CUENTO(S)
ENCONTRADO(S)
EN
UN
VIEJO
ORDENADOR DESPUÉS DE UNA MUDANZA (2)*.
*Las (s) quizás no sean necesarias; al (2) le falta la ‘y’ por delante porque quizás encuentre otros cuentos cuando siga rebuscando. El moderno baúl donde los encuentro empieza a parecerme un cajón de sastre.
Palabra de Dios El día de la fiesta de su aldea natal viajó a su infancia, a su primera patria. La fiesta comenzaba a mediodía, con la misa. Se había hecho tradición que uno de los antiguos monaguillos leyese la epístola, y él iba a leerla. Llegaba tarde. —El cura es nuevo; dice que te conoce y que le ilusiona que leas tú —le dijeron al entrar en la iglesia. La misa había empezado. A su tiempo el cura le llamó por su nombre, le recibió en el presbiterio y le entregó una hoja con la lectura. ¿De qué le conocía? Se acercó al ambón y comenzó a leer para sí: ‒Et ipse elevatis oculis in discipulis suis, dicebat: beati pauperes, quia vestrum est regnum Dei. Beati qui nunc esuritis, quia saturabimini. Beati qui nunc fletis, quia ridebitis1. ‒¡En latín! ‒pensó. Miró con enorme sorpresa al cura y supo de qué le conocía: habían sido compañeros irreconciliables de 1
Lc 6, 20-21
seminario. También recordó crueles bromas que se habían gastado mutuamente. ‒¡Que el reino de Dios será nuestro! Y el de aquí y ahora, ¿cuándo? ‒pensó para sí. Volvió la mirada al papel y, fiándose de su memoria, dijo en alta voz, como si leyese la epístola que le había entregado el cura: —Os horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada. Pero vosotros ya la habéis abolido para nueve décimas partes de la sociedad. Y mirando a los fieles concluyó: —¡Palabra del Manifiesto comunista!