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Javier López/Editorial -- pág
Uno de los rasgos que mejor define a nuestra época es que hemos sido capaces de asimilar y aceptar que gran parte de las ramas de la ciencia son altamente funcionales e instrumentales; una vez nos sirvieron para romper las cadenas de la humanidad, pero ahora son usadas para perpetuarlas y fortalecerlas.
Por el contrario, existe una ciencia que quizás pueda restaurar y trascender el carácter liberador de las ciencias y filosofías tradicionales: la ecología. La ecología trata del equilibrio de la naturaleza. Ya que la naturaleza también incluye a la humanidad, es la ciencia que trata básicamente de la armonización entre la naturaleza y la humanidad. La ecología es una ciencia crítica pero también es una ciencia integradora y reconstructiva.
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Las cuestiones que trata la ecología son imperecederas ya que no pueden ser ignoradas sin poner en cuestión al mismo tiempo la viabilidad del planeta, incluyendo la supervivencia de la propia humanidad. Quizás hemos asumido que la humanidad es manipulable, al igual que los elementos que la conforman; pero la ecología muestra, sin ambages, que la totalidad del mundo natural -con sus aspectos, ciclos, e interrelaciones- echa por tierra toda idea humana de convertirnos en los dueños del planeta.
La destrucción moderna del medioambiente es de una dimensión global. El parasitismo humano perturba todavía más la atmósfera, el clima, los recursos hídricos, la tierra, la flora y la fauna de cualquier región; perturba virtualmente todos los ciclos básicos de la naturaleza y amenaza con minar la estabilidad del medio ambiente a escala mundial.
La humanidad ha producido desequilibrios no sólo en sus relaciones con la naturaleza, sino también entre los mismos seres humanos, en la estructura misma de la sociedad.
Lo que observamos a día de hoy es una crisis no sólo de la ecología natural sino también de la ecología social. La sociedad moderna, especialmente como la conocemos en los Estados Unidos o Europa, se ha organizado alrededor de enormes núcleos urbanos en un extremo, una agricultura altamente industrializada en el otro extremo, y, recubriendo ambas, un burocratizado y anónimo aparato estatal. La carga que este tipo de sociedad urbanizada y centralizada pone sobre cualquier área continental es enorme.
Desde la perspectiva de la ecología, la humanidad ha simplificado el medioambiente. Las ciudades modernas son la máxima representación de las intromisiones regresivas de lo sintético en lo natural, de lo inorgánico en lo orgánico, y de lo artificial, de estímulos elementales en lo variopinto y naturalmente salvaje.
Este proceso de simplificación del medioambiente humano que lo vuelve cada vez más vulgar y básico, tiene una dimensión física y también una cultural.
La humanidad está desmontando la pirámide natural que la ha sostenido; está deshaciendo todo el trabajo de la evolución. La esencia del mensaje reconstructivo de la ecología puede ser expresado en una sola palabra: diversidad. Desde una perspectiva ecológica, el balance y la armonía en la naturaleza, en la sociedad, se alcanzan no por medio de la estandarización mecánica sino por su contrario, la diferenciación orgánica.
Cuanto mayor es la variedad de presas y depredadores, más estable es la población; un ambiente más diversificado en términos de flora y fauna, es menos propenso a la inestabilidad ecológica. La estabilidad es una función en relación con la complejidad, la variedad y la diversidad: si el medio ambiente se simplifica, y la variedad de animales y plantas se reduce, las fluctuaciones en la población se vuelven más marcadas y tienden a salirse de control. Tienden a alcanzar la proporción de pestes.
Debemos, por lo tanto, permitir un mayor espacio a la espontaneidad natural, para que las diversas fuerzas biológicas eleven la situación ecológica.
Javier López,
Aracena, 2022
En las selvas del Amazonas y en las altas cordilleras de los Andes vi cómo, de un polo al otro polo, hay una única vida, animada como por un único aliento, que se despliega en piedras, plantas y animales y en el pecho henchido del ser humano. Alexander von Humboldt
Para la mente apagada, toda la naturaleza es plomiza. Para la mente iluminada, el mundo entero está en llamas y destella luz. Ralph Waldo Emerson