no el más radical, tampoco el de mayores arrestos intelectuales entre los reformadores, encarnó y personificó a estas fuerzas sociales representantes de la
En el año, son dos poderes extranjeros los de mayor peligro: España y Estados Unidos. El gobierno ibérico era rabiosamente antirrepublicano y aspiraba a reinstaurar la monarquía en México con un príncipe de la casa real en Chapultepec. Estos deseos embonaban justamente con el proyecto de los conservadores mexicanos quienes lo habían revivido con energía a raíz de la guerra con Estados Unidos. De hecho, ello implicaba una vuelta al reloj y el regreso al sistema colonial, con un gobierno compartido por criollos y peninsulares. No se conformó Su Majestad desde luego con las puras intenciones. Tenía a su favor la poderosa (al menos para México) flota de guerra anclada en La Habana y por lo pronto mandó una escuadrilla a Tampico e hizo preparativos para intervenir abiertamente en el conflicto a favor delos conservadores. Don Juan Prim, Conde de Reus, gloria del liberalismo español, senador por entonces, denunció abiertamente la maniobra en el cuerpo legislativo español el 13 de diciembre: “El Senado entiende que el origen de esas desavenencias es poco decoroso para la nación española, y por lo mismo ve con sentimiento los aprestos de guerra que hace
yores buques de guerra listos para intervenir. El gobierno de Juárez, integrado por consumados políticos y juristas, emitió entonces un decreto declarando piratas a las embarcaciones, que habían pasado frente a San Juan de Ulúa sin izar bandera. Dos cañoneras norteamericanas las apresaron en el fondeadero de Antón Lizardo y las condujeron a Nueva Orleans. La reina española reclamó entonces a Washington por sus buques, pero ya el hecho estaba acabado: Miramón no pudo tomar Veracruz y los marinos hispanos se quedaron con las ganas –si las tenían- de instalar otra cabeza coronada en un trono mexicano. Es obvio que Vicente Fox ignora todo esto. Por su parte, los historiadores o escritores de las derechas nada han producido de nuevo sobre el tratado de marras. Y la mayoría de los conservadores siguen repitiendo los panfletarios párrafos de José Vasconcelos, escritos en su época filo nazi. En cambio, hace ocho años se publicó la monumental obra de Patricia Galeana El tratado McLane-Ocampo. La comunicación interoceánica y el libre comercio, que al ex presidente y a otros tres ignorantes les haría bien consultar.
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La pobreza en México según The Economist “Towards the end of poverty[1]” & “Poverty: Not always with us[2]”, The Economist, 1 de junio de 2013 ISRAEL BANEGAS GONZÁLEZ, PUED
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a revista The Economist en su edición impresa del 1 de junio hace saber que la ONU trabajará en 2013 para definir las nuevas metas que sustituirán las conocidas metas del Milenio. Con esto señalan que, de las metas del milenio que expirarán en 2015, disminuir la pobreza a la mitad se cumplió cinco años antes. Entre 1990 y 2010, la pobreza medida con la línea de $1.25 dólares diarios del Banco Mundial, se redujo de 43% a 21% en países en desarrollo. Esto equivale a una reducción de casi mil millones de personas. El texto plantea de manera rotunda que esta reducción de la pobreza se ha debido al crecimiento económico durante el periodo. Tanto así, que proponen como la medida de política más importante para disminuir la pobreza “la liberación de los mercados para que los pobres se vuelvan más ricos (sic).” Sin embargo, en el mismo texto se señalan algunos puntos que son relevantes para discutir la reducción de la pobreza registrada en el orbe según la línea del Banco Mundial. En primer lugar, tres cuartas partes de la reducción se debieron a la tendencia presentada por la inclusión de China en los datos. En segundo lugar, es bien sabido que el crecimiento económico no es el único factor interviniente en la disminución (variación) de la pobreza sino también la desigualdad en la distribución del ingreso, tal como el mismo texto lo reconoce al afirmar que según estimaciones realizadas en diferentes países, la reducción de la pobreza se debe al crecimiento económico en dos terceras partes y a la distribución del ingreso en una tercera parte. Y agrega que una menor desigualdad de ingreso tendrá un efecto multiplicador en la reducción de la pobreza vía el crecimiento económico. Además también hace mención al efecto de redistribución del ingreso originado en las políticas de transferencias condicionadas en México y Brasil donde aseguran que “prácticamente han erradicado la pobreza extrema”. De este artículo se derivan tres ideas que son interesantes para discutir a la luz de la realidad nacional. El umbral de medición de la pobreza utilizado en las metas del milenio ha sido por demás discutido por la academia y por los hacedores de política. Es el promedio de las líneas de pobreza de los 15 países más pobres a precios internacionales de 2005 (equivalente a un dólar americano en precios de 1985 ajustados por la paridad de poder de compra)[3]. Cabe mencionar que el propósito principal de la creación de este umbral fue hacer estimaciones globales del fenómeno y no para estimaciones de países particulares. Su propósito es disponer de un solo indicador sobre la magnitud de la pobreza en agregados de países. Para el caso de México, desde 2008 la medición oficial es multidimensional. Su relevancia radica en que se mide el fenó-
meno más allá del ingreso para tomar en cuenta otras dimensiones relevantes. Con esta medición es posible analizar las dimensiones por separado. Si solo tomáramos el valor de la canasta alimentaria per cápita (línea de bienestar mínimo) para 2010, esta sería de 684 pesos para el ámbito rural y $1,329 para el ámbito urbano. Bajo este criterio, más la acumulación de más de una carencia (definida en la medición) se encontraban en pobreza el 46.2% de los mexicanos. Este dato resalta de la visión optimista que marca “The Economist” de que a nivel global la pobreza bajó en términos relativos de 43% a 21%. Más aún, si se revisa la serie de estimaciones de pobreza de ingreso desde 1990 a 2010 se constata que los niveles de pobreza de 2010 son equivalentes a los de principios de la década de los noventa[4]. Otro elemento que debe considerarse al hacer estimaciones de pobreza son las limitaciones de la fuente de información. Comúnmente para mediciones de pobreza se utilizan las encuestas de ingreso de hogares. En México esto no es la excepción. Sin embargo, como se ha señalado en varios estudios, la información de las encuestas de ingreso está truncada del lado izquierdo de la distribución. Es decir, hay un grupo de población, la más pobre, que no queda registrada en la fuente de información. Esto da pauta para reflexionar si realmente contamos en nuestras mediciones a los más pobres de la población. Por último, el crecimiento económico y el comportamiento de la desigualdad de 1990 a 2010 no llevan a pensar que pudo darse en el país un mecanismo virtuoso de disminución de la pobreza como lo señala el texto de “The Economist”. Durante este periodo de 20 años se han vivido una serie de crisis económicas acompañadas de periodos de crecimiento muy por debajo de lo necesario para crear empleos. La variación promedio anual del PIB durante el periodo fue de 2.42%. Por su parte, la desigualdad medida por el coeficiente de Gini tiene un comportamiento relativamente estable. Éste fluctúa entre .48 en 1992 y .47 en 2008. En 2010, al ser año de crisis, el Gini se ubica en .45[5] [1] http://www.economist.com/news/leaders/21578665-nearly-1-billion-people-havebeen-taken-out-extreme-poverty-20-yearsworld-should-aim, última consulta, 11 de junio de 2013 [2] http://www.economist.com/news/ briefing/21578643-world-has-astonishingchance-take-billion-people-out-extreme-poverty-2030-not, última consulta, 11 de junio de 2013 [3] http://www.bancomundial.org/temas/omd/definiciones.htm, última consulta 12/06/2013. [4] http://www.coneval.gob.mx/Medicion/Paginas/Evolucion-de-las-dimensiones-de-la-pobreza-1990-2010-.aspx, última consulta 12/06/2013. [5] Cortés, Fernando “Medio siglo de desigualdad en el ingreso en México”, mimeo.
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Rebeldes, soñadores y fugitivos Además de abarcar grandes períodos de la historia moderna, Eric Hobsbawm dedicó algunos libros a recordar gestas cotidianas de los héroes anónimos, a los resistentes y los rebeldes. En Gente poco corriente se destaca la presencia de los rompedores de máquinas en la Revolución Industrial, los protagonistas del amor libre y los músicos que hicieron el jazz, toda una cosmovisión de los pequeños relatos del siglo XX.
GABRIEL D. LERMAN
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n su temprana celebración de la multiplicidad de relatos que un nuevo amanecer, generado por la influencia de los medios masivos de comunicación venía a prometer, La sociedad transparente de Gianni Vattimo quedó atrapado en una lectura que en seguida lo vinculó a un pasmoso error o, cuanto menos, ingenuidad. Sin embargo, habría que situarse en cierta apertura española de aquellos tempranos ochenta, ciertas rupturas de la cultura rock que aún perduraban y, sobre todo, los diversos efectos de la relajación de usos y costumbres de la cultura contemporánea respecto de las sexualidades, la familia, el trabajo, las profesiones y el arte para, al menos, comprender a qué se refería. Acaso la ilusión duró poco, acaso el filón experimental, tercerista o resistente de los medios quedó confinado a cierta producción alternativa, cuando no fue absorbida velozmente, por lo que, ahora se vislumbraba, era una nueva edad orgánica y transformadora del propio capitalismo, en la aceleración y extensión global de sus áreas de negocios. No obstante, es difícil no admitir a la sociedad contemporánea como un racimo de racimos cuyo pivote principal, su utopía escrita y
declarada, es un proceso agudo de individuación. Una combinación de muerte del sujeto activo con expansión acérrima de un culto a múltiples y cotidianos “yo”, a un registro inmediatista de ese devenir creativo, deseante y doloroso del yo, o de los yo, que se mide a sí mismo bajo el prisma de un rating minuto a minuto. En esa explosión del yo, que atraviesa la ropa, la literatura que escribimos, la música que escuchamos o producimos, el género de las pequeñas historias y las micro realidades, alcanzó la cima. La fama es puro cuento, sabemos. Las cimas y las cúspides, también. Pero también sabemos que alrededor de ciertos fetiches triunfan y claudican milongueras pretensiones. El encumbramiento sociológico y cultural del pequeño relato sobrevino a esa ruptura de los grandes relatos que auguraban los postestructuralistas, y que un Vattimo ochentoso celebró como el debilitamiento de los totalitarismos. Entre esa esperanza de las pequeñas historias y el nuevo nihilismo aterrador de la historia astillada hay demasiados grises para despachar en tan pocas líneas, pero hay, para decirlo pronto, una incomodidad del individuo. Y algo pasó en el mundo para que la utopía tecnológica se abrigue en un consuelo masivo de pocas palabras abigarradas y jocosas y tristes, por un lado, y casi nada o cero o muy poco de mundo real compartido, intercambio cuerpo a cuerpo, piel y calor humano, por otro. Cuando Eric Hobsbawm compiló y publicó su libro de artículos Gente poco corriente en 1998, buena parte de esta suerte comunicacional del mundo ya estaba echada, pero aún persistía, para un hombre que vivió prácticamente un siglo, una idea de individuo. Nacido en Alejandría, Egipto, en 1917, a pocos meses de triunfar la revolución de los soviets, falleció hace menos de un año, el 1° de octubre pasado, en Londres, cuando probablemente haya llegado a conocer los últimos formatos de rebeliones
contemporáneas acarreadas por mails masivos, citas a ciegas colectivas, inconformidad viral e insatisfacción imperecedera de estos, nuestros años presentes. Pero paradójicamente, o acaso en un ejercicio de última siembra, Hobsbawm
giro de último momento. O una vuelta a sus primeros libros de la década del cincuenta como Rebeldes primitivos o The Jazz Scene. Sus vidas son tan interesantes como la suya y la mía, dice Hobsbawm sobre sus personajes, aunque
intentó rescatar una noción de individuo o de pequeño relato que pudiera ser salvado de una idea de individuo éticamente borrado, carente de una singularidad por la cual, de algún modo, pudiera ser colectivamente relevante. La explosión de mosaicos, la multiplicidad de relatos, para él, no era un caleidoscopio de lucecitas brillantes en acrílicos transparentes. Era algo más. Para un hombre cuya obra escrita podía pesarse en kilos, emprender un libro como éste no significaba el armado de un grandes éxitos (aunque sí retoma algunos trabajos previos) ni una selección de mejores momentos de lo ya visto, sino, por el contrario, realizar un nuevo recorte que pusiera en valor otra cosa. Para un historiador marxista, cuyas obras sobre la historia moderna se apoyaban en visiones generales y procesuales, tomar veintitrés historias singulares y reunirlas en un larga duración implicaba un cambio de enfoque o, más aún, un
nadie haya escrito sobre ellas. Algunos desempeñaron un papel en escenarios públicos pequeños, insiste, o locales: la calle, el poblado, la capilla, la delegación sindical, el ayuntamiento. Y el libro, tan fascinante como profuso en desvíos de pequeñas historias dentro de las pequeñas historias, cubre un arco que va desde la tradición obrera y de izquierdas con referencias a la fiesta del 1° de Mayo, a los destructores de máquinas, a los zapateros transgresores, a la vanguardia y al megáfono, entre otros, hasta los años sesenta, las guerrillas, Vietnam, la revolución y el sexo. La tercera parte, que retoma otros de sus escritos sobre jazz, será una delicia para quienes aún no los conozcan y puedan disfrutar de uno de los mejores historiadores de todos los tiempos escribiendo sobre Count Basie, Duke Ellington, el jazz y el swing, Billie Holiday, y el pueblo que baila, escucha, canta y también toca.
CORREO del SUR AMY GOODMAN
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ientras el mundo celebra esta semana los 95 años de Nelson Mandela, resulta oportuno reflexionar sobre su vida, dedicada a luchar por la igualdad de la población negra de Sudáfrica, que sufrió durante largos años la segregación racial impuesta por el régimen del apartheid. Mandela fue arrestado en 1962, un año antes de que Martin Luther King Jr. pronunciara su famoso discurso “Tengo un sueño” en Washington D.C. Tras haber pasado 27 años en prisión, Mandela fue liberado en 1990. Cuatro años más tarde se convertiría en el primer presidente de Sudáfrica elegido democráticamente. La increíble vida de Mandela debería servirnos para arrojar luz sobre las injusticias que ocurren a diario en Estados Unidos, en especial esta semana, tras la absolución de George Zimmerman por el asesinato del adolescente afroestadounidense Trayvon Martin, y mientras en la prisión militar estadounidense de Bahía de Guantánamo cientos de hombres continúan en huelga de hambre, tras permanecer detenidos allí sin acusación en su contra durante más de diez años. Durante su reciente visita a Sudáfrica, el Presidente Barack Obama llevó a su familia a la Isla Robben, la tristemente célebre prisión de los tiempos del apartheid, cerca de la costa de Ciudad del Cabo. La primera dama Michelle Obama dijo acerca de la experiencia: “Fue increíble ver la celda de Mandela, una pequeña habitación de alrededor de dos metros de ancho donde pasó 18 de los 27 años que estuvo en prisión. Dormía en el piso en un colchón muy delgado, y cuando se estiraba para dormir por la noche los dedos de los pies tocaban una pared y la cabeza rozaba la otra. Sin embargo, a pesar de las terribles condiciones, Mandela y sus compañeros de prisión nunca perdieron la esperanza. Como Mandela dijo una vez: “La prisión, lejos de quebrantar nuestra moral, nos hizo más fuertes para seguir en esta batalla hasta lograr la victoria`”. El presidente Obama firmó el libro de visitas de la Isla Robben, donde escribió lo siguiente: “En nombre de nuestra familia, es un gran honor para nosotros estar aquí donde hombres tan valientes sufrieron la injusticia y no se dieron por vencidos. El mundo agradece a los héroes de la Isla Robben que nos recuerdan que no hay cadenas ni celdas que puedan más que la fuerza del espíritu humano”. “Lamentablemente, no necesitamos que el presidente nos aleccione, necesitamos un líder”, me dijo el Coronel Morris Davis. Davis es un Coronel retirado de la Fuerza Aérea que fue el principal fiscal militar en Bahía de Guantánamo hasta que renunció en 2007 por negarse a obtener declaraciones mediante la tortura. Davis agregó: “Cuando el presidente Obama visitó Sudáfrica junto a su familia, llevó a Sasha y a Malia a visitar la celda. Salió en todos los medios que el presidente y sus hijas habían visitado la prisión en la isla donde Mandela pasó 18 años preso. Y, al mismo tiempo, administra una prisión en una isla, en la Bahía de Guantánamo, Cuba, donde personas como Shaker Aamer y otros están detenidos. Y la mayoría de ellos tiene autorización para ser liberados o transferidos de allí. Y si bien no han llegado a pasar 18 años en prisión como Mandela, hay gente que ha estado allí durante 11 años y medio, y se les ha dicho que tienen autorización para regresar a sus hogares y, sin embargo, permanecen en prisión”.
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Que el legado de Mandela sirva para arrojar luz sobre las injusticias en EEUU
Si bien las dos elecciones de Obama como presidente hicieron que muchos declararan que estamos ante una era postracial en Estados Unidos, el veredicto del juicio contra Zimmerman de la semana pasada demuestra que se trata de una falacia. Phillip Agnew es el director ejecutivo de Dream Defenders, una red de jóvenes negros y mestizos de Florida que lucha por la igualdad de derechos y el acceso igualitario a la educación. Tras el veredicto del juicio contra Zimmerman, Agnew me dijo: “Como país no queremos reconocer que en Estados Unidos aún existe un problema racial que genera las condiciones para que un hombre como George Zimmerman ande suelto, como está ahora, con una pistola, esperando matar a jóvenes de raza negra”. Al enterarse de la absolución de Zim-
merman, el grupo Dream Defenders se movilizó de inmediato. Se trasladaron a Tallahassee, la capital del estado de Florida, donde ocuparon la oficina del gobernador republicano Rick Scott. Quieren que Scott convoque una sesión legislativa extraordinaria para derogar la ley de legítima defensa denominada “Stand Your Ground” en Florida, que amplía el derecho de una personas de aplicar una fuerza mortal contra otra, en caso de un enfrentamiento. Prometieron continuar ocupando la oficina hasta que el gobernador responda a sus reclamos. La abogada por los derechos civiles y escritora Michelle Alexander dijo en Democracy Now!: “Creo que está claro que George Zimmerman no solo mató a un joven inocente, sino que además Trayvon Martin estaría hoy con vida
si hubiera sido blanco. Si hubiera sido blanco, Zimmerman nunca lo hubiera perseguido, no hubiera habido pelea, ni juicio ni veredicto, ni cadáver. Y mientras reflexionamos sobre lo que significa el fallo para nuestra democracia y para nuestro presente en términos raciales, creo que debemos tomar distancia y pensar en la mentalidad de Zimmerman, la mentalidad de un tipo que considera que un adolescente que camina por su barrio llevando un paquete de dulces y té helado representa una amenaza. Es una mentalidad que considera que los hombres y adolescentes de raza negra son un problema eterno con el que debemos lidiar. Esta mentalidad ha contaminado a nuestro sistema judicial, a nuestras escuelas, a nuestros políticos de modos que han tenido consecuencias desastrosas, como la creación de un sistema penitenciario sin precedentes en la historia del mundo, que despoja a millones de personas de sus derechos humanos y civiles fundamentales una vez que han sido etiquetados como delincuentes o criminales. Es la mentalidad que considera que algunas personas, que están definidas en gran medida por su raza y clase, no merecen gozar de las protecciones básicas y que merecen un trato hostil impune”. Mientras tanto, en California, miles de prisioneros están realizando la mayor huelga de hambre en la historia del Estado. Sus demandas: poner fin al confinamiento solitario. Actualmente, en California hay más de 3.000 prisioneros detenidos en aislamiento total en unidades en las que no mantienen ningún tipo de contacto humano y donde no hay ventanas. Algunos de ellos permanecen detenidos en esas condiciones desde hace más de diez años. Nelson Mandela dijo en una entrevista en 1993: “Nadie quiere ir a prisión, nadie quiere que lo arresten. Pero al estar en prisión uno se libera del miedo al opresor. Cuando te has liberado del miedo al opresor, no pueden hacer nada. Una vez que has alcanzado ese estado, no te interesa realmente lo que te hagan. Eres libre”. De Sudáfrica a Florida, de la prisión de la Bahía de Pelícanos, en California, a la de Bahía de Guantánamo, hay personas valientes que están defendiendo sus ideales, luchando por la justicia. Es un homenaje muy adecuado al presidente Mandela en su cumpleaños. Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna. © 2013 Amy Goodman, Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
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Ciudadanía y Estado Laico: IVONE GEBARA / ADITAL Cargo en mí un malestar cuando grupos en nombre de su fe religiosa y de la necesidad de un Estado laico reivindican leyes a favor o contra las mujeres y otros grupos. Incluso, cuando los grupos religiosos en nombre de su fe quieren interferir en las leyes del Estado. Aunque las posturas puedan ser social y políticamente diferentes, estos grupos están utilizando las mismas monedas de cambio y las mismas palabras, justificando discursos muchas veces opuestos.
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uando católicas hablan en nombre de su fe católica para exigir al Estado que apruebe o no leyes a favor de las mujeres, ellas están de alguna manera afirmando lo contrario de un Estado laico. Cuando iglesias evangélicas se lanzan a manifestarse públicamente contra
cualquier ley del Estado en nombre de su fe religiosa, también niegan igualmente la existencia de un Estado laico. ¿Será que nuestra ciudadanía no es suficiente? ¿Será que siempre necesitamos el apoyo o uso de argumentos religiosos interpretados según nuestros intereses? El problema es muy complejo y no tenemos respuestas cristalinas para él. En mi opinión, un Estado laico no se debería guiar por presiones religiosas, sino por la voluntad popular expresada desde las distintas instancias de representación, de manifestaciones populares de diferentes formas, inclusive de los plebiscitos y los medios de comunicación social. Por ejemplo, cuando mujeres católicas o protestantes piden a sus iglesias un cambio en la teología y de legislación en relación a ciertas cuestiones que tocan la vida de los fieles las cosas son diferentes. Nos quedamos en el ámbito de la comunidad de fe y de una misma tradición ético-religiosa a pesar de la multiplicidad de interpretaciones y conflictos. Pero, incluso dentro de ese ámbito queda siempre presente la libertad de conciencia que debería manejar la toma de decisiones. Sin embargo, debe decirse claramente, que en cotidiano las decisiones que tomo no siempre están en consonancia con la fe religiosa que profeso o con iglesia a la que pertenezco. A menudo tomo decisiones contra mi conciencia y contra aquello que juzgo ser mi convicción, pues necesito en aquel instante ‘salvar’ mi vida. Aquí ‘mi vida’ parece valer más que posturas individuales de fe en otro momento asumidas, aunque no siempre sea posible tener claridad sobre este delicado tema. Todo depende de las personas y situaciones. Todo depende del momento, del sufrimiento soportable o no, de la inestabilidad psicológica, de las presiones de todo tipo, de los miedos que afectan mi existencia en aquel instante. Las situaciones, las circunstancias pue-
den cambiar comportamientos que yo imaginé ser una adquisición estable, casi una tradición ética en mí. Por lo tanto, los principios son líneas orientadoras, pero no necesariamente funcionan en la práctica cuando el “salvar la vida” se impone como preocupación primera. Aquí, creo que es mi vida como la realidad más cercana a mí misma, como yo misma, la que hace o pone las reglas inmediatas del juego. Es difícil juzgar cuando se está fuera del choque de las tensiones letales, fuera del campo de batalla, fuera de las prisiones, de las presiones del tiempo y de las instituciones. Las personas excepcionales que logran mantener firmemente sus convicciones no pueden ser tomadas como ejemplos absolutos a seguir, considerando que hay muchas cosas que desconocemos de las motivaciones que las llevaron a tomar esa decisión. La vida de estas personas sirve como ideal y como referencia teórica y ética. Su importancia está reconocida, pero esta importancia que no es decisiva en muchos momentos de la vida. Así que, aquí de alguna manera, se impone la afirmación preciosa de los Evangelios “no juzguéis” o “no lancen la primera piedra”. Cada vida es una vida a pesar de que vivamos en sociedad y nos necesitamos mutuamente unos de los otros, para dar continuidad al soplo vital que tenemos es común. Varios temas están en agenda de la coyuntura político-religiosa actual. Enumero sólo tres. El primero de ellos tiene que ver con una especie de control y legislación de la vida privada por el Estado, expresión del deseo de algunos grupos religiosos. El segundo tiene que ver con el nuevo entendimiento de las relaciones entre lo público y lo privado presente en nuestra sociedad. Y el tercero con la intromisión de creencias religiosas en las políticas de un Estado laico y pluralista. La vida privada es la vida de cada indi-
viduo en sus múltiples relaciones consigo y con los otros. Es mucho más que la vida doméstica, pues engloba algo de la interioridad de cada persona, la intimidad que tenemos con nosotras mismas. En estas complejas relaciones hay aquello que llamamos foro interno que es, en último análisis, la voluntad del individuo pasa a ser soberana aunque ésta atente contra su vida o la vida de los demás. Voluntad, decisión, libertad ya no pueden ser considerados conceptos exentos de negatividad, exentos de contradicción y de la mezcla inherentes a la propia vida. A menudo las leyes, las imposiciones sociales, las creencias religiosas actúan solo en el nivel de la exterioridad y solo tienen cierta eficacia mientras una situación amenazadora de mi vida no se presente. Cuando el evento imprevisto/previsto ocurre, él pasa a orientar nuestro comportamiento de modo que nuestro bienestar individual e integridad sean mínimamente salvaguardados. En este particular los procesos educativos desde la primera infancia y los procesos sociales de respeto a la vida
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DOMINGO 28 DE JULIO DE 2013
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reflexiones en torno del actual momento brasileiro de la colectividad y de cada individuo, son esenciales aunque no siempre puedan evitar los imprevistos y las trampas de la vida. Es en línea de la vida íntima que la persona es soberana, es decir, su soberanía es pragmática en el sentido de ser movida por el acontecimiento del momento o por la urgencia que debe enfrentar. El respeto a si y a los otros sin duda debe continuar como un ideal social, aunque sepamos que, en la práctica, una sociedad en que todos respeten a todos sea imposible, al menos en este momento de nuestra historia común. Continuamos con nuestra dosis diaria de crueldad, injusticia y mentira aunque hablamos de amor y justicia. En este sentido querer legislar sobre la vida íntima, dar normas claras a la subjetividad parece hoy una empresa condenada al fracaso. Los inúmeros intentos de algunas iglesias de proponer “curas gay”, de prohibir del matrimonio entre homosexuales, de prohibición del aborto o del no uso de los condones aparecen como una tutela poderosa que termina irrespetando a las personas. Las instituciones que creen hacer el bien y se erigen [como norma] en nombre del bien, acaban por ese mismo camino dañando la vida individual y social de muchas personas. Sus enseñanzas pueden causar en muchas personas sentimientos de culpa, pero no les ayuda a avanzar en la línea del crecimiento personal. Lasrelaciones entre lo público y lo privado merecen ser pensadas y reflexionadas según las nuevas situaciones de la historia actual. En ellas hay una relación íntima entre público y privado en su relación actual con el Estado. El Estado es la mediación que permite la administración colectiva de las necesidades vitales comunes, que promueve el compartir de servicios, que garantiza los derechos y la seguridad de las ciudadanas y los ciudadanos. En el Estado moderno las preocupaciones privadas migran al espacio público y muchas veces corremos el riesgo de establecer legislaciones sin discusión y sin participación de ciudadanos/as, sobretodo de los/ las más interesados/as. La gran masa de conformistas o ignorantes termina siendo manipulada por astucias de los tienen más poder sobre los demás. La cuestión hoy, es que muchas veces las leyes imponen a los ciudadanos un comportamiento estandarizado a partir de situaciones totalmente lejanas de la realidad vivida, de manera que su posibilidad de ejecución se vuelve problemática y casi impracticable. Esto también es verdadero en el ámbito de las prescripciones religiosas en relación a la vida sexual y otros comportamientos. En esta línea, debemos tener en cuenta el carácter al mismo tiempo privado y público de la práctica religiosa. La expresión pública o el público de una fe religiosa, es diferente de lo público político, aunque a menudo se toquen y se entrecrucen. Por lo tanto, una reflexión más cuidadosa sobre las relaciones entre lo que llamamos privado y público se hace necesario. Las creencias religiosas en los espacios políticos públicos son un fenómeno creciente en nuestra época y en nuestro en-
torno. Ellas invaden los espacios públicos incluso en un Estado que constitucionalmente se define como laico. Diputados, senadores, concejales, jueces elegidos o escogidos para servir al bien común no consiguen estar exentos de sus creencias religiosas. Sus creencias se convierten en banderas políticas de manera que estamos continuamente siendo víctimas de un estado religioso constitucionalmente afirmado y reconocido como laico. Esta paradoja puede ser observada en muchas manifestaciones religiosas que hemos presenciado en los últimos años interfiriendo en políticas públicas, especialmente las que tocan la sexualidad humana. Cabe destacar, en este particular, el uso indebido de los textos religiosos para fundamentar posiciones políticas a través de una retórica impresionista usada para convencer al público. Creo que esto es un delito que atenta contra la Constitución Nacional y merece ser enfrentado por el conjunto de ciudadanas y ciudadanos de las más diferentes formas. La cuestión es saber cómo poner entre paréntesis las creencias religiosas en consideración del bien común. ¿O, cómo crecer en conciencia en relación a la diversidad de situaciones en un mundo tan complejo como el nuestro? ¿Cómo educarse para una sociedad pluralista donde mi creencia religiosa y política no es válida para toda la sociedad? Además de esto, se trata de educarse para discernir entre la necesidad de leyes para todos y mi elección personal. No porque haya la legalización del aborto o el matrimonio homosexual yo que tengo que vivirlos y ni tampoco creer que las personas serán menos morales o menos responsable si una nueva ley es aprobada. En otras palabras, no porque exista el matrimonio homosexual o heterosexual me voy a casar y ni porque el aborto es permitido por la ley, que voy abortar. Las muchas controversias de nuestro tiempo no llegarán a ninguna parte si no asumimos la realidad del pluralismo de nuestra nación y de nuestro mundo. Pluralismo significa diversidad y diversidad significa que algunas leyes deben tener validez para todos/as las y los ciudadanos y otras pueden ser opción de cada uno y cada una ante su propia conciencia y de la contingencia en que está viviendo. Significa igualmente no bloquear el camino y las decisiones de otras personas que viven y piensan de forma diferente a la mía. En este contexto hay que relativizar muchas soluciones, es decir, entenderlas desde la diversidad y particularidad de las situaciones. Por ejemplo, algunas soluciones afirman la necesidad de leyes prohibitivas alrededor de la sexualidad y apuestan en una legislación rígida que tenga un efecto punitivo de las/los infractores. Otras optan por una legislación permisiva que llame la atención de la responsabilidad individual y colectiva frente a los problemas de la sexualidad. Aún hay otras que proponen medidas educativas con diferentes propuestas. Y en este universo de observaciones, también hay una gran mayoría de la población que está fuera del debate y de la búsqueda de soluciones. Están en una posición de desinformación política y
social esperando que un problema individual irrumpa y venga motivar su búsqueda inmediata de soluciones. En esta coyuntura somos llamadas/os al discernimiento y a una reflexión que sea capaz de ver los muchos matices de una misma situación. No hay lugar para posiciones absolutas, para principios inmutables, fundados en una imagen de Dios que es fácilmente manipulada por los distintos grupos. La falta de interés por el pensamiento es algo que nos sorprende. Se reduce el pensamiento crítico a los intereses individuales o partidarios sin que se reflexione en la humanidad plural que constituye la nación brasileña y todas las otras naciones del mundo. Necesitamos una comprensión crítica, no sectaria de nuestros problemas y de la búsqueda de soluciones viables. Esta comprensión debe ser amplia para ser compatible con las diferentes visiones de lo que se considera vida justa y bien vivir. Pero, ¿dónde la encontraremos? Creo que el único camino es el diálogo ince-
sante recomenzado por los grupos diferentes, un diálogo donde desde el principio, aun teniendo nuestras convicciones, estemos dispuestos a escuchar a los demás. Escuchar es la gran cuestión, pues en realidad hemos desaprendido a escuchar en una sociedad donde predomina el ruido de las máquinas, de los muchos sonidos, de muchos gritos humanos que de tan fuertes no pueden ser distinguidos por los oídos de unos y otros. Bajar nuestra voz, tal vez hasta silenciarnos para escuchar la melodía de la música ajena, para aprender de otros sonidos que también constituyen las notas de la musicalidad humana y de la sinfonía del universo. Bajar la voz para aprender a pensar, para escuchar nuestra voz interior. Y sólo entonces, dar unos pasos en conjunto sabiendo que estamos todas/ os en camino, con las inevitables posibilidades de tropezar y perder el rumbo, pero estamos juntas/os en la extraordinaria aventura humana. [Traducción: Ricardo Zúniga - ricardozunigagarcia@gmail.com].
El verdadero problema fronterizo de Norteamérica
HAROLD MEYERSON
L
a ley de reforma de la inmigración con probabilidades de ser aprobada esta semana en el Senado recogerá algunos votos más si el gobierno se compromete a construir una valla más extensa. Gracias a una enmienda de los republicanos, los operarios levantarán 700 millas [más de 1.000 kilómetros] de vallado a lo largo de la frontera mexicano-norteamericana. Pero si vamos a levantar una valla, ¿es ahí donde debería ir? Si somos aprensivos respecto a nuestros vecinos, ¿son estos los vecinos — y es ése el sur — que realmente le plantea los problemas más difíciles a los Estados Unidos? Por ahora, hasta la profesión de los economistas reconoce que nuestra apertura al mundo en desarrollo — llamémoslo el Sur Global — ha tenido su papel en la depresión de la renta de los trabajadores norteamericanos. Y deprimidos están: el sueldo por hora ha caído un 3,8% en el primer cuatrimestre de 2013, el mayor desplome desde que el gobierno comenzó a medirlo en 1947. El aumento de los beneficios y la caída de los salarios que definen nuestra “recuperación” no parece que vayan a desapa-
recer. Pero, ¿en qué medida se origina este problema en el Sur Global y en qué medida en el Sur norteamericano? Los Estados Unidos tenían dos sistemas laborales, regionales, distintos. Cada uno de ellos ha mutado múltiples veces, pero a lo largo de la historia norteamericana, uno ha sido el del Norte y el otro el del Sur, y sus diferencias han estado, hasta hace poco, clara., En el sistema del Norte, los trabajadores tienen más derechos e ingresos más elevados. En Dixie, tienen menos derechos e ingresos más bajos. El modelo económico del Sur siguió siendo notablemente diferenciado aun cuando la esclavitud y luego el sistema de aparceros fueran relegados al basurero de la historia. Durante la época del New Deal, fueron los senadores y representantes del Sur los que insistieron en excluir a los trabajadores agrícolas y domésticos – sobre todo afroamericanos – de la nueva legislación sobre salario mínimo. Una década más tarde, fueron los senadores y representantes del Sur, en coalición con los republicanos del Norte, los que aprobaron la Ley Taft-Hartley, que, como ha demostrado documentalmente Rich Yeselson en la edición de verano de 2013 de la revista Democracy, permitía
los estados impedir que los trabajadores se sindicaran al volver prohibitivamente caras las campañas organizativas. Poco después, fueron los estados del Sur, a los que se sumaron los del Oeste montañoso, los que se sirvieron de esta opción aprobando las llamadas “leyes de derecho al trabajo” [disposiciones antisindicales]. Apuntalaba todo esto el virulento racismo del sistema de poder del Sur blanco. Su antisindicalismo hundía sus raíces más en la antipatía derechista por los derechos de los trabajadores; lo sostenía también el temor a que los sindicatos industriales realizaran la integración racial y se convirtieran en vehículos de poder afroamericano, como sucedió en el Norte. Hoy en día, hace ya mucho que desaparecieron las leyes de Jim Crow [segregacionistas], pero la supresión de los derechos e ingresos de los trabajadores del Sur - sin que importe su raza- continúa. Sin embargo, en años recientes, el sistema laboral del Sur ha empezado a desplazarse hacia el Norte. A medida que Wal-Mart iba pasando en su evolución de ser una cadena barata de los Ozarks [región montañosa del Medio Oeste] a convertirse en el patrono más grande del país en el sector privado, ha ido llevan-
CORREO del SUR Director General: León García Soler
do sus bajos salarios cotidianos y su feroz antisindicalismo a cada uno de sus establecimientos. Mientras tanto, la transformación del Partido Republicano en una organización con base y dominio del Sur blanco ha vuelto más antisindicales a los republicanos del Norte. Desde que, por ejemplo, los republicanos derechistas se apoderaron del control de Indiana y Michigan en las elecciones de 2010, ambos estados han aprobado leyes sobre “derecho al trabajo”. Pero el Sur sigue siendo el corazón de la América del trabajo barato. En los informes de población publicados el pasado septiembre, el Sur sigue siendo la región con la renta media más baja y las tasas más elevadas de pobreza y carencia de seguro médico. También es la meca de las corporaciones globales que buscan mano de obra sumisa y barata. De modo parecido a cómo los empresarios británicos de confección de ropa favorecieron en buena medida al Sur durante la Guerra Civil debido a su dependencia del algodón recogido y procesado por el trabajo esclavo del Sur, así una panoplia de fabricantes europeos y japoneses — entre ellos Volkswagen, BMW y Nissan — han abierto fábricas carentes de sindicatos y con
Suplemento dominical de Director: Adolfo Sánchez Rebolledo
Diseño gráfico: Hernán Osorio
bajos salarios en el Sur, aunque trabajen en armonía con las organizaciones sindicales en sus respectivos países. Cuando se trata de barrios míseros, las empresas siguen yéndose al Sur. Con una población hispana en rápida expansión, el Sur puede experimentar bien pronto un cambio político de los que hacen época, tal como documentan mis colegas del American Prospect en el último número de la revista. Sus gobiernos de reaccionarios republicanos blancos en los estados pueden dejar paso a otros que reflejen coaliciones más liberales de negros, blancos e hispanos. No obstante, mientras no llegue ese día, si el gobierno federal quiere construir una valla que mantenga a salvo a los Estados Unidos de los peligros de bajos salarios y la pobreza y otros males concomitantes — y de la chifladura de toda laya del Sur blanco derechista — debería levantar esa valla entre Norfolk [Virginia] y Dallas [Tejas]. Nada malo hay en las vallas, siempre que se coloquen en el lugar correcto. Harold Meyerson es un veterano y reconocido periodista estadounidense, director ejecutivo de la revista The American Prospect y columnista de The Washington Post. Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón