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Atrapados, por José Alfonso Vicente Diaz

2.º Bachillerato

En una noche tranquila llena de estrellas y una brillante luna llena, de manera tranquila y ordenada, con un claro rostro de alegría, salía de su lugar de trabajo (nombre por determinar) John tras acabar sus ocho horas diarias, teniendo solo en mente encender un cigarrillo y dirigirse a su departamento a poco más de tres calles de allí. Sin embargo, de un momento a otro empezó a escuchar lo que parecía ser el llanto de una mujer. En seguida se dio cuenta que provenía del callejón situado a su derecha, en primera instancia pensó en ignorar el chirriante sonido, pero la curiosidad dentro de él le impidió seguir caminando como si de cualquier cosa se tratara. Al acercarse a la desconocida le preguntó qué le sucedía, pero para cuando se dio cuenta esta misma se giró y le dio un golpe de tal magnitud que lo siguiente que Jhon pudo ver no era otra cosa que la luna desde el suelo hasta su posterior desmayo.

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Al recuperar la memoria, Jhon observó que tenía los brazos atados, la boca tapada con cinta americana y que se encontraba en un extraño desván cuya única luz salía de una pequeña ventana. Ante este panorama tétrico el joven trató inútilmente de gritar y soltar los brazos por un buen rato hasta quedarse sin energía. Poco después, apareció un hombre bajo, de poco pelo, con una camiseta blanca con tirantes y lleno de tatuajes. Este se sentó en una silla frente a Jhon y mientras comía un trozo de carne, con una grave voz, le dijo al preso: “Perdón por el golpe, pero dudo que hubieras venido por propia voluntad”. Tras ello, el extraño le explicó que debía hacer esto aunque no quisiera y

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que lo que le iba a pasar no era personal. Poco después, dijo sentir mucho lo de su pierna y volvió a irse.

Confundido y extrañado por lo último, miró a sus piernas y en ese preciso momento, cuando vio cómo su pierna derecha había desaparecido, como si nunca hubiera existido, dio un grito de tal fuerza que la cinta de su boca casi no pudo aislar el sonido, siendo este solo el inicio de un gran rato de un incesante lloro, el cual tras acabar solo desembocó en una fuerte risa, la cual no podía significar otra cosa más que Jhon había perdido la cordura.

Tras tres meses de desesperación, Jhon había perdido la esperanza de vivir y no podía hacer otra cosa que mirar su pierna izquierda, la cual, al igual que la derecha, en algún momento, no sabía en cuál, había desaparecido. A lo largo de ese tiempo encerrado había estado recibiendo comida del mismo hombre de los tatuajes, el cual al llegar le soltaba las manos y la boca hasta que acabara de comer y al acabar lo volvía a atar.

En ocasiones le preguntaba cómo iba el mundo fuera de casa, en otras suplicaba por su vida y en otros casos le pedía que le matase de una vez. A pesar de ello, no servía de nada, porque el misterioso tipo solo le ignoraba. Sin embargo, no fue hasta ese mismo día que, tras insistirle en que no comería hasta que al menos le contara por qué estaba ahí, las cosas cambiaron. El hombre de poca estatura, al oír las quejas de Jhon, comenzó a reír a carcajadas y al acabar le dijo que la razón por la que estaba en ese ático era el poder alimentar a su familia con su carne. Al acabar de hablar, dejó la boca del hombre atado suelta para darle a entender que ya no podía hacer nada para escapar y se marchó. Ante lo sucedido, Jhon simplemente se quedó callado hasta perder el conocimiento.

En cinco días desde el incidente el hombre tatuado no volvió a aparecer por la habitación, pero en lugar de eso había empezado a escuchar voces misteriosas, que lo asustaban, pero eran

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su único entretenimiento y forma de ignorar el hecho de que ya habían pasado cinco días sin comer. Jhon hablaba todo el tiempo con estas voces sobre lo que había pasado antes en esa habitación, lo que le daba a entender que eran fantasmas, pero esto ya no le importaba, pues poca relevancia tenía estando a las puertas de la muerte.

Hablaba de muchas cosas con los espíritus, como quéhay tras la muerte o el sentido de la vida. No obstante, siempre terminaban hablando de cómo matar al captor, cosa que Jhon pensaba que era imposible. A pesar de ello, todo cambió cuando ese mismo día apareció el extraño hombre en la habitación con una enorme sonrisa y un cuchillo y dijo: “Hoy será el último día que nos veremos, Jhon” y salió disparado hacia Jhon y le arrancó un brazo de un corte, originando los gritos de Jhon pero también que Jhon se soltara el otro brazo, y agarró del hombro a su atacante y de un mordisco, con todas sus fuerzas, le arrancó un trozo de cuello que le hizo caerse al suelo y desangrarse sin poder hablar; mientras, Jhon, por su parte, también se desangraba y se murió poco a poco con una sonrisa maniática por, al menos, poder morir llevándose con él a quien provocó todo sus sufrimiento.

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