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Órganos, la música celestial Viene de la página 1. P.­ ¿Y cuál cree que va a ser el futuro de este instrumento? R.­ Se puede hacer esta misma pregunta sobre cualquier arte, sobre la belleza. ¿Qué sentido tiene la belleza hoy en día, en el mundo tecnológico, de la televi­ sión y del "reality show"? En el mundo actual, en el que las igle­ sias se vacían y la música dentro

de ellas tienen poco protagonis­ mo. Tendrán que abrirse también para actos culturales o multi­ culturales donde puedan darse conciertos, como ya sucede en Francia, responsabilidad de cada ayuntamiento. P.­ ¿Cuáles son los mejores ma­ estros organeros en este mo­ mento? R.­ Sería poco objetivo si res­

pondiera. Hay una fábrica en Alemania que construye cual­ quier pieza y muchos organeros compran allí los repuestos. No­ sotros trabajamos de forma que restauramos un órgano del siglo XVIII, de la escuela aragonesa, imitamos la forma de trabajar el metal, las aleaciones, la madera. Si lo pides fuera se desnaturali­ zaría mucho. Este es nuestro cri­

terio de calidad. P.­ ¿Cuántos organeros total­ mente artesanos hay en España? R.­ A parte de nosotros, hay otros dos. Y organeros, en total, 15 empresas, en Barcelona, Pa­ lencia, Valladolid... P.­ ¿De dónde traéis los materia­ les? R.­ Los lingotes de plomo y esta­ ño de Filipinas, aunque los com­

pramos en Madrid. La madera de pino de Cuenca; el roble es francés; el ébano, también de im­ portación; el boj, de aquí; la piel de cordero, de Francia, una vez trabajada, porque ellos, a su vez, la compran en bruto en España. Se utiliza para unir bien las jun­ tas y no se escape el aire. Con este material duran 250 años; con plástico, mucho menos.

La Gaceta de la Corte entrevista al viejo escritor alcalaíno Miguel de Cervantes El escribano de la Corte, Jerónimo Núñez , tomó fiel dictado de las declaraciones de este mediocre poeta. Siendo el año de Nuestro Señor de mil y seiscientos dieciséis, y por encargo del muy ilustre D. Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, gentilhombre de cámara de Su Majestad, digo y confirmo que he mantenido una asendereada entrevista con el autor de El ingenioso hidalgo D. Quixote de La Mancha, D. Miguel de Cervantes Saavedra, quien, ya en su senectud, ha tenido la dignididad de mostrarse como un hombre humilde que no aspira a las glorias del Parnaso español como pudiera haber mostrado en su lozana juventud.

JERÓNIMO NÚÑEZ, Madrid. D. Miguel de Cervantes desecha cualquier tipo de honor que pudiera serle dispensado por la única obra que le ha otorgado real y verdadera fama, su Quixote. Es consciente de la cortedad de su ingenio y de la grotesca calidad de sus protagonistas, mofa y befa, no ya en este Imperio español que rige con mano firme su majestad, Felipe IV, sino en todo el orbe conocido, a cuyas lenguas bárba­ ras ha sido traducido este cómico libro. El embajador de Francia se preocupó por el estado de su persona, por haberse convertido en ese vecino reino, en un autor de fama. Cuando se le respondió que vivía miserablemente, él no dio crédito y expuso que en su "Un estudiante me nombró "regocijo de las Musas", yo digo que no lo soy" país se le habrían otorgado los maravedíes oportunos para un sustento digno de su persona. Cosas de bárbaros extranjeros, pretender que se dote de un sueldo a un autor menor, cuando en la República de las Letras españolas hay tantas y tan altas glorias, mucho más meritorias que este acabado personaje. No obstante, y por orden de mi buen señor el Conde de Lemos, a la vez protector de D. Miguel, transcri­ bo fielmente, los asuntos hijos de su entendimiento; producto, a decir verdad, de un hombre vencido por la edad: ­Escribano: ¿Cómo se encuentra vuestra merced? ­Cervantes: Con un pie ya en el estribo y con las ansias de la muerte; aunque todavía con deseos de vivir si me fuera dado. ­E: ¿Piensa aún en la gloria literaria o finalmente ya la ha dado por muerta tras los denues­

tos que sobre su Quijote han vertido hombres de letras insignes? ­C: Aunque no hace muchas jornadas, algún estudiante, al oír mi nombre cuando me dirigía hacia Esquivias, se abrazó a mi cuello y me nombró "regocijo de las Musas", yo digo que no lo soy y que la fama hará cuidado de mi nombre, así como mis amigos ganas de decirla y yo mayor gana de escucharla. No esperéis de mí venganza, riñas o vituperios hacia el autor del segundo Quixote de Tordesillas, el oculto Avellaneda, a pesar de haberme llamado viejo, manco y envidioso. Aunque los agravios despiertan la cólera en los más humildes, en el mío han de padecer excepción: no se escribe con las canas sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años. Mis libros son humildes obrillas que aún pienso aumentar con la publicación del Viaje del Parnaso, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional, mi segunda parte de La Galatea, Las semanas del jardín y El famoso Bernardo. ­E: ¿Nos va a seguir martirizando vuestra merced con nuevos versos? ­C: Es cierto que las Musas no me han dado la gracia de ser poeta, pero el denuedo de mi intento va a perseguirme hasta el final de mis días. ­E: Tampoco sus comedias han sido dignas del aplauso del vulgo. ­C: Tuve mala suerte, cuando vieron la luz mis obrillas dramáticas, compuestas según el decoro de Aristóteles, Lope se había alzado con el imperio de la escena (y no me mueve la envidia, admiro las obras y la ocupacion continua y virtuosa del Fénix) y las mías fueron saludadas con lluvia de verduras. ­E: ¿Cómo vinieron sus huesos a recalar en la cárcel?

Don Miguel de Cervantes Saavedra acicalado para la entrevista ­C: Antes de este episodio debería mentar que fui soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendí a tener paciencia en las adversidades. Perdí en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida, que aunque parece fea, la tengo por hermosa por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos. Sobre las prisiones, más duras son las del alma. La miseria me alcanzó de lleno y en mi oficio de comisario real de abastos se suelen sufrir estos achaques que dieron con

mis huesos en las mazmorras sevillanas y en la Cueva de Medrano. ­E: ¿Se dice que su Quixote es obra menor y de burlas? ­C: Nunca quise elevarla a otro otero, pero sí siento el orgullo de que haya sido, este libro, hijo de mis entrañas, trasladado a len­ guas tan apartadas de la nuestra como la chinesca. Ya dije, sin embargo, que era leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y doctrina. La hice con la mira puesta en derribar la

máquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más. ­E: ¿Por qué eligió vuestra merced La Mancha para ambien­ tar una novela de caballerías? ­C: Qué mejor espacio que el que uno conoce: de Esquivias es mi Catalina, mi odioso trabajo me llevó por estos páramos y no soy menor conocedor de sus ventas, molinos, cuadrilleros, clérigos, hidalgos, menestrales, moriscos, corridas de toros, bodas y otros menesteres que me guardo. ¿Dónde hubierais vos colocado a un caballero andante avellanado y ridículo sino en un lugar tan agreste y real como éste? ¿Qué sol sino el manchego podría "Mi Quixote es leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo" licuar de tal forma los sesos bien cubiertos de un hidalgo sano y bien formado como Don Quixote? ¿De dónde podría arrancarse, en fin, a un campesino tan gallardo, ingenioso y bien dotado para la golosina como mi Sancho Panza? ­E: ¿Qué hubiera dado por ser Lope de Vega? ­C: Quizá mi alma y mi hacienda, pero aún me queda la esperanza de que en algún tiempo de lo por venir, la calle donde vivo, (que es la misma que la de Lope) tome mi nombre y no el suyo (risas por lo ridículo de la suposición). Me despedí de este hombre en el umbral de su casa con la convic­ ción absoluta de que ésta no iba a ser una visita que fuera a que­ dar en los anales de la memoria. Como no va a quedar rastro del nombre de este autorcillo, ni de su tan manoseado (por el vulgo) libro así que pasen unos cuantos años.


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