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"¡Siempre libre, Emencio!" Emencio Alcalá, "Germán", uno de los últimos supervivientes del maquis, nos relata sus experiencias. MARIO MARÍN, Landete. Ante la conmemoración del 70 aniversario del comienzo de la Guerra Civil española, tuvimos el honor de pasar una velada inolvidable con uno de los que sufrieron en sus carnes las consecuencias de la misma. Un mito vivo de nuestra historia reciente. Emencio y su esposa, Carmina, nos recibieron en su casa y compartieron con nosotros sus recuerdos (relatos vibrantes y estremecedores). En San Martín de Boniches, una pequeña aldea de la Serranía de Cuenca, obtuvimos un impresionante documento lleno de nostalgia y emoción. Emencio se refugió en el monte en 1949, con tan solo 19 años, como dice él "por temor, porque yo de política no sé nada". Aunque su dicción se ve un tanto impedida por una reciente trombosis, los recuerdos fluyen de su mente con fluidez: Pregunta: En 1948 eras pastor y actuabas como enlace de la guerrilla, ¿en qué consistía tu labor? Respuesta: Les llevaba comida y les informaba de lo que pasaba en el pueblo. Era un chivatillo (risas). P.­ ¿Qué eran las contra­ partidas? R.­ Por eso me fui a la guerrilla. Eran los guardias civiles vestidos muy malamente; en las armas llevaban sogas para hacerse pasar por maquis. Me robaron una cabra y por eso me fui. Me la quitaron y me dijeron: "si dices a los civiles que los maquis te hemos quitado la cabra, volve­ mos y te matamos". Poco des­ pués, fui a llevarles comida a los maquis y oí la respiración de los civiles cerca del cementerio. Me quedé callado, porque si me oyen me matan. Agarré mi cesta camino abajo y se la di a los maquis y les avisé sobre los civiles, les dije, "podéis bajar y matarlos, van tres guardias", y "Capitán", que era jefe de grupo, respondió: "vamos a dejarlos, no estamos aquí para matar, sino para que la gente coma". Luego lo fusilaron a él. Lo prendieron cuando repartía propaganda por Guadalajara. P.­ ¿A qué personajes recuerda con más admiración? R.­ Los mejores guerrilleros que ha habido: "Capitán", "Paisano", "Segundo" y "Mauro". Eran valientes, buenos y me ense­ ñaron a escribir y a leer. Había muy buena gente, mala también, como el "Manco de La Pes­ quera"; por su culpa por poco me matan. P.­ Cuéntenos esa historia. R.­ "Capitán" y "Paisano" me nombraron enlace entre grupos. En Santa Cruz de Moya, comiendo con el "Manco", vimos un perro y le dije: "¡Oye, a este perro habría que seguirlo!" No me hizo caso. Al poco, apareció la Guardia Civil y le dije: "¿ahora

"Germán" durante la entrevista con Mario. / JORGE RUIZ.

"¡Hombre, tú eres el que tanta guerra nos ha dado!" "Cuando me largué de la guerrilla fui a mi casa y esa mañana llamaron a mi madre al cuartel. Yo le dije: tú no digas que estoy aquí. Nada más que entres te pones a llorar. Cuando mi madre llegó al cuartel le dijeron que me habían matado en Fuencaliente y mi madre se echó a llorar como yo le había dicho (risas). Cuando me entregué, vino un teniente porque yo no me quería entregar a los civiles de San Martín, yo quería a la gente "gorda". Mandé a dos tíos míos

a Villar del Humo, donde había una emisora de la Guardia Civil, para que avisarán a Cuenca y vinieran a por mí. Vinieron un teniente coronel, un comandante y una coronela, vestidos de paisano. A la coronela ya la conocía y la saludé: ¡Hombre, señora Consuelo! Y ella me respondió: ¡Te veo bien!; y yo: ¡No estoy mal, no!. Después se dirigió a mí el comandante: ¡Hombre, tú eres el que tanta guerra nos ha dado! Yo le dije : Yo a usted no le he dado guerra,

si me fui al monte, fue porque ustedes me echaron". Se me llevaron a Villar del Humo y después a Cuenca. Allí por poco me matan, les dije que las armas (tres bombas de mano, la pistola Astra y un mosquetón) las había tirado al río cuando, en realidad, las había escondido en el monte. Un camarada se chivó y casi me ejecutan. Me condenaron a 30 años, aunque sólo cumplí 12 por buena conducta. (Relato de la entrega de Emencio a la Guardia Civil y de su encarcelamiento).

qué hacemos?"; y él: "¡Sálvese quien pueda!" Salió corriendo y lanzó la metralleta al río. Teníamos una estafeta donde juntarnos, pero él no acudió. Lo tuve a tiro para matarlo y no quise, ¡una torpeza! P.­ ¿Por qué no lo hiciste? R.­ ¡Hombre, es que yo no estaba allí para matar, estaba para vivir! P.­ ¿En qué consistían las estafetas? R.­ Llevábamos linternas a las que les sacábamos las pilas y metíamos el papel con la infor­ mación. Lo hacíamos así para que el papel no se mojara. La dejábamos debajo de un pino que

sólo conocíamos unos cuantos. P.­ ¿Cuál fue la suerte de sus compañeros de guerrilla? R.­ Casi todos acabaron muertos. Sólo me he visto con dos tíos míos: "José" y "Alfaro". Una vez,

un camarada ("Elías" de Chillarón) y yo pusimos una estafeta. Yo me eché a dormir mientras él vigilaba, cuando me desperté no estaba "Elías" y vi un papel que decía, "contra ti no va nada". Me cambió el arma y comprendí que había ido a entregarse y que se chivaría. Corrí hacia el campamento del otro grupo, crucé dos aldeas y el río y llegué antes que los civiles. Posiblemente salvé la vida de 20 camaradas. P.­ ¿Cómo viviste los sucesos de Cerro Moreno donde perdieron la vida 12 personas, una de ellas tu hermano?

"Yo no estaba allí para matar, sino para vivir"

R.­ Los mataron por un descuido de los camaradas: encendieron lumbre y no tenían las armas cerca. "Capitán", "Paisano" y "Segundo" fue lo primero que me enseñaron, "el arma siempre en la mano, hasta cuando estés durmiendo". Sólo se salvó "Pedro", de Valencia. Los enla­ ces me comunicaron la muerte de mi hermano. De los 14 que salimos de San Martín para el maquis, cinco cayeron en el Cerro Moreno de Santa Cruz. P.­ ¿Cómo eran las armas y la ropa que llevabais? R.­ Pantalones de pana, abarcas y una camisa. Los pantalones nos los hacía el sastre de Sotos. Yo llevaba una pistola "Astra". Las metralletas las portaban los jefes y también los prismáticos. P.­ ¿Has ido alguna vez a las jornadas de Santa Cruz de Moya que se celebran en honor a los maquis? R.­ ¡Hombre, claro! El monu­ mento de homenaje en el Cerro Moreno está puesto, entre otras cosas, porque vinieron a consultarme sobre dónde ponerlo, y yo les dije que allí. "Si me fui al monte fue porque ustedes me echaron" P.­ ¿Cada cuánto tiempo cambia­ bais de campamento? R.­ Era malo estar mucho tiempo en el mismo campamento por los rastros que se dejaban. Aquí (en San Martín de Boniches) tuvimos un campamento que yo busqué, "El Búnker". El campamento se organizaba sobre la marcha. Recuerdo también que, además del canto de la zorra, utilizábamos como contraseña el croar de la rana para saber dónde había agua. P.­ ¿Por qué abandonaste la guerrilla? R.­ Nunca pensé en desertar, no estaba cansado. Si el "Manco de la Pesquera" hubiera acudido a la estafeta, como no lo hizo, y al saber que se había salvado, tras estar yo allí toda la noche, me desengañó y decidí el no volver a la guerrilla.


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