Nuestro entorno, 1

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Damián Soriano, albaceteño, colaborador en Haití de Bomberos Sin Fronteras

"Llegas a tu casa y no existe, buscas a tu familia y no está, y te tienes a ti porque has tenido suerte"

Damián, miembro de Bomberos Sin Fronteras, nos citó en el Parque de Bomberos de Motilla del Palancar. Allí nos presentamos una tarde lluviosa, de mucho frío. Hacía unas semanas que había vuelto de Haití, y aún estaba impresionado por lo que había vivido en aquella zona devastada por un terremoto de 7.3 grados en la escala Richter. Su historia nos impresionó tanto como el mejor relato de ficción, con el añadido de que nos lo estaba narrando uno de sus protagonistas: "Después de tres años colaborando con esta ONG, Bomberos Sin Fronteras, recibí una llamada que cambió un poco el rumbo de mi vida. Me hizo mucha ilusión, la esperaba con entusiasmo desde que me enteré de lo que se estaba sufriendo en Haití. Si no me hubieran llamado, habría pedido yo mismo ir hasta allí. Todavía recuerdo el 13 de febrero como si fuera ayer, el día de nuestra sali-

absoluta de Haití, sólo apreciable desde las alturas. Una vez allí, nuestra misión consistía en proporcionar tiendas de campaña para los que habían perdido sus casas. Nos pusimos en marcha para repartir las tiendas y potabilizar el agua, pero no teníamos los medios suficientes. No disponíamos de ningún vehículo para llevarlo a cabo. En el reparto de las carpas, sufrimos momentos de tensión, porque veías cómo la gente se ponía nerviosa cuando las tiendas se acababan y mucha gente se quedaría sin ayuda, pero al final se solucionó todo sin ningún altercado. Su desesperación es totalmente comprensible, así como su nerviosismo: llegas a tu casa y no existe, buscas a tu familia y no está y te tienes a ti porque has tenido suerte. Tras esto, nos acercamos a un colegio, que parecía más una posada, donde trabajaban unas maestras canarias que nos ayudaron en todo. En ese momento no preocupaba la educación, sino la subsistencia pura y dura.

"Haití olía a quemado" "Era muy difícil arrancarle una sonrisa a un niño"

da hacia el lugar de la tragedia. A pesar de la desolación provocada por el terremoto, la estancia se me hizo muy amena, incluso llegamos a sentirnos un poco haitianos, hasta el punto de participar en su tiempo de ocio (las partidas de cartas eran apasionantes, sin dinero, la apuesta consistía en colocarse pinzas en la cara). Durante nuestros diez días allí, colaboramos en lo que pudimos, aunque todo lo que hicimos nos pareció insignificante, dada la magnitud del desastre. Nuestra aventura comenzó al despegar el avión que nos llevaría a Santo Domingo. Cuatro compañeros y yo tuvimos que pasar una noche en este aeropuerto esperando al siguiente vuelo con dirección a Puerto Príncipe. Son circunstancias a las que ya estamos acostumbrados. Cuando ya habíamos despegado, se apreciaban las costas caribeñas y casi se podía sentir el calorcito. Conforme avanzábamos hacia el desastre, se podía contemplar una hermosa cordillera que ocultaba la destrucción

Al observar la miserable infancia de aquellos niños, vimos en su seria mirada que ni siquiera a ellos (que son los portadores de la alegría) se les podía arrancar una sonrisa. Otra experiencia muy impactante fue el ir por el centro de Puerto Príncipe y ver manzanas de edificios y calles destruidos, y esperar el punto de inflexión entre la destrucción y lo no destruido y no llegaba. De hecho, la catedral quedó totalmente destrozada, como todos los edificios. La gente trataba de desescombrar, pero, en el tiempo que estuvimos en el centro, no vimos nada más que una máquina trabajando. Eran los haitianos con sus propias manos los que excavaban. Como experiencia personal es terrible: la extensión de la desolación no acababa nunca. En el Tercer Mundo se tiene una capacidad de reacción y una fortaleza totalmente distintas a las del mundo occidental. Reciben un golpe tan duro como el de este terremoto y se vuelven a levantar como si tal cosa. Su tranquilidad y su educación nos

El Valle de Bourdon (Haití) reducido a escombros por el terremoto. / Foto cedida por DAMIÁN SORIANO.

Niños sin sonrisa en Haití y catedral destrozada de Puerto Príncipe. / Cedidas por DAMIÁN SORIANO. sorprendió, dejados de la mano de todo el mundo. Un olor a quemado despidió nuestra salida de aquel país desolado. Fuimos nosotros los primeros en ayudar a los habitantes de un valle (el de

Bourdon, a las afueras de Puerto Príncipe) asolado por los escombros, a punto de ser arrastradas sus viviendas por las intensas lluvias. Nos despedimos de ellos y de la desmochada catedral de

Puerto Príncipe con la esperanza de que algún día ellos puedan ser tan afortunados como nosotros, los occidentales. Al regresar, valoré mucho más mi ordenador, mi casa... Vi distinto mi mundo".

Bomberos solidarios El pasado lunes, 22 de febrero de 2010, regresaba el último grupo que Bomberos Sin Fronteras había desplazado a Haití. En él viajaba el bombero albaceteño Damián Soriano García, que presta servicio en el Parque de Bomberos de Motilla del Palancar, perteneciente al Consorcio Cuenca 112.

Su tarea principal consistía en el montaje de tiendas de campaña en una zona de la montaña en el Sureste de Puerto Príncipe conocida como “Gros Jean”, en la que las viviendas resultaron devastadas por el terremoto. También se mejoró la instalación de agua potable del hospital de Pernier.


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