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El Toledo de Pedro I de Castilla y el siglo XIV

Por: JosĂŠ Arroba MartĂ­n-Delgado


José Arroba Martín-Delgado

A) Los cobertizos de Toledo y la plaza de Santo Domingo el Real:

La zona que los toledanos llamamos de los cobertizos tiene un gran interés histórico. Junto al cobertizo más largo y alto de Toledo se encuentran dos de los grandes conventos de la capital, el de las Comendadoras de Santiago y el Convento de Santo Domingo el Real. Pero antes de entrar en profundidad nos preguntamos, ¿qué son los cobertizos? Los cobertizos fueron unas construcciones elevadas que se edificaron en Toledo para aprovechar el escaso espacio disponible dentro de las murallas de la ciudad y la limitación en mas de la mitad de su perímetro del río Tajo.

Cobertizo de las Comendadoras de Santiago desde el interior

Entrada del cobertizo de las Comendadoras de Santiago de noche

Vista del techo del cobertizo.

Durante siglos cualquier casa nobiliaria u Orden religiosa que se preciara debía tener casa solariega en Toledo. Aquí estaba el poder y sobre todo el dinero. Un convento de clausura compraba o heredaba un solar, construía su casa y en poco tiempo al calor de la nobleza y del rico Cabildo Catedralicéo se quedaba pequeño. Enfrente vendían una casa y la compraban. Para unir ambas propiedades y aprovechar el espacio bajo un mismo techo se construía un cobertizo elevado sobre la calle, que permitía unir ambas propiedades y el paso de un lugar a el otro sin salir a la calle, sacando así más partido a la casa palacio o convento. Fue tan grande la proliferación de estas edificaciones que a principios del siglo XVI la reina Juana, hija de Isabel de Castilla, se vio obligada a prohibir la edificación de nuevos cobertizos y a obligar a tirar aquellos que no cumplieran cierta reglamentación. Las calles se habían convertido en lugares oscuros e insalubres debido a la presencia de estos cobertizos que evitaban la debida ventilación de las mismas. Se tiraron muchos, sobre todo aquellos que no permitieran sin dificultad el paso de un hombre montado a caballo.


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Pasando bajo este cobertizo que ven en las fotografías anteriores, andamos unos metros más y llegamos a una pequeña plaza, grande para Toledo, en uno de cuyos laterales, el de la derecha según entramos en la plaza, se encuentra la fachada principal de la iglesia del Convento de Santo Domingo el Real.

Es precisamente este convento fundado en 1364, en la época del controvertido rey Pedro I de Castilla, por la viuda del aguacil de Toledo Sanz de Velasco, doña Inés García de Meneses, el que atraerá nuestra atención, pues su apellido el Real se debe a que guarda en su interior el lugar del eterno descanso de muchos vástagos y familiares directos de los reyes de Castilla, empezando por los del nombrado Pedro I. Edificado en el típico estilo mudéjar toledano del siglo XIV, se le añadió un pórtico en el siglo XVI, remodelando también la puerta principal, en estilo renacentista de tipo dórico toscano con cuatro columnas y artesonado de madera. Sobre el dintel de la puerta principal el escudo de Castilla flanqueado por las columnas de Hércules. Debajo la portada entre dos columnas de estilo dórico toscano y entre ellas los triglifos y metopas y una frase en la que se puede leer: “Vere dominus est in loco”, que quiere decir: En verdad Dios está en este lugar”. De la relación del Convento con la monarquía y la alta nobleza castellana quedan innumerables recuerdos especialmente de los siglos XIV y XV . Sería precisamente con Pedro I con quien esta relación quedaría marcada para mucho tiempo. Las relaciones sentimentales de este monarca con mujeres de la nobleza durante la mayor parte de su vida, le darían multitud de hijos conocidos y otros de los que no nos han llegado noticias. Si tuvo una especial relación que le duró muchos años fue con María de Padilla con la que tuvo 4 hijos, Beatriz, Constanza, Isabel y Alonso. De un matrimonio que fue anulado por el Papa con


Juana de Castro tuvo a un hijo, Juan de Castilla. De su amante Teresa de Ayala tuvo una hija, María de Castilla y de su última relación con Isabel de Sandoval tuvo dos hijos, Sancho y Diego. Tanto su amante Teresa Ayala como su hija con ella, María de Castilla, fueron abadesas del Convento y se encuentran enterradas aquí. Sus dos hijos con Isabel de Sandoval, Sancho y Diego, también se encuentran enterrados en el Convento. El caso de Sancho saltó a la prensa tras ser descubierta su momia en unas obras de rehabilitación de un retablo en la Iglesia del Monasterio de Santo Domingo el Real. Sancho de Castilla murió en 1370 en el castillo de Toro a la edad de 7 años. Con 1 año había sido encerrado allí por el hermanastro y asesino de su padre Enrique, ya proclamado rey de Castilla . Siempre se había pensado que Sancho había muerto envenenado por Enrique para evitar competidores a la sucesión al trono de Castilla a sus propios hijos. El niño fue trasladado desde Toro a Toledo por orden de la abadesa de Santo Domingo, María de Castilla, su hermanastra, para ser enterrado allí. Bajo un retablo de madera y piedra ha permanecido el niño desde el 1371 hasta el 2004 en que unas obras para restaurar el retablo sacaron a la luz su tumba. Tras ello un equipo de investigación en el 2006 pidió permiso a las monjas para hacer un estudio y esclarecer los motivos de la muerte de Sancho. El equipo quedó admirado del buen estado de conservación de la momia debido al buen clima y humedad en que había permanecido todos estos siglos. Ello les permitió realizar una biopsia de los restos de tejidos del corazón y del pulmón que quedaban, haciendo la extracción con una sola aguja y sin deteriorar la momia. El resultado del estudio determinó claramente que el niño no había muerto de forma violenta ni envenenado. No había restos de cualquier veneno como cianuro o metales pesados, y tan sólo se detectaron restos de arsénico en el cabello, que obedecían a productos utilizados para embalsamar los cadáveres en aquellos tiempos. Las pruebas por el contrario si daban como resultado una infección pulmonar debido a una hemorragia producida por una neumonía a consecuencia del frío y del humo cercano de una chimenea. El niño debió permanecer en una habitación, donde combatía el fuerte frío de Castilla mediante una chimenea, que con seguridad tiraba mal. Sus brazos levantados indican además que nadie se los colocó sobre el pecho en su hora postrera, por lo que el rigor mortis se los dejó en esa posición, muriendo en soledad. Terminado todo el proceso se volvió a colocar el cadáver en el hueco donde ha permanecido casi 650 años. Se le ha colocado en una urna de cristal y tal vez si tienes fuerza de convicción las monjas accedan a que se pueda ver. Sería interminable el litados de tumbas de personajes relacionados con la nobleza de Toledo y con la realeza castellana que podríamos describir, pero a efectos de este artículo me interesaban los relacionados con Pedro I de Castilla para terminar hablando de su reinado y de las luchas nobiliarias que lo caracterizaron.


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B) El reinado de Pedro I de Castilla La costumbre característica de los reyes castellanos hasta finales del siglo XV y principios del XVI fue siempre no tener un lugar determinado para su corte. Esta iba y venía en función de los acontecimientos políticos. Sin embargo también es cierto que Toledo, dada su centralidad geográfica e importancia demográfica y económica, ocupó un lugar destacado donde los reyes pasaban buena parte de su tiempo. La vinculación de Pedro I con Toledo fue sin duda de gran importancia y estuvo muy vinculada a la presencia del antiguo Alcázar musulmán y a un edificio donde el rey tuvo su propio palacio. Es Pedro I de Castilla uno de los monarcas más controvertidos de la historia castellana. Su apodo en la historia, el Cruel, ha prevalecido, aunque muchos historiadores afirman que se le debería denominar mas bien el Justiciero. La realidad es que para entender plenamente las actuaciones de este rey habría que profundizar en sus propias vivencias personales, en la historia del siglo XIV en Castilla y relacionarla con el marco europeo de la guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia, que afectó directamente a muchos de los acontecimientos del reinado. Pedro nace en Burgos en 1334. Es hijo del rey Alfonso XI de Castilla y María de Portugal. Será el último rey de la dinastía borgoñona en Castilla, fruto de sus luchas dinásticas con sus hermanastros. Tuvo una infancia muy dura pues su padre murió pronto a causa de la Peste Negra y su madre también. Tuvo que convivir Palacio de Pedro I en Toledo con el odio feroz de la última amante de su padre Leonor de Guzmán con quien el rey había tenido 10 hijos naturales, y que además habían ocupado cargos y acaparado riquezas en vida de su padre. No es pues de extrañar su naturaleza desconfiada cuando llegó al poder, sabiendo que buena parte de la nobleza empujada por sus hermanastros, estaba en contra suya desde el principio, y permanentemente le anunciaban su asesinato. Todo ello presuponía un reinado complicado que acabaría en varias contiendas civiles, y que para entenderlas necesitamos remontarnos a tiempos anteriores pues en si mismas son producto de esas contingencias. Tres son los factores determinantes que complicaran el reinado: 1)Una continuada crisis económica durante todo el siglo XIV provocada por las malas cosechas y la llegada de la Peste Negra en varias ocasiones, y agravada por las contiendas militares que asolaron toda Europa. Ambos problemas acabaron con el fulgurante desarrollo de Europa durante el siglo XIII que había llenado la misma de enormes catedrales y Palacios, y que desarrolló una agricultura y una burguesía comercial pujante. 2)El segundo motivo nace de la singularidad propia de Castilla como territorio que desde el siglo IX había representado la frontera de contención contra el Islam. Los enormes avances hacia el sur de la frontera durante el siglo XI que con Fernando I de Castilla la habían llevado hasta el borde del Sistema Central y convertido en tributarios de Castilla a los pequeños reinos taifas musulmanes y el definitivo salto a la conquista de Toledo de su hijo Alfonso VI de Castilla en 1085, recuperando el valor simbólico de la antigua capital


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visigoda, habían permitido incorporar a Castilla enormes extensiones de terreno entre el Duero y el Tajo prácticamente vacías y que era necesario repoblar para sacar rendimiento económico a las mismas y para que fueran un muro de contención de futuras incursiones musulmanas. Para la nobleza castellana estas tierras eran de escaso interés pues pues eran pobres, de clima extremo y sujetas a los vaivenes de la guerra fronteriza que, sobre todo en la primavera y los comienzos de verano cuando hombres y bestias podían vivir sobre el terreno, eran objeto de continuadas aceifas o incursiones para defender lo propio y devastar lo ajeno. Es por eso que los reyes castellanos de los siglos XI y XII optan por repoblar estos vastos territorios con hombres libres y ciudades dotadas de gran alfoz o territorio y amplias cartas puebla o fueros y derechos y exenciones fiscales. Tratan de vincular las nuevas ciudades con una monarquía cada vez más poderosa precisamente basado en el apoyo de las mismas al monarca. A los ciudadanos de estas ciudades les era permitido incluso la posibilidad de tener una milicia de caballeros villanos precisamente para la colaboración en la defensa del territorio. Las llamadas milicias concejiles se nutrían de personas del pueblo llano que pudiesen tener acceso a la tenencia de caballo, adarga y espada. Era una novedad revolucionaria en la Europa feudal sometida al señorío territorial y jurisdiccional, donde Estatua de Alfonso VI en Toledo el siervo estaba adscrito y se vendía con la tierra y el Rey no pasaba de ser un noble más, el primero si, pero entre iguales (primus inter pares). En la Castilla de los siglos XI y XII y gracias a la situación fronteriza y sus peligros cualquier herrero o comerciante de Segovia, Ávila, Valladolid, Toledo, Castrojeriz, etc, podía ennoblecerse por su participación en la guerra, y muchos infanzones nobles de la baja nobleza llegar a ser grandes nobles, como por ejemplo el Cid, gracias a su valor demostrado en la batalla. Este sistema de repoblación de la Vieja Castilla fortalece el poder real que ya no dependerá en exclusividad de los grandes terratenientes nobles para su defensa sino que tendrá a mano la ayuda incondicional de los grandes y pequeños concejos castellanos. Desde finales del siglo XI y el siglo XII nuevas tierras al sur de Toledo serán conquistadas por Castilla. Será la zona de la Mancha que incluye las provincias del sur de Toledo, Ciudad Real, Albacete, sur de Cuenca hasta el límite con los montes de Sierra Morena. Son enormes extensiones de terreno, muy difíciles de repoblar y donde la actividad más importante será el pastoreo de la oveja y la cabra. Para la defensa de este territorio los reyes castellano recurren a la cesión de a las grandes Órdenes Militares como la de San Juan, Santiago, Calatrava, etc. Todas ellas tienen una fuerte vinculación con la corona en principio, pero pasado el tiempo serán el lugar de colocación de los segundones de las grandes casas nobiliarias y en ocasiones estarán en desacuerdo con las decisiones del poder real. Castillo de Consuegra, sede del Priorato de la Orden de San Juan


Son precisamente estos 100 años que van desde el 1100 al 1212 donde la frontera sur sufrirá grandes problemas defensivos debido a que las taifas musulmanas se unificaran sucesivamente bajo la fuerza de invasiones fundamentalistas islámicas del norte de África de los almoravides y almohades. La comarca manchega se llenará de castillos defensivos y se remozarán los ya existentes muchos de ellos de origen musulmán. El siglo XIII todo cambiará para la España cristiana. El cese de las invasiones fundamentalistas musulmanas, la dispersión del poder musulmán en nuevas taifas, el desarrollo agrícola y comercial , el auge de las peregrinaciones a Santiago desde el siglo anterior, las nuevas técnicas de navegación, los nuevos sistemas de tiro para las labores agrícolas y del transporte, etc, traen una gran prosperidad a Occidente en general. El rey de Castilla Alfonso VIII se ve con fuerzas para superar Sierra Morena y propone al Papa predicar una Cruzada contra el el poder Almohade de Sevilla en toda Europa. Vienen caballeros europeos, sobre todo franceses, que a las primeras de cambio abandonan al rey al prohibirles la rapiña sobre los pueblos conquistados. Acuden también los reyes de Navarra y Aragón haciendo causa común con Castilla. Se enfrentan con los almohades al sur de Sierra Morena en 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa derrotando a los moros. El camino hacia el sur de Andalucía quedaba despejado.

En 1247 el rey de Castilla Fernando III el Santo aprovechando la debilidad de las nuevas taifas andaluzas llega a Sevilla y en 1248 se produce la rendición de los almohades. Anteriormente, en 1243 Fernando III se presenta en Murcia y el rey de la taifa murciana Ibn Hud al-Dawla firma la capitulación sin luchar en condiciones ventajosas para las costumbres y religión musulmana. Pero entre 1250 y 1257 ante la imposición de abrir un obispado en Murcia los musulmanes se revelan por incumplimiento del tratado. El rey de Castilla, Alfonso X el Sabio se ve forzado a intervenir ayudado por tropas de Aragón gracias a la intervención de su mujer Violante de Aragón. En 1264 Murcia se incorpora plenamente a la Corona de Castilla. A finales del siglo XIII no queda en la Península otro reducto musulmán que el Reino


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de Granada. Todos estos vastos territorios que hoy conforman buena parte de Andalucía y Murcia, de clima templado y rica agricultura, se repoblaron de forma completamente distinta a lo hecho hasta ahora por Castilla. Las razones son fundamentalmente dos. La primera es que estaban bastante más densamente poblados y la segunda es que los reyes castellanos decidieron recurrir a la nobleza castellana para su conquista y repartir posteriormente grandes extensiones de ese terreno entre ellos, como compensación a la ayuda obtenida. Surgirá así a finales de siglo una nobleza cada vez mas rica en base al botín en tierras, y que luego competirá con la propia monarquía en riqueza y poder como nunca había ocurrido en Castilla. Y será esta nueva situación de pérdida de poder de la monarquía castellana frente a la nobleza enriquecida y levantisca la que conjugada con las crisis del siglo XIV debidas a las crisis alimentarias y la Peste Negra provocarán en Castilla un sin fín de luchas civiles. Todos sabemos la verdad que encierra el refrán castellano que dice: “Donde no hay harina, anda la tremolina”. Las discordias civiles y las luchas por el poder siempre se dan en un escenario de crisis económica como el que llega a Castilla desde el principio del siglo XIV. No encontramos pues en el escenario donde nace Pedro I de Castilla. Su propio padre muere a causa de la Peste Negra y la nobleza poderosa como consecuencia de los repartos de las tierras del siglo anterior querrá controlar y manejar a su conveniencia a la monarquía. Una monarquía debilitada por la crisis económica y una nobleza terrateniente con enorme poder territorial, militar y económico. Esta situación enrarecida es la existente cuando Pedro I sube al poder en 1350 con apenas 16 años. Su natural desconfianza tras los años de infancia y juventud con la clara oposición de sus hermanastros, ahora en puestos claves de la nobleza y la Iglesia y de las Órdenes de Caballería, le hacen temer ser asesinado. Pedro I pese a todo estaba determinado a mantener su poder en Castilla y no le importa recurrir al asesinato para ello. Entre las víctimas de los enredos políticos están a modo de ejemplo la muerte de su hermanastro Fadrique, Maestre de Santiago, para controlar los recursos económicos y militar de la Orden, Asimismo se deshizo de su tía Leonor para evitar que sus hijos Juan y Fernando se postulasen a la sucesión a la corona. También ordenó la muerte de sus hermanastros Juan y Pedro de 14 y 19 años para allanar el camino de su hijo bastardo, tenido con María de Padilla, llegase al trono a su muerte. Llegó incluso a ordenar la muerte de su mujer Blanca de Borbón cuando su presencia fue


molesta en el contexto internacional de la Guerra de los Cien años, o el envenenamiento de su propio ayo, Juan Alonso de Alburquerque cuando empezó a maniobrar, molesto por su autoritarismo y se acercó al bando de su hermanastro Enrique. Todos estos hechos y muchísimos más provocó que la propaganda del momento le pusiera de apellido “el Cruel”, tal y como ha llegado a nuestros días. Sin embargo el revisionismo histórico ha visto en Pedro I la lucha de una monarquía aliada con las ciudades castellanas y algunos sectores influyentes de la sociedad como los judíos, que quisieron imponer el progreso del comercio y las actividades gremiales sobre una oligarquía terrateniente que sólo representaba los valores feudales de la propiedad de la tierra. Para Sánchez Albornoz o Viñas el enfrentamiento entre Pedro I y su hermanastro Enrique supuso el triunfo de los poderosos con la muerte del rey y la derrota de los débiles. Es innegable que Pedro I obtuvo siempre el apoyo de las ciudades castellanas, y respecto a los judíos su propio tesorero Samuel ha-Levi era un rico judío toledano al que incluso llegó a conceder la construcción de la mayor sinagoga de Toledo, la conocida Sinagoga del Tránsito que hoy es Monumento Nacional, entre 1357 y 1363, saltándose el rey la prohibición de construir mas sinagogas y teniendo en cuenta que ya había en Toledo otras diez más.

Vista general de la sinagoga del Tránsito con su profusa decoración de tipo mudéjar y artesonado de madera en el techo

Hejal de la Sinagoga

Eso no es óbice para que al final el propio tesorero callera en desgracia y acabara en el patíbulo como tantos otros. Es indudable que esta visión más positiva del reinado de Pedro I no le salva de haber sido uno de los reyes más sanguinarios de Castilla, aunque ciertamente el ambiente guerra civilista de todo el reinado justifique en muchos casos el uso de una violencia, que no le era ajena tampoco al otro bando. Es curioso como la representante más importante de la nueva dinastía tras la muerte de Pedro I, cien años después, Isabel de Castilla, comprendiera la actuación de su antepasado en base a su propia experiencia tras la


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Guerra de Sucesión en la que ella misma se vio envuelta a su llegada al trono de Castilla, por culpa de esa nobleza levantisca, a la que acabaría sometiendo. 3) El contexto internacional de la Guerra de los Cien años entre Francia e Inglaterra estaba en pleno apogeo. Pedro I consciente de la conveniencia en principio de aliarse con Francia se casa con la hermana de la reina consorte francesa Blanca de Borbón. El matrimonio empezó mal pues las malas lenguas hablaban de relaciones de la futura reina durante el viaje desde Francia con su hermanastro Fadrique (al que después asesinaría como vimos antes). Lo más probable es que una vez casados, el mismo día de la boda la consorte le confesara a Pedro que Francia no pagaría la dote convenida pues no habría preparado Francia el dinero necesario. Hombre contumaz y soberbio Pedro I no pasó la noche de bodas con Blanca de Borbón y se marchó con su concubina de siempre, María de Padilla, alegando el incumplimiento francés. El desprecio hacia Blanca de Borbón cambiaría definitivamente el mapa de las alianzas, pues Castilla pasaría de ser aliada de Francia en el conflicto a negociar con Inglaterra. A Blanca la encerró en Sigüenza y luego en el antiguo Alcázar de Toledo lo que provocó la definitiva ruptura con Francia. Las quejas de Blanca de Borbón llegaron incluso al Papa de Avignon. Sus presiones hicieron que el Rey volviera con ella, pero la cosa duró exactamente dos días, y de nuevo la abandonó sin tocarla, volviendo con su consabida concubina María de Padilla. El Rey decide obtener el divorcio para casarse de nuevo, de forma legal y presiona a los obispos de Salamanca y Ávila para que anulen su matrimonio con Blanca de Borbón. La elegida es Juana de Castro, viuda muy rica. Se casó con ella aunque no consiguió que el Papa reconociera la anulación y le amenazase con la excomunión. Ante los devaneos de Pedro I con su nueva relación, María de Padilla escribe una carta al Papa arrepintiéndose de su pecado y pidiéndole autorización para fundar un monasterio y encerrarse en él. No llega a entrar en el mismo pues poco tiempo después vuelve a retomar sus amores con Pedro I. Sólo les abandonará tras que el rey eligiera a una nueva favorita, Isabel de Sandoval en 1364. En medio de toda este lío también mantuvo relaciones con otra joven de la nobleza, Teresa de Ayala. Fruto de todos estos amoríos pecaminosos para la época, Pedro I tuvo varios hijos e hijas naturales entre los cuales pretendió en distintos momentos que algunos fueran sus sucesores. Con María de Padilla se sabe tuvo 4 hijos, Beatriz, Constanza, Isabel y Alfonso ( al que nombró heredero). Con Juana de Castro tuvo a 1 hijo, Juan de Castilla ( que en algún momento figuró también como sucesor). Con Teresa de Ayala tuvo una hija, María de Castilla y con Isabel de Sandoval tuvo dos hijos, Sancho y Diego de Castilla. Tuvo bastantes hijos más con otras mujeres de menor alcurnia, pero sus nombres no nos han llegado. Varios de ellos como ya dije están relacionado con el Monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo pues tanto Teresa de Ayala como su hija María de Castilla fueron abadesas del Convento y Sancho y Diego hijos de Isabel de Sandoval están enterrados en el mismo. En este contexto, como relaté antes, Pedro I mandó envenenar a su esposa Blanca de Borbón y el hecho cambió la relación de las alianzas con Francia. La guerra civil larvada entre Pedro y su hermanastro Enrique de Trastamara cobra importancia dentro del contexto europeo de guerra entre Francia e Inglaterra. El segundo se aliará con una Francia decidida a tomar venganza de la afrenta, y Pedro I alcanzará un tibio apoyo de Inglaterra. La guerra


se desarrollará entre 1366-1369. Francia envía un cuerpo de ejército al mando de su condestable , Beltrand du Guesclin, para apoyar a Enrique. La batalla más importante se da en los Campos de Montiel y Pedro I cae prisionero de Beltrand du Guesclin. Engañado por este que le dice le va a poner en libertad es conducido al campamento de Enrique. Llegados a él ambos hermanos de padre se enzarzan en una pelea fratricida. El odio entre ambos contendientes es patente desde hacía años, y se desboca cuando ambos se encuentran frente a frente. Pedro I consigue tirar al suelo a su hermanastro y se prepara para rematarlo con su espada. En ese momento, a traición Beltrand du Guesclin le sujeta por la espalda tirándole al suelo mediante una zancadilla. Su hermanastro Enrique se levanta a toda prisa y apuñala al rey en repetidas ocasiones con saña. Es aquí donde Beltrand du Guesclin tras la muerte del rey pronuncia su famosa frase: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor” Nace de esta manera una nueva Casa Monárquica en Castilla con Enrique II de Trastamara, que gobernará Castilla durante el resto del siglo XIV, todo el siglo XV y acabará con Isabel I de Castilla cuya muerte en el 1504, ya unificada toda España, dará paso tras el matrimonio de Juana de Castilla, hija de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, con Enrique el Hermoso, a la subida al trono del hijo de ambos, Carlos V, primer representante de las Casa de Habsburgo.

Beltrand du Guesclin entregando la cabeza de Pedro I al nuevo rey de Castilla Enrique II de Trastamara .


C) El arte en la Castilla de Pedro I Es curioso comprobar que el arte en la época de Pedro I tuviese en la Castilla asolada por las hambrunas, la Peste Negra y las continuas guerras civiles, que no acabarían con su muerte, un gran desarrollo. Es la plenitud del denominado arte mudéjar nacido en el siglo XI y XII, que para no cansarles con la amplitud del artículo, resumiré en sus rasgos fundamentales. Tiene sus focos fundamentales en Toledo y Sevilla. Es un arte muy austero en cuanto a los materiales utilizados, piedra sin trabajar, ladrillo de barro, yeso, con sus muros exteriores de mampostería con machones de ladrillo e hiladas de los mismos en la paredes y sus cuarterones de piedra con argamasa. También destaca su austeridad en el exterior de los edificios donde los adornos se limitan a arcos ciegos de tipo medio punto o herradura que enmarcan otros polilobulados o mixtilineos, etc. Sin embargo esta pobreza exterior contrasta con la riqueza decorativa de los interiores, donde las yeserias, el empleo de la madera en los artesonados y la combinación con la cerámica decorativa crean espacios de gran belleza. Baste recordar algunos de los monumentos que nos ha dejado la época en Toledo y Sevilla como yo destacaría tres: a)La Sinagoga del Tránsito ya nombrada. b)El Palacio de Pedro I en Toledo y el Convento de Santa Isabel c)El Palacio de Pedro I en los Reales Alcázares de Sevilla

1) La Sinagoga del Tránsito

Fachada principal de la Sinagoga con muro de mampostería en hiladas y machones de ladrillo Pared del Hejal de la sinagoga profusamente decorado

Decoración de tipo vegetal con el motivo heráldico del escudo de Castilla. Ventanas en una sucesión de arcos polilobulados con columnas pareadas de cerámica de diversos colores.


2) El Palacio de Pedro I en Toledo y el Convento de Santa Isabel. El Palacio de Pedro I es una construcción muy sólida de muro de mampostería en hiladas de ladrillo con una puerta rematada por un frontispicio rectangular muy característico de Toledo, y destacando el alero de madera enormemente saliente sobre la fachada principal que distinguirá a muchos edificios de esta época.

En la fotografía de abajo vemos una de las puertas que da al patio de la Enfermería del Convento de santa Isabel. Aunque el Convento se fundó en 1477 este patio se edificó en 1374, Fue donado a la monjas franciscanas por el rey Fernando el Católico que lo había heredado de su madre Juana Enriquez. El Convento respetó estas dependencias y las integró junto a otros edificios del mismo. La decoración de tipo vegetal y geométrica que adornan el alfiz de la puerta son un magnifico exponente del estilo mudéjar de filigrana realizada en yeso

En la fotografía de abajo vemos el intrasdos del arco que nos revela en detalle la rica decoración vegetal del mudéjar toledano


Visión completa del patio de la Enfermería del antiguo palacio de los Suarez de Toledo edificado en 1370 y cedido a las monjas franciscanas por Fernando el católico para el Convento de santa Isabel con sus pilares de base octogonal.

Habitaciones contiguas al patio de la Enfermería con sus techos mudéjares de madera

Visión del patio desde otra de la salidas del mismo.


3) Palacio de Pedro I en los Reales Alcázares de Sevilla Construido en el interior de lo que fue la antigua alcazaba musulmana por Pedro I entre los años 1356 y 1366. Para construir este palacio llevó artesanos desde Toledo y Granada y los propios de Sevilla.

La fachada del Palacio destaca por la sucesión en el piso superior de arcos de medio punto peraltados con los polilobulados de la zona centran apoyados sobre columnillas de mármol. Destaca como es característico de esta época el alero de madera sobre la portada.

El patio central llamado patio de las doncellas con decoración geométrica y vegetal y arco polilobulados que descansan sobre columnas pareadas de capitel vegetal. La galería superior corresponde a una reforma posterior que hizo Carlos V con motivo de su boda en este Palacio con Isabel de Portugal.


Continuación Palacio de Pedro I en Sevilla.

Salón de embajadores al que se accede por tres arco de herradura sobre columnas de mármol y capitel vegetal, Decoración de mocábares, geométrica y vegetal en todas las paredes y friso de cerámica en diversos colores

Techo mudéjar de madera del Salón de embajadores


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