Martes, 23 de septiembre de 2014
Las Piedrecitas Azules
Había una vez dos piedrecitas que vivían entre muchas otras en medio del torrente de un río. Ellas dos destacaban entre todas porque eran de un intenso azul. Cuando les daba el sol brillaban como dos pedacitos de cielo caídos en el agua. Conversaban casi todo el tiempo sobre lo que serían cuando alguien las descubriera. “¡Ya verás!, seguro que acabaremos en la corona de una reina”, se decían con entusiasmo la una a la otra. Un día, por fin, fueron recogidas por la mano de un hombre. Estuvieron varios días sofocándose en una caja hasta que alguien las cogió y las metió en una pared junto con muchas otras. Las llenaron de cemento por todos los lados y no se podían mover. Lloraron, suplicaron, insultaron, amenazaron, pero no sirvió de nada. Al final, dos golpes de martillo las hundieron definitivamente en la pared. A partir de entonces sólo pensaron en huir. ¡Ellas querían regresar a su río! Pasado el tiempo trabaron amistad con un hilo de agua que de vez en cuando se filtraba por allí y les recordaba a su antiguo hogar en el torrente. Siempre que le veían le decían: “Oye, ¿por qué no te metes entre nosotras para que podamos salir de esta maltita pared?” Y… eso es lo que hizo el hilo de agua. Siempre que pasaba por su lado se metía entre ellas con toda la fuerza que tenía, que no era mucha. Así, al cabo de unos meses, las piedrecitas ya se podían mover un poco. Cada vez más y más hasta que, finalmente, después de mucho esfuerzo, en una noche de mucha humedad, las dos piedrecitas se soltaron y se tiraron de la pared. Ya en el suelo, miraron hacia arriba para ver cuál había sido su prisión y, mientras miraban, los primeros rayos del sol iluminaron un espléndido mosaico. Miles de piedrecitas de oro y de multitud de colores formaban la figura de un hombre. Pero en su rostro había algo raro… ¡Estaba ciego! Cuando las piedrecitas se estaban dando cuenta de lo que había pasado, el sacristán de la iglesia las recogió con la escoba distraídamente mientras barría, como todas las mañanas, justo debajo del mosaico que representaba a Jesús, ahora sin pupilas. _________________________________ Ayer a primera hora de la mañana todos nosotros, alumnos y profesores, iniciamos “oficialmente” el curso celebrando la eucaristía. Nos dimos cuenta de que, como las herramientas en una carpintería, todos somos diferentes pero si nos ponemos en manos del maestro carpintero formamos un gran equipo. No olvidemos nunca que cada uno de nosotros somos capaces de hacer cosas increíbles si nos ponemos en manos de Dios. Como nos enseña la historia de hoy, el cemento y el martillo pueden representar las dificultades de este curso pero… en manos del “carpintero” el éxito está asegurado.
¡¡ TENEMOS ALGO BUENO QUE CONTAR !! Colegio L A P RESENTACIÓN Villava Multilingual School – Centro Plurilingüe
Miércoles, 24 de septiembre de 2014
¡ Un olvido importante ! Cuentan que un experimentado conferenciante distribuyó unas hojas de papel a los miembros de su auditorio y les pidió que escribieran sus preguntas a fin de poder luego discutirlas y comentarlas. El procedimiento funcionó muy bien hasta que abrió una de las hojas que le habían dado y observó que en el papel plegado sólo había escrita una palabra: ¡¡IDIOTA!! La leyó, sin inmutarse, en voz alta y se dirigió a su público con estas mismas palabras: Damas y caballeros: en las múltiples conferencias que llevo dando desde hace años muchas personas han escrito su pregunta y han olvidado firmar con su nombre. He de decirles que ésta es la primera vez que alguien firma con su nombre y olvida escribir la pregunta.
No hace daño aquel que quiere sino aquel al que le dejamos. ¡¡Qué importante es que tengamos esto siempre presente!! Hace poco que hemos comenzado el curso y es bueno que comencemos todos/as con buen pie, sin insultos, recelos ni malos rollos. “Ilusionémonos con la vida, con el curso y, sobre todo, con la gente que vive a nuestro lado”. Insultos y zancadillas son cosa del pasado, ¿verdad?
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Jueves, 25 de septiembre de 2014
Cielo o Infierno, tú escoges Se dice que un guerrero samuray fue a ver al maestro zen Hakuin y le preguntó:
- ¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde se hallan las puertas que me llevarán a ellos? ¿Dónde está la entrada? Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos. Sólo conocen dos cosas: la vida y la muerte. Él no había ido allí a aprender ninguna doctrina, tan sólo quería saber dónde estaban las puertas para evitar el infierno y poder entrar en el cielo. Hakuin le respondió de la forma en que sólo un guerrero podía haberle entendido.
- ¿Quién eres? –preguntó Hakuin. - Soy un guerrero samuray –respondió el guerrero–, incluso el emperador me respeta.
Hakuin se rió de él diciendo:
- ¿Un samuray, tú? ¡Pero si pareces un pordiosero! El samuray se sintió herido en su orgullo y olvidó lo que había ido a hacer. Con furia desenvainó su espada y se dispuso a matar al maestro Hakuin. Éste le dijo entonces:
- Ésta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, son las llaves que la abren. El samurái entendió inmediatamente. Entonces colocó nuevamente su espada en la funda. Es entonces cuando Hakuin le dijo:
- Así es como se abren las puertas del cielo.
Recuerda siempre esto durante el curso: Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre. SÉ SIEMPRE AMABLE Y GENEROSO CON TODOS
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Viernes, 26 de septiembre de 2014
Saber Jugar Estamos en un parque. En un banco hay dos mujeres observando a dos niños pequeños mientras juegan y hablan tranquilos, aparentemente alegres. De repente, oyen que uno dice a otro: - Tonto, ¡no quiero volver a jugar
nunca más contigo! Durante dos o tres minutos cada uno de los niños juega por su cuenta, prescindiendo totalmente del compañero. Se ignoran completamente. Al poco tiempo, las mujeres se dan cuenta de cómo los dos niños vuelven a jugar juntos. Entonces una de las mujeres le dice a la otra: - ¿Cómo pueden hacer esto los niños? Pasan de estar furiosos y
pelearse, a volver a jugar como si nada hubiera ocurrido. - Es fácil –comenta la otra mujer– prefieren la felicidad y la alegría
de compartir, a la intransigencia y la soledad.
Una bonita lección al comienzo de este nuevo curso, ¿no te parece? Desterremos de nuestro colegio la intransigencia y la soledad. Acojamos a todos y estemos siempre dispuestos a compartir y ayudar a los compañeros y compañeras que más lo necesitan.
Ya sabes… TENEMOS ALGO BUENO QUE CONTAR
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